Relación Histórica de los Sucesos de la Rebelión de José Gabriel Túpac - Amaru en las Provincias del Perú, el Año de 178 by Anonymous Author - HTML preview

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A las cinco de la mañana del dia 11 se veia ya el lamentable espectáculode muchos muertos, tendidos por las calles, desnudos y tandespedazados, que era preciso examinarlos con gran proligidad paraconocerlos. No contentos con esta venganza, los mandaron llevar al sitioafrentoso del rollo, y de allí los pasaron á los umbrales de la cárcel,donde los mantuvieron dos dias, siendo los mas de ellos pasto de losperros. Se comprendieron en esta desgracia, D. José Endeiza, D. JuanBlanco, D. Miguel Salinas, D. Juan Pedro Ximenez, D. Juan VicenteLarran, D. Domingo Pavia, D. Ramon Llano, D. José Cayetano Casas, D.Antonio Sanchez, D. Francisco Palazuelos, otros que no se conocieron, ycinco negros. Siguieron los asesinos llevándose en dia claro los robosque egecutaban, diciendo públicamente lo habian ganado en buena guerra,y que por derecho les tocaba: y dirigiéndose despues á la cárcel,abrieron las puertas, echaron fuera todos los presos, y luego salierondiciendo en altas voces: Viva nuestro Justicia Mayor, D. JacintoRodriguez:

caminando juntos con grande algazara y alegria, tocandocajas y clarines, lo sacaron de su casa, le hicieron dar vuelta por laplaza mayor, y repitiendo las aclamaciones, lo volvieron á ella, yhabiendo subido el cura vicario á los balcones de la casa capitular, ápreguntarles qué era lo que solicitaban para sosegarse, respondierontodos á una voz:—Queremos por Justicia Mayor á D. Jacinto Rodriguez, yque el corregidor y demas chapetones salgan luego del lugar, desterradosá vista nuestra.

A las doce del dia empezaron á entrar algunos trozos de indios, tocandosus ruidosas cornetas, y armados de hondas y palos. Con horror de lanaturaleza se veia, que despues de rendir la obediencia á D. Jacinto,para asegurarle con sus acostumbradas demostraciones de rendimiento, queeran venidos á defender su vida, cuyas expresiones gratificaba congenerosidad, salian corriendo unidos con los criollos á ver los muertos,encarnizándose de modo que descargaban nuevamente su furia contra loscadáveres despedazados, dándoles palos, procurando todos ensangrentarsus manos, y bañarlas en aquella sangre inocente. De allí pasaron á lascasas de D. Manuel Herrera, del capitan Menacho, y de su cuñado D.Antonio Quiros, á quienes distinguian con iguales honores. El resto dela tarde lo emplearon en examinar las casas donde presumian habia alguncaudal para saquearlas, y en reconocer los lugares mas ocultos, dondesospechaban se hubiese escondido algun europeo, de los que se habianlibertado la noche antecedente. Continuaban entrando en tropas losindios, que estaban convocados en las inmediaciones. Venian con banderasblancas, y salian los criollos á recibirlos, dándoles muchos abrazos, yles instaban para que entrasen á la iglesia matriz en busca de loseuropeos fugitivos, y cuando no pudiesen haberlos á las manos, á lomenos se hiciesen entregar las armas que habian escondido en ella.Consiguieron esto, porque el cura, á fin de que no violasen el sagrado,les entregó varias pistolas y sables; mas no contentos con ellas,pedian otras con insolencia, y no teniendo el cura modo de contentarles,determinó subirse á la cima del rollo á predicar, y darse una disciplinaen público: cuyo acto, lejos de enternecerlos, les provocó la risa, éinsolentándose mas, le despidieron algunos hondazos, con cuya eficazinsinuacion le hicieron bajar bien á prisa. A este tiempo habia sacadoen procesion el Prior de San Agustin, acompañado de las comunidades deSan Francisco y de la Merced, la devota efigie del Santo-Cristo deBurgos, llevándole en procesion por las calles, plazas y extramuros dela villa, pero solo le acompañaban las viejas: y sin hacer aprecio nirespetar tan sagrada imagen, se ocupaban los criollos, unidos con losindios, en saquear la casa del corregidor. Y habiéndole suplicada alPadre Prior se dirigiese por la calle del Tambo de Jerusalem, por ver sicontenia á los indios que estaban derribando la puerta de la tienda deD. Francisco Resa, lo egecutó, pero nada pudo conseguir, antes siocasionó que los indios empezasen á declarar su apostasia á la religioncatólica, que hasta entonces se juzgaba habian profesado: pues dijeronen alta voz, que dicha imagen no suponia mas que cualquiera pedazo demaguey ó pasta, y que como de estos y otros engaños padecian porlos pintores.

Ya empezaba á sentirse la consternacion que causaban los indios, quehabian entrado en la villa en el espacio de 6 horas, cuyo número pasabade 4,000, convocados por D. Jacinto Rodriguez y sus parciales: uno deellos dijo al tiempo de entrar los de Pária, que venian de paz, pues eldia antes habian salido 25 sugetos para detenerlos y estorbar su venida,porque no eran ya necesarios, cuando se habia conseguido el triunfodeseado. Pero la noticia que tuvieron del saqueo y caudal que todaviaexistia, fué incentivo para que no obedeciesen la órden de retirarse, yse multiplicaron tanto, que se hace increible el excesivo número queandaba por las calles, divididos en tropas, tocando sus cornetas, ydespidiendo piedras con las hondas: de suerte que toda la gente decristiandad y distincion estaba refugiada en los templos, implorando laclemencia del Altísimo, y esperando la muerte por instantes. Durante lanoche se ocuparon en saquear las casas y tiendas de los europeos. D.Francisco Rodriguez, el Alcalde, el cura párroco y otros sacerdotes,intentaron el 12 por la mañana contener los robos, que estabanegecutando en la tienda y casa de D. Manuel Bustamante, pero nadapudieron conseguir, porque prorrumpieron en estas voces: "muera elAlcalde, pues supo afrentar á sus paisanos:" á esto siguieron los indiosgritando, comuna, comuna

, palabra de que usaban cuando querian matar órobar, como si dijeran todos á una

. No se verificó este estrago,porque el Alcalde logró ponerse en salvo por medio del mismo tumulto.

El dia 13 mandó abrir Cabildo D. Jacinto Rodriguez, y cuando sepresumia fuese para tomar alguna providencia, solo se dirigió á que lorecibiesen de Justicia Mayor, empleo de que se habia posesionado consolo la autoridad de los sublevados. Antes de entrar en la casacapitular, se acercó á las puertas de la iglesia matriz, é hizo algunasdemostraciones de querer contener á los indios, que intentaban entrar yprofanar el templo, buscando á los europeos, lo que el cura habiaresistido hasta entonces: pero persuadido por Rodriguez y por D. Manuelde Herrera, consintió que entrasen doce de los mas principales. Elpretexto era sacar solo al corregidor, que creian estaba en la bóbeda.El párroco les aseguraba que no habia tal, pero simple ó maliciosamenteañadió, que habia cuatro europeos ya confesados. Los indios que nodeseaban otra cosa, se encendieron en ira, y llenos de furor entraron enla iglesia por fuerza, abrieron las bóbedas, y las indias mas atrevidasque los hombres, penetraron lo mas oculto. No encontraron á ninguno,pero como era tanto el deseo de venganza contra el corregidor, sacaronel ataud, en que se habia depositado el cadáver de D. FranciscoMollinedos, administrador de correos, que pocos dias antes habiafallecido; mandáronlo desclavar, creyendo estuviese dentro elcorregidor, pero no encontrándolo, sacaron los cuchillos y descargaronsobre aquel cadáver, sus furias, dándole muchas puñaladas. Pasarondespues á reconocer segunda vez la iglesia, y encontraron á D. MiguelEstada, que mataron en el mismo cementerio: tambien hallaron á D. MiguelBustamante, y llevándole á los portales de Cabildo, le presentaron vivoá D. Jacinto Rodriguez, le preguntaron si lo habian de matar, y habiendodispuesto lo entrasen en la cárcel, para cargarlo de prisiones, nohicieron caso de la órden, y le dijeron á gritos: "Vos nos habeisllamado para matar chapetones, y ahora quereis que solamente entren enla cárcel; pues no ha de ser así"; y usando la voz comuna, comuna

,dieron muerte á aquel infeliz. Prosiguieron profanando el templo,escudriñando con luces los lugares mas ocultos de él, cercáronle, ysacaron á D. Vicente Fierro y D. Francisco Resa de un casa inmediata, áquienes tambien mataron.

Cebados ya los indios en profanar los templos y matar europeos, entraronen la iglesia y convento de San Agustin, encontraron en la calle con D.Agustin Arregui, criollo, y queriendolo matar, porque les parecióeuropeo, á fin de escapar, les dijo: "Yo no soy chapeton, sino criollo:entrad al convento, donde están cinco chapetones con sus armas." Peropara asegurarse, le llevaron con ellos, y despues de haber buscado loslugares mas ocultos, le dieron cruel muerte, porque no habiéndolosencontrado, se persuadieron queria escaparse con este engaño. No faltóquien poco despues les avisase el lugar donde se escondian los quebuscaban, y volviendo á entrar con doblada furia, hallaron á D. VenturaAyarra, D. Pedro Martinez, D.

Francisco Antonio Cacho y á un francès,que una hora antes habia tomado el hábito de religioso: los queperecieron tambien á mano de aquellos bárbaros.

El dia 14 amaneció cercado de una multitud de indios el convento de laMerced, y para asegurar la presa se subieron á los techos, y entrandocon el mayor desacato en la iglesia, la reconocieron toda, y hallandodebajo del manto de Nuestra Señora de Dolores, á D. José Bullain, losacaron á empellones, y le dieron muerte.

Volvieron en tropel á laiglesia, y hallaron que los que habian quedado sacaban á D. JoséIbarguen, vestido de muger, trage que tomó para confundirse con el sexo,y estando rezando con las demas, lo acusó un criollo. Acometiéronlefuriosos, conocido por los zapatos, y arrancándole de los brazos de supropia consorte, á quien el dolor obligó á salir en seguimiento de sumarido, y á quien consolaban los homicidas, con decirle: "no llóres, quenosotros no tenemos la culpa, porque esto lo egecutamos por órden de D.Jacinto Rodriguez." Corrió en busca del indulto, pero cuando volvió,halló á su marido desnudo, despedazado. En aquel instante encontrarondebajo de una anda á un negro esclavo de D. Diego Azero, y le dieron lamisma muerte. Siguieron estas y otras crueldades, que se aumentaron conla venida de 6,000 indios de la parte de Sorasora, quienes unidos á losdemas, buscaban con igual furor y cuidado á los europeos: hallaron en undesvan á D. Pedro Lagraba, que habia libertado su vida la primera nochedel tumulto, y le condujeron á la plaza, donde acabó de la misma suerteque los demas. De este modo se vió atropellada por la ambicion y codiciade cuatro ó seis sugetos, la grandeza del Todo-Poderoso, profanados sustemplos, despreciadas sus sagradas imágenes, usurpada la inmunidad delas iglesias por las casas de los Rodriguez, pues estas eran el mejorasilo para escapar de la muerte; como lo consiguieron varios europeos,ya fuese por las alianzas de una antigua amistad, ó ya para cohonestarsus atroces delitos, con algunos hechos piadosos: pero la casa delSeñor, sus altares y tabernáculos se vieron polutos, despreciados yultrajados por esta vil canalla.

Llegada la noche, desamparan los indios el convento de la Merced, selibraron en él D. José Caballero, D.

José Lorzano, y D. Manuel Puch, porla diligencia de un religioso: pero creyendo el comendador que lossediciosos incendiarian la iglesia, por esta causa les obligó á salir áuna casa que les tenia destinada, disfrazados en traje ordinario. Eldesgraciado D. José Caballero con la confusion se separó de los demas, yse vió precisado á mantenerse entre los tumultuados, hasta la medianoche, que siendo descubierto le llevaron á D. Jacinto Rodriguez, quienhabiéndoles dicho no lo conocia, acabó á manos de los traidores, con lamas cruel muerte que puede idear la impiedad. Tambien fueron víctimasde su furor 14 negros de los europeos, sin mas delito que ser susesclavos. Siguieron saquando consecutivamente 20 casas, y segun unaprudente regulacion, ascendjeron los robos hasta dos millones de pesos,habiendo perecido no solo los europeos que contenia la villa, sinotambien los de todas las inmediaciones, cuyas cabezas traian los indios,para presentarlas al nuevo Justicia Mayor, quien las hacia enterrarclandestinamente.

Vacilaba ya la confianza de D. Jacinto Rodriguez, y empezaba á temer álos mismos que habia llamado: juntó á los indios, y despues deprevenirles se mantuviesen solo un dia en la villa, ofreció les daria delas cajas reales un peso á cada uno, cuyo hecho se egecutó al siguientedia 15, sin mas autoridad que su antojo: y convenido con los oficialesreales, abrieron las puertas del tesoro del Rey, y extrageron cuatrozurrones, y mandándolos juntar de nuevo, se les cumplió lo prometido, yse les hizo entender por medio del cura, que no habia necesidad semantuviesen dentro de la poblacion, y que recibido cada uno el peso, seretirasen á sus estancias. "Hijos mios, les decia, yo como cura yvicario vuestro, y en nombre de todo este vecindario, os doy las debidasgracias por la fidelidad con que habeis venido á defendernos, matando áestos chapetones pícaros, que nos querian quitar la vida á traicion átodos los criollos: una y mil veces os agradecemos, y os suplicamos osretireis á vuestras casas, pues ya como lo habeis visto, quedan muertos,y por si hubieseis incurrido en alguna excomunion ó censura, haced todosun acto de contricion, para recibir la absolucion." Y luego siguió conel misereatur vestri

; hecho que se hará dudoso á cuantos no estuvieronpresentes, pero así es, y así sucedió. Instaban despues los indios, paraque se les declarase por el Justicia Mayor las reglas que debianobservar en adelante: preguntaban si las tierras de los españoles seriantodas pertenecientes al comun de los indios: se les respondia que sí.Añadian que en adelante no pagarian tributos, diezmos, ni primicias; átodo condescendian el cura, los prelados y los vocales del Cabildo,llenos de temor, viéndose en medio de 15,000 indios, todos armados depalos, piedras y hondas.

Se emplearon en aquella distribucion 25,000 pesos, que se extrageron delerario, previniendo D. Jacinto á los indios que el restante se reservabaen cajas, para cuando se verificase la venida de su Rey, José GabrielTupac-Amaru, á quien se le aguardaba por instantes. Cuando se estabapracticando esta inicua diligencia, llegó un indio que venia de laprovincia de Tinta, y dirigiéndose á D. Jacinto, le dijo, era enviadopor el Inca Tupac-Amaru, y que este encargaba mirasen con mucho respetoy veneracion á los templos y sacerdote; que no hiciesen daño alguno álos criollos, y que solo persiguiesen y acabasen á los chapetones. Yhabiéndole preguntado por las cartas, respondió que el dia antes habiallegado su compañero con un pliego para D. Jacinto: de que resultaronrepetidas aclamaciones del infame nombre del tirano, que se oia repetiren las plazas y calles públicas por toda clase de gente; con el mayorregocijo, corriendo todos con banderas y otras demostraciones de júbilo,que imitó D. Manuel de Herrera desde el balcon de su casa, tremolando unpañuelo blanco, y acompañando esta accion con las mismas palabras quelos demas, que eran decir: "viva Tupac-Amaru;" las que volvia ápronunciar el pueblo, lleno de alegria. La chusma de criollos, que oiaestas noticias tan favorables á sus ideas, manifestaba el gozo que lecausaban, y algunos intentaron salir á encontrarle, porque aseguraba elindio, que muy breve se hallaria en la ciudad de la Paz.

D. Jacinto Rodriguez, convenido con la muger del capitan de aquellasmilicias, D. Clemente Menacho, intentaron que todos los españoles usasenel traje de los indios. Salió de esta conformidad por las calles,vestido de terciopelo negro con ricos sobrepuestos de oro; amenazaba átodos serian víctimas de los rebeldes, sino le imitaban, porque sepersuadirian eran europeos, á que se convinieron por librarse de lamuerte, y en un momento logró la transformacion que deseaba, adoptandolos hombres prontamente la

camiseta

ó

unco

de los indios, y lasSeñoras dejando sus cortos faldellines aseados, vistieron los burdos ylargos acsos

de las indias. Cuando estaban ocupados en estas y otrasprovidencias, llegó la noticia de que se acercaban los indiosChallapatas. Salieron á recibirlos al campo como á los otros; pero solovenian 40 de los mas principales, y á la cabeza de ellos D. Juan de DiosRodriguez, y luego que entraron en la plaza, se mandó repicasen lascampanas, pasando despues á hospedarse en la casa del que los conducia,donde fueron bien regalados y asistidos. Al pasar por la Calle delCorreo, quitaron las armas del Rey, que estaban fijadas sobre la puertade la administracion, pisándolas y ultrajándolas, con cuyas atrevidasdemostraciones querian dar á entender habia fenecido el reinado deNuestro Augusto Soberano, D. Carlos III. Estos indios habian venido conel especioso pretexto de socorrer la villa, quienes aseguraban que paradefenderla tenian prontos 40,000 hombres: pero se conoció que todo erainvencion de la malicia, pues el tiempo que existieron se ocuparon enpedir á los hacendados cesiones y renuncias de sus haciendas para sucomunidad, lo que egecutaron los dueños de ellas con escrituraspúblicas, para evitar la muerte, queriendo primero perder sus bienes quesus vidas. Y como hasta aquí estuviesen los indios hechos dueños deaquella poblacion, ensoberbecidos por el dinero que les habian pagado, ypor las gratificaciones de los Rodriguez y sus parciales, contemplándoseya superiores, negaron la obediencia, y no quisieron egecutar la órdenque se les habia dado para retirarse: antes con mayor insolenciavolvieron por la noche al saqueo, acometieron la casa y tienda de D.Francisco Polo, que no le sirvió ser de un criollo para libertarla, ycomo amaneciesen en esta operacion, fueron vistos por el dueño, quienfué á pedir á D. Jacinto remediára aquel exceso: lo que oido por elindio, Gobernador de Challata, D. Lope Chungara, compadecido de tantosestragos, resolvió se juntasen los vecinos, y unidos echasen á losindios, y con la órden que dió, de que el que se resistiese lo matasen,habiéndola egecutado en dos ó tres de los mas atrevidos, se logró elintento, saliendo los demas sin la menor resistencia.

Este fué el cruel y sangriento acontecimiento de la villa de Oruro,donde no solo se experimentaron tiranias de parte de los indios y cholossublevados, sino tambien de algunos sacerdotes y prelados de lasreligiones. Uno de ellos europeo, y tal vez el mas beneficiado de suspaisanos, compañero diario de sus mesas, cerró las puertas para queninguno pudiese acogerse á su clausura, despidiendo inhumanamente y conla mayor violencia, á D. Francisco Duran y D. José Arijon, de respetableancianidad que lo intentaron. Pero mucho mas tirano se mostró, viendodentro del convento á D. José Isasa, que por huir de la persecucion,habia saltado por las tapias del corral, al que tambien hizo salir enmedio del dia, exponiéndole con barbaridad á que fuese recibido entrelos garrotes, lanzas y hondas de sus enemigos. No menos indigno de suministerio se mostró otro, que aunque permitió que sus religiososamparasen algunos perseguidos, se apropió una cantidad crecida dealhajas de oro, perlas y diamantes, que en confianza puso en su celda unreligioso, por recelar fuese saqueada la suya por los amotinados, ácausa de haber encontrado en ella á un europeo: de suerte que segun unaprudente regulacion, usurpó mas de 70,000 pesos fuertes. El cura de lavilla, continuando su errada doctrina, recibió de D. Jacinto Rodriguezuna barra de plata, cuyo valor ascendia á cerca de 2,000 pesos, y una mancerina

de oro que le remitió de las robadas, para que celebrase lossufragios á los europeos asesinados en el tumulto, contentándose conenterrarlos á todos juntos en un hoyo, y aplicarles algunas misas.Ninguno de estos ni otros superiores eclesiásticos hizo la menordemostracion para impedir á los indios violentasen las iglesias: todosconsintieron en ello, poseidos del espanto, y lo que cansó mayor dolor,fué ver que, despues de polutas las iglesias, permitiesen celebrar elsanto y tremendo sacrificio de la misa, enterrando el cura, en el lugarque se hallaba violado, los cadáveres de los vecinos que morian deenfermedad.

Satisfecha ya la tirania de los cómplices, con tantos y tan trágicossucesos, procuraban cohonestar sus maldades con algun específicopretesto, por si quedaban sometidos á la obediencia del Rey. Suponianera efectiva la mina, construida por el corregidor desde su casa alcuartel: formaron autos, cuyos testigos fueron los mismos asesinos yalgunos muchachos, á quienes de propia autoridad dispensaba las edadesel Justicia Mayor, D. Jacinto Rodriguez, haciéndoles firmardeclaraciones, que con anticipacion tenia hechas por direccion de losabogados Caro y Megia. Quizo probar el hecho de la mina con vista deojos, persuadido se habia construido secretamente, como lo habiamandado: pero le salió el pensamiento errado, porgue los encargados deesta maldad abandonaron la obra con la consideracion del delito, yhabiendo pasado el exámen el escribano real, D. José de Montesinos,halló solamente un agujero, que no se dirigia á parte alguna, pero sinembargo se siguió el proceso lleno de maldades y defectos, y se tuvo laaudacia de remitirlo á la Audiencia de Charcas, para alucinar á susMinistros. Se inventaban tambien diariamente continuas infaustasnoticias, á fin de que los pocos vecinos fieles no levantasen el grito;unas veces aseguraban que habian arrasado la ciudad de la Plata, otrasque en Potosí los criollos, unidos y confederados con los indios de lamita, habian muerto á todos los europeos, y que en la ciudad de la Pazse habia querido egecutar la misma traicion que en aquella villa, y quehabian muerto 200 europeos y 300 criollos; con otras novedades de estanaturaleza, que discurria la malicia para infundir terror y sumision álos leales.

Disfrutaban los Rodriguez todas las distinciones del usurpado mando conla mayor satisfaccion, fiados en la ciega subordinacion que les tenianlos indios: pero se desvanecieron todas sus esperanzas la mañana del dia9 de Marzo, en que improvisamente fué asaltada su casa, de los mismosque tanto confiaban, y nada menos intentaban que quitarles las cabezas ydestruir toda la villa. Tocaron inmediatamente á entredicho: se juntaronlas milicias, y fueron rechazados los indios con pérdida de 60. Estehecho les hizo variar de conducta, abandonando desde entonces laexcesiva contemplacion con que les trataban, en especial D.

Jacinto, queestaba persuadido vendrian en su ayuda luego que los llamase, como lohabian egecutado anteriormente: pero ya desengañados, mandó fundiralgunos pedreros, arreglar las milicias, y acopiar municiones parala defensa.

Retirados los indios con este escarmiento á sus pueblos; estancias,empezaron á convocar desde ellas á los de las demas provinciasinmediatas, atrayéndolos con la plata robada en el saqueo de Oruro.Ocuparon los caminos para impedir la internacion de víveres, quitando lavida á los conductores, y aprovechándose de cuanto conducian: de suerteque aquellos vecinos se vieron reducidos á sufrir las mayoresnecesidades.

Todas las noches se tocaba entredicho, por los repetidosavisos de que entraban los indios á destruir la villa, ocasion queaprovechaban los cholos para continuar robando cuanto podian, hasta el18 de Marzo, en que se verificó; amaneciendo en las cimas de los Cerrosde San Felipe y la Tetilla de 6,000 á 7,000. Salieron á combatirlos,mataron á pocos, y hubo algunos heridos de parte de los Orureños quebajaron, perdida la esperanza de superar las alturas que estabanocupadas, aumentándose la consternacion, así como iba reforzándose elpartido de los indios, con varias partidas que llegaban por instantes, yse colocaban en el Cerro de San Pedro. Presentaron de nuevo la batalla,que admitieron los vecinos: pero apenas se empezó el ataque, volvieron áocupar las eminencias, excepto 14, que fueron muertos con unos de suscapitanes, cuya cabeza se enarboló en la punta de una lanza. A esteespectáculo cobraron nuevo esfuerzo, y olvidados del rencor contra loseuropeos, por su propia conveniencia, pensaron en buscar los que habianescapado, y estaban escondidos, para que ayudasen á la defensa, de cuyacomision se encargó D. Clemente Menacho, con toda su compañia, quienaseguró á un religioso mercedario, podia sacar libremente á algunos quesabia tenia en su celda, porque habia indulto general para ellos. Enefecto salieron del convento D. Antonio Goiburu, y D. Manuel Puche, quefueron recibidos con brazos y demostraciones de buena fé, ysucesivamente se determinaron á hacer lo mismo los que quedaban,juntándose hasta 18 que tuvieron la felicidad de salvar sus vidas delfuror de la pasada conjuracion. Unidos con los criollos, y sabiendo quelos indios que habian ocupado los cerros inmediatos á Oruro, semantenian en el de Chosequirí, distante dos leguas, determinaronseguirlos y atacarlos: en cuya accion, que duró todo el dia 19,consiguieron matar 120, y derrotarlos enteramente: sintiendo desde aqueldia los ventajosos efectos de este triunfo, porque los indios empezaroná implorar el perdon, y ofrecieron entregar las cabezas que los habianconmovido, como lo egecutaron despues, conduciendo á los caudillos delos pueblos de Sorasora, Challacocho y Popó. D. Jacinto Rodriguez ydemas gefes de la milicia, acordaron con ellos un convenio, con lacondicion de que asistiesen á la villa con los víveres necesarios á lasubsistencia de su vecindario.

No causa menos dolor el estrago que la rebelion hizo en el pueblo de SanPedro de Buena Vista, de la provincia de Chayanta, que, aunque tuvo lafortuna de escarmentar el atrevimiento de los indios cuando altivos ysobervios, lo asaltaron en los meses de Noviembre y Diciembre de 1780.Impacientes de que resistiese su furor tan pequeña poblacion, malasistida de municiones de guerra y boca, volvieron con mayores fuerzaspor el mes de Febrero de 1781 á redoblar los ataques y los asaltos. Elcura, Dr. D. Isidoro José de Herrera, en quien en competencia seadmiraban con un gran juicio, una profunda sabiduria, y una acrisoladafidelidad, exhortaba á sus feligreses á la mayor constancia, y á que nomanchasen su honor con el feo tizne de la deslealtad. Pudo este ejemplarpárroco evadir el riesgo con la fuga: pero hizo escrúpulo de concienciadesamparar aquella afligida grey, que en ocasion tan apretada necesitabade su auxilio, y con una lijera esperanza de que su respeto y autoridadpodrian apagar aquella voraz llama, permaneció en el pueblo.

Con esta heróica resolucion enarboló por estandarte un Santo-Cristo, ycon tan sagrada efigie exhortaba á los españoles y reprendia á losrebeldes: mas estos, despreciando aquellos divinos auxilios que lesfranqueaba el Todo-Poderoso por mano de su ministro, repetian los golpescon un diluvio de piedras; y aunque los nuestros por siete diascontinuos hicieron prodigios de valor y de constancia, no solorechazando los furiosos esfuerzos con que eran acometidos por aquellacanalla, sino hiriendo y matando á muchos, cediendo ya las fuerzas á laobstinada porfia y número desigual de los contrarios, y hallándosefatigados de la hambre y de la sed, con total falta de pólvora y balas,y sin llegar el auxilio que repetidas veces habian pedido al ComandanteMilitar y Audiencia de la Plata, distante solas 30 leguas, determinaronpor último remedio retirarse al templo, creyendo que el respeto debido ála casa de Dios fuese la mas inespugnable fortaleza, que les salvase lasvidas. Pero ¡ó barbaridad inaudita! no fué así, pues con opróbio de lamisma racionalidad, y menosprecio del adorable Sacramento, de lassagradas imágenes, y de toda la corte celestial, se convirtió el temploen cueva de facinerosos, que con sacrílegas manos quitaron la vida alcura y á cinco sacerdotes, pasando á cuchillo mas de 1,000 personas,entre hombres, mugeres y criaturas, quedando el santuario convertido enpielago de sangre inocente, y salpicados con ella los altares.

Esperimentóse la misma tragedia en el pueblo de Caracoto, provincia deSicasica, donde la sangre de los españoles, derramada en la iglesia,llegó á cubrir los tobillos de los sacrilegos agresores: en el deTapacari provincia de Cochabamba tuvieron igual suerte los que lahabitaban: llegando la crueldad de los rebeldes á tanto exceso, quequisieron enterrar vivas á las mugeres españolas, para lo que tenian yaabierto un hoyo en la plaza, capaz de enterrarlas á todas. Ejercitaronen este pueblo la crueldad hasta el estremo. Sacaron de la iglesia á unespañol, que se habia acogido al altar mayor con seis hijos varones, learrastraron hasta su casa, le pusieron el cuchillo en las manos,precisándole con crueles azotes, á que fuese verdugo de su propiasangre, en presencia de la muger que se hallaba adelantada de suembarazo. Resistíose el infeliz á esta bárbara egecucion, así por loscariñosos ruegos de la madre, como por los tiernos sollozos de loshijos, sin que bastase tan compasivo espectáculo á enternecer loscorazones empedernidos de aquellos tiranos, que se resolvieron degollaral padre, y á los hijos á vista de la madre, por mas diligencias ylágrimas que empleó para libertarlos, y habiendo abortado con el dolor ysusto, acudieron rabiosos á examinar el feto, y hallando que era varon,le quitaron la vida, antes que espirase naturalmente.

En el de Palca, de la misma provincia de Cochabamba, cometieron lasmismas tiranias y sacrilégios, dando muerte á muchas personas de todossexos y edades, y al cura D. Gabriel Arnau, que acabó á golpes yempellones al pié de la sagradas aras, teniendo en las manos elSantísimo Sacramento del Altar, que quedó espuesto á la mas sacrílegaprofanacion: y tomando una india la hostia consagrada, corria con ellaen las manos, diciendo: "mirad el engaño, que padecemos por estospícaros; esta torta la hizo el sacristan con la harina que yo condujedel valle, y despues nos fingen que en ella está Dios sacramentado." Asítambien en el pueblo de Arque fueron víctima de la sedicion todos losvecinos españoles, establecidos en él y su quebrada.

En ella asaltaronal pueblo de Colcha, y egercitaron iguales crueldades, prendiendo á sucura, el Dr. D.

Martin Martinez de Tineo, que maneatado le condujeron enmedio del tumulto, donde fué herido de un garrotazo en la cabeza, porqueno quiso asentir á sus proposiciones, de que no les daria azotes, paraque aprendiesen la doctrina. Este eclesiástico se mantuvo con la mayorentereza, á vista del peligro que le amenazaba: preguntándole si losazotaria, les respondia, que sí, cuando diesen motivo, por no quererseinstruir en las obligaciones cristianas. Reproducianle los indios, quesolo les daria 20 ó 25 azotes: á que replicaba, que si cometian aquellafalta, los castigaria con los 50, como lo habia acostumbrado hastaentonces, manteniéndose inflexible á estas y otras proposiciones que lehacian, opuestas á su ministerio. Pero como su celo y arregladacouducta, con las muchas limosnas que hacia, y los infinitos interesesde obvenciones que continuamente los perdonaba, le hubiesen hecho muyamado de todos, salvó la vida; y libre ya de sus opresores, pasó sinpérdida de tiempo á la capital de la provincia, dondo entró bañado en supropia sangre, y presentándose en la plaza mayor, sin haber hecho otradiligencia, que ponerse en la herida una medida de Nuestra Señora deCopacabana, rodeado de un numeroso concurso, exortó á los circunstantes,diciendo: ¿Donde está la lealtad y religion de los Cochaba