Las Solteronas by Claude Mancey - HTML preview

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31 de marzo

Se habla mucho del matrimonio de Francisca. Yo estoy heroica y mecallo... La de Aimont gime al hablar de la increíble suerte de estamuchacha que ha encontrado el secreto de pescar tan buen partido. Lacosa les es más sensible porque el joven de Martimprey exige 20.000pesos de dote en vez de 10.000, para casarse con Paulina. Es loúltimo...

Los Aimont están furiosos por tal regateo, y es natural.

—¿Cómo va una a hacer para casar a sus hijas, Dios mío?—

murmura la deAimont.—No puede una, sin embargo, ponerse al acecho detrás de un muroprotector y tirar sobre los yernos posibles...

—A eso se llegará, señora—dijo la abuela como consuelo...—

La caza alos maridos amenaza con hacerse bárbara... ¡Qué costumbres!...

Pobre abuela... Siente mi pena a pesar de la calma aparente que halogrado conquistar. Está triste y pálida y me mira con inquietud... Enpocos días ha envejecido muchos años... Y pensar que hubiera queridotanto hacerla dichosa...