
No se habla en el pueblo más que del chasco de la de Brenay con el Barónde Erinois. La Bonnetable hace el oficio de tambor municipal y va decasa en casa a llevar la noticia. El brillante capitán se vuelve acasar, pero no con Petra. Sus 13.000 pesos de renta han encontrado otrarenta de 4.000 en una joven, sin más antepasados que unos fabricantes deproductos químicos... La crónica añade que las esperanzas de la noviaexceden con mucho a su dote...
La abuela lo siente por Petra, puesto que ésta lo deseaba, pero vituperavivamente a la de Brenay, por desear tanto la gran riqueza.
—¡Qué singulares matrimonios se hacen ahora!—dice.—Todo desapareceante la fortuna... Todo el mundo se arrodilla ante el becerro de oro...Qué costumbres...
No hay noticias del señor Baltet... La de Ribert le espera todos losdías... ¡Y yo!...
—Dígale usted que sí en seguida, señora, no le haga usted esperar—ledigo muy bajo.
—De modo que hay que decir sí...
—Sí... sí... sí...
—Cómo me recuerdas a tu pobre madre—dijo la abuela, con voztemblorosa.—Así estaba el día en que tu padre la solicitó...
—Y los dos te dan las gracias, abuela adorada, por la dicha que das asu hija...
—Así lo espero—respondió la abuela mirando las fotografías de losmuertos queridos...—He hecho cuanto he podido para reemplazarloscontigo... ¿Lo he conseguido?
—Bien sabes que sí.
Mis besos pusieron fin a la conversación.
Como el señor Baltet no sea un buen nieto para la abuela, estoy prontaal divorcio... Cuidado con el papel sellado...