Cosas Nuevas y Viejas (Apuntes Sevillanos) by Manuel Chaves - HTML preview

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Las fiestas de toros que se verificaron el 5 de Febrero de 1670 fuétambién presenciada por los señores canónigos y en el Libro de veedor del archivo Catedral se lee: «Asistió el Cabildo de esta Santa Iglesiaen el lugar que se le señaló, que fueron dos arcos y medio de losbalcones, en el cual sitio estuvieron muy estrechos con haber ido muchosmenos señores de los que son.... Va el Cabildo por la tarde en forma,con bonetes, y esta vez se llevó por mandado del Cabildo dulces en estamanera: cajas de piezas que cabían una libra, y estas atadas conlistones encarnados; y vino y hipocrás y agua de canela y agua clara,todo en nieve; lleváronse cuatro docenas de vidrios de Venecia, tressalvillas y tres fuentes....» etc., etc.

En estas fiestas que se daban en honor del conde de Villaumbrosa, quehabía sido nombrado presidente del Consejo de Castilla, los canónigosobsequiaron al Asistente y mandaron arrojar á la plaza una fuente dedulces, dando prueba de su generosidad y largueza.

Igualmente las dió el cabildo eclesiástico en los toros y cañas que sejugaron el 30 de Septiembre y el 2 de Octubre de 1673, no faltandotampoco su asistencia á la función del 25 de Junio de 1674, en que «seestrenaron los escaños morados que para ese efecto se hicieron, y sepuso el sitio alfombrado con las alfombras iguales y la colgadura fué dela verde, un paño de á tres y dos de á seis y tres escudos de las armasde la Iglesia repartidas en cuatro paños.»

El cabildo de la colegiata del Salvador también asistía á las fiestasde toros y en particular á la que se celebraba en la plaza delante de laiglesia constando de ello noticias como esta que recogió Matute depapeles de 1638:

«El 10 de Agosto se celebraron corridas de toros en la plaza delSalvador en obsequio de Nuestra Señora de las Aguas: estuvieronconvidados al balcón del Cabildo de dicha Colegial, el Provisor, Juezde la Iglesia y otros sujetos de distinción á quienes después se sirvióun buen refresco». ( Noticias relativas á la historia de Sevilla,página 120).

No he de detenerme á hacer especial mención de otras muchas fiestas detoros y cañas, á las que, con toda pompa, concurran los señorescanónigos, haciendo sólo mención, por las noticias que existen de ellas,de las cañas y rejones del 25 y 27 de Septiembre de 1687, y de las detoros y cañas de 6 y 8 de Febrero de 1700, verificadas para festejar lallegada á Sevilla del almirante de Castilla.

Y por cierto que en esta fiesta se dobló lo de regalarse, y según eldocumento que copió Collantes de Terán y dió á luz en el ArchivoHispalense, en el palco de la Catedral no se consumió más que losiguiente:

«Nueve garrafas de frío, tres de cada género de á treinta y seis vasoscada una.—

Ciento veinte y cinco libras de dulce muy rico, para losseñores; así los que fueran como los que dejaran de ir, y los señorescoadjutores una libra para cada uno.—Media arroba de dulce hecho enmonjas, para la fuente que el señor dean pasa al Asistente.—

Arroba ymedia de dulce inferior en piezas muy pequeñas también empapeladas, paraen tres fuentes echar á la plaza...—Dieciseis libras de bizcochos deespumilla, para en cuatro fuentes repartir los señores con la bebidaantes del dulce.—Media arroba de vino hipocrás, etcétera».

Con todo esto es seguro que se endulzarían bien el paladar sus señorías,y no es aventurado suponer que aún sobraría algo para los pajes y laservidumbre.

Como se ve, pues, los capitulares eclesiásticos eran grandes aficionadosá los toros en aquellos tiempos y no dejaría de ser curioso el aspectoque ofrecería el palco del cabildo Catedral, que era siempre de los máslujosos, adornado de sus ricas telas y con anchos y cómodos sillones deterciopelo y oro, en los cuales muy arrellanados los señores seguían losincidentes de la lidia, entretenidos en sabrosa plática remojada con losdulces y refrescos.

Perdióse luego la costumbre de asistir el cabildo Catedral á las fiestasde toros, que siguieron frecuentando las demás autoridades, y la verdadque fué gran lástima, pues si hoy siguiera se evitaría que loseclesiásticos tuviesen que ir recatándose, como lo hace el que gusta deesta diversión.

EL HIJO DE MURILLO

De su matrimonio con doña Beatriz Cabrera y Sotemayor, tuvo el célebrepintor Bartolomé Esteban Murillo tres hijos, hembra una, nacida en 1657,y varones los otros, que vinieron al mundo en 1661 y 1663.

El mayor de éstos llamóse Gaspar, y se bautizó en el templo de SantaCruz, según en la partida consta, el 22 de Octubre del citado año de1661. De este hijo del gran artista sevillano voy á ocuparme, pues delos otros son muy escasas las noticias que se conocen: doña Franciscaentró de monja en el convento de Madre de Dios y don Gabriel pasó áAmérica, donde sólo se sabe que murió muy anciano, sin otrascircunstancias.

Don Gaspar Esteban Murillo, heredero inmediato del ilustre pintor llegóá adquirir una buena posición en Sevilla, dejando á su muerte gratamemoria en cuantos fueron sus amigos. Muy joven, y viviendo aún supadre, se dedicó á la carrera eclesiástica, y protegido, á lo que sedice, por don Juan Veitia Linaje, obtuvo un beneficio en la iglesia deCarmona, el cual disfrutaba cuando en 1682 falleció Bartolomé EstebanMurillo, que le nombró en su testamento albacea de sus bienes, en uniónde D.

Justino de Neve y de D. Pedro Villavicencio.

Tres años después de la citada fecha, ó sea en 1685, obtenía D. Gasparuna canongía en la catedral sevillana, de la que tomó posesión el día1.º de Octubre, y escriben algunos autores como Ceán Bermúdez, L.Alfonso y otros, que «por haber descuidado el cumplir con la práctica dehacer juramento de protestación de fe en el tiempo que mandaba elconcilio, fué el novel canónigo condenado por el cabildo en 30 de Abrilde 1688 á perder los frutos de todo un año, 8.000 reales de vellón, quese aplicarían á gastos de reparación del templo, con lo cual don Gasparse conformó gustoso al saber que se invertían en utilidad de las bellasartes.»

Hay que advertir que el hijo de Murillo fué por ellas muy apasionado,sobre todo por la pintura, la cual aprendió teniendo tan gran maestrocomo su padre, y al decir de Matute, cultivó el arte por afición,imitando con mucho acierto el estilo del autor de sus días.

La vida de don Gaspar deslizóse tranquila y sosegadamente en la ciudadde Sevilla que le vió nacer, consagrado al ejercicio de su ministerio, yrindiendo fervoroso culto á la memoria de su padre, cuyo nombre había deser honra y gloria de España.

Con caracteres en extremo simpáticos aparece la figura de don GasparEsteban Murillo, alma sencilla, natural bondadoso, espíritu creyente ysincero y hombre de fe, que entre otras muy estimables cualidades,poseía la de ser en extremo dado á las obras filantrópicas, acudiendo,siempre que podía, al socorro de los seres verdaderamente necesitados.

En los comienzos del año de 1709 desarrolláronse en Sevilla unascalenturas malignas, las cuales ofrecían peligroso contagio, del quefallecieron no pocas personas, contándose entre ellas muchos clérigos éindividuos del cabildo catedral, pues según los historiadores, atacó áéstos con preferencia el mal por el contacto en que á diario estaban conmultitud de pobres infestados; que acudían á las gradas de la basílica yal palacio arzobispal á recibir limosnas.

Hirió de muerte aquella dolencia á don Gaspar Esteban Murillo, quefalleció el día 1.º de Mayo del mismo año de 1709, dejando sus bienes alHospital llamado de Los Venerables, siendo sepultado el hijo del granpintor en la nave de San Pablo de la Catedral, y colocándose sobre susepulcro una inscripción latina, que, según la traducción castellana queda González de León, dice:

==«H. S. E.==D. Gaspar Esteban Murillo y Cabrera, Canónigo de estasanta iglesia Metropolitana y Patriarcal, varón de buenas costumbres,modesto y dotado de un alma apta para toda piedad. Liberal para con lospobres á los que dejó herederos de sus bienes.—Murió de edad de 47 añosen el de 1709, el día 1 de Mayo.==R. Æ. D.

E. D. A.»

Tales son las memorias que existen de aquel varón justo, que llevó condignidad un nombre famoso, y que ni envidioso ni envidiado, murió con lasatisfacción de un alma honrada y con la tranquilidad del que hacumplido con su deber.

LA EMBAJADA JAPONESA

Los historiadores y analistas sevillanos han consignado todos ó casitodos, la venida á nuestra ciudad de una embajada japonesa en 1614, que,á la verdad, tal suceso no era frecuente ni mucho menos, y sí extrañoentonces, por lo que llamó poderosamente la atención.

Como recuerdo de aquella visita queda hoy un interesante documento, elcual es una carta escrita en japonés, la que fué entregada por losembajadores al Ayuntamiento con toda solemnidad y que se custodia en elArchivo del Municipio para interés de las personas aficionadas á lashistóricas curiosidades.

No he de detallar los diversos motivos de aquel caso, que se debióprincipalmente á las gestiones que en el Japón y en el ánimo del rey deVojú hizo un fraile misionero hijo de Sevilla, donde había vivido en1574, fray Luís Sotelo, el que más tarde sufrió allí cruento martirio.

El 30 de Septiembre del citado año de 1614 el cabildo de la ciudad viósesorprendido con una comunicación en la cual se le ponía en conocimientoque acababan de llegar en las flotas los representantes diplomáticos delrey de Vojú, que se dirijían á Sevilla á ofrecer una carta al Municipio,siguiendo luego su viaje para la corte y para Roma, donde tenian elpropósito de visitar al pontífice Pío XI.

Como el suceso no era para menos, se apresuró el Asistente D. DiegoSarmiento y Sotomayor, conde de Salvatierra, á llevar á cabo lospreparativos para recibir á los huéspedes dignamente y así hizo que enel Alcázar se dispusiera lo conveniente para alojarlos y que la ciudadsaliera con toda gravedad á recibirlos cuando entraron en ella el día 23de Octubre.

Llegaron, pues, los japoneses acompañados del padre Luís Sotelo,excitando extraordinariamente la atención del pueblo, los portes yvistosos trajes, las armas y adornos que el embajador FraxecueraRocuyemon lucía y los personajes que le acompañaban.

Dos días después de su llegada, se presentaron el embajador y su séquitoen las Casas Consistoriales, siendo recibido con ceremonia por losveinticuatros y el Asistente, el cual recogió la carta de que eraportador Fraxecuera Rocuyemon, mediando frases de cumplido y diplomaciaentre unos y otros por medio del padre Sotelo, que hacía de intérprete.

La carta, que iba fechada en la Corte de Tenday á 26 de Octubre de 1613,es en extremo curiosa y en ella hay párrafos como éste dirigido á laciudad, según la traducción.

«Y sabiendo la grandeza y riqueza de esa noble república, y también quees patria del Padre Fray Luís Sotelo, de verdad he cobrado á V. S.grande y particular amor: y la causa principal que á ello nos mueve, esporque el primer hombre que nos enseñó en este Reino, el camino de laverdad y la Santa Ley de Dios, es rama brotada y salida de esa generosaraíz.»

«....Ansí mismo recibiremos particular gusto de que V. S. encamine álos dichos nuestros embajadores para que lleguen en paz y prosperidad ála presencia y lugares que son dichos y los ampare con su favor, paraque nuestra pretensión é deseo mejor se efectúe, poniendo lasdiligencias en ello que pareciere más á propósito. También habemossabido que en esa república se juntan muchos navíos de todo el mundo, ypor esa causa asisten en ella muchos pilotos y otras personas muydiestras en la navegación. V. S. mande juntarlos, y averiguar con ellossi es posible navegarse derechamente desde el Japón á esa Ciudad; porqué derrotas y en qué partes ó puertos se puede llegar; enviándonosrazón de todo, para que siendo posible, nuestros navíos naveguen esacarrera todos los años, y nuestro deseo más bien se cumpla y nuestraamistad está más firme y comunicable. Las demás cosas las sabrá V. S. departe del Padre Fray Luís Sotelo, á quien nos remitimos en todo. Si algodel gusto y servicio de V. S. se ofreciere en este Reino, avisándonos seacudirá á ello con puntualidad.»

Con la carta entregó el embajador al Asistente una espada de gran méritoy valor, siendo despedido luego á la puerta del Ayuntamiento con lamisma ceremonia que había entrado.

Cuatro ó cinco días permanecieron aún los japoneses en Sevilla, siendosiempre seguidos por multitud de personas á todos los lugares quevisitaban, abandonando después la ciudad, de la que salieron biensatisfechos.

«Agasajados los embajadores—dice el señor Guichot—pasaron á la corte,donde el rey les dió solemne audiencia y los encaminó á Roma, dondellegaron ya muy entrado el año siguiente. A 3 de Noviembre de 1619recibiólos el Pontífice en Consistorio público del Sacro Colegio de losCardenales, con suma benignidad y agrado y de la misma manera losdespidió, con respuestas y presentes de reliquias, pinturas y otrascosas sagradas.»

La espada que los embajadores dejaron á la ciudad se ha perdido, pero lacarta existe, habiendo en 1882 testificado de su autenticidad, losjaponeses que en aquél año visitaron nuestra ciudad, y posteriormente,en 1901, un catedrático de la Universidad de Yedo.

Para terminar, diré que el padre Luís Sotelo, al volver al Japón, cayóen manos del gobernador de Nagasaki en 1622, siendo preso y condenado ámorir quemado á fuego lento, llevándose á cabo la bárbara sentencia en25 de Agosto de 1624.

COFRADES Y TOROS

Entre las muchas hermandades de cofradías que en el siglo XVII estabanestablecidas en Sevilla, se contaba la de las Negaciones y Lágrimas deSan Pedro, que había sido organizada por los estudiantes del Colegio deSanta María de Jesús (Universidad), fundado por Maese Rodrigo, y quedurante algún tiempo gozó de cierta prosperidad y desahogo.

Esta hermandad, que debió establecerse en fecha posterior á la queseñala Bermejo y Carballo en sus Glorias religiosas de Sevilla,hallábase instalada en la parroquia de San Miguel, cuando solicitó en1628 permiso del Ayuntamiento para celebrar una corrida de toros en laPlaza del Duque, como se desprende de este documento, hasta ahorainédito, cuyo original existe en el Archivo municipal:

«Don Pedro Morel Alcalde de la cofradía nuevamente instituida Dolor delas tres negaciones de san Pedro sita en la parroquial de san Migueldesta Ciudad digo—que los hermanos de ella tenemos obligacion de haceren cada año una fiesta en el tiempo que determinaremos á nuestro padresan Pedro y por ser esta la primera quisieramos hacerla más suntuosacorriendo unos toros sueltos en la plaza intitulada barrio del Duque.Por tanto—A V. E. Pido y suplico mande concedernos y nos concedalicencia para que podamos correr ocho toros y nos dé facultad parapoder arrendar las bocas de las calles para limpieza y gastos de ladicha plaza del Duque.—Otro sí se nos de licencia que la carne de losdichos toros se pueda pesar en la carnecería ocho maravedís menosconforme á la sedula de los Sres. Jurados y pido justicia. † Don Pedro Morel

Esta solicitud fué leída en Cabildo que presidió el Asistente conde dela Puebla del Maestre en viernes 9 de Junio del citado año de 1628,acordándose lo siguiente, según consta en el acta capitular de dicho díay dice así:

«Leí la petición de don Pedro Morel alcalde de la cofradía nuevamenteinstituída dolor de las tres negociaciones de san Pedro en que dicen quequieren hacer la fiesta y piden licencia para correr ocho toros sueltoscon atajar las calles y otras cosas que se contienen en la dichapetición;

Acordose de conformidad que no á lugar dar la licencia que piden paracorrer los toros sueltos ni atajarse las calles ni hacer tablados y quelas partes acudan á S. S. de el señor conde asistente para quesirviendose de dar licencia para que estos toros se corran con conterosse sirva S. S. de mandar ser guardado la provición en el consumo de lacarne.»

No tengo noticias de si los cofrades llegaron á realizar su propósito dela fiesta que tenían proyectada, ni de las circunstancias queacompañarían á ésta, dado que se llegase á celebrar; pero por losanteriores documentos, de los que me facilitó noticia don L. Güeto, seve que las hermandades sevillanas eran tan aficionadas antaño como hoy áorganizar fiestas de toros para recaudar fondos con que atender á susostenimiento, sin que hayan cejado en sus propósitos apesar de lasmuchas prohibiciones de la autoridad eclesiástica y de las negativas dela civil, en solo este punto.

La cofradía de las Negaciones duró hasta el siglo XVIII, y Matuteconsigna en sus Anales esta noticia en el año 1720 y que creocomplementa el presente apunte:

«El cabildo eclesiástico extendió sus deseos á la reforma de algunosabusos en las procesiones de penitencia que hacían estación en la SemanaSanta y negó licencia para que saliese á la hermandad y cofradía de losestudiantes bajo la advocación de las Negaciones y Lágrimas de SanPedro. Desde el año 1691 ya sonaba como antigua esta cofradía, puespresidía á la de Nuestra Señora de la Antigua, establecida en san Pablo;más como solo tenía un paso con la estatua de san Pedro, era necesarioque se agregase á otra, bajo cuyo estandarte cumplían su estación ytomaban cena. No habría sido incómoda su compañía si las travesurasjuveniles no hubieran desazonado á los demás cofrades hasta el punto deno querer admitirlos en ninguna, por lo que se unieron á los mulatos,pues hasta los negros esquivaban la compañía de los estudiantes que alfin dejaron de salir, pues su memoria solo llega al año 1727 en quesalieron de la iglesia de los Clérigos Menores el Jueves Santo en latarde.»

EL OBISPILLO

La antigua fiesta del obispillo, que los estudiantes celebraban lavíspera del día de San Nicolás de Bari, verificóse por última vez enSevilla en 1641, prohibiéndose á causa de los tumultos que entonces seoriginaron.

Parece que el día 5 de Diciembre de aquel año, los escolares del colegiode Maese Rodrigo, escogieron por obispillo á un estudiante nuevo,según costumbre, el cual se llamaba Esteban Dongo, y colocándole sumitra de papel, comenzaron en la puerta de los estudios á rendirle elburlesco acatamiento que era uso; mas en vez de limitarse á las bromascorrientes, se entusiasmaron demasiado, alborotando mucho y dedicándoseá recorrer las calles, en las cuales atacaban á cuantas mujeres yhombres veían al paso, haciendo detenerse los coches y arrojando deellos á los que los ocupaban para que se inclinasen ante el obispillo.

No se limitaron á estos desahogos, con los que ya estaba bien alborotadala población, sino que por la tarde acudieron en gran tropel y confusiónal teatro de la Montería, y penetrando en él, arrollaron al público,ocupando aposentos y bancos, obligando á los actores á que volviesen áempezar la representación, que ya estaba próxima á concluir.

Si la entrada fué tumultuosa, más lo fué la salida de los estudiantes,pues trabaron una gran pendencia con varios caballeros, saliendo árelucir espadas y pistoletes, resultando algunos heridos graves porambas partes de los contendientes.

Estos sucesos fueron los que motivaron que la Audiencia decretase laprohibición de la fiesta del obispillo.

DUQUE CORNEJO

El nombre del escultor Pedro Duque Cornejo y Roldán, es bien conocido delos amantes de las artes sevillanas, pues el número de sus obras es muydilatado y encierran verdadero mérito.

El año 1677 nació en Sevilla, dedicándose desde muy joven al dibujo ysiendo discípulo del famoso Pedro Roldán, con quien empezó el estudio dela escultura, donde no tardó en hacer notables progresos.

A poco fueron buscadas sus estatuas en Sevilla, recibiendo numerososencargos de obras, algunas de ellas importantes. Así fué, que alconstruirse el retablo mayor del Sagrario de la Catedral en 1706, porJerónimo de Barbás, Duque Cornejo trabajó en su adorno, y más tarde,hizo los ángeles y figuras de uno de los órganos de la Catedral,construído hacia 1724.

Dejó el artista otras obras en la basílica, y en santa Marta y sanHermenegildo cita González de León algunas esculturas de su mano.

En Mayo de 1725, Duque Cornejo firmó escritura para ejecutar algunasestatuas en la Cartuja del Paular, á donde se trasladó luego, siendo muyelogiadas las obras que allí dejó.

Vuelto á Sevilla, siguió con afán dedicado al trabajo, y la casa delartista, en la cual tenía su taller, situada en la calle Beatos,collación de santa Marina, fué durante mucho tiempo frecuentada por nopocos jóvenes amantes de la escultura, que acudían allí á tomarlecciones del maestro.

Treinta y ocho figuras hizo Duque Cornejo para diversos templos deSevilla, tales como san Pablo, san Felipe, el Salvador, san Marcos, sanPedro y san Luís, etcétera, mereciendo especial mención las estatuas delas mártires Justa y Rufina, las de san Antonio Abad, la Virgen delRosario y el Nacimiento.

A más de éstas, pueden citarse con elogio las que trabajó en mármol parados altares del Sagrario y los dos soldados romanos que hizo para lahermandad de Jesús del Silencio.

Cuando Felipe V y su corte estuvieron en Sevilla, la reina nombró áDuque Cornejo escultor de cámara en 1732, y al año siguiente de 1733, almarchar el rey en el mes de Mayo, se trasladó el artista á Madrid, endonde solicitó en vano ser nombrado escultor de cámara del monarca.

Hizo Duque Cornejo algunas esculturas en la capital de España, y volvióá Sevilla años después, marchando al poco tiempo á Granada, donde fuéllamado para ejecutar varias figuras y adornos en la capilla de lasAngustias.

Duque Cornejo, á más de dedicarse á la traza de no pocos retablos, puestenía decidida afición á la arquitectura, á más de ejecutar pinturascomo las del monasterio de la Cartuja de las Cuevas, «tenía—dice unautor—mucha facilidad en la invención, por lo que se conservan enSevilla gran numero de los dibujos que hacía para los plateros y otrosartistas, sobre papel blanco y en tinta de China, tocados de pluma».

Terminadas sus obras en Granada, y tras una corta residencia en Sevilla,Duque Cornejo se trasladó á Córdoba, en cuya Catedral labró la silleríadel coro y los púlpitos, con gran esmero y cuidado.

Allí siguió residiendo el artista, que muy anciano falleció en dichaciudad el año 1757, según apunta Ceán Bermúdez. Duque Cornejo no fué unode los grandes escultores cuyo nombre se pronuncia hoy con admiración entodas partes, pero tuvo suficientes méritos para figurar dignamenteentre sus coetáneos y aventajar á muchos de sus paisanos que porentonces florecían.

«En

medio—escribe

Arana

de

Varflora—de

las

extravagancias

que

habíancorrompido su arte en aquel tiempo, tuvo Cornejo un modo agradable y unamanera airosa que le dieron mucho crédito á sus obras.»

Carecemos de un catálogo de éstas y no he de enumerar ni las másconocidas en los presentes datos biográficos, apuntando de paso quealgunas se han perdido y no faltan tampoco otras que se le han atribuídofalsamente y sin gran fundamento.

Duque Cornejo sabía con acierto dar movimiento á las figuras, y tuvofantasía y novedad para los adornos, aunque no siempre le resultaranéstos del mejor gusto.

LOS MONEDEROS FALSOS

Suceso fué, en verdad, que llamó la atención en Sevilla, y sostuvodurante un buen período de tiempo la atención general, el ocurrido elaño de 1681, el cual es bien digno de referirse en estos apuntes,conforme á las noticias que de él hasta nosotros han llegado.

Era por entonces alcalde de la Justicia don Cándido de Molina ySotomayor, hombre grave y que gozaba fama de severo, con quien no valíanchanzas y á quien, con razón, temía la gente maleante y cuantos teníancuentas pendientes con la casa de la plaza de San Francisco.

Paseaba, pues, don Cándido el día 15 de Marzo del ya citado año de 1681por la Alameda de Hércules, cuando fué avisado que dos mujeres que porallí vivían andaban cambiando monedas falsas, y lo mismo fué el tenertal noticia, acompañado de dos alguaciles y del escribano don Jerónimode Parga, presentóse en la casa que le habían señalado como residenciade las mujeres, á las cuales sorprendió, comenzando el registro deldomicilio.

Aprovechando un momento de descuido, una de las hembras pudo huir, sinser vista, yendo á refugiarse al convento de San Francisco de Paula,según después se supo, y ya bien asegurada la otra, dijo llamarseLeonor de Silva, ser casada con un sujeto de nombre Juan Ruíz, del cualno sabía nada hacía tres meses, pero tenía noticias de que vivía conunas hermanas suyas en la calle del Azafrán.

El registro en casa de la mujer dió por resultado que se le encontrasenefectivamente una gran cantidad de reales de plata de á ocho y de ácuatro, siendo falsas todas las monedas, las cuales se recogieron, ypara no perder tiempo, como hombre listo que era, enviada la moza á lacárcel, corrió el alcalde de la justicia, don Cándido Molina, á la calleAzafrán, donde pensaba encontrar al Juan Ruíz.

Llegó el alcalde con su gente á la casa que le habían indicado, yencontrándola cerrada, llamó á la puerta repetidas veces, saliendo á losgolpes una mujer por cierta ventanilla alta, la que dijo que allí vivía,efectivamente, la persona que se buscaba, pero que había salido hacíaalgunas horas, ignorando cuál sería la de su regreso.

Mas aquella visita inesperada de don Cándido vino á descubrir todo elsecreto que perseguía, pues siendo aquel lugar el que servía de fábricapara las monedas falsas encontradas á las mozas, y hallándose allíoculto á la sazón uno de los dos monederos, don Juan Troncoso, éste,creyéndose perdido, se dispuso á ponerse en salvo.

Así precipitadamente, ocultó donde mejor pudo una espuerta de monedasrecién blanqueadas, tomó capa y sombrero, y, armándose de una carabina,se arrojó por un tejado á un solar inmediato.

Creyóse allí por un momento en salvo, pero los alguaciles de donCándido, que le habían visto, le intimaron á rendirse; el otro intentódefenderse desde el solar, pero á la postre, haciéndose cargo de susituación, saltó á la calle, y allí echóse á los pies del alcalde cuandomandó dispararle, así como á la mujer que en la casa estaba y queresultó ser su esposa, Ana de Córdoba.

Preso ya aquel pájaro, no tardó el monedero Juan Ruíz en caer en lasgarras de la justicia, capturándolo el mismo don Cándido MolinaSotomayor á las pocas noches en la plazuela del Horno, después dearriesgados trabajos.

Encerrados en la cárcel los dos monederos, con tanta prisa se llevó lacausa, que el miércoles 16 de Abril los reos estaban ya condenados; perocuando fueron á leerles la sentencia, Juan Ruiz protestó iracundo yprodujo el mayor alboroto, y Troncoso enarbolando una silla, trató deestrellarla en la cabeza del escribano, y como no pudiera hacerlo, subióá una baranda próxima y por ella se hubiera arrojado á no sujetarle átiempo el cura de San Vicente y dos franciscanos que habían venido paraauxiliar á los condenados.

El 17 de Abril mostráronse ya los reos con más sosiego, viendo quecuantos esfuerzos hicieran resultarían inútiles, y así despidiéronse desus mujeres y sus