

Comunicación sexual
Introducción
En sociedades como la costarricense, el tema de la educación formal sexual es aún un tabú. No existe, hasta la fecha, una política definida con respecto a la educación sexual. Impartirla depende del esfuerzo específico de cada colegio, institución o personas. En este campo, no existe un consenso político para implantar un programa de educación sexual, pese a que los estudiantes de colegio y profesores concuerdan en que la educación sexual que se imparte no es suficiente y la calidad, inadecuada.
El hecho que no exista una política definida sobre sexualidad no significa que no haya un enseñanza de lo sexual. El no hablar de el a, por ejemplo, es ya una instrucción que nos dice que es un tema prohibido. Los niños aprenden todos los días temas sexuales y los otros temas de los que sí existe consenso para enseñarles.
El que en el colegio se imparta un curso de historia en que el papel de las mujeres ha sido omitido, es ya una enseñanza acerca de la sexualidad y el papel asimétrico de las relaciones entre hombres y mujeres.
La principal fuente de información directa sobre el sexo que tiene los jóvenes es la cal e y en el caso de las mujeres, la casa. La instrucción que reciben en el colegio se centra más en información sobre los órganos sexuales o el embarazo. En la casa, tanto para hombres como para mujeres, la fuente principal de información es la madre (Madrigal et, 1990). Se sospecha que la información que pueda suministrar la madre en el hogar se limita más a los aspectos más generales de la sexualidad. Es en realidad en la cal e, con amigos, compañeros o desconocidos, en donde los jóvenes costarricenses reciben respuestas a sus más preocupaciones sexuales.
Esta ausencia de información hace que aún para los heterosexuales, el goce sexual y el deseo sean temas tratados clandestinamente, y más aquel os que no concuerdan con la moralidad cristiana que siempre ha sido hostil al goce pleno de la sexualidad, y sólo reconoce como legítima la relación sexual en el matrimonio (tampoco dice mucho del placer sexual en esta institución).
Si esto es la realidad en la población heterosexual, peor aún es respecto a la homosexualidad. Aún los pocos textos "progresivos" sobre sexualidad para jóvenes en Costa Rica, aducen que la homosexualidad es una enfermedad mental y no se atreven siquiera a discutirla.
El gay costarricense no sólo carece de educación sexual científica y objetiva, sino que su orientación es tachada de aberrante o enferma. No tiene, la mayoría de las veces, la oportunidad de hablar de el a con nadie en su hogar, en su colegio, en su círculo de amistades, lo que lo deja totalmente expuesto a que sean los otros gays quienes lo instruyan sobre la homosexualidad.
En razón, de que toma muchos años, generalmente, entre la conciencia del deseo homosexual y la iniciación sexual con otro hombre, los mitos y creencias falsas pueden arraigarse más. Aún cuando el hombre gay se inicie sexualmente, tiene presente que su práctica es socialmente rechazada y de ahí que le sea más difícil l egar a aceptarla con todos sus matices.
También se hace más difícil aprender a obtener placer porque en la relación homosexual, las prácticas no están tan claramente delimitadas como en el modelo heterosexual. En una sociedad conservadora, el hombre y la mujer tiene papeles definidos sexualmente, en que el primero debe ser el iniciador, tutor, penetrador y la segunda, pasiva, aprendiz y receptiva.
Aunque estos roles típicos están siendo cuestionados, aún forman parte importante de la relación heterosexual.
Para los gays no ha existido otro modelo de relación sexual que no sea el heterosexual.
De ahí que hace unos años, sólo se concebía que un gay fuese activo y el otro pasivo. Uno debía jugar el papel de la "mujer" y el otro el del "hombre"
Sin embargo, tomar este modelo como ejemplo crea problemas serios porque uno de la pareja está
"perdiendo" el poder social que tiene todo hombre que actúa de acuerdo con el estereotipo de la masculinidad. El que juega el papel del primero es, igual que su contraparte, menos valioso y con menos poder en la relación. El homosexual activo es mejor visto por los heterosexuales y los mismos homosexuales.
Esta diferencia de poder entre el activo y el pasivo ha ido evolucionado, aún cuando existan todavía muchas relaciones que siguen el patrón. Muchas parejas establecen quién tiene la última palabra acerca de lo que hace y lo que no, en razón de esta división de la tarea sexual.
Sin embargo, existen otros arreglos que asemejan estas diferencias de poder. La relación de un hombre mayor con uno más joven, puede también caer en la misma asimetría: el mayor puede tener más poder y control sobre la sexualidad del otro; también si uno tiene más dinero, atractivo físico, educación, clase y otros atributos que crean diferencias. En el caso de los trabajadores del sexo, el cliente puede tener un gran poder en decidir si se usa no el condón.
Comunicación sexual y Sida
Hemos visto que los gays tienen menos instrucciones formales adecuadas que los heterosexuales acerca de su sexualidad. El tener que esconder su orientación sexual por tanto tiempo hace que el gay no se sienta tan cómodo con el a, o que prefiera hablar menos del asunto, aún con otros gays. El hecho de que el modelo a seguir sea el heterosexual, en muchos casos, hace que uno de los dos hombres se sienta más desvalorizado si es que disfruta del sexo anal receptivo. Las relaciones que se basan en diferentes arreglos de poder, o sea aquel as en que uno tiene más autoridad o poder que el otro, hace más difícil la negociación sexual.
Una sexualidad segura de sí misma, en la que el gay sabe lo que disfruta y no tiene temor a manifestarlo, es una con mejores posibilidades para negociar el sexo más seguro. Si la persona puede pedir el acto sexual como lo desea, y lo puede externar directamente, sin rodeos o insinuaciones, es muy probable que también pueda exigir con más firmeza el preservativo.
Las personas con mejor comunicación también podrían ser más abiertas a la realización de actos que no sean con penetración. En realidad, muchas personas han empezado a practicar actos sexuales más seguros como el voyerismo, el masaje, la masturbación, el juego de palabras, las representaciones teatrales, miras películas pornográficas y muchas otras maneras de practicar la sexualidad más segura. Pero para introducir estas alternativas, es importante que la persona se sienta a gusto con el as y con decírselo a los demás, ya sea su pareja o no.