La Edad de Oro: Publicación Mensual de Recreo e Instrucción Dedicada a los Niños de América. by José Martí - HTML preview

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¡Y qué mala, Magdalena

Con tantas cintas y lazos,

A la muñeca sin brazos

Enterrándola en la arena!

Conversan allá en las sillas,

Sentadas con los señores,

Las señoras, como flores,

Debajo de las sombrillas.

Pero está con estos modos

Tan serios, muy triste el mar:

¡Lo alegre es allá, al doblar,

En la barranca de todos!

Dicen que suenan las olas

Mejor allá en la barranca,

Y que la arena es muy blanca

Donde están las niñas solas.

Pilar corre a su mamá:

—«¡Mamá, yo voy a ser buena:

Déjame ir sola a la arena:

Allá, tú me ves, allá!»

—«¡Esta niña caprichosa!

No hay tarde que no me enojes:

Anda, pero no te mojes

Los zapaticos de rosa.»

Le llega a los pies la espuma:

Gritan alegres las dos:

Y se va, diciendo adiós,

La del sombrero de pluma.

¡Se va allá, donde ¡muy lejos!

Las aguas son más salobres,

Donde se sientan los pobres,

Donde se sientan los viejos!

Se fue la niña a jugar,

La espuma blanca bajó,

Y pasó el tiempo, y pasó

Un águila por el mar,

Y cuando el sol se ponía

Detrás de un monte dorado,

Un sombrerito callado

Por las arenas venía.

Trabaja mucho, trabaja

Para andar: ¿qué es lo que tiene

Pilar que anda así, que viene

Con la cabecita baja?

Bien sabe la madre hermosa

Por qué le cuesta el andar:

—«¿Y los zapatos, Pilar,

Los zapaticos de rosa?

«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?

¡Di dónde, Pilar!»—«Señora»,

Dice una mujer que llora:

«¡Están conmigo: aquí están!

«Yo tengo una niña enferma

Que llora en el cuarto oscuro

Y la traigo al aire puro

A ver el sol, y a que duerma

«Anoche soñó, soñó

Con el cielo, y oyó un canto:

Me dio miedo, me dio espanto,

Y la traje, y se durmió.

«Con sus dos brazos menudos

Estaba como abrazando;

Y yo mirando, mirando

Sus piececitos desnudos.

«Me llegó al cuerpo la espuma,

Alcé los ojos, y vi

Esta niña frente a mí

Con su sombrero de pluma.

—«¡Se parece a los retratos

Tu niña!» dijo: «¿Es de cera?

¿Quiere jugar? ¡si quisiera!...

¿Y por qué está sin zapatos?»

«Mira: ¡la mano le abrasa,

Y tiene los pies tan fríos!

¡Oh, toma, toma los míos:

Yo tengo más en mi casa!»

«No sé bien, señora hermosa,

Lo que sucedió después:

¡Le vi a mi hijita en los pies

Los zapaticos de rosa!»

Se vio sacar los pañuelos

A una rusa y a una inglesa;

El aya de la francesa

Se quitó los espejuelos.

Abrió la madre los brazos:

Se echó Pilar en su pecho,

Y sacó el traje deshecho,

Sin adornos y sin lazos.

Todo lo quiere saber

De la enferma la señora:

¡No quiere saber que llora

De pobreza una mujer!

—«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso

También! ¡tu manta! ¡tu anillo!»

Y ella le dio su bolsillo,

Le dio el clavel, le dio un beso.

Vuelven calladas de noche

A su casa del jardín:

Y Pilar va en el cojín

De la derecha del coche.

Y dice una mariposa

Que vio desde su rosal

Guardados en un cristal

Los zapaticos de rosa.

La última página

Este es el número de La Edad de Oro, donde se ve lo viejo y lo nuevodel mundo, y se aprende cómo las cosas de guerra y de muerte no son tanbellas como las de trabajar: ¡a saber si el tiempo del Padre las Casasera mejor que el de la Exposición de París! ¿Y quién es mejor: Masicas,o Pilar? Sólo que en todo lo de esta vida hay siempre un desventurado. Yel desventurado de La Edad de Oro es el artículo sobre la Historiade la Cuchara, el Tenedor y el Cuchillo, que en cada número seanuncia muy orondo, como si fuera una maravilla, y luego sucede que noqueda lugar para él. Lo que le está muy bien empleado, por pedante, ypor andarse anunciando así. Las cosas buenas se deben hacer sin llamaral universo para que lo vea a uno pasar.

Se es bueno porque sí; y porqueallá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se hadicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil.Los niños debían echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin queaprendan algo nuevo, sin que sirvan de algo.

¡Quién sabe si sirve, quién sabe, el artículo de la Exposición de París!Pero va a suceder como con la Exposición, que de grande que es no se lapuede ver, toda, y la primera vez se sale de allí como con chispas yjoyas en la cabeza, pero luego se ve más despacio, y cada hermosura vaapareciendo entera y clara entre las otras. Hay que leerlo dos veces: yleer luego cada párrafo suelto: lo que hay que leer, sobre todo, conmucho cuidado, es lo de los pabellones de nuestra América. Una pena,tiene La Edad de Oro; y es que no pudo encontrar lámina del pabellóndel Ecuador. ¡Está triste la mesa cuando falta uno de los hermanos!

Un paseo por la tierra de los anamitas

Cuentan un cuento de cuatro hindús ciegos, de allí del Indostán de Asia,que eran ciegos desde el nacer, y querían saber cómo era un elefante.«Vamos, dijo uno, adonde el elefante manso de la casa del rajá, que espríncipe generoso, y nos dejará saber cómo es.» Y a citas del príncipese fueron, con su turbante blanco y su manto blanco; y oyeron en elcamino rugir a la pantera y graznar al faisán de color de oro, que escomo un pavo con dos plumas muy largas en la cola; y durmieron de nocheen las ruinas de piedra de la famosa Jehanabad, donde hubo antes muchocomercio y poder; y pasaron por sobre un torrente colgándose mano a manode una cuerda, que estaba a los dos lados levantada sobre una horquilla,como la cuerda floja en que bailan los gimnastas en los circos; y uncarretero de buen corazón les dijo que se subieran en su carreta, porquesu buey giboso de astas cortas era un buey bonazo, que debió ser algoasí como abuelo en otra vida, y no se enojaba porque se le subieran loshombres encima, sino que miraba a los caminantes como convidándoles aentrar en el carro. Y así llegaron los cuatro ciegos al palacio delrajá, que era por fuera como un castillo, y por dentro como una caja depiedras preciosas, lleno todo de cojines y de colgaduras, y el techobordado, y las paredes con florones de esmeraldas y zafiros, y lassillas de marfil, y el trono del rajá de marfil y de oro. «Venimos,señor rajá, a que nos deje ver con nuestras manos, que son los ojos delos pobres ciegos, cómo es de figura un elefante manso.» «Los ciegos sonsantos», dijo el rajá, «los hombres que desean saber son santos: loshombres deben aprenderlo todo por sí mismos, y no creer sin preguntar,ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensarotros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el elefante manso.»Echaron a correr los cuatro, como si les hubiera vuelto de repente lavista: uno cayó de nariz sobre las gradas del trono del rajá: otro diotan recio contra la pared que se cayó sentado, viendo si se le había idoen el coscorrón algún retazo de cabeza: los otros dos, con los brazosabiertos, se quedaron de repente abrazados. El secretario del rajá losllevó adonde el elefante manso estaba, comiéndose su ración de treinta ynueve tortas de arroz y quince de maíz, en una fuente de plata con elpie de ébano; y cada ciego se echó, cuando el secretario dijo «¡ahora!»,encima del elefante, que era de los pequeños y regordetes: uno se leabrazó por una pata: el otro se le prendió a la trompa, y subía en elaire y bajaba, sin quererla soltar: el otro le sujetaba la cola: otrotenía agarrada un asa de la fuente del arroz y el maíz. «Ya sé» decía elde la pata: «el elefante es alto y redondo, como una torre que semueve.» «¡No es verdad!», decía el de la trompa: «el elefante es largo,y acaba en pico, como un embudo de carne.» «¡Falso y muy falso!», decíael de la cola: «el elefante es como un badajo de campana»

«Todos seequivocan, todos; el elefante es de figura de anillo, y no se mueve»,decía el del asa de la fuente. Y así son los hombres, que cada uno creeque sólo lo que él piensa y ve es la verdad, y dice en verso y en prosaque no se debe creer sino lo que él cree, lo mismo que los cuatro ciegosdel elefante, cuando lo que se ha de hacer es estudiar con cariño lo quelos hombres han pensado y hecho, y eso da un gusto grande, que es verque todos los hombres tienen las mismas penas, y la historia igual, y elmismo amor, y que el mundo es un templo hermoso, donde caben en paz loshombres todos de la tierra, porque todos han querido conocer la verdad,y han escrito en sus libros que es útil ser bueno, y han padecido ypeleado por ser libres, libres en su tierra, libres en el pensamiento.

También, y tanto como los más bravos, pelearon, y volverán a pelear, lospobres anamitas, los que viven de pescado y arroz y se visten de seda,allá lejos, en Asia, por la orilla del mar, debajo de China. No nosparecen de cuerpo hermoso, ni nosotros les parecemos hermosos a ellos:ellos dicen que es un pecado cortarse el pelo, porque la naturaleza nosdio pelo largo, y es un presumido el que se crea más sabio que lanaturaleza, así que llevan el pelo en moño, lo mismo que las mujeres:ellos dicen que el sombrero es para que dé sombra, a no ser que se lelleve como señal de mando en la casa del gobernador, que entonces puedeser casquete sin alas: de modo que el sombrero anamita es como uncucurucho, con el pico arriba, y la boca muy ancha: ellos dicen que ensu tierra caliente se ha de vestir suelto y ligero, de modo que llegueal cuerpo el aire, y no tener al cuerpo preso entre lanas y casimires,que se beben los rayos del sol, y sofocan y arden: ellos dicen que elhombre no necesita ser de espaldas fuertes, porque los cambodios son másaltos y robustos que los anamitas, pero en la guerra los anamitas hanvencido siempre a sus vecinos los cambodios; y que la mirada no debe serazul, porque el azul engaña y abandona, como la nube del cielo y el aguadel mar; y que el color no debe ser blanco, porque la tierra, que datodas las hermosuras, no es blanca, sino de los colores de bronce de losanamitas; y que los hombres no deben llevar barba, que es cosa defieras: aunque los franceses, que son ahora los amos de Anam, respondenque esto de la barba no es más que envidia, porque bien que se deja elanamita el poco bigote que tiene: ¿y en sus teatros, quién hace de rey,sino el que tiene la barba más larga? ¿y el mandarín, no sale a lastablas con bigotes de tigre? ¿y los generales, no llevan barba colorada?«¿Y

para qué necesitamos tener los ojos más grandes», dicen losanamitas, «ni más juntos a la nariz?: con estos ojos de almendra quetenemos, hemos fabricado el Gran Buda de Hanoi, el dios de bronce, concara que parece viva, y alto como una torre; hemos levantado la pagodade Angkor, en un bosque de palmas, con corredores de a dos leguas, ylagos en los patios, y una casa en la pagoda para cada dios, y milquinientas columnas, y calles de estatuas; hemos hecho en el camino deSaigón a Cholen, la pagoda donde duermen, bajo una corona de torrescaladas, los poetas, que cantaron el patriotismo y el amor, los santosque vivieron entre los hombres con bondad y pureza, los héroes quepelearon por libertamos de los cambodios, de los siameses y de loschinos: y nada se parece tanto, a la luz como los colores de nuestrastúnicas de seda. Usamos moño, y sombrero de pico, y calzones anchos, yblusón de color, y somos amarillos, chatos, canijos y feos; perotrabajamos a la vez el bronce y la seda: y cuando los franceses nos hanvenido a quitar nuestro Hanoi, nuestro Hue, nuestras ciudades depalacios de madera, nuestros puertos llenos de casas de bambú y debarcos de junco, nuestros almacenes de pescado y arroz, todavía, conestos ojos de almendra, hemos sabido morir, miles sobre miles, paracerrarles el camino. Ahora son nuestros amos; pero mañana ¡quién sabe!»

Y se pasean callados, a paso igual y triste, sin sorprenderse de nada,aprendiendo lo que no saben, con las manos en los bolsillos de la blusa:de la blusa azul, sujeta al cuello con un botón de cristal amarillo: ypor zapato llevan una suela de cordón, atada al tobillo con cintas. Esees el traje del pescador; del que fabrica las casas de caña, con eltecho de paja de arroz; del marino ligero, en su barca de dos puntas;del ebanista, que maneja la herramienta con los pies y las manos, yembute los adornos de nácar en las camas y sillas de madera preciosa;del tejedor, que con los hilos de plata y de oro borda pájaros de trescabezas, y leones con picos y alas, y cigüeñas con ojos de hombre, ydioses de mil brazos: ése es el traje del pobre cargador, que se muerejoven del cansancio de halar la djirincka, que es el coche de dosruedas, de que va halando el anamita pobre: trota, trota como uncaballo: más que el caballo anda, y más aprisa: ¡y dentro, sin pena ysin vergüenza, va un hombre sentado!: como los caballos se muerendespués, del mal de correr, los pobres cargadores. Y de beber clarete yborgoña, y del mucho comer, se mueren, colorados y gordos, los que sedejan halar en la djirincka, echándose aire con el abanico; losmilitares ingleses, los empleados franceses, los comerciantes chinos.

¿Y ese pueblo de hombres trotones es el que levantó las pagodas de trespisos, con lagos en los patios, y casas para cada dios, y calles deestatuas; el que fabricó leones de porcelana y gigantes de bronce; elque tejió la seda con tanto color que centellea al sol, como una capa debrillantes? A eso llegan los pueblos que se cansan de defenderse: ahalar como las bestias del carro de sus amos: y el amo va en el carro,colorado y gordo. Los anamitas están ahora cansados. A los pueblospequeños les cuesta mucho trabajo vivir. El pueblo anamita se ha estadosiempre defendiendo. Los vecinos fuertes, el chino y el siamés, lo hanquerido conquistar. Para defenderse del siamés, entró en amistades conel chino, que le dijo muchos amores, y lo recibió con procesiones yfuegos y fiestas en los ríos, y le llamó

«querido hermano». Pero luegoque entró en la tierra de Anam, lo quiso mandar como dueño, hace comodos mil años: ¡y dos mil años hace que los anamitas se están defendiendode los chinos! Y con los franceses les sucedió así también, porque conesos modos de mando que tienen los reyes no llegan nunca los pueblos acrecer, y más allá, que es como en China, donde dicen que el rey es hijodel cielo, y creen pecado mirarlo cara a cara, aunque los reyes sabenque son hombres como los demás, y pelean unos contra otros para tenermás pueblos y riquezas: y los hombres mueren sin saber porqué,defendiendo a un rey o a otro.

En una de esas peleas de reyes andaba porAnam un obispo francés, que hizo creer al rey vencido que Luis XVI deFrancia le daría con qué pelear contra el que le quitó el mando al deAnam: y el obispo se fue a Francia con el hijo del rey, y luego vinosolo, porque con la revolución que había en París no lo podía Luis XVIayudar; juntó a los franceses que había por la India de Asia: entró enAnam; quitó el poder al rey nuevo; puso al rey de antes a mandar. Peroquien mandaba de veras eran los franceses, que querían para ellos todolo del país, y quitaban lo de Anam para poner lo suyo, hasta que Anamvio que aquel amigo de afuera era peligroso, y valía más estar sin elamigo, y lo echó de una pelea de la tierra, que todavía sabía pelear:sólo que los franceses vinieron luego con mucha fuerza, y concañones en sus barcos de combate, y el anamita no se pudo defender en elmar con sus barcos de junco, que no tenían cañones; ni pudo mantenersus ciudades, porque con lanzas no se puede pelear contra balas; y porSaigón, que fue por donde entró el francés, hay poca piedra con quefabricar murallas; ni estaba el anamita acostumbrado a ese otro modo depelear, sino a sus guerras de hombre a hombre, con espada y lanza, pechoa pecho los hombres y los caballos.

Pueblo a pueblo se ha estadodefendiendo un siglo entero del francés, huyéndole unas veces, otrascayéndole encima, con todo el empuje de los caballos, y despedazándoleel ejército: China le mandó sus jinetes de pelea, porque tampoco quierenlos chinos al extranjero en su tierra, y echarlo de Anam era comoecharlo de China: pero él francés es de otro mundo, que sabe más deguerras y de modos de matar; y pueblo a pueblo, con la sangre a lacintura, les ha ido quitando el país a los anamitas.

Los anamitas se pasean, callados, a paso igual y triste, con las manosen los bolsillos de la blusa azul. Trabajan. Parecen plateros finos entodo lo que hacen, en la madera, en el nácar, en la armería, en lostejidos, en las pinturas, en los bordados, en los arados. No aran concaballo ni con buey, sino con búfalo. La tela de los vestidos la pintana mano. Con los cuchillos de tallar labran en la madera dura pueblosenteros, con la casa al fondo, y los barcos navegando en el río, y lagente a miles en los barcos, y árboles, y faroles, y puentes, y botes depescadores, todo tan menudo como si lo hubieran hecho con la uña. Lacasa es como para enanos, y tan bien hecha que parece casa de juguete,toda hecha de piezas. Las paredes, las pintan: los techos, que son demadera, los tallan con mucha labor, como las paredes de afuera: portodos los rincones hay vasos de porcelana, y los grifos de bronce conlas alas abiertas, y pantallas de seda bordada, con marcos de bambú. Nohay casa sin su ataúd, que es allá un mueble de lujo, con los adornos denácar: los hijos buenos le dan al padre como regalo un ataúd lujoso, yla muerte es allá como una fiesta, con su música de ruido y sus cantaresde pagoda: no les parece que la vida es propiedad del hombre, sinopréstamo que le hizo la naturaleza, y morir no es más que volver a lanaturaleza de donde se vino, y en la que todo es como hermano delhombre; por lo que suele el que muere decir en su testamento que ponganun brazo o una pierna suya adonde lo puedan picar los pájaros, ydevorarlo las fieras, y deshacerlo los animales invisibles que vuelan enel viento. Desde que viven en la esclavitud, van mucho los anamitas asus pagodas, porque allí les hablan los sacerdotes de los santos delpaís, que no son los santos de los franceses: van mucho a los teatros,donde no les cuentan cosas de reír, sino la historia de sus generales yde sus reyes: ellos oyen encuclillados, callados, la historia de lasbatallas.

Por dentro es la pagoda como una cinceladura, con encajes de maderapintada de colores alrededor de los altares; y en las columnas susmandamientos y sus bendiciones en letras plateadas y doradas; y lossantos de oro, familias enteras de santos, en el altar tallado. Delantevan y vienen los sacerdotes, con sus manteos de tisú precioso, o de sedaverde y azul, y el bonete de tejido de oro, uno con la flor del loto,que es la flor de su dios, por lo hermosa y lo pura, y otro cargándoleel manteo al de la flor, y otros cantando: detrás van los encapuchados,que son sacerdotes menores, con músicas y banderines, coreando laoración: en el altar, con sus mitras brillantes, ven la fiesta losdioses sentados. Buda es su gran dios, que no fue dios cuando vivió deveras, sino un príncipe bueno, tan fuerte de cuerpo que mano a manoechaba por tierra a leones jóvenes, y tan hermoso que lo quería como asu corazón el que lo veía una vez, y de tanto pensamiento que no podíanlos doctores discutir con él, porque de niño sabía más que los doctoresmás sabios y viejos. Y

luego se casó, y quería mucho a su mujer y a suhijo; pero una tarde que salió en su carro de perlas y plata a pasear,vio a un viejo pobre, vestido de harapos, y volvió del paseo triste: yotra tarde vio a un moribundo, y no quiso pasear más: y otra tarde vio aun muerto, y su tristeza fue ya mucha: y otra vio a un monje que pedíalimosnas, y el corazón le dijo que no debía andar en carro de plata y deperlas, sino pensar en la vida, que tenía tantas penas, y vivir solo,donde se pudiera pensar, y pedir limosna para los infelices, como elmonje. Tres veces le dio en su palacio la vuelta a la cama de su mujer yde su hijo, como si fuera un altar, y sollozó: y sintió como que elcorazón se le moría en el pecho. Pero se fue, en lo oscuro de la noche,al monte, a pensar en la vida, que tenía tanta pena, a vivir sin deseosy sin mancha, a decir sus pensamientos a los que se los querían oír, apedir limosna para los pobres, como el monje. Y no comía, más que lo queun pájaro: y no bebía, más que para no morirse de sed: y no dormía, sinosobre la tierra de su cabaña: y no andaba, sino con los pies descalzos.Y cuando el demonio Mara le venía a hablar de la hermosura de su mujer,y de las gracias de su niño, y de la riqueza de su palacio, y de laarrogancia de mandar en su pueblo como rey, él llamaba a sus discípulos,para consagrarse otra vez ante ellos a la virtud: y el demonio Mara huíaespantado.

Esas son cosas que los hombres sueñan, y llaman demonios alos consejos malos que vienen de lado feo del corazón; sólo que como elhombre se ve con cuerpo y nombre, pone nombre y cuerpo, como si fuesenpersonas, a todos los poderes y fuerzas que imagina: ¡y ése es poder deveras, el que viene de lo feo del corazón, y dice al hombre que vivapara sus gustos más que para sus deberes, cuando la verdad es que no haygusto mayor, no hay delicia más grande, que la vida de un hombre quecumple con su deber, que está lleno alrededor de espinas!: ¿pero que esmas bello, ni da más aromas que una rosa? Del monte volvió Buda, porquepensó, después de mucho pensar, que con vivir sin comer y beber no sehacia bien a los hombres, ni con dormir en el suelo, ni con andardescalzo, sino que estaba la salvación en conocer las cuatro verdades,que dicen que la vida es toda de dolor, y que el dolor viene de desear,y que para vivir sin dolor es necesario vivir sin deseo, y que el dulcenirvana, que es la hermosura como de luz que le da al alma eldesinterés, no se logra viviendo, como loco o glotón, para los gustos delo material, y para amontonar a fuerza de odio y humillaciones el mandoy la fortuna, sino entendiendo que no se ha de vivir para la vanidad, nise ha de querer lo de otros y guardar rencor, ni se ha de dudar de laarmonía del mundo o ignorar nada de él o mortificarse con la ofensa y laenvidia, ni se ha de reposar hasta que el alma sea como una luz deaurora, que llena de claridad y hermosura al mundo, y llore y padezcapor todo lo triste que hay en él, y se vea como médico y padre de todoslos que tienen razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba,con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria, y con losbrazos siempre abiertos. Así vivió Buda, con su mujer y con su hijo,luego que volvió del monte. Después sus discípulos, que eran muchos,empezaron a vivir de lo que la gente les daba, porque les hablasen delas verdades de Buda, y de sus hazañas cuando era príncipe, y de cómovivió en el monte; y el rey vio que en el nombre de Buda había poder,porque la gente miraba todo lo de Buda como cosa del cielo, tan hermosoque no podía ser hombre el que vivió y habló así. Mandó el rey juntar alos discípulos, para que pusiesen en libros la historia y los sermones ylos consejos de Buda; y puso a los discípulos a sueldo, para que elpueblo viese juntos el poder del rey y el del cielo, de donde creía elpueblo que había venido al mundo Buda. Hubo unos discípulos que hicieronlo que el rey quería, y salieron con el ejército del rey a quitarles alos países de los alrededores la libertad, con el pretexto de que lesiban a enseñar las verdades de Buda, que habían venido del cielo. Y hubootros que dijeron que eso era engaño de los discípulos y robo del rey, yque la libertad de un pueblo pequeño es más necesaria al mundo que elpoder de un rey ambicioso, y la mentira de los sacerdotes que sirven alrey por su dinero, y que si Buda hubiera vivido, habría dicho la verdad,que él no vino del cielo sino como vienen los hombres todos, que traenel cielo en sí mismos, y lo ven, como se ve el sol, cuando, por elcariño a los hombres y la honradez, llegan a ser como si no fuesen decarne y de hueso, sino de claridad, y al malo le tienen compasión, comoa un enfermo a quien se ha de curar, y al bueno te dan fuerzas, para queno se canse de animar y de servir al mundo: ¡ése sí que es cielo, ygusto divino! Pero los discípulos que estaban con el rey pudieron más; yel rey les mandó hacer pagodas de muchas torres, donde ponían a Buda dedios en el altar, y los discípulos se mandaron hacer túnicas de seda ymantos con mucho oro y bonetes de picos, y a los discípulos más famososlos fueron enterrando en las pagodas, con sus estatuas sobre lasepultura, y les encendían luces de día y de noche, y la gente iba aarrodillarse delante de ellos, para que les consolaran las penas que dael mundo, y les dieran lo que deseaban tener en la tierra, y losrecomendaran a Buda en la hora de morir. Miles de años han pasado, y haymiles de pagodas. Allí van los anamitas tristes, que ya no encuentran enla tierra ayuda, y la van a pedir a lo desconocido del cielo.

Y al teatro van para que no se les acabe la fuerza del corazón.

¡En elteatro no hay franceses! En el teatro les cuentan los cómicos lashistorias de cuando Anam era país grande, y de tanta riqueza que losvecinos lo querían conquistar; pero había muchos reyes, y cada reyquería las tierras de los otros, así que en las peleas se gastó el país,y los de afuera, los chinos, los de Siam, los franceses, se juntaban conel caído para quitar el mando al vencedor, y luego se quedaban de amos,y tenían en odio a los partidos de la pelea, para que no se juntasencontra el de afuera, como se debían juntar, y lo echaran por entrometidoy alevoso, que viene como amigo, vestido de paloma, y en cuanto se ve enel país, se quita las plumas, y se le ve como es, tigre ladrón.

En Anamel teatro no es de lo que sucede ahora, sino la historia del país; y laguerra que el bravo An-Yang le ganó al chino Chau-Tu; y los combatesde las dos mujeres, Cheng Tseh y Cheng Urh, que se vistieron deguerreras, y montaron a caballo, y fueron de generales de la gente deAnam, y echaron de sus trincheras a los chinos; y las guerras de losreyes, cuando el hermano del rey muerto quería mandar en Anam, en lugarde su sobrino, o venía el rey de lejos a quitarle la tierra al rey Hue.Los anamitas, encuclillados, oyen la historia, que no cuentan loscómicos hablando o cantando, como en los dramas o, en las óperas, sinocon una música de mucho ruido que no deja oír lo que dicen los cómicos,que vienen vestidos con túnicas muy ricas, bordadas de flores y pájarosque nunca se han visto, con cascos de oro muy labrados en la cabeza, yalas en la cintura, cuando son generales, y dos plumas muy largas en elcasco, si son príncipes: y si son gente así, de mucho poder, no sesientan en las sillas de siempre, sino en sillas muy altas. Y cuentan, ypelean, y saludan, y conversan, y hacen que toman té, y entran por lapuerta de la derecha, y salen por la puerta de la izquierda: y la músicatoca sin parar, con sus platillos y su timbalón y su clarín y suviolinete; y es un tocar extraño, que parece de aullidos y de gritos sinarreglo y sin orden, pero se ve que tiene un tono triste cuando se h