Estigma del Bárbaro by Alexis Briceño - HTML preview

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un costado de la ribera del Loira el grupo de jóvenes celtas disfrutaban la anticipación de la primavera, sin la corriente tormentosa que colmaba la franja media del Loira, podían bañarse para eliminar la brusca alza de temperatura que empezaba a molestar a la comunidad. Pero en ese atardecer los acontecimientos habrían de tomar un curso insospechado. El sopor del atardecer en la planicie aligeró el comportamiento de los inexpertos celtas, que desatendieron la vigilancia embriagados en sus apetitos libidinosos, las parejas se zambullían en el desenfreno del contacto físico sin menguar en el empuje de llegar a la cúspide del placer, apenas amainaba el empeño dejaba la suave corriente aquellas marejadas provocadas en la revoltura. En la maleza alguien presintió la amenaza de una presencia ajena a ellos, casi sin alternativa voltearon sus rostros impresionados por el despliegue a lo largo de esa área de un grupo de jinetes bárbaros provistos de sendas espadas de doble filo con empuñadura de pomo redondo que blandían en actitud desafiante en frente de los desvalidos jóvenes. Con aires de arrogancia, los jinetes imprecaban con bríos a los celtas del abandono inmediato de la zona del río, pero en la desnudez y el desconcierto de la sorpresa apenas atinaron a huir más allá de ellos, hacia el otro lado de la ribera.

Cuando Goar dio la orden, los jinetes se abalanzaron hacia los celtas quienes debieron seguir su impulso inicial hundiéndose en el fango que los precipitaba al centro de la corriente, los caballos desbocados se rebelaban en el empeño de continuar la cacería de los jóvenes, con un instinto que anticipaba los riesgos de apartarse demasiado de la orilla; alguien pudo bajar de golpe la espada perforando el pecho del el cuello de uno de los huidizos celtas, consiguiendo que el miedo aumentara entre el grupo que intentaba llegar a la otra orilla. Los jinetes fueron testigos de la lenta desaparición de sus perseguidos en la violenta corriente que conducía a los despeñaderos río abajo, los gritos de desesperación apenas conmovían algún reflejo de los visitantes, quienes se sorprendieron de la exigua resistencia de los muchachos en medio de los embates de la marea incontenible que los conduciría a una muerte segura. Nadie supo quien era quien, pero el resultado trascendería los limitados terrenos de aquel acontecimiento, cuando los cuerpos flotaban río abajo golpeados en la saliente de las rocas y la exposición de la herida del celta que sufrió el embate furioso del bárbaro; entonces la comunidad tuvo la intuición de la amenaza que se cernía sobre ellos, a partir de entonces se limitaron las salidas fuera de la aldea, quedando bajo estricta supervisión de guerreros experimentados, dejando la administración del Alto Loira a los recién llegados. La tragedia habría de establecer un precedente para la futura convivencia de todas las comunidades de Galia, llegando incluso a un levantamiento general de la tribu afectada, pero al amparo de un clima y una tierra más provechosa para la estancia permanente, surgirían conflictos que vulnerarían la paz que, desde Augusto, aseguraba aquella civilización.

Las ciudades debieron acostumbrarse a la presencia de estas tribus de rudimentarias costumbres y bruscas maneras que regresaban a Galia a una época que parecía extinguida, como la vuelta a la paganización en unos casos o el culto a formas heréticas del cristianismo, vulnerando los principios impuestos por Occidente durante años. Era el caso de los burgundios que expulsaron a las autoridades romanas de los edificios consistoriales en Galia Oriental asumiendo todo el boato del protocolo imperial pero imponiendo rituales y símbolos de la estirpe guerrera que representaban. En el 413 firmaron un foedus apoyados por el usurpador Jovino y durante treinta años reinaron del Rin al sur, en la región conocida como Germania I, en el reino de Worms. La brusquedad de esta implantación supuso que la nueva administración militar conjugaría los elementos más propicios y con más trayectoria junto a Occidente para hacer frente a las hordas menos comprometidas con el Imperio. Aecio conocía bien a sus futuros aliados.

- Para la entrevista necesito me asesores de cerca, espero que no te espanten los godos.

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- A decir verdad es más aconsejable que vayas con elementos francos y romanos, los hunos somos de mala reputación, si vas a hablarles de la amenaza burgundia en Galia es mejor que aquellos que somos modelos del reino de Worms estemos en terreno aparte.
- Tuve un cautiverio de cuatro años entre los visigodos de Alarico, mi pubertad recuerda los libamientos con grasa y el olor a sudor putrefacto de estos rubios guerreros.
- Las greñas doradas no son fáciles de olvidar en especial el de las mujeres que tiene un perfil tan bello.
- Las rubicundas son mi adoración secreta, esos ojos azules son difíciles de olvidar, en esa piel blanca podrías encontrar la felicidad que nunca soñaste.
- Eres un modelo de virtud y coraje, me carcajeo al pensar que tu celibato se mantuvo incólume en medio de esas bellezas, conocedor de godos y virgen inalcanzable para sus hembras, ja, ja, ja.
- Hablas muy rudo, pero quisiera que experimentaras la cercanía de esa mirada acaso podrías liberar tus energías más pudorosas.
- Yo hablo por envidia, apenas he visto el frente de un ataque godo y mi impresión se queda fijada en esos rostros agresivos que desafían las fuerzas más incontenibles de la naturaleza.
- A pocos metros diviso la corte de Teodorico, puedes observar los grupos de godos rodeando a Teodorico I, toda esa lealtad puede cambiar el rumbo de los más fuertes.
- Detengámonos aquí y evaluemos el plan de presentación según lo comentado, llévate a tu grupo de avanzada mientras yo cubro esta retaguardia con mis hombres, si ves una señal de peligro blande tu espada y sabré proteger una rápida huida.

El reino de Tolosa, en el centro de Aquitania, era la región más privilegiada de Galia, con un clima templado, una frondosa vegetación y pastos tiernos para la estancia equina, todos los recursos estaban a la mano y quizás esto fue determinante en mantener a la comunidad goda fija a ese terruño. Luego de Valia, la continuidad de la política de cooperación y hospitalidad estuvo en manos de Teodorico quien se apresuró en renovar dichos votos con las autoridades occidentales, con un ejército superior a la decena de miles podía mantener resguardada la región de otras incursiones bárbaras, incluso lo realizado por el rey Valia, expulsando a los vándalos, alanos y suevos, fue meritorio en la prolongación de estos acuerdos. Ahora importaba terminar con la amenaza bagauda, que saboteaba los acueductos de las villas y ciudades, desviando el curso de las aguas y debilitando el riego en zonas pobladas. Casi como una provocación el encuentro entre el cónsul de Galia y Teodorico se había acordado en el corazón de la región vascongada, epicentro de la actividad rebelde y anti romana. Rememorando el histórico encuentro entre Alarico y Estilicón, prácticamente la distribución similar de los elementos godos en el terreno hizo caer en un arresto de nostalgia al joven Aecio que lo paralizó en su caballo, llamando la atención de su tropa por el extrañamiento interior de su líder, una vez vuelto en los cinco sentidos reanudó la marcha sin dejar de recordar la figura de su padre, con los ojos humedecidos.

- Detengan la marcha, yo me adelantaré hasta llegar al emisario de Teodorico, aunque median acuerdos de hospitalidad no dejen de medir las fuerzas a que nos enfrentamos.
Siguiendo el curso de su destino, Aecio visualizaba de su infancia el momento de su entrega a los godos, ahora, en el rango que detentaba, se impregnaba de aquella mágica predestinación. Envuelto en sus ropajes romanos, volvía al encuentro de su pasado, encarando la enérgica mirada de los bucelarios del rey godo con el conocimiento de quien abarcó todos los ámbitos de ese submundo.Su mirada se dirigía a cada godo,consiguiendo apaciguar la extrañeza de los que veían su singular pasividad que no extrapolaba inseguridad alguna frente al contingente germano. Quizás el amuleto que guardaba podría allanar el camino hacia el entendimiento,pero prefería depender de las suspicacias rivales que le abrían el camino hacia el rey de los godos.

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No hubo necesidad de intérprete para sorpresa de algunos guerreros yo podía entender el dialecto godo, las palabras no salían fácil, más aún con la fijación de esos ojos azules, cubiertos de greñas, rodeándome para cautelar el espacio íntimo al que llegaba el aliento de Teodorico, me iba desentumeciendo de aquellos recuerdos del pasado, pero la severidad en el trato me sustraía a este mundo, de pronto recordé a Rodericus y pregunté por él, quedando el grupo estupefacto por la repentina mención de ese nombre, alguien recordó que un romano había convalecido con menos dolor su cautiverio en la compañía de Rodericus, entonces dije mi nombre cómo aquella vez en la fortificación de Carnuntum y el aura de misterio se desvaneció cuando comprobaron mi experiencia entre ellos. La dureza dio paso al asombro y luego se aligeró el peso de esas miradas sobre mis hombros, el propio Teodorico recordaba la imagen del enano regordete consultando entre los suyos la fecha de su muerte, yo bajé la cabeza en señal de respeto sincero, al mismo tiempo recordé el amuleto que el propio Rodericus me entregó al final de mi cautiverio, de la alforja saqué una espada corta de doble filo, instantáneamente me fue arrebatada como un objeto de adoración arrancado a sus manos, la rúbrica de su autor recordaba el trabajo artesanal casi extinto en la fundición de estos objetos, entonces los que permanecían reticentes a mi presencia aflojaron sus prejuicios y pude establecer el vínculo afectuoso que demandaba la política de acuerdos y cooperación en la que estaba empeñado. Con Teodorico afiancé la alianza en los campos vascongados, consiguiendo el respaldo del grupo bárbaro dominante en Aquitania e Hispania.

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runciendo el ceño acentuaba sus rasgos más enérgicos, cargaba sus pómulos con los flecos de su cabello liso que apenas se inmutaban con los soplidos de la borrasca vespertina, en la anchura del surco orbital sus ojos divagaban alocados por la planicie panónica. Pero el color negro del pelo aumentaba lo sombrío de su expresión facial, lo cual no era poco habitual entre los suyos, sólo que en este caso resultaba una impronta de su personalidad determinante y agresiva. A caballo se erguía en postura soberana, rodeado por un selecto grupo de incondicionales, sin embargo departía con los suyos como uno más del grupo, este rasgo de familiaridad y cercanía a su contingente, unido a la sobriedad en su atuendo y el carisma que emanaba hacia sus subordinados, que lo veían ligado a las altas investiduras de la aristrocracia huna, le asignaron una popularidad que a temprana edad superaba a la del mismo hijo legítimo de Mundziuch. Aunque alejado de la corte de Tizsa, en las estepas panonias custodiaba las espaldas de su pueblo, manteniendo a raya a las huestes proveniente de Asia, siguiendo la ruta de sus antepasados. Aecio ya sabía de enigmático liderazgo al comprobar la breve estancia de Atila entre los romanos, en idéntica situación vivida por él con los godos y hunos como rehén. Lo conocería mejor cuando deba buscar su alianza para contener el avance de los bárbaros por el norte, en la frenada de los burgundios en Galia, conocerlo era admirarlo. En todos estos años supo rodearse del cariño de los jinetes hunos, imponiendo las estrategias que se acomodaban mejor a cada personalidad, departiendo en sus ritos paganos y celebraciones eufóricas, apenas era creíble su origen, alcanzó el respeto entre el elemento más popular de la sociedad huna.

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- Tal vez podrían apaciguar sus quejas si mantuvieran los resguardos correspondientes en sus zonas.
En algún lugar de Auvernia se erigía el campamento de Aecio, estacionado según el momento difícil que parecía disputar dicha región entre facciones disímiles. Aquitania era intocada por otros bárbaros ya que la renovación del pacto y el poderío de los godos evitaban la tentación de invadir la región más provechosa de Galia, pero más al norte la situación era tensa, Auvernia era tan interesante para los bárbaros como su vecina y mucho más vulnerable, esto hizo meditar a Aecio en la conveniencia de estacionarse en esa región hasta apaciguar los ánimos y compatibilizar los distintos intereses.
- Deja la prédica fácil y dales la compensación que ellos buscan-, llevándolo a un lugar apartado, Avito, el asesor aquitano impuesto por Teodorico, le recomendaba a Aecio la oportunidad de repartir la zona entre los viejos y nuevos asentados-.
- El bajo Loira bien puede ser mantenido por los alanos que han sabido disminuir la amenaza de los bagaudas, mereciendo la compensación correspondiente, mejor aún podrían asegurar la anona de la ciudad de Orleáns.
- Los celtas siempre han sido difíciles en el compromiso hacia los intereses de Roma, bien puedes ubicarlos al sur,en terrenos descolonizados y carentes de valor,mantén tu promesa hacia los alanos y a los celtas dales un tiempo para corregir sus posesiones territoriales.
Al concluir la entrevista en los campos vascongados, Teodorico supo contener cualquier pretensión silenciosa de Aecio, imponiendo la asesoría de Avito en las estrategias militares y las componendas territoriales, así aseguraba los intereses de los godos más al sur. Dejando los sentimentalismos a un lado, Aecio acató el consejo del rey godo, manteniendo las relaciones cordiales que él pretendía con dichos germanos. Quizás debió manejar con tacto la incorporación del nuevo consejero al lado de su lugarteniente Liborio, como buen huno supuso el conflicto que traería la incorporación de Avito, pero pudo mantenerse a distancia en la conversación con los emisarios celtas, demostrando un espíritu de cooperación que el joven cónsul valoró mientras comprobaba la personalidad del aquitano en las circunstancias que debían afrontar.
- De los alanos puedes sacar mejor provecho y si lo piensas, asentarlos aquí te proporcionaría aliados para reforzar la línea defensiva-.
- Si piensas en un régimen de hospitalidad debes meditar en el estilo de vida trashumante y el otorgamiento de los dos tercios sería insuficiente para mantener a sus caballos que requieren de pastizales en gran extensión, esto puede darles un territorio que en proporción a su población superaría a los acuerdos con otros bárbaros muy superiores en número.
- El privilegio de la caballería debería corregir tus cálculos, pues si miras bien el peligro proviene de las estepas, no del norte.
- Tu observación sale de lugar y no tiene fundamento, en tu calidad de recién incorporado pareces no reparar en la presencia de hunos en mi expedición, y son los aliados más probos que poseo-, el talante de Aecio se desencajó ante al inoportuno comentario de Avito que se aventuraba a conjeturar peligros del otro lado del Danubio, algo inconcebible para Aecio que se jactaba de su amistad con el reino de Tizsa, suponiendo esa actitud a la proyección de miedos ancestrales entre los godos hacia las hordas hunas, lo que no dejaba de ser cierto según el relato oral de los últimos episodios de esa comunidad antes de romper el limes. Relatos que eran conocidos por Aecio.
Como epílogo de la tragedia del Alto Loira, los alanos se consolidaban en ese territorio, mientras los celtas iban cediendo posiciones. Aún sin la ventaja de un régimen de hospitalidad, este grupo de alanos podía asegurar una mejor suerte, apoyados por el cónsul de Galia,

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que la de aquellos que fundaron un reino junto a los vándalos en al ex Cartaginensis, a los cuales el futuro no les depararía grandes cosas.

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azos para fustigar a las bestias del otro bando, espadas cortas para la pelea frontal, un jubón en tela de cuero de cabra les servía de peto. Pero esa descarga de caballería era de otro mundo, el sonido de la horda iba jalonando por el estruendo del galope furioso de la avanzada, solían cubrir de largo una gran extensión, vitoreando los cánticos apoteósicos que animaban el ímpetu ofensivo de los jinetes, en primera fila los espantadores, desnudos y con el hedor del meado equino, causaban una gran impresión en sus adversarios, provocando un cosquilleo que les recorría todo el cuerpo y que les apretaba el pecho en la desesperación por salir de ese infierno, la imagen de ese encuentro solía acompañar de por vida a los que salvaban para contarlo. Así la leyenda de los demonios de la estepa recorría como reguero de pólvora a las comarcas de Oriente y Occidente, en relatos que los viajeros y sobrevivientes, en noches de abultada compañía, solían compartir con la añadidura de comentarios exagerados pero que no escondían la impresión grandilocuente que transportaba el prestigio de los hunos a todos lados.

Sueño con el eterno galope de esas hordas aniquilando las ciudades que se levantan con la falas pretensión de eternidad, sueño con el tiempo en que se imponga la estepa por doquier, que la pesadilla de esos cascos repiqueteando el suelo desértico alcancen la universalidad para atrapar esta civilización, remota y estacionada, en el encantamiento de la trashumancia. Para aquellos que no creyeron en el orden que nos sujetaba a esta cultura, podría llevar el terrorífico cuadro de las humeantes ciudades saqueadas bajo el espectro de los guerreros hunos. Inventando un régimen de vida que seleccione las estaciones y las tierras más adecuadas para el pastoreo de nuestros caballos, extendiendo este reino hasta los confines del continente, propagando el culto al fuego y el lobo en todas partes. Levantadas las ciudades sabremos que deberán rendir obediencia con el deber del tributo y seremos interdependientes para mantener ambos estilos, solo así podrán esconder sus pecados detrás de sus altas murallas.

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in el esplendor de las construcciones romanas, Rávena se constituía en una ciudad puerto importante hacia Oriente, la ex capital de la provincia de Emilia era la principal salida al Mar Adriático, su arquitectura se destacaba en los mausoleos y templos de devoción cristiana, muy sencilla era la residencia del emperador comparada con el Palatinado romano, quizás en el apuro del traslado se olvidaba el impacto de las monumentales fachadas de los edificios públicos, de que adolecía la provinciana Rávena. Aunque una vez muerto el usurpador favorito de los godos se flexibilizó el acceso a la capital de Occidente, los herederos de Honorio privilegiaron la protección de los pantanos. Gala Placidia no fue la excepción y junto con mantener la corte de Valentiniano en Rávena, se esmeró en producir un cambio arquitectónico que realzara la presencia de las altas investiduras del poder político.

La presencia de funcionarios de alto rango era inusual, ya que el poder senatorial asentado en Roma se reservaba ese derecho, sólo el juicio de Gala Placidia podía influenciar para traer a Rávena a cualquier persona bajo el mandato político de su hijo. Así, esa mañana podía verse la presencia de Aecio en su residencia suburbana.

- Puedo arrogarme el derecho de conceder tierras por la emergencia que los cambios requieren, si suprimimos el régimen de hospitalidad no tendremos el apoyo de bárbaros que puedan contener a otros menos propensos a alianzas con nosotros-.
- Estas repartiendo tierras bajo tu criterio, sin considerar la opinión de las autoridades provincianas, puedes regalar a tu discreción todo el Imperio y aquí no sabríamos nada, ni siquiera has insistido en el reclutamiento obligatorio, sabido es que recurres a los bárbaros para detener a los bagaudas, los godos pueden ayudar pero de los demás no me fío-.
- Tú conoces a los godos, puedes reconocer el prestigio militar que despiertan en las villae y ciudades bajo su mandato, desalojaron a los suevos y vándalos y pueden hacer mucho más por nosotros, viviendo de la guerra puedes adquirir el carácter que necesitas para contener a los ingratos e indeseables, ese carácter me interesa para perpetuar la memoria de nuestro magno imperio-.
- Pero otorgas tierras que por su extensión podrían limitar nuestro acceso a los recursos naturales y las vías de comunicación en Galia-.
- Pero mantienen las ciudades intactas, estos años de hospitalidad han posibilitado que respeten tus ciudades, si no alcanzan a merecer tus respetos bien podrías diferenciarlos mejor de los otros-.
- Ambos conocemos bien a los bárbaros, se de tu cautiverio entre godos y hunos y bien sabes mi historia, sabrás que privilegio ese conocimiento en los funcionarios emplazados en Galia, con poder político y militar para tomar medidas de gestión en las provincias apartadas del Imperio, como es el caso tuyo. Es verdad que apoyé a Bonifacio por el mismo motivo, desdeñando tus intenciones, considerando tu escasa edad y el excesivo apego a la tribu de los hunos, que aun no cuentan con mi confianza, pero le has vencido y debo reconocer que tu liderazgo en provechoso en Galia, lo que me queda por comprobar en cuán leal eres a Occidente-. Dicho esto último, la mirada fría de Gala Placidia se clavó de frente en la faz de Aecio, contrayéndole el rostro en un estado de perplejidad, porque la fuerza de exposición de sus ideas iba a la par de su belleza que estaba intacta, a pesar del paso de los años.
- Posibilitar la travesía por las rutas, proteger los acueductos, y resguardar las ciudades cuyas murallas no son lo suficientemente altas para contener la arremetida de grupos bárbaros del norte es mi objetivo, si no te parece lo suficientemente leal a tus propósitos puedes despojarme de tu mandato-.

Al comprobar la sumisión de Aecio, Gala Placidia evaporó sus resquemores, dejando traslucir un sentimiento de afinidad y entendimiento que desnudaba su íntima inseguridad. Los ojos no le mentían, ante ellos veía al joven cónsul despojado de arrogancia, implorán

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dole comprensión frente a circunstancias tan adversas, que motivaban decisiones aparentemente contrarias al espíritu romano de dominio y recuperación de un esplendor arrebatado por las invasiones. Acercándose más a Aecio, mientras su mano izquierda apoyaba el codo de su otro brazo que jugueteaba con el collar que rodeaba su cuello esbelto, buscaría la respuesta a las aflicciones del Imperio.

- ¿Cuál crees es la mejor opción que tenemos?.
- Contar con el apoyo de las tribus que poseen años de convivencia leal a nosotros, y que detentan territorios de indudable valor estratégico, tanto en el acceso a las carreteras, como para el control de las ciudades más importantes, además, que demuestren cabal destreza en la guerra de las estepas, porque el dominio del caballo y las armas ligeras de tiro son el factor disuasivo en las vastas planicies galas.

La sombra de dudas desaparecería de la faz de Gala Placidia al esbozar un tímida sonrisa de satisfacción por la seguridad en la respuesta. La promesa de designarlo futuro Magíster Militum aparecería en su mente, pero debía cumplir un último deseo, Alejándose y dándoles la espalda al cónsul, le enviaba los últimos designios de su mandato.

- Mantendrás a raya a aquellas tribus que no estén bajo régimen de hospitalidad, priorizarás la antigüedad, deberán proseguir en la lucha contra los bagaudas, facilitarán y mantendrás expeditas el acceso de las rutas para el transporte de la anona, como el camino a Tours en Aquitania, el cual deberás mantenerlo bajo el control de los godos. Respecto de los hunos debes estacionarlos definitivamente en Panonia, para que miren hacia Oriente y alejen su amenaza de nosotros, no permitiré que les entregues tierras por ahora de este lado, hasta que demuestren una sumisión mayor y respeto a los pactos de hospitalidad, en todo caso debes resguardar la permanencia de las instituciones romanas en las provincias a tu mandato, el cobro de los impuestos, debe ser el recordatorio permanente de quien es el Señor al que sirven, garantizando además el régimen de estabilidad que evite la displicencia de los señores locales y sus ambiciones de dominio regional, tu presencia en Galia, es la presencia de Roma, no te olvides de esa responsabilidad que cae sobre tus hombros.
- Mientras Galia esté bajo mi mando así se hará mi Señora.

Aecio agachaba la cabeza, mientras la satisfacción plena en el rostro de Gala Placidia confirmaba su afinidad hacia su gestión; al abandonar el recinto por los pasillos, Aecio no podía contener su alegría ante la confirmación de su mandato.

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ejaba beber hasta la saciedad, pero no se envolvía en los festejos, en la carpa principal recibía a los emisarios ostrogodos. El encuentro evitaría un derramamiento de sangre innecesario, que dejaría a los hunos como amos y señores de toda la Panonia. Presentar respetos y una adecuada prosternación podía salvar a los germanos de un encuentro campal que los expulsaría de Oriente. Valamiro era consecuente con una política disuasiva que impulsara la entrada de grandes masas de bárbaros en similares condiciones a las establecidas por Radagaiso, junto a los reyes Teodomiro y Vidimero llevaron a los ostrogodos hasta las tierras de Panonia. Más que aliarse, lo importante era rendir pleitesía y sumisión a los amos de la estepa, los descendientes del linaje de los Amalo buscarían un nuevo colapso si desconocían el poder de los hunos. Las risas y el jolgorio amenizaban la noche en el río Tizsa, olvidaban rápidamente sus habitantes los acontecimientos de los últimos meses. Aunque todo volvía a la normalidad, demasiado fácil resultaba para Atila la obediencia de su pueblo, que aceptaba la magnánima repartición del Reino entre los dos hijos de Miundziuch. Con sentido de oportunidad, el nuevo rey preparaba esta fiesta con el ánimo de demostrar que sólo él podía infundir suficiente respeto en toda la región como para obligar a los pueblos vecinos a buscar la misericordia de los hunos; tanto así que obligaba a esta delegación germana a postrernarse en su presencia, indicándoles previamente, por medio de sus asistentes, que evitasen mirarlo directamente a los ojos. De aquí en adelante las delegaciones extranjeras se cuidarían de buscar la amistad con la corte de Tizsa, incluso Oriente preparaba a un embajador permanente para evitar futuros conflictos con Bizancio.

Valamiro se anticipaba al reinado del terror que llevaría la nube negra sobre la estepa panonia, en su expedición rubicunda sabía el valor asignado a las doncellas germanas por parte de los indóciles jinetes de cabellera tiesa, así no le fue difícil adivinar el trofeo más preciado para llevar al frente de la corte de Atila, el que tuvo a bien dirigir esa docena virginal a los más importantes lugartenientes y consejeros a su mando, reforzando la confianza que necesitaba en esos momentos para la consolidación entre los suyos.

En la borrachera de este acontecimiento, Atila permanecía observando el espectáculo de alegría, pensaba en los desafíos futuros y los planes para su pueblo. Observaba con la mirada gélida pero disipada, cómplice de los suyos, un signo de su carácter distante pero al mismo tiempo arraigada a las costumbres más ancestrales de los hunos que insistían en la aventura de la trashumancia, el saqueo, la destrucción y la adoración al fuego. El instinto tribal volvía a asentarse en la comarca de Tizsa, tan olvidado por los acuerdos que debían respetar hacia Occidente.

Los ostrogodos reconocían la situación y el tributo a los hunos les exigiría la renovación de ese pacto de sumisión cada cierto tiempo a cambio de acceder a las tierras de Panonia y Dalmacia con la resignación por parte de los romanos. La noticia empezaba a recorrer todos los rincones del vasto imperio Occidental y sin confirmación, los encargados de las fronteras habrían de lidiar con enemigos germanos provenientes de la estepa.

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- Debes elegir cual de los dos criterios vas a estimular, de aquí en adelante, si la corte de Teodorico se entera de la presencia de un huno podrían evitar futuras alianzas, además es descabellado que te aconseje pactar con las tribus de estepa como los alanos, si quieres fundar la institución de los bucelarios debes compatibilizar los criterios entre los que son semejantes y tú ya sabes que no somos compatibles con los hunos.
- Mucha ayuda prestarías, si tuvieras la intención de conocerlos mejor, el estilo de los godos se asemeja a la estirpe de los hunos, a pesar de cargar a tus espaldas una historia de sumisión y huida por las hordas de la estepa, podrías rescatar el tipo de organización que los coloca a ellos en posición de liderzazo en la Panonia.

En fantasmagórica aparición, Litorio aparece en el campamento precedido por una delegación de hunos fieles, de su caballo baja y a pesar de su corta estatura se antepone entre Aecio y Avito.

- Acaso podrías sobrevivir en las estepas de Azor montando tu caballo por días, serías capaz de organizar una horda de jinetes diestros en el manejo del arco reflejo en un frente de ataque, provocando la estampida de tus enemigos con el solo estruendo de los gritos de tu caballería, ¿qué sabes de tu propio caballo?, más de lo que ignoras de la resistencia de tu pueblo. Qué sabes para contener a los nuestros.

La mirada de Litorio provoca a Avito que permanece quieto frente a la arrogancia del aquitano montaraz, el desencuentro entre ambos no sorprendía a nadie en el campamento, la mediación de Aecio apenas se limitaba a e