En Viaje (1881-1882) by Miguel Cané - HTML preview

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me

contestaba

en

este

diálogoadmirablemente entre Tell y su hijo:

Walther, mostrando el Bannberg.—Padre, ¿es cierto que sobre esamontaña, los árboles sangran cuando se les hiere con el hacha?

Tell—¿Quién te ha dicho eso, niño?

Walther—El pastor cuenta que hay una magia en esos árboles, y que,cuando un hombre los ha maltratado, su mano sale de la fosa después desu muerte.

Tell—Hay una magia en esos árboles, es cierto. ¿Ves allá, a lo lejos,esas altas montañas cuya punta blanca se levanta hasta el cielo?

Walther—Son los nevados que durante la noche resuenan como el truenoy de donde caen las avalanchas.

Tell—Sí, hijo mío; hace mucho tiempo que las avalanchas habríanenterrado la aldea de Altdorf, si la selva que está ahí, arriba denosotros, no le sirviera de baluarte.

Walther, después de un momento de reflexión:—Padre, ¿hay comarcasdonde no se ven montañas?

Tell—Cuando se desciende de nuestras montañas y se va siempre haciaabajo siguiendo el curso del río, se llega a una vasta comarca abierta,donde los torrentes no espuman, donde los ríos corren lentos ytranquilos. Allí, de todos lados, el trigo crece libremente en bellasllanuras y el país es como un jardín.

Walther—Y bien, padre mío, ¿por qué no descendemos a prisa hacia esebello país, en vez de vivir aquí en el tormento y en la ansiedad?

Tell—¡Ese país es bueno y bello como el cielo, pero los que locultivan no gozan de la cosecha que han sembrado![11].

Y Tell explica a su hijo lo que es la libertad. No falta, por cierto, enColombia.

¡Cómo comprendo hoy el afecto tenaz y duro de los montañeses por supatria! Hay allí, indudablemente, una comunidad más íntima y constanteentre el hombre y la naturaleza, que en nuestras pampas dilatadas,solemnes y monótonas, llenas de vigor al alba, deslumbrantes almediodía, tristes al caer la tarde, jamás íntimas y comunicativas.

Lamontaña suele sonreír y consolar; la pampa llora con nosotros, perollora como por un dolor gigante y solemne, arriba de nuestras pequeñeceshumanas. ¡La montaña es forma, es color; da el placer de la pintura, dela estatuaria o de la arquitectura, concreto siempre; la pampa empapa elalma en la sensación vaga y profunda de la música, infinita, peroinforme!...

También se ama la llanura, también en ella, oh, poeta, echasu raíz vivaz y vigorosa el árbol de la libertad!...

Chimbe es un punto del camino donde se levantan dos o tres casas, en unade las cuales hay algo a manera de hostería, en la que, después de unlargo parlamento con la dueña, se obtiene un almuerzo compuesto de uncaldo con papas, las papas duras y el caldo flaco, seguido por un trozode carne salada, el trozo chico y la carne paquidérmica. Es otra de lasregiones privilegiadas para el café. La temperatura, determinada no yapor la latitud, sino por la elevación, empieza a variar; latranspiración se detiene, ráfagas frescas comienzan a acariciar elrostro, y la presión atmosférica, haciéndose más leve, dificulta untanto la respiración para el pulmón habituado al aire compacto de latierra caliente.

Allí me despedí de la familia de mi colega, el ministro inglés, quepensaba pasar la noche algo más adelante, en Agua Larga, mientras yo,gracias a mi alazán, tenía la esperanza de arribar a la sabana, avanzarhasta Facatativá y tomar allí el carruaje, que, según mis cálculos, meestaría esperando desde la víspera.

Nunca hubiera sospechado que aquel hombre robusto a quien estrechaba lamano con cariño y que me contestaba lleno de gratitud, sucumbiría tresmeses después, casi en mis brazos, derribado por un soplo helado que fuea paralizar la vida en sus pulmones. ¡No me olvidaré jamás la profunda ycallada desesperación de aquella mujer joven, bella y elegante, que sehabía sacrificado buscando un avance en la carrera de su marido, sola,rodeada de sus hijitos, en el punto más lejano casi del mundo,emprendiendo la triste ruta del regreso, mientras el cuerpo delcompañero dormía el sueño de la muerte, allá en la remota altura!Teníamos el alma sombría delante de aquel cadáver, pensando cada uno enla patria, en el hogar tan lejos y en las vicisitudes de esta carreravagabunda... ¡Reposa el amigo en el seno de un pueblo hospitalario quemezcló sus lágrimas a las de los suyos, y según la bella frase deSoffia, el mismo cielo que habría cubierto sus restos en suelo inglés,los cubre en tierra colombiana!

Emprendí la marcha, llevando conmigo un muchacho montado, pues en Chimbedespedí al mozo de a pie, cuya utilidad durante el viaje había sidobastante problemática. Los equipajes iban delante, y según mi cálculo,debían ya encontrarse en Bogotá. Sólo llevaba una valija con mis papelesy valores.

El camino ascendente hasta Agua Larga es encantador; mi alazán marchabanoblemente, trepando con la seguridad de la mula, pero sin su andarinfernal. Serían las cuatro de la tarde cuando llegué a Agua Larga,punto de donde parte una excelente calzada hasta la sabana, transitableaún para carruajes. Como no encontrase allí ni noticias del mío, ordenéa mi infantil escudero siguiese adelante, para esperarme en Manzanos,primer punto de la

sabana,

mientras

yo

conversaba

un

rato

con

algunosdistinguidos caballeros de la localidad que habían venido a saludarme.

Cuando seguí viaje, sentía un frío intenso. Agua Larga tiene reputaciónde ser el sitio más glacial de la montaña. La altura contribuye mucho,pero sobre todo, su exposición a los vientos que entran silbando por doso tres aberturas de los cerros circunvecinos. ¡Con qué placer lancé micaballo al galope por la extensa calzada! Es una fruición sin igual parael que viene deshecho por el paso de la mula. Pero, una hora después, nisombra de mi muchacho, al que hacía mucho tiempo debía haber alcanzado.¿Se lo había tragado la tierra? No me convenía, porque llevaba todo loque me interesaba. Desandé mi camino, pregunté en todas partes; nadie lohabía visto; realmente inquieto, me detuve a meditar sobre el partidoque debía tomar, cuando un indio que pasaba me sugirió la probabilidadde que el cachifo hubiese tomado el camino de abajo, que acortaba muchola

distancia.

Tranquilo

continué.

Subía,

subía

constantemente, y denuevo me preguntaba cuándo concluiría aquella ascensión interminabledonde se encontraba la tierra prometida. La naturaleza había variado, yahora se extendían a mi vista extensos y frondosos bosques de variadospinos. Al frente,

altos

picos

inaccesibles.

¿Habría

también

quetransponerlos? De pronto, un grito de asombro se me escapó del pecho. Aldoblar un recodo, una anchura llana, plana, bañada por el sol, se dilatóante mis ojos. Estaba en el Alto del Roble, la soberbia puerta que daingreso a la sabana de Bogotá. Miraba a mi espalda y veía escalonarse alo lejos la serie de montañas que había transpuesto para llegar aaquella altura: ¡estaba a 2700

metros sobre el nivel del mar!

¿Qué capricho de la naturaleza tendió esa pampa en las cumbres? ¡Cómo veel ojo más ignorante que aquello debió ser en los tiempos primitivos ellecho de un inmenso lago superior!

La impresión es profunda por elcontraste; en vano viene el espíritu preparado, el hecho ultrapasa todaexpectativa.

La sabana presenta a la entrada el aspecto de una inmensa circunferencialimitada por una cadena circular de cerros de poca elevación. Es unaplanicie sin atractivos pintorescos, y al entrar en ella, es necesariodespedirse de las vistas encantadoras que he dejado atrás.

En Manzanos, al acercarme al hotel para averiguar algo de mi carruaje,vi... ¡mis pobres equipajes, abandonados bajo un corredor! Me fueronnecesarios algo más que ruegos para determinar a los arrieros aconducirlos hasta la próxima aldea de Facatativá, a la que llegué tardeya, encontrando en la puerta del hotel al secretario, que, a pesar desus dos días de avance, no había conseguido aún el carruaje para llegara Bogotá. Pasamos allí la noche en un detestable hotel, frío como unatumba, y al día siguiente, después de cinco horas de marcha por lasabana, entramos por fin en la capital de los Estados Unidos deColombia.

Era el 13 de enero de 1882, y hacía justo un mes que nos habíamos puestoen viaje de Caracas.

¡De Viena a París se va en 28 horas! Verdad que, cuando yo tenía diezaños, empleaba con mi familia un día en hacer las dos leguas de pantanosque separaban a Flores de Buenos Aires.

También... empieza a hacer ratoque yo tenía diez años!

CAPITULO XII

Una ojeada sobre Colombia.

El país.—Su configuración.—Ríos y montañas.—Clima.—

Divisiónpolítica.—Plano

intelectual.—El

Cauca.—

Porvenir

deColombia.—Organización

política.—La

capital.—Laconstitución.—Libertades

absolutas.—La

prensa.—La

palabra.—Enel

Senado.—El

elemento

militar.—Los conatos dedictadura.—Bolívar.—Melo.—

Lospartidos.—Conservadores.—Radicales.—

Independientes.—Ideasextremadas.—La

asamblea

constituyente.

Ha llegado el momento de echar una mirada de conjunto sobre esta inmensaregión de la América Meridional que se extiende desde el Istmo de Panamáa las tierras vírgenes e inexploradas donde comienza a correr elAmazonas, que se llamó virreinato de Santa Fe, bajo la dominaciónespañola, Nueva Granada más tarde, y que hoy ha reivindicado para sí elglorioso nombre de Colombia, que cobijó la reunión de tres repúblicasdel Norte, confederadas bajo la inspiración de Bolívar, separadas al díasiguiente de su muerte.

El suelo colombiano se extiende entre los grados 73 y 84 de longitudoccidental y 12 de latitud Norte, 5 de latitud Sur (meridiano de París),cubriendo una superficie de 13.300

miriámetros cuadrados, sobre la quevive una población de poco más de tres millones de almas.

La nación está dividida políticamente en nueve estados soberanos, queson: Antioquía (capital Medellín), Bolívar (Cartagena), Boyacá (Tunja),Cauca (Popayán), Cundinamarca (Bogotá, capital de la Unión, pero nofederalizada), Magdalena (Santa Marta), Panamá (Panamá), Santander(Socorro), Tolima (Neiva).

A partir del Ecuador, los Andes, dividiéndose en tres grandes brazos,determinan el sistema orográfico de Colombia, formando tres extensosvalles: el del Magdalena, el del Atrato y el del Cauca, regados por lostres ríos que le dan su nombre. El clima, ardiente y malsano en lastierras bajas, sobre todo a inmediaciones de los cursos de agua, esfresco y saludable en las alturas...

No es mi intención hacer una descripción geográfica de Colombia, quefácilmente puede encontrarse en cualquier tratado.

Por una coincidencia que viene a corroborar las leyes históricas deVico, Montesquieu y Herder, se podría fácilmente levantar el planotopográfico de Colombia estudiando el carácter de los hijos de susdistintas secciones. Aquí, inquietos, vagabundos, aventureros; allí,sedentarios, rudos para la labor, económicos y perseverantes. Más allá,sombríos, desconfiados, tétricos; en el Cauca, poetas, soñadores,vibrantes; en Bogotá, cultos, eruditos, decidores, eminentementesociales. Y sobre el conjunto, un lazo de unión íntima que les comunicael carácter de vigorosa personalidad que distingue más a un colombianode un hijo de Venezuela o del Ecuador, que a un ruso de un persa.

¿Qué hay dentro de esos millares de leguas? En la exigua parte conocida,todo lo que la imaginación más ambiciosa puede pedir a la corteza de latierra, desde los productos tropicales más valiosos hasta los frutos delas zonas templadas. El Cauca, ese territorio tan análogo a nuestroChaco por su misteriosa oscuridad; el Cauca, que linda al Noroeste conel istmo de Panamá y va a confinar con los desiertos del Brasil en elextremo Sudeste, sólo es conocido, y no totalmente, en la parte que seextiende paralela al Pacífico; el inmenso y vago territorio del Sur estan fértil, que los escasos datos traídos por raros viajeros, semejanleyendas; es y será por mucho tiempo una incógnita.

El porvenir de Colombia es inmenso, pero desgraciadamente remoto. Seránecesario que el exceso de la población europea llene primero las vastasregiones americanas aún despobladas, que atraen la emigración en primertérmino, por la analogía del clima y las facilidades de transporte, paraque la corriente tome el rumbo de Colombia. ¿Cuántos años pasarán antesque se llene el far-west del Norte o las dilatadas pampas argentinas,sin contar con la Australia y el Norte de África? Pero, si ese porvenires remoto en el sentido de una transformación definitiva, no lo esrespecto a los progresos inmediatos que lo acelerarán. Colombia, despuésde sus largas y sangrientas luchas, aspira hoy a la paz, cuyosentimiento empieza a arraigarse de una manera profunda en el corazóndel pueblo. Los gobiernos se preocupan ya de la necesidad de hacer todogénero de sacrificios para dotar al país de un sistema regular de víasde comunicación, sin las cuales las riquezas nacionales seráneternamente desconocidas.

La organización política actual de Colombia es sumamente defectuosa; yesta opinión que avanzo después de un estudio detenido, con cuyosdetalles no recargaré estas páginas, es compartida hoy por muchoscolombianos ilustrados. El sistema republicano, representativo, federal,es allí llevado a sus extremos. Cada estado es soberano, con unaautonomía legal incompatible con el desenvolvimiento de la ideanacional.

Mientras entre nosotros no hay más soberano que el puebloargentino, que los gobernadores de provincia son agentes naturales delP. E. N., que la autoridad del Congreso está arriba de todas, sin máslimitación que la determinada por la Constitución, atribuyendo a losciudadanos el recurso de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema deJusticia, en Colombia, como he dicho, cada estado es soberano, gobernadopor un presidente y participando del gobierno general por medio de dosplenipotenciarios que delega al Senado, especie de consejo anfictiónico.Las leyes del Congreso pueden ser vetadas por la mayoría de lasLegislaturas de los Estados y no tienen fuerza ejecutiva hasta tanto quehayan merecido la aprobación de las mismas. Añadid que el Presidente dela Unión dura sólo dos años, mientras el período presidencial en algunosestados es mucho mayor; pensad en la incomunicación constante de lasdiversas secciones de ese organismo tan vasto y decid si es posible quese desarrolle y eche raíces el sentimiento nacional.

Luego, la falta de una capital federal, símbolo vivo de la unión, queirradie sobre la nación entera. Bogotá, capital de Colombia y del Estadode Cundinamarca, hospeda en su seno a las autoridades locales y a las dela nación. No es a los argentinos a quienes hay que recordar losinconvenientes y los peligros de esa coexistencia; ellos saben que bastaen esos casos la mala digestión de un gobernador para traer conflictosque pueden poner en cuestión todo lo que hay de más grave, la existencianacional misma. Así, en Bogotá, el Congreso se ha visto escarnecido,insultado, apedreado por las barras iracundas...

y seguras de laimpunidad. ¡Tenemos también entre nosotros tristes y análogos recuerdos!

Comprendo que la rivalidad determinada por el prurito de soberanía yautonomismo absoluto entre los Estados de Colombia, haga necesaria pormucho tiempo la capital en Bogotá, aceptada y preferida precisamentepor la debilidad de su acción lejana. Pero, fuera de su posicióntopográfica, defecto que una vía férrea, difícil pero posible, puedesalvar, Bogotá reúne las condiciones todas para, una vez federalizada,ser la capital de un pueblo como Colombia. Tiene el clima, tiene latradición de la conquista, la ilustración, el brillo intelectual; perolos hijos del Cauca y de Boyacá son allí huéspedes. En la nación no hayun centro nacional.

Lo repito: feliz Colombia si consiguiera levantar su capital en lasorillas del mar, el eterno vehículo de la civilización, en vez demantenerla perdida en la región de las nubes, sin contacto con el mundoy sin acción directa sobre su progreso colectivo. Pero, en tanto que esoes imposible, y lo será por muchos años, necesario es que loscolombianos se persuadan de la necesidad de dar fuerza y cohesión alsentimiento nacional, de convertir esa especie de liga que un soplopuede hacer periclitar, en una agrupación humana, compacta, con unideal, con una concepción idéntica al patriotismo. Tal ha sido la laborde los argentinos en los últimos treinta años, y todos los hombres quehan gobernado, surgiendo de partidos diferentes, han seguido la mismasenda.

Ese

progreso,

nacional,

esa

obliteración

de

las

pasioneslocalistas, antes tan vivaces, se ve claro y neto en el abandono casicompleto que hemos hecho de la denominación Confederación Argentina,para designar a nuestro país. Hoy decimos República Argentina, y muypronto diremos, como ya lo hacen los chilenos y peruanos, la Argentina,esto es, la unidad, la patria, el pueblo uno. El sistema federal esexcelente por su descentralización administrativa, por las facilidadesque da al progreso local, trazándole rutas en armonía con lascondiciones propias al clima, al carácter, a la tradición y a lacostumbre, por la ponderación constante de los poderes políticos, que laalternativa completa; pero, entendido como en Colombia, no tengoembarazo en declarar que es un germen de muerte. No, la federación nopuede, no es, no debe ser un contrato civil, susceptible de liquidarse,como una sociedad comercial; no es un tratado para cuya cesación bastala denuncia de una de las altas partes contratantes, como en lasprácticas internacionales: es un hecho, un hecho único y solemne,emanado, no ya de la voluntad de dos o tres agrupaciones, sino de la delúnico soberano: el pueblo...

Colombia, como la Argentina, se regirá siempre por el sistema federal,porque así lo exige la naturaleza de las cosas; pero sus esfuerzos debentender sin descanso a combatir los excesos del sistema, a habilitar asus hijos, para dar una forma concreta a mi pensamiento, a decirColombia, en vez de los Estados Unidos de Colombia.

La lectura de la Constitución de Colombia hace soñar. Nunca ha producidola mente humana una obra más idealmente generosa. Todo a cuanto lospoetas y los filósofos, los publicistas y los tribunos han aspirado paraaumentar la libertad del hombre en sociedad, está allí consignado yamparado por la ley. No hay pena de muerte, y el término mayor depresidio a que los jueces pueden condenar a un criminal es el de ochoaños. Derecho de reunión absoluto y absoluta libertad de la palabraescrita y oral.

Absoluta, ¿entendéis? Si mañana un hombre me dice queyo, funcionario público o general del ejército, he substraído los fondosde la caja o vendido al enemigo el estado de las fuerzas nacionales; sien una hoja suelta o en un diario se me acusa de haber asesinado a mihermano o de negar alimentos a mis hijos, la ley no me da acción ningunacontra el que así me infama. No hay ley de imprenta. Parece a primeravista inconcebible la posibilidad de la permanencia de un estadosemejante; pero el exceso ha llevado en sí mismo su propio remedio, ypuedo asegurar hoy que la prensa de Colombia no es ni más ni menos cultaque la de Francia, la de los Estados Unidos o la nuestra. El que escribeuna línea sabe bien que el asunto no irá a los tribunales, eternizándoseen el procedimiento o dando motivo ante el jurado a interminablesdiscursos retóricos; le consta que el damnificado se echará un revólveral bolsillo y buscará el medio de hacerse justicia por su mano. Lejos demí la idea de aplaudir semejante sistema; hago constar simplemente elhecho de que el grave peso de la responsabilidad individual hageneralizado la prudencia y la cultura.

¡Qué no dicen aquellos muros de Bogotá! El obrero, el estudiante, elcachifo de media calle que tiene que vengarse del policiano, como elaspirante, del Presidente o de un Ministro, tienen en las paredes suprensa libre. A veces la ortografía padece, y en la forma de la letra sedescubre la ruda mano de un hombre del pueblo. ¡Pero qué lujo deexpresiones, qué cantidad de insultos! El presidente es ladrón, asesino,inmoral, cobarde, cuanto hay en el mundo de detestable y bajo... Allado, un carbón, no menos robusto y convencido, establece que el mismofuncionario es un dechado de virtudes. De tiempo en tiempo, lospolicianos borran esas expresiones gráficas del ingenio popular,operación que no da más resultado que preparar nuevamente los lienzos alos pintores anónimos. Nadie, por otra parte, hace caso. ¿Acaso en Parísno atruenan por la noche en los bulevares una nube de muchachos quevenden boletines con la noticia del asesinato de Gambetta o el accouchement de M.

Grévy, como lo he oído frecuentes veces?

No es raro oír en Bogotá: «Fulano me ha echado hoja». Es decir, Fulanoha escrito contra mí una hoja suelta, que ha hecho imprimir y fijar enlas esquinas. Si contiene insultos graves, el procedimiento es terrible,como diré más adelante. Si no, el damnificado se contenta a su vez conecharle hoja a su adversario, para mayor contento de los impresores, querealizan buenos beneficios, y solaz de los vagos, que se pasan las horasmuertas en las esquinas con la nariz al aire. La libertad de la palabrano tiene límites, y en el Parlamento mismo no tiene ni aun laslimitaciones económicas del reglamento. Las funciones del Presidente selimitan a concederla al que la ha solicitado, a abrir y cerrar lasesión, a firmar las actas y a hacer de tiempo en tiempo desalojar labarra, prima hermana de la nuestra. Por lo demás, es una esfingesilenciosa, que jamás despliega sus labios para llamar a la cuestión oal orden.

El colombiano es orador; la frase sale elegante, con vida propia, llenade movimiento y garbo. En teatros más vastos, Esguerra, Becerra,Galindo, Arosemena, tendrían una reputación universal. La fluidez, laabundancia, es inimitable; suben, se ciernen en las alturas de laelocuencia y allí se mueven con la facilidad del águila en las nubes...Puede concebirse el uso que harán esos hombres, para quienes hablar esuna fruición, del derecho ilimitado de expresar sus ideas. Más de unavez he asistido a sesiones del Senado de plenipotenciarios, he oídodurante tres horas a un ciudadano que tenía la palabra, que quedaba conella al levantarse la sesión, sin poder darme cuenta del asunto que sediscutía. Cada orador tiene el derecho, si así le conviene, de relatarlas campañas de Alejandro, a propósito del establecimiento de unaherrería en Boyacá. Muchos lo hacen; se les oye con gusto, pero sedeplora el tiempo perdido para la tramitación de los asuntos de interésgeneral.

La comprobación de estos hechos, y las críticas que hago, inspiradas enmi educación cívica, tan distinta de la que impera en Colombia, fueronmás de una vez compartidas en Bogotá por hombres ilustres que veían conmás claridad que yo los inconvenientes de esas prácticas viciosas.

Pero dejemos de lado esas irregularidades que no son sino consecuenciasextremas de ideas sanas y fecundas, y podremos afirmar que pocos pueblosviven al amparo de instituciones más liberales que Colombia. Elcaudillaje militar ha muerto hace mucho tiempo; hay algo que recuerdalos tiempos libres de la Grecia en la práctica del Senado de elegiranualmente un número determinado de ciudadanos, militares o no, de entrelos que el Presidente debe nombrar los generales necesarios para elcomando del ejército. En una tierra donde de la noche a la mañana unhombre es general, durante un año, los generales no tienen el prestigioque puede convertirlos en una amenaza para las libertades públicas.

No faltan, por cierto, militares de carrera, como los generalesTrujillo, Salgar, Camargo, Sarmiento, etc., que han hecho sus pruebas yque en la presidencia han sido los primeros en respetar la Constitución;pero va desapareciendo el general de barrio, el cacique de charreteras,que es un azote en otras secciones de América.

Los dictadores gozan generalmente de mala salud en Colombia; Bolívar lofue... o pretendió serlo, y aún se muestra en el Palacio de Gobierno, enBogotá, el balcón por donde saltó escapando al grupo de jóvenes que,fanáticos por la libertad, como los romanos del tiempo de Bruto, creíanacción santa matar al tirano. Entre ellos estaba Florentino González,cuyos restos reposan hoy en suelo argentino. La intrepidez de lasoberbia Manuela, la querida de Bolívar, cerrando con su cuerpo el pasoa los conjurados, y las ideas caballerescas de éstos, que les impedíanmatar una mujer, salvaron la vida del Libertador. Me figuro conrepugnancia, a Bolívar saltando por el balcón, y sobre todo, pasando lanoche bajo el arco de aquel puente raquítico, entre barro e inmundicias,para salir por la mañana, pálido, desencajado y sucio. Vale más laespléndida figura de Pizarro, arrojando en su impaciencia la corazacuyos broches no ajustan, para salir al encuentro de sus asesinos ycombatir hasta el último aliento y morir trazando en el suelo la señalde la cruz con su propia sangre. Es muy probable que cualquiera denosotros, en caso semejante, se hubiese felicitado de encontrar elpuente salvador... Pero no somos Bolívar. Cuando se me vuela elsombrero en la calle, corro tras él, como un simple M.

Pickwick; ¿osfiguráis a Napoleón desalado tras su sombrero de dos picos, que elviento arrebata y cubre de polvo? El empleo del héroe tiene exigenciasque os necesario respetar.

El segundo conato de dictadura en Colombia fue el del general Melo, quesucumbió en breve ante los esfuerzos aunados de liberales yconservadores, que es el rasgo más profundo de amor a la libertad quepuede encontrarse, conociendo las ideas de esos dos partidos extremos.

Las divisiones políticas fundamentales de Colombia son hoy tres:conservadores, liberales e independientes. Los últimos forman un partidonuevo, que pugna por crearse adeptos a favor de las ideas sanas ymoderadas que sostiene. Es indispensable olvidar la tradición denuestros partidos argentinos desde 1852 a la fecha, para formarse unaidea exacta de los de Colombia. Un demagogo de los nuestros pasa allípor un conservador y un conservador argentino es un comunista para loscolombianos de ese tinte. No creo que hoy se encuentren frente a frente,en parte alguna

del

mundo,

principios

más

radicalmente

opuestos,opiniones más encontradas, creencias más antagónicas.

El partido conservador que estuvo en el gobierno hasta 1860, siendoentonces derribado por una revolución liberal que conserva hasta hoy elpoder, cuenta en sus filas, según confesión de los mismos liberales, másde las tres cuartas partes de la población de Colombia. ¿Por qué no hatriunfado en las urnas o cuando el acceso a éstas le ha sido negado, enlos campos de batalla donde frecuentemente ha sido batido por lashuestes liberales? Porque el exceso mismo de sus ideas, que envuelven lanegación más absoluta del progreso, les quita esa fuerza, ese ímpetu quela violenta aspiración a la libertad, a la emancipación de la concienciahumana comunica a sus adversarios. «Se lee mal, cuando se lee derodillas», ha dicho Renán, refiriéndose a la interpretación de lostextos bíblicos