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ISBN: 359-2-85933-609-1
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Editado y Diseñado por : El Grupo Internacional del Nuevo Pacto Impreso en el Reino Unido.
Primera Impresión 26 de mayo de 2020
Publicado por Publicaciones Internacionales del Nuevo Pacto.
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Si hemos de morir, que no sea como cerdos
Cazados y acorralados en punto no glorioso,
Rodeados por la loca y hambrienta jauría,
Que se burla de nuestra maldición.
Si hemos de morir, que sea con nobleza,
Para que no se derrame nuestra preciosa sangre
En vano; que aun los monstruos que desafiamos
Tengan que honrarnos ya muertos.
¡Oh, hermanos! ¡Combatiremos el mismo enemigo!
Aunque menos, seremos valientes
Y contra sus mil golpes daremos uno de muerte.
¿Qué importa si tenemos el sepulcro abierto?
Como hombres frente a la asesina y cobarde jauría,
Contra la pared, muriendo, lucharemos.
Si Hemos de Morir, 1919
(If We Must Die)
Claude McKay
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Libros Reformados, Mentes Transformadas
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Este libro está dedicado al Dios, Padre de todo.
New Covenant Publications International vuelve a conectar al lector con el designio divino que une el cielo y la tierra y refuerza la perpetuidad de la Ley del Amor. El logo, el Arca del Pacto, representa la intimidad entre Cristo Jesús y su pueblo y la centralidad de la Ley de Dios. Como está escrito, “este será el pacto que haré con la casa de Israel, dice el Señor, pondré mi ley en sus partes internas y la escribiré en sus corazones y ellos serán Mi Pueblo y seré su Dios "(Jeremías 31: 31-33; Hebreos 8: 8-10). Por lo tanto, el nuevo pacto abraza a un pueblo en cuyos corazones su amor y su ley están unidos e inscritos, incluso en medio de luchas violentas, libertinaje y engaño sin control.
Durante incontables siglos, muchos han soportado aflicciones irritantes, opresiones incomprensibles y guerras agresivas, calculadas para borrar la verdad y borrar el conocimiento de Dios. Especialmente en la Edad Media, la verdad había sido muy oscurecida por las tradiciones humanas y la ignorancia popular, porque los habitantes del mundo habían despreciado la sabiduría y habían transgredido el pacto. La plaga del compromiso con la proliferación de los males provocó tal flagelo de degeneración desenfrenada e inhumanidad diabólica, que muchas vidas fueron sacrificadas injustamente, negándose a renunciar al derecho de conciencia.
Sin embargo, se revivió un conocimiento perdido, específicamente durante el tiempo de la Reforma.
La historia, especialmente durante la Era de la Reforma del siglo XVI, marca un momento destacado de verdad, cambio fundamental y la consiguiente turbulencia, como se refleja en el Movimiento de Contrarreforma. Sin embargo, a través de este volumen, uno redescubre el significado innegable de esta revolución singular desde las perspectivas de los reformadores y otros testigos de primera mano. A partir de sus cuentas, uno puede entender las batallas devastadoras y las razones subyacentes a tal resistencia fenomenal. Incluso se puede investigar los misterios impenetrables, las controversias virulentas y las intervenciones sobrenaturales.
Nuestro lema: "Libros Reformados, Mentes Transformadas", acentúa el género distinto de la literatura, compuesta en una era crítica y su impacto. También resuena la urgencia de la Reforma Personal, el Renacimiento y la Transformación.
A medida que la imprenta de Gutenberg, junto con la agencia de traducción, difundió los principios de la Fe Reformada, hace unos 500 años, la prensa digitalizada y los medios online comunicaban en todos los idiomas la luz de la verdad en estos últimos tiempos.
El Libro de los Mártires por Foxe
El Libro de los Mártires por Foxe
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El Libro de los Mártires por Foxe
Tabla de Contenido
Capítulo XVII - Persecuciones en Inglaterra durante el reinado de la reina María ............ 210
Capítulo XVIII - La Religión Protestante en Irlanda y las Bárbaras Matanzas de 1641 ..... 288
Capítulo XIX - Surgimiento, Progreso, Persecuciones de los Cuqueros............................. 304
Capítulo XXII - La Revolución Francesa de 1789 y sus Persecuciones ............................. 321
Capítulo XXIV - El Comienzo de las Misiones Americanas en el Extranjero ................... 364
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Capítulo I - Historia de la Primera Persecución General Bajo Nerón
Cristo nuestro Salvador, en el Evangelio de San Mateo, oyendo la confesión de Simón Pedro, el cual, antes que todos los demás, reconoció abiertamente que …l era el Hijo de Dios, y percibiendo la mano providencial de Su Padre en ello, lo llamó (aludiendo a su nombre) una roca, roca sobre la cual El edificaría Su Iglesia con tal fuerza que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella. Y con estas palabras se deben observar tres cosas: Primero, que Cristo tendría una iglesia en este mundo. Segundo, que la misma Iglesia sufriría una intensa oposición, no sólo por parte del mundo, sino también con todas las fuerzas y poder del infierno entero. Y en tercer lugar que esta misma Iglesia, a pesar de todo el poder y maldad del diablo, se mantendría.
Esta profecía de Cristo la vemos verificada de manera maravillosa, por cuanto todo el curso de la Iglesia hasta el día de hoy no parece más que un cumplimiento de esta profecía.
Primero, el hecho de que Cristo ha establecido una Iglesia no necesita demostración. Segundo, con qué fuerza se han opuesto contra la Iglesia príncipes, ¡reyes, monarcas, gobernadores y autoridades de este mundo! Y, en tercer lugar, ¡cómo la Iglesia, a pesar de todo, ha soportado y retenido lo suyo! Es maravilloso observar qué tormentas y tempestades ha vencido. Y para una más evidente exposición de esto he preparado esta historia, con el fin, primero, de que las maravillosas obras de Dios en Su Iglesia redunden para Su gloria; y también para que al exponerse la continuación e historia de la Iglesia, pueda redundar ello en mayor conocimiento y experiencia para provecho del lector y para la edificación de la fe cristiana.
Como no es nuestro propósito entrar en la historia de nuestro Salvador, ni antes ni después de Su crucifixión, sólo será necesario recordar a nuestros lectores el desbarate de los judíos por Su posterior resurrección. Aunque un apóstol le había traicionado; aunque otro le había negado, bajo la solemne sanción de un juramento, y aunque el resto le había abandonado, excepto si exceptuamos aquel ‘discípulo que era conocido del sumo sacerdoteª, la historia de Su resurrección dio una nueva dirección a todos sus corazones, y, después de la misión del Espíritu Santo, impartió una nueva confianza a sus mentes. Los poderes de los que fueron investidos les dieron confianza para proclamar Su nombre, para confusión de los gobernantes judíos, y para asombro de los prosélitos gentiles.
1. San Esteban
San Esteban fue el siguiente en padecer. Su muerte fue ocasionada por la fidelidad con la que predicó el Evangelio a los entregadores y matadores de Cristo. Fueron excitados ellos a tal grado de furia, que lo echaron fuera de la ciudad, apedreándolo hasta matarlo. La época en que sufrió se supone generalmente como la pascua posterior a la de la crucifixión de nuestro Señor, y en la época de Su ascensión, en la siguiente primavera. A continuación, se suscitó 5
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una gran persecución contra todos los que profesaban la creencia en Cristo como Mesías, o como profeta. San Lucas nos dice de inmediato que ‘en aquel día se hizo una grande persecución en la iglesia que estaba en Jerusalénª, y que ‘todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstolesª. Alrededor de dos mil cristianos, incluyendo Nicanor, uno de los siete diáconos, padecieron el martirio durante ‘la tribulación que sobrevino en tiempo de Estebanª.
2. Jacobo el Mayor
El siguiente mártir que encontramos en el relato según San Lucas, en la Historia de los Hechos de los Apóstoles, es Jacobo hijo de Zebedeo, hermano mayor de Juan y pariente de nuestro Señor, porque su madre Salomé era prima hermana de la Virgen María. No fue hasta diez años después de la muerte de Esteban que tuvo lugar este segundo martirio. Ocurrió que tan pronto como Herodes Agripa fue designado gobernador de Judea que, con el propósito de congraciarse con los judíos, suscitó una intensa persecución contra los cristianos, decidiendo dar un golpe eficaz, y lanzándose contra sus dirigentes. No se debería pasar por alto el relato que da un eminente escritor primitivo, Clemente de Alejandría. Nos dice que cuando Jacobo estaba siendo conducido al lugar de su martirio, su acusador fue llevado al arrepentimiento, cayendo a sus pies para pedirle perdón, profesándose cristiano, y decidiendo que Jacobo no iba a recibir en solitario la corona del martirio. Por ello, ambos fueron decapitados juntos.
Asírecibió resuelto y bien dispuesto el primer mártir apostólico aquella copa, que él le había dicho a nuestro Salvador que estaba dispuesto a beber. Timón y Parmenas sufrieron el martirio alrededor del mismo tiempo; el primero en Filipos, y el segundo en Macedonia. Estos acontecimientos tuvieron lugar el 44 d.C.
3. Felipe
Nació en Betsaida de Galilea, y fue llamado primero por el nombre de “discípulo”.
Trabajó diligentemente en Asia Superior, y sufrió el martirio en Heliópolis, en Frigia. Fue azotado, echado en la cárcel, y después crucificado, en el 54 d.C.
4. Mateo
Su profesión era recaudador de impuestos, y había nacido en Nazaret. Escribió su evangelio en hebreo, que fue después traducido al griego por Jacobo el Menor. Los escenarios de sus labores fueron Partia y Etiopía, país en el que sufrió el martirio, siendo muerto con una alabarda en la ciudad de Nadaba en el año 60 d.C.
5. Jacobo el Menor
Algunos suponen que se trataba del hermano de nuestro Señor por una anterior mujer de José. Esto es muy dudoso, y concuerda demasiado con la superstición católica de que María jamás nunca tuvo otros hijos más que nuestro Salvador. Fue escogido para supervisar las iglesias de Jerusalén, y fue autor de la Epístola adscrita a Jacobo, o Santiago, en el canon 6
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sagrado. A la edad de noventa y nueve años fue golpeado y apedreado por los judíos, y finalmente le abrieron el cráneo con un garrote de batanero.
6. Matías
De él se sabe menos que de la mayoría de los discípulos; fue escogido para llenar la vacante dejada por Judas. Fue apedreado en Jerusalén y luego decapitado.
7. Andrés
Hermano de Pedro, predicó el evangelio a muchas naciones de Asia; pero al llegar a Edesa fue prendido y crucificado en una cruz cuyos extremos fueron fijados transversalmente en el suelo. De ahí el origen del término de Cruz de San Andrés.
8. San Marcos
Nació de padres judíos de la tribu de Leví. Se supone que fue convertido al cristianismo por Pedro, a quien sirvió como amanuense, y bajo cuyo cuidado escribió su Evangelio en griego. Marcos fue arrastrado y despedazado por el populacho de Alejandría, en la gran solemnidad de su ídolo Serapis, acabando su vida en sus implacables manos.
9. Pedro
Entre muchos otros santos, el bienaventurado apóstol Pedro fue condenado a muerte y crucificado, como algunos escriben, en Roma; aunque otros, y no sin buenas razones, tienen sus dudas acerca de ello. Hegesipo dice que Nerón buscó razones contra Pedro para darle muerte; y que cuando el pueblo se dio cuenta, le rogaron insistentemente a Pedro que huyera de la ciudad. Pedro, ante la insistencia de ellos, quedó finalmente persuadido y se dispuso a huir. Pero, llegando a la puerta, vio al Señor Cristo acudiendo a él, a quien, adorándole, le dijo: ‘Señor, ¿A dónde vas?ª A lo que él respondió: ‘A ser de nuevo crucificadoª. Con esto, Pedro, dándose cuenta de que se refería a su propio sufrimiento, volvió a la ciudad. Jerónimo dice que fue crucificado cabeza abajo, con los pies arriba, por petición propia, porque era, dijo, indigno de ser crucificado de la misma forma y manera que el Señor.
10. Pablo
También el apóstol Pablo, que antes se llamaba Saulo, tras su enorme trabajo y obra indescriptible para promover el Evangelio de Cristo, sufrió también bajo esta primera persecución bajo Nerón. Dice Abdías que cuando se dispuso su ejecución, que Nerón envió a dos de sus caballeros, Ferega y Partemio, para que le dieran la noticia de que iba a ser muerto.
Al llegar a Pablo, que estaba instruyendo al pueblo, le pidieron que orara por ellos, para que ellos creyeran. …l les dijo que poco después ellos creerían y serían bautizados delante de su sepulcro. Hecho esto, los soldados llegaron y lo sacaron de la ciudad al lugar de las ejecuciones, donde, después de haber orado, dio su cuello a la espada.
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11. Judas
Hermano de Jacobo, era comúnmente llamado Tadeo. Fue crucificado en Edesa el 72
d.C.
12. Bartolomé
Predicó en varios países, y habiendo traducido el Evangelio de Mateo lenguaje de la India, lo propagó en aquel país. Finalmente fue cruelmente azotado y luego crucificado por los agitados idólatras.
13. Tomás
Llamado Didimo, predicó el Evangelio en Partia y la India, donde, provocar a los sacerdotes paganos a ira, fue martirizado, atravesado con lanza.
14. Lucas
El evangelista, fue autor del Evangelio que lleva su nombre. Viajó con por varios países, y se supone que fue colgado de un olivo por los idolátricos sacerdotes de Grecia.
15. Simón
De sobrenombre Zelota, predicó el Evangelio en Mauritania, África, incluso en Gran Bretaña, país en el que fue crucificado en el 74 d.C.
16. Juan
El discípulo amadoª era hermano de Jacobo el Mayor. Las iglesias Esmirna, Pérgamo, Sardis, Filadelfia, Laodicea y Tiatira fueron fundadas él. Fue enviado de …feso a Roma, donde se afirma que fue echado en un calde de aceite hirviendo. Escapó milagrosamente, sin daño alguno. Domiciano desterró posteriormente a la isla de Patmos, donde escribió el Libro Apocalipsis. Nerva, el sucesor de Domiciano, lo liberó. Fue el único apóstol que escapó una muerte violenta.
17. Bernabé
Era de Chipre, pero de ascendencia judía. Se supone que su muerte tu lugar alrededor del 73 d.C. Y a pesar de todas estas continuas persecuciones y terribles castigos, Iglesia crecía diariamente, profundamente arraigada en la doctrina de apóstoles y de los varones apostólicos, y regada abundantemente con las de los santos.
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Capítulo II - Las Diez Primeras Persecuciones
La Primera Persecución, bajo Nerón
La primera persecución de la Iglesia tuvo lugar en el año 67, bajo Nerón, el sexto emperador de Roma. Este monarca reinó por el espacio de cinco años de una manera tolerable, pero luego dio rienda suelta al mayor desenfreno y a las más atroces barbaridades. Entre otros caprichos diabólicos, ordenó que la ciudad de Roma fuera incendiada, orden que fue cumplida por sus oficiales, guardas y siervos. Mientras la ciudad imperial estaba en llamas, subió a la torre de Mecenas, tocando la lira y cantando el cántico del incendio de Troya, declarando abiertamente que ‘deseaba la ruina de todas las cosas antes de su muerteª. Además del gran edificio del Circo, muchos otros palacios y casas quedaron destruidos; varios miles de personas perecieron en las llamas, o se ahogaron en el humo, o quedaron sepultados bajo las ruinas.
Este terrible incendio duró nueve años. Cuando Nerón descubrió que, su conducta era intensamente censurada, y que era objeto de un profundo odio, decidió inculpar a los cristianos, a la vez para excusarse para aprovechar la oportunidad para llenar su mirada con nuevas crueldades. Esta fue la causa de la primera persecución; y las brutalidades cometidas contra los cristianos fueron tales que incluso movieron a los mismos romanos a compasión.
Nerón incluso refinó sus crueldades e inventó todo tipo de castigos contra los cristianos que pudiera inventar la más infernal imaginación. En particular, hizo que algunos fueran cosidos en pieles de animales silvestres, antojándolos a los perros hasta que expiraran; a otros los vistió de camisas atiesadas con cera, atándolos a postes, y los encendió en sus jardines, para iluminarlos. Esta persecución fue general por todo el Imperio Romano; pero más bien aumentó que disminuyó el espíritu del cristianismo. Fue durante esta persecución que fueron martirizados San Pablo y San Pedro.
A sus nombres se pueden añadir Erasto, tesorero de Corinto; Aristarco, el macedonio, y Trófimo, de Efeso, convertido por San Pablo y su colaborador, así como Josés, comúnmente llamado Barsabás, y Anarrías, obispo de Damasco; cada uno de los Setenta.
La Segunda Persecución, bajo Domiciano, el 81 d.C
El emperador Domiciano, de natural inclinado a la crueldad, dio muerte primero a su hermano, y luego suscitó la segunda persecución contra los cristianos. En su furor dio muerte a algunos senadores romanos, a algunos por malicia, y a otros para confiscar sus fincas. Luego mandó que todos los pertenecientes al linaje de David fueran ejecutados.
Entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución estaban Simeón, obispo de Jerusalén, que fue crucificado, y San Juan, que fue hervido en aceite, y luego desterrado a Patmos. Flavia, hija de un senador romano, fue asimismo desterrada al Ponto; y 10
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se dictó una ley diciendo:’Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religiónª.
Durante este reinado se redactaron varias historias inventadas, con el fin de dañar a los cristianos. Tal era el apasionamiento de los paganos que si cualquier hambre, epidemia o terremotos asolaban cualquiera de las provincias romanas, se achacaba a los cristianos. Estas persecuciones contra los cristianos aumentaron el número de informadores, y muchos, movidos por la codicia, testificaron en falso contra las vidas de los inocentes.
Otra dificultad fue que cuando cualquier cristiano era llevado ante los tribunales, se les sometía a un juramento de prueba, y si rehusaban tomarlo, se les sentenciaba a muerte, mientras que si se confesaban cristianos, la sentencia era la misma. Los siguientes fueron los más destacables entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución.
Dionisio, el areopaguita, era ateniense de nacimiento, y fue instruido en toda la literatura útil y estética de Grecia. Viajó luego a Egipto para estudiar astronomía, e hizo observaciones muy precisas del gran eclipse sobrenatural que tuvo lugar en el tiempo de la crucifixión de nuestro Salvador.
La santidad de su forma de vivir y la pureza de sus maneras le recomendaron de tal manera ante los cristianos en general que fue designado obispo de Atenas. Nicodemo, un benevolente cristiano de alguna distinción, sufrió en Roma durante el furor de la persecución de Domiciano.
Protasio y Gervasio fueron martirizados en Milán. Timoteo, el célebre discípulo de San Pablo, fue obispo de …feso, donde gobernó celosamente la Iglesia hasta el 97 d.C. En este tiempo, cuando los paganos estaban para celebrar una fiesta llamada Catagogión, Timoteo, enfrentándose a la procesión, los reprendió severamente por su ridícula idolatría, lo que exasperó de tal manera al pueblo que cayeron sobre el con palos, y lo apalizaron de manera tan terrible que expiró dos días después por efecto de los golpes.
La Tercera Persecución, bajo Trajano, 108 d.C.
En la tercera persecución, Plinio el Joven, hombre erudito y famoso, viendo la lamentable matanza de cristianos, y movido por ella a compasión, escribió a Trajano, comunicándole que había muchos miles de ellos que eran muertos a diario, que no habían hecho nada contrario a las leyes de Roma, por lo que no merecían persecución. ‘Todo lo que ellos contaban acerca de su crimen o error (como se tenga que llamar) sólo consistía en esto: que solían reunirse en determinado día antes del amanecer, y repetir juntos una oración compuesta en honor de Cristo como Dios, y a comprometerse por obligación no ciertamente a cometer maldad alguna, sino al contrario, a nunca cometer hurtos, robos o adulterio, a nunca falsear su palabra, a nunca defraudar a nadie; después de lo cual era costumbre separarse, y volverse a reunir después para participar en común de una comida inocente.ª
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En esta persecución sufrieron el bienaventurado mártir Ignacio, que es tenido en gran reverencia entre muchos. Este Ignacio había sido designado al obispado de Antioquia, siguiendo a Pedro en sucesión. Algunos dicen que al ser enviado de Siria a Roma, porque profesaba a Cristo, fue entregado a las fieras para ser devorado. También se dice de él que cuando pasó por Asia [la actual Turquía], estando bajo el más estricto cuidado de sus guardianes, fortaleció y confirmó a las iglesias por todas las ciudades por donde pasaba, tanto con sus exhortaciones como predicando la Palabra de Dios. Así, habiendo negado a Esmirna, escribió a la Iglesia de Roma, exhortándoles para que no emplearan medio alguno para liberarle de su martirio, no fuera que le privaran de aquello que más anhelaba y esperaba.
‘Ahora comienzo a ser un discípulo. Nada me importa de las cosas visibles o invisibles, para poder sólo ganar a Cristo. ¡Que el fuego y la cruz, que manadas de bestias salvajes, que la rotura de los huesos y el desgarramiento de todo el cuerpo, y que toda la malicia del diablo vengan sobre mí; ¡sea así, si sólo puedo ganar a Cristo Jesus!ª E incluso cuando fue sentenciado a ser echado a las fieras, tal era el ardiente deseo que tenía de padecer, que decía, cada vez que oía rugir a los leones: ‘Soy el trigo de Cristo; voy a ser molido con los dientes de fieras salvajes para que pueda ser hallado pan puroª.
Adriano, el sucesor de Trajano, prosiguió esta tercera persecución con tanta severidad como su sucesor. Alrededor de este tiempo fueron martirizados Alejandro, obispo de Roma, y sus dos diáconos; también Quirino y Hermes, con sus familias; Zeno, un noble romano, y alrededor de diez mil otros cristianos.
Muchos fueron crucificados en el Monte Ararat, coronados de espinas, siendo traspasados con lanzas, en imitación de la pasión de Cristo. Eustaquio, un valiente comandante romano, con muchos éxitos militares, recibió la orden de parte del emperador de unirse a un sacrificio idolátrico para celebrar algunas de sus propias victorias. Pero su fe (pues era cristiano de corazón) era tanto más grande que su vanidad, que rehusó noblemente.
Enfurecido por esta negativa, el desagradecido emperador olvidó los servicios de este diestro comandante, y ordenó su martirio y el de toda su familia.
En el martirio de Faustines y Jovitas, que eran hermanos y ciudadanos de Brescia, tantos fueron sus padecimientos y tan grande su paciencia, que el Calocerio, un pagano, contemplándolos, quedó absorto de admiración, y exclamó, en un arrebato: ‘ ¡Grande es el Dios de los cristianos! ª, por lo cual fue prendido y se le hizo sufrir pareja suerte.
Muchas otras crueldades y rigores tuvieron que sufrir los cristianos, hasta que Quadratus, obispo de Atenas, hizo una erudita apología en su favor delante del emperador, que estaba entonces presente, y Arístides, un filósofo de la misma ciudad, escribió una elegante epístola, lo que llevó a Adriano a disminuir su severidad y a ceder en favor de ellos.
Adriano, al morir en el 138 d.C., fue sucedido por Antonino Pío, uno de los más gentiles monarcas que jamás minara, y que detuvo las persecuciones contra los cristianos.
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La Cuarta Persecución, bajo Marco Aurelio Antonino, 162 d.C.
Marco Aurelio sucedió en el trono en el año 161 de nuestro Señor, era un hombre de naturaleza más rígida y severa, y aunque elogiable en el estudio de la filosofía y en su actividad de gobierno, fue duro y fiero contra los cristianos, y desencadenó la cuarta persecución.
Las crueldades ejecutadas en esta persecución fueron de tal calibre que muchos de los espectadores se estremecían de honor al verlas, y quedaban atónitos ante el valor de los sufrientes. Algunos de los mártires eran obligados a pasar, con sus pies ya heridos, sobre espinas, clavos, aguzadas conchas, etc., puestos de punta; otros eran azotados hasta que quedaban a la vista sus tendones y venas, y, después de haber sufrido los más atroces tormentos que pudieran inventarse, eran destruidos por las muertes más temibles.
Germánico, un hombre joven, pero verdadero cristiano, siendo entregado a las fieras a causa de su fe, se condujo con un valor tan asombroso que varios paganos se convirtieron a aquella fe que inspiraba tal arrojo.
Policarpo, el venerable obispo de Esmirna, se ocultó al oír que le estaban buscando, pero fue descubierto por un niño. Tras dar una comida a los guardas que le habían prendido, les pidió una hora de oración, lo que le permitieron, y oró con tal fervor que los guardas que le habían arrestado sintieron haberio hecho. Sin embargo, lo llevaron ante el procónsul, y fue condenado y quemado en la plaza del mercado.
El procónsul le apremió, diciendo: ‘Jura, y te daré la libertad: Blasfema contra Cristo.ª
Policarpo le respondió: ‘Durante ochenta y seis años le he servido, y nunca me ha hecho mal alguno: ¿Cómo voy yo a blasfemar contra mi Rey, que me ha salvado?ª En la estaca fue sólo atado, y no clavado como era costumbre, porque les aseguró que se iba a quedar inmóvil; al encenderse la hoguera, las llamas rodearon su cuerpo, como un arco, sin tocarlo; entonces dieron orden al verdugo que lo traspasara con una espada, con lo que manó tal cantidad de sangre que apagó el fuego. Sin embargo, se dio orden, por instigación de los enemigos del Evangelio, especialmente judíos, de que su cuerpo fuera consumido en la hoguera, y la petición de sus amigos, que querían darle cristiana sepultura, fue rechazada. Sin embargo, recogieron sus huesos y tanto de sus miembros como pudieron, y los hicieron enterrar decentemente.
Metrodoro, un ministro que predicaba denodadamente, y Pionio, que hizo varias excelentes apologías de la fe cristiana, fueron también quemados. Carpo y Papilo, dos dignos cristianos, y Agatónica, una piadosa mujer, sufrió el martirio en Pergamópolis, en Asia.
Felicitate, una ilustre dama romana, de una familia de buena posición, y muy virtuosa, era una devota cristiana. Tenía siete hijos, a los que había educado con la más ejemplar piedad.
Enero, el mayor, fue flagelado y prensado hasta morir con pesos; Félix y Felipe, que le seguían en edad, fueron descerebrados con garrotes; Silvano, el cuarto, fue asesinado siendo 13
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echado a un precipicio; y los tres hijos menores, Alejandro, Vital y Marcial, fueron decapitados. La madre fue después decapitada con la misma espada que los otros tres.
Justino, el célebre filósofo, murió mártir en esta persecución. Era natural de Nápolis, en Sarnaria, y había nacido el 103 d.C. Fue un gran amante de la verdad y erudito universal; investigó las filosofías estoica y peripatética, y probó la pitagórica, pero, disgustándole la conducta de uno de sus profesores, investigó la platónica, en la que encontró gran deleite.
Alrededor del año 13 3, a los treinta años, se convirtió al cristianismo, y entonces, por vez primera, percibió la verdadera naturaleza de la verdad.
Escribió una elegante epístola a los gentiles, y empleó sus talentos para convencer a los judíos de la verdad de los ritos cristianos. Dedicó gran tiempo a viajar, hasta que estableció su residencia en Roma, en el monte Viminal.
Abrió una escuela pública, enseñó a muchos que posteriormente fueron personajes prominentes, y escribió un tratado para confutar las herejías de todo tipo. Cuando los paganos comenzaron a tratar a los cristianos con gran severidad, Justino escribió su primera apología en favor de ellos. Este escrito exhibe una gran erudición y genio, e hizo que el emperador publicara un edicto en favor de los cristianos.
Poco después entró en frecuentes discusiones con Crescente, persona de vida viciosa, pero que era un célebre filósofo cínico; los argumentos de Justino fueron tan poderosos, pero odiosos para el cínico, que decidió, y consiguió, su destrucción.
La segunda apología de Justino, debido a ciertas cosas que contenía, dio al cínico Crescente una oportunidad para predisponer al emperador en contra de su autor, y por esto Justino fue arrestado, junto con seis compañeros suyos. Al ordenársele que sacrificara a los ídolos paganos, rehusaron, y fueron condenados a ser azotados, y a continuación decapitados; esta sentencia se cumplió con toda la severidad imaginable.
Varios fueron decapitados por rehusar sacrificar a la imagen de Júpiter, en particular Concordo, diácono de la ciudad de Spolito.
Al levantarse en armas contra Roma algunas de las agitadas naciones del norte, el emperador se puso en marcha para enfrentarse a ellas. Sin embargo, se vio atrapado en una emboscada, y temió perder todo su ejército. Encerrado entre montañas, rodeado de enemigos y muriéndose de sed, en vano invocaron a las deidades paganas, y entonces ordenó a los hombres que pertenecían a la militante, o legión del trueno, que oraran a su Dios pidiendo socorro. De inmediato tuvo lugar una milagrosa liberación; cayó una cantidad prodigiosa de lluvia, que fue recogida por los hombres, haciendo presas, y dio un alivio repentino y asombroso. Parece que la tormenta, que se abatió intensamente sobre los rostros de los enemigos, los intimidó de tal manera, que una parte desertó hacia el ejército romano; el resto fueron derrotados, y las provincias rebeldes fueron totalmente recuperadas.
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Este asunto hizo que la persecución amainara por algún tiempo, al menos en aquellas zonas inmediatamente bajo la inspección del emperador, pero nos encontramos que pronto se desencadenó en Francia, particularmente en Lyon, donde las torturas que fueron impuestas a muchos de los cristianos casi rebasan la capacidad de descripción.
Los principales de estos mártires fueron un joven llamado Vetio Agato; Blandina, una dama cristiana de débil constitución; Sancto, que era diácono en Vienna; a éste le aplicaron platos de bronce al rojo vivo sobre las partes más sensibles de su cuerpo; Biblias, una débil mujer que había sido apóstata anteriormente. Attalo, de Pérgamo, y Potino, el venerable obispo de Lyon, que tenía noventa años. El día en que Blandina y otros tres campeones de la fe fueron llevados al anfiteatro, a ella la colgaron de un madero fijado sobre el suelo, y la expusieron a las fieras como alimento-, mientras tanto ella, con sus fervorosas oraciones, alentaba a los otros. Pero ninguna de las fieras la tocó, por lo que fue vuelta a llevar a la mazmorra. Cuando fue sacada por tercera y última vez, salió acompañada por Pontico, un joven de quince años, y la constancia de la fe de ellos enfureció de tal manera a la multitud que no fueron respetados ni el sexo de ella ni la juventud de él, y los hicieron objeto de todo tipo de castigos y torturas. Fortalecido por Blandina, el muchacho perseveró hasta la muerte; y ella, después de soportar los tormentos mencionados, fue finalmente muerta con espada.
En estas ocasiones, cuando los cristianos recibían el martirio, iban omados y coronados con guirnaldas de flores; por ellas, en el cielo, recibían eternas coronas de gloria.
Se ha dicho que las vidas de los cristianos primitivos consistían de ‘persecución por encima del suelo y oración por debajo del suelo.ª Sus vidas están expresadas por el Coliseo y las catacumbas. Debajo de Roma están los subterráneos que llamamos las catacumbas, que eran a la vez templos y tumbas. La primitiva Iglesia en Roma podría ser llamada con razón la Iglesia de las Catacumbas. Hay unas sesenta catacumbas cerca de Roma, en las que se han seguido unas seiscientas millas de galerías, y esto no es la totalidad. Estas galerías tienen una altura de alrededor de ocho pies (2,4 metros) y una anchura de entre tres a cinco pies (de casi 1 metro hasta 1,5), y contienen a cada lado varias hileras de recesos largos, bajos, horizontales, uno encima de otros como a modo de literas en un barco. En estos nichos eran puestos los cadáveres, y eran cerrados bien con una simple lápida de mármol, o con varias grandes losas de tierra cocida ligadas con mortero. En estas lápidas o losas hay grabados o pintados epitafios y símbolos. Tanto los paganos como los cristianos sepultaban a sus muertos en estas catacumbas. Cuando se abrieron los sepulcros cristianos, los esqueletos contaron su temible historia. Se encuentran cabezas separadas del cuerpo; costillas y clavículas rotas, huesos frecuentemente calcinados por el fuego. Pero a pesar de la terrible historia de persecución que podemos leer ahí, las inscripciones respiran paz, gozo y triunfo. Aquítenemos unas cuantas:
‘Aquíyace Marcia, puesta a reposar en un sueño de paz.ª
‘Lorenzo a su más dulce hijo, llevado por los ángeles.ª
‘Victorioso en paz y en Cristo.ª
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‘Al ser llamado, se fue en paz.ª
Recordemos, al leer estas inscripciones la historia que los esqueletos cuentan de persecución, tortura y fuego.
Pero la plena fuerza de estos epitafios se aprecia cuando los contrastarnos con los epitafios paganos, como:
‘Vive para esta hora presente, porque de nada más estamos seguros.ª
‘Levanto mi mano contra los dioses que me arrebataron a los veinte años, aunque nada malo había hecho.ª
Una vez no era. Ahora no soy. Nada sé de ello, y no es mi preocupación.ª
‘Peregrino, no me maldigas cuando pases por aquí, porque estoy en tinieblas y no puedo responder.ª Los más frecuentes símbolos cristianos en las paredes de las catacumbas son el buen pastor con el cordero en sus hombros, una nave con todo el velamen, arpas, anclas, coronas, vides, y por encima de todo, el pez.
La Quinta Persecución, Comenzando con Severo, el 192 d.C.
Severo, recuperado de una grave enfermedad por los cuidados de un cristiano, Regó a ser un gran favorecedor de los cristianos en general; pero al prevalecer los prejuicios y la furia de la multitud ignorante, se pusieron en acción unas leyes obsoletas contra los cristianos. El avance del cristianismo alarmaba a los paganos, y reavivaron la enmohecida calumnia de achacar a los cristianos les desgracias accidentales que sobrevenían. Esta persecución se desencadenó en el 192 d.C.
Pero aunque rugía la malicia persecutoria, sin embargo el Evangelio resplandecía fulgurosarnente; y firme como inexpugnable roca resistía con éxito a los ataques de sus chillones enemigos. Tertuliano, que vivió en esta época, nos informa de que si los cristianos se hubieran ido en masa de los territorios romanos, el imperio habría quedado despoblado en gran manera.
Víctor, obispo de Roma, sufrió el martírio en el primer año del siglo tercero, el 201 d.C.
Leónidas, padre del célebre Orígenes, fue decapitado por cristiano. Muchos de los oyentes de Orígenes también sufrieron el martirio; en particular dos hermanos, llamados Plutarco y Sereno; otro Sereno, Herón y Heráclides, fueron decapitados. A Rhais le deffarnaron brea hirviendo sobre la capeza, y luego lo quemaron, como también su madre Marcela. Potainiena, hermana de Rhais, fue ejecutada de la misma forma que Rhais; pero Basflides, oficial del ejército, a quien se le ordenó que asistiera a la ejecución, se convirtió.
Al pedírsele a Basílides, que era oficial, que hiciera un cierto juramento, rehusó, diciendo que no podría jurar por los ídolos romanos, por cuanto era cristiano. Llenos de 16
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estupor, los del populacho no podían al principio creer lo que oían; pero tan pronto él confirmó lo que había dicho, fue arrastrado ante el juez, echado en la cárcel, y poco después decapitado.
Ireneo, obispo de Lyon, había nacido en Grecia, y recibió una educación esmerada y cristiana. Se supone generalmente que el relato de las persecuciones en Lyon fue escrito por él mismo. Sucedió al mártir Potino como obispo de Lyon, y gobernó su diócesis con gran discreción; era un celoso oponente de las herejías en general, y alrededor del 187 d.C. escribió un célebre tratado contra las herejías. Víctor, obispo de Roma, queriendo imponer allíla observancia de la Pascua en preferencia a otros lugares, ocasionó algunos desórdenes entre los cristianos. De manera particular, Ireneo le escribió una epístola sinódica, en nombre de las iglesias galicanas. Este celo en favor del cristianismo lo señaló como objeto de resentimiento ante el emperador, y fue decapitado el 202 d.C.
Extendiéndose las persecuciones a ¡frica, muchos fueron martirizados en aquel lugar del globo; mencionaremos a los más destacados entre ellos.
Perpetua, de unos veintidós años, casada. Los que sufrieron con ella fueron Felicitas, una mujer casada y ya en muy avanzado estado de gestación cuando fue arrestada, y Revocato, catecúmeno de Cartago, y un esclavo. Los nombres de los otros presos destinados a sufrir en esta ocasión eran Saturnino, Secundulo y Satur. En el día señalado para su ejecución fueron llevados al anfiteatro. A Satur, Secúndulo y Revocato les mandaron que corrieran entre los cuidados de las fieras. Estos, dispuestos en dos hileras, los flagelaron severamente mientras corrían entre ellos. Felicitas y Perpetua fueron desnudadas para echarlas a un toro bravo, que se lanzó primero contra Perpetua, dejándola inconsciente; luego se abalanzó contra Felicitas, y la empitonó terriblemente; pero no habían quedado muertas, por lo que el verdugo las despachó con una espada. Revocato y Satur fueron devorados por las fieras; Saturnino fue decapitado, y Secúndulo murió en la cárcel. Estas ejecuciones tuvieron lugar en el ocho de marzo del año 205.
Esperato y otros doce fueron decapitados, lo mismo que Androcles en Francia.
Asclepiades, obispo de Antioquia, sufrió muchas torturas, pero no fue muerto.
Cecilia, una joven dama de una buena familia en Roma, fue casada con un caballero llamado Valeriano, y convirtió a su marido y hermano, que fueron decapitados; el máximo, u oficial, que los llevó a la ejecución, fue convertido por ellos, y sufrió su misma suerte. La dama fue echada desnuda en un baño hirviente, y permaneciendo allíun tiempo considerable, la decapitaron con una espada. Esto sucedió el 222 d.C.
Calixto, obispo de Roma, sufrió martirio el 224 d.C., pero no se registra la forma de su muerte; Urbano, obispo de Roma, sufrió la misma suerte el 232 d.C.
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La Sexta Persecución, bajo Maximino, el 235 d.C.
El 235 d.C. comenzó, bajo Maximino, una nueva persecución. El gobernador de Capadocia,
Seremiano, hizo todo lo posible para exterminar a los cristianos de aquella provincia.
Las personas principales que murieron bajo este reinado fueron Pontiano, obispo de Roma; Anteros, un griego, su sucesor, que ofendió al gobierno al recogerlas actas de los mártires. Pamaquio y Quirito, senadores romanos, junto con sus familias enteras, y muchos otros cristianos; Simplicio, también senador, Calepodio, un ministro cristiano, que fue echado al Tiber, Martina, una noble y hermosa doncella; e Hipólito, un prelado cristiano, que fue atado a un caballo indómito, y arrastrado hasta morir.
Durante esta persecución, suscitada por Maximino, muchísimos cristianos fueron ejecutados sin juicio, y enterrados indiscriminadamente a montones, a veces cincuenta o sesenta echados juntos en una fosa común, sin la más mínima decencia.
Al morir el tirano Maximino en el 238 d.C., le sucedió Gordiano, y durante su reinado, asícomo el de su sucesor, Felipe, la Iglesia estuvo libre de persecuciones durante más de diez años; pero en el 249 d.C. se desató una violenta persecución en Alejandría, por instigación de un sacerdote pagano, sin conocimiento del emperador.
La Séptima Persecución, bajo Decio, el 249 d.C.
Ésta estuvo ocasionada en parte por el aborrecimiento que tenía contra su predecesor Felipe, que era considerado cristiano, y tuvo lugar en parte por sus celos ante el asombroso avance del cristianismo; porque los templos paganos comenzaban a ser abandonados, y las iglesias cristianas estaban llenas.
Estas razones estimularon a Decio a intentar la extirpación del nombre mismo de cristiano; y fue cosa desafortunada para el Evangelio que varios errores se habían deslizado para este tiempo dentro de la Iglesia; los cristianos estaban divididos entre sí; los intereses propios dividían a aquellos a los que el amor social debía haber mantenido unidos; y la virulencia del orgullo dio lugar a una variedad de facciones.
Los paganos, en general, tenían la ambición de poner en acción los decretos imperiales en esta ocasión, y consideraban el asesinato de los cristianos como un mérito para sí mismos.
En esta ocasión los mártires fueron innumerables; pero haremos relación de los principales.
Fabiano, obispo de Roma, fue la primera persona en posición eminente que sintió la severidad de esta persecución. El difunto emperador había puesto su tesoro al cuidado de este buen hombre, debido a su integridad. Pero Decio, al no hallar tanto como su avaricia le había hecho esperar, decidió vengarse del buen prelado. Fue entonces arrestado, y decapitado el 20
de enero del 250 d.C.
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Julián, nativo de Cilicia, como nos informa San Crisóstomo, fue arrestado por ser cristiano. Fue metido en una bolsa de cuero, junto con varias serpientes y escorpiones, y echado asíal mar.
Pedro, un joven muy atractivo tanto de físico como por sus cualidades intelectuales, fue decapitado por rehusar sacrificar a Venus. En el juicio declaró: ‘Estoy atónito de que sacrifiquéis a una mujer tan infame, cuyas abominaciones son registradas por vuestros mismos historiadores, y cuya vida consistió de unas acciones que vuestras mismas leyes castigarían.
No, al verdadero Dios ofreceré yo el sacrificio aceptable de alabanzas y oraciones.ª Al oír esto Optimo, procónsul de Asia, ordenó al preso que fuera estirado en la rueda de tormento, rompiéndole todos los huesos, y luego fue enviado a ser decapitado.
A Nicomaco, hecho comparecer ante el procónsul como cristiano, le mandaron que sacrificara a los ídolos paganos. Nicomaco replicó: ‘No puedo dar a demonios la reverencia debida sólo al Todopoderoso.ª Esta manera de hablar enfureció de tal manera al procónsul que Nicomaco fue puesto en el potro. Después de soportar los tormentos durante un tiempo, se retractó; pero apenas si había dado tal prueba de debilidad que cayó en las mayores agonías, cayó al suelo, y expiró inmediatamente.
Denisa, una joven de sólo dieciséis años, que contempló este terrible juicio, exclamó de repente: ‘Oh infeliz, ¡para qué comprar un momento de alivio a costa de una eternidad de miseria! ª Optimo, al oír esto, la llamó, y al reconocerse Denisa como cristiana, fue poco después decapitada, por orden suya.
Andrés y Pablo, dos compañeros de Nicomaco el mártir, sufrieron el martirio el 251 d.C.
por lapidación, y murieron clamando a su bendito Redentor.
Alejandro y Epimaco, de Alejandría, fueron arrestados por ser cristianos; al confesar que efectivamente lo eran, fueron golpeados con estacas, desgarrados con garfios, y al final quemados con fuego; también se nos informa, en un fragmento preservado por Eusebio, que cuatro mujeres mártires sufrieron aquel mismo día, y en el mismo lugar, pero no de la misma manera, por cuanto fueron decapitadas.
Luciano y Marciano, dos malvados paganos, aunque hábiles magos, se convirtieron al cristianismo, y para expiar sus antiguos errores vivieron como eremitas, sustentándose sólo con pan y agua. Después de un tiempo en esta condición, devinieron celosos predicadores, e hicieron muchos convertidos. Sin embargo, rugiendo en este entonces la persecución, fueron arrestados y llevados ante Sabinio, el gobernador de Bitinia. Al preguntárseles en base de qué autoridad se dedicaban a predicar, Luciano contestó: ‘Que las leyes de la caridad y de la humanidad obligaban a todo hombre a buscar la conversión de sus semejantes, y a hacer todo lo que estuviera en su poder para liberarlos de las redes del diablo.ª
Habiendo respondido Luciano de esta manera, Marciano añadió que la conversión de ellos ‘había tenido lugar por la misma gracia que le había sido dada a San Pablo, que, de 19
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celoso perseguidor de la Iglesia, se convirtió en predicador del Evangelioª. Viendo el procónsul que no podía prevalecer sobre ellos para que renunciaran a su fe, los condenó a ser quemados vivos, sentencia que fue pronto ejecutada.
Trifón y Respicio, dos hombres eminentes, fueron aprehendidos como cristianos, y encarcelados en Niza. Sus pies fueron traspasados con clavos; fueron arrastrados por las calles, azotados, desgarrados con garfios de hierro, quemados con antorchas, y finalmente decapitados, el 1 de febrero del 251 d.C.
Agata, una dama siciliana, no era tan notable por sus dotes personales y adquiridas como por su piedad; tal era su hermosura que Quintiano, gobernador de Sicilia, se enamoró de ella, e hizo muchos intentos por vencer su castidad, pero sin éxito. A fin de gratificar sus pasiones con la mayor facilidad, puso a la virtuosa dama en manos de Afrodica, una mujer infame y licenciosa. Esta miserable trató, con sus artificios, de ganarla a la deseada prostitución, pero vio fallidos todos sus esfuerzos, porque la castidad de Agata era inexpugnable, y ella sabía muy bien que sólo la virtud podría procurar una verdadera dicha, Afrodica hizo saber a Quinti ano la inutilidad de sus esfuerzos, y éste, enfurecido al ver sus designios torcidos, cambió su concupiscencia en resentimiento. Al confesar ella que era cristiana, decidió satisfacerse con la venganza, al no poderlo hacer con su pasión. Siguiendo órdenes suyas, fue flagelada, quemada con hierros candentes, y desgarrada con aguzados garfios. Habiendo soportado estas torturas con una admirable fortaleza, fue luego puesta desnuda sobre ascuas mezcladas con vidrio, y luego devuelta a la cárcel, donde expiró el 5 de febrero del 251.
Cirilo, obispo de Gortyna, fue arrestado por órdenes de Lucio, gobernador de aquel lugar, que sin embargo le exhortó a obedecer la orden imperial, a hacer los sacrificios, y salvar su venerable persona de la destrucción; porque ahora tenía ochenta y cuatro años. El buen prelado le contestó que como había enseñado a otros durante mucho tiempo que salvaran sus almas, ahora sólo podía pensar en su propia salvación. El digno prelado escuchó su sentencia, dada con furor, sin la menor emoción, anduvo animosamente hasta el lugar de la ejecución, y sufrió su martirio con gran entereza.
En ningún lugar se manifestó esta persecución con tanta saña como en la isla de Creta, porque el gobernador, sumamente activo en la ejecución de los edictos imperiales, hizo correr a ríos la sangre de los piadosos.
Babylas, un cristiano con educación académica, llegó a ser obispo de Antioquia el 237
d.C., después de Zebino. Actuó con un celo sin parangón, y gobernó la Iglesia con una prudencia admirable durante los tiempos más tormentosos.
La primera desgracia que tuvo lugar en Antioquia durante su misión fue su asedio por Sapor, rey de Persia, que, habiendo invadido toda la Siria, tomó y saqueó esta ciudad entre otras, y trató a los moradores cristianos de la ciudad con mayor dureza que a los otros; pero pronto fue derrotado totalmente por Gordiano.
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Después de la muerte de Gordiano, en el reinado de Decio, este emperador vino a Antioquía, y allí, expresando su deseo de visitar una asamblea de cristianos; pero Babylas se le opuso, y se negó absolutamente a que entrara. El emperador disimuló su ira en aquel tiempo, pero pronto envió a buscar al obispo, reprendiéndole duramente por su insolencia, y luego le ordenó que sacrificara a las deidades paganas como expiación por su ofensa. Al rehusar, fue echado en la cárcel, cargado de cadenas, tratado con la mayor severidad, y luego decapitado, junto con tres jóvenes que habían sido sus alumnos. Esto sucedió el 251 d.C.
Alejandro, obispo de Jerusalén, fue encarcelado por su religión por este mismo tiempo, y allímurió debido a la dureza de su encierro.
Juliano, un anciano y cojo debido a la gota, y Cronión, otro cristiano, fueron atados a las jorobas de unos camellos, flagelados cruelmente, y luego echados a un fuego y consumidos. También cuarenta doncellas fueron quemadas en Antioquia, después de haber sido encarceladas y flageladas.
En el año 251 de nuestro Señor, el emperador Decio, después de haber erigido un templo pagano en …feso, ordenó que todos los habitantes de la ciudad sacrificaran a los ídolos. Esta orden fue noblemente rechazada por siete de sus propios soldados, esto es, Maximiano, Marciano, Joanes, Malco, Dionisio, Seraión y Constantino. El emperador, queriendo ganar a estos soldados a que renunciaran a su fe mediante sus exhortaciones y lenidad, les dio un tiempo considerable de respiro hasta volver de una expedición. Durante la ausencia del emperador, estos huyeron y se ocultaron en una cueva; al saber esto el emperador a su vuelta, la boca de la cueva fue cegada, y todos murieron de hambre.
Teodora, una hermosa y joven dama de Antioquia rehusó sacrificar a los ídolos de Roma, y fue condenada al burdel, para que su virtud fuera sacrificada a la brutalidad de la concupiscencia. Dídimo, un cristiano, se disfrazó con un uniforme de soldado romano, fue al burdel, informó a Teodora de quién era, y la aconsejó a que huyera disfrazada con sus ropas.
Hecho esto, y al encontrarse un hombre en el burdel en lugar de una hermosa dama, Didimo fue llevado ante el gobernador, a quien le confesó la verdad; al reconocerse cristiano, de inmediato fue pronunciada contra él la sentencia de muerte. Teodora, al oír que su liberador iba a sufrir, acudió ante el juez, y rogó que la sentencia recayera sobre ella como la persona culpable; pero sordo a los clamores de los inocentes, e insensible a las demandas de la justicia, el implacable juez condenó a ambos; y fueron ejecutados, primero decapitados, y luego sus cuerpos quemados. Secundiano, acusado de ser cristiano, estaba siendo llevado a la cárcel por varios soldados. Por el camino, Veriano y Marcelino les dijeron: ‘¿A dónde lleváis a un inocente?ª Esta pregunta llevó al arresto de ellos, y los tres, tras haber sido torturados, fueron colgados y decapitados.
Orígenes, el célebre presbítero y catequista de Alejandría, fue arrestado cuando tenía sesenta y cuatro años, y fue arrojado en una inmunda mazmorra, cargado de cadenas, con los pies en el cepo, y sus piernas extendidas al máximo durante varios días seguidos. Fue 21
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amenazado con fuego, y torturado con todos los medios prolijos que pudieran inventar las mentes más infernales. Durante este cruel y prolongado tormento murió el emperador Decio, y Gallo, que le sucedió, se enzarzó en una guerra contra los godos, con lo que los cristianos tuvieron un respiro. Durante este intervalo, Orígenes obtuvo la libertad, y, retirándose a Tiro, se quedó alláhasta su muerte, que le sobrevino a los sesenta y nueve años de edad.
Habiendo Gallo concluido sus guerras, se desató una plaga en el imperio; el emperador ordenó entonces sacrificios a las deidades paganas, y se desencadenaron persecuciones desde el corazón del imperio, extendiéndose hasta las provincias más apartadas, y muchos cayeron mártires de la impetuosidad del populacho, asícomo del prejuicio de los magistrados. Entre estos mártires estuvieron Comelio, obispo cristiano de Roma, y su sucesor Lucio, en el 253.
La mayoría de los errores que se introdujeron en la Iglesia en esta época surgieron por poner la razón humana en competición con la revelación; pero al demostrar los teólogos más capaces la falacia de tales argumentos, las opiniones que se habían suscitado se desvanecieron como las estrellas delante del sol.
La Octava Persecución, bajo Valeriano, 257 d.C.
Ésta comenzó bajo Valeriano, en elmes de abril del 257 d.C., y continuó durante tres años y seis meses. Los mártires que cayeron enesta persecución fueron innumerables, y sus torturas y muertes igual de variadas y penosas. Los más eminentes entre los mártires fueron los siguientes, aunque no se respetaron ni rango, ni sexo ni edad.
Rufina y Secunda eran dos hermosas y cumplidas damas, hijas de Asterio, un caballero eminente en Roma. Rufina, la mayor, estaba prometida en matrimonio a Armentario, un joven noble; Secunda, la menor, a Verino, persona de alcurnia y opulencia. Los pretendientes, al comenzar la persecución, eran ambos cristianos; pero cuando surgió el peligro, renunciaron a su fe para salvar sus fortunas. Se esforzaron entonces mucho en persuadir a las damas a que hicieran lo mismo, pero, frustrados en sus Propósitos, fueron tan abyectos como para informar en contra de ellas, que, arrestadas como cristianas, fueron hechas comparecer ante Junio Donato, gobernador de Roma, donde, en el 257 d.C., sellaron su martirio con su sangre.
Esteban, obispo de Roma, fue decapitado aquel mismo año, y por aquel tiempo Saturnino, el piadoso obispo ortodoxo de Toulouse, que rehusó sacrificar a los ídolos, fue tratado con todas las más bárbaras indignidades imaginables, y atado por los pies a la cola de un toro. Al darse una señal, el enfurecido animal fue conducido escaleras abajo por las escalinatas del templo, con lo que el fue destrozado el cráneo del digno mártir hasta salírsele los sesos.
Sixto sucedió a Esteban como obispo de Roma. Se supone que era griego de nacimiento u origen, y había servido durante un tiempo como diácono bajo Esteban. Su gran fidelidad, singular sabiduría y valor no común lo distinguieron en muchas ocasiones; y la feliz conclusión de una controversia con algunos herejes es generalmente adscrita a su piedad y 22
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prudencia. En el año 258, Marciano, que dirigía los asuntos del gobierno en Roma, consiguió una orden del emperador Valeriano para dar muerte a todo el clero cristiano de Roma, y por ello el obispo, con seis de sus diáconos, sufrió el martirio en el 258.
Acerquémonos al fuego del martirizado Lorenzo, para que nuestros fríos corazones sean por él hechos arder. El implacable tirano, sabiendo que no sólo era ministro de los sacramentos, sino también distribuidor de las riquezas de la Iglesia, se prometía una doble presa con el arresto de una sola persona. Primero, con el rastrillo de la avaricia, conseguir para símismo el tesoro de cristianos pobres; luego, con el feroz bieldo de la tiranía, para agitarlos y perturbarlos, agotarlos en su profesión. Con un rostro feroz y cruel semblante, el codicioso lobo exigió saber dónde Lorenzo había repartido las riquezas de la Iglesia; éste, pidiendo tres días de tiempo, prometió declarar dónde podría conseguir el tesoro. Mientras tanto, hizo congregar una gran cantidad de cristianos pobres. Así, cuando llegó el día en que debía dar su respuesta, el perseguidor le ordenó que se mantuviera fiel a su promesa. Entonces, el valiente Lorenzo, extendiendo sus brazos hacia los pobres, dijo: ‘Estos son el precioso tesoro de la Iglesia; estos son verdaderamente el tesoro, aquellos en los que reina la fe de Cristo, en los que Jesucristo tiene su morada. ¿Qué joyas más preciosas puede tener Cristo, que aquellos en quienes ha prometido morar? Porque asíestáescrito: ‘Tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, fui forastero, y me recogisteis.ª Y también: ‘Por cuanto lo hicisteis a uno de estos más pequeños de mis hermanos, a míme lo hicisteis.ª ¿Qué mayores riquezas puede poseer Cristo nuestro Maestro que el pueblo pobre en quien quiere ser visto?ª
¡Ah!, ¿qué lengua puede expresar el furor y la rabia del corazón del tirano! Ahora pateaba, echaba furiosas miradas, gesticulaba amenazante, se comportaba como enajenado: sus ojos echaban fuego, la boca espumajeaba como la de un jabalí, y mostraba los dientes como un infernal mastín. No se le podía llamar ahora un hombre racional, sino más bien un león rugiente y rampante.
‘Encended el fuego (chilló él)-y no ahorréis leña. Ha engañado este villano al emperador? Fuera con él, fuera con él: azotadle con látigos, sacudidlo con varas, golpeadle con los puños, descerebradlo con garrotes. ¿Se burla este traidor del emperador? Pellizcadlo con tenazas ardientes, ceñidlo con placas candentes, sacad las cadenas más fuertes, y los tridentes, y la parrilla de hierro; al fuego con él; atad al rebelde de manos y pies; y cuando la parrilla esté al rojo vivo, echadlo en ella; asadlo, movedlo, agitadlo: bajo pena de nuestro mayor desagrado, que cada uno de vosotros, verdugos, cumpla su misiónª
Tan pronto fueron dichas estas palabras que se cumplieron. Después de crueles tormentos, este manso cordero fue puesto, no diré que sobre su cama candente de hierro, sino sobre su suave colchón de plumas. De tal manera Dios obró con este mártir Lorenzo, de manera tan milagrosa Dios templó Su elemento fuego, que devino no una cama de dolor consumidor, sino un lecho de reposo reparador.
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En África, la persecución rugió con una violencia peculiar; muchos miles recibieron la corona del martirio, entre los cuales se pueden mencionar las personalidades más distinguidas: Cipriano, obispo de Cartago, un eminente prelado y adorno de la Iglesia. El resplandor de su genio iba templado por la solidez de su juicio; y con todas las virtudes del caballero combinaba las virtudes de un cristiano. Sus doctrinas eran ortodoxas y puras; su lenguaje, fácil y elegante; y sus maneras gentiles y atrayentes; en resumen, era a la vez un predicador piadoso y cortés.
En su juventud había sido educado en los principios de los gentiles, y poseyendo una fortuna considerable, había vivido en toda la extravagancia del esplendor y en toda la dignidad del boato.
Alrededor del año 246, Cecilio, ministro cristiano de Cartago, devino el feliz instrumento de su conversión, por lo cual, y por el gran afecto que siempre sintió para con el autor de su conversión, fue llamado Cecilio Cipriano. Antes de su bautismo estudió cuidadosamente las Escrituras, e impactado por las bellezas de las verdades que contenían, decidió practicar las virtudes que en ellas se recomendaban. Después de su bautismo, vendió sus posesiones, distribuyó su dinero entre los pobres, se vistió -de manera llana, y comenzó una vida de austeridad. Pronto fue nombrado presbítero, y, sumamente admirado por sus virtudes y obras, fue, a la muerte de Donato en el 248 d.C., elegido casi unánimemente obispo de Cartago.
Los cuidados de Cipriano no se extendían sólo a Cartago, sino a Numidia y Mauritanía.
En todas sus transacciones tuvo siempre gran atención a pedir el consejo de su clero, sabiendo que sólo la unanimidad podría ser de servicio a la iglesia, siendo ésta su máxima: ‘Que el obispo estaba en la iglesia, y la iglesia en el obispo, de manera que la unidad sólo puede ser preservada mediante un estrecho vínculo entre el pastor y su grey.ª
En el 250 d.C. Cipriano fue públicamente proscrito por el emperador Decio, bajo el nombre de Cecilio Cipriano, obispo de los cristianos; y el clamor universal de los paganos fue: ‘Cipiiano a los leones; Cipriano a las fieras.ª Sin embargo, el obispo se apartó del furor del populacho, y sus posesiones fueron de inmediato confiscadas. Durante su retiro, escribió treinta piadosas y elegantes epístolas a su grey; pero varios cismas que tuvieron entonces lugar en la Iglesia le provocaron gran ansiedad. Al disminuir el rigor de la persecución, volvió a Cartago, e hizo todo lo que estaba en su mano para deshacer las opiniones erróneas. Al desatarse sobre Cartago una terrible peste, fue, como era costumbre, achacada a los cristianos; y los magistrados comenzaron entonces una persecución, lo que ocasionó una epístola de ellos a Cipriano, en respuesta a la cual él vindicó la causa del cristianismo. En el 257 d.C. Cipriano fue hecho comparecer ante el procónsul Aspasio Patumo, que lo desterró a una pequeña ciudad en el mar de Libia. Al morir este procónsul, volvió a Cartago, pero fue pronto arrestado, y llevado ante el nuevo gobernador, que lo condenó a ser decapitado; esta sentencia fue ejecutada el catorce de septiembre del 258 d.C.
Los discípulos de Cipriano, martirizado en esta persecución, fueron Lucio, Flaviano, Victórico, Remo, Montano, Julián, Primelo y Donaciano.
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En Utica tuvo lugar una tragedia terrible: trescientos cristianos fueron traídos, por orden del gobernador, y puestos alrededor de un horno de cocción de cerámica. Habiendo preparado unas ascuas e incienso, se les ordenó que o bien sacrificaran a Júpiter, o serían arrojados al horno. Rehusando todos unánimes, saltaron valientemente al hoyo, y fueron de inmediato asfixiados.
Fructuoso, obispo de Tarragona, en España, y sus dos diáconos, Augurio y Eulogio, fueron quemados por cristianos.
Alejandro, Malco y Prisco, tres cristianos de Palestina, y una mujer del mismo lugar, se acusaron voluntariamente de ser cristianos, por lo que fueron sentenciados a ser devorados por tigres, sentencia que fue ejecutada.
Máxima, Donatila y Secunda, tres doncellas de Tuburga, recibieron como bebida hiel y vinagre, fueron duramente flageladas, atormentadas sobre un patíbulo, frotadas con cal, asadas sobre unas parrillas, maltratadas por fieras, y finalmente decapitadas.
Es aquíoportuno observar la singular pero mísera suerte del emperador Valeriano, que durante tanto tiempo y tan duramente persiguió a los cristianos. Este tirano fue hecho prisionero, mediante una estratagema, por Sapor, emperador de Persia, que lo llevó a su propio país, tratándolo allícon la más inusitada indignidad, haciéndole arrodillarse como el más humilde esclavo, y poniendo sobre él los pies a modo de banqueta cuando montaba en su caballo. Después de haberlo tenido durante siete años en este abyecto estado de esclavitud, hizo que le sacaran los ojos, aunque tenía entonces ochenta y tres años. No saciando con ello sus deseos de venganza, pronto ordenó que lo despellejaran vivo y que le frotaran sal en la carne viva, muriendo bajo tales torturas. Asícayó uno de los más tiránicos emperadores de Roma, y uno de los más grandes perseguidores de los cristianos.
En el 260 d.C. sucedió Gallieno, hijo de Valeriano, y durante su reinado (aparte de unos pocos mártires) la Iglesia gozó de paz durante algunos años.
La Novena Persecución bajo Aureliano, 274 d.C.
Los principales que padecieron en esta fueron: Félix, obispo de Roma. Este prelado accedió a la sede de Roma en el 274. Fue el primer mártir de la petulancia de Aureliano, siendo decapitado en el veintidós de diciembre aquel mismo año.
Agapito, un joven caballero, que había vendido sus posesiones y dado el dinero a los pobres, fue arrestado como cristiano, torturado, y luego decapitado en Praeneste, una ciudad a un día de viaje de Roma.
Estos son los únicos mártires que fueron registrados durante este reinado, que pronto vio su fin, al ser el emperador asesinado en Bizancio por sus propios criados.
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Aureliano fue sucedido por Tácito, que fue seguido por Probo, y éste por Caro; al ser muerto este emperador por un rayo, sus hijos Camio y Numeriano le sucedieron, y durante todos estos reinados la iglesia tuvo paz.
Diocleciano accedió al trono imperial en el 284 d.C. Al principio mostró gran favor a los cristianos. En el año 286 asoció consigo en el imperio a Maximiano. Algunos cristianos fueron muertos antes que se desatara ninguna persecución general. Entre estos se encontraban Feliciano y Primo, que eran hermanos.
Marco y Marceliano eran mellizos, naturales de Roma, y de noble linaje. Sus padres eran paganos, pero los tutores, a los que había sido encomendada la educación de los hijos, los criaron como cristianos. Su constancia aplacó finalmente a los que deseaban que se convirtieran en paganos, y sus padres y toda la familia se convirtieron a una fe que antes reprobaban. Fueron martirizados siendo atados a estacas, con los pies traspasados por clavos.
Después de permanecer en esta situación un día y una noche, sus sufrimientos fueron terminados con unas lanzas que traspasaron sus cuerpos.
Zoe, la mujer del carcelero, que había tenido el cuidado de los mártires acabados de mencionar, fue también convertida por ellos, y fue colgada de un árbol, con un fuego de paja encendido debajo de ella. Cuando su cuerpo fue bajado, fue echado a un río, con una gran piedra atada al mismo, a fin de que se hundiera.
En el año 286 de Cristo tuvo lugar un hecho de lo más notable. Una legión de soldados, que consistía de seis mil seiscientos sesenta y seis hombres, estaba totalmente constituida por cristianos. Esta legión era llamada la Legión Tebana, porque los hombres habían sido reclutados en Tebas; estuvieron acuartelados en oriente hasta que el emperador Maximiano ordenó que se dirigieran a las Galias, para que le ayudaran contra los rebeldes de Borgofia.
Pasaron los Alpes, entrando en las Galias, a las órdenes de Mauricio, Cándido y Exupernio, sus dignos comandantes, y al final se reunieron con el emperador. Maximiano, para este tiempo, ordenó un sacrificio general, al que debía asistir todo el ejército; también ordenó que se debiera tomar juramento de lealtad y al mismo tiempo que se debía jurar ayudar a la extirpación del cristianismo en las Galias.
Alarmados ante estas órdenes, cada uno de los componentes de la Legión Tebana rehusó de manera absoluta sacrificar o tomar los juramentos prescritos. Esto enfureció de tal manera a Maximiano que ordenó que toda la legión fuera diezmada, esto es, que se seleccionara a uno
* de cada diez hombres, y matarlo a espada. Habiéndose ejecutado esta sanguinaria orden, el resto permanecieron inflexible, teniendo lugar una segunda decimación, y uno de cada diez hombres de los que quedaban vivos fue muerto a espada. Este segundo castigo no tuvo más efectos que el primero; los soldados se mantuvieron firmes en su decisión y en sus principios, pero por consejo de sus oficiales hicieron una protesta de fidelidad a su emperador. Se podría pensar que esto iba a ablandar al emperador, pero tuvo el efecto contrario, porque, encolerizado ante la perseverancia y unanimidad que demostraban, ordenó que toda la legión 26
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fuera muerta, lo que fue efectivamente ejecutado por las otras tropas, que los despedazaron con sus espadas, el 22 de septiembre del 286.
Alban, de quien recibió su nombre St. Alban's, en Henfordshire, fue el primer mártir británico. Gran Bretaña había recibido el Evangelio de Cristo mediante Lucio, el primer rey cristiano, pero no sufrió de la ira de la persecución hasta muchos años después. Alban era originalmente pagano, pero convertido por un clérigo cristiano, llamado Anfíbalo, a quien dio hospitalidad a causa de su religión. Los enemigos de Anfíbalo, enterándose del lugar dónde estaba escondido, llegaron a casa de Alban, a fin de facilitar su huida, se presentó como la persona a la que buscaban. Al descubrirse el engaño, el gobernador ordenó que le azotaran, y luego fue sentenciado a ser decapitado, el 22 de junio del 287 d.C.
Nos asegura el venerable Beda que, en esta ocasión, el verdugo se convirtió súbitamente al cristianismo, y pidió permiso para morir por Alban, o con él. Obteniendo su segunda petición, fueron ambos decapitados por un soldado, que asumió voluntariamente el papel de verdugo. Esto sucedió en el veintidós de junio del 287 en Verulam, ahora St Alban's, en Henfordshire, donde se levantó una magnífica iglesia en su memoria para el tiempo de Constantino el Grande. El edificio, destruido en las guerras sajonas, fue reconstruido por Offa, rey de Mercia, y junto a él se levantó un monasterio, siendo aún visibles algunas de sus ruinas; la iglesia es un noble edificio gótico.
Fe, una mujer cristiana de Aquitanía, Francia, fue asada sobre una parrilla, y luego decapitada, en el 287 d.C.
Quintín era un cristiano natural de Roma, pero decidió emprender la propagación del Evangelio en las Galias, con un tal Luciano, y predicaron juntos en Amiens; después de ello Luciano fue a Beaumaris, donde fue martirizado. Quintín permaneció en la Picardía, y mostró gran celo en su ministerio. Arrestado como cristiano, fue estirado con poleas hasta que se dislocaron sus miembros; su cuerpo fue desgarrado con azotes de alambres, y derramaron aceite y brea hirviendo sobre su carne desnuda; se le aplicaron antorchas encendidas a sus lados y sobacos; después de haber sido torturado de esta manera, fue enviado de vuelta a la mazmorra, muriendo allíel 31 de octubre del 287 por las atrocidades que le habían infligido.
Su cuerpo fue lanzado al Somme.
La Décima Persecución, bajo Diocleciano, 303 d.C.
Bajo los emperadores romanos, y comúnmente llamada la Era de los Mártires, fue ocasionada en parte por el número en aumento de los cristianos y por sus crecientes riquezas, y por el odio de Galerio, el hijo adoptivo de Diocleciano, que, estimulado por su madre, una fanática pagana, nunca dejó de empujar al emperador para que iniciara esta persecución hasta que logró su propósito.
El día fatal fijado para el comenzamiento de la sangrienta obra era el veintitrés de febrero del 303 d.C., el día en que se celebraba la Terminalia, y en el que, como se jactaban los crueles 27
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paganos, esperaban terminar con el cristianismo. En el día señalado comenzó la persecución en Nicomedia, en la mañana del cual el prefecto de la ciudad acudió, con un gran número de oficiales y alguaciles, a la iglesia de los cristianos, donde, forzando las puertas, tomaron todos los libros sagrados y los lanzaron a las llamas.
Toda esta acción tuvo lugar en presencia de Diocleciano y Galerio, los cuales, no satisfechos con quemar los libros, hicieron derruir la iglesia sin dejar ni rastro. Esto fue seguido por un severo edicto, ordenando la destrucción de todas las otras iglesias y libros de los cristianos; pronto siguió una orden, para proscribir a los cristianos de todas las denominaciones.
La publicación de este edicto ocasionó un martirio inmediato, porque un atrevido cristiano no sólo lo arrancó del lugar en el que estaba puesto, sino que execró el nombre del emperador por esta injusticia. Una provocación asífue suficiente para atraer sobre síla venganza pagana; fue entonces arrestado, severamente torturado, y finalmente quemado vivo.
Todos los cristianos fueron prendidos y encarcelados; Galerio ordenó en privado que el palacio imperial fuera incendiado, para que los cristianos fueran acusados de incendiarios, dándose una plausible razón para llevar a cabo la persecución con la mayor de las severidades.
Comenzó un sacrificio general, lo que ocasionó vahos martirios. No se hacía distinción de edad ni de sexo; el nombre de cristiano era tan odioso para los paganos que todos inmediatamente cayeron víctimas de sus opiniones. Muchas casas fueron incendiadas, y familias cristianas enteras perecieron en las llamas; a otros les ataron piedras en el cuello, y atados juntos fueron llevados al mar. La persecución se hizo general en todas las provincias romanas, pero principalmente en el este. Por cuanto duró diez años, es imposible determinar el número de mártires, ni enumerar las varias formas de martirio.
Potros, azotes, espadas, dagas, cruces, veneno y hambre se emplearon en los diversos lugares para dar muerte a los cristianos; y se agotó la imaginación en el esfuerzo de inventar torturas contra gentes que no habían cometido crimen alguno, sino que pensaban de manera distinta de los seguidores de la superstición.
Una ciudad de Frigia, totalmente poblada por cristianos, fue quemada, y todos los moradores perecieron en las llamas.
Cansados de la degollina, finalmente, varios gobernadores de provincias presentaron ante la corte imperial lo inapropiado de tal conducta. Por ello a muchos se les eximió de ser ejecutados, pero, aunque no eran muertos, se hacía todo por hacerles la vida miserable; a muchos se les cortaban las orejas, las narices, se les sacaba el ojo derecho, se inutilizaban sus miembros mediante terribles dislocaciones, y se les quemaba la carne en lugares visibles con hierros candentes.
Es necesario ahora señalar de manera particular a las personas más destacadas que dieron su vida en martirio en esta sangrienta persecución. Sebastián, un célebre mártir, había 28
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nacido en Narbona, en las Galias, y después llego a ser oficial de la guardia del emperador en Roma. Permaneció un verdadero cristiano en medio de la idolatría. Sin dejarse seducir por los esplendores de la corte, sin mancharse por los malos ejemplos, e incontaminado por esperanzas de ascenso. Rehusando caer en el paganismo, el emperador lo hizo llevar a un campo cercano a la ciudad, llamado Campo de Marte, y que allíle dieran muerte con flechas; ejecutada la sentencia, algunos piadosos cristianos acudieron al lugar de la ejecución, para dar sepultura a su cuerpo, y se dieron entonces cuenta de que había señales de vida en su cuerpo; lo llevaron de inmediato a lugar seguro, y en poco tiempo se recuperó, preparándose para un segundo martirio; porque tan pronto como pudo salir se puso intencionadamente en el camino del emperador cuando éste subía hacia el templo, y lo reprendió por sus muchas crueldades e irrazonables prejuicios contra el cristianismo. Diocleciano, cuando pudo recobrarse de su asombro, ordenó que Sebastián fuera arrestado y llevado a un lugar cercano a palacio, y allígolpeado hasta morir; y para que los cristianos no lograran ni recuperar ni sepultar su cuerpo, ordenó que fuera echado a la alcantarilla. Sin embargo, una dama cristiana llamada Lucina encontró la manera de sacarlo de allí, y de sepultarlo en las catacumbas, o nichos de los muertos.
Para este tiempo, los cristianos, después de una seria consideración, pensaron que era legítimo portar annas a las órdenes de un emperador pagano. Maximiliano, el hijo de Fabio, Víctor, fue el primero decapitado bajo esta norma.
Vito, siciliano de una familia de alto rango, fue educado como cristiano; al aumentar sus virtudes con el paso de los años, su constancia le apoyó a través de todas las aflicciones, y su fe fue superior a los más grandes peligros. Su padre Hylas, que era pagano, al descubrir que su hijo había sido instruido en los principios del cristianismo por la nodriza que lo había criado, empleó todos sus esfuerzos por volverlo al paganismo, y al final sacrificó su hijo a los ídolos, el 14 de junio del 303 d.C.
Víctor era un cristiano de buena familia en Marsella, en Francia; pasaba gran parte de la noche visitando a los afligidos y confirmando a los débiles; esta piadosa obra no la podía llevar a cabo durante el día de manera consonante con su propia seguridad; gastó su fortuna en aliviar las angustias de los cristianos pobres. Finalmente, empero, fue arrestado por edicto del emperador Maximiano, que le ordenó ser atado y arrastrado por las calles. Durante el cumplimiento de esta orden fue tratado con todo tipo de crueldades e indignidades por el enfurecido populacho. Siguiendo inflexible, su valor fue considerado como obstinación. Se ordenó que fuera puesto al potro, y él volvió sus ojos al cielo, orando a Dios que le diera paciencia, tras lo cual sufrió las torturas con la más admirable entereza. Cansados los verdugos de atormentarle, fue llevado a una mazmorra. En este encierro convirtió a sus carceleros, llamados Alejandro, Feliciano y Longino. Enterándose el emperador de esto, ordenó que fueran ejecutados de inmediato, y los carceleros fueron por ello decapitados. Víctor fue de nuevo puesto al potro, golpeado con varas sin misericordia, y de nuevo echado en la cárcel.
Al ser interrogado por tercera vez acerca de su religión, perseveró en sus principios; trajeron 29
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entonces un pequeño altar, y le ordenaron que de inmediato ofreciera incienso sobre él.
Enardecido de indignación ante tal petición, se adelantó valientemente, y con una patada derribó el altar y el ídolo. Esto enfureció de tal manera a Maximiano, que estaba presente, que ordenó que el pie que había golpeado el altar fuera de inmediato amputado; luego Víctor fue echado a un molino, y destrozado por las muelas, en el 303 d.C.
Estando en Tarso Máximo, gobernador de Cilicia, hicieron comparecer ante él a tres cristianos; sus nombres eran Taraco, un anciano, Probo y Andrónico. Después de repetidas torturas y exhortaciones para que se retractaran, fueron finalmente llevados a su ejecución.
Llevados al anfiteatro, les soltaron varias fieras; pero ninguno de los animales, aunque hambriento, los queda tocar. Entonces el guardador sacó un gran oso, que aquel mismo día había destruido a tres hombres; pero tanto este voraz animal como una feroz leona rehusaron tocar a los presos. Al ver imposible su designio de destruirlos por medio de las fieras, Máximo ordenó su muerte por la espada, el 11 de octubre del 303 d.C.
Romano, natural de Palestina, era diácono de la iglesia de Cesarea en la época del comienzo de la persecución de Diocleciano. Condenado por su fe en Antioquía, fue flagelado, puesto en el potro, su cuerpo fue desgarrado con garfios, su carne cortada con cuchillos, su rostro marcado, le hicieron saltar los dientes a golpes, y le arrancaron el cabello desde las raíces. Poco después ordenaron que fuera estrangulado. Era el 17 de noviembre del 303 d.C.
Susana, sobrina de Cayo, obispo de Roma, fue apremiada por el emperador Diocleciano para que se casara con un noble pagano, que era un pariente próximo del emperador.
Rehusando el honor que se le proponía, fue decapitada por orden del emperador.
Doroteo, el gran chambelán de la casa de Diocleciano, era cristiano, y se esforzó mucho en ganar convertidos. En sus labores religiosas fue ayudado por Gorgonio, otro cristiano, que pertenecía al palacio. Fueron primero torturados y luego estrangulados.
Pedro, un eunuco que pertenecía al emperador, era un cristiano de una singular modestia y humildad. Fue puesto sobre una parrilla y asado a fuego lento hasta que expiró.
Cipriano, conocido como el mago, para distinguirlo de Cipriano obispo de Cartago, era natural de Antioquia- Recibió una educación académica en su juventud, y se aplicó de manera particular a la astrología; después de ello, viajó para ampliar conocimientos, yendo por Grecia, Egipto, la India, etc. Con el paso del tiempo conoció a Justina, una joven dama de Antioquia, cuyo nacimiento, belleza y cualidades suscitaban la admiración de todos los que la conocían.
Un caballero pagano pidió a Cipriano que le ayudara a conseguir el amor de la bella Justina; emprendiendo él esta tarea, pronto fue sin embargo convertido, quemó sus libros de astrología y magia, recibió el bautismo, y se sintió animado por el poderoso espíritude gracia. La conversión de Cipriano ejerció un gran efecto sobre el caballero pagano que le pagaba sus gestiones con Justina, y pronto él mismo abrazó el cristianismo. Durante las persecuciones de Diocleciano, Cipriano y Justina fueron apresados como cristianos; el primero fue desgarrado 30
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con tenazas, y la segunda azotada; después de sufrir otros tormentos, fueron ambos decapitados.
Eulalia, una dama española de familia cristiana, era notable en su juventud por su gentil temperamento, y por su solidez de entendimiento, pocas veces hallado en los caprichos de los años juveniles. Apresada como cristiana, el magistrado intentó de las maneras más suaves ganarla al paganismo, pero ella ridiculizó las deidades paganas con tal aspereza que el juez, enfurecido por su conducta, ordenó que fuera torturada. Así, sus costados fueron desgarrados con garfios, y sus pechos quemados de la manera más espantosa, hasta que expiró debido a la violencia de las llamas; esto ocurrió en diciembre del 303 d.C.
En el año 304, cuando la persecución alcanzó a España, Daciano, gobernador de Tarragona, ordenó que Valerio, el obispo, y Vicente, el diácono, fueran apresados, cargados de cadenas y encarcelados. Al mantenerse firmes los presos en su resolución, Valerio fue desterrado, y Vicente fue puesto al potro, dislocándose sus miembros, desgarrándole la carne con garfios, y siendo puesto sobre la parrilla, no sólo poniendo un fuego debajo de él, sino pinchos encima, que atravesaban su carne. Al no destruirle estos tormentos, ni hacerle cambiar de actitud, fue devuelto a la cárcel, confinado en una pequeña e inmunda mazmorra oscura, sembrada de piedras de sílex aguzadas y de vidrios rotos, donde murió el 22 de enero del 304.
Su cuerpo fue echado al río.
La persecución de Diocleciano comenzó a endurecerse de manera particular en el 304
d.C., cuando muchos cristianos fueron torturados de manera cruel y muertos con las muertes más penosas e ignominiosas. De ellos enumeraremos a los más eminentes y destacados.
Saturnino, un sacerdote de Albitina, una ciudad de ¡frica, fue, después de su tortura, enviado de nuevo a la cárcel, donde se le dejó morir de hambre. Sus cuatro hijos, tras ser atormentados de varias maneras, compartieron la misma suerte con su padre.
Dativas, un noble senador romano; Telico, un piadoso cristiano; Victoria, una joven dama de una familia de alcurnia y fortuna, con algunos otros de clases sociales más humildes, todos ellos discípulos de Saturnino, fueron torturados de manera similar, y perecieron de la misma manera.
Agrape, Quionia e Irene, tres hermanas, fueron encarceladas en Tesalónica, cuando la persecución de Diocleciano llegó a Grecia. Fueron quemadas, y recibieron en las llamas la corona del martirio el 25 de marzo del 304. El gobernador, al ver que no podía causar impresión alguna sobre Irene, ordenó que fuera expuesta desnuda por las calles, y cuando esta vergonzosa orden fue ejecutada, se encendió un fuego cerca de la muralla de la ciudad, entre cuyas llamas subió su espíritumás alláde la crueldad humana.
Agato, hombre de piadosa mente, y Cassice, Felipa y Eutiquia, fueron martirizados por el mismo tiempo; pero los detalles no nos han sido transmitidos.
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Marcelino, obispo de Roma, que sucedió a Cayo en aquella sede, habiéndose opuesto intensamente a que se dieran honras divinas a Diocleciano, sufrió el martirio, mediante una variedad de torturas, en el año 304, consolando su alma, hasta expirar, con la perspectiva de aquellos gloriosos galardones que recibiría por las torturas experimentadas en el cuerpo.
Victorio, Carpoforo, Severo y Sevehano eran hermanos, y los cuatro estaban empleados en cargos de gran confianza y honor en la ciudad de Roma. Habiéndose manifestado contra el culto a los ídolos, fueron arrestados y azotados con la plumbetx, o azotes que en sus extremos llevaban bolas de plomo. Este castigo fue aplicado con tal exceso de crueldad que los piadosos hermanos cayeron mártires bajo su dureza.
Timoteo, diácono de Mauritania, y su mujer Maura, no habían estado unidos por más de tres semanas por el vínculo del matrimonio cuando se vieron separados uno del otro por la persecución. Timoteo, apresado por cristiano, fue llevado ante Arriano, gobernador de Tebas, que sabiendo que guardaba las Sagradas Escrituras, le mandó que se las entregara para quemarlas. A esto respondió: ‘Si tuviera hijos, antes te los daría para que fueran sacrificados, que separarme de la Palabra de Dios.ª El gobernador, airado en gran manera ante esta contestación, ordenó que le fueran sacados los ojos con hierros candentes, diciendo: ‘Al menos los libros no te serán de utilidad, porque no verás para leerlos.ª Su paciencia ante esta acción fue tan grande que el gobernador se exasperó más y más; por ello, a fin de quebrantar su fortaleza, ordenó que lo colgaran de los pies, con un peso colgado del cuello, y una mordaza en la boca. En este estado, Maura le apremió tiernamente a que se retractara, por causa de ella; pero él, cuando le quitaron la mordaza de la boca, en lugar de acceder a los ruegos de su mujer, la censuró intensamente por su desviado amor, y declaró su resolución de morir por su fe. La consecuencia de esto fue que Maura decidió imitar su valor y fidelidad, y o bien acompañarle, o bien seguirle a la gloria. El gobernador, tras intentar en vano que cambiara de actitud, ordenó que fuera torturada, lo que tuvo lugar con gran severidad. Tras ello, Timoteo y Maura fueron crucificados cerca el uno del otro el 304 d.C.
A Sabino, obispo de Assisi, le fue cortada la mano por orden del gobernador de Toscana, por rehusar sacrificar a Júpiter y por empujar el ídolo de delante de él. Estando en la cárcel, convirtió al gobernador y a su familia, los cuales sufrieron martirio por la fe. Poco después de la ejecución de ellos, el mismo Sabino fue flagelado hasta morir, en diciembre del 304 d.C.
Cansado de la farsa del estado y de los negocios públicos, el emperador Diocleciano abdicó la diadema imperial, y fue sucedido por Constancio y Galerio; el primero era un príncipe de una disposición sumamente gentil y humana, y el segundo igualmente destacable por su crueldad y tiranía. Estos se dividieron el imperio en dos gobiernos iguales, minando Galerio en oliente y Constancio en occidente; y los pueblos bajo ambos gobiernos sintieron los efectos de las disposiciones de los dos emperadores, porque los de occidente eran gobernados de la manera más gentil, mientras que los que residían en oriente sentían todas las miserias de la opresión y de torturas dilatadas.
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Entre los muchos martirizados por orden de Galerio, enumeraremos los más eminentes.
Anfiano era un caballero eminente en Lucia, y estudiante de Eusebio; Julita, una mujer licaonia de linaje regio, pero más célebre por sus virtudes que por su sangre noble. Mientras estaba en el potro, dieron muerte a su hijo delante de ella. Julita, de Capadocia, era una dama de distinguida capacidad, gran virtud e insólito valor. Para completar su ejecución, le derramaron brea hirviendo sobre los pies, desgarraron sus costados con garfios, y recibió la culminación de su martirio siendo decapitada el 16 de abril del 305 d.C.
Hermolaos, un cristiano piadoso y venerable, muy anciano, y gran amigo de Pantaleón, sufrió el martirio por la fe en el mismo día y de la misma manera que Pantaleón.
Eustratio, secretario del gobernador de Armina, fue echado en un horno de fuego por exhortar a algunos cristianos que habían sido apresados a que perseveraran en su fe.
Nicander y Marciano, dos destacados oficiales militares romanos, fueron encarcelados por su fe. Como eran ambos hombres de gran valía en su profesión, se emplearon todos los medios imaginables para persuadirles a renunciar al cristianismo; pero, al encontrarse estos medios ineficaces, fueron decapitados.
En el reino de Nápoles tuvieron lugar varios martirios, en particular Januaries, obispo de Beneventum; Sosio, diácono de Misene; Próculo, que también era diácono; Eutico y Acutio, hombres del Pueblo; Festo, diácono, y Desiderio, lector, todos ellos fueron, por ser cristianos, condenados por el gobernador de Campania a ser devorados por las fieras. Pero las salvajes fieras no querían tocarlos, por lo que fueron decapitados.
Quirinio, obispo de Siscia, llevado ante el gobernador Matenio, recibió la orden de sacrificar a las deidades paganas, en conformidad a las órdenes de varios emperadores romanos. El gobernador, al ver su decisión contraria, lo envió a la cárcel, cargado de cadenas, diciéndose que las durezas de una mazmorra, algunos tormentos ocasionales y el peso de las cadenas podrían quebrantar su resolución. Pero decidido en sus principios, fue enviado a Amancio, el principal gobernador de Panonia, hoy día Hungría, que lo cargó de cadenas, y lo arrastró por las principales ciudades del Danubio, exponiéndolo a la mofa popular doquiera que iba. Llegando finalmente a Sabaria, y viendo que Quirino no iba a renunciar a su fe, ordenó arrojarlo al río, con una piedra atada al cuello. Al ejecutarse esta sentencia, Quirino flotó durante cierto tiempo, exhortando al pueblo en los términos más piadosos, y concluyendo sus amonestaciones con esta oración: ‘No es nada nuevo para ti, oh todopoderoso Jesús, detener los cursos de los ríos, ni hacer que alguien camine sobre el agua, como hiciste con tu siervo Pedro; el pueblo ya ha visto la prueba de tu poder en mí, concédeme ahora que dé mi vida por tu causa, oh mi Diosª. Al pronunciar estas últimas palabras se hundió de inmediato, y murió, el 4 de junio del 308 d.C. Su cuerpo fue después rescatado y sepultado por algunos piadosos cristianos.
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Pánfilo, natural de Fenicia, de una familia de alcurnia, fue un hombre de tan grande erudición que fue llamado un segundo Orígenes. Fue recibido en el cuerpo del clero en Cesarea, donde estableció una biblioteca pública y dedicó su tiempo a la práctica de toda virtud cristiana. Copió la mayor parte de las obras de Orígenes de su propio puño y letra, y, ayudado por Eusebio, dio una copia correcta del Antiguo Testamento, que había sufrido mucho por la ignorancia o negligencia de los anteriores transcriptores. En el año 307 fue prendido y sufrió tortura y martirio.
Marcelo, obispo de Roma, al ser desterrado por su fe, cayó mártir de las desgracias que sufrió en el exilio, el 16 de enero del 310 d.C. Pedro, el decimosexto obispo de Alejandría, fue martirizado el 25 de noviembre del 311 d.C. por orden de Máximo César, que minaba en el este.
Inés, una doncella de sólo trece años, fue decapitada por ser cristiana; también lo fue Serena, la esposa emperatriz de Diocleciano. Valentín, su sacerdote, sufrió la misma suelte en Roma; y Erasmo, obispo, fue martirizado en Campania.
Poco después de esto, la persecución aminoró en las zonas centrales del imperio, asícomo en occidente; y la Providencia comenzó finalmente a manifestar la venganza contra los perseguidores. Maximiano intentó corromper a su hija Fausta para que diera muerte a su marido Constantino; ella lo reveló a su marido, y Constantino le obligó a escoger su propia muerte, con lo que se decidió por la ignominiosa de ser colgado después de haber sido emperador casi veinte años.
Constantino era el buen y virtuoso hijo de un padre bueno y virtuoso, y nació en Gran Bretaña. Su madre se llamaba Elena, hija del Rey Coilo. Era un príncipe de lo más generoso y gentil, teniendo el deseo de cuidar la educación y las bellas artes, y a menudo él mismo leía, escribía y estudiaba. Tuvo un maravilloso éxito y prosperidad en todo lo que emprendió, lo que se supuso que provenía de esto (lo que asífue ciertamente): que era un tan gran favorecedor de la fe cristiana. Fe que cuando abrazó, lo hizo con la más devota y religiosa reverencia.
AsíConstantino, suficientemente dotado de fuerzas humanas, pero especialmente dotado por Dios, emprendió camino a Italia durante el último año de la persecución, el 313 d.C.
Majencio, al saber la Regada de Constantino, y confiando más en su diabólico arte mágico que en la buena voluntad de sus súbditos, que bien poco merecía, no osó mostrarse fuera de la ciudad ni enfrentarse con él en campo abierto, sino que con guarniciones ocultas se emboscó a la espera por diversos lugares angostos por los que debería pasar, con las que Constantino se batió en diversas escaramuzas, venciéndolas y poniéndolas en fuga por el poder del Señor.
Sin embargo, Constantino no estaba todavía en opaz, sino con grandes ansiedades y temor en su mente (acercándose ahora a Roma) debido a los encantamientos y hechicerías de Majencio, con las que había vencido contra Severo, a quien Galerio había enviado contra él.
Por ello, estando en grandes dudas y perplejidad en símismo, y dándole vueltas a muchas 34
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cosas en su mente, acerca de qué ayuda podría tener contra las operaciones de su magia, Constantino, acercándose en su viaje hacia la ciudad, y levantando muchas veces los ojos al cielo, vio en el sur, cuando el sol se estaba poniendo, un gran resplandor en el cielo, que aparecía en la similitud de una cruz, dando esta inscripción: In hoc vince, esto es: ‘Vence por medio de esto.ª
Eusebio Pánfilo da testimonio de que él oyó al mismo Constantino repetir varias veces, y también jurar que era cosa verdadera y cierta, lo que había visto con sus propios ojos en el cielo, y también sus soldados a su alrededor. Al ver aquello quedó grandemente atónito, y, consultando con sus hombres acerca del significado de aquello, entonces se le apareció Cristo durante su sueño, aquella noche, con la señal de la misma cruz que había visto antes, invitándole a que la tomara como signo, y a que la llevara en sus guerras delante de él, y que asítendría la victoria.
Constantino estableció de tal manera la paz de la Iglesia que por el espacio de mil años no leemos de ninguna persecución contra los cristianos, hasta el tiempo de Juan Wickliffe.
Tan feliz, tan gloriosa, fue la victoria de Constantino, de sobrenombre el Grande! Por el gozo y la alegría de la cual, los ciudadanos que habían antes enviado a buscarlo lo llevaron en gran triunfo en la ciudad de Roma, donde fue recibido con grandes honores, y celebrado por siete días seguidos; además, hizo levantar en el mercado su imagen, sosteniendo en su diestra la señal de la cruz, con esta inscripción: ‘Con esta señal de salud, el verdadero signo de fortaleza, he rescatado y liberado vuestra ciudad del yugo del tirano.ª
Terminaremos nuestro relato de la décima y última persecución general con la muerte de San Jorge, el santo titular y patrón de Inglaterra. San Jorge nació en Capadocia, de padres cristianos, y, dando prueba de su valor, fue ascendido en el ejército del emperador Diocleciano. Durante la persecución, San Jorge abandonó su comisión, fue valientemente al senado, y manifestó abiertamente su condición de cristiano, aprovechando la ocasión para protestar contra el paganismo, y para señalar el absurdo de dar culto a ídolos. Esta libertad provocó de tal manera al senado que dieron la orden de torturar a Jorge, y fue, por orden del emperador, arrastrado por las calles y decapitado al día siguiente.
La leyenda del dragón, asociada con este martirio, es usualmente ilustrada representando a San Jorge sentado sobre un caballo lanzado a la carga y traspasando al monstruo con su lanza. Este dragón ardiente simboliza al diablo, que fue vencido por la firme fe de San Jorge en Cristo, que permaneció inmutable a pesar del tormento y de la muerte.
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Capítulo III - Persecuciones contra Los Cristianos En Persia HABIÁNSE esparcido el Evangelio por Persia, los sacerdotes paganos, que adoraban al sol, se alarmaron en gran manera, y temieron la pérdida de aquella influencia que hasta entonces habían mantenido sobre las mentes y posesiones de las gentes. Por ello, consideraron conveniente quejarse ante el emperador de que los cristianos eran enemigos del estado, y que mantenían una correspondencia traicionera con los romanos, los grandes enemigos de Persia.
El emperador Sapores, de natural adverso al cristianismo, creyó con facilidad lo que se le decía contra los cristianos, y dio orden de que fueran perseguidos por todas las partes de su imperio. Debido a este edicto, muchas personas de eminencia en la iglesia y en el estado cayeron mártires ante la ignorancia y ferocidad de los paganos.
Constantino el Grande, informado de las persecuciones en Persia, escribió una larga carta al monarca persa, en la que le narraba la venganza que había caído sobre los perseguidores, y el gran éxito que habían gozado los que se habían detenido de perseguir a los cristianos.
Refiriéndose a sus victorias sobre emperadores rivales de su propia época, le dijo:
‘Sometía estos sólo gracias a mi fe en Cristo; por ello Dios fue mi ayudador, dándome la victoria en la batalla, y haciéndome triunfar sobre mis enemigos. Del mismo modo me ha ensanchado los límites del Imperio Romano, de modo que se extiende desde el Océano Occidental hasta casi los confines del Oriente; y por estos dominios ni he ofrecido sacrificios a las antiguas deidades, ni he empleado encantamientos ni adivinaciones; sólo he ofrecido oraciones al Dios Omnipotente, y he seguido la cruz de Cristo. Y me regocijaría si el trono de Persia hallara también gloria abrazando a los cristianos; de modo que tú conmigo, y ellos contigo, podamos gozar de toda dicha.ª
Como consecuencia de esta apelación, la persecución acabó por entonces; pero se renovó en años posteriores cuando otro rey accedió al trono de Persia.
Persecuciones bajo los Herejes Arrianos
El autor de la herejía arriana fue Arrio, natural de Libia y sacerdote de Alejandría, que en el 318 d.C. comenzó a hacer públicos sus errores. Fue condenado por un concilio de obispos libios y egipcios, y aquella sentencia fue confirmada por el Concilio de Nicea en el 325 d.C. Después de la muerte de Constantino el Grande, los arrianos hallaron medios para hacerse con el favor del emperador Constantino, su hijo y sucesor en oriente; y asíse suscitó una persecución contra los obispos y el clero ortodoxos. El célebre Atanasio y otros obispos fueron desterrados, y sus sedes llenadas con arrianos.
En Egipto y Libia treinta obispos fueron martirizados, y muchos otros cristianos fueron cruelmente atormentados, y, en el 386 d.C., Jorge, obispo arriano de Alejandría, con la 37
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autoridad del emperador, comenzó una persecución en aquella ciudad y sus alrededores, empleándose con una dureza de lo más infernal. Fue ayudado en su diabólica malicia por Catofonio, gobernador de Egipto; Sebastián, general de las fuerzas egipcias; Faustino, el tesorero, y Heraclio, un oficial romano.
Las persecuciones se endurecieron de tal forma que el clero fue empujado fuera de Alejandría, sus iglesias fueron cerradas, y las crueldades practicadas por los herejes arrianos fueron tan grandes como las que habían sido practicadas por los idólatras paganos. Si alguien acusado de ser cristiano se daba a la fuga, toda su familia era muerta, y sus bienes confiscados.
Persecución bajo Julián el Apóstata
Este emperador era hijo de Julio Constancio, y sobrino de Constantino el Grande.
Estudió las bases de la gramática bajo la inspección de Mardonio, un eunuco pagano de Constantinopla. Su padre le envió algún tiempo después a Nicomedia, para que fuera instruido en la religion cristiana por el obispo Eusebio, su pariente, pero sus principios estaban corrompidos por las perniciosas enseñanzas de Ecebolio el retórico, y del mago Máximo.
Al morir Constantino en el año 361, Julián le sucedió, y tan pronto llegó a la dignidad imperial renunció al cristianismo y abrazó el paganismo, que durante algunos años había caído en general desfavor. Aunque restauró el culto idólatra, no emitió ningún edicto público contra el cristianismo. Llamó de nuevo a todos los paganos desterrados, permitió el libre ejercicio de la religión a todas las sectas, pero privó a todos los cristianos de cargos en la corte, en la magistratura o en el ejército. Era casto, templado, vigilante, laborioso y piadoso; pero prohibió a todos los cristianos mantener escuelas o seminarios públicos de enseñanza, privando a todo el clero cristiano de los privilegios que les había concedido Constantino el Grande.
El obispo Basilio se hizo famoso al principio por su oposición al arrianismo, lo que atrajo sobre él la venganza del obispo arriano de Constantinopla. De la misma manera se opuso al paganismo. En vano los agentes del emperador trataron de influir sobre Basilio mediante promesas, amenazas y potros; se mantuvo firme en la fe, y fue dejado en la cárcel para que padeciera otros sufrimientos cuando el emperador llegó accidentalmente a Ancyra.
Julián decidió interrogarle él mismo, y cuando aquel santo varón fue hecho comparecer ante él, hizo todo lo posible para disuadirle de que perseverara en la fe. Basilio, sin embargo, no sólo se mantuvo tan firme como siempre, sino que con espírituprofético predijo la muerte del emperador, y que sería atormentado en la otra vida. Encolerizado por lo que había oído, Julián ordenó que el cuerpo de Basilio fuera desgarrado cada día en siete diferentes partes, hasta que su piel y carne quedaran totalmente destrozados. Esta inhumana sentencia fue ejecutada con rigor, y el mártir expiró bajo su dureza el 28 de junio del 362 d.C.
Donato, obispo de Arezzo, e Hilarino, un eremita, sufrieron alrededor del mismo tiempo; asimismo Gordiano, un magistrado romano. Artemio, comandante en jefe de las fuerzas romanas en Egipto, fue privado de su mando por ser cristiano, luego le fueron confiscados los bienes, y finalmente fue decapitado.
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Esta persecución persistió de manera terrible durante el final del año 363; sin embargo, debido a que muchos detalles no nos han sido transmitidos, seránecesario señalar en general que en Palestina muchos fueron quemados vivos, otros fueron arrastrados por los pies por las calles, desnudos, hasta expirar, algunos fueron hervidos hasta morir; muchos apedreados, y grandes números de ellos apaleados en la cabeza con garrotes hasta derramarles los sesos. En Alejandría fueron innumerables los mártires que sufrieron por la espada, el fuego, la crucifixión y la lapidación. En Arethusa, varios fueron destripados, y, poniendo maíz en sus vientres, fueron entregados a los cerdos, los cuales, al devorar el grano, también devoraban las entrañas de los mártires; en Tracia, Emiliano fue quemado en la hoguera, y Domicio asesinado en una cueva, a la que había huido para ocultarse.
El emperador, Julián el apóstata, murió de una herida recibida en su expedición contra Persia, en el 363 d.C., y mientras expiraba lanzó las más horrendas blasfemias. Fue sucedido por Joviano, que restauró la paz de la Iglesia. Después de la muerte de Joviano, Valentiniano sucedió en el imperio, asociándose a Valente, que tenía el mando de oriente, y que era arriano, y con una disposición implacable y perseguidora.
La Persecución de los Cristianos por los Godos y los Vándalos Habiendo muchos godos escitas abrazado el cristianismo para la época de Constantino el Grande, la luz del Evangelio se extendió de manera considerable en Escitia, aunque los dos reyes que gobernaban aquel país, asícomo la mayoría del pueblo, seguían siendo paganos.
Fritegem, rey de los visigodos, era aliado de los romanos, pero Atanarico, rey de los ostrogodos, estaba en guerra contra ellos. Los cristianos vivían sin molestias en el reino del primero, pero el segundo, que había sido vencido por los romanos, lanzó su venganza contra sus súbditos crístianos, comenzando sus demandas paganas en el año 370.
Los godos eran de religión arriana, y se llamaban cristianos; por ello, destruyeron todas las estatuas y templos de los dioses paganos, pero no hicieron daño a las iglesias cristianas ortodoxas. Alarico tenía todas las cualidades de un gran general. A la desenfrenada temeridad de los bárbaros godos añadía el valor y la destreza del soldado romano. Condujo sus fuerzas a Italia atravesando los Alpes, y aunque fue rechazado durante un tiempo, volvió después con una fuerza irresistible.
El Ultimo Triunfoª Romano
Después de esta afortunada victoria sobre los godos, se celebró un ‘triunfo’ª, como se llamaba, en Roma. Durante cientos de años se había concedido este gran honor a los generales victoriosos al volver de una campaña victoriosa. En tales ocasiones la ciudad era dada durante días a la marcha de tropas cargadas de botín, y que arrastraban tras sía prisioneros de guerra, entre los que a menudo había reyes cautivos y generales vencidos. Este iba a ser el último triunfo romano, porque celebraba la última victoria romana. Aunque había sido ganada por Stilicho, el general, fue el emperador niño Honorio quien se arrogó el triunfo, entrando en Roma en el carro de la victoria, y conduciendo hasta el Capitolio entre el clamor del 39
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populacho. Después, como se solía en tales ocasiones, hubo combates sangrientos en el Coliseo, donde gladiadores, armados con espadas y lanzas, luchaban tan furiosamente como si estuvieran en el campo de batalla.
La primera parte del sangriento espectáculo había terminado; los cuerpos de los muertos habían sido arrastrados fuera con garfios, y la arena enrojecida había sido cubierta con una capa nueva, limpia. Después de esto, se abrieron los portones en la pared de la arena, y salieron un número de hombres altos, apuestos, en la flor de su juventud y fuerza. Algunos llevaban espadas, otros tridentes y redes. Dieron una vuelta alrededor de la pared, y, deteniéndose delante del emperador, levantaron sus armas extendiendo el brazo, y con una sola voz lanzaron su saludo:
¡Ave, Caesar, morituri te salutant! ‘¡Ave, César, los que van a morir te saludan! ª
Se reemprendieron los combates; los gladiadores con redes trataban de atrapar a los que tenían espadas, y cuando ello sucedía daban muerte, implacables, a sus antagonistas con el tridente. Cuando un gladiador había herido a su adversaro, y lo tenía yaciente impotente a sus pies, miraba a los anhelantes rostros de los espectadores y gritaba: Hoc habet! ‘¡Lo tiene!ª, y esperaba el capricho de los espectadores para matar o dejar con vida.
Si los espectadores le extendían la mano con el pulgar para arriba, el vencido era sacado de allí, para que se recuperara, si era posible, de sus heridas. Pero si se daba la fatal señal de
‘pulgar abajoª el vencido debía ser muerto; y si éste mostraba mala disposición a presentar su cuello para el golpe de gracia, se gritaba con escarnio desde las galerías: Recipe ferrum!
Recibe el hierro! ª Personas privilegiadas de entre la audiencia incluso descendían a la arena, para poder contemplar mejor los estertores de alguna víctima inusualmente valiente, antes de que su cuerpo fuera arrastrado hacia la puerta de los muertos.
El espectáculo proseguía. Muchos habían sido muertos, y el populacho, excitado hasta lo sumo por el valor desesperado de los que seguían luchando, gritaba sus vítores. Pero de repente hubo una interrupción. Una figura vestida rudamente apareció por un momento entre la audiencia, y luego saltó atrevidamente a la arena. Se vio que era un hombre de aspecto rudo pero impresionante, con la cabeza descubierta y con el rostro tostado por el sol. Sin dudarlo un momento, se dirigió a dos gladiadores enzarzados en una lucha de vida o muerte, y poniendo las manos encima de uno de ellos lo reprendió duramente por derramar sangre inocente, y luego, volviéndose hacia los miles de rostros airados que le miraban, se dirigió a ellos con una voz solemne y grave que resonó a través del profundo recinto. Estas fueron sus palabras: ‘¡No correspondáis la misericordia de Dios al alejar de vosotros las espadas de vuestros enemigos asesinándolos unos a otros!ª
Unos enfurecidos clamores y gritos pronto ahogaron su voz: ‘¡…ste no es un sitio para predicar!--las antiguas costumbres de Roma deben ser observadas!-¡Adelante, gladiadores!ª
Echando al extraño a un lado, los gladiadores se habrían atacado otra vez, pero el hombre se mantuvo en medio, apartándolos, y tratando en vano de hacerse oír. Entonces el clamor se 40
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transformó en ‘Sedición! ¡Sedición! ¡Abajo con él!ª; y los gladiadores, enfurecidos ante la interferencia de un extraño, lo traspasaron matándolo en el acto. También le cayeron encima de parte del furioso publico piedras o todos los objetos arrojadizos que hubiera a mano, y asímurió en medio de la arena.
Su hábito mostraba que era uno de los eremitas que se entregaban a una vida santa de oración y abnegación, y que eran reverenciados incluso por los irreflexivos romanos tan amantes de los combates. Los pocos que le conocían dijeron cómo había venido de los desiertos de Asia en peregrinación, para visitar las iglesias y guardar la Navidad en Roma; sabían que era un hombre santo, y que su nombre era Telémaco ---nada más. Su espírituse había movido ante el espectáculo de los miles que se congregaban para ver cómo unos hombres se mataban entre sí, y en su celo sencillo había tratado de convencerlos de la crueldad y maldad de su conducta. Murió, pero no en vano. Su obra quedó cumplida en el momento en que fue abatido, porque el choque de tal muerte delante de sus ojos movió los corazones de la gente: vieron el aspecto repugnante del vicio favorito al que se habían entregado; y desde el día en que Telémaco cayó muerto en el Coliseo jamás volvió a celebrarse allíningún combate de gladiadores.
Persecuciones desde alrededor de Mediados del Siglo Quinto hasta el Final del Siglo Séptimo
Proterio fue constituido sacerdote por Cirilo, obispo de Alejandría, que estaba bien familiarizado con sus virtudes antes de designarlo para predicar. A la muerte de Cirilo, la sede de Alejandría estaba ocupada por Díscoro, un inveterado enemigo de la memoria y familia de su predecesor. Condenado por el concilio de Calcedonia por haber abrazado los errores de Eutico, fue depuesto, y Proterio fue escogido para llenar la sede vacante, con la aprobación del emperador. Esto ocasionó una peligrosa insurrección, porque la ciudad de Alejandría estaba dividida en dos facciones; una que defendía la causa del anterior prelado, la otra, la del nuevo. En uno de los motines, los eutiquianos decidieron lanzar su venganza contra Proterio, que huyó a la iglesia buscando refugio; pero en el Viernes Santo del 457 d.C., una gran multitud de ellos se precipitaron dentro de la iglesia, y asesinaron bárbaramente al prelado, arrastrando luego el cuerpo por las calles, arrojándole insultos, quemándolo, y esparciendo las cenizas por el aire.
Hermenegildo, un príncipe godo, fue el hijo mayor de Leovigildo, rey de los godos, en España. Este príncipe, que era originalmente arriano, fue convertido a la fe ortodoxa por medio de su esposa Ingonda. Cuando el rey supo que su hijo había cambiado su posición religiosa, le privó de su puesto en Sevilla, donde era gobernador, y amenazó con matarlo si no renunciaba a la fe que había abrazado. El príncipe, para impedir que su padre cumpliera sus amenazas, comenzó a adoptar una posición defensiva; y muchos de los de persuasión ortodoxa en España se declararon en su favor. El rey, exasperado ante este acto de rebeldía, comenzó a castigar a todos los cristianos ortodoxos que sus tropas podían apresar, y asíse desencadenó una persecución muy severa. …l mismo emprendió la marcha contra su hijo, a 41
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la cabeza de un ejército muy poderoso. El príncipe se refugió en Sevilla, de la que huyó luego, y fue finalmente asediado y apresado en Asieta. Cargado de cadenas, fue enviado a Sevilla, y al rehusar en la fiesta de la Pascua recibir la Eucaristía de manos de un obispo arriano, el encolerizado rey ordenó a sus guardas que despedazaran al príncipe, lo que cumplieron a rajatabla, el 13 de abril del 586 d.C.
Martín, obispo de Roma, nació en Todi, Italia. Tenía una natural inclinación hacia la virtud, y sus padres le procuraron una educación admirable. Se opuso a los herejes llamados monotelitas, que eran protegidos por el emperador Heraclio. Martín fue condenado en Constanúnopla, donde se vio expuesto en los lugares más públicos a la mofa del pueblo, siéndole arrancadas todas las marcas de distinción episcopal, y tratado con el mayor escamio y severidad. Después de yacer algunos meses en la cárcel, Martín fue enviado a una isla a cierta distancia, y allídespedazado, el 655 d.C.
Juan, obispo de Bérgamo, en Lombardía, era un hombre erudito, y un buen cristiano.
Ejerció todos los esfuerzos posibles par limpiar la Iglesia de los errores del arrianismo, y uniéndose en esta santa obra con Juan, obispo de Milán, tuvo gran éxito contra los herejes, por causa de lo cual fue asesinado el 11 de julio del 683 d.C.
Killien nació en Irlanda, y recibió de sus padres una educación piadosa y cristiana.
Obtuvo la licencia del romano pontífice para predicar a los paganos en Franconia, en Alemania. En Wurtburg convirtió al gobernador, Gozberto, cuyo ejemplo siguieron la mayor parte del pueblo durante los dos años siguientes. Persuadiendo a Gozberto que su matrimonio con la viuda de su hermano era pecaminoso, esta hizo que le decapitaran, en el año 689 d,C.
Persecuciones desde la Primera Parte del Siglo Octavo hasta cerca del Final del Siglo Décimo
Bonifacio, arzobispo de Mentz y padre de la iglesia de Alemania, era inglés, y en la historia eclesiástica es considerado como uno de los más hermosos ornamentos de esta nación.
Originalmente su nombre era Winfred, o Winfrith, y nació en Kirton, en Devonshire, que entonces formaba parte del reino Sajón Occidental. Cuando tenía sólo seis años comenzó a exhibir una propensión a la reflexión, y parecía solícito por conseguir información acerca de cuestiones religiosas. El abad Wolfrad, descubriendo que poseía una aguda inteligencia, asícomo una intensa inclinación al estudio, lo hizo ir a Nutscelle, un seminario de estudios en la diócesis de Winchester, donde tendría mucha mayor oportunidad de avanzar que en Exeter.
Después de una debida observación, el abad lo vio calificado para el sacerdocio, y le obligó a recibir este sagrado orden cuando tenía alrededor de treinta años. Desde aquel tiempo comenzó a predicar y a laborar por la salvación de sus semejantes; fue liberado para asistir a un sínodo de obispos en el mino Sajón Occidental. Posteriormente, en el año 719, fue a Roma, donde Gregorio II, que entonces ocupaba la cátedra de Pedro, lo recibió con grandes muestras de amistad, y encontrándolo lleno de todas las virtudes que componen el carácter de un misionero apostólico, lo despidió sin ninguna comisión concreta, con libertad de predicar el 42
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Evangelio a los paganos allídonde los hallara. Pasando a través de Lombardía y Baviera, llegó a Turingia, país que había ya recibido la luz del Evangelio, y luego visitó Utrecht, dirigiéndose luego a Sajonia, donde convirtió a varios miles al cristianismo.
Durante el ministerio de este manso prelado, Pipino fue proclamado rey de Francia. Era ambición de este príncipe ser coronado por el más santo prelado que pudiera hallarse, y Bonifacio fue llamado para llevar a cabo esta ceremonia, lo que hizo en Soissons en el año 752. Al año siguiente, su avanzada edad y sus muchas enfermedades gravitaron sobre él con tanta pesadez que, con el consentimiento del nuevo rey y de los obispos de su diócesis, consagró a Lullus, su compatriota y fiel discípulo, y lo puso en la sede de Mentz. Cuando se hubo liberado de esta manera de su carga, recomendó el cuidado de la iglesia de Mentz al cuidado del nuevo obispo en términos muy enérgicos, expresando el deseo de que la iglesia en FuId fuera terminada, y que se cuidaran de que lo sepultaran allí, porque su fin se avecinaba. Habiendo dejado estas órdenes, emprendió viaje en barca por el Rhin, y se dirigió a Frisia, donde convirtió y bautizó varios miles de nativos bárbaros, demolió los templos, y levantó iglesias sobre las ruinas de aquellas supersticiosas estructuras. Habiéndose designado un día para la confirmación de un gran número de convertidos, ordenó que se reunieran en un llano recién abierto, cerca del río Bourde. Allíse dirigió él el día antes, y levantando una tienda, decidió quedarse en aquel lugar toda la noche, para estar listo temprano a la mañana siguiente. Algunos paganos, inveterados enemigos suyos, al enterarse de ello, se lanzaron contra él y sus compañeros de misión por la noche, dándole muerte a él y a cincuenta y dos de sus compañeros y ayudantes el 5 de junio del 755. Asícayó el gran padre de la Iglesia Alemana, la honra de Inglaterra, y la gloria de la edad en que vivió.
En el año 845, cuarenta y dos personas de Armoria en la Alta Frigia fueron martirizadas por los sarracenos, y las circunstancias de este suceso fueron como sigue: En el reinado de Teófilo, los sarracenos devastaron muchas zonas del imperio oriental, logrando considerables victorias sobre los cristianos, tomaron la ciudad de Armoria, y un número de personas sufrieron martirio.
Flora y María, dos Distinguidas Damas, Sufrieron Martirio al Mismo Tiempo.
Perfecto era natural de Córdoba, en España, y fue criado en la fe cristiana. Teniendo un genio vivo, se hizo maestro de toda la literatura útil y amena de aquella época; y al mismo tiempo no era tan célebre por sus capacidades como admirado por su piedad. Al final tomó órdenes sacerdotales, y ejecutó los deberes de su oficio con gran asiduidad y exactitud. Al declarar en público que Mahoma era un impostor, fue sentenciado a ser decapitado, y fue ejecutado el 850 d.C.; después de ello su cuerpo fue honrosamente enterrado por los cristianos.
Adalberto, obispo de Praga, natural de Bohemia, después de haberse visto envuelto en muchas penalidades, comenzó a dirigir sus pensamientos a la conversión de los infieles, para cuyo fin se dirigió a Dantzig, donde convirtió y bautizó a muchos; esto enfureció tanto a los sacerdotes paganos, que se lanzaron contra él y le dieron muerte con dardos; esto sucedió el 23 de abril del 997 d.C.
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Persecuciones en el Siglo Undécimo
Alfago, arzobispo de Canterbury, descendía de una familia de alcurnia en Gloucestershire, y recibió una educación correspondiente a su ilustre nacimiento. Sus padres eran dignos cristianos, y Alfago pareció heredar sus virtudes. Al quedar vacante la sede de Winchester por la muerte de Ethe1wold, Dunstan, el arzobispo de Canterbury, y primado de toda Inglaterra, consagró a Alfago para el obispado vacante, para general satisfacción de todos los pertenecientes a la diócesis. Dunstan tenía una veneración extraordinaria por Alfago, y, cuando estaba para morir, hizo una ferviente oración a Dios para que él pudiera sucederle en la sede de Canterbury; y esto asísucedió, aunque no hasta dieciocho años después de la muerte de Dunstan en 1006.
Después que Alfago hubiera regido la sede de Canterbury durante unos cuatro años, con gran crédito para síy beneficio para el pueblo, los daneses lanzaron una incursión en Inglaterra, y pusieron sitio a Canterbury. Al saberse los propósitos de ataque contra esta ciudad, muchas de las personas principales huyeron de ella, e intentaron persuadir a Alfago para que hiciera lo mismo. Pero él, como buen pastor, no quiso dar oídos a tal propuesta.
Mientras se dedicaba a ayudar y a alentar al pueblo, Canterbury fue tomada al asalto; el enemigo se precipitó dentro de la ciudad, destruyendo a todos los que encontraban, por el fuego y por la espada. Entonces tuvo la valentía de dirigirse al enemigo, y ofrecerse a ellos como más digno de su ira que el pueblo: les rogaba que perdonaran al pueblo, y que descargaran toda su furia sobre él. Entonces lo tomaron, ataron sus manos, lo insultaron y escarnecieron brutal y bárbaramente, y lo obligaron a quedarse presente hasta que quemaron su iglesia y dieron muerte a los monjes. Luego diezmaron a todos los habitantes, tanto clérigos como laicos, dejando sólo una décima parte de las personas con vida; dieron muerte asía 7236
personas, dejando sólo a cuatro monjes y 800 laicos vivos, tras lo cual encerraron al arzobispo en una mazmorra, donde le tuvieron bajo estrecha guardia durante varios meses.
Durante este encierro le propusieron ganar su libertad mediante un rescate de 3000
libras, y que persuadiera al rey que comprara la salida de ellos del reino por una suma adicional de 10.00libras. Como las circunstancias de Alfago no le permitían satisfacer una exigencia tan desorbitada, lo ataron y le aplicaron atroces tormentos, para obligarle a revelar el tesoro de la iglesia; le aseguraron que si lo hacía le darían su vida y libertad. Pero el prelado persistió piadosamente en rehusar dar a los paganos ninguna información acerca de ello. Lo volvieron a mandar a la mazmorra, lo confinaron otros seis días, y luego, llevándolo preso con ellos a Greeriwich, lo sometieron allía juicio. Siguió él inflexible con respecto al tesoro de la iglesia, exhortándoles en cambio a que abandonaran su idolatría y a que abrazaran el cristianismo. Esto enfureció de tal modo a los daneses que los soldados lo sacaron del campamento, golpeándolo implacablemente. Uno de los soldados, que había sido convertido por él, sabiendo que sus dolores se prolongarían mucho tiempo, por cuanto su muerte estaba decidida, actuó con una especie de bárbara compasión, cortándole la cabeza, y poniendo asípunto final a su martirio, el 19 de abril del 1012 d.C. Esto aconteció en el mismo lugar en 44
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que se levanta ahora la iglesia de Greenwich, dedicada a él. Después de su muerte, su cuerpo fue echado al Támesis, pero, hallado al día siguiente, fue enterrado en la catedral de San Pablo por los obispos de Londres y Lincoln; desde allíEthelmoth lo llevó, en el año 1023, a Canterbury, que era obispo de esta provincia.
Gerardo, veneciano, se dedicó al servicio de Dios desde su más tierna infancia; entró en una casa religiosa por un cierto tiempo, y luego decidió peregrinar a Tierra Santa. Pasando a Hungría, conoció a Esteban, el rey de aquel país, que le hizo obispo de Chonad.
Al ser depuestos Ouvo y Pedro, sucesores de Esteban, Andrés, hijo de Ladislao, primo hermano de Esteban, recibió la promesa de que le sería dada la corona, bajo la condición de que emplearía su autoridad para extirpar de Hungría la religión cristiana. El ambicioso príncipe aceptó la propuesta, pero al ser Gerardo informado de este impío cambalache, consideró su deber protestar contra la enormidad del crimen de Andrés, y persuadirle a retirar la promesa. Con este fin, emprendió visitar al rey, acompañado por tres prelados, llenos de celo por la religión. El nuevo rey estaba en Alba Regalis, pero cuando los cuatro obispos iban a cruzar el Danubio, fueron detenidos por una partida de soldados destacados allí. Soportaron pacientes un ataque con piedras, y luego los soldados los apalearon sin misericordia, y al final les dieron muerte a lanzadas. Sus martirios acontecieron en el año 1045.
Estanislao, obispo de Cracovia, descendía de una ilustre familia polaca. La piedad de sus padres era igual a su opulencia, y ésta la sometían a todos los propósitos de la caridad y benevolencia. Estanislao estuvo un cierto tiempo indeciso acerca de si debía abrazar la vida monástica, o si debía dedicarse a la clerecía secular. Finalmente quedó persuadido de esto último por Lambert Zula, obispo de Cracovia, que le dio órdenes sagradas, y lo hizo canónigo de su catedral Lamberto murió el 25 de noviembre del 1071, cuando todos los interesados en la elección de un sucesor se declararon por Estanislao, y éste sucedió a la prelatura.
Bolislao, el segundo rey de Polorúa, tenía de natural muchas buenas cualidades, pero dando rienda suelta a sus pasiones, cometió muchas atrocidades, y al final mereció el apelativo de, el Cruel. Sólo Estanislao tuvo la oportunidad de confrontarlo con sus faltas cuando, aprovechando una oportunidad en privado, le expresó abiertamente la enormidad de sus crímenes. El rey, sumamente exasperado ante sus repetidas libertades, decidió al final terminar con un prelado tan fiel. Enterándose un día que el obispo estaba a solas, en la capilla de San Miguel, a poca distancia de la ciudad, envió a algunos soldados para asesinarlo. Los soldados emprendieron de buena gana la sanguinaria tarea; pero, al llegar a la presencia de Estanislao, el venerable aspecto del prelado los amedrentó de tal manera que no pudieron llevar a cabo lo prometido. Al volver ellos y saber el rey que no habían obedecido sus órdenes, se lanzó violentamente sobre ellos, arrebató una daga de uno de ellos, y se dirigió furioso a la capilla, donde, hallando a Estanislao ante el altar, le hundió el arma en el corazón. El prelado murió instantáneamente; esto sucedió el 8 de mayo del 1079 d.C.
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Capítulo IV - Persecuciones Papales
HASTA ahora nuestra historia de las Persecuciones se ha limitado Principalmente al mundo pagano. Llegamos ahora a un período en el que la persecución, bajo el ropaje del cristianismo, cometió más enormidades que las que jamás infamaron los anales del paganismo. Echando a un lado las máximas y el espíritu del Evangelio, la Iglesia papal, armada con el poder de la espada, vejó a la Iglesia de Dios y la devastó durante varios siglos, el período muy apropiadamente conocido como ‘las edades oscurasª. Los reyes de la tierra dieron su poder a la ‘Bestiaª, y se sometieron a ser pisoteados por las miserables alimañas que a menudo ocuparon la silla papal, como en el caso de Enrique, emperador de Alemania. La tempestad de la persecución papal se abatió primero contra los Valdenses en Francia.
La Persecución contra los Valdenses en Francia
Habiendo el papado introducido varias innovaciones en la Iglesia, y habiendo cubierto al mundo cristiano con tinieblas y superstición, unos pocos, dándose cuenta clara de la tendencia perniciosa de tales errores, decidieron exhibir la luz del Evangelio en su verdadera pureza, y dispersar aquellas nubes que unos astutos sacerdotes habían extendido sobre él, a fin de cegar al pueblo y oscurecer su verdadero resplandor.
El principal entre estos fue Berengario, que, alrededor del año 1000, predicó denodadamente las verdades del Evangelio, según su primitiva pureza. Muchos, convencidos, asintieron a su doctrina, y fueron, por ello, llamados berenganos. Berengario fue sucedido por Pedro Bruis, que predicó en Toulouse, bajo la protección de un conde llamado Ildefonso; todos los puntos de los reformadores, con sus razones para separarse de la Iglesia de Roma, fueron publicados en un libro escrito por Bruis, bajo el título de Anticristo.
Para el año 1140 de Cristo, el número de reformados era muy grande, y la probabilidad de su crecimiento alarmó al papa, que escribió a varios príncipes para que los desterraran de sus dominios, y que emplearan a muchos eruditos para que escribieran contra sus doctrinas.
En el 1147 d.C. eran llamados Henericianos, debido a Enrique de Toulouse, considerado como su más eminente predicador, y debido a que no admitían ninguna prueba de religión más que las que se pudieran deducir de las mismas Escrituras, el partido papista les dio el nombre de apostólicos. Al final, Pedro Waldo, o Valdo, natural de Lyon, eminente por su piedad y erudición, devino un enérgico oponente del papado; y desde aquel entonces, los reformados recibieron la apelación de Valdenses.
El Papa Alejandro III, informado de estos sucesos por el obispo de Lyon, excomulgó a Waldo y a sus seguidores, y ordenó al obispo que los exterminara, si era posible, de sobre la faz de la tierra; asícomenzaron las persecuciones papales contra los Valdenses.
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Las actividades de Valdo y de los reformados suscitaron la primera aparición de los inquisidores, porque el Papa Inocente III autorizó a ciertos monjes como inquisidores, para que hicieran inquisición de y entregaran a los reformados al brazo secular. El proceso era breve, por cuanto una acusación era considerada como prueba de culpa, y nunca se concedió un juicio justo a los acusados.
El Papa, dándose cuenta de que estos crueles medios no surtían el efecto deseado, envió a varios eruditos monjes a predicar entre los Valdenses, y a tratar de convencerlos de lo erróneo de sus opiniones. Entre estos monjes había uno llamado Domingo, que se mostró muy celoso por la causa del papado. Este Domingo instituyó una orden, que fue llamada por su nombre, la orden de los frailes dominicos; y los miembros de esta orden han sido desde entonces los principales inquisidores en las varias inquisiciones del mundo. El poder de los inquisidores era ¡limitado. Procedían en contra de quien querían, sin consideración de edad, sexo o rango. Por infames que fueran los acusadores, la acusación era considerada válida-, incluso cuando recibían informaciones anónimas, enviadas por carta, las consideraban como evidencia suficiente.
Ser rico era un crimen _igual a la herejía-, por ello, muchos que tenían dinero eran acusados de herejes, o de ser protectores de herejes, para poder obligarlos a pagar por sus opiniones. Los más queridos amigos, los parientes más próximos, no podían servir sin peligro a nadie que estuviera encarcelado debido a cuestiones religiosas. Llevarles algo de paja a los encerrados, o darles un vaso de agua, caía bajo la consideración de favorecer a los herejes, y eran por ello mismo perseguidos. Ningún abogado osaba defender a su propio hermano, y la malicia de los perseguidores incluso llegaba más alláde la tumba; se exhumaban los huesos de los ya muertos, y eran quemados, como ejemplo para los vivos. Si alguien era acusado en su lecho de muerte de ser seguidor de Waldo, sus posesiones quedaban confiscadas, y el heredero quedaba privado de su herencia; y algunos fueron enviados a Tierra Santa, mientras que los dominicanos se apoderaban de sus casas y propiedades, y, cuando los dueños volvían, a menudo pretendían no conocerlos. Estas persecuciones persistieron durante varios siglos bajo diferentes Papas y otros grandes dignatarios de la Iglesia Católica.
Persecuciones contra los Albigenses
Los albigenses eran gentes de religión reformada que vivían en el país de Albi. Fueron condenados por su religión en el Concilio de Laterano, por orden del Papa Alejandro III. Sin embargo, aumentaron tan prodigiosamente que muchas ciudades estaban habitadas por personas sólo de su persuasión, y varios eminentes nobles abrazaron sus doctrinas. Entre estos se encontraba Ramón, conde de Toulouse; Ramón, conde de Foix; el conde de Beziers, etc.
El asesinato de un fraile llamado Pedro, en los dominios del conde de Toulouse, sirvió de pretexto al Papa para perseguir al noble y a sus vasallos. Para emprender esta acción, envió mensajeros por toda Europa, para levantar fuerzas para actuar militarmente contra los albigenses, prometiendo el paraíso a todos los que acudieran a esta guerra, que designó como 48
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Guerra Santa, y que portaran armas durante cuarenta días. También se ofrecieron las mismas indulgencias que se ofrecían a todos los que acudían a las cruzadas de Tierra Santa. El valiente conde defendió Toulouse y otros lugares con el valor más arrojado y con variada fortuna contra los legados del Papa y contra Simón, conde de Moriffort, un fanático noble católico.
Incapaz de someter abiertamente al conde de Toulouse, el rey de Francia, la reina madre y tres arzobispos levantaron otro formidable ejército, y consiguieron arteramente que el conde de Toulouse acudiera a una conferencia, en la que fue traicioneramente hecho prisionero, siendo obligado a aparecer descalzo y descubierto delante de sus enemigos, y obligado a firmar una abyecta retractación. Esto fue seguido de una dura persecución contra los albigenses, y de una orden expresa de que no se les podía permitir a los laicos la lectura de las Sagradas Escrituras. También en el año 1620 fue muy severa la persecución contra los albigenses. En 1648 se desató una dura persecución por Lituania y Polonia. La crueldad de los cosacos fue tal que hasta los mismos tártaros se avergonzaron de sus barbaridades. Entre otros que sufrieron estaba el Reverendo Adrian Chalinski, que fue asado a fuego lento, y cuyos sufrimientos y forma de morir exhiben los horrores que los adherentes del cristianismo han soportado de los enemigos del Redentor.
La reforma del error papista fue muy pronto proyectada en Francia; porque en el siglo decimotercero un arudito llamado Almerico, y seis de sus discípulos, fueron quemados en París por afirmar que Dios no estaba más presente en el pan sacramental que en cualquier otro pan; que era idolatría construir altares o santuarios a los santos, y que era ridículo ofrecerles incienso. Sin embargo, el martirio de Almerico y de sus discípulos no impidió que muchos se dieran cuenta de la justeza de sus conceptos, y viendo la pureza de la religión reformada, de manera que la fe en Cristo aumentaba de continuo, y no sólo se extendió por partes de Francia, sino que la luz del Evangelio se difundió por varios otros países.
En el año 1524, en una ciudad de Francia llamada Melden, uno llamado Juan Clark puso una nota en la puerta de la iglesia donde llamaba Anticristo al Papa. Por esta ofensa fue azotado una y otra vez, y luego marcado en la frente con un hierro candente. Yendo luego a Mentz, en Lorena, destruyó algunas imágenes, por lo que le cortaron la mano derecha y la nariz, y le desgarraron los brazos y el pecho con tenazas. Soportó estas crueldades con asombrosa entereza, e incluso se mantuvo suficientemente sereno como para cantar el Salmo ciento quince, que prohibe la idolatría de manera expresa; después de esto fue echado al fuego, y quemado hasta dejar sólo cenizas.
En varias partes de Francia, para este tiempo, muchas personas de convicciones reformadas fueron azotadas, puestas al potro, flageladas y quemadas en la hoguera, especialmente en París, Malda y el Limosín. Un natural de Malda fue quemado al fuego lento, por decir que la Misa era una clara negación de la muerte y pasión de Cristo. En el Limosín, un clérigo reformado llamado Juan de Cadurco fue apresado y quemado en la hoguera.
A Francisco Bribard, secretario del cardenal de Pellay, le cortaron la lengua, y después quemado, por hablar en favor de los reformados. Esto fue en 1545. Jaime Cobard, un director 49
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de escuela en la ciudad de St. Michael, fue quemado en aquel mismo año por decir: ‘La Misa es inútil y absurdaª; alrededor de este mismo tiempo catorce hombres fueron quemados en Malda, y sus mujeres obligadas a estar cerca y a contemplar la ejecución.
En el año 1546, Pedro Chapot trajo una cantidad de Biblias en francés a Francia, y las vendió públicamente. Por ello fue, llevado a juicio, sentenciado y ejecutado pocos días después. Poco tiempo después, un paralítico de Meaux, un director de una escuela en Fera, llamado Esteban Poliot, y un hombre llamado John English, fueron quemados por la fe.
El señor Blondel, un rico joyero, fue prendido en el año 1548 en Lyon, y enviado a París; allífue quemado por su fe por orden del tribunal en el 1549. Herbert, un joven de diecinueve años, fue lanzado a las llamas en Dijon; también sufrió esto Florent Venote en el mismo año.
En el año 1554, dos hombres de religión reformada, junto con el hijo y la hija de uno de ellos, fueron prendidos y encarcelados en el castillo de Niveme. Al ser interrogados, confesaron su fe, y se ordenó su ejecución; al ser untados con grasa, azufre y pólvora, ellos exclamaron:
‘Saladla, salad esta carne pecaminosa y corrompida.ª Les cortaron entonces la lengua, y fueron después lanzados a las llamas, que pronto los consumieron, debido a las sustancias combustibles con las que habían sido cubiertos.
La Matanza de San Bartolomé en París, etc.
En el día veintidós de agosto de 1572 comenzó este acto diabólico de sanguinaria brutalidad. La intención era destruir de un solo golpe la raíz del árbol protestante, que hasta entonces sólo había sufrido parcialmente en sus ramas. El rey de Francia había arteramente propuesto un matrimonio entre su hermana y el príncipe de Navarra, capitán y príncipe de los protestantes. Este imprudente matrimonio fue celebrado en París el 18 de agosto por el Cardenal de Borbón, sobre un alto catafalco construido con este propósito. Comieron con gran pompa con el obispo, y cenaron con el rey en París. Cuatro días después, el príncipe (Coligny), al salir del Consejo, fue herido por disparos en ambos brazos; entonces le dijo a Maure, el ministro de su difunta madre: ‘Oh, mi hermano, ahora veo que ciertamente Dios me ama, pues que he sido herido por Su más santa causa.ª Aunque Vidam le aconsejó que huyera, permaneció en París, y fue poco después muerto por Bemjus, que después dijo que jamás había visto a nadie afrontar la muerte con mayor valor que el almirante.
Los soldados fueron dispuestos para que al darse cierta señal se lanzaran en el acto a efectuar la matanza por diversas partes de la ciudad. Cuando hubieron dado muerte al almirante, lo echaron por una ventana a la calle, donde le cortaron la cabeza, que fue enviada al Papa. Los salvajes papistas, todavía enfurecidos contra él, le cortaron los brazos y sus miembros privados, y, después de haberlo arrastrado tres días por las calles, lo colgaron por los pies fuera de la ciudad. Después de él mataron a muchas personas grandes y honorables que eran protestantes, como el Conde de la Rochfoucault, Telinius, yerno del almirante, 50
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Antonio, Clarimontus, el marqués de Ravely, Lewes Bussius, Bandineus, Pluvialius, Burneius, etc., y, lanzándose contra el común del pueblo, continuaron durante muchos días esta matanza; durante los primeros días mataron a diez mil de todo rango y condición. Los cuerpos fueron echados a los ríos, y la sangre corría como arroyos por las calles, y el río parecía ser de sangre. Tan furiosa era aquella ira infernal que dieron muerte a todos los papistas que eran considerados como no muy adictos a su diabólica religión. Desde París, la destrucción se extendió a todos los rincones del reino.
En Orleans fueron muertos mil hombres, mujeres y niños; y seis mil en Rouen.
En Meldith doscientos fueron encarcelados, y más tarde sacados uno por uno y cruelmente asesinados.
En Lyon se dio muerte a ochocientos. Aquí, niños colgados del cuello de sus padres, y padres abrazando afectuosos a sus hijos, fueron alimento de las espadas y de las sanguinarias mentes de aquellos que se llaman a símismos la Iglesia Católica. Aquítrescientos fueron asesinados en la casa del obispo, y los impíos monjes no querían consentir que fueran enterrados. En Augustobona, al enterarse la gente de la matanza en París, cerraron las puertas para que ningún protestante pudiera escapar, y buscando diligentemente a cada miembro de la Iglesia reformada, los encarcelaron y dieron muerte de la más bárbara manera. Estas mismas crueldades tuvieron lugar en Avaricum, Troys, Toulouse, Rouen y en muchos otros lugares, yendo de ciudad en ciudad, villas y pueblos, por todo el reino.
Como corroboración de esta horrorosa carnicería, citamos la siguiente apropiada e interesante narración, escrita por un católico-romano sensible y erudito: ‘Las nupcias del joven rey de Navarra (nos dice este autor) con la hermana del rey de Francia fueron solemnizadas con gran pompa; y todas las expresiones de afecto, todas las protestas de amistad y todos los juramentos sagrados entre los hombres fueron profusamente prodigados por Catalina, la mina madre, y por el rey; durante todo esto, el resto de la corte no pensó en nada más que en festejos, teatro, y bailes de máscaras. Al final, a las doce de la medianoche, la víspera de San Bartolomé, se dio la señal. De inmediato, las casas de los protestantes fueron forzadas a una.
El almirante Coligny, alarmado por la conmoción, saltó de la cama, cuando un grupo de asesinos se precipitó en su dormitorio. Iban encabezados por un tal Besme, que había sido criado en el seno de la familia de los Guisas. Este miserable traspasó con su espada el pecho del almirante, y también le dio un corte en la cara. Besme era alemán, y siendo después tomado por los protestantes, los de La Rochela lo hubieran querido meter en la ciudad para colgarlo y despedazarlo; pero fue muerto por un tal Bretanville. Enrique, el joven duque de Guisa, que después constituyó la liga católica, y que fue asesinado en Blois, se estuvo de pie a la puerta hasta que concluyó la horrenda carnicería, y gritó: ‘¡Besme! ¿Ya está?ª Después de esto, aquellos rufianes arrojaron el cuerpo por la ventana, y Goligny espiró a los pies del de Guisa.
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ªEl conde de Teligny también cayó víctima. Se había casado, hacía unos diez meses, con la hija de Coligny. Su rostro era tan hermoso que los rufianes, cuando se adelantaron para matarlo, se sintieron llenos de compasión; pero otros, más bárbaros, se precipitaron adelante y lo asesinaron.
ªMientras tanto, todos los amigos de Coligny fueron asesinados por todo París; hombres, mujeres y niños eran asesinados de manera indistinta y todas las calles estaban llenas de cuerpos agonizantes. Algunos sacerdotes, sosteniendo el crucifijo en una mano y una daga en la otra, corrían hacia los cabecillas de los asesinos, y los exhortaban enérgicamente a no perdonar ni a parientes ni a amigos.
ªTavannes, mariscal de Francia, un soldado ignorante y supersticioso, que unía la furia de la religión a la ira de partido, se lanzó a caballo por las calles de París gritando a sus hombres: ‘¡Que corra la sangre! ¡Que corra la sangre! Sangrar es tan sano en agosto como en mayoª. En las memorias de la vida de este entusiasta, escritas por su hijo, se nos dice que el padre, en su lecho de muerte, y al hacer una confesión general de sus acciones, el sacerdote le dijo, sorprendido: ‘¡Cómo! ¿Y ninguna mención de la matanza de San Bartolomé?ª, a lo que Tavannes contestó: ‘Esto lo considero una acción meritoria, que lavarátodos mis pecadosª.
¡Qué horrendos sentimientos puede inspirar un falso espíritude la religión! ªEl palacio del rey fue uno de los principales escenarios de la matanza. El rey de Navarra tenía su alojamiento en el Louvre, y todos sus criados eran protestantes. Muchos de estos fueron muertos en la cama junto con sus mujeres; otros, huyendo desnudos, fueron perseguidos por los soldados por las varias estancias de palacio, incluso hasta la antecámara del rey. La joven esposa de Enrique de Navarra, despertada por la terrible conmoción, temiendo por su marido y por su propia vida, arrebatada de horror, y medio muerta, saltó de su cama para echarse a los pies de su hermano el rey. Pero apenas si había abierto la puerta de su cámara cuando algunos de sus criados protestantes se precipitaron dentro buscando refugio. Los soldados siguieron de inmediato, persiguiéndolos delante de la princesa y matando a uno que se lanzó debajo de su cama. Otros dos, heridos con alabardas, cayeron a los pies de la reina, que quedó cubierta de sangre.
ªEl conde de la Rochefoucault, un joven noble, en gran favor del rey por su aire atractivo, su cortesía y una cierta dicha peculiar en el giro de su conversación, había pasado la velada hasta las once con el monarca, en una placentera familiaridad, y había estado dando rienda suelta, con el mayor humor, a las salidas de su imaginación. El monarca sintió un cierto remordimiento, y tocado por una especie de compasión, le invitó, dos o tres veces, a que no fuera a casa, sino que se quedara en el Louvre. El conde le dijo que debía volver con su mujer, y entonces el rey ya no le apremió más, sino que se dijo: ‘ ¡Que vaya! Veo que Dios ha decretado su muerte! ª Dos horas después era asesinado.
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ªMuy pocos de los protestantes escaparon de la furia de sus fanáticos perseguidores.
Entre ellos estaba el joven La Force (después el famoso maríscal de La Force), un niño de unos diez años de edad, cuya liberación fue sumamente notable. Su padre, su hermano mayor y él mismo fueron apresados por los soldados del Duque de Anjou. Estos asesinos se lanzaron sobre los tres, golpeándolos a capricho, con lo que cayeron uno sobre otro. El más pequeño no recibió un solo golpe, sino que, aparentando que estaba muerto, escapó al siguiente día; su vida, preservada de esta manera maravillosa, duró ochenta y cinco años.
ªMuchas de las pobres víctimas huyeron hacia la ribera, y algunos nadaron para pasar el Sena y dirigirse a los suburbios de St. Germaine. El rey los vio desde su ventana, que dominaba el río, y se dedicó a disparar contra ellos con una carabina que le cargaba para esto uno de sus pajes. Mientras tanto la reina madre, imperturbable y serena en medio de la matanza, mirando desde un balcón animaba a los asesinos y se reía ante los gemidos de los agonizantes. Esta bárbara reina estaba animada de una agitada ambición, y perpetuamente cambiaba de partido a fin de saciarla.
ªPoco tiempo después de estos horrendos sucesos, la corte francesa trató de paliarlos mediante formas legales. Pretendieron justificar la matanza mediante una calumnia, acusando al almirante de conspiración, lo que nadie creyó. El parlamento recibió órdenes de actuar contra la memoria de Coligny, y su cadáver fue colgado con cadenas en unas horcas de Montfaucon. El mismo rey fue a contemplar aquel insólito espectáculo. Entonces uno de sus cortesanos fue a aconsejarle que se retirara, haciéndole notar la hedor del cadáver, a lo que el rey replicó: ‘Un enemigo muerto huele bienª. Las masacres del día de San Bartolomé están pintadas en el salon real del Vaticano en Roma, con la siguiente inscripción: Potifex, Coligny necem probat, esto es: ‘El Papa aprueba la muerte de Colignyª.
ªEl joven rey de Navarra fue eximido por cuestión política y no por piedad de la reina madre, manteniéndolo prisionero hasta la muerte del rey, a fin de que fuera seguridad y prenda de la sumisión de aquellos protestantes que pudieron huir. ªEsta horrorosa carnicería no se limitó meramente a la ciudad de París. Ordenes semejantes fueron enviadas desde la corte a los gobernadores de todas las provincias en Francia, de manera que al cabo de una semana unos cien mil protestantes fueron despedazados en diferentes partes del reino! Sólo dos o tres gobernadores rehusaron obedecer las órdenes del rey. Uno de estos, llamado Montmorrin, gobernador de Auvernia, escribió al rey la siguiente carta, que merece ser transmitida a la más lejana posteridad:
ªSEÑOR: He recibido una orden, con el sello de vuestra majestad, de dar muerte a todos los protestantes en mi provincia. Tengo demasiado respeto pam vuestra majestad para no creer que la carta sea un fraude; pero si la orden (Dios no lo quiera) fuera genuina, tengo demasiado respeto por vuestra majestad para obedecería.ª
En Roma hubo un horrendo gozo, tan grande que señalaron un día de festejos, y un jubileo, ¡con una gran indulgencia para todos los que lo guardaran y mostraran toda expresión 53
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de júbilo que pudieran imaginar! Y el hombre que dio la primera noticia recibió 1000 coronas del cardenal de Lorena por su impío mensaje. El rey también ordenó que el día fuera conmemorado con toda demostración de gozo, habiendo llegado a la conclusión de que toda la raza de los Hugonotes estaba extinta.