Viajeros del Tiempo by Daniel Lapazano - HTML preview

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“A menudo acudía a mí en mis sueños, sobre todo cuando yo estaba preocupada o alterada por algo.

Descubrí que podía pedirle consejos y que ella me respondía. Una noche soñé con una habitación llena del almohadones y me di cuenta que mi padre estaba por morir. Apareció mi madre y me consoló, prometiéndole que le ayudaría en esa experiencia de muerte. Poco después me llamaron desde Virginia; mi padre estaba en el hospital, con una hemorragia y a punto de serle colocado un by pass. Supuse que sería inútil pero no me opuse. Murió cuatro días después y mi madre se apareció en mi sueño para anunciarme que todo había terminado. Me desperté y eran las 7.00. Desde el hospital me llamaron poco después para informarme que había muerto a las 7.10. En otro sueño, mi madre me anunció que también podría hacer contacto con él, luego de que se adaptara a su nueva existencia. Así fue, seis meses después.”

Mucha gente afirma que, inmediatamente después

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de la muerte de un ser querido, el fallecido se comunica con la persona en el primer o segundo sueño que tiene.

Hay testimonios en mi propia familia. Podríamos decir que este tipo de experiencias son todo un clásico en las historias sobre contactos con el “otro mundo”. Cuando estamos despiertos realizando nuestro trabajo o haciendo nuestros quehaceres domésticos las ondas cerebrales llagan a elevarse hasta los 15 hercios, pero cuando estamos dormidos bajan por debajo de los 4… Lo más bajo que pueden llegar estas ondas en el sueño es 0.5 hercios (sueño muy profundo) Allí usted podría estar teniendo un sueño altamente realista o maravilloso. Piense usted que un muerto tiene una vibración cerebral de 0 hercio… o sea que de 0.5 a 0 hercio no hay de diferencia más que un

“pelillo” ¿no? Así que ¿en dónde está lo absurdo de que un desencarnado nos visite cuando estamos dormidos? Yo diría con humor que es el momento “ideal”. La pregunta sugestiva que me hago es “cuando estoy soñando y veo gente desconocida en mis sueños ¿Hasta qué punto debo estar seguro de que todas esas personas que allí aparecen son creaciones de mi imaginación y no se cuelan, de vez en cuando, espíritus de otras dimensiones, fantasmas o sujetos pertenecientes a otros mundos, o entidades que simplemente quieren contactar con nosotros? La Psicología nos habla de los sueños y del subconsiente,

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pero no tiene una explicación totalmente convincente de todos los fenómenos que ocurren cuando estamos dormidos. Sin dudas hay preguntas que la Psicología todavía no puede responder.

El doctor Karlis Osis en 1983 presentó en la Universidd Fairleigh Dickinson el siguiente caso. Un hombre de negocios de mediana edad llamado Leslie falleció en 1982 al estrellarse en su avión privado mientras lo piloteaba. Su hijo Rusty había muerto 18 meses antes.

Cuando murió el señor Leslie, su familia fue informada al día siguiente menos su madre, de nombre Marge, que por su estado de salud no habría soportado la conmoción.

Marge era una mujer materialista y descreía de lo psíquico, por lo que una allegada a la familia decidió rezar para que Leslie se apareciera frente a su madre llevando de la mano a su nieto fallecido. La mujer de la plegaria sólo confió sus rezos a su marido. Diez horas después Marge despertó y vio junto a su cama a las dos apariciones invocadas. Lo que le contó al doctor Osis fue lo siguiente.

“Allí estaba Leslie, con el chico, y le sostenía la mano. Yo estaba completamente despierta y los vi al pie de la cama. Se miraban y parecían contentos de haberse encontrado, de estar juntos y de hacérmelo saber. Los dos se veían de contextura sólida y había como una nube gris a su alrededor. La habitación estaba a oscuras pero la

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luz eléctrica llegaba de afuera a través de las persianas, aunque no necesitaba de eso para verlos, porque hay mucho tránsito en mi zona y constantes luz de ráfagas de camionetas y buses. Pero ni un solo ruido se oyó, todo estaba excluido, como si el mundo se hubiera detenido.

Los sentí como si estuviesen respirándome, respirando mi vida dentro de mí. Ese es el sentimiento más duradero y no lo olvidaré jamás. Estaban simplemente allí, para ofrecerme tranquilidad y realmente me ayudaron.

Intenté retenerlos pero se volvieron más pequeños y desaparecieron. Aún no me he repuesto del dolor pero sólo aquella visita me permitió sobrellevar momentos muy duros sin recurrir al suicidio.”

Todos estos testimonios (incluyendo el relatado por mi compañera de curso) nos hablan del frágil velo que separa nuestra vida de la otra. De cómo a veces ese oscuro velo se rompe para dejar pasar a aquellos que cruzaron la frontera y puedan, de esa forma, darnos el último adiós.

Es un regocijo (espero que para usted también lo sea) saber que las personas que quisimos en vida sigan vivas en algún lugar y sigan pensando todavía en nosotros.

Que estén aguardándonos a que crucemos la frontera para poder seguir caminando junto a ellos en el eterno sendero de la Vida. Tenga fe. No se deje arrastrar por esa idea negativa de que después de esta Vida no hay “nada”. Hay algo. Ellos lo saben. Usted también debe saberlo. Si algún

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día pierde a un ser querido y éste se le aparece en sueños o lo llama después por teléfono, no se alarme ni piense que está loco. Haga, en cambio, el esfuerzo de hablar con él como si fuera un día cualquiera. Dígale que está contento de recibir su llamado y no se emocione ni llore. Pues él lo ha llamado simplemente para decirle que “todo está bien”.

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Historias Asombrosas

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La Vida está llena de milagros. Llena de cosas increíbles. Y este capítulo – que parece apartarse un poco del tema central que son las ECM – es sólo una pequeña ventana que lo invita a conocer a algunos de esos “inexplicables” asombros. Mientras escribo en mi ordenador estas líneas, no paro de deleitarme en escuchar la esotérica y onírica música de Freud (grupo irlandoalemán de música New Age). Una música que nos habla de aquellas cosas que están corriendo el velo… La música de Freud tiene mucho que ver con lo que hay en este libro. Sus canciones me acompañaron muchas veces y me han servido de inspiración para transitar este recorrido a través del tiempo. “Tú sabes que he estado aquí antes.

Tú sabes que regresarás de nuevo. Nosotros viajamos en el tiempo con nuestra mente. Viajamos en el tiempo con nuestros corazones. Fantasía. Realidad. Eternidad.

Unidad. Destino.” dice una de sus mejores canciones, como para dejarnos bien en claro que en esta existencia que nos ha tocado vivir no somos más que eso, pasajeros del tiempo que nos movemos eternamente a diferentes

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regiones del Universo. Y las personas que nos acompañan diariamente, si nos hacen el bien, buenos compañeros de ruta y si nos hacen daño, pinches tiranos, como decía Carlos Castaneda.

Hablando de milagros o de casos increíbles, en uno de los periódicos más importantes de mi país leí un día que un colectivo lleno de gente descarriló en la ruta y cayó rodando por un barranco. El vehículo rodó por el terreno pedregoso cuesta abajo como si fuera una lata de cerveza y acabó su recorrido ladera abajo repleto de abolladuras.

Como era de esperar, el fatal incidente se llevó la vida de varios pasajeros. Había gritos, llantos, lamentos y pedidos de socorros. También había (aunque eso el diario no lo dijo) fantasmas observando atónitos sus propios cuerpos con la certeza de que no podrían ya reencarnar en ellos… Cuando llegó la policía y el carro de bomberos, había muchos heridos que pudieron ser rescatados de entremedio de las chapas y hierros doblados. Entre una de las tantas personas rescatadas había una que fue hallada metida dentro de hierros retorcidos y que no tenía, según los rescatistas, ningún rasguño para su fortuna… Lo sorprendente de esto es que la persona salvada no era un adulto sino una beba de meses… Si el lector tiene una explicación “científica” o lógica sobre éste hecho le

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ruego que me la envíe por mail porque yo todavía no la he encontrado. Para la policía y testigos que estaban allí, el hecho de que la bebita estuviera a salvo y sin heridas era un verdadero “milagro”. Los científicos, cuando alguien les comenta algunos de estos acontecimientos asombrosos, jadean la cabeza de lado a lado de manera anodina y luego, tras ese breve gesto, dirigen su cabeza nuevamente al microscopio retomando su contacto con el mundo “real” que los deja, desde luego, mucho más tranquilos y relajados. Los comprendo. Cuando se vive en la seguridad de la Ciencia, es mejor no romperse la cabeza con ciertas cosas… Supongo que la Ciencia les hace la vida más fácil (aunque tal vez también más aburrida) Uno de los fenómenos que más reconoce la parapsicología es la influencia que tiene la mente sobre la materia. Y esta influencia suelen ocurrir más a menudo cuando el sujeto está cerca de la Muerte. Los materialistas (muchos de ellos partidarios de la Ciencia) miran de “reojo” a los fenómenos parapsicológicos. Pero lo cierto es que por más que miremos a un costado, estos extraños fenómenos existen. Pues a mi propia madre le ocurrió uno de este tipo de fenómenos que, si se hubiera publicado en algún diario, sería la envidia de una mente brillante como la de Edgar Allan Poe si éste estuviera

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vivo (y que lo dejaré para el final del capítulo pues es una de las mejores historias asombrosas que encontré). Este que sigue a continuación, en cambio, es el breve relato de una enfermera que permaneció en el lecho de muerte de un hombre de 40 años y que fue testigo de un suceso inexplicable.

“Como no se encontraba sedado estaba plenamente consciente; tenía una fiebre baja. Era una persona bastante religiosa, que creía en la vida después de la muerte.

Esperaba que muriera, y probablemente él también, pues nos pedía que rezáramos por él. En la habitación donde estaba acostado había una escalera que subía al segundo piso. De pronto exclamó: “¡Mirad! Los ángeles bajan por las escaleras. El vaso se ha caído y está roto”. Todos los que estaban en la habitación miramos hacia la escalera, en donde en una de los escalones había un vaso. Al mirar, vimos que el vaso se rompía en mil pedazos sin causa aparente. No se cayó; simplemente explotó. Desde luego no vimos los ángeles. En el rostro del hombre apareció una expresión feliz y pacífica, y al momento siguiente murió. Incluso después de su muerte permaneció en su cara la expresión serena y pacífica.”

A un niño llamado Cory le habían diagnosticado leucemia cuando tenía tres años de edad. Al los siete años se acercaba el final de su vida. Los médicos estaban preocupados porque Cory quería detener su tratamiento médico. El niño, poseedor de una sabiduría no propia

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de su edad, quería que la Naturaleza siguiera su curso.

Los padres habían decidido llevárselo a una cabaña en el bosque para que pudiera cumplirse su deseo. El doctor Morse fue a visitar a Cory a su casa, con el objeto de convencerlos de que retomen la quimioterapia, pero, para su sorpresa, Cory y su familia estaban bien anímicamente y felices de abandonar el tratamiento (la quimioterapia es un tratamiento en donde al paciente se le suministran unos venenos especializados que tienen por objeto matar a las células cancerígenas. El tratamiento es muy duro para el paciente; suele producir infecciones graves, sensaciones de náusea y pérdida del cabello). El último día de quimioterapia, Cory le dijo a su madre, después de llegar a casa luego de viajar en el auto de sus padres: “No te preocupes por mi leucemia. He estado en el castillo de cristal y he hablado con Dios” Cory le contó a su madre que después de haberse quedado dormido en el coche había subido al Cielo por un haz de luz, cruzó el foso por un puente de arcoíris y visitó el castillo de cristal, un lugar al que llamó La tierra del Verano (Summerland).

Le dijo que Dios estaba allí, que era un lugar divertido y que Dios le dijo que “no iba a morir todavía, que moriría más tarde” Desde entonces Cory empezó a tener muchas visiones. En una ocasión le había dicho a su madre que había encontrado un antiguo novio de ella, de la época

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del colegio universitario, que había quedado lisiado en un accidente de coche. La madre confesó que nunca le había hablado a Cory de ese hombre. Cory le contó que cuando visitó el castillo de cristal ese hombre se le acercó y le dijo que había sido el antiguo novio de su madre. Le habló a Cory del accidente y de que había pasado muchos años de infelicidad por ser incapaz de caminar. “No te preocupes, mamá. Me pidió que te dijera que ahora puede caminar, está en el castillo de cristal” Le dijo Cory a su madre.

La mujer había quedado tan intrigada por las palabras de su hijo, que decidió poner a prueba esa afirmación. Unas llamadas telefónicas a unos amigos le confirmaron a su madre que su antiguo novio había muerto el mismo día de la visión de Cory. Cory le habló a su madre que uno de sus mejores amigos se había unido con él en el castillo de cristal. La madre de Cory pensó que era un error, pues una semana antes lo había visto. Cuando al día siguiente regresaron al hospital para someter a Cory a una nueva sesión de quimioterapia, se enteraron que el amigo de Cory había muerto inesperadamente aquella noche. Cory tenía nueve amigos que habían iniciado el tratamiento de cáncer al mismo tiempo de él. La mayoría de ellos murió y él los vio durante sus visiones en el castillo de cristal. Una noche Dios se le apareció y le dijo a Cory cuando moriría.

Según el doctor Morse, la fecha resultó ser correcta pocos

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días después. Durante sus poderosas visiones, a Cory le dijeron que debía olvidarse de la quimioterapia. Que ya no iba a significar ninguna diferencia del tiempo de vida según los visitantes espirituales. Tampoco significaría una diferencia en su calidad de vida y que la facha de su muerte ya había sido fijada y nada la cambiaría. Le comunicó a sus padres lo que había aprendido, y juntos decidieron cortar el tratamiento. El doctor Morse comentó que al principio se negaba a aceptar que la familia interrumpiera el tratamiento, aunque no podía hacer nada para evitarlo, pero luego descubrió que esa decisión había sido la mejor. Comprobó que el niño había vivido mucho más tiempo de lo que lo hubiera vivido si hubiera seguido con la quimioterapia. Después de haber sufrido cuatro recaídas, superó claramente las estadísticas... Según sus palabras “como médico, desearía haber continuado el tratamiento. Como ser humano, aplaudo su valor”. Cory finalmente murió en la semana que le había dicho Dios.

La historia de Cher, que ahora es una mujer adulta, también es muy bella pues parece salida de un cuento céltico de hadas. En ese entonces Cher tenía ocho años de edad cuando estuvo a punto de ahogarse en el Puget Sound de Seattle, cuando cayó por la borda del bote de pesca de su padre. Era un día nublado y después de

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resbalar, se hundió seis metros hasta el fondo arenoso. El padre dio la vuelta al bote y un amigo de la familia saltó a las aguas turbias para recatarla. Se sumergió tres veces hasta el fondo, luchando fuertemente contra el agua sin poder ver absolutamente nada. Las aguas estaban turbias y el cielo completamente nublado, con poca visibilidad. En la cuarta zambullida, el amigo le pareció ver su cuerpo en el fondo. El hombre lo describió como “iluminado desde dentro” por una suave y brillante luz. El hombre le contó al doctor Morse (quien incluyó el relato en su libro sobre ECM) que tuvo “una sensación de temor y reverencia” .

Sacó el cuerpo sin vida de la niña y la llevaron a toda prisa al hospital. A pesar de haber estado bajo el agua durante veinte minutos, milagrosamente sobrevivió.

Unos días más tarde, el padre de la niña y su heroico amigo regresaron a ese lugar con escafandras submarinas. El que había salvado a Cher le había hablado a todo el mundo de “la Luz”. Para sacarse la duda sobre el inexplicable fenómeno, quiso comprobar cuánta luz natural llegaba realmente al fondo del lago en un día soleado (cuando ocurrió el accidente estaba nublado, es decir que había menos luz). Los dos hombres se sumergieron y ambos dijeron que sólo podían ver “a escasos metros de sus ojos”. ¿Qué fue esa maravillosa luz entonces..?

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En 1986, David Young y su familia acudieron con un arsenal de armas y una bomba a una escuela elemental de Cokeville, Wyoming. En Norteamérica, la gente puede comprar en cualquier supermercado armas y balas como aquí compramos leche y fideos... Con esos elementos ingresaron a una escuela, sometieron a las autoridades del instituto y encerraron en un lugar del edificio a 156 niños.

Tras mantener a las criaturas como rehenes, amenazando a las autoridades con matarlos a todos, Young detonó la bomba provocando gran destrucción en la escuela. Todo el mundo imaginó lo peor. Las maestras lloraban y la que no lloraba no podía salir del estupor. Sin embargo, superando cualquier predicción, ocurrió por fortuna lo inesperado. Y

fue que ningún niño resultó dañado. ¿Cómo se produjo semejante milagro? Cuando se les preguntó a los niños qué había pasado, muchos de ellos dijeron que habían visto seres de luz que los llevaron a un lugar seguro antes de producirse la explosión. Otros dijeron haber escuchado la voz de un adulto que les dijo dónde podían evitar la explosión de la bomba. Una niña describió la explosión con detalle:

“Ellos (los seres de Luz) estaban de pié allí, encima de nosotros. Había una madre, un padre y una señora que sostenía un bebé y a una niñita de largos cabellos.

Formaban una familia. La mujer nos dijo que iba a estallar

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pronto y que escucháramos a nuestro hermano. Dijo que estaba segura de que haríamos lo que él nos dijera. Iban vestidos de blanco, brillantes como bombitas de luz, pero más brillante por la zona de la cara. Esa mujer hizo que me sintiera bien. Sabía que ella me amaba”

El hermano de esta niña manifestó:

“No vi nada. Sólo oí una voz que me dijo que buscara a mis hermanitas y las sacara por la ventana, quedándome allí con ellas. Estaban jugando con sus amigos y no querían moverse. Las llevé junto a una ventana y les ayudé a pasar”.

Otro niño de seis años, testificó:

“Una señora me dijo que una bomba iba a explotar pronto.

Dijo que saliéramos por la ventana muy de prisa”.

Este caso y otros de este tipo fueron encontrados por el doctor Morse, quien es un especialista en ECM

de los niños. Pero si recorremos el mundo debe haber muchos casos como ellos. ¿Habrá sido la beba que apareció a salvo entre los hierros retorcidos del colectivo rescatada por algún ángel de luz? Es una posibilidad que no podemos descartar, pues las posibilidades de que no se haya matado de un golpe son menos que mínimas... Pero la beba no fue la única salvada por una “mano misteriosa”.

Un niño llamado Gonzalo también fue rescatado por una entidad desconocida... Gonzalo Fernández, de la ciudad

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de Tandil, Argentina, cayó desde un 5to. piso cuando tenía tan sólo tres años de edad. Cualquiera pensaría que la pobre criatura se hizo “papillas” contra la vereda…

Ningún adulto se animaría a arrojarse desde un 5to. piso pensando que no le va a pasar “nada” ¿verdad? Por más que cayéramos de pié, sufriríamos fracturas inevitables en nuestras piernas y en otras partes del cuerpo. El sólo pensar que caemos en picada desde esa altura nos causa un inevitable “terror”. Pero Gonzalito parece que tuvo un

“Dios aparte” pues no se hizo ni un moretón. Los padres (al igual que usted) no podían creer que su hijo no se hizo absolutamente nada y lo internaron de inmediato en un hospital. Pero los médicos, después de realizarle todos los estudios, concluyeron que la criatura “no tenía ningún tipo de lesión”. Cuando sus padres le preguntaron a Gonzalo qué había ocurrido en su caída, el niño – mientras jugaba con un cochecito en el suelo – contestó:

“Cuando yo caí vino la señora que me agarró y me puso despacito en el suelo.”

– Qué “señora”, le preguntó su padre.

“La señora con un vestido largo hasta los pies y celeste como mi chupete”.

Si es cierto que los niños no mienten en circunstancias como éstas, la teoría del “ángel salvador”

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no parece ser muy alocada... Según la doctora Ross, cuya experiencia en el área de la Tanatología es universalmente reconocida, afirma que los seres humanos, cuando nacemos, venimos acompañados de espíritus guías.

La religión cristiana los llama “ángeles de la guarda”

y su existencia los toma muy en serio. Estos espíritu guías suelen ser vistos por algunos niños y les llaman

“compañeros de juegos”. Cuenta en uno de sus libros la historia de una anciana que estaba a punto de morir. Ella le dijo en su lecho de muerte “ahí está de nuevo” . La doctora Ross sabía perfectamente a qué se refería... y entonces le pidió que la hiciera participar de lo que acababa de ver.

Entonces la anciana le dijo: “¿Sabe usted? Cuando yo era pequeña, él siempre estaba conmigo. Pero lo había olvidado completamente” . El escritor argentino Víctor Sueiro (ya fallecido) relata en su libro “El Angel de los chicos” muchas historias de niños que afirman ver y hasta hablar con su “ángel”. Pero hay más historias asombrosas para disfrutar. Una mujer llamada Sheila se contactó con el doctor Morse para contarle una ECM a la edad de 12

años.

“En los años sesenta vivía en la zona de Cedar River, en el estado de Washington. Junto con varios amigos saltábamos desde la orilla arcillosa del río a una zona en la que se podía nadar a salvo. Conocíamos las áreas

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peligrosas del río y normalmente la evitábamos. Pero ese día fui descuidada, y en lugar de esperar mi turno y saltar al área segura, decidí saltar en un punto particularmente peligroso, un agujero de seis metros en el que se producía una turbulencia succionante... Fui arrastrada hacia abajo y luego subí. Pude ver a los demás asustados, tratando de llegar a mí desde la orilla con ramas, pero la fuerza del agua era demasiado grande y nadie se acercaba lo bastante para sujetarme. Cuando subí a la superficie por tercera vez, recordé el viejo refrán de que una persona que se ahoga sube a coger aire tres veces. Estaba muy cansada y sentía que tiraban de mí otra vez hacia abajo.

Esta vez me pareció que me quedaba quieta en el fondo.

A escasos metro de mí apareció una luz rectangular que era brillante y al mismo tiempo muy suave. En aquel momento no me importaba nada en el mundo. Fue un momento de paz eufórica. Recuerdo que intenté llegar a la luz. Pero antes de que tuviera la posibilidad de tocarla, fui transportada a la orilla. Sé que no llegué a la orilla nadando. La Luz me recogió y me dejó allí.”

Sheila, desde ese extraordinario día, ha sentido como misión descubrir el propósito del hombre aquí en la Tierra. Dice que “Trato de seguir adelante con mi vida mundana y no ser excesivamente seria, pero no puedo separarme del sentido de responsabilidad y de propósito superior” “La mayoría de la gente – dice

– no se da cuenta de lo preciosa que es la Vida” “La Luz me convenció que en la Vida hay más cosas de las que

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experimenta la mayoría de la gente”

Esta historia pertenece a un profesional conocido del doctor Morse. Cuenta que una familia estaba cuidando a una abuela de 80 años. Su estado era agonizante pues sufría de una grave enfermedad. Los padres procuraban que su hija de 9 años no pasara demasiado tiempo con su abuela, pues consideraban que el estado de deterioro de la octogenaria no era bueno para que la niña lo presenciara. Un día, la niña se sintió atraída hacia la habitación de la abuela. Estuvo dentro unos minutos y luego salió con una mueca de asombro en su rostro. Se dirigió a su madre y le dijo: “Mamá, hay dos abuelas.

He visto dos abuelas en la habitación. Primero hablé con abuelita y después una señora de luz llamada Beth entró y habló conmigo y con la abuela. Después se han ido juntas” La madre y la hija entraron en la habitación y descubrieron que la abuela había muerto. La madre se sintió totalmente convencida de la autenticidad del relato de su hija por la manera convincente con que la niña había hablado y además por que Beth era el nombre de su bisabuela, y su hija no había podido oír hablar de ella.

El doctor Moody relata en uno de sus libros un relato sorprendente. Resulta que en Long Island, New

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York, una mujer de 70 años sufrió un ataque cardíaco y tuvo que ser rápidamente reanimada (es decir que estuvo muerta). Cuando resucitó, pudo describir con todo detalle lo que ocurrió a su alrededor y los instrumentos que habían sido utilizados para revivirla. Incluso describió sus colores. Los médicos, por supuesto, no entendían nada.

¿La razón? La mujer había quedado ciega desde los 18

años... En aquella época (antes de enceguecer) no existían los instrumentos médicos con que fue atendida en ese momento ¿Cómo pudo la anciana describir instrumentos que estaban fuera de la esfera de su conocimiento? El problema para los médicos, como puede verse, era doble pues además de estar inconsciente en el momento de la reanimación ¡era ciega desde medio siglo!

El célebre psicoanalista C. G. Jung también tuvo una visión sobrenatural. En su libro “Recuerdos, sueños y pensamientos” relata que una noche, estando despierto, estaba pensando en la muerte repentina de un amigo cuyo funeral se había celebrado la noche anterior. Cuenta que, de repente, sintió la presencia de su amigo en la habitación, pidiéndole que fuera con él. En vez de negarse, suponiendo que la presencia de su amigo era el producto de su mente subconsciente (Jung fue, junto con Freud, uno de los más grandes psicoanalistas) optó sabiamente

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por dudar del psicoanálisis y seguir, en su imaginación, a la supuesta presencia. La presencia lo sacó de la casa, lo llevó al jardín, luego a la carretera y finalmente lo trasladó a la casa de su amigo. Jung entró en ella y la presencia lo llevó hasta su estudio. Se subió al taburete y le mostró el segundo de cinco libros con el lomo rojo que se encontraba en el segundo estante de arriba. Jung no estaba familiarizado con su biblioteca y no sabía qué libros poseía. Desde abajo le resultaba imposible leer los títulos de los libros que su amigo muerto le señaló en la segunda repisa de arriba. Relata que:

“Esa experiencia me produjo tanta curiosidad que a la mañana siguiente fue a ver a su viuda y le pedí que me dejara buscar algo en la biblioteca de su amigo.

Evidentemente, bajo la librería estaba el taburete que había visto por la noche, e incluso antes de acercarme pude ver los cinco libros con la encuadernación roja.

Me subí al taburete para poder leer los títulos. Eran traducciones de novelas de Emilio Zola. El título del segundo volumen era “El legado de los muertos”. El contenido no me pareció interesante, sólo el título resultaba extremadamente significativo en conexión con esta experiencia”.

Hay que ser un grande (y Jung lo era) para, por un momento, dejar de lado “tu Ciencia” y seguir la voz del sabio interior... Pero tenemos más. Un veterano de

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Vietnam le relató su extraña historia a Michael Sabom (otro de los más importantes tanatólogos). Este hombre trabajaba en el hospital de Atlanta y tuvo una ECM

cuando fue un soldado en la guerra de Vietnam. Estaba gravemente herido y tuvo una experiencia fuera del cuerpo mientras estaba en combate. Observó como el Vietcong se aceraba al campo de batalla y le robaba todo lo que tenía: el reloj, el fusil y hasta los zapatos. Observó todo desde arriba y luego vio cómo los americanos vinieron después y se llevaron el cuerpo. Pensaron que estaba muerto y lo metieron en una caja negra y lo montaron en un camión para llevarlo a la funeraria, donde iban a embalsamarlo. Pues bien, cuando el embalsamador le practicó la incisión en la vena femoral izquierda para inyectarle el líquido embalsamador, observó que manaba mucha sangre. Los médicos acudieron y declararon que estaba vivo. Trasladaron su cuerpo al quirófano, donde le amputaron un brazo. Todo eso lo presenció él en estado puramente espiritual, es decir que en todo ese largo trayecto de estar tirado en el campo de batalla hasta su rescate y posterior traslado a la funeraria fue un fantasma.

Cuando Sabom le pidió – como prueba – que le mostrara la herida en la ingle izquierda, el ex soldado le mostró su pequeña cicatriz de una pulgada de largo.

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Robert Sullivan es un empresario vinculado al negocio del plástico y especialista, además, de las ECM

de combate. Se empezó a interesar en las ECM después de asistir a una conferencia del doctor Kenneth Ring.

Sirvió al ejército en los años sesenta y había estudiado psicología en la Universidad aunque tenía un concepto muy reducido de la misma “para mi, cualquier cosa no era más que impulsos químicos y eléctricos” dijo. Además de trabajar en el negocio familiar hacía de psicólogo para casos críticos en un hospital local y trataba a personas que querían suicidarse. “Haber hecho de psicólogo durante todo ese tiempo me ayudó a tratar con personas que habían tenido ECM… A lo largo de mi investigación he dado con algunos casos realmente sorprendentes. Y para obtener lo datos que me interesaban, tenía que comprobarlos en la realidad” Estuvo tres años investigando las ECM

y entrevistó a casi 40 excombatientes que tuvieron una ECM. Algunas de esas experiencias son las siguientes:

“Una de las ECM le ocurrió a un compañero al que llamaremos Tom. En Vietnam pisó una mina que le hizo volar literalmente la pierna. Tuvo una experiencia completa; abandonó su cuerpo, se precipitó por el túnel, vio un ser de Luz y tuvo una revisión de su vida pasada.

Luego, volvió allí, al campo de batalla, con el aire lleno de polvo y su pierna chorreando sangre. De todos modos, cuando lo médicos llegaron hasta él, se quedaron

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impresionados. Allí estaba él, sin una pierna, y lo único que quería, mientras le hacían el torniquete, era hablar de cómo se había deslizado por el túnel.

“Estas personas que habían tenido una ECM

eran impresionantes. Pero, a diferencia de las ECM

“ciudadanas”, algunos tenían experiencias insólitas relacionadas con el combate. “Por ejemplo – continúa diciendo Sullivan – dos individuos me contaron que podían ver cómo las balas llegaban a ellos, con el tiempo suficiente para quitarse. Dijeron que las balas le parecían

“pelotas de béisbol” y que eran tan visibles que podían evitarlas igual que un jugador de béisbol esquiva un pelotazo. Un veterano de la 2da. Guerra Mundial declaró que había experimentado una visión de 360° mientras huía de un nido de ametralladoras alemán. No solamente podía ver delante de sí mientras corría, sino que podía ver cómo los artilleros intentaban apuntarle desde atrás.

Otro veterano declaró que podía predecir con un 100%

de exactitud a quién iban a matar o a herir antes de un conflicto. Cuando corrió la voz de que él tenía esa habilidad, los soldados hacían cola ante su litera todas las mañanas para saber a quiénes “les iba a tocar” ese día”.

Al igual que muchas personas que han pasado por una ECM, éstas no pidieron sus “poderes”. Simplemente les fueron dados, como a Brinkley, cuando les tocó atravesar experiencias de vida muy particulares.

Para cerrar este capítulo (y cumplir con el lector)

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pasaré a relatar la extraordinaria experiencia por la que atravesó mi madre, donde tuvo – según su testimonio

– un contacto con un fantasma que habitaba en un departamento de un edificio ubicado en la ciudad autónoma de Buenos Aires, Argentina. Resulta que una amiga de ella (arquitecta) estaba haciendo remodelaciones en el interior del mismo. Había contratado albañiles para hacer el trabajo. Pero resulta que sus empleados le comunicaron a la mujer que allí ocurrían “cosas extrañas”. Por ejemplo algunos le decían que se les extraviaban misteriosamente las herramientas. Otros, que les costaba abrir la puerta para ingresar al departamento. Hubo un caso en donde uno de los trabajadores sufrió un accidente, según él, por causas ajenas a su responsabilidad... Y parece ser que ese

“percance” no fue el único que les ocurrió a los albañiles que trabajaban allí. En una de las refacciones que había que hacer, estaba la de derribar una pared interior de un espesor de 30 cm. Pero por más que los albañiles golpearan con sus masas o picos la pared, ésta estaba tan “dura”

que se resistía a romperse... La arquitecta, que visitaba periódicamente el lugar, fue enterándose de todas las peripecias que sus pobres empleados estaban atravesando.

Incluso, fue testigo de algunos de estos extraños sucesos, cuando una mañana quiso ingresar junto con algunos de sus empleados al departamento. Todo esto derivó, como

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era de esperar, en dos cosas. Primero, que algunos de los empleados se le fueran… ya que había corrido el rumor entre ellos de que el departamento estaba “embrujado”.

La otra era que la obra se estaba demorando demasiado, lo que resultaba para la arquitecta una pérdida importante de dinero. Como la mujer sabía que mi madre era psíquica, le pidió que visitara el lugar para averiguar con sus “artes”

qué diablos pasaba estaba ocurriendo allí. Mi madre se dirigió posteriormente al lugar y después de explorar las habitaciones se dispuso a realizar una profunda meditación.

Cuenta que apenas ingresó al departamento, sintió que el lugar estaba energéticamente “cargado”. Pudo percibir que en ese lugar habitaba un espíritu que estaba enfadado por algo, entonces, como forma de aplacar su enojo, intentó establecer una comunicación con él. Le habló con afectuosidad, pidiéndole que dejara de hacer lo que hacía.

Que desistiera de su actitud de molestar o dañar a la gente.

Dice que notó que el espíritu estaba realmente enfadado y que al principio no le “aceptaba”, pero a medida que mi madre profundizaba su comunicación con él sintió que el espíritu finalmente le aceptó. En su meditación, visualizó la pared que los albañiles no podían romper. Vio allí la figura de alguien… Después de terminar la meditación, se retiró sugestionada del departamento y le comunicó a su amiga lo vivido. Al día siguiente, los albañiles intentaron

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romper la pared que se resistía a romperse, habiendo sido avisados de que trabajaran “con cuidado”. Y esta vez la pared cedió… Lo que encontraron los albañiles en la pared fueron los restos esqueléticos de una persona que había sido, por lo visto, emparedada. No se supo si la habían emparedado muerta o con vida. Simplemente fue encontrada allí. Acto seguido se informó a la policía, que se hizo cargo del asunto y al parecer dio con la identidad del sujeto en cuestión.

Todos estos relatos que acabo de mostrar nos informan claramente que la realidad está muy lejos de ser lo que parece. Si la Vida, en el fondo, no es física y lo físico es un velo estable pero engañoso que oculta un trasfondo desconocido e inconmensurable ¿Por qué deberían sorprendernos estas historias? Las ECM nos hablan de que más allá del velo existen “ciudades de luz”, que se llega a esas ciudades pasando por un oscuro

“túnel”, que hay “fantasmas” perdidos que deambulan por la Tierra o que nos llaman por teléfono después de haber partido al más allá. Otros pueden viajar por el tiempo y vivir de antemano su “futuro”. Y todo esto es vivido por gente de todas las ideologías, edades, religiones y culturas, es decir que son experiencias humanas universales, no particulares. Esto nos indica que el Universo desborda

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las posibilidades que nos ofrece la existencia ordinaria o cotidiana. ¿Son entonces verdaderas las leyes de la Ciencia? En su mayoría sí, pero no son absolutas. La Ciencia no es la única manera de comprender el Mundo.

No al menos nuestra Ciencia. Esa que aprendimos en la Universidad. Existen leyes y principios que todavía desconocemos. Lo extraordinario nos aguarda a la vuelta de la esquina. Y si no nos animamos a desbordar los límites que nos impone nuestra Ciencia, entonces esa

“otra cara” de la realidad no la conoceremos nunca.

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Los Niños que Vieron la Luz

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En el capítulo anterior vimos cómo los niños suelen ser testigos de acontecimientos maravillosos y sorprendentes. Los psicólogos dicen que los niños raras veces nos mienten cuando nos hablan de experiencias que les produjo miedo, dolor o que les provocaron sensaciones maravillosas o increíbles. Cuando un niño “muere” es posible que viva una experiencia que lo marque por el resto de su vida. Las ECM de los niños son únicas pues son vividas por sujetos que no fueron lo suficientemente influenciados por la cultura o la religión. Los padres no han dispuesto del suficiente tiempo para “moldearlos”

demasiado. Cuando los niños relatan sus experiencias, lo hacen con una simpleza y espontaneidad únicas, que dejan

“boquiabiertos” a cualquier adultos que los escuche. En el capítulo anterior vimos algunos relatos donde los niños fueron protagonistas. El científico que mejor estudió las ECM de los niños fue el doctor Melvin Morse. Busqué su libro por Internet, para saber si era posible conseguirlo

“gratis” para facilitarme el trabajo de transcribir parte del texto pero no tuve éxito. No hay muchos libros gratis

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de ECM disponibles en Internet. Por suerte, tengo un ejemplar de él en mi biblioteca que me permitió extraer los informes más relevantes (para este libro) y así poder ofrecérselos al lector.

Los niños que pasan por una ECM suelen vivir, como dije, experiencias maravillosas. Tienen encuentros con

“ángeles”, visitan a algún familiar ya fallecido, atraviesan un túnel oscuro, flotan por todo el hospital observando a toda la gente que está allí después de sufrir una parada cardíaca en la habitación donde los están atendiendo, ven a “Jesús” o a “Dios”, visitan lugares encantados y hasta juegan con otros niños ya muertos que viven en la otra

“frontera”. Uno de estos casos fue el de una niña llamada Katie que fue encontrada muerta flotando en una piscina y que fue llevada inmediatamente al hospital para hacerle la reanimación. Después que el doctor Morse la reanimó en la sala de urgencias la pequeña estuvo al borde de la muerte durante 3 días en un estado de coma profundo.

Morse descubrió en ese ínterin que la causa del accidente fue que la niña tenía un tumor cerebral, lo que provocó su desvanecimiento. Los médicos casi no le daban esperanzas de vida. Pero al tercer día despertó como si hubiese estado dormida en un profundo sueño, totalmente sana. La niña, inexplicablemente, no presentaba el menor rasgo de daño

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cerebral. Es decir que se produjo un “milagro”. Después de haber cruzado el umbral de la muerte, regresaba con su salud plenamente recuperada.

Una vez superado lo peor, Morse – en condición de psiquiatra – quería saber cómo debía tratar psicológicamente a la niña para garantizar su total recuperación. Tras presentarse frente a su madre, Katie se apresuró a decirle a ella “Este es el de la barba. Primero vino ese doctor alto que no llevaba barba, y después entró él”. Morse, sorprendido, sabía que Katie decía la verdad.

El primer doctor que entró era alto y sin barba; se llamaba Bill Longhurst. Pero Katie recordaba más cosas “primero estaba en la sala grande, y luego me llevaron a otra más pequeña y me vieron por rayos X”. Morse reconoció públicamente que habló con precisión a cerca de varios detalles, como el que tenía “un tubo por la nariz” y su forma de describir una intubación nasal. Mientras Katie les hablaba inocentemente de lo ocurrido con ella mientras estaba siendo internada, Morse no podía salir de su asombro; la niña estuvo todo el tiempo con los ojos cerrados y en estado de coma profundo. Cuando el doctor Morse le preguntó a la niña qué había ocurrido en la piscina antes de desvanecerse, la niña le respondió:

“¿Quiere decir cuando vi al Padre celestial?” . Otra

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sorpresa más que daba de frente a su larga experiencia médica. Morse sintió que la cosa se estaba poniendo

“interesante”, y no pudo resistirse a querer saber más sobre la experiencia vivida por Katie, Historia que, según sus palabras, le cambió su vida para siempre.

Al cabo de una semana vuelve a reencontrarse con la niña para saber más sobre su extraño “viaje” y fue allí donde Katie le relató su maravillosa aventura por el otro mundo: le contó que no recordaba cuando se había ahogado. Su primer recuerdo era el de la oscuridad, y la sensación de que era tan pesada que no podía moverse.

Después se abrió un túnel y por ese túnel llegó “Elizabeth”.

Elizabeth era alta y agradable, de cabellos dorados y brillantes. Acompañó a Katie túnel arriba, donde vio a su abuelo fallecido junto a otras personas. Entre sus nuevos amigos habían dos chicos jóvenes “almas esperando nacer” llamados Andy y Mark, que jugaron con ella y le presentaron mucha gente (¿Recuerdan la frase de Penfield de que la mente es algo que nace?). En un punto del viaje, Katie vio por un instante su casa. Le permitieron pasear por toda la casa, donde vio a sus hermanos y hermanas jugar en sus habitaciones. Uno de los hermanos estaba jugando con un soldado al que empujaba por la habitación montado en un jeep. Una de sus hermanas estaba peinando

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una muñeca Barbie y cantaba un conocido tema de rock.

Pasó a la cocina como si se moviera por el aire, y vio a su madre que preparaba arroz y pollo asado. Después fue a la sala de estar y vio a su padre sentado en el sofá, mirando fijamente hacia adelante. Supuso que estaba preocupado por ella, porque se encontraba en el hospital. Más tarde Katie le cuenta esto a sus padres y ellos se quedan sorprendidos por la precisión de los detalles de las ropas que usaban, lo que estaban haciendo en ese momento y la comida que la madre estaba preparando. Finalmente Elizabeth, que parecía un ángel guardián, lleva a Katie frente al Padre celestial y Jesús. El Padre celestial le preguntó si ella quería ir a su casa pero Kati se puso a llorar. Dijo que quería quedarse allí. Entonces Jesús le dijo si quería ver de nuevo a su madre. “Sí” respondió ella, y entonces despertó.

Morse, después de escuchar el relato, tomó más tarde contacto con las enfermeras de cuidados intensivos y ellas le dijeron que cuando la niña despertó lo primero que dijo fue “¿Dónde están Mark y Andy?” Afirmaron que preguntó por ellos repetidamente. Cuando Morse le preguntó a la niña ¿Qué significa morir? Ella, mirándole fijamente a los ojos, le respondió “Ya lo verá. El Cielo es divertido”. ¡Morse no podía salir de su asombro!

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Otro caso muy interesante es el de un muchacho llamado Jason. El doctor Moody, célebre por sus estudios sobre este tema, tuvo una charla con Jason, de 14 años de edad. Jason fue atropellado por un coche mientras montaba en su bicicleta (tenía 11 años por entonces).

Tuvo una muerte clínica y sintió como se despagaba de su cuerpo, atravesaba un túnel y se encontró con “seres de luz”.

Jason: Eso ocurrió cuando tenía 11 años. Me regalaron una bicicleta nueva para mi cumpleaños. Al día siguiente de mi cumpleaños estuve montado en bicicleta y no vi venir un coche que me atropelló. No recuerdo cómo me atropelló pero, de repente, estaba mirando hacia abajo, hacia mí mismo. Vi mi cuerpo debajo de la bicicleta y mi pierna estaba partida y sangrando. Recuerdo que miraba y veía mis ojos cerrados. Yo estaba arriba. Estuve flotando a unos cinco pies por encima de mi cuerpo y había gente por todo alrededor. Me pregunté por qué la gente estaba preocupada, porque yo estaba bien. Vi como metían mi cuerpo en la ambulancia y estuve tratando de decirles que yo estaba bien, pero nadie podía oírme. Yo sí podía oír lo que decían ellos. “Ayúdele” dijo alguien.

“Creo que está muerto, pero vamos a intentarlo”, dijo otro. La ambulancia se puso en marcha y yo traté de seguirla. Estaba encima de la ambulancia siguiéndola.

Pensé que estaba muerto. Miré a mi alrededor y entonces estaba en un túnel con una luz brillante al final. El túnel parecía subir cada vez más. Salí al otro lado del túnel.

Había un montón de gente en la luz pero yo no conocía

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a nadie. Les hablé del accidente y me dijeron que tenía que regresar. Dijeron que aún no había llegado mi hora y tenía que volver con mi padre, mi madre y mi hermana. Yo estuve en la luz durante mucho tiempo. Me preció mucho tiempo. Sentí que todo el mundo me quería allí. Todo el mundo era feliz. Siento que la luz era Dios. El túnel daba vueltas rápidamente hacia la luz como un vórtice. Yo no sabía por qué estaba en el túnel y adónde iba. Quería alcanzar esa luz, no quería regresar. Casi me olvidaba de mi cuerpo. Cuando estuve subiendo por el túnel dos personas me ayudaban. Yo las vi cuando salieron a la luz.

Estuvieron conmigo durante todo el camino. Entonces me dijeron que tenía que volver. Volví a través del túnel y acabé en el hospital donde dos doctores me estaban reanimando. Ellos decían “Jason, Jason” Yo vi mi cuerpo en la mesa y era de color azul. Supe que iba a regresar porque la gente de la luz me lo dijo. Los médicos estaban preocupados pero yo intentaba decirles que estaba muy bien. Un doctor me puso unas planchas en el pecho y mi cuerpo rebotó. Cuando desperté le dije al doctor que le había visto cuando me puso las planchas en el pecho.

Intenté decírselo también a mi madre pero nadie quería oírme. Un día se lo conté a mi profesora de clase y ella se lo contó a usted.

Moody: Jason ¿Qué haces tú con todo esto? Quiero decir, con esto que te ha ocurrido hace tres años. ¿Te ha cambiado en algo?¿Qué piensas?

Jason: Bien. He pensado en ello un montón. Para mí, estuve muerto. He visto el lugar a donde vamos cuando morimos. No tengo miedo de morir. Lo que he aprendido

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allí es que la cosa más importante es amar mientras estemos vivos. El año pasado un chico de mi clase murió.

Tenía leucemia. Nadie quería hablar de ello pero yo dije que Don está bien donde está, que la muerte no es cosa tan grave. Les conté lo que me pasó cuando estuve muerto y por eso mi profesora se lo contó a usted.

Moody: Jason ¿Sabes algo de las personas que estuvieron contigo en el túnel?

Jason: Las dos personas que estuvieron conmigo me ayudaron tan pronto como llegué allí. Yo no sabía dónde estaba exactamente pero quería alcanzar esa luz que había al final. Ellas me dijeron que iba a estar bien y que me sacarían a la luz. Pude sentir el amor que procedía de ellas. No vi sus rostros, sólo formas en el túnel. Cuando llegué a la luz pude ver sus rostros. Es difícil explicarlo porque esto es muy distinto a la vida en el mundo. No encuentro palabras para explicarlo. Me pareció que llevaba ropas muy blancas. Estaba todo iluminado.

Moody: Dijiste que te hablaron ¿Qué te dijeron?

Jason: No. Yo podía decir lo que estaban pensando ellas, y ellas podían decir lo que estaba pensando yo.

Moody: En algún momento me dijiste que estuviste muerto ¿Podrías hablarme de eso?

Jason: ¿Se refiere a cuando estuve flotando encima de la ambulancia? Yo estaba mirando hacia abajo desde la parte de arriba de la ambulancia. Sabía que mi cuerpo iba en la ambulancia pero yo estaba arriba. Uno de los

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hombres que estaba en la ambulancia dijo que pensaba que yo estaba muerto y cuando yo les hablé nadie me oía, por eso supe que estaba muerto. En cuanto supe que estaba muerto se abrió ese túnel hacia arriba y vi la luz al final. Cuando entré en él se produjo ese “vuch”. Era divertido estar allí”

No todos los relatos que pude encontrar sobre ECM

de niños son tan extensos como los de Jason y Katie, pero no dejan de ser por ello menos interesantes.Una niña de 6

meses tuvo un ECM. Fue admitida a la unidad de cuidados intensivos con una enfermedad grave. Los médicos la atendieron y la niña se recuperó. Seis meses más tarde, la niña sintió pánico cuando sus hermanos y hermanas la animaban a arrastrarse por un túnel en unos almacenes.

Según relató la madre, la niña se sentía asustada.

Aturdida por la situación. Y parecía que conocía el túnel perfectamente. A la edad de tres años y medio, cuando la madre le estuvo explicándole la muerte inminente de la abuela, la niña replicó: “¿La abuela va a ir por el túnel de los almacenes para ver a Dios?

Nina era una niña de 9 años cuando fue operada de apendicitis. En la operación se le paró el corazón y tuvo una ECM. Cuando Moody conoció su caso, se contactó con ella para que le relatara su historia:

“Les oí decir que mi corazón se había parado, pero

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yo estaba arriba, en el techo, mirando. Pude verlo todo desde allá arriba. Estaba flotando cerca del techo, así que cuando vi mi cuerpo no supe que era yo. Después lo supe, porque lo reconocí. Me fui a la sala de espera y vi a mi madre llorando, pero ella no podía oírme. Los médicos pensaron que yo había muerto. Entonces una señora bonita subió y me ayudó porque sabía que yo estaba asustada. Pasé por el túnel y llegué al cielo. Allí hay unas flores bonitas. Estuve con Dios y con Jesús.

Dijeron que yo tenía que volver a estar con mi madre porque ella estaba muy apenada. Dijeron que yo tenía que terminar mi vida. Así que regresé y desperté. El túnel por el que me metí era largo y muy oscuro. Lo recorrí a gran velocidad. Había una luz al final. Cuando vimos la luz yo me sentía muy feliz. Durante mucho tiempo quise volver. Todavía quiero volver a la luz cuando me muera… la luz era muy brillante”.

Un chico de 11 años tuvo un paro cardíaco y fue llevado al Hospital Infantil (esto ocurrió en EE.UU).

Estuvo con el corazón sin funcionar durante al menos 20 minutos. Durante todo ese tiempo se le suministraron varios medicamentos cardíacos sin éxito. Una de las enfermeras presentes (Sandy) dijo en ese momento

“Hubiera preferido no tener que hacer esto” pues pensaba que el intento de salvarle la vida era inútil. Como último recurso, los médicos le aplicaron otra vez las almohadillas de cardioversión y le sacudieron el corazón con corriente eléctrica, sin muchas esperanzas de reanimarlo. Fue allí

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cuando el niño, milagrosamente, revivió. Al despertar, el niño dijo: “Fue fantástico, me succionaron dentro del cuerpo” . Luego, volvió a quedar inconsciente, aunque con vida. El doctor Morse lo entrevistó años después del incidente, y ésta fue la historia que le contó:

“Recuerdo que ese día fui al hospital. Mis padres habían entrado en una sala cuando de repente oí un ruido muy fuerte… oí interiormente un zumbido… De lo siguiente que me acuerdo es que estaba en una sala, agachado en una esquina del techo. Podía ver mi cuerpo allí abajo. Todo estaba realmente oscuro, ya sabe. Podía ver mi cuerpo porque estaba iluminado por una luz, como si dentro de mí hubiera una bombilla encendida. Pude ver a los médicos y enfermeras que trabajaran conmigo, allí estaba mi doctor, y también Sandy, una de las enfermeras. Oí a Sandy que decía: “Me gustaría no haber tenido que hacer esto”. Me preguntaba qué era lo que estaban haciendo. Vi que un médico me ponía gelatina en mi pecho. Mi pelo estaba realmente alborotado. Parecía grasiento y me hubiera gustado habérmelo lavado antes de ir al hospital. Me cortaron la ropa para quitármela, pero seguía teniendo los calzoncillos puestos. Oí a un doctor que decía “atrás” y entonces pulsó el botón de una de las almohadillas. De repente estaba dentro de mi cuerpo.”

Kurt era un niño de 7 años con una grave distrofia muscular que le impedía respirar bien. Sobrevivía respirando oxígeno de una botella. Fue poniéndose más

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enfermo hasta que contrajo una neumonía, lo que suele marcar el final de una vida en la que se ha sido víctima de esa anomalía física. Estaba en la unidad de cuidados intensivos cuando se le paró el corazón. Los médicos le dieron un masaje cardíaco y pudo recuperar los latidos.

Estuvo 3 minutos con el corazón parado. El doctor Morse habló con él después de la reanimación y el niño le contó que se encontró pronto fuera del cuerpo viendo como los médicos y enfermeras trabajaban para reanimarle. Luego le contó su experiencia:

“Vi a Bonnie (una de las enfermeras) y la saludé.

Luego se hizo oscuro y vi a los ángeles. Estaba en un lugar maravilloso con flores y arco iris, donde todo era como la luz blanca y tenía su propia luz. Mientras estuve allí hablé con varias personas, incluyendo a Jesús, que quería que me quedara con él. Quería quedarme allí pero decidí regresar para ver otra vez a mis padres. No me asusta volver a ese lugar”

Semanas más tarde Kurt sufrió otro paro cardíaco.

Y esta vez, murió definitivamente.

June, una niña de 8 años, estuvo a punto de ahogarse en una piscina cuando se le enredó el pelo en uno de los tubos de drenaje. La llevaron rápidamente a la sala de urgencia para reanimarla. Estuvo más de 45

minutos con el corazón detenido hasta que por fin

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los médicos lograron revivirla. Una vez a salvo, pudo contar su increíble experiencia:

“Lo que recuerdo es que mi pelo quedó enredado en el agujero del drenaje y me desvanecí. Lo siguiente que vi es que flotaba fuera de mi cuerpo. Podía verme a mí misma bajo el agua, pero no tenía miedo. De pronto, empecé a subir por un túnel, y antes de que pudiera pensar en ello me encontré en el cielo. Sabía que era el cielo porque todo estaba brillante y todos parecían alegres.

Un hombre agradable me preguntó si quería quedarme allí. Pensé en quedarme, realmente lo hice. Pero dije que quería estar con mi familia. Entonces tuve que regresar”

Daniel, de 6 años de edad, fue atropellado por un coche mientras montaba en su bicicleta. Recibió un golpe en la cabeza y estuvo en estado de coma durante dos semanas. También pasó por un túnel oscuro y y se encontró con seres extraños.

“Estaba allí de pié, viendo como los médicos me metían en la ambulancia, y vi que estaba fuera del cuerpo. Mi mamá lloraba y todo el mundo tenía prisa.

Cuando llegué al hospital, vi que los doctores me metían unos tubos. Tenía un aspecto asqueroso, porque estaba lleno de sangre y magulladuras. Luego bajé por un túnel que estaba oscuro. Al final del túnel había una luz brillante. No estaba ni triste ni feliz, pero quería llegar a la luz. Cuando llegué, encontré allí tres hombres. Uno era muy alto y los otros dos muy bajos. Detrás de ellos había un puente de arco iris que se extendía por el cielo.

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Parecían amables, pero, a pesar de eso, me daban miedo.

De pronto volví a estar en mi cuerpo. Miré hacia mis pies y los hombres estaban allí. Luego desaparecieron y yo regresé totalmente.”

Jimmy tenía 8 años cuando estaba pescando en un puente y, de repente, resbaló y cayó en el agua. Se golpeó la cabeza contra una roca sumergida y permaneció tirado en el fondo en estado inconsciente por varios minutos.

Según el informe médico, Jimmy había dejado de respirar y no tenía pulso cuando un oficial de policía lo sacó del agua (es decir estuvo clínicamente muerto) El policía intentó reanimarle sin éxito, hasta que por fin llegó el helicóptero y fue trasladado al hospital. Según testimonios de los tripulantes, Jimmy estuvo muerto durante todo ese tiempo. Ya en el hospital Jimmy fue reanimado y dos días más tardes había salido del estado de coma. “Sé lo que sucedió en el puente” le dijo a su médico, quien fue el que relató la historia. El niño describió con vivos detalles la operación del rescate, incluyendo el nombre del oficial de policía que había tratado de reanimarle, el tiempo que tardó el helicóptero en llegar a escena y muchos de los procedimientos que utilizaron para salvarle la vida en el helicóptero y en el hospital. Dijo que sabía todo eso porque durante todo ese tiempo estuvo observando desde fuera del cuerpo.

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Ed tenía 5 años cuando sufrió un accidente en el auto de su familia. Soltó el freno de emergencia y el auto salió del garaje en dirección a la calle. El niño fue arrastrado por la puerta y quedó atrapado bajo el neumático izquierdo trasero. Su padre lo sacó de la rueda y, junto con su madre, lo trasladaron frenéticamente al hospital. Allí pudieron felizmente reanimarlo y relató lo siguiente:

“Me vi a mí mismo sentado entre mis padres, aunque yo estaba fuera de la ventanilla delantera, y mirando hacia el interior. Podía verlo todo. Veía el pánico en el rostro de mis padres, y los dos lloraban. Mi rostro estaba magullado y golpeado, parecía como si se hubiesen roto todos los vasos sanguíneos. No sé cuánto tiempo estuve fuera del coche. Pero, de pronto, empecé a flotar hacia arriba y entonces todo se volvió oscuro. Sentí entonces que empezaba a ascender a gran velocidad. Al poco tiempo viajaba a una velocidad tremenda, en una oscuridad total. De pronto sentí que estaba de pié sobre un muelle de carga, con una luz muy poderosa y brillante colgando encima de mi cabeza. Esa luz era muy brillante y estaba llena de amor y conocimiento. Estaba allí con un hombre, pero no podía verlo con claridad por causa de la luz brillante. Desde la luz brillante venían pensamientos a mi mente. Sentí a un Dios amoroso, y amor por la gente en general. También había una música hermosa y voces que formaban una especie de coro cuyas palabras no podía entender”

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Después de dicha experiencia Ed se sintió totalmente transformado. El primer signo se produjo en la Iglesia, cuando el predicador estaba hablando sobre un Dios

“temible y terrible”. Esas palabras turbaron a Ed y le dijo a su madre que no quería asistir a la Iglesia. En la escuela Ed le hablaba a sus compañeros de la necesidad de amarse los unos a los otros, de que él había visto la luz. Pero sus compañeros, en vez de escucharle, se le burlaban y sus profesores, preocupados por sus revelaciones místicas le enviaron a los psicólogos de la escuela para que trataran

“su caso”. Estos “profesionales del alma” dijeron que el niño tenía una imaginación demasiado “viva” (pobres psicólogos...). Cuando Ed se hizo adulto fue a la facultad a estudiar Filosofía de la Religión y aprendió técnicas de meditación. Por medio de esas técnicas Ed afirma que a veces puede ver de nuevo la Luz que vio aquella vez.

Actualmente ya no se siente molesto que la gente se le burle por sus creencias espirituales. Aprendió que la gente que no le cree o lo ridiculiza es porque jamás pudo tener una experiencia tan poderosa y transformadora. Según sus palabras “Solía hacerme daño que la gente se riera de mí por haber visto “una luz”. Pero ahora entiendo.

Al fin y al cabo, si no han tenido esa experiencia ¿Cómo puedo esperar que entiendan de qué estoy hablando?”

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La historia de Mark (que la dejé para lo último) es, quizás, una de las ECM más fascinantes que se conocen pues la tuvo cuando tenía sólo 9 meses de edad. No habló de esa experiencia con sus padres hasta que cumplió 7

años. Lo sorprendente del caso es que casi nadie recuerda lo sucedido a esa temprana edad. Lo segundo es que los padres jamás le contaron a su hijo que a los 9 meses tuvo un paro cardíaco. A los 9 meses el pequeño Mark tuvo una bronquiolitis grave y, mientras estaba en la sala de urgencias, sufrió un paro cardiopulmonar completo.

Los médicos lucharon para reanimarlo durante 40

minutos hasta que el corazón de Mark se activó.

Según los médicos, su problema no impidió que tuviera un desarrollo mental normal. Evolucionó normalmente.

Cuando Mark tenía 3 años presenció una representación teatral navideña. Después de finalizada la obra le dijo a su padre que Dios no se parecía en nada de la obra que acababa de ver. Cuando el padre – sorprendido – le preguntó por qué pensaba eso, su hijo le relató lo sucedido 2 años antes:

“Vi enfermeras y médicos de pié, a mi lado, tratando de despertarme. Salí volando de la habitación y [fui a la sala de estar, donde] vi al abuelito y a la abuelita llorando y abrazándose. Creo que pensaban que iba a morir.”

Luego contó que había visto un túnel largo y

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oscuro y que había subido por él gateando. Añadió que le hubiera sido difícil gatear si una mano no le hubiera ayudado, pero que no sabía quién lo estaba haciendo. Al final del túnel había una luz brillante que le impulsó seguir avanzando. Al final del túnel encontró un lugar brillante y corrió por los campos con Dios. Se mostró muy animado al describir es carrera con Dios. Dijo que en el Cielo uno puede saltar el doble. Dios le preguntó si quería volver a casa. Mark le contestó que no, pero Dios le dijo que podría volver algún día (induciéndolo a regresar...). El doctor Morse se preguntó sabiamente si es posible que un bebé de 9 meses pueda tener recuerdos de una ECM. Y

su respuesta fue que sí: en un proyecto de investigación se mostró a niños de 7 meses un video que les enseñaba a montar un juguete. Después, los investigadores les dieron las mismas piezas a los niños y éstos fueron capaces de montar el juguete. En el grupo de control, formado con niños que no habían visto la cinta de video, éstos fueron incapaces de poder montar el juguete, lo que demuestra que los niños tienen desarrollada la memoria mucho antes de lo que anteriormente se creía. Según el doctor Morse, un estudio científico suizo demostró, además, que los padres de niños que mueren en la cuna tienen a menudo premoniciones de ese hecho. Relata la historia de una enfermera psiquiátrica que en su noche de bodas tuvo un

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sueño muy claro de que su primer hijo moriría. Unos seis meses antes de que su hijo recién nacido muriera tuvo la premonición de que éste moriría en la cuna. Tuvo fuertes sentimientos de que el fin estaba cercano el día antes de que su bebé muriera. Cogió muchas fotos del niño y lloró toda la noche. No encontró consuelo en la Ciencia, sólo en la Religión, después de que el ministro de su Iglesia le dijera que Dios había llamado a su hijo al Cielo.

A propósito de esto, el doctor Morse contó la historia vivida con su padre, fallecido después de lidiar con un cáncer de colon. Relata que, en vano, intentó convencer a su padre de que tomara su medicina. No quería hacerlo porque le causaba impotencia. Le advirtió, como médico, las consecuencias de no hacerlo, aunque como hijo suyo sabía que no le haría caso pues era una persona muy testaruda; siempre quería salirse con la suya.

Según sus palabras “la noche que él murió, yo estaba agotado por el trabajo y había desconectado el teléfono.

Al despertarme tras un sueño ligero, vi a mi padre y me dijo: “Melvin, llama a tu servicio telefónico, tengo algo que decirte”. Llamé allí y me pidieron que contactara rápidamente con mi madre. Ésta me dijo que mi padre había muerto. Aprendí, con esto, que la muerte incluye signos naturales y sobrenaturales”.

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Las personas que han pasado por una ECM, a diferencia de aquellas que no las han tenido, dejan de temerle a la Muerte y se vuelven más desapegadas que otras de los prejuicios de esta sociedad y de las cosas materiales o mundanas. Se despierta en muchas de ellos un interés por el conocimiento. Y por hacer cosas por los demás. Saben, por experiencia, que ellos valen solamente por lo que “son” y no por lo que “tienen”. Y se alegran profundamente de eso. Sin orgullo ni tontas vanidades.

No esperan los aplausos de la gente. No están a la espera de elogios. Saben que están aquí para “hacer un trabajo”,

“cumplir una misión”. Que estamos de paso por la Tierra y que, cuando les toque partir finalmente hacia la Luz, nada, salvo su propia alma, podrán llevarse. Un alma más cargada de experiencias y de conocimientos. De “valor agregado”. Sin duda ellos, a diferencia de muchos de nosotros, viven la Vida desde otra perspectiva.

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La Vida desde otra Perspectiva

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Las Religiones, aún con sus defectos, siempre han insistido en que la Vida tiene un propósito. Puede que esta afirmación sea hecha con el objeto de imponer sus dogmas a sus feligreses; “Dios tiene un plan para nosotros y es, según la Biblia, éste y el otro…”. Los ateos, incrédulos de las religiones y desconfiados de las instituciones religiosas, sostienen, con la fuerza más propia de un monje franciscano que de un auténtico escéptico, que la Vida no tiene ningún propósito, y que ella no es más que un absurdo donde no cuenta otra cosa que “sobrevivir y perpetuarse”. Lo cual puede ser tomado como una justificación de la barbarie humana pues ¿tiene sentido acaso hablar de “valores humanos o éticos” en un mundo animal y salvaje donde todo se reduce a la satisfacción de los sentidos físico y su eventual durabilidad en el tiempo? En un mundo materialista, la ética y la moral, a la larga, no puede sostenerse… Se termina imponiendo el

“vil metal”, que premia a los “ganadores” del sistema y castiga a los “perdedores”. ¿O no? Pero las ECM, que no son experiencias religiosas, nos enseñan que, aunque las Religiones se equivoque en sus dogmas, la Vida tiene un

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PROPÓSITO. La Vida tiene un SENTIDO.

Quizás la evidencia más importante a favor de que la Vida tiene un propósito esté dada por la experiencia de la revisión, muy común en las ECM. Cuando una persona

“muere”, suele pasar por una revisión de su vida. Esta revisión puede darse en forma de visión panorámica en 4D, donde el sujeto contempla toda su vida de un solo pantallazo, o en forma de recorrido a través del tiempo, desplazándose por el espacio-tiempo a gran velocidad desde el pasado hasta el presente, volviendo a vivir toda su vida. Esto es así porque el pasado de las personas no desaparece. El tiempo no es algo que “transcurre”. Que pasa por el lado nuestro como un fantasma impaciente.

Más bien somos nosotros los que transcurrimos a través del tiempo. Los que viajamos en él. En estas revisiones aparece a veces un “ser de luz” que acompaña al sujeto en ese recorrido, y que le formula “preguntas” sobre lo vivido.

Este ser luminoso no hace juicios morales, simplemente hace de guía espiritual. Alguien que, en todo caso, ayuda a reflexionar. Pero que nunca emite un juicio ni amenaza con “castigos”. Es obvio que ese ser puede ver la vida del individuo y no necesita información. Su única intención es, como dije, provocar en el sujeto la reflexión. Aún así, no siempre aparece ese ser y la revisión se da en soledad.

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Un testimonio de revisión es el de una mujer que viajó a través del tiempo y pudo regresar a su pasado, donde pudo hacer un examen de lo vivido hasta ese momento.

“Cuando apareció la luz, lo primero que me dijo fue:

«¿Qué tienes que enseñarme de lo que has hecho con tu vida?», o algo parecido. En ese momento comienzan las visiones retrospectivas. Me pregunté qué estaba sucediendo, pues de repente había regresado a mi infancia. A partir de ese instante fue como si pasara desde mi primera infancia, año a año, hasta aquel momento.

Realmente es extraño en dónde empezó: cuando era una niña y jugaba en el riachuelo vecino. Hubo más escenas de esa época: experiencias que había tenido con mi hermana y con gentes de la vecindad y los lugares reales en los que había estado. De repente me encontré en el jardín de infancia y vi un juguete que me gustaba mucho en el momento en que lo rompí; y lloré durante mucho tiempo. Fue una experiencia realmente traumática. Las imágenes continuaron repasando mi vida y recordé cuando estaba en la escuela de niñas y fuimos al campo.

Recordé muchas cosas sobre la escuela pública. Luego me encontré en la escuela superior, fue un gran honor ser elegida para el grupo de estudiantes avanzados, y recordé el momento de la elección. De allí pasé a otra escuela superior más avanzada, a la graduación y a los primeros años de universidad, en los que me encontraba en ese momento. Las visiones retrospectivas se producían en orden cronológico y eran muy vívidas. Las escenas eran idénticas a cuando las ves en realidad: tridimensionales y en color. Además, se movían. Por ejemplo, cuando me

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vi a mí misma rompiendo el juguete, pude ver todos los movimientos. No los estaba viendo siempre desde mi propia perspectiva. Es como si la niña que veía fuera alguien más, en una película, una niña más jugando entre otras. Sin embargo, era yo. Me vi haciendo cosas de niños, exactamente las mismas cosas que había hecho, pues las recordaba. Mientras observaba todo aquello no vi la luz. Desapareció nada más preguntarme lo que había hecho y comenzaron las visiones, pero sabía que seguía conmigo todo el tiempo, que me llevaba a través de las visiones, pues sentí su presencia y hacía comentarios.

Trataba de enseñarme algo en cada uno de los episodios.

No estaba tratando de ver lo que estaba haciendo – ya lo sabía – sino que elegía determinados momentos de mi vida y los ponía frente a mí para que tuviera que recordarlos.

A través de todos ellos seguía poniendo de relieve la importancia del amor. Los momentos en que me lo mostró mejor implicaban a mi hermana; siempre había estado muy cerca de ella. Vi algunos momentos en que había sido egoísta con ella, pero también otros en que la había amado y había compartido cosas. Me señaló que debía intentar hacer cosas para otras personas, que debía intentarlo al máximo. Sin embargo, no era una acusación ni nada que pudiera parecérsele. Cuando pasábamos por episodios en los que había sido egoísta, su actitud es que debía aprender también de ellos. Otra de las cosas que le interesaba mucho era el conocimiento. Me señaló las cosas que debía hacer con lo aprendido, y dijo que iba a continuar aprendiendo, y que cuando regresara – pues

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en esos momentos ya me había dicho que iba a hacerlo

– habría siempre una búsqueda de conocimiento. Dijo que es un proceso continuo, por lo que tuve la sensación de que prosigue después de la muerte. Creo que mientras veíamos las escenas estaba tratando de enseñarme. Todo era realmente extraño. Yo estaba allí viendo las visiones retrospectivas; las revivía y todo era muy rápido. Sin embargo, la velocidad era suficiente para que pudiera aprehenderlas. No transcurrió mucho tiempo. La luz vino, tuve las visiones y se marchó.

Debieron ser menos de cinco minutos y más de treinta segundos, pero no puedo decirlo con seguridad.

Sólo me asustó enterarme de que no podía terminar todavía mi vida terrena. Con las visiones retrospectivas disfruté, era agradable. Había regresado a la niñez, casi la había revivido. Era una forma de regresar y ver que ordinariamente no puede hacerse. Tras atravesar aquel lugar largo y oscuro, todos los pensamientos de la niñez, mi vida entera, estaban allí, frente a mí, al final del túnel. Creo que tenían más la forma de películas que de pensamientos. No puedo describírselo con exactitud, pero todo estaba allí, al mismo tiempo. Quiero decir que no aparecía y desaparecía un acontecimiento, sino que todo, absolutamente todo, se producía al mismo tiempo.

Pensé en mi madre, en las cosas que había hecho mal.

Tras ver las pequeñas cosas que hice de niño y haber pensado en mi madre y mi padre, deseé no haber hecho esas cosas y poder regresar y deshacerlas.”

Muchas personas han realizado este maravilloso

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viaje en el tiempo, donde ha podido examinar desde otra perspectiva su propia vida. Ellas señalan la importancia del “amor”, que parece ser el propósito más importante que tiene la existencia junto con el “conocimiento”. Una joven mujer que se recibió de Socióloga a los 23 años también tuvo una revisión de su vida:

“La cosa más importante que he aprendido de mi experiencia es que soy responsable de todo lo que hago. Las disculpas y evasivas eran imposibles cuando estaba allí con él revisando mi vida. Y es más, vi que la responsabilidad no es mala en absoluto, que yo no puedo disculparme o tratar de echar la culpa a otros de mis fallos… Recuerdo con detalle en esa revisión, cuando, siendo niña, le arranqué a mi hermanita la cesta de pascua porque en ella había un juguete que yo quería.

En la revisión pude sentir todavía sus sentimientos de contrariedad, de desconcierto y de exclusión. ¡Eso es lo que le hacemos a otras personas cuando nos portamos con desamor! Pero es maravilloso que no se nos conceda permanecer inconscientes de ello. Y si hay personas que no me creen, no importa, ya nos veremos en la otra vida, cuando ellas hayan tenido la oportunidad de comprobarlo, entonces podremos discutir sobre ello…

Todo lo que usted haya hecho está allí (en la revisión) para que usted lo evalúe, y, aunque haya algunas partes de la misma que le desagraden ver, por lo visto es bueno que salgan a la luz. En la vida usted puede seguir jugando, y disculparse a sí mismo, e incluso disimular,

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y puede sentirse desgraciado, si quiere, ocultando todo eso. Pero cuando yo estaba allí, en esa revisión, no había forma de ocultar nada. En realidad era a mí a la que había hecho daño, y era a mí a la que yo había ayudado a sentirse bien. Ojalá pudiera convencer a todo el mundo de lo bueno que es saber la responsabilidad que tiene uno y pasar por una experiencia como ésta en la que no es posible dejar de enfrentarse con los hechos. Es el sentimiento más liberador del mundo. Es un verdadero desafío, cada día de mi vida, saber que cuando yo muera tendré que presenciar de nuevo cada una de mis acciones, sólo que esta vez sentiré realmente los efectos que haya producido en los demás. Por eso me lo tengo que pensar muy bien. Pero no tengo miedo. Disfruto con ello”.

Había dicho que las ECM no eran experiencias

“religiosas”. Eso lo remarco siempre para librar a los escépticos de erróneas interpretaciones. Muchas personas desconfían de las religiones o de las instituciones religiosas porque ponen mucho hincapié en los “dogmas”

pero poco en el “amor”. Y si no hay “amor” no debería haber religión. Las ECM son un golpe duro para muchos religiosos pues evidencia lo equivocado que están en creer que Dios puede revelársele a un “pueblo elegido”

y marginar al resto de los mortales. Un predicador del fuego y del azufre, que le decía a los feligreses que si no creían en la Biblia de una manera determinada serían condenados al fuego eterno, después de tener una ECM

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cambió su mensaje por uno de amor y de no temor. Dijo que el ser luminoso le rogó que no volviera más a hablarle así a sus feligreses pues estaba haciendo desgraciada a su congragación. Pero se lo dijo sin exigencias. Otro caso destacado fue el de un hombre que había estudiado en un seminario antes de tener una ECM. En una entrevista tenida con el doctor Raymond Moody le comentó lo siguiente:

“Mi médico me dijo que ya había muerto durante la operación. Pero yo le dije que había llegado a la vida.

En esa visión vi que yo estaba hecho un burro engreído con toda esa teología, y que miraba por encima del hombro a todo aquel que no fuera un miembro de mi comunidad o no tuviera las creencias teológicas que yo tenía. Mucha gente que yo conozco se va a llevar una sorpresa cuando descubra que al Señor no le interesa la teología. A decir verdad, tiene gracia, porque él no estaba interesado en lo absoluto en todo lo referente a mi comunidad. El quería saber lo que había en mi corazón, no en mi cabeza”.

Una luterana de New Hampshire también cambió su férrea manera de entender la espiritualidad cuando tuvo la fortuna de pasar por una ECM después de sufrir un paro cardíaco. Había sido una luterana muy religiosa y cumplidora desde niña. Después de tener una ECM, empezó a ser una persona más abierta. Cuando

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sus familiares le pidieron explicaciones por su cambio de personalidad, dijo simplemente que después de su episodio entendía a Dios y se daba cuenta de que a él le trae sin cuidado la doctrina de la Iglesia.

Si todas estas cosas le pasan a las personas

“religiosas”, qué decir de aquellas que piensan que el dinero y la profesión lo es todo. Gente que no piensa en otra cosa que “trepar en la escala social”. Mujeres burguesas o ambiciosas que se casan con hombres acomodados u hombres que se casan con mujeres jóvenes y hermosas para satisfacer sus deseos banales. Empresarios que explotan a sus empleados o prestamistas y banqueros que se aprovechan vilmente de las necesidades financieras de los que menos tienen.

Un hombre llamado Mark, poseía un negocio de material sanitario y vivía obsesionado por el dinero y la posición social. Era el típico hombre egoísta, materialista y desentendido de las causas sociales (como los son la mayoría de los empresarios) que en todas las elecciones no se cansan de votar a la derecha y coimean a los sindicalistas cuando tienen la oportunidad de hacerlo. Es decir que son poseedores de una ética y moral “bárbara”.

Para el “exitoso” Mark, tener una enorme casa, autos de lujo y una opípara cuenta bancaria eran en su vida su

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máxima ambición. Para ser justos, diríamos que era un sujeto “común” como muchos… pues no seamos tan ingenuos en pensar que muchos “pobres” no envidiaban la vida de Mark… Después de pasarse tantos años mirándose el ombligo, la Vida se apiadó un día de él y lo llevó a tener una ECM. Sufrió un ataque cardíaco serio y fue internado de inmediato en el mejor hospital.

Durante esa experiencia, logró reunirse con su abuela ya fallecida y muchos otros familiares que habían dejado ya el difícil mundo de los “vivos”. Allí, en la otra Vida, parece que recibió un fuerte tirón de orejas pues al volver de la Muerte, su vida cambió radicalmente. Dijo haber hecho un pacto con el ser luminoso y que no volvería a conectarse tanto con el dinero, sino, que en lugar de ello, se dedicaría a ser bondadoso. Mark es ahora sin dudas un hombre muy afortunado; decidió perder una parte de su dinero para salvar algo más valioso: su alma.

El ser luminoso le hizo entender que “sí mismo” es su capital más importante.

También tenemos otro caso de un duro hombre de negocios, autoritario e inflexible, que tuvo una ECM a la edad de los 62 años. Al igual que Mark, sentía desprecio por los “vagos y perdedores” y la riqueza material era, para él, la justa medida de las personas. Como verán en su

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relato, se consideraba un “ganador”, pues su pensamiento pragmático le decía que las cosas de valor son las que se tocan y se cotizan en la Bolsa, no las que se capitalizan en el alma. Después de su experiencia en el “más allá”

cambió radicalmente de parecer.

“Doctor, he de confesarle que yo, antes de tener este paro cardíaco, por la gente que estudiaba sentía desprecio. Yo me había labrado un porvenir con poca instrucción y trabajaba duro. Había una Universidad cerca y yo solía pensar que esos profesores no eran más que unos holgazanes, que no hacían nada de verdadero valor y que vivían del cuento. A más de uno le hice saber que yo estaba resentido, que pensaba que yo estaba trabajando en mi negocio a veces siete días a la semana, diez o doce horas por día, para que ellos pudieran dedicarse a sus investigaciones y escribir libros que no tenían nada que ver con la realidad de la vida. Pero cundo los médicos me dijeron que yo había muerto, esa persona con la que estuve, esa luz, Cristo, me mostró una dimensión de conocimiento, por así decirlo.

No puedo explicárselo de ninguna manera, pero no importa porque toda persona que viva en este mundo lo comprobará por sí mismo muy pronto, aunque ahora no se lo crea. Ahora bien, para mí ha sido una experiencia humillante. Puede estar seguro de que ya no me voy a burlar de los profesores. El conocimiento es importante. Ahora leo todo lo que me cae en mano, de verdad que lo hago. No es que lamente haber tomado el camino en mi vida, pero ahora estoy satisfecho de tener

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tiempo para aprender. Historia, ciencia, literatura… Me interesa todo. Mi mujer se inquieta conmigo porque dejo los libros en la alcoba. Algunos de estos libros, diría yo, me ayudan a comprender mejor mi experiencia. Todos lo hacen de un modo u otro, porque, como yo digo, cuando se tiene una experiencia como la mía se ve que todas las cosas están relacionadas. Lo primero que vi cuando recobré el conocimiento en el hospital fue una flor y me puse a llorar. No se lo creerá, pero jamás había visto una flor hasta que regresé de la muerte. Una cosa muy importante que aprendí al morirme fue que todos formamos parte de un gran Universo viviente.

Si pensamos que podemos hacer daño a otra persona o a otro ser viviente sin hacernos daño a nosotros mismos, estamos muy equivocados. Yo ahora miro un bosque, una flor o un pájaro, y digo: “Eso soy yo, es parte de mí”.

Estamos conectados con todas las cosas y, si enviamos amor a lo largo de estas conexiones, entonces somos felices”

Según estos testimonios de hombres triunfadores y ricos, parece ser que en el Cielo no hay lugar para la derecha... Pero si estas cosas les suceden a los “duros”

empresarios, qué decir entonces de los ladrones, traficantes y asesinos. ¿Cómo impactará en ellos una ECM? El doctor Moody entrevistó a un hombre al que llamó Nick, para preservar su identidad. Era un delincuente de “tomo y lomo” que se había dedicado a hacer de todo, desde estafar viudas hasta vender drogas...

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Gracias a esos delitos, Nick llevaba una buena vida.

Cómoda y holgada, como la de Mark y otros tantos ricos.

Sólo que Nick caminaba “fuera del sistema”, por eso se lo consideraba un delincuente. Hacía dinero infringiendo la ley. Gracias a sus actividades delictivas Nick tenía buenos coches, trajes caros, casas nuevas y, sobre todo, ningún problema de conciencia que le perturbara. Era un corrupto perfecto. Un “ganador”, pero fuera de la ley. Triunfó, como muchos, burlado el sistema. Pero un buen día su vida cambió. Cambió en menos que canta un gallo. Y sus años de delincuente se terminaron de golpe.

Estaba jugando plácidamente al golf en un día nublado cuando, de repente, se desencadenó una terrible tormenta.

Antes de que pudiera salir de los campos de golf tuvo la

“suerte” de que un rayo lo alcanzó y lo mató (un caso parecido al de Dannion Brinkley). Durante un momento flotó por encima de su cuerpo y luego se vio lanzado por un túnel oscuro hacia una mancha de luz. Emergió en un ambiente pastoril resplandeciente donde fue recibido por familiares y otras personas que “brillaban como linternas de Coleman” según sus palabras. Se encontró con un ser luminoso que, con cierta vacilación, describe como Dios, quien amorosamente le condujo hacia una revisión de su vida, y no solamente vio sus acciones en tres dimensiones sino que vio y sintió los efectos de sus acciones en los

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demás. Esta experiencia transformó completamente a Nick. Porque tuvo plena conciencia de lo patán que había sido. La conciencia no es sólo “conocimiento”, sino “conocimiento con sentimiento”. Y no es lo mismo

“saber” que uno es una “mierda” a “sentirse una mierda”.

Nick siempre supo que era una mierda, por esa razón nunca le preocupó. Tuvo que morirse para sentir lo que era ser eso en lo más íntimo de su ser… Más tarde, mientras se recuperaba del hospital, sintió todo el efecto de su revisión de Vida. Sintió que cuando llegara el día de su muerte definitiva, tendría que someterse a una nueva revisión de su vida, un juicio que iba a ser muy incómodo para él si no aprendía de su primera revisión. “Ahora vivo mi vida sabiendo siempre que algún día tendré que pasar por otra revisión de Vida” dijo. Según el doctor Moody, Nick abandonó su antigua vida de mal viviente y se buscó una profesión honrada y útil.

Nick aprendió de sus “errores” y cambió, pero tuvo que sentir en su revisión todo el daño qua había hecho a los demás. Me pregunto, no sé si usted, ¿qué les habrá ocurrido entonces a aquellas almas que, en vida, han torturado y matado a personas en cárceles y en sangrientas dictaduras militares? ¿Habrá padecido el general Franco, en su revisión de vida, todos los suplicios causados al

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pueblo español? ¿Y Pinochet, Somoza, Massera, Stalin, Hitler, los agentes de la CIA, etc, etc.? Si Nick, que al lado de esos monstruos fue un bebé de pecho, se sintió

“mal” por experimentar todo el daño que le hizo a toda esa gente, no quiero imaginarme lo que habrán sentido estos sujetos siniestros que se pasaron buena parte de su vida cocinando opositores políticos en oscuras instalaciones con picanas eléctricas...

La revisión de la propia vida puede interpretarse, entonces, también como un “juicio”. El sujeto se ve sometido a un examen imparcial donde, de alguna manera, deberá rendir cuentas de los actos cometidos. Un hombre que estuvo muerto y tuvo una visión panorámica relató lo siguiente:

Primero me encontré fuera de mi propio cuerpo, por encima del edificio, y podía contemplar cómo mi cuerpo yacía allí. Luego fui consciente de que a mi alrededor había luz, sólo luz. Entonces hubo como una representación a mi alrededor y podría decirse que toda mi vida pasó por delante de mí. Me sentí muy avergonzado de un montón de cosas de las que iba experimentando, porque parecía que yo había tenido una visión muy distinta de ellas, que la luz me estaba mostrando lo que era incorrecto, lo que había hecho mal. Y era todo absolutamente real. Parecía como si esta vuelta atrás, recuerdo o lo que fuese estuviese dirigido fundamentalmente a determinar

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la dimensión de mi vida. Era como si me sometieran a un juicio, y entonces, de repente, la luz se oscureció y se produjo una conversación, no con palabras, sino por medio de pensamientos. Cuando veía algo, cuando recordaba un hecho del pasado, era como si lo viese a través de los ojos de lo que supongo usted calificaría de un conocimiento omnipotente que me guiaba y me ayudaba a ver. Esa es la parte que se me ha quedado grabada, ya que me mostró no sólo lo que había hecho sino las repercusiones de mis actos sobre los demás. Y

no era como si estuviese contemplando una película, ya que podía sentir realmente todas aquellas cosas, había sentimiento, y como estaba poseído por aquel conocimiento…, descubrí que no se pierden ni siquiera los pensamientos… que todos mis pensamientos estaban allí… los pensamientos de uno no se pierden.

No le conté a nadie mi experiencia, pero cuando me repuse sentí un deseo abrumador, ardiente y acuciante de hacer algo por los demás… ¡Me sentía tan avergonzado de todas las cosas que había hecho o dejado de hacer a lo largo de mi vida! Sentí que tenía que hacerlo, que no podía esperar más. Cuando me recuperé de aquello, había tomado ya la decisión de cambiar. Me sentía muy arrepentido. No estaba satisfecho con la vida llevada hasta entonces, por lo que deseaba empezar a actuar mejor”

Es de destacar el énfasis que pone esta persona en su relato. Énfasis que nos está indicando que la experiencia que tuvo fue impactante y muy transformadora. Las

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ECM, a diferencia de otro tipo de experiencias, dejan huellas en las personas que hacen que éstas sean mucho más positivas y justas de lo que se espera de personas

“normales”. Al descubrir que la Muerte no existe y que la Vida es un camino eterno y fructífero, abandonan sus costumbres materialistas y plantean su existencia desde el punto de vista del amor y del conocimiento. Ya no tienen miedo a “vivir”. Descubren que la Vida le tiene preparado un montón de desafíos positivos y se prestan a encararlos con fuerza y optimismo. La Vida para ellos ya no es más una “rueda que te pisa” sino, por el contrario, una escuela llena de seres que están dispuestos a enseñare y a hacerte crecer como criatura, como lo manifiestan claramente estos cuatro relatos:

“En aquella época, antes de abandonar el colegio, estaba en una ciudad muy pequeña habitada por personas de mente estrecha, a las que me encontraba unido. Era el típico mocoso de una fraternidad de escuela. Quien no pertenecía a ella no tenía entidad. Después de aquello quise conocer más. Sin embargo, no había nadie que supiera lo más mínimo, pues nunca salí de ese pequeño mundo. Nada sabía de psicología o algo parecido. Pero de la noche a la mañana, gracias a esa experiencia, había madurado y se abría ante mí un mundo nuevo del que antes no conocía ni siquiera su existencia. Pensé:

«Tengo que descubrir tantas cosas...» En otras palabras, la Vida es algo más, aparte de la película de los jueves

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por la noche y el partido de fútbol. Hay más cosas de las que conozco. Entonces comencé a pensar: «¿Cuál es el límite del hombre y la mente?» Esa pregunta me abrió un mundo totalmente nuevo.”

“Desde entonces tengo siempre en mente lo que he hecho y lo que haré con mi vida. Por lo que respecta al pasado, me siento satisfecho. El mundo no está en deuda conmigo, pues he hecho todo lo que he querido en la forma que he preferido, y además sigo viviendo y puedo hacer más. Tras fallecer y tener la experiencia, comencé de repente a preguntarme si había estado haciendo esas cosas porque eran buenas o porque me agradaban a mí.

Antes seguía un impulso, ahora medito primero las cosas lentamente. Todo ha de pasar por mi mente y ser digerido.

Trato de hacer las cosas que tengan más significado, y eso hace que mi mente y mi alma se sientan mejor.

Procuro no juzgar a la gente ni favorecer a uno u otro.

Quiero hacer las cosas porque sean buenas, no porque lo sean para mí. La comprensión que tengo ahora de las cosas es mucho mayor. Creo que se debe a lo que me ha ocurrido, a los lugares y cosas que vi en la experiencia.”

“Era más consciente de mi mente que del cuerpo físico. La mente, y no la forma del cuerpo, era lo más importante. Antes, en cambio, había sido al revés. El cuerpo era lo más importante, y lo que estaba sucediendo en la mente...; bueno, estaba sucediendo y eso era todo.

Después de aquello, mi mente se ha convertido en el principal punto de atención y el cuerpo ha ocupado un lugar secundario; sólo es algo que contiene la mente. No me importaría no tener un cuerpo, pues de todo lo que me

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interesa, la mente es lo más importante.”

“Cuando regresé, nadie sabía qué hacer conmigo.

Cuando tuve mi ataque cardíaco yo había sido un hombre autoritario y colérico de tipo A. Si las cosas no iban como yo decía era imposible vivir conmigo. Eso me pasaba lo mismo en casa que en el trabajo. Si mi mujer no se arreglaba a tiempo cuando teníamos que ir a algún sitio, estallaba y le hacía la vida imposible durante el resto de la velada. Por qué ella soportaba esto, no lo sé.

Supongo que se había acostumbrado a ello a lo largo de los años, porque después de mi ECM le costó trabajo aceptar mi dulzura. Yo ya no iba a chillarle. Ya no iba a meterle prisas para hacer las cosas, ni a ella ni a nadie.

Me convertí en la persona más fácil para la convivencia y mi transformación era más de lo que ella podía soportar. Por mi parte, puse mucha paciencia – algo que jamás había tenido antes – para sacar adelante nuestro matrimonio. Ella no hacía más que decirme “¡Eres tan diferente desde tu ataque cardíaco!” Creo que quería decir: “Tu te has vuelto loco”

Como puede verse en estos testimonios, las personas que pasan por una ECM suelen cambiar por mucho su forma de vivir o de sentir la Vida. Si eran coléricos se vuelven más comprensivos, si vivían pensando en el dinero o en el trabajo “bajan un cambio” y viven la Vida con más equilibrio y desapego, como si tuvieran a su disposición toda la riqueza y tiempo del mundo... En dicho cambio, es obvio que la comprensión de la no existencia de la Muerte

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opera como factor relevante. El temor a la Muerte y sus consecuencias desaparece por completo.

“Supongo que esta experiencia modeló en cierta forma mi vida. Era un niño cuando me ocurrió, sólo tenía diez años, pero toda mi vida he estado convencido, a partir de entonces, de que hay vida después de la muerte. No me cabe la menor duda de ello, y no tengo miedo a morir.

He conocido personas que se atemorizaban realmente ante la idea. Siempre sonrío interiormente cuando oigo a alguien dudar de la existencia de un más allá, o decir:

«Cuando te has muerto, te has ido.» Pienso, para mí mismo, que no saben de qué hablan

“Cuando era un niño solía tener miedo a morir. Me despertaba por las noches llorando y con un ataque de nervios. Mis padres entraban corriendo en la habitación y me preguntaban qué ocurría. Les decía que sabía que tenía que morir, pero no quería, y les preguntaba si podían evitarlo. «No – me respondían – así son las cosas y debemos enfrentarnos a ellas.» Mi madre me decía que todos teníamos que llegar a ello y que entonces lo haríamos muy bien. Años más tarde ella murió y hablé del asunto con mi esposa. Seguía temiendo la muerte y deseando que no viniera. Sin embargo, desde que tuve la experiencia no la temo. Aquellos sentimientos desaparecieron. En los funerales ya no me siento mal. Al contrario, siento una especie de alegría en ellos, pues sé dónde se encuentra la persona muerta.

“Hay quien dice que no utilizamos la palabra

«muerte» porque estamos tratando de escapar de ella.

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No es cierto en mi caso. Una vez que se ha tenido una experiencia como la mía, se sabe que no existe eso que se llama muerte. Simplemente te gradúas de una cosa y pasas a otra, de la misma manera que se pasa de la escuela pública al instituto.”

La vida es como una prisión. En este estado no podemos darnos cuentas de hasta qué punto los cuerpos son prisiones. La muerte es una liberación, como escapar de una cárcel. Es la mejor idea que se me ocurre si busco una comparación.”

La Vida es una cárcel y la Muerte es liberación.

¿Significa eso que debemos suicidarnos para poder ser libres? No, porque eso es escapar de nuestro karma. Si estamos acá es para “algo”. Si nos matamos, eso sería como desertar de la Vida. Algunas personas, cansadas que luchar contra sus problemas y no viendo una salida al asunto, tomaron la drástica decisión de “matarse”, tal es el caso de una mujer llamada Beberly, que tuvo una infancia muy difícil. Sus padres abusaban de ella y por esa razón intentó suicidarse a la edad de 7 años. Su estrategia fue montarse en un trineo y darse la cabeza contra un banco de cemento que había en la calle. Luego de golpearse contra el banco quedó inconsciente en el piso y se vio flotando por encima de su cuerpo, como un fantasma. Vio a unos niños que le rodeaban pero ninguno de ellos fue en busca de ayuda (¡qué crueles!). Beberly cuenta que la gente de

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la ciudad donde vivía era fría e indiferente, y es por eso que la dejaron tirada. Después de ver eso, empezó a flotar más y más arriba hasta los tejados de los edificios, donde nunca había estado antes. Se sentía libre como un pájaro.

Libre de este cruel mundo. En su viaje, vio también los apartamentos con fachadas falsas estilo Tudor. Luego, las cosas cambiaron:

“Subí y subí y me perdí en un entorno de color azul plateado oscuro. Entonces vino algo que se parecía a un gran paraguas sin el rabo. El paraguas pareció plegarse a mi alrededor, y todo se volvió muy oscuro. Luego, de pronto, me encontré dentro de una luz muy intensa y brillante. Sentí un calor y un amor que nunca antes había percibido. Entonces escuché una voz que salía de la Luz:

“Has cometido un error. Tu vida no es tuya para que puedas quitártela. Tienes que regresar”. Discutí con la voz “Nadie se ocupa de mí”. La respuesta que recibí fue sorprendente: “Tienes razón. Nadie en este planeta cuida de ti, ni siquiera tus padres. Tu misión es cuidar de ti misma

Beberly regresó rápidamente a su cuerpo. Sentía un dolor intenso. Tenía la boca incrustada en una barandilla de madera que rodeaba el banco. Su cuello estaba roto. Trató de mover la cabeza y perdió muchos dientes y un trozo de lengua. Sin embargo Beberly era una niña “tozuda”. La ECM no convenció a la niña de que no tenía que matarse.

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Por suerte la Vida fué más tozuda que Beberly y le dió una lección que su corazón no pudo jamás olvidar. Cuenta que pensó en volver a suicidarse en cuanto tuviera la posibilidad, ya que pasó por muchos meses en estado de coma, hasta lograr su total recuperación. Pero apenas tuvo ese pensamiento, fue envuelta de nuevo por el paraguas protector y sacada inmediatamenete de su cuerpo. Se sintió cómoda en una “burbuja de amor y vida” , y tuvo una visión. La burbuja cálida fundió la nieve y el hielo en un árbol cercano, en el que jugaba a menudo. La burbuja le enseñó que aunque el árbol estuviera ahora metido en la nieve y el hielo, volvería a tener hojas verdes en el verano. Se vio a sí misma sentada bajo el árbol, comiendo una manzana dulce de sus ramas, y sintiendo placer y alegría. De pronto, entendió lo que le estaban enseñando:

“Vi que el árbol de Invierno con la nieve y el del verano con las manzanas eran dos partes de una totalidad. Vi que mi vida era entonces como el árbol de Invierno, y cuando comprendí que me aguardaba el verano, deseé regresar a mi cuerpo” La experiencia la transformó inmediatamente. Después de salir del coma, exigió más sus derechos, convirtiéndose en abogada de sí misma en lugar de ser una víctima del abuso infantil. Cuando se hizo mayor se casó y tuvo tres hijos. Y le dio a sus hijos ese amor y cuidado que no pudo tener ella cuando niña.

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Se siente feliz con su matrimonio y lleva un paraguas en un collar a modo de amuleto, para recordarle siempre lo que le enseñó la experiencia. “Cuando te haces daño a ti mismo, le haces daño a todo” dijo.

Un niño llamado James pasó por lo mismo que pasan muchos niños de su edad, que no se sienten queridos por sus padres y el mundo les parece una reverenda mierda. A la edad de 11 años y sin ya poder soportar su existencia, se tragó puñados de Darvon, codeína, Tylenol y aspirinas, y se fue caminando a un parque arbolado para morir. Una pareja pasó cerca de él una hora más tarde y al verlo tirado en el suelo llamó inmediatamente a una ambulancia. James fue rescatado sin perder tiempo y los médicos pudieron reanimarlo y devolvérselo a sus padres. Estando “muerto” tuvo una ECM, que luego pudo relatársela al doctor Morse.

“Todo se volvió oscuro al morir, tal como pensé que sucedería. Pero luego, de pronto, mi mundo se llenó de luz. Ésta parecía llenar todos los puntos oscuros de mi vida, sobre todo aquellos sentimientos de vaciedad que tenía desde que abusaban de mí. Un espíritu de la Luz me preguntó porqué había intentado matarme. Le hablé sobre lo malos que habían sido mi vida y el mundo. Fue amable, pero no simpático. Me dijo: “Bueno, tendrás que quedarte por ahí y ver lo que puedes hacer con tu vida”

Esta experiencia le cambió la vida. A la edad de 25 años

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James ya trabajaba en un campamento de verano para unos niños enfermos de SIDA. “Mi experiencia próxima a la muerte me enseño que tenía que crear mis propias posibilidades. Nunca había descubierto eso por mí mismo”

El doctor Moody fué el primero que recopiló testimonios de suicidios fallidos que vinieron acompañados de ECM. En todos ellos, el suicidio no aparece como la solución de los problemas. La gente que se suicida quiere escapar de la Vida. Piensa, como muchos de nosotros, que puede dejar de “existir”. Pero si la Vida es un eterno continuo ¿podemos escapar de ella? Es lógico que no. Y aparte de no poder escapar, nos quedamos desmoralizados con el remordimiento en nuestra conciencia. En el libro de Moody encontré tres relatos de suicidios fallidos:

”El problema que le contaba, ya sabe, no parece ahora tan importante, viéndolo desde otra perspectiva, desde un punto de vista más adulto. Pero en aquella época, con la edad que yo tenía me parecía gravísimo… Bien, lo que ocurrió es que el problema seguía allí, aún después de haberme “matado”. Y era como si se repitiese, como si empezara de nuevo. Lo tenía que sufrir otra vez, y cuando, al final, pensaba: “¡Me alegro que haya pasado!”

volvía a comenzar de nuevo, y entonces me decía: “¡Oh, no, otra vez no!”

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“Mientras estaba allí tuve la sensación de que dos cosas que me estarían totalmente prohibidas y serían matarme a mí mismo y matar a otra persona… Si me suicidara sería como devolverle a Dios un regalo tirándoselo en la cara… Matar a otra persona equivaldría a interponerme en los designios de Dios para dicho individuo”

”No, no lo repetiría. Cuando muera será de muerte natural, porque algo que comprendí claramente en aquellos momentos es que nuestra vida aquí dura muy poco y que hay muchas cosas que hacer en ella. Y cuando uno muere es para toda la eternidad

El doctor Bruce Greyson es doctor en psiquiatría y ha realizado un estudio sobre las personas que han tenido un intento de suicidio. Según su informe, las personas que se han suicidado y que han tenido una ECM han perdido el deseo de suicidio. No así las personas que no han tenido una ECM. Ellas, en cambio, en un alto porcentaje, intentarán de nuevo cometer suicidio. El doctor Greyson deduce que las ECM son una experiencia positiva pues le quitan al suicida el deseo de matarse. Estos se dan cuenta que el suicidio no es la solución. Incluso que es un error.

Por otra parte descubren que hay otra Vida más rica y plena que les aguarda y sienten que la Vida, aún con sus dificultades, merece la pena ser vivida. Un amigo del doctor Moody comprobó esto con una vecina suya que

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había intentado quitarse la vida. La pobre mujer se sentía vieja y deprimida y eso la llevó a tomar su fatal decisión.

Afortunadamente, la mujer falló en su intento. El médico que la atendió después de haber sufrido ese suceso pensó que la mujer tenía un problema respiratorio y le dio una botella de oxígeno para aliviarla, pero el amigo de Moody se dio cuenta que el problema de la mujer era otro, que no era físico sino psicológico, entonces fue hasta su casa y le trajo un ejemplar de Vida después de la Vida (el primer libro del doctor Raymond Moody sobre ECM) para que lo leyera. Unos días después la vio paseando lentamente por la calle con el libro en la mano. Le dio las gracias muy efusivamente y le dijo que era la primera vez que salía de casa en un año porque era la primera vez que tenía ganas de hacerlo. Dijo que ya no se sentía tan mal respecto a su edad avanzada y a su desenlace inevitable. Además, la mujer se ha convertido en una activa jardinera. Disfruta del contacto con la Naturaleza (es decir con la Vida) y además no necesita ninguna botella de oxígeno. La esperanza en otra Vida la hizo más propensa a aceptar ésta.

Tal vez algún lector se pregunte si el haber tenido estas experiencias tan extraordinarias y trascendentales le han permitido a algunas de estas personas desarrollar

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algún tipo de facultades psíquicas. Según los datos recogidos por los investigadores un número muy pequeño de personas, tras la experiencia, han comenzado a adquirir o percibir facultades de intuición parapsíquicas.

Una es el caso de Dannion Brinkley (relatado con detalle en mi libro anterior) donde adquirió la facultad de leer la mente y adivinar el futuro de las personas con un grado importante de presición. Pero hay algunos casos más:

“Después de la experiencia me pareció estar invadido de un nuevo espíritu. Desde entonces muchos me han comentado que cuando están perturbados les produzco un efecto calmante casi instantáneo. Tengo la impresión de que ahora sintonizo más con la gente, que percibo cosas de ellos con más rapidez.”

“Creo que las experiencias de la muerte me ha proporcionado la facultad de sentir lo que otros individuos necesitan en sus vidas. A menudo, por ejemplo cuando estoy con gente en el ascensor de la oficina donde trabajo, casi me parece que puedo leer sus caras, saber si necesitan ayuda y de qué tipo. Muchas veces he hablado con gente que se encontraba en apuros y las he llevado a mi despacho para aconsejarlas.

“Desde que fui herido he tenido la sensación de que puedo recoger los pensamientos y vibraciones de la gente y percibir el resentimiento en los otros. A menudo puedo saber lo que van a decir antes de que lo hagan. Pocos me creerán, pero he tenido algunas experiencias realmente

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extrañas desde entonces. Una vez, en una fiesta, recogí el pensamiento de los otros, y unos cuantos, que no me conocían, se levantaron y se fueron. Tenían miedo de que fuera un brujo o algo parecido. No sé si es algo que comencé a tener al estar muerto o si lo tenía dormido y no lo usé hasta después de la experiencia.”

Sin dudas existe en las ECM un gran poder transformador. La persona que pasa por este tipo de experiencias ya no vuelve a ser la misma. Dicho poder radica sencillamente en que son experiencias reales, no soñadas o alucinadas. No es necesario tener una ECM

para sentir su efecto transformador. Muchas personas no las han tenido y sin embargo se han transformado igual.

Algunas de estas personas son profesionales que están bien informadas de cómo funciona el cuerpo humano y la mente y saben que la discusión de si la mente sobrevive o no tras la muerte del cerebro no está cerrada en lo absoluto.

Fueron estos profesionales los primeros que descubrieron y estudiaron las posibilidades de Vida tras la muerte física.

En su mayoría eran médicos que descubrieron estos casos después de hablar con sus propios pacientes. La relación médico-paciente, como sabemos, es muy especial. La Medicina no es una Ciencia “cualquiera”. Los médicos no tratan con átomos o gigantescos agujeros negros. Tampoco con rocas ni huesos viejos como los paleontólogos. Ellos

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tratan con personas, y su principal objetivo es preservar la salud y la vida de los seres humanos. Esto hace que la Medicina sea una ciencia especial y que los médicos suelan tener, en muchos casos, una sensibilidad especial también. Tal es el caso de los médicos que se lanzaron a estudiar en la década del 70 y del 80 las ECM. Algunos de ellos, como el doctor Kenneth Ring, eran más entusiastas respecto a descubrir las posibilidades de Vida tras la muerte del cuerpo pero otros, como el doctor Michael Sabom, eran en cambio más escépticos. Cada uno de ellos se lanzó a investigar las ECM motivados por intereses o sentimientos diferentes y desde experiencias médicas distintas, pero todos ellos pudieron felizmente llegar a una misma conclusión. Y ésta es que la supervivencia de la mente tras la muerte corporal es un hecho. Que después de la Muerte “hay algo”. Y que ese algo no es terrorífico ni desolador sino maravillosamente extraordinario.

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Los Pioneros de las ECM

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Uno de los aportes más importantes que han arrojado las investigaciones sobre las ECM es la posibilidad que le ofrece a los médicos de poder hablar con sus pacientes cuando estos les informan sobre sus experiencias y así poder comprenderlos y contenerlos. Incluso interactuar con ellos con naturalidad para poder ayudarlos en su proceso de rehabilitación o, en el caso de una muerte terminal, en su proceso de transición a la otra Vida. En este caso también le sirve al médico para ayudar psicológicamente a los familiares de dicho enfermo terminal. Hasta la publicación del libro de Raymond Moody “Vida después de la Vida” no había casi investigación en el campo de las experiencias en el umbral de la Muerte. La mayoría de los médicos ignoraban estos acontecimientos porque sus pacientes no se lo contaban. Muchos de ellos no se animaban a relatar sus maravillosas experiencias y, si lo hacían, frecuentemente eran tildados de “locos” y a más de uno lo encomendaban al psicólogo. Hoy todo esto cambió gracias al aporte de un puñado de investigadores donde se destacan figuras como las de Kenneth Ring, Melvin Morse, Michael Sabom y el mismo Moody.

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Gracias a ellos todos los médicos del mundo disponen de una valiosa información sobre este fenómeno universal.

Estos pioneros son para mí hombres de Ciencia que se atrevieron a pensar con su “propia cabecita” venciendo prejuicios sociales y científicos, lanzándose a investigar y a defender sus trabajos con valentía, venciendo el miedo al descrédito o a ver afectado su futuro profesional. Las personas que voy a citar aquí son, según mi investigación, las autoridades máximas de este moderno campo de estudio. Por su puesto, han habido otros, pero estos son sin dudas las “lumbreras”.

Raymond A. Moody:

El doctor Raymond Moody fue el primer médico que estudió de modo sistemático los fenómenos de supervivencia a la muerte corporal, publicando el resultado de sus investigaciones en su éxito mundial de ventas VIDA DESPUÉS DE LA VIDA, que marcó un antes y un después en la historia de la Medicina y de la Ciencia en general. A este hombre se le debe que el tema de las probabilidades de Vida después de la Muerte deje de ser un tema “tabú” en el mundo académico y se pueda hablar de ella con más naturalidad. Le podríamos llamar con justicia y sin ánimos de exagerar “el padre

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Raymond Moody

de la Tanatología”. El doctor Moody tiene en su haber los doctorados de filosofía y medicina, además de ser psiquiatra. Cuando en el decenio de 1970 sacó a la luz el resultado de sus investigaciones en torno a personas declaradas clínicamente muertas y que después habían sido reanimadas, pocos sospecharon la repercusión que estos testimonios iban a tener en la sociedad. Desde entonces, no es posible concebir ningún estudio, debate o planteamiento referido a las Experiencias Próximas a la Muerte que no tenga en consideración el trabajo del doctor Moody.

Su interés por el tema de las posibilidades de Vida tras la Muerte se fue dando de a poco, a medida que se fue

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topando con testimonios de personas que parecían haber sobrevivido psíquicamente tras haber estado clínicamente

“muertas”. De esta manera, Moody comenzó a realizar un arduo trabajo de investigación que le llevaría con el tiempo a modificar su visión sobre estas cuestiones. “En los últimos años me he encontrado con gran número de personas que han pasado por lo que llamaremos

«experiencias cercanas a la muerte». Las he conocido de diversas formas. Al principio fue por coincidencia. En 1965, cuando era estudiante de filosofía en la Universidad de Virginia, conocí a un profesor de psiquiatría de la facultad de medicina. Desde el primer momento quedé sorprendido por su amabilidad y cordialidad, pero la sorpresa fue mayor cuando, posteriormente, me enteré de que había estado «muerto» en dos ocasiones, con diez minutos de intervalo y que hizo un fantástico relato de lo que le ocurrió en aquel estado. Más tarde lo oí relatar su historia a un pequeño grupo de estudiantes interesados. Quedé muy impresionado, pero como carecía de capacidad para juzgar tales experiencias, me limité a archivarla, tanto en mi mente como en una cinta en la que había grabado la charla.” Unos años después, tras haber recibido el doctorado en filosofía y siendo profesor en una Universidad del este de Carolina del Norte, después de acabar la clase donde había estado discutiendo con

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sus alumnos el Fedón de Platón, un estudiante lo detuvo para hablar un poco más sobre ese tema. “Me preguntó si podíamos discutir el tema de la inmortalidad. Le interesaba porque su abuela había “muerto” durante una operación y le contó una sorprendente experiencia.

Le pedí que me hablara de ella y, para mi sorpresa, me relató casi la misma serie de acontecimientos que había oído al profesor de psiquiatría unos años antes. A partir de ese momento mi búsqueda de casos se hizo más activa y comencé a incluir lecturas sobre la supervivencia humana a la muerte biológica en mis cursos de filosofía...

Quedé realmente sorprendido cuando descubrí que, de cada clase de treinta alumnos, uno al menos venía a verme después de la lección y me contaba una experiencia personal cercana a la muerte.”

A Moody le llamaba la atención la gran similitud de las historias, a pesar del hecho de haber sido vividas por gente de muy diversos antecedentes religiosos, sociales y culturales. En 1972 se matriculó en una facultad de medicina y ya conocía por entonces varias experiencias de ese tipo. Comenzó a hablar del estudio informal que estaba haciendo a alguno de los médicos que conocía.

Finalmente, un amigo le habló de dar una charla en una sociedad médica y otras conferencias públicas le

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siguieron. De nuevo se repitió el hecho de que tras cada charla alguien venía a contarle una experiencia personal de supervivencia tras la Muerte. Cuando su interés en el tema se fue haciendo más conocido entre sus colegas, los doctores comenzaron a ponerle en contacto con personas a las que habían resucitado y que contaban experiencias inusuales. También fue recibiendo muchos informes por correspondencia tras la aparición en los periódicos de artículos sobre esos estudios. Fue así como, después de entrevistar a muchas personas y reunir suficiente información, escribió lo que sería su primer best seller

“Vida después de la Vida” al que le seguirían varios libros más, dos de ellos “Más sobre Vida después de la Vida”

donde contiene información muy interesante sobre ECM

que son menos comunes que las mostradas en el primer libro y el otro “Más allá la Luz” donde ahonda más en estos temas y examina las ECM desde una perspectiva más científica. Esto último se debió a que cuando publicó su primer libro, algunos colegas objetaron que había tratado el tema de una manera muy “periodística” y poco científica. En “Más allá la Luz” Moody analiza una por una las críticas a las ECM y las rebate a todas científicamente, demostrando que éstas son experiencias genuinas y no meras “alucinaciones” o engaños del subconsciente. Por supuesto que esas evidencias científicas no las encontró él

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solo. Otros colegas se encargaron de hallarlas ahorrándole a él un arduo trabajo.

Actualmente el doctor Moody dirige el “Teatro de la Mente” en el estado de Alabama, donde realiza un interesante trabajo con personas que han perdido a sus seres queridos y además sigue viajando por el mundo dando conferencias en torno a la Muerte y sus fenómenos.

Kenneth Ring:

Según Raymond Moody, el doctor Kenneth Ring fue el que dio el paso científico en el tema de las ECM

y el que legitimó, de esa manera, su trabajo. Moody, como dije anteriormente, había sido criticado por la comunidad médica porque, según ellos, había abordado el tema de una manera muy “periodística” y poco rigurosa científicamente. Afortunadamente estaba allí el doctor Ring para dar el paso científico.

Tomó conocimiento de las ECM cuando aún era un estudiante de psicología, pero se metió de lleno a estudiar las ECM después de leer el trabajo de Moody. Ring examinó detalladamente las experiencias de 102 personas que tuvieron una ECM y pudo demostrar que en las ECM

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Kenneth Ring

la religión no cuenta más que la raza. Lo mismo pasa con la edad. También confirmo que las ECM transforman positivamente a las personas. Según Moody, todos los que estudian seriamente las ECM toman como punto de referencia el trabajo de Ring. Ring creó un método de preguntas que él formuló para su informe y que se ha convertido en el patrón de los investigadores que estudian estos fenómenos. “Me bastó oír una sola experiencia en el umbral de la muerte para quedar atrapado para toda la vida”. Cuenta que la primera experiencia fue la

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de una mujer que tuvo una hemorragia al dar a luz. La mujer sintió que todo se le volvió negro y luego vio que estaba suspendida en una esquina del quirófano. Vio a los médicos cómo luchaban para reanimarla y sacar al niño. La mujer dijo que escuchó una voz que le dijo que su hijo debía llamarse Pedro (pensaba llamarlo Harold) y que tendría problemas de corazón que se corregirían con el tiempo. Todo eso ocurrió después como la voz había dicho. “Esta historia me fascinó” dijo Ken. Dicha experiencia lo llevó a investigar sobre parapsicología y luego a leer “Vida después de la Vida” del doctor Moody y se quedó prendado. “Recuerdo que tuve una sensación casi eléctrica mientras estaba sentado en mi casa leyendo.

Empecé incluso a garabatear ideas en los márgenes para proyectos de investigación. Mi reacción inmediata fue: esto es lo que yo quiero hacer”.

Se propuso la tarea de ir a un buen número de hospitales de Connecticut y se presentó a distintos comités para familiarizar al personal con lo que pretendía hacer. “Tuve que gastar mucha saliva para convencer a los médicos inflexibles de eso hospitales que mi investigación era legítima”. Así pudo lograr ponerse en contacto con muchas personas que habían tenido una ECM. “La segunda persona con la que hablé había

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tenido una ECM. Estaba tan excitado que me daba la impresión de estar sentado sobre dinamita. Y eso me pasaba – y me sigue pasando – por muchas personas que escucho. Por ejemplo era capás de ir en coche a algún lugar de Nueva Inglaterra para entrevistar a alguien que había tenido una ECM… Al volver a Harford escuchaba la cinta de la entrevista durante todo el trayecto y me sobrecogía tanto oír esos relatos que los escuchaba una y otra vez… Lo divertido es que las personas con las que yo halaba estaban tan interesadas en las entrevistas como yo. Muchas de ellas nunca habían hablado con nadie de esas experiencias o lo habían hecho con cierta vacilación sólo porque necesitaban desahogarse. Por lo general eran incomprendidos y en ocasiones francamente ridiculizados… Encontrar a alguien como yo que estaba interesado en su ECM les quitaba un peso de encima.

Podían confiar en mí sabiendo que yo los entendía. A menudo necesitaban preguntarme a mí tantas cosas como yo a ellos… En casi todos los casos solían decir: ésta es la experiencia espiritual más profunda y más secreta que jamás he tenido”.

El doctor Ring nos dice que “He oído miles de historias como estas pero nunca he sido capaz de apartarme de ellas. Vendrá una persona y me dirá: sé

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que usted ha oído todas las historias que necesitaba oír, pero aquí tiene una más… Y yo volveré a escucharla con la misma emoción. No es ninguna adicción, pero desde luego es algo de lo que uno nunca se acaba”. “Investigar sobre las ECM ha sido algo que ha transformado mi vida de muchas maneras. Por ejemplo, me ha vuelto más espiritual. No religioso, cuidado, sino espiritual ¿Cuál es la diferencia? Dijo una vez el sabio: la persona religiosa sigue las enseñanzas de su iglesia, mientras que la persona espiritual sigue la dirección de su alma… ¿Cuál es el mensaje básico que sacan estas personas de su ECM? Que el conocimiento y el amor son las cosas más

importantes. Son las religiones institucionalizadas las que han añadido todos los dogmas y todas las doctrinas” .

El doctor Ring está convencido que la Muerte, tal como la entendemos, no existe. Sólo existe la Vida.

“Cuando el cuerpo físico ya no funciona – dice – el espíritu lo abandona y sigue viviendo” “Mis estudios me han enseñado también a no temer el fin tal y como nosotros lo conocemos. Espero con gozo esa aventura”

Michael Sabom:

El doctor Michael Sabom era un escéptico cuando

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oyó hablar por primera vez de las ECM, pero conforme iba creciendo su interés en el tema, decidió llevar a cabo un estudio que se ha convertido, como en el caso de Ring, en un punto de referencia en el campo de la Tanatología.

Analizó las ECM de 116 personas y las clasificó en tres tipos: autoscópicas, trascendentes y mixtas. Puso especial atención en las experiencias fuera del cuerpo. Comparó sus descripciones con los procedimientos de reanimación de 25 pacientes con conocimientos médicos sobre lo que ocurre cuando un doctor intenta volver a poner en marcha el corazón. Descubrió que 23 de las 25 cometieron grandes errores al describir los procedimientos de reanimación.

Por el contrario, ninguno de los pacientes que habían sido reanimados en estado cerca de la Muerte se equivocó al describir lo que había ocurrido en sus reanimaciones, lo que prueba que estuvieron realmente fuera del cuerpo observando. Todo esto está en su libro “Reminiscencias de la muerte: una investigación médica”.

Al igual que el doctor Ring, Michael Sabom recibió un buen día el libro “Vida después de la Vida” de la mano de una asistente social psiquiátrica. La mujer después le pidió la opinión y Sabom le contestó que le parecía ridículo. Sus pacientes jamás le habían contado esas experiencias. Luego fue al hospital y le preguntó a otros

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Michael Sabom

médicos si habían oído hablas de ellas y le dijeron que no.

Sin embargo la mujer lo desafió a leer el libro y lo hizo.

“Pensé que era muy entretenido – dijo – pero francamente no me pareció que tuviera fundamente real” . Después de leer el libro quiso constatar si esos testimonios eran reales o no. “Por casualidad se lo pregunté a varios de mis pacientes y quedé sorprendido al constatar que un gran número de ellos la habían tenido. Y me sorprendió más todavía saber que esas experiencias estaban ocurriendo justo debajo de nuestras narices a personas a las que nosotros habíamos tratado y que ni siquiera teníamos conocimiento de ellas”.

Este descubrimiento llevó a Sabom a sentirse

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verdaderamente intrigado por este tema y decidió investigar a personas que habían tenido un paro cardíaco o habían estado cerca de la muerte, para poder conocer las causas de estos fenómenos. Era la primera vez en su vida que se estaba involucrado en un tema tan ajeno a su tradición médica. “Estudiar las ECM significó para mí romper con algunas nociones preconcebidas. Después de todo, mi educación me había llevado a centrarme en el aspecto físico del hombre, no en lo espiritual”

El primer caso que conoció fue el de un veterano de Vietnam, que después de ser herido por soldados vietnamitas tuvo una experiencia fuera del cuerpo. Como si fuera un fantasma, el hombre lo observaba todo y seguía su cuerpo mientras los americanos lo trasladaban para recuperarlo. Todos pensaban que estaba muerto, pero cuando le iban a suministrar un líquido para poder embalsamarlo y que su cuerpo se pueda mantener sin descomponerse el tiempo suficiente para trasladarlo a EE.UU el médico vio que manaba sangre de sus venas.

Acto seguido lo llevaron urgente a otra sala donde pronto lo recuperaron. El veterano sobreviviente le mostró a Sabom la herida que le había hecho el médico en aquel momento. Sabom confiesa que a menudo piensa, cuando atiende a sus pacientes en estado de coma, si ellos estarán,

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en ese momento, observándole desde algún lugar.

Después de escuchar muchos relatos, Sabom pensó que toda esta gente había leído el libro de Moody, pero cuando les empezó a preguntar si habían leído ese libro, contestaban que no lo conocían. La mayoría de sus entrevistados eran gente que no leían casi nunca y pocas veces leían el periódico. Cuando terminó su larga investigación (5 años y más de 110 personas, algunos de ellos pacientes suyos) las evidencias fueron tan aplastantes que tuvo que reconocer la validez de las ECM. Es por esa razón que se queja de que las editoriales que publican libros e informes médicos se resistan a publicar los fenómenos de ECM pues consideran que son experiencias fuera de lo normal. “No está bien que estos editores médicos no nos dejen llegar a más médicos con la información sobre las ECM, sobre todo en una época como la nuestra en que, gracia a la tecnología avanzada, tantas personas sobreviven a cuadros cínicos graves que antes las hubieran matado. Ahora, lo que antes se llamaba visiones sobre el lecho de la muerte, se ha convertido en una ECM para un paciente que necesita ser aconsejado sobre su extraordinaria experiencia. Si los médicos no saben lo que significan esas cosas, el paciente se queda igual”

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Melvin Morse:

El doctor Morse es pediatra y trabajó en Seattle, Washington. Es el mayor especialista en las ECM de los niños, trabajo que plasmó en su magnífico libro “Más cerca de la Luz”. Su decisión de trabajar sobre los niños radicó en que esta población no está lo suficientemente marcada por la cultura ni la religión. Su interés por el tema comenzó como le ocurrió a la mayoría de los tanatólogos, es decir por casualidad, cuando tropezó con una ECM de una niña estando en un hospital de Idaho, como médico residente.

La niña se había ahogado en una piscina y el doctor Morse la atendió personalmente. Después de inyectarle colorante en el cuerpo para, al realizarle un escaneo, poder tener una buena imagen del cerebro, concluyó que el mismo estaba gravemente dañado. La niña tenía un tumor cerebral, que suele producir desvanecimiento y explica el accidente en la pileta. Morse casi no le daba esperanza alguna de vida.

Sin embargo su conclusión, como le ocurre a más de un médico cuando aparece un cáncer, le falló. A los tres días la pequeña se recuperó del todo. No existían huellas del tumor.

Cuando la niña fue dada de alta el doctor Morse fue

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Melvin Morse

a hacerle una revisión. Entonces le dijo que le contara lo que le había ocurrido cuando estaba en la piscina, a la cual la niña respondió “Quiere usted decir cuando estuve en el regazo del Padre Celestial”. “Caramba, pensé, esto parece interesante. Y le dije: háblame de eso. Ni qué decir que quedé desconcertado por lo que oí” . La pequeña le había contado con sumo detalle lo que ya relaté en el capítulo

“Los niños que vieron la Luz”, es decir su encuentro con una mujer de cabellos dorados llamada Elizabeth, que la llevó por un túnel hasta el Cielo, donde se encontró con Dios. Allí le dijeron que no le correspondía estar allí y que debía regresar. Y así fue. La niña, como ocurre

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casi siempre en estos casos, fue enviada de regreso a la Tierra para la alegría de sus padres y médicos. “Quise comprobar su realismo – dijo Morse – así que pregunté

¿Qué significa morir? Y ella me dijo: «Ya lo verá. El Cielo es divertido»” “Nunca he olvidado eso porque lo dijo con tanta seguridad; me miró directamente a los ojos y dijo: «Ya lo verá»”

El doctor Morse indagó sobre las creencias religiosas de la familia de la niña y comprobó que sus enseñanzas sobre la muerte no tenían nada que ver con lo vivido por ella. Fue para él una experiencia tan intensa que llegó a estar fuertemente interesado en ese tema. A partir de allí comenzó una investigación que duró aproximadamente tres años y remitió cientos de datos. “En el informe no se admitía a nadie que tuviera más de 18 años. Entrevisté a todo aquel que había sobrevivido a un paro cardíaco, a todo aquel que había tenido un principio de coma de Glascow, de cuatro o menos, y a todo al que había tenido algún tipo de proceso clínico que podría haberle llevado a la muerte”

El doctor Morse centró su investigación en averiguar si las ECM pudieran tener algún tipo de explicación psicológica o biológica (fármacos, drogas, sustancias psicoactivas generadas por el cerebro, etc.) y

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encontró, al igual que Ring y otros investigadores, que ninguna de estas cosas explicaba las ECM. Armó dos grupos bien diferenciados para estudiarlos. En uno de los grupos había muchos pacientes que no estaban para morir pero tenían procesos clínicos de riesgo. Habían casos graves y por ello estaban tomando toda clase de narcóticos y drogas alucinógenas (entre ellas la Torazina, el Valium, el Demerol, la morfina y sus derivados) Ninguna de las personas que habían estado sometidas a estas sustancias habían tenido una ECM. Cuando se los indagaba sobre sus experiencias todas decían lo mismo “He soñado que los médicos se acercaban a mí con jeringas” o “He soñado con monstruos”. Por otro lado, los pacientes que habían estado cerca de la muerte, incluso antes de ser trasladadas al hospital para ser reanimados, sí tuvieron una ECM. Los relatos de estos pacientes se diferenciaban de aquellos que habían estado consumiendo sustancias alucinógenas y eran siempre del mismo tipo: el pasar por un túnel, ver seres de luz, recibir la visita de parientes fallecidos, estar frente a un ser luminoso, verse a sí mismo fuera del cuerpo, etc. El doctor Morse dice que en la Universidad le enseñaron a buscar la respuesta más simple a los problemas médicos y a descartar las explicaciones “retorcidas”, por ende, la explicación más simple que le encuentra a estos fenómenos es que las ECM son verdaderos “destellos de

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otro mundo”. “He sido escéptico durante mucho tiempo”

le confesó al doctor Moody cuando éste lo entrevistó en Seatle. “Luego un día leí en un periódico médico un largo artículo que trataba de explicar las ECM como manifestaciones engañosas del cerebro. Desde entonces he estudiado las ECM ampliamente y ninguna de las explicaciones que apuntaba este investigador tenía sentido. Al final quedó claro para mí que se le había escapado la explicación más obvia de todas: que las ECM son reales. Se le escapó la posibilidad de que el alma realmente viaje”.

Elisabeth Kübler-Ross:

Quiero hacer una mención especial para la doctora Elisabeth Kübler-Ross, quien estuvo dedicada la mayor parte de su vida a la atención y al apoyo psicológico de enfermos terminales. La doctora Ross pasó mucho tiempo al lado de este tipo de pacientes y conocía todas las experiencias que se tienen cuando uno está cerca de la Muerte. Se licenció en medicina en la Universidad de Zúrich en 1957 y posteriormente se mudó a Nueva York donde continuó sus investigaciones. Toda su obra versa, mayoritariamente, sobre la Muerte y el acto de morir. En base a su larga experiencia sobre personas moribundas

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Elisabeth Kübler-Ross

creó un modelo que se conoce universalmente como modelo Kübler Ross. En él va describiendo las diferentes etapas que atraviesa el enfermo a medida que se aproxima a su inevitable muerte. Estas son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Cuando Moody conoció a la doctora Ross (quien escribió el prólogo de

“Vida después de la Vida”), ésta ya sabía todas las cosas que él había puesto en su primer libro. Había estado investigando por muchos años las ECM mucho antes que él y cualquier otro. Ella ya había escuchado todas las historias que viven las personas que pasan por una ECM; el túnel, la visita de familiares muertos, los seres de luz, la visión panorámica… ¿Por qué entonces no se conoció

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primero su nombre en la historia de la Tanatología? Es que la doctora Ross, a diferencia de Moody y sus coetáneos, prefirió dedicar sus esfuerzos en aliviar el dolor de los moribundos a que sentarse a sistematizar científicamente las ECM o incluso ponerlas a prueba como lo hizo el doctor Ring. En vez de poner más atención en la

“demostración científica” y el “conocimiento teórico”, prefirió dedicar sus esfuerzos a dar alivio y amor a aquellos que más lo necesitaban usando como herramienta su vasto saber. Fue una luchadora incansable, recorriendo hospitales y aplicando su conocimiento y experiencia médica para curar y aliviar a sus pacientes, además de dar conferencias por todo el mundo. Se pasaba largo tiempo escuchándolos y luego les ayudaba espiritualmente combinando el humor y el optimismo con la comprensión y el saber, como lo haría una “madre sabia”. Ayudó a muchos familiares a manejar la pérdida de un ser querido, a saber cómo enfrentarse a la Muerte. Les explicó cómo apoyar a la persona en agonía, lo que debía hacerse en esos difíciles momentos y lo que debía evitarse. Bajo su tutela se crearon fundaciones y movimientos ciudadanos que reclamaban el derecho a una muerte digna. En su larga trayectoria profesional recibió cerca de 20 premios y méritos en EEUU y en Europa. Escribió muchos libros (“La Muerte, un amanecer”, “El Túnel y la Luz”, “Sobre la

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Vida después de la Muerte”, “Sida y Amor”, “Recordando el Secreto”, “La Rueda de la Vida”, etc.) pero en todos ellos buscaba trasmitir el mensaje de que la Muerte no es algo trágico sino una simple transición a otra vida mejor y que debemos afrontarla con valor y alegría. En uno de sus libros escribía “No se puede sanar al mundo sin sanarse primero a sí mismo. Si estamos dispuestos para las experiencias espirituales y no tenemos miedo, las tendremos, sin necesidad de un gurú o un maestro que nos diga cómo hacerlo. Cuando nacimos de la fuente a la que yo llamo Dios, fuimos dotados de una faceta de la divinidad; eso es lo que nos da el conocimiento de nuestra inmortalidad. Debemos vivir hasta morir.

Nadie muere solo. Todos somos amados con un amor que trasciende la comprensión. Todos somos bendecidos y guiados. Es importante que hagamos solamente aquello que nos gusta hacer. Podemos ser pobres, podemos pasar hambre, podemos vivir en una casa destartalada, pero vamos a vivir plenamente. Y al final de nuestros días vamos a bendecir nuestra vida porque hemos hecho lo que vinimos a hacer. La lección más difícil de aprender es el amor incondicional. Morir no es algo que haya que temer; puede ser la experiencia más maravillosa de la vida. Todo depende de cómo hemos vivido. La muerte es sólo una transición de esta vida a otra existencia en

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la cual ya no hay dolor ni angustias. Todo es soportable cuando hay amor. Mi deseo es que usted trate de dar más amor a más personas. Lo único que vive eternamente es el amor”

La doctora Ross fue una mujer que tuvo la fortuna de haber vivido como escribió, dando conferencias por todo el mundo y ayudando espiritualmente a miles de personas en su lecho de muerte. Y a sus familiares, que padecían el dolor de tener que ver partir a sus seres queridos. Hoy no está más entre nosotros. El 24 de Agosto del 2004 partió hacia el otro mundo para reencontrarse con quienes ayudó tanto en esta terrenal existencia. Es por eso que sería injusto no dedicar una líneas a una mujer que hizo de la Medicina un ejemplo de docencia y de dedicación por la Vida. Su obra quedará en la memoria de aquellos que la conocieron personalmente o que tuvieron la posibilidad de leer algunos de sus libros. Ella también tiene su lugar entre aquellos que difundieron la idea de que la Vida no termina con la Muerte, sino que la Muerte es una puerta que nos conduce a una nueva Vida.

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Hacia la Luz

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En el mundo parece ser que no faltan esas personas que se deleitan en quitarle la esperanza a la gente. Cuando ven que alguien aparece frente a ellos remontando un barrilete entre la multitud, blanden con esmero sus piedras para intentar derribarlo rápidamente. Nos da la sensación de que están conformes con la imagen del mundo que algunos poderosos y “eruditos” han creado para nosotros y que, por ende, no debería darse ningún intento de querer cuestionarlo o, lo que es peor, modificarlo. Tal es el caso de esas personas que, pese a la inmensa cantidad de evidencias en favor de la continuidad de la Vida tras la Muerte, se empecinan en negar la existencia de tal posibilidad. Algunos escépticos o materialistas han intentado explicar, vanamente, las ECM como un mecanismo biológico o psicológico que nada tiene que ver con una experiencia trascendente. No me extenderé demasiado en explicarle por qué esos argumentos no son ciertos (ya han sido completamente desestimados por los expertos tanatólogos) pues la intención que he tenido al escribir este libro no es hacer un resumen de lo que han escrito muchos autores sino valerme de esos

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estudios para llevar al lector por un camino de reflexión y transformación interior. La misma transformación que tuvieron aquellos afortunados que sí “cruzaron el umbral de la Muerte y volvieron para contarlo”. La consigna fue (y es) hacerse preguntas como éstas: ¿Por qué esperar que se nos muera un hijo para reconocer, amargamente, que no lo cuidamos o protegimos lo suficiente? ¿Por qué tener que perder una pierna o un ojo para saber que la integridad física vale mucho más que una noche de alcohol o una estúpida disputa familiar? De la misma manera ¿por qué esperar tener una ECM para reconocer que la Vida no es absurda o que no se acaba con la Muerte? Por qué (como consecuencia de esto) tenemos que vivir aquí en la Tierra con miedo y egoísmo. Por qué tenemos que pasarnos el resto de la vida comprando espejitos de colores… Los seres humanos no tenemos que conformarnos con tan poco. Merecemos mucho más.

Volviendo a las argumentaciones escépticas diré, pero ejemplo, que la explicación farmacológica, esto es que las ECM son producidas por los fármacos que se le suministran al enfermo en su momento de crisis y que le producen sensaciones de “ingravidéz” “ver una luz blanca” “contemplar paisajes hermosos” o ver “seres angélicos” es falsa porque, como habrá usted visto en la

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lectura de este libro, muchos tuvieron esas experiencias cercanas a la Muerte antes de estar medicados, o sea cuando les sorprendió el accidente, y no después. Esta sola y simple evidencia echa por tierra la explicación farmacológica. Pero, además, ninguna persona que ha estado medicada y tuvo después bellas alucinaciones, pasó luego por una transformación espiritual. No vemos que de los hospitales la gente salga más buena y transformada, salvo que éstos hayan tenido una ECM.

Los delincuentes no salen del hospital con ganas de amar al mundo después de haber tenido alucinaciones mientras eran medicados en un hospital después de haberse abatido con la policía. Pero los delincuentes que sí tuvieron una ECM sí se sintieron arrepentidos de haber vivido como vivieron y no quisieron volver nunca más a sus fechorías.

Lo mismo la gente que se droga. El drogadicto, después de haber tenido “viajes” impresionantes, sale con un arma a robarle a la gente para obtener el dinero que le permite comprar droga y así poder regresar de nuevo a esos “mundos de luz”. La droga no te transforma espiritualmente. Te hunde en un infierno que te mata y nos mata a todos. Aquí tenemos otra evidencia más contra la explicación farmacológica. Y con dos evidencias creo que es suficiente. Después tenemos la explicación fisiológica, que se mueve en un sentido semejante a la anterior.

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Argumenta que, en el momento de la muerte, se corta en el cerebro el suministro de oxígeno y las personas ven una “luz blanca intensa que lo inunda todo”. Otras veces el cerebro, cuando está moribundo, sufre una alteración nerviosa que le permite tener una “revisión de su vida”

o una “visión autoscópica” (es decir verse a sí mismo a distancia, como si fuera otra persona). Este argumento también está desestimado por los expertos porque, en el caso de la luz, ésta aparece totalmente despersonificada.

La luz por falta de oxígeno no emana ningún tipo de amor ni dialoga con el sujeto en cuestión. En el caso de la revisión de la vida, ésta aparece totalmente desordenada y no existe ninguna “presencia” que guía la revisión.

Además las imágenes de la revisión se ven una por vez (no todas juntas, como suele ocurrir en algunas ECM).

La visión autoscópica tampoco sirve como prueba porque la persona, cuando está en ese estado mental, se ve a sí misma haciendo algo que no coincide con lo que vive en su situación actual, como si el ser que ve en ese momento fuera un doble o gemelo. En la experiencia extracorporal de las ECM el sujeto ve su propio cuerpo recostado en la camilla o tirado en el piso después del accidente. Incluso puede ver a la gente que asiste a su cuerpo para tratar de revivirlo o llevarlo al hospital. Recordemos además que luego hasta puede relatar cada acontecimiento vivido,

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para la sorpresa de todos los presentes. Finalmente vienen las explicaciones psicológicas (las más inconsistentes de todas). Una de ellas es la experiencia de la aislación.

Cuando el sujeto pasa mucho tiempo aislado en una zona inhóspita como el mar o las montañas, o incluso encerrado en una habitación, el cerebro le hace ver ciertas imágenes.

Una de ellas es una visión panorámica de su vida. Otra es la de ser visitado por extraños personajes o fantasmas.

También la de no querer regresar a la civilización o sentirse unido al “todo”. Todo esto guarda una similitud con las ECM, pero se ve a las claras que nada tienen que ver con ellas. Se sabe, por experimentos que se han hecho en laboratorio, que la experiencia de la aislación raras veces transforma espiritualmente a la persona. Mucho menos quita el temor a la Muerte. Las personas que se aparecen en ese estado no siempre son personas fallecidas.

Los sujetos son variados. En las ECM, por el contrario, el visitante es casi siempre un familiar que murió y nunca uno que está vivo... Tampoco aparecen seres que te trasmiten algún conocimiento importante o una inmensa paz interior, alejando tu desesperación y asegurándote que pronto serás rescatado. En las aislaciones el sujeto no es transportado a maravillosas ciudades de luz ni se tienen visiones de futuro. Tampoco puede salir del cuerpo para averiguar qué está haciendo algún familiar a kilómetros

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del lugar. En general, las experiencias que se tienen en un estado de aislación no son “maravillosas” sino más bien extrañas o, a lo sumo, interesantes. No sirven, a lo sumo, para fortalecer nuestro espíritu y hacernos más fuertes frente a la Vida, pero no más que eso. Por último, las ECM

no pueden ser simples sueños o alucinaciones psicóticas, y no quiero repetir dónde está la falla de esos argumentos para no ser demasiado redundante. Tampoco puede ser algún tipo de delirio o esquizofrenia. La inmensa mayoría de las personas que han pasado por una ECM son, según los tanatólogos, gente perfectamente normal. Algunos de ellos dotados, incluso, de destacada inteligencia, como los científicos, académicos, empresarios y gente de negocios. Tampoco son, como dije en otro momento, experiencias religiosas (muchos que han tenido una ECM

se han declarado ateos o escépticos antes de tenerla). En fin, todas las argumentaciones en contra de las ECM han resultado ser fallidas y el lector dispone de información suficiente en este y otros libros afines para formarse su propia opinión.

Lo más importante de las ECM son los efectos positivos y transformadores que provocan en todas las personas. Un hombre que había sido duro y racional

– cuenta el filósofo Michael Grosso – después de la

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experiencia se sintió más dulce e imaginativo. Había tenido una experiencia fuera del cuerpo y una revisión de su vida. Dicha experiencia lo transformó para siempre. Es por eso que estoy convencido de que el origen del egoísmo humano (egoísmo que engendra monstruos como la guerra, la lucha ciega por el dinero o la propiedad de bienes de consumo, el hedonismo y la importancia personal, etc.) son consecuencia directa o indirecta de esta falta de conocimiento en la otra Vida.

Fíjese que yo digo conocimiento y no creencia. Desde luego que muchos de nosotros “creemos” en Dios y en la Vida después de la Muerte. Pero es una información que tenemos en el cerebro dada por las enseñanzas de las instituciones religiosas, no por la Ciencia, o sea por el verdadero “saber”. Y la Ciencia oficial no ayuda para nada en esto pues se empecina en negar o en dudar de las posibilidades de supervivencia después de la muerte física. Mientras que la idea o noción de la Vida después de la Muerte no pase de ser una “creencia religiosa”

la Humanidad va a seguir estando atada a sus eternos males… La Religión no alcanza para salvarnos de la barbarie (sabemos que muchos religiosos son y han sido bárbaros) Es necesario que el conocimiento de las ECM

y toda la información que se pueda extraer de ellas sea de conocimiento público y pueda transformar nuestra

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civilización. Una civilización en donde no tengamos que estar pisándonos todo el tiempo los unos a los otros para poder vivir. Usando al prójimo como si fuera un objeto o una mercancía. En mi primer libro (El Hipermacho) planteé la necesidad de establecernos de una buena vez en un punto de equilibrio YIN-YANG para poder lograr el orden social. Como individuos y como sociedad hemos perdido hace rato el equilibrio. Nos hemos llenado de fuerza solar. Una fuerza solar que nos ha devastado. Pero aclaré, prudentemente, que una sociedad equilibrada no es necesariamente una sociedad perfecta, sin males. Afirmé que, luego de alcanzar el preciado equilibrio, nos queda transitar el largo camino de la perfección… Las ECM

parecen indicarnos cuál es ese camino. Incluso diría que alcanzar el equilibrio es más fácil cuando entendemos que la Vida es infinita y llena de posibilidades.

Hemos llegado pues al final del recorrido. Al final de este largo viaje. A despedirnos de nuevo como otras veces. Mientras escribo las últimas líneas de mi sexto libro, navego entre mis recuerdos y me encuentro nuevamente frente a las viejas tumbas del cementerio que está ubicado a dos kilómetros de mi casa. Regreso nuevamente al punto de origen. Atravieso la gran puerta de hierro y me pierdo por las callejuelas del viejo

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camposanto. Recorro las lápidas (en mi imaginación) y mientras dejo posar mis ojos en cada una de ellas, soy consciente más que nunca que nuestro cuerpo es una frágil crisálida que contiene dentro la mariposa del alma.

Es decir a nosotros. El cuerpo – enterrado a dos metros bajo tierra – es tan solo un viejo “pergamino” arrugado y mal trecho repleto de palabras que narran una historia.

Un pasado remoto de tristezas y alegrías. De verdades y mentiras. De inconfesables secretos. El alma que antes habitaba ese cuerpo ya no está más entre nosotros, por más que alguien siga dejando flores todos los años y siga manteniendo vivo su recuerdo. El alma de ese cuerpo voló a su morada. Voló hacia la Luz, como volaremos nosotros el día que acabe nuestro tiempo aquí en la Tierra...

Cuando llegue ese momento, toda la vida que vivimos aquí será parte de nuestro imborrable pasado. Desfilará entera frente a nuestros ojos y haremos un balance de lo bueno y de lo malo que hubo en ella. Este libro también desfilará... lo volverá a leer por última vez y yo lo volveré a escribir por última vez, sintiendo felizmente que cumplí una parte importante de mi misión. Finalmente, teniendo al Universo como testigo, viajaremos por el tiempo a la otra Tierra y nos encontraremos con viejas caras conocidas. Todos los presentes nos darán un buen recibimiento. Será un momento de regocijo y de dicha.

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Esta vez no nos enviarán de regreso. Nadie nos dirá “no es tu tiempo, regresa a tu mundo”, no... Un cartel de Bienvenida se extenderá frente a nosotros y caminaremos libres por avenidas de luz. Seremos ahora miembros de la gran Ciudad. De allí en más, estimado lector, sólo nos resta el camino al infinito.

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INDICE

Prólogo (pag.7)

En las proximidades de la Muerte (pag.18) Sentirse Libre (pag.33)

Fantasmas (pag.52)

El Túnel (pag.69)

Ciudades de Luz (pag.93)

Voces del Más Allá (pag.119)

Historias Asombrosas (pag.137)

Los Niños que Vieron la Luz (pag.161) La Vida desde otra Perspectiva (pag.182) Los Pioneros de las ECM (pag.213) Hacia la Luz (pag.238)

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BIBLIOGRAFIA

Vida después de la Vida - Raymond Moody; Editorial EDAF, Madrid - España (1975)

Más sobre Vida después de la Vida - Raymond Moody, Editorial EDAF, Madrid - España (1978)

Más allá la Luz - Raymond Moody; Editorial EDAF, Madrid -

España (1989)

Más cerca de la Luz - Melvin Morse; Editorial EDAF, Madrid -

España (1991)

La existencia después de la Muerte - Scott Rogo; Editorial Sudamericana, Colección DESCUBRIR; Buenos Aires - Argentina (1990)

El Angel de los chicos - Víctor Sueiro; Editorial Planeta, Buenos Aires - Argentina (1996)

La Muerte, un amanecer - Elisabeth Kubler-Ross; Editorial Luciérnaga, Barcelona - España (1989)

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Otras Obras del Autor

El Hipermacho

Feminismo o Matrismo

(Bubok 2010)

(Bubok 2010)

Bubok

Poesías de Víctor Luna

De Esto no se Habla

(Bubok 2010)

(Bubok 2010)

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Darwin Ha Muerto

¿Y ahora qué ?

(Bubok 2011)

Página personal del autor:

http://www.lulu.com/spotlight/lapazano

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Libros relacionados con las obras del autor

Vicenç Solé I Ferré

“A la búsqueda de un

mecanismo evolutivo

inteligente”

Al igual que Michael Denton, Del Ratzsch y Michael Behe, el autor propone la necesidad de romper con las posturas ortodoxas que ponen límites a la evolución de la Biología y plantearse, de una forma desapasionada y serena, la posibilidad de que las especies hayan evolucionado mediante un mecanismo evolutivo inteligente. Con un lenguaje sencillo y claro, Ferré pone en conocimiento del lector la maravillosa complejidad de los sistemas biológicos, complejidad que lo lleva a concebir una visión metafísica de la Vida, donde los seres vivos han ido evolucionando como resultado de un diseño que se introduce secuencialmente en el tiempo desde otra dimensión hacia la nuestra, dentro del marco de un hipotético pluriuniverso.

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