Viejos Verdes en el Paraíso by Jacobo Schifter - HTML preview

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Los turistas buscan a las mujeres latinoamericanas porque ante sus ojos, no son tan Òintrigantes, hip—critas y manipuladoras como las americanasÓ. Ellos mismos se definen como hombres honestos y sinceros, que no tratan a las ticas con la mentira como hacen sus novios locales. Vienen a ense–arles que no todos son as’ de embaucadores. Si esto fuera verdad, estas poblaciones ser’an  honestas consigo mismas y con sus compa–eros.

 

A pesar de los buenos deseos, en el Barranco, como se conoce a la industria sexual, la gente miente m‡s que Pinocho.

 

Paco Loco, por ejemplo, nunca sabe cu‡ndo la mujer dice la verdad. ƒl pregunta: Òconoc’ una chica en el BQ y ella me asegur— que era su primera noche ah’. Al principio, pensŽ que lo que quer’a era un buen precio por lo que le ofrec’ cien d—lares. Ella me llama `mi amorcito«, me da besitos y me dice que soy especial, as’ que en realidad creo que se ha enamorado de m’. Sin embargo, despuŽs de cada cita, me pide m‡s y m‡s dinero. La volv’ a ver en el BQ, en donde ella dice que no trabaja. Luego, me dijo que estaba visitando a sus amigas. ÀSer‡ que me est‡ mintiendo? ÀDebo darles los $100 que me est‡ pidiendo para pagar la escuela?Ó [232]

Captain no puede creer que Paco Loco haya ca’do en este  timo. Le dice que ha estado tres d’as muriŽndose de la risa con su historia y que como estaba operado, hasta las puntadas se le reventaron. Sin embargo, tanto se ha divertido que vali— la pena que lo cosieran otra vez. [233] Astroglide, m‡s directo, le dice que la mujer le est‡ mintiendo y que si no le cree, que pregunte a los expertos.

Conocer‡s muchas chicas calientes en Costa Rica. Con muy pocas excepciones, todas te estar‡n mintiendo. En el BQ, en donde conociste a Žsta, es seguro que todas te estar‡n mintiendo. La pr—xima vez que una nuevita se te acerque, pregœntale por ella a Vegas Bob que deber’a estar cerca. Lo m‡s seguro es que ya se la tir—, y conoce todos los otros que lo han hecho.  Nunca pagues cien y nunca pagues lo que te pidan. Si lo  haces, te vamos a cortar las bolas . [234]

Astroglide le pide que tampoco crea las palabritas de amor.

Todas te van a llamar Òmi amorÓ, lo cual significa  Ògringo imbŽcil culo de cacaÓ, en espa–ol. Son muy buenas en tratar de enga–arte con eso. Si as’ fuera, nunca te cobrar’an. Al pedir m‡s dinero al final de la velada, lo que te est‡n diciendo es que ven en ti una billetera gorda llena de dinero. ÁNo seas tan estœpido! [235]

Tampoco deben creer lo que dicen sobre el trabajo. Muchas  argumentan que no ejercen la prostituci—n pero la excusa de que est‡n buscando una amiga en el Mamei, nadie se la cree.

No hay una chica que estŽ en el bar a menos que estŽ en Òel programaÓ. Todo el mundo sabe lo que pasa en este hotel. Una vez que empiezan ah’, est‡n perdidas, arruinadas, destrozadas. Nos las podemos  tirar, obviamente, pero jam‡s tomarlas en serio o creerles nada de lo que dicen, porque de honestidad no tienen ya nada. Para contestar su pregunta, Ála mujer te est‡ mintiendo!É. [236]

La mentira es tan endŽmica, segœn Paco Loco, que no se les puede creer  ni la edad. De acuerdo con Žl, las chicas tienen una  concepci—n distinta del tiempo, quiz‡s como la que proponen los fenomenalistas. ÒConoc’ recientemente a una colombiana cari–osa en el Tea Amargo, ella hace ojitos, manda besitos y me llama Òmi amorÓ, un minuto despuŽs de presentarnos. Yo sab’a que Žsta ser’a el amor de mi vida. Bebimos, bailamos y luego hicimos el amor en mi habitaci—n (por el precio acordado). Dijo que ten’a 26 a–os, pero mi compa–ero me pregunt— si eran Òa–os MameiÓ. ÀMe puedes explicar que son estos a–os?Ó

Astroglide le dice que ya se lo han preguntado muchas veces. Reconoce que las chicas han cambiado el concepto tradicional del tiempo. La edad  en el Mamei no tiene nada que ver con su edad cronol—gica.

Un a–o ÒMameiÓ significa el tiempo desde que la chica empez— a trabajar en ese hotel multiplicado por tres. En otras palabras, si esta muchacha te dice que empez— a los 20 en el Mamei y te dijo que tiene 26, su verdadera edad es 38.  Ellas quitan  dos a–os por cada tres de trabajo. A veces, es dif’cil saber porque las ticas se miran muy j—venes. Por ejemplo, Lucy una puta muy conocida en el Mamei, tiene en realidad 110 a–os. No se mira un d’a m‡s vieja que 60 y en su juventud se rumora que fue la amante de Pancho Villa. [237]

Astroglide continœa: Òal mismo tiempo, si la Tica te dice que la esperes y que estar‡ de regreso en una hora,  seguramente ser‡n dos horas o no vendr‡ del todo. El tiempo tico nunca es definitivo, siempre un estimado, y generalmente, una mentira m‡s. Las ticas no sienten obligaci—n por  ser puntuales. Les encanta que uno les regale relojes, pero nunca los miran. Si te prometen verte  la ma–ana siguiente, es seguro que se les olvidar‡. No sienten culpa ni remordimiento. Si est‡n un d’a a tiempo, es que cometieron un errorÓ.[238]

Los americanos, por el contrario, tienen una gran lealtad al reloj. Si Paco Loco hace una cita con Astroglide, es seguro que ambos estar‡n a la hora en punto. De ah’ que se vuelven locos cuando Òlas chicas Ò los dejan plantados.

ÀPero son los turistas honestos todo el tiempo con el tiempo?

Para nada. Los ÒmonguersÓ tienen una concepci—n diferente tambiŽn. Nunca sabemos su edad real. Moerkerk, por ejemplo, tiene 71 primaveras pero afirma que apenas cumpli— 63 a–os. Palotieso tiene 80 a–os pero le dijo a Jackeline que se sent’a triste porque acababa de cumplir 70 a–os. ÒMirŽ su pasaporte, nos dice Jackeline, y me di cuenta que naci— en el 20Ó. Rachel descubri— que Hardcore no era un veterano de Viet Nam, como Žl le dijo, sino de la Segunda Guerra Mundial. ÒCree que soy estœpida ya que me ense–— una foto en blanco y negro, como si para la guerra de Viet Nam no hubieran inventado las fotos de colorÓ- agrega ella.

No solo juegan con la edad, sino que tambiŽn -cuando les conviene- estiran el tiempo. ÒUn acto sexual en que el gringo dice que tir— m‡s de una hora con una chica, es aproximadamente 33  minutosÓ- dice Astroglide. ÒUna erecci—n de cuatro horas es en realidad de 45 minutosÓ.  Y cuando es de su conveniencia, el tiempo se encoge. ÒUn monguer, esconde el reloj, para que la muchacha no se de cuenta que ya pas— la hora acordadaÓ- agrega Astroglide. Monique hace un acuerdo con un americano para pasar una semana entera en la playa. Al llegar el viernes, la mujer espera sus $800, pero el ÒmonguerÓ le dice que una semana es de lunes a lunesÓ.

ÀMienten los ÒmonguersÓ?

Montones.

No revelan sus verdaderos nombres, profesiones, lugar de origen, estado civil, edad o ingresos. Ellos se aconsejan entre s’ nunca dar esta informaci—n, porque puede llevarlos a extorsiones y a chantajes.  Existen rumores, entre ellos, que los foros de sexo est‡n siendo monitoreados por el FBI y que el gobierno de Costa Rica est‡ usando esta informaci—n para caerle a los proxenetas. Vegas Bob, Astroglide y Paco Loco no dan sus nombres, solo el de pila (si es  que Žste es real). Casi nunca dan su direcci—n o correo electr—nico y jam‡s, nœmeros de telŽfonos o fax. Algunas ÒnoviasÓ tienen los nœmero de algunos, generalmente los que viven solos. Tampoco revelan cu‡nto ganan porque saben que significar‡ pagar m‡s dinero.

Los turistas mienten, adem‡s, sobre sus actividades en Costa Rica. Como regla, nunca revelan sus  razones del por quŽ est‡n aqu’.

Tenemos varias reglas de conducta acerca de c—mo relacionarnos en Costa Rica. No tenemos  unas para cuando regresemos a Estados Unidos. Voy a someter las siguientes a consideraci—n.

No. 1: Nunca le diga a una mujer quŽ  hace en Costa Rica.

No. 2: Nunca se lo diga a un hombre que se lo puede contar a la mujer.

No. 3- Si las dos de arriba se violan, niegue la informaci—n y no la acepte jam‡s. [239]

Goal esconde sus actividades de sus amigas y de sus amigos. ÒMe vine la vez pasada con un compa–ero de oficina pero no le dije ni mierda. Se fue al bosque tropical hœmedo y no le ense–Ž ni el hotel ni las salas de masajeÓ.[240]

Jazz Musician  quiere tener una relaci—n estable con una prostituta. Sin embargo, tambiŽn le quiere ser infiel. ÀDebe ser honesto con ello y decirle la verdad?- le pregunta a otros ÒmonguersÓ. ƒl ofrece

 las alternativas:

Usted

1.) Le dice la verdad

2.) Se inventa una historia de que tiene que salir con sus amigos

3.) Se da por vencido. Le dice que est‡ casado

4.) Le sugiere un tr’o.

5.) Se desaparece por un rato y le dice que se fue a trotar

6.) Otras excusas [241]

Ninguno escoge la primera. Paco Loco sugiere  un tr’o.[242] Depanz1 ofrece otra salida: mandarla a que se haga las u–as. Adem‡s, incluye su mantra: ÒNO ME PREGUNTES NADA, ASê NO TE MENTIRƒÓ.[243] Tman recomienda que le diga que tiene Ònegocios pendientesÓ. Papa Nut cree que la verdad nunca debe ser revelada.

ÁOh, este es el dilema de los ÒmonguersÓ! Cualquiera que elija, nunca le diga que usted busca a otra mujer. Las chicas son animales muy celosos. Ella se dar‡ cuenta de lo que pasa. Recuerde que estamos en San JosŽ. Lo mejor es darle plata para que gaste en algœn centro comercial. M‡ndela en un taxi y puede estar seguro que desaparecer‡ por un buen tiempo y usted tendr‡ la oportunidad de divertirse por su lado. [244]

Latinoheat69  le recomienda que la mande a ver a sus hijos.[245] Astroglide  quiere explicar por quŽ no se puede con la verdad.

No es culpa de las chicas Ðdice Žl- es por la manera en que fueron criadas. Desde ni–as, han sido entrenadas para usar su sexualidad para obtener lo que quieren. La mayor’a no tiene un padre en su hogar. Aprenden lo que son los  hombres de sus compa–eros ticos. Y estos hombres, mis amigos, les ense–an que solo sirven para una cosaÉ coger. Les ense–an que si quieren algo, deben insinuarse sexualmente. Por esta raz—n, son tan mentirosas. Aprenden a mentir, a enga–ar y a  robar para sobrevivir. Saben que entre m‡s bonita sea,  m‡s putesco el vestido, y m‡s juegue con calentar a los hombres, mejor le va. Los ticos les han ense–ado que, con la excepci—n de unos cortos momentos, nunca las amar‡n. Estos encuentros, generalmente de poca inspiraci—n, terminan pronto y el tico busca su pr—xima noviaÓ.

Para Astroglide, que hace unos pocos mensajes aconsejaba a sus compa–eros a mentir, el verdadero culpable de este desastre son los latinos que hacen que las mujeres Òtengan esta actitud manipuladora y la usen contra los pobres gringos que no saben c—mo jugar el juego. Estos gringos se convierten en juguetes y son abusados por ellas. ÁL‡stima que algunos lo disfrutan y les hacen caso! ÁEspero que los m‡s vivos aprendan este jueguito!Ó [246]

Los americanos, segœn Astroglide, no son los que hacen a estas mujeres prostitutas; son los ticos. Ellos, por el contrario, las tratan como Òseres humanosÓ y no les ense–an que su Òvagina es su riqueza mayor que puede ser usada para conseguir lo que seaÓ. [247]

ÀEs esto verdad? ÀLas tratan mejor los ÒmonguersÓ o es  otra gran mentira?

La mayor’a de las trabajadoras del sexo opina que los americanos no las tratan justamente. Mar’a dice que ellos actœan m‡s rom‡nticos y cari–osos pero que Òesto termina en la sala de abordaje. Una vez en Estados Unidos, se olvidan de lo que prometenÓ. Ella menciona un gran romance con un americano que le dijo que se divorciar’a y que mandar’a por ella. ÒTodav’a estoy esperandoÓ- nos dice con sarcasmo. ÒÁPaco Loco me dijo que el hombre estaba casado desde hace 20 a–os!Ó- agrega ella. A Liliana el americano le dio una tarjeta de crŽdito y un tiquete para que lo siguiera a Miami. ÒLa tarjeta y el tiquete fueron cancelados dos horas y veinte minutos despuŽs que Žl se fue. Apenas lleg— a Miami, lo hizo desde el aeropuertoÓ.-afirma ella. Mar’a recibi— el primer pago de su educaci—n que le prometi— Palotieso. Un mes despuŽs, recibe la noticia de que el hombre muri— de un ataque cardiaco. ÒSin embargo, el grand’simo cabr—n apareci— el otro a–o en el MameiÓ- dice con c—lera.

Las trabajadoras resienten tambiŽn la intolerancia americana a sus maneras y costumbres. Anita dice que est‡ harta de que le digan quŽ comer y c—mo hacerlo. Miriam odia que le estŽn diciendo que no se r’a tan alto. PenŽlope est‡ cansada de que le digan que no abra la boca cuando come. Tal’a detesta que los americanos se metan con su forma de vestir y de caminar. Cuando se queja, le dicen que parece una puta.

Los turistas sexuales tambiŽn, en ciertas ocasiones, son violentos. Shasha nos cuenta que odia que la obliguen a dar sexo oral por horas y que si no lo hace, los clientes se ponen a presionarla o a forzarla. PenŽlope tiene cicatrices de clientes que le han pegado.  ÒDon Pepe me tir— un vaso en la cara cuando le dije que no lo ver’a m‡sÓ- explica la mujer. Rita dice que  le han dejado los ojos negros cuando ella ha rehusado a tener sexo dos veces en una hora.

Los americanos difieren de otros hombres solo en la intensidad que buscan en cortos per’odos de tiempo. Lucrecia cree que los turistas americanos hablan demasiado, est‡n obsesionados con contar historias y con explicarles el mundo. Los latinos, por el contrario, viven m‡s el momento y est‡n m‡s en hacer  cosas que en hablar de ellas. ÒEsta es la gran diferenciaÓ- resume ella. ÒLos americanos Ðcontinœa Teresita- son muy rudos y crueles a veces, creen que los latinos somos inferiores, nos hablan como si fuŽramos bebŽs, y creen que vienen a educarnos. Es la misma mierda que hacen los hombres, sean ticos o gringosÓ- concluye ella.

Finalmente, los turistas y las trabajadoras del sexo mienten acerca de sus pr‡cticas y  del nœmero de parejas sexuales. Anita, por ejemplo, siempre tiene como primer cliente al hombre con quien est‡. Los otros cinco anteriores son convenientemente olvidados. ÒNingœn cliente quiere saber que una estuvo con varios antes, quieren que una est‡ tan fresquita como una lechuga. La verdad es que a veces lo que tienen es un camote maduro y no se dan cuentaÓ- agrega con humor. Los ÒmonguersÓ hacen lo mismo. Como tanto mienten y niegan haber estado con otras mujeres, las ÒnoviasÓ suelen chequear la cantidad de semen en sus eyaculaciones. ÒSi no sale nada, dice Xinia, es que el cabr—n estuvo con otra putaÓ.

El Barranco es una cultura de muchas mentiras. Si una trabajadora sexual o un cliente est‡ infectado, podremos estar seguros que ninguno dir‡ ni p’o.

 


13.       SIMULACIîN

Los turistas sexuales llaman a Costa Rica una nueva Disneyworld. Es un espacio erotizado para que los hombres de mediana edad jueguen en formas no toleradas en Estados Unidos. Esto no es nada nuevo ya que desde el siglo XIX, los europeos han erotizado a las mujeres de diferentes culturas y etnias y las han visto como primitivas, naturales, ex—ticas. De acuerdo con Roy Porter, las tierras lejanas y sus pueblos les han brindado a los europeos Òparadigmas de lo er—ticoÓ. Al estar lejos de la represivas sociedades europeas, se convierten en un escape sexual Òen donde el sexo no es penal