Viejos Verdes en el Paraíso by Jacobo Schifter - HTML preview

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Las relaciones diplom‡ticas

Los turistas norteamericanos, despuŽs de los atentados del 11 de septiembre del a–o 2000, suelen pensar dos veces a d—nde pasar las vacaciones, lo se convierte en una decisi—n de seguridad personal. Los americanos prefieren ahora viajar a los pa’ses cristianos, cercanos a su casa y lo m‡s importante, que sean amigables con su gobierno. Para el a–o 2004, el turismo norteamericano hacia Costa Rica aument— en un 25% y este pa’s tiene la reputaci—n de ser uno de las m‡s amistosos en toda la regi—n. El sentimiento  contra los norteamericanos, comœn en pa’ses como MŽxico o Nicaragua, est‡ ausente y los ticos miran a los estadounidenses como invitados especiales.

Esta percepci—n de que los pueblos son amigos, tiene ra’ces hist—ricas. Ambos gobiernos han seguido tradiciones y pol’tica exterior comunes que distingue sus relaciones con las del resto de la regi—n. Costa Rica, por ejemplo, ha apoyado a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y tambiŽn lo ha hecho en los œltimos conflictos en Iraq. Aunque  en la Guerra del Golfo y en la reciente coalici—n para derrocar a Sadat, el apoyo ha sido simb—lico, durante la gesta contra Hitler, la naci—n centroamericana contribuy— con sus exportaciones de hule, de cafŽ y de alimentos, y abri— sus fronteras y bases militares para la protecci—n del Canal de Panam‡. Y este apoyo no es el resultado, como en otros casos, de simples presiones y chantajes de un gobierno norteamericano imperialista. Los costarricenses, por el contrario, han mirado su apoyo a los Estados Unidos como vital para su seguridad.  San JosŽ mira su alianza con Washington como estratŽgica, sin que nadie tenga que dec’rselo.

Una raz—n que explica esta alianza es que Estados Unidos ha proyectado sus ideales ÒaislacionistasÓ a sus relaciones en la regi—n. [33] En la pr‡ctica, significa una oposici—n hacia la intervenci—n de otras potencias en CentroamŽrica y tambiŽn una hist—rica desconfianza de los intentos de MŽxico, a veces, pero principalmente Guatemala, por reestablecer la antigua Repœblica Centroamericana. En vista de que Costa Rica desconf’a tradicionalmente de las razones para unir a las cinco repœblicas, y que las m‡s de las veces, han sido los dictadores quienes promueven la unificaci—n forzosa, el pa’s ha confiado que los Estados Unidos garantice su independencia. Durante las guerras centroamericanas, los dos pa’ses han sido aliados militares. M‡s aœn cuando el pa’s aboli— su ejŽrcito en 1949 y su soberan’a depende ahora del Tratado de R’o. San JosŽ sabe que sin los Estados Unidos, ningœn otro pa’s latinoamericano, en caso de una invasi—n, garantizar’a su soberan’a. En los a–os de 1980, con los sandinistas en el poder en Nicaragua, la vecina del Sur se consol— œnicamente con las promesas del EjŽrcito de los Estados Unidos. [34]

Las razones del aislacionismo tico son varias. El pa’s  es el m‡s distante geopol’ticamente de CentroamŽrica, con una frontera con Nicaragua (Panam‡ no fue parte de la Repœblica Centroamericana).  La mayor parte de su comercio desde la Colonia fue con Chiriqu’, una provincia  paname–a.  La pŽsima infraestructura ha mantenido a Costa Rica incomunicada con los otros pa’ses de la regi—n y el  pa’s no ha tenido las divisiones raciales y sociales de las naciones istme–as.  El mayor desarrollo social tico  ha hecho que la migraci—n ilegal a los Estados Unidos sea peque–a y que pocas familias norteamericanas tengan criadas o jardineros costarricenses.

Pero la raz—n principal del aislamiento tico ha sido su antigua democracia. Desde 1898, el pa’s puso los fundamentos para establecer un sistema constitucional, respetuoso de los derechos civiles de sus ciudadanos. El sistema se ha convertido, por su parte, en una amenaza para las dictaduras vecinas, que temen el contagio de sus poblaciones. Para los Estados Unidos, por el contrario, la estabilidad costarricense ha sido vista como positiva y que est‡ en su interŽs proteger. Mientras los reg’menes liberales de Rufino Barrios en Guatemala y JosŽ Santos Zelaya en Nicaragua fueron dictaduras intervencionistas, el liberalismo tico se dedic— a invertir en educaci—n y en  desarrollo social. [35]

En cuanto a las inversiones norteamericanas en Costa Rica, Žstas no causaron los mismos problemas que en otros pa’ses centroamericanos. El producto principal del pa’s, el cafŽ, estuvo siempre en manos locales y cuando las compa–’as estadounidenses invirtieron en el banano, mejoraron la infraestructura ferroviaria, establecieron un puerto para negociar con Europa y no despojaron de tierras a miles de campesinos en la zona Atl‡ntica. Hoy d’a, el pa’s depende m‡s de la exportaci—n de ÒchipsÓ de computaci—n y del turismo ecol—gico, actividades menos conflictivas que las maquilas o las remesas desde Estados Unidos.

 

Un œltimo factor que explica la buena relaci—n entre los pueblos es que Costa Rica siempre pag— sus deudas y nunca fue invadida para garantizar los pagos a los inversionistas extranjeros. Los pa’ses centroamericanos y del Caribe, antes de la Segunda Guerra Mundial, sol’an pedir prestado a Europa y se declaraban luego insolventes. Estados Unidos, con el fin de evitar una invasi—n europea en su patio casero, optaba por enviar a los ÒmarinesÓ y tomar primero las aduanas. Estas acciones crearon resentimientos enormes. Costa Rica, aœn durante los a–os dif’ciles de la Primera Guerra Mundial, nunca dej— de pagar sus obligaciones y se salv— as’ de la famosa pol’tica del ÒgarroteÓ estadounidense.[36]

Tanto respet— Estados Unidos la soberan’a costarricense que aœn durante la guerra civil tica de 1948, con el peligro de que el partido comunista tomara el poder, decidi— no intervenir a favor de Figueres. [37]

Cuando el turista norteamericano camina por las calles de San JosŽ, lo m‡s seguro es que no est‡ consciente de que existe una relaci—n hist—rica amistosa. Sin embargo, el ÒsentimientoÓ que tiene no es el mismo que cuando lo  hace en Nicaragua, en Honduras, en Guatemala o en El Salvador, pa’ses con historias conflictivas, invasiones de ÒmarinesÓ y con poblaciones que en su propio pa’s ocupan los puestos m‡s bajos  de la econom’a. ÒCosta Rica es especial Ðnos dice Peter, un turista sexual- su gente es amable y gusta de los gringos; nunca he visto  pintado en la pared un letrero que diga ÒGringos Go Home!Ó, ni tampoco he sentido la hostilidad que el americano percibe en otros pa’ses latinosÓ. [38]

 


1.         ÀLA NUEVA  TAILANDIA?

El vuelo 971 de American Airlines Miami-San JosŽ, viene repleto. M‡s de 200 individuos, la mayor’a estadounidense, van hacia un pa’s hasta hace poco descubierto. Cuando viv’ en Washington D.C., en los a–os de 1970,  casi nadie sab’a que este pa’s centroamericano no era la isla de Puerto Rico. Apenas dec’a de d—nde era, ten’a que aclarar que nuestra capital no era San Juan y para que mis amigos  lo identificaran, utilizaba de referencia una propiedad americana: ÒCosta Rica est‡ a la par del Canal de Panam‡Ó. ÒÁOh claro, Costa Rico!Ó- recib’a como respuesta. DespuŽs de un tiempo, optŽ por no dar m‡s explicaciones. ÒÀDe d—nde vienes?Ó- me cuestionaban y yo les respond’a: ÒVengo de Puerto RicaÓ.

Las cosas, en cuesti—n de reconocimiento, han mejorado. No solo existen ahora 12 vuelos diarios desde Estados Unidos a Costa Rica, sino que la gente ha logrado identificar al pa’s en el mapa. Desde que Oscar Arias gan— el Premio Nobel de la Paz (el hombre hac’a la paz con los sandinistas mientras  les volaba garrote a los homosexuales, a los que culpaba del sida),  los norteamericanos  nos ubicaron y ahora cuesta encontrar un americano que no nos conozca.  

Si pudiŽramos husmear en las valijas de los turistas de mi vuelo, encontrar’amos las razones de la visita: m‡scaras  y tanques de buceo, equipo de escalar, vestidos de ba–o, bermudas y gorras para protegerse del sol. Ver’amos brochures que ofrecen  aventuras en la jungla, en la playa, en los volcanes y en las monta–as.

No hay lugar a dudas de que la naci—n cuenta con bellezas naturales y que tiene fama de ser un refugio ecol—gico. Cuando se hace un reportaje en Estados Unidos de que muchos de los r’os y  de los mares, adem‡s de los preciosos peces de colores, tienen desde coliformes fecales hasta imponentes submarinos de caca, la gente se asusta y pronto se olvida. Es tan corta la memoria, que en los œltimos a–os, los turistas han aumentado cuatro veces y la tendencia al alza continœa. El turismo junto con los chips son hoy d’a la fuente de ingreso principal.

Si hurg‡ramos m‡s en  las carteras y en las valijas de mano, hallar’amos informaci—n sobre los miedos de los turistas: medicina para la diarrea, anti alŽrgicos, aparatitos para depurar el agua, repelentes de mosquitos, pomadas para curar heridas, para combatir las inflamaciones y para aliviar las quemaduras. Escondidos en algœn lugar en los  equipajes de mano, estar’an otras drogas l’citas: Viagra, Cialis, Levitra, condones de todo tipo, KY y p’ldoras para el control natal, pastillas del ÒD’a DespuŽsÓ y parches anticonceptivos. Adem‡s, una cantidad de botellitas de champœ y de perfumes, muchas de ellas robadas de los  hoteles. Los due–os de estos equipajes no son j—venes impetuosos que vienen a surfear o a nadar, sino hombres que en Costa Rica pasan por ancianos, pero que en la cultura norteamericana, a sus 70 y 80 a–os, son apenas ÒmayoresÓ. Se–ores respetables que jugaban al golf y al bridge hasta hace poco y que con el descubrimiento del Viagra, resucitaron m‡s fuertemente que L‡zaro.

 

Lorna, una amiga, recuerda que en su œltimo viaje de Miami a San JosŽ, dos de estos hombres mayores se sentaron cada uno a su lado. El que tom— el asiento de la ventana era lo m‡s parecido que hab’a visto a Woody Allen: peque–o, medio calvo, con grandes anteojos y con una cara de angustia que le record— a un amigo suyo cuando le dijeron que le encontraron un c‡ncer en el test’culo.  El vecino del pasillo era su opuesto: gordo, alto, blanco como la leche. Ambos estaban de buen humor y no dejaban de pedir un scotch tras otro. Lorna inicia la conversaci—n con la rŽplica de Woody Allen que se llama Jeff:

-                      ÀEs este su primer viaje a Costa Rica?

-                      ÁNo!, responde Žl. Este es mi cuarto viaje. Lorna hace la misma pregunta al otro vecino que se llama John.

-                      Esta es mi visita nœmero doce- responde con una sonrisa sard—nica. El  olor a licor se deja sentir.

-                      ÀY a ad—nde se dirigen?- insiste Lorna.

-                      ÁPara San JosŽ! responden los dos. Lorna se da cuenta que si se van a la capital, existen solo dos motivos para hacerlo: negocios o sexo.

-                      ÀSe quedan en un hotel?- pregunta mi amiga.

-                      ÁEn el Hotel Mamei!- responden los dos al un’sono.

No hay ya nada m‡s que preguntar. Los caballeros est‡n en camino del lugar m‡s popular de la regi—n, solo rivalizado por Campo Alegre en Curazao. De la misma forma en que los homosexuales se reconocen cuando mencionan los dos bares gays m‡s populares del pa’s, los turistas sexuales salen del armario. Se autodenominan como asiduos a las prostitutas, que en inglŽs se dice ÒwhoremonguersÓ y para hacerlo m‡s f‡cil, ÒmonguersÓ. La palabra significa, en espa–ol, traficante de prostitutas, pero su significado primordial es el ser cliente de ellas. Por ser intraducible al espa–ol, usaremos, de aqu’ en adelante, la palabra inglesa.

El boom del turismo sexual en Costa Rica ha sido  comparado por muchos medios con el de Tailandia en los a–os de 1980. Mariela JimŽnez escribe para la Prensa Asociada que ÒCosta Rica lucha contra su creciente reputaci—n como meca sexualÓ.[39]  La misma agencia publica en otro art’culo que el Òturismo en general es la industria m‡s rentable del pa’s gracias a sus playas cristalinas, sus espectaculares volcanes y por su reputaci—n de ser un oasis tranquilo y pac’fico. Adem‡s, en raz—n de que los pa’ses sudeste asi‡ticos como Tailandia y las Filipinas han empezado a perseguir el turismo sexual, CentroamŽrica se torn— en la nueva alternativaÓ. [40].

Segœn la agencia de noticias IPS, la prostituci—n adulta es una industria sin control en Costa Rica y Žsta explota las mujeres de  toda CentroamŽrica, el Caribe y Europa. En un art’culo titulado  ÒInnocence for Sale: A Quarter of Costa Rica's Sex-tourists comes from the US,Ó (La venta de la inocencia: un cuarto de los turistas sexuales proviene de Estados Unidos)[41] el autor escribe que Òmuchos ni–os costarricenses Ð en vista de la pobreza y el abuso- est‡n siendo forzados a ejercer la prostituci—nÓ. Bruce Harris, director de la Casa Alianza le dijo a la ILP Òque este negocio crece y cada d’a o’mos m‡s denuncias de mujeres que son atrapadas en la prostituci—nÓ.[42] Costa Rica, continœa Harris, de la misma forma que lo fue Tailandia, es ahora la nueva meca del turismo sexualÓ.[43] Harris opina que la invasi—n de turistas sexuales est‡ Òliderada por hombres mayores de sesenta a–os de los Estados Unidos que viajan para tener relaciones con mujeres  y hombres j—venesÓ. Jeremy Seabrook, en la introducci—n de su nuevo libro sobre el turismo sexual, Travel in the Skin Trade. Tourism and the Sex Industry, incluye a  Costa Rica como una meca del turismo sexual.[44]

En Tailandia, para 1989, el turismo se hab’a convertido en su principal fuente de divisas, algo similar a lo que ha sucedido, desde 1992, en Costa Rica. Las c‡lculos oficiales estiman que en el pa’s asi‡tico existen 85.000 trabajadoras del sexo; el 32% en Bangkok. La Cruz Roja tailandesa considera que el nœmero real oscila entre 200.000 y 800.000.  El pa’s tiene 5.800 establecimientos dedicados a proveer servicios sexuales, en el que el 43% son prost’bulos, el 5.5% son bares y night clubs, y el 3.8% son saunas. El 38% restante pertenece a la categor’a de ÒotrosÓ.[45]  Se estima que 650.000 se han infectado del VIH, o sea el 1% de la poblaci—n. En el norte del pa’s, sin embargo, de donde proviene la mayor’a de las trabajadoras del sexo, es el 7% de la poblaci—n que se ha infectado.[46]

En Costa Rica, se ha dado un boom en los œltimos a–os. Los mismos ÒmonguersÓ reconocen que a pesar de sus esfuerzos de que el turismo sexual no se convierta en masivo, con el fin principal de mantener los precios bajos, la realidad es que Òentre m‡s crece la poblaci—n de residentes gringos en Costa Rica, m‡s se riega la voz. ÒAœn en la baja temporada, nos dice un ÒmongerÓ, miro m‡s y m‡s turistas sexuales frecuentando nuestro Ôpara’soÕ. Los hoteles est‡n siempre llenos desde Enero a MarzoÓ. [47] R—mulus, otro turista sexual se queja de que Òcada vez hay m‡s y m‡s americanos en este lugar. Se ha convertido en el para’so de los ÒmonguersÓ, lo que har‡ que Òlas mujeres empiecen a tratarnos cada vez m‡s ordinariamente y que el sexo se torne mec‡nico y comercial y que nadie pueda reducir el precio a menos de $100 por acto sexualÓ.[48]

Estos hombres no exageran. De acuerdo con las estad’sticas oficiales de los aeropuertos, 556.412 turistas ingresaron de Enero a Mayo del a–o 2005, un incremento del 23% con respecto al a–o anterior.  En el primer semestre del 2005, los aeropuertos Juan Santamar’a y Daniel Oduber se–alan la llegada-en solo el primer trimestre- de 450.478 turistas. [49]  Estos datos no incluyen a aquellos que vinieron en buques de paseo o por tierra. Segœn este informe, la gran mayor’a de ellos viene al pa’s a pasar sus vacaciones. [50]

Si en el a–o 2002 lleg— un total de 1.113.360 turistas, en el 2004, 1.5  millones, es de esperar que en el 2005 se acerque a los dos millones (una cantidad similar de los que visitan la Tierra Santa) y de los que aproximadamente la mitad es de NorteamŽrica.[51]

Los ÒmonguersÓ dicen que la raz—n de escoger este pa’s es que Òel viaje es corto (dos horas y veinte minutos desde Miami), el tiquete cuesta alrededor de $250 y que Òuno puede ir a trabajar en los Estados Unidos en la ma–ana y en la noche tirarse una chica en el Hotel MameiÓ.[52]

 

En el a–o 2005, La Naci—n, admit’a que hab’a habido un incremento del 25% en el turismo con respecto al a–o 2004  y que el aeropuerto Juan Santamar’a, con sus 2.7 millones de pasajeros (incluye a los ticos y a los centroamericanos) estaba a punto de colapsar. [53]  Las razones de tanto auge son el placer y la recreaci—n. [54]

El auge no ha pasado inadvertido por la Casa Alianza, una ong[55] que lucha contra la explotaci—n sexual infantil. Esta organizaci—n aduce que existen 40 sitios Web dedicados a promover el turismo sexual hacia Costa Rica. Bruce Harris, su director ejecutivo en San JosŽ, denuncia que Òlos americanos y los europeos utilizan al pa’s como escape sexualÓ.[56]  Casa Alianza promete luchar en su contra. No obstante, el atractivo del turismo sexual debe ser tan grande que el mismo Harris ser’a descubierto pag‡ndole a un menor en Honduras (Como se dice en Costa Rica, Òel diablo repartiendo escapulariosÓ). De acuerdo con Reuters, Ò La Casa Alianza ha despedido a Mr. Harris porque le pag— a un joven de 19 a–os por sus favores sexuales en un hotel de Tegucigalpa. Harris admiti— haber actuado de manera inapropiadaÓ.[57]

Los mismos turistas sexuale