Tres Comedias Modernas
EN UN ACTO Y EN PROSA
POR
MIGUEL RAMOS CARRIÓN
POR
LUIS COCAT Y HELIODORO CRIADO
POR
MARIANO BARRANCO
EDITED WITH NOTES AND VOCABULARY
by
FREDERIC WILLIAM MORRISON, M.A.
United States Naval Academy
NEW YORK
HENRY HOLT AND COMPANY
COPYRIGHT, 1909,
December, 1925
PRINTED IN THE U. S. A.
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V,
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III,
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II,
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NOTES
PREFACE
It is hoped that this collection of modern Spanish comedies may be founduseful as a contrast to the heavier reading material provided by theSpanish novel and short story. The novel should be studied in ourcourses as the great literary achievement of Nineteenth Century Spain;the short story, because it possesses the virtue of concentration.
ButSpanish prose, whether of the novel or the short story, offers peculiardifficulties to the English-speaking student.
The periodic sentence, asurfeit of qualifying epithets, inversion, rhetorical and sententiousmonologues (cf.
Galdos's novels), and, in the longer novels,complication and elaboration of plot, are obstacles in the way of thestudent's appreciation of the real beauties of this literature.
The language of these prose comedies, slightly
embellished as allliterary expression must be, is that used in conversation by theSpaniard of to-day, and on that account should prove valuable infurnishing the student with those living idioms and constructions thatare rarely found in the longer novels.
In deference to American propriety, an occasional word or two, and intwo cases entire scenes, have been omitted.
In La Muela del Juicio onescene has been omitted and another shortened on account of the presenceof dialect; elsewhere, with a few exceptions, dialect forms have beengiven their Castilian equivalents. These changes have in no wiseaffected the plot or general interest of the plays.
It has not been thought necessary to furnish biographical sketches ofthe authors. With the exception of Ramos Carrión, who has attained anational reputation as a writer of comedies in prose and verse, theyhave not distinguished themselves from the many facile playwrights whoentertain the public of Madrid.
The editor wishes to acknowledge his indebtedness to Dr.
J. A. Ray, whowas originally associated with him in the undertaking, but was compelledto withdraw from it at an early stage. About a third of the vocabularyis to be credited to him.
F. W. M.
U. S. NAVAL ACADEMY, September, 1909.
BIBLIOGRAPHICAL NOTE
Padre Francisco Blanco García, La Literatura en el Siglo XIX, Madrid1891-4, 3 vols., in vol. 2, Cap. XXIV, Últimas
evoluciones
de
laliteratura
dramática
( conclusión) = Los géneros cómico ybajo-cómico.
Jacinto Octavio Picón, Prólogo to selections of Ramos Carrión's playsin Teatro Moderno, vol. 1, Madrid, 1894.
E. Gómez de Baquero, in Letras é Ideas, Barcelona, 1905, pp. 9-22,article entitled Filosofía del Género Chico, pp.
9-22.
LA MUELA DEL JUICIO
PASILLO CÓMICO ORIGINAL Y EN PROSA
por
MIGUEL RAMOS CARRIÓN
REPARTO
Personajes
ISIDRA
RAIGÓN
ROCÍO
PELÁEZ
INOCENCIA
EL GARLOPA
DON ATILANO FRANCISCO
UN CABALLERO LELIS
Caballeros y señoras
[Pg 1]
ACTO ÚNICO
La escena dividida. Á la derecha del actor sala de espera,lujosamente amueblada. Frente á la puerta del foro, en el centro,un velador con libros y periódicos. Al foro puerta, á la derechaotra y á la izquierda una que comunica con el gabinete. Ésta debetener mampara con muelle, que se cierra por sí sola. El gabinete deoperaciones, también amueblado con lujo. Á la
izquierda balcón y alforo puerta. Sillón de operaciones.
Armario con instrumentosquirúrgicos apropiados. Cuadro lleno de moldes metálicos paradentaduras. El título de profesor dentista en un marco dorado.Lavabo con
palangana y varios frascos. Enseres de gran lujo.Aparato de luz eléctrica. Plantas tropicales en los ángulos de lasala.
ESCENA PRIMERA
RAIGÓN, con batín ( en el gabinete). luego FRANCISCO
RAIGÓN.—¡Francisco! ¡Francisco! ( Á voces. ) Esto no puede seguir así; no hay paciencia que baste.
¡Franciscoo!
FRANSISCO.—¿Qué
manda
usted?
RAIGÓN.—Voy á ponerte á la puerta de la calle. 5
FRANSISCO.—Señorito...
RAIGÓN.—¡Á callar! ( Pausa. ) Tú eres listo...
FRANSISCO.—Gracias.
RAIGÓN.—Demasiado
listo,
tal
vez.
[Pg
2]FRANSISCO.—Es
favor.
10
RAIGÓN.—Pero no he visto hombre más
descuidado
ni más holgazán. Yo quiero orden, y sobre todo orden,
y mira como tienes todo esto... Los instrumentos mezclados
con los cepillos, los frascos fuera de su lugar, la cocinilla sin alcohol y todo embrollado, todo lleno
de
5
polvo...
FRANCISCO.—Pero,
señorito...
RAIGÓN.—¡Basta! Si no te corriges, date por
despedido.
Unos por torpes y otros por haraganes, no se os puede sufrir. ¡Vaya con los criados! No basta
pagarles
10
bien y tratarles bien y ser amable y cariñoso con ellos...
( Gritando.
Pausa. )
FRANCISCO.—(¡Se
necesita
más
paciencia!)
RAIGÓN.—Voy á salir. Tengo que hacer una
operación
importante en El Escorial y no volveré hasta la 15
noche...
FRANCISCO.—En ese caso quitaré la mampara de
la
escalera...
RAIGÓN.—No; déjala como si yo estuviese. No
conviene
nunca cerrar la puerta. Recibes á los que vengan, 20
les dices que estoy en cama algo enfermo y que vuelvan
mañana.
¿Has
entendido?
FRANCISCO.—Sí,
señor,
sí.
RAIGÓN.—Lo creo: á listo no te gana nadie; pero á
descuidado
y
á
sinvergüenza
tampoco.
25
FRANCISCO.—Muchísimas
gracias.
RAIGÓN.—Saca el estuche de operaciones. ¡El
grande!
FRANCISCO.—Al
momento.
RAIGÓN.—Voy á vestirme. Si viene algún cliente
antes de que me marche, no le dejes pasar, porque
no
30
[Pg
3]puedo
entretenerme.
FRANCISCO.—Está
bien.
RAIGÓN.—¡Y cuidado conmigo! ( Vase Raigón por
la puerta del foro.—Francisco pasa á la sala. ) ESCENA II
FRANCISCO. luego DON ATILANO
FRANCISCO.—¡Pero qué tío más insoportable! Ya
estoy deseando perderlo de vista. ¡Qué palabrotas y
5
qué modales, y qué...! Vamos, hombre, que no es para
mi
genio.
ATILANO ( Asomando la cabeza).—¿Se puede?
FRANCISCO.—¡Don
Atilano!
ATILANO.—¡Francisco! ¡Tú en esta casa! 10
FRANCISCO.—Estoy sirviendo aquí hace tres
meses.
ATILANO.—Ya supe por tus compañeros que te
habían
dejado
cesante.
FRANCISCO.—Suprimieron dos ordenanzas y me
tocó
la
china.
15
ATILANO.—¡Cuánto
me
alegro!
FRANCISCO.—Hombre...
ATILANO.—De
que
estés
aquí.
FRANCISCO.—¡Ah! ¿Y usted sigue lo mismo?
ATILANO.—Peor.
20
FRANCISCO.—¿Y yendo al Ministerio todos los
días?
ATILANO.—Sin faltar uno. Allí me siento en el
banco de la paciencia para saber cuando salen el señor
ministro ó el señor subsecretario, y darles un
avance.
25
Ahora confío en que me repondrán pronto, porque
el
[Pg 4]nuevo subsecretario... ¿Tú no le conoces?
FRANCISCO.—No, señor; fué nombrado después de
quedar
yo
cesante.
ATILANO.—Pues me ha recibido ya tres veces y ha
estado
conmigo
muy
afectuoso...
FRANCISCO.—¿Sí,
eh?
5
ATILANO.—Es muy amable y muy simpático. Y
yo, ya lo sabes, sigo la máxima del pobre
porfiado...
Erre
que
erre.
FRANCISCO.—Lo que es á paciencia no hay quien
le
gane
á
usted.10
ATILANO.—¿Verdad que no? Las horas que me
has visto pasar en aquella portería, junto á la estufa,
fumando un cigarrillo y otro cigarrillo... Y á
propósito
de cigarrillos... ( Francisco echa mano como si fuera
don Atilano á darle uno. ) No; iba á preguntarte si 15
tienes uno, porque me he venido sin ellos.
FRANCISCO.—Tome usted un susini. ( Se lo da. ) ATILANO.—Gracias. ¿Me das una cerillita?
FRANCISCO.—Sí,
señor.
ATILANO.—Gracias.
20
FRANCISCO.—Por lo visto sigue usted á la cuarta pregunta.
ATILANO.—No, hijo mío; ya he llegado á la
quinta.
FRANCISCO.—Pero siempre de buen humor.
ATILANO.—Es lo único que tengo bueno. 25
FRANCISCO.—Mucho nos hacía usted reir á todos
con
las
cosas
que
nos
contaba...
ATILANO.—No se pasa mal el rato en aquella
portería,
no. Te aseguro que en cuanto me empleen, casi, casi,
voy á echarla de menos. Aquel entrar y salir de 30
gente...
Diputados,
senadores,
periodistas,
pretendientes,
[Pg
5]señoras...
de
todas
clases...
¡Qué
maremagnum!
Y los ordenanzas sin cesar de traer y llevar vasos de
agua
con azucarillo. ¡Cuidado con lo que beben los
empleados
públicos! Parece que no comen más que bacalao.
FRANCISCO.—¡Ja, ja! ¡Qué cosas tiene don
Atilano!
5
ATILANO.—Son
observaciones
de
cesante
crónico...
FRANCISCO.—¿Y qué le trae á usted por aquí?
ATILANO.—Pues... necesito ver al señor Raigón.
FRANCISCO.—Hoy
es
imposible.
ATILANO.—¿Cómo?
10
FRANCISCO.—Me ha dado orden de decir á todo el
que venga que está enfermo y que no recibe,
porque
tiene que salir y no volverá hasta la noche.
ATILANO.—No importa; vas á pasarle recado.
FRANCISCO.—¡Quiá, no, señor! Me lo ha
prohibido,
15
y
tiene
un
genio
que
ya,
ya.
ATILANO.—A mí me recibe inmediatamente.
Somos
amigos de la niñez y hace que no nos vemos
muchos
años.
FRANCISCO.—Dispense usted; pero la orden ha
sido
terminante.
20
ATILANO.—Vamos, Francisquito, sé amable;
hazme
ese favor. Necesito con urgencia hablarle dos
minutos.
FRANCISCO.—No
puedo.
ATILANO.—Pero, hombre, tú que me has hecho
tantas
veces ver al ministro, nada menos que á su
excelencia,
25
vas
á
negarte
ahora...
FRANCISCO.—No
me
atrevo,
la
verdad.
ATILA