Reseña Veridica de la Revolución Filipina by Emilio Aguinaldo - HTML preview

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RESEÑA VERÍDICA DE LA

REVOLUCIÓNFILIPINA

POR DON EMILIO AGUINALDO Y FAMY

Presidente de la República Filipina.

TARLAK (ISLAS FILIPINAS.)

Imprenta Nacional a cargo del Sr. Zacarías Fajardo

1899

ÍNDICE

I. LA REVOLUCIÓN DE 1896

II. EL TRATADO DE PAZ DEBIAK-NA-BATÓ

III. NEGOCIACIONES

IV. LA REVOLUCIÓN DE 1898

V. EL GOBIERNO DICTATORIAL

VI. LOS PRIMEROS TRIUNFOS

VII. LA BANDERA FILIPINA

VIII. EXPEDICIÓN ÁVISAYAS

IX. EL VAPOR «COMPAÑÍA DEFILIPINAS»

X. LA PROCLAMACIÓN DE LAINDEPENDENCIA

XI. LA COMISIÓN ESPAÑOLA

XII. NUEVAS TROPAS AMERICANAS

XIII. EL 13 DE AGOSTO

XIV. PRIMEROS NUBARRONES

XV.ESPERANZAS FALLIDAS

XVI. LA COMISIÓN AMERICANA

XVII. ACTOS IMPOLÍTICOS

XVIII. LA COMISIÓN MIXTA

XIX. RUPTURA DE HOSTILIDADES

RESEÑA VERÍDICA DE LA REVOLUCIÓNFILIPINA

I.

LA REVOLUCIÓN DE 1896

España dominó las Islas Filipinas por másde Tres siglos y medio, durante los cuales, abusos de lafrailocracia y de la Administración acabaron con lapaciencia de los naturales, obligándoles en los días26 al 31 de Agosto de 1896, á sacudir tan pesado yugo,iniciando la revolución las provincias de Manila yCavite.

En tan gloriosos días levantáronse Balintawak,Santa Mesa, Kalookan, Kawit, Noveleta y San Francisco de Malabon,proclamando la independencia de Filipinas, seguidos, á loscinco días, por todos los demás pueblos de laprovincia de Cavite; sin que para ello existiera conciertoprévio para ejecutar el movimiento, atraídos sin dudaalguna por el noble ejemplo de aquellos.

Por lo que toca á la provincia de Cavite, si bien secircularon órdenes de llamamiento por escrito firmadas porD. Agustin Rieta, D. Cándido Tirona, y por mí,Tenientes de las tropas revolucionarias, sin embargo, nohabía seguridad de que fueran atendidas, ni recibidassiquiera; como en efecto, una de estas órdenes cayóen manos del español D. Fernando Parga, GobernadorPolítico Militar de la provincia, que dió cuenta alCapitán General Don Ramón Blanco y Erenasquién ordenó á seguida, combatir y atacará los revolucionarios.

La Providencia que había señalado sin duda la horade la emancipación filipina, protegió á losrevolucionarios; pues solo así se explica que hombresarmados de palos y gulok, sin disciplina niorganización, vencieran á fuerzas españolas deEjército regular, en los rudos combates de Bakoor, Imus yNoveleta, hasta el extremo de arrebatarles numerosos fusiles; loque obligó al General Blanco á suspender lasoperaciones y tratar de sofocar la revolución por lapolítica de atracción, pretextando que no le gustaba«hacer carnicería en los filipinos.»

El Gobierno de Madrid, no aprobando esta clase depolítica del General Blanco, envió al TenienteGeneral don Camilo Polavieja para relevarle del cargo, mandando alpropio tiempo, tropas regulares de españolespeninsulares.

Polavieja con 16 mil hombres armados de Maüser y unabatería de cañones, atacó á losrevolucionarios, con energía; apenas reconquistó lamitad de la provincia de Cavite; y habiéndose enfermado,dimitió el cargo en Abril de 1897.

Relevado D. Camilo Polavieja por el Capitán General D.Fernando Primo de Rivera, éste anciano guerreropersiguió en persona á los revolucionarios con tantafirmeza como humanidad, logrando reconquistar toda la provincia deCavite y arrojando á los rebeldes á lasmontañas.

Entónces senté mis reales en la abrupta ydesconocida sierra de Biak-na-bató, dondeestablecí el Gobierno Republicano de Filipinas, áfines de Mayo de 1897.

II.

EL TRATADO DE PAZ DE BIAK-NA-BATÓ

Don Pedro Alejandro Paterno estuvo várias veces en Biak-na-bató á proponer la paz, quedespués de cinco meses y largas deliberaciones, quedóconcertada y firmada en 14 de Diciembre de dicho año 1897,bajo las bases siguientes:

1.a Que era yo libre de vivir en el extrangero con loscompañeros que quisieran seguirme, y habiendo fijado laresidencia en Hong kong, en cuyo punto debería hacerse laentrega de los 800,000 pesos de indemnización, en tresplazos:—400,000 á la recepción de todas lasarmas que había en Biak-na-bató—200,000cuando llegáran á 800 las armas rendidas y losúltimos 200,000

pesos al completarse á 1,000 elnúmero total de las mismas y después de cantado el Te Deum en la Catedral de Manila, en acción degracias.—La segunda quincena de Febrero se fijó comotiempo máximo para la entrega de las armas.

2.a El dinero sería todo entregado á mi persona,entendiéndome con entera libertad con mis compañerosy demás revolucionarios.

3.a Antes de evacuarse Biak-na-bató por losrevolucionarios filipinos, el Capitán General Sr.

Primo deRivera me enviaría dos Generales del Ejércitoespañol, que permanecerán en rehenes hasta que yo ymis compañeros llegásemos á Hong-kong, y serecibiera el primer plazo de indemnización, ó seanlos 400,000 pesos.

4.a También se convino suprimir las Corporacionesreligiosas de las Islas y establecer la autonomía en elórden político y administrativo, aunque ápetición del General Primo de Rivera, éstos extremosno se consignaron por escrito, alegando que era muy humillantehacerlo así para el Gobierno Español, cuyocumplimiento por otra parte, garantizaba él con su honor decaballero y militar.

El General Primo de Rivera entregó el primer plazo de400,000 pesos mientras aún permanecían los dosGenerales en rehenes.

Nosotros, los revolucionarios, cumplimos por nuestra parte conla entrega de armas, que pasaron de mil, como consta á todoel mundo por haberse publicado la noticia en los periódicosde Manila.

Pero el citado Capitán General dejó decumplir los demás plazos, la supresión de frailes ylas reformas convenidas, no obstante haberse cantado el TeDeum; lo que causó profunda tristeza á míy á mis compañeros; tristeza que se convirtióen desesperación al recibirse la carta del Teniente CoronelD. Miguel Primo de Rivera, sobrino de dicho General y su Secretarioparticular, avisándome que mis compañeros y yonó podríamos ya volver á Manila.

¿Es justo éste proceder del representante delGobierno de España?—Contesten las concienciashonradas.

III.

NEGOCIACIONES

No hube de permanecer con mis compañeros por mucho tiempobajo el peso de tan crítica situación, porque en elmes de Marzo del referido año 1898 se me presentó unjudío á nombre del Comandante del buque de guerranorte-americano Petrell, solicitando conferencia por encargodel Almirante Dewey.

Celebráronse varias con el citado Comandante en lasnoches del 16 de Marzo al 6 de Abril, quien solicitando demí volviera á Filipinas para reanudar la guerra de laindependencia contra los Españoles, ofrecióme laayuda de los Estados Unidos, caso de declararse la guerra entreésta nación y España.

Pregunté entónces al Comandante del Petrell lo que Estados Unidos concedería á Filipinas,á lo que dicho Comandante, contestó que EstadosUnidos era nación grande y rica, y nó necesitabaColonias.

En su vista, manifesté al Comandante la conveniencia deextender por escrito, lo convenido, á lo que contestóque así lo haría presente al Almirante Dewey.

Estas conferencias quedaron interrumpidas por haber, el 5 deAbril, recibido cartas de Isabelo Artacho y de su Abogado,reclamándome 200,000 pesos de la indemnización, parteque le correspondía percibir como Secretario del Interiorque había sido en el Gobierno Filipino de Biak-na-bató, amenazándome llevar ante losTribunales de Hong kong, si no me conformaba con susexigencias.

Aunque de paso haré constar que Isabelo Artachollegó á Biak-na-bató éingresó en el campo de la revolución el 2 deSeptiembre de 1897, y fué nombrado Secretario, áprincipios de Noviembre, cuando la paz propuesta y trabajada por D.Pedro Alejandro Paterno, estaba casi concertada, como lo prueba elque en 14 de Diciembre siguiente sefirmára.—Véase, pues, la injusta y desmedidaambición de Artacho al pretender la participación de200.000 pesos por los pocos días de servicios que ála Revolución prestára.

Además se había convenido entre todos nosotros losrevolucionarios, en Biak-na-bató, que, en el caso deno cumplir los españoles lo estipulado, el dinero procedentede la indemnización, no se repartiría, y sedestinaría á comprar armas para reanudar laguerra.

Artacho, pues, obraba entónces como un espía,agente del General Primo de Rivera, toda vez que queríaaniquilar la revolución, quitándola su máspoderoso elemento, cual era, el dinero. Y así fuéconsiderado el asunto por todos los Revolucionarios,acordándose en junta, saliera yó inmediatamente deHong-kong, evitando la demanda de Artacho, á fin de que losdemás tuvieran tiempo de conjurar éste nuevo peligropara nuestros sacrosantos ideales, consiguiéndolo asíen efecto: Artacho convino en retirar su demanda por medio de unatransacción.

En cumplimiento de dicho acuerdo, marchéme sigilosamentede Hong-kong, el dia 7 de Abril, embarcándome en el Taisan, y pasando por Saigón fuí áparar con la mayor reserva á Singapore, llegando áeste puerto en el Eridan el 21 de dicho mes,hospedándome en casa de un paisano nuestro. Tal fuéla causa de la interrupción de las importantisimasconferencias con el Almirante Dewey iniciadas por el Comandante del Petrell.

Pero «el hombre propone y Dios dispone»,refrán que en ésta ocasión se cumplióen todas sus partes; porque no obstante lo incógnito delviaje, á las cuatro de la tarde del dia de mi llegadaá Singapoore, presentóse en la casa, donde mehospedaba, un inglés que, con mucho sigilo, dijo que elCónsul de Estados Unidos de aquel punto, Mr. Pratt, deseabaconferenciar con D. Emilio Aguinaldo, á lo que se lecontestó que en dicha casa no se conocía áningún Aguinaldo; pues así se había convenidoresponder á todo el mundo.

Pero habiendo vuelto el inglés repetidas veces con lamisma pretensión, accedí á la entrevista conMister Pratt, la cual, se verificó, con la mayor reserva de9 á 12 de la noche del dia 24 de Abril de 1898, en un barrioapartado.

En la entrevista aludida manifestóme el CónsulPratt, que no habiendo los españoles cumplido con lo pactadoen Biak-na-bató, tenían los filipinos derechoá continuar de nuevo su interrumpida revolución,induciéndome á hacer de nuevo la guerra contraEspaña, y asegurando que América daría mayoresventajas á los filipinos.

Pregunté entonces al Cónsul qué ventajasconcedería Estados Unidos á Filipinas, indicando alpropio tiempo la conveniencia de hacer por escrito el convenio,á lo que el Cónsul contestó quetelegráficamente daría cuenta sobre el particulará Mr. Dewey, que era Jefe de la expedición paraFilipinas, y tenía ámplias facultades del PresidenteMac-Kinley.

Al dia siguiente, entre 10 y 12 de la mañana, sereanudó la conferencia, manifestando el Cónsul MisterPratt que el Almirante había contestado acerca de mis deseosque, Estados Unidos por lo menos reconocería laIndependencia de Filipinas bajo protectorado naval y que nohabía necesidad de documentar éste convenio, porquelas palabras del Almirante y del Cónsul Americano eransagradas y se cumplirían, no siendo semejantes á lasde los Españoles, añadiendo por último,que, el Gobierno de Norte América era un Gobierno muyhonrado, muy justo y muy poderoso.

Deseoso de aprovechar tan providencial ocasión pararegresar á mi país y reanudar la santa empresa de laIndependencia del pueblo filipino, presté enterocrédito á las solemnes promesas del CónsulAmericano, y le contesté que podía desde luego contarcon mi cooperación de levantar en masa al pueblo filipino,con tal de que llegára á Filipinas con armasofreciendo hacer todo cuanto pudiera para rendir á losEspañoles, capturando la plaza de Manila, en dos semanas desitio, siempre que contára con una batería de 12cañones.

Replicó el Cónsul que me ayudaría parahacer la expedición de armas que yo tenía proyectadaen Hong-kong; pues telegrafiaría enseguida al AlmiranteDewey lo convenido, para que por su parte prestára suauxilio á la citada expedición.

El día 26 de Abril se llevó á cabo laúltima conferencia en el Consulado americano, á dondefuí invitado por Mr. Pratt, quien me notició que laguerra entre España y Estados Unidos estaba declarada, y portanto, que era necesario me marchára á Hong-kong enel primer vapor, para reunirme con el Almirante Dewey que sehallaba con su escuadra en «Mirs bay», puerto de China;también recomendóme Mr. Pratt le nombraseRepresentante de Filipinas en América para recabar conprontitud el reconocimiento de la Independencia. Contestéque desde luego marcharía yo á Hong-kong áreunirme con el Almirante, y que en cuanto se formara el Gobiernofilipino le propondría para el cargo que deseaba, si bien loconsideraba insignificante recompensa á su ayuda; pues parael caso de tener la fortuna de conseguir la Independencia, leotorgaría un alto puesto en la Aduana, además de lasventajas mercantiles y la ayuda de gastos de guerra que elCónsul pedía para Estados Unidos; y que los filipinosestarían conformes en conceder á América enjusta gratitud á su generosa cooperación.

Luego que hube tomado pasaje en el vapor Malacca volví á despedirme del Cónsul Pratt, quienaseguró, que antes de entrar en el Puerto de Hong-kong merecibiría secretamente una lancha de la escuadra americanacon el fin de evitar la publicidad, sigilo que también yo lodeseaba. Partí para Hong-kong en dicho vapor las 4 de latarde del mismo dia 26.

A las dos ménos cuarto de la madrugada del dia 1.° deMayo fondeábamos en aquel puerto sin que saliera áencontrarnos ninguna lancha. A invitación del Cónsulde esta colonia, Mr. Wildman dirijíme al consulado y de 9á 11 de la noche del mismo dia de mi llegadaconferencié con él, diciéndome que elAlmirante Dewey se había marchado á Manila sinesperarme, por haber recibido órden perentoria de suGobierno para atacar la escuadra española, dejando recado deque me mandaría sacar por medio de una cañonera. Enaquella conferencia traté con el indicado Cónsulacerca de la expedición de armas que tenía enproyecto y convenimos en que dicho Cónsul y el filipino Sr.Teodoro Sandico quedaban encargados de la expedición,dejando en la misma noche en poder de dichos señores lacantidad de 50.000 pesos, en depósito.

Pudo adquirirse á seguida una lancha de vapor por 1.000pesos, y se contrató la compra de 2.000

fusiles árazón de $ 8'50 uno, con 200.000 cartuchos árazón de $ 33'50 el millar.

Al cabo de una semana, el 7 de Mayo, llegó de Manila elcañonero americano Mac-Cullock, trayendo la noticiade la victoria del Almirante Dewey sobre la escuadraespañola, pero no traía órden de llevarmeá Manila y á las nueve de la noche tuve con el mismoCónsul, á su invitación, una segundaconferencia.

El 15 del mismo mes volvió de nuevo el Mac-Cullock que trajo la órden de trasladarme á Manila con miscompañeros, habiendo sido inmediatamente notificado delembarque por el Cónsul Wildman, y á las diez de lanoche del dia 16 en el pantalan City Hall, de Hong-kong,acompañado del mismo, en unión del Comandante de lacañonera y de Mr. Barrett, ex-Secretario de la embajadaamericana del Reino de Siam, según propio decir del mismo,nos dirijimos en una lancha americana á un puerto de ChineseKowloon, donde se hallaba aquel cañonero. Mr. Barrett en elacto de la despedida, ofreció visitarme en Filipinas,cumpliendo más tarde su promesa en Cavite y Malolos.

Encargóme el Cónsul Wildman que tan pronto llegaseá Filipinas, estableciera el Gobierno filipino bajo formaDictatorial, y que él procuraría, por todos losmedios posibles enviar pronto la expedición de armas comoasí lo cumplió en efecto.

Partiendo el Mac-Cullock á las 11 de lamañana del 17 de Mayo para Filipinas, fondeábamosentre doce y una de la tarde del 19, en aguas de Cavite; éinmediatamente la lancha del Almirante con su Ayudante y Secretarioparticular vino á sacarme para el Olimpia, dondefuí recibido con mi Ayudante Sr. Leyva con honores deGeneral por una sección de guardias marinas.

El Almirante acogióme en su salón y despuésde los saludos de cortesía, preguntéle si eranciertos todos los telégramas que había éldirigido al Cónsul de Singapore, Mr. Pratt, relativosá mi; contestándome afirmativamente, yañadiendo que, Estados Unidos había venido áFilipinas para protejer á sus naturales y libertarles delyugo de España.

Dijo además que América era rica en terrenos ydinero, y que no necesitaba colonias, concluyendo porasegurarme no tuviera duda alguna sobre el reconocimiento de laIndependencia Filipina, por parte de Estados Unidos. Yenseguida me preguntó, si podría levantar el pueblocontra los Españoles y hacer una rápidacampaña.

Contestéle que los sucesos darían prueba de ello;pero mientras no llegára la expedición de armasencomendada al Cónsul Wildman en uno de los puertos deChina, nada podría hacer; pues sin armas cada victoriacostaría muchas vidas de valientes y temerariosrevolucionarios filipinos.

El Almirante, ofreció enviar unvapor para activar la referida expedición de armas aparte delas órdenes que tenía dadas al Cónsul Wildman,poniendo inmediatamente á mi disposición todos loscañones que había en los buques de la escuadraespañola y 62 fusiles Maüser con muchas municiones, queestaban en el Petrell procedentes de la Isla delCorregidor.

Expreséle entonces mi profundo reconocimiento por lagenerosa ayuda que Estados Unidos dispensaba al pueblo filipino,así como mi admiración á las grandezas ybondad del pueblo Americano. Le expuse también que antesde salir de Hong-kong, la colonia filipina había celebradouna junta en que se deliberó y discutió laposibilidad de que, después de vencer á losEspañoles, los Filipinos tuvieran una guerra con losAmericanos por negarse á reconocer nuestra Independencia,seguros de vencer por hallarnos cansados y pobres de municionesgastadas en la guerra contra los Españoles;suplicándole dispensase mi franqueza.

El Almirante contestó, que se alegraba de mísinceridad; y creía que así, filipinos y americanosdebíamos tratamos como aliados y amigos, exponiendo conclaridad todas las dudas para la más fácilinteligencia entre ambas partes, añadiendo que, segúntenia manifestado, Estados Unidos reconocería laIndependencia del pueblo filipino, garantida por la honradapalabra de los Americanos, de mayor eficacia que los documentos quepueden quedar incumplidos, cuando se quiere faltar áellos, como ocurrió con los pactos suscritos por losEspañoles, aconsejándome formara enseguida labandera nacional filipina, ofreciendo en su virtudreconocerla y protegerla ante las demás Naciones, queestaban representadas por las diferentes escuadras que se hallabanen la bahía, si bien dijo, que debíamos conquistar elpoder de los españoles, antes de hacer ondear dicha bandera,para que el acto fuera más honroso á la vista de todoel mundo, y sobre todo, de los Estados Unidos, y para que cuandopasaran los buques filipinos con su bandera nacional pordelante de las escuadras extranjeras infundieran respeto yestimación.

De nuevo agradecí al Almirante sus buenos consejos ygenerosos ofrecimientos, haciéndole presente que, sinecesario fuera el sacrificio de mi propia vida para honrar alAlmirante cerca de Estados Unidos, pronto estaba dispuesto ásacrificarla.

Añadí que con tales condiciones podíaasegurar que todo el pueblo filipino se uniría á larevolución para sacudir el yugo de España, no siendode extrañar que algunos pocos estuvieran aún de suparte por falta de armas, ó por convenienciaspersonales.

Así concluyó esta primera conferencia con elAlmirante Dewey, á quien anuncié, queresidiría en la Comandancia de Marina del Arsenal deCavile.

IV.

LA REVOLUCIÓN DE 1898

Volví al Mac-Cullock para ordenar la descarga delequipaje y efectos de guerra que traía, habiendotenido ocasión de encontrar en aquellas aguas de Caviteá varios revolucionarios de Bataan, á quienesentregué dos pliegos que contenían órdenes delevantamiento para la citada provincia y la de Zambales.

Antes de fondear en el Arsenal, encontré tambiénvarias bancas llenas de revolucionarios de Kawit, mi pueblo natal,los cuales me manifestaron que hacía dos semanas esperabanmi llegada, anunciada por los mismos americanos. No pocaalegría sentí al ver á mis paisanos yparientes, antiguos compañeros de la temerariacampaña del 96 al 97. Aproveché aquella primeraocasión, pisando apenas la Comandancia de Marina en elArsenal á las 4 de la tarde, para entregarles lasdemás órdenes de levantamiento.

Continué toda aquella noche con mis compañerosescribiendo más y más órdenes y circularespara el mismo fin; pues sin explicar cómo ni de quémanera, aglomerábanse despachos de todas partes, pidiendonoticia de mi llegada, á la vez que consignas paralevantarse contra los españoles.

Dios, sin duda alguna, tenía señalado aquelmomento para el derrumbamiento del imperio español enFilipinas, porque mí inesperada llegada no podía sersaludada ni sabida, con la rapidez y publicidad que aquellos hechosdemuestran. Sesenta y dos voluntarios de San Roque y Caridad,armados de Remington y Maüser, organizados por losespañoles, se presentaron al día siguiente,poniéndose incondicionalmente á mis órdenes.Al principio se alarmaron las fuerzas americanas por la llegada dedichos voluntarios y por precaución tomaron posiciones paradefender la entrada del Arsenal; mas, enterado yo del caso,bajé á ver á dichos voluntarios,trasmitiéndoles órdenes de guardar el puesto deDalajican, al objeto de impedir la entrada de las tropasespañolas, que, según recientes noticias, asílo intentaban.

Sabedores los americanos de lo ocurrido, se tranquilizaron, ydando la consigna correspondiente á toda la tropa americana,se ordenó al Comandante del Petrell para que mefueran entregados los 62 fusiles y municiones ofrecidos por elAlmirante, como así, en efecto, se llevó ácabo; pues al poco tiempo, á eso de las 10 del dia, laslanchas del Petrell traían y desembarcaban en eldique del Arsenal el referido armamento, que fue enseguidadistribuido á los presentados, que por millaresacudían pidiendo un puesto en las filas de larevolución y un fusil para ir á las avanzadas.

En la noche de aquel dia, 20 de Mayo, se me presentó elantiguo Jefe revolucionario, Sr. Luciano San Miguel, hoy General deBrigada, á recibir órdenes, que le fueron dadas, parael levantamiento, de las provincias de Manila, Laguna, Batangas,Tayabas, Bulakan, Morong, Pampanga, Tarlak, Nueva Ecija y otras delNorte de Luzón, saliendo aquella misma noche, elSeñor San Miguel á ejecutarlas.

Los dias 21, 22, 23 y demás del propio mes hubo uncontinuado desfile de revolucionarios presentados para tomar parteen el movimiento, de tal modo, que tuve necesidad de salir delArsenal y pasar á otra casa del mismo Cavite, para dejartranquilos á los marinos que guarnecían aquelestablecimiento.

V.

EL GOBIERNO DICTATORIAL.

El dia 24 se estableció el Gobierno Dictatorial,circulándose la 1.a proclama, que suscribí, como Jefedel citado Gobierno. De este documento se entregaron ejemplares alAlmirante Dewey, y por su mediación, á loscónsules extrangeros residentes en Manila, no obstante laincomunicación en que nos hallábamos con dichaciudad.

Á los pocos dias, se trasladó el GobiernoDictatorial á la casa que fué Gobierno Civil de losespañoles en Cavite, porque la aglomeración depersonas que de todas partes acudían, hacía estrechala primera que se tomó de un particular, y en estafué donde recibí la grata noticia de la llegada de laexpedición de armas, que fueron desembarcadas en el mismodique del Arsenal á la vista del cañonero Petrell siendo 1.999 el número de rifles, y 200.000el de municiones con otros armamentos particulares.

Inmediatamente envié una Comisión á dargracias al almirante Dewey por la pronta llegada de laexpedición, merced á sus gestiones,participándole á la vez, que se había fijadoel día 31 del citado mes de Mayo, para comenzar lasoperaciones. El almirante envió á su Secretario parafelicitarme, así como á mi Gobierno, por laanimación y actividad que se notaban á favor de lacampaña, manifestándome al propio tiempo, queentendía muy próximo el día fijado paraempezar el levantamiento, y que debía transferirlo para otromás lejano en el que las tropas revolucionarias estuvieranmejor organizadas. Le contesté por dicho Secretario, quepodía estar tranquilo el señor almirante, porqueestaba todo preparado, y los filipinos tenían muchasánsias de sacudir y librarse del yugo de losespañoles, y esto suplía la disciplina, como lojustificaría el tiempo, agradeciendo, no obstante, susbuenos consejos.