Las Mariposas Vuelan Libres: Un Acercamiento Innovador y Radical a la Evolución Espiritual by Stephen Davis - HTML preview

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CAPÍTULO 19

MIEDO

 

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Dentro de la sala de cine me jactaba de no temerle a nada, o, al menos, a casi nada. La gran excepción eran los muñecos parlantes de las películas de horror. Por alguna razón me asustaba muchísimo que un muñeco de plástico volviera la cabeza, abriera la boca y hablase. Me hacía perder los estribos.

Una vez que entré en mi crisálida, tuve que ser sincero y reconocer que me daban miedo muchas cosas, y siempre y siempre me lo han dado. Todos lo tenemos. De hecho, el miedo es no sólo la primera emoción que sentimos de niños, sino también la base de todos los prejuicios, creencias y opiniones que formamos durante la primera parte del Juego Humano.

Según la Sagrada Biblia, el miedo fue también la primera reacción de Adán y Eva después de que comieran la manzana del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal:

 

«Y el SEÑOR Dios llamó a Adán, y le dijo, ¿dónde estás? Y Adán dijo, oí tu voz en el jardín, y tuve miedo.»1

 

Si tratase de hacer una lista de todas las cosas a las que he tenido miedo, llenaría un libro completo con ellas; pero quiero estudiar en profundidad unos cuantos miedos, que acaso tú hayas experimentado alguna vez y con los que quizá puedas relacionarte.

 

* * *

 

Algunos miedos son muy evidentes y todo el mundo los capta. “Me da miedo atravesar a pie Central Park de noche.” No hay nada de qué avergonzarse por eso, ¿verdad?, es de sentido común, ¿no es cierto? Bien, no en realidad…

Otros son quizá más sutiles y más profundos. Hay unos cuantos de los que no se habla, pero que casi todo el mundo comparte. Por ejemplo, no todo el mundo declararía de entrada que le tiene miedo a la vida porque cree que el mundo es un lugar muy peligroso donde vivir. Pero ése es el caso de la inmensa mayoría, y este miedo se lo enseñan a sus hijos.

Piensa por un momento en hasta dónde es capaz de llegar la gente para protegerse a sí misma de lo que hay “ahí fuera”, tanto en protección física como en mental o emocional.

Por ejemplo, la seguridad doméstica es un negocio multimillonario.2 Siempre me ha parecido extraño que alguien pueda pensar que unas pocas piezas de metal en una puerta o una ventana (piezas llamadas “cerraduras”) puedan protegerles de nadie que realmente quiera robarles. Es como si un ladrón concienzudo llegase a una casa, encontrase la puerta cerrada y dijera “¡Jo!, la puerta está cerrada, no puedo robar en esta casa esta noche”.

Por supuesto, una cerradura ignora el hecho de que si tu Yo Infinito quiere que te roben (si esa es la experiencia que ha decidido crear para ti en ese momento), van a robarte sin que unas cuantas piezas de metal puedan hacer nada. Lo mismo se aplica a rodear tu casa, automóvil o persona amada de “luz blanca” (N. del T. Según la mística moderna, la “luz blanca” es una energía curativa que transforma toda “negatividad” en “positividad”), que también se basa en el miedo. Además, si te roban es posible que tu Yo Infinito te esté ayudando simplemente a librarte de algunos de los apegos que no te permiten transformarte en mariposa.

Por otra parte, no es la cerradura lo que mantiene alejados de tu casa a los ladrones, es tu Yo Infinito que no crea la experiencia de que te roben. No me importa cuánto quiera robar tu casa un ladrón, o qué clase de tecnología punta tenga para romper tu sistema de seguridad, no va a entrar si no es eso lo que tu Yo Infinito quiere. El ladrón no sería capaz ni de cruzar una puerta abierta.

Pronto empezarás a comprender todo esto y tendrás el número suficiente de experiencias en tu cuenta como para que comiences a demostrar tu confianza en tu Yo Infinito y dejes de ponerle cerraduras a todo: casa, vehículo, maletín, taquilla, lo que sea. Es importante que una vez que hayas dejado esos miedos menores te comportes en forma diferente en tu vida diaria, que actúes en consecuencia con tus nuevos conocimientos y abandones viejos hábitos junto con los miedos.

Leyes sobre cinturones de seguridad en los automóviles, leyes sobre el uso de cascos, leyes que obligan a que los niños viajen en la parte trasera atados a una sillita, todo eso se basa en el miedo y en nuestros intentos de legislar contra él. Cuando yo era niño siempre viajaba en el asiento delantero y sin ataduras, como todos los demás niños de mi edad. ¡Es asombroso que los de mi generación hayamos llegado a los veinte! En los dos accidentes que he tenido, uno a los dieciséis y el otro a los cincuenta y siete, si hubiera tenido puesto el cinturón de seguridad hubiera muerto en ambos casos, porque tuve que moverme dentro del automóvil cuando éste daba vueltas de campana y el techo se aplastó.

Sí, puedo ser una excepción, o al menos así es como el público en general podría verlo. Pero la verdad es que un cinturón de seguridad no va a protegerte ni a salvarte si tu tiempo como Jugador de tu Yo Infinito se ha acabado.

No digo que sea “erróneo” ponerse el cinturón de seguridad, sólo reconozco y admito que se basa en el miedo (sea el miedo a un mundo peligroso, o sea el miedo a que te ponga una multa la Policía) y no trato de justificarlo como algo “lógico” o “necesario”.

 

* * *

 

Y luego están esas protecciones mentales y emocionales que nos ponemos contra el miedo. Es mejor no comprometerse con alguien o con algo porque podría no funcionar. No abras tu corazón del todo porque nunca sabes cuándo te harán daño. Guarda algo de dinero de reserva para el caso de que pase algo malo.

Como he dicho, podría seguir y seguir, pero no lo haré. Tú sabes de qué tienes miedo ahora, y vas a conocer todos los demás miedos de los que no eres consciente a medida que continúes tu transformación dentro de la crisálida.

Hay dos miedos concretos a los que quiero referirme. De uno eres probablemente consciente: el miedo a la muerte; al otro podrías no reconocerlo: el miedo a la no-existencia.

Hubo un dicho famoso que se hizo muy popular por un tiempo: “hoy es el primer día del resto de tu vida”. Supongo que se esperaba que convenciese a la gente para que pensase en cada día como un nuevo comienzo, un nuevo principio, libres de su pasado.

No está “mal” pensado y podría funcionar para algunos, especialmente si lo utilizan para abandonar todos los prejuicios, juicios, creencias, opiniones y miedos del pasado. Pero sabemos que no es eso lo que pasa normalmente, aunque en la superficie el dicho pueda ser cierto.

Luego vino el de «vive el día de hoy como si fuera el último», o, como se dice que dijo Mahatma Gandhi, «vive como si fueras a morir mañana».

Tampoco está “mal”, de hecho es “mejor”. Mucha gente que creyese que hoy sería su último día podría dejar de lado todos sus “tendría”, “debería” y “tengo que” para vivir lo que les emociona y hacer lo que les proporciona alegría. De hecho, así es como podríamos vivir cada momento, independientemente de cuándo creamos que moriremos.

Y luego está ese dicho de los Nativos Americanos (N. del T. Por motivos de “corrección política,” a los primitivos pobladores de Norteamérica, los “indios”, se les conoce hoy bajo ese término en los Estados Unidos), «Hoy es un buen día para morir».

¿Podrías decirte eso a ti mismo ahora? ¿Vives tu vida de tal modo que si murieras hoy no tendrías arrepentimientos, ni tristeza, ni remordimientos? ¿Podrías reunirte con la muerte hoy y darle la bienvenida con los brazos abiertos? Así exactamente te encontrarás cuando llegues un poco más lejos en tu crisálida y comiences a abandonar todos los miedos que acarreas.

Pero con esto de sugerir que tenemos que dejar nuestro miedo a la muerte empiezo a sonar como esos filósofos de la New Age, y no es eso en absoluto lo que trato de decir. Lo que digo es que necesitamos dejar de resistirnos a la muerte y empezar a unirnos a ella en el mismo nivel, a acogerla, a traerla a diario a nuestra percepción consciente y hacer de ella nuestra compañera constante. Sugiero que necesitamos dejar de juzgar a la muerte como “errónea”, o “mala”, y a la vida como “correcta”, o “buena”, para dejar de vivir en la dualidad en lo que se refiere a vida y muerte

Resulta que muchas mentes, superiores a la mía, han expresado este mismo pensamiento.

Por ejemplo, Wolfgang Amadeus Mozart:

 

«Ya que la muerte, cuando la consideramos de cerca, es el verdadero objetivo de nuestra existencia, he formado durante los últimos años una relación tan íntima con esta mejor y verdadera amiga de la humanidad que su imagen ya no sólo no me aterroriza, sino que es muy confortante y consoladora. Y doy gracias a Dios porque me ha concedido graciosamente la oportunidad de aprender que la muerte es la llave con la que se abre la puerta de nuestra felicidad verdadera.»3

 

… y Michel de Montaigne:

 

«La Muerte nos tiene cogidos por el cuello en cada momento… Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja sobre nosotros, adoptemos un camino limpio, contrario al común; privemos a la muerte de su rareza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ella, no tengamos nada más en la mente que la muerte. No sabemos dónde nos espera, así que esperémosla en todo lugar. Practicar la muerte es practicar la libertad. Un hombre que ha aprendido a morir ha desaprendido a ser un esclavo».4

 

…y Sogyal Rinpoche:

 

«Acaso la razón más profunda de que temamos a la muerte sea porque no sabemos quiénes somos. Creemos que somos una identidad personal, única y separada; pero, si nos atrevemos a examinarlo, vemos que esta identidad depende completamente de una colección infinita de cosas que la apoyan: nuestro nombre, nuestra “biografía”, nuestros compañeros, familia, hogar, trabajo, amigos, tarjetas de crédito… Confiamos para nuestra seguridad en su frágil y transitorio apoyo, así que cuando éste nos es arrebatado, ¿tenemos alguna idea de quién somos realmente? Sin los apoyos a los que estamos acostumbrados, nos enfrentamos con nosotros mismos: una persona que no conocemos, un extranjero perturbador con quien hemos vivido todo el tiempo pero al que nunca hemos querido conocer. ¿No es eso por lo que hemos intentado llenar cada momento del tiempo con ruido y actividad, por aburridos o triviales que fueran, para asegurarnos de que nunca nos quedamos en silencio a solas con ese extraño?... Cuando empiezas a prepararte para la muerte, te das cuenta enseguida de que debes mirar tu vida, ahora, y enfrentarte a la verdad de ti mismo. La muerte es como un espejo en el que se refleja el verdadero sentido de la vida».5

 

…y el Dalai Lama:

 

«La consciencia de la muerte es la base sólida de todo el camino. Mientras no hayas desarrollado esta consciencia, todas las demás prácticas estarán obstaculizadas.»

 

…y Sócrates:

 

«Temer a la muerte, amigos míos, es sólo creer que somos sabios, sin serlo; porque es pensar que sabemos lo que no sabemos. Porque de todo lo que el hombre puede darse cuenta, la muerte es quizá el bien mayor que puede ocurrirle, pero la teme como si supiera bien que fuese el mayor de los males. ¿Y qué es esto, sino la vergonzosa ignorancia de creer que sabemos lo que no sabemos?»

 

Hasta Jed McKenna tiene unas cuantas cosas buenas que decir sobre la muerte:

 

«Hemos sacado a la muerte fuera de la vida y eso nos permite vivir inconscientemente. La muerte no se ha ido, por supuesto, simplemente nosotros nos hemos alejado de ella pretendiendo que no está. Si deseamos despertar (y ése es un “si” enorme), entonces tenemos que dar la bienvenida a la muerte de nuevo en nuestras vidas. La muerte es nuestro Maestro Zen personal, nuestra fuente de poder, nuestro camino a la lucidez, pero tenemos que dejar de huir de ella en un pánico ciego. Sólo necesitamos detenernos y mirar alrededor. Allí está, a centímetros de distancia, mirándonos con una mirada sin parpadeos, con el dedo listo, cada segundo de nuestras vidas…».

«Lo que soy ahora vive en una consciencia constante de la muerte, mi ser de ensueño está cubierto por entero, a la manera que lo fue por el miedo y la negación de la muerte. La muerte está siempre ante mis ojos. Yo nunca me escondo, ni la niego, ni la rechazo. La muerte es el corazón de diamantes de mi ser de ensueño. Es el rasgo determinante que me muestra el valor de todo cuanto veo… La muerte da definición a la vida. La consciencia de la muerte es la consciencia de la vida; la negación de la muerte es la negación de la vida… Me encanta el hecho de mi muerte, ha hecho posible mi vida. No habría habido despertar sin ella. Así sé el valor de las cosas; así sé qué es la belleza. Por ella me baso en la gratitud en lugar de en el miedo. También es así como diferencio a un [Humano] Adulto de un [Humano] Niño, al despierto del dormido. Así puedo mirar a alguien y saber si la muerte camina por delante de él, o por detrás… Esto no tiene que ver con la muerte en abstracto, sino de la muerte en el sentido más personal e íntimo, la propia muerte. La muerte es el significado en el sueño, el ensueño del no-ser. La muerte es el hombre del saco, el coco. No puedes matarla, ni ocultarte, ni escapar de ella, sólo puedes ir hacia ella o alejarte. Si te acercas a ella, si te haces su amigo, si la aceptas plenamente, no superficialmente sino como tu propia verdad esencial, entonces la muerte es el demonio (N. del T. En el sentido de “daemon,” de genio, no en el de diablo) que puedes cabalgar en todas las batallas.»6

 

¡Bien dicho!

Pero, por favor, no me maltiterpretes. Si haciendo submarinismo a treinta metros de profundidad mi suministro de aire se detuviese de repente, es probable que no me quedase quieto allí sin hacer nada y dejara que la muerte me llevase como quisiera. O sí, dependiendo de las circunstancias. Pero es más probable que intentase llegar a la superficie, que intentase sobrevivir, que intentase encontrar aire de alguna manera pero no por miedo a la muerte, sino más por instinto que por otra cosa. De hecho, mientras fuera subiendo y pensara que me gustaría ser capaz de respirar otra vez, estaría agradeciendo la maravillosa oportunidad de morir en un lugar que amo más que nada en esta Tierra: en el océano, con sus peces, ballenas y delfines.

He tenido una experiencia semejante. La primera vez que perdí el control de mi automóvil, cuando, a más de 120 kilómetros por hora en la autopista y con el control de crucero puesto, el coche hizo un viraje y se puso a dar vueltas de campana, mi primer pensamiento fue: “¿así es como voy a morir?” Recuerdo que hice la pregunta sin emoción, ni resistencia, ni pánico; y la respuesta llegó inmediatamente: “no”. De modo que seguí completamente relajado, sin resistir, sin tratar de detener las vueltas, sin tratar de agarrarme a nada, simplemente siguiendo la corriente y el movimiento en forma total y dejando que mi cuerpo se moviera libre dondequiera que la máquina quisiera llevarlo. A decir verdad, mi no-resistencia a lo que ocurría fue, sin duda alguna, la razón física de que no me matara cuando el techo se hundió en la primera vuelta.

¿Habría reaccionado en forma diferente si la respuesta que llegó hubiera sido “sí, esta es la forma en que vas a morir”? Lo dudo. Es ese caso, ¿cuál sería el objeto de resistirse?

 

* * *

 

Juicios, prejuicios, creencias, opiniones y el miedo a la muerte. Me he tropezado con un gran ejemplo que creo lo pone todo junto en un bonito paquete…

Hemos empezado con el miedo a la muerte, y por lo tanto, el miedo a cualquier cosa que pueda causar esa muerte. El cáncer de piel puede provocar la muerte, así que le tememos al cáncer de piel. Nos han dicho que la exposición al Sol es “mala” porque provoca cáncer de piel, y hemos creído ese prejuicio. Creemos que tenemos que protegernos del Sol y sus rayos dañinos, y nos forjamos la opinión de que no debemos salir al Sol sin protector solar o enfermaremos de cáncer de piel y moriremos.

Ahora vamos a mirar a la verdad. El cáncer de piel era bastante raro hasta la década de los años 1950, la misma época que Coppertone empezó a comerciar su protector solar patentado y creó la que hoy es famosa “Chica Coppertone”. Déjame que lo diga otra vez: la incidencia del cáncer de piel empezó a subir de forma constante en los 19507, que es cuando (¿por coincidencia?) Coppertone puso en el mercado su protector solar.8Entonces, a medida que cada vez más gente iba usando protectores solares entre 1950 y 2010, el cáncer de piel se hizo “la forma más común de cáncer en los Estados Unidos”9; y “cada año hay más casos nuevos de cáncer de piel que de mama, próstata, pulmón y colon juntos”10 mientras que “desde los 1970 nuestro país (E.E.U.U.) ha sido testigo de un aumento del 3.000% en las ventas de productos protectores solares”.11

Tendríamos que preguntarnos, “¿previenen verdaderamente el cáncer de piel los protectores solares, o lo provocan?” ¿No es extraño que cuanta más gente usa protectores solares para prevenir el cáncer de piel, tanto más cáncer de piel tenemos?

Nos hemos resistido a la muerte, nos hemos resistido al cáncer de piel, y lo hicimos a una escala masiva. Como resultado de esta resistencia hemos tomado medidas para intentar prevenir lo que temíamos. El resultado, por supuesto, ha sido más cáncer de piel y más muerte. Y volvemos a lo de “lo que resistes, persiste”.

Así funciona esto dentro de la sala de cine, es un buen ejemplo de lo que necesitas en tu crisálida: trabaja esta ecuación al revés, comenzando por tus opiniones y las acciones que tomas basándote en ellas; profundiza hasta encontrar las creencias que están bajo las opiniones; encuentra los prejuicios y resistencias que han llevado a esas creencias y no te detengas hasta que expongas claramente el miedo que lo originó todo. Luego haz tu autolisis espiritual y pregúntate: ¿es verdadero ese miedo?

En este caso, probablemente seas muy consciente de tu opinión de no salir al Sol sin protector solar. No debería ser muy difícil darse cuenta enseguida de que tienes la creencia de que debes protegerte del Sol y sus rayos dañinos. Desde ahí deberías ser capaz de encontrar el juicio de que la exposición al Sol es “mala” porque causa cáncer de piel. Y entonces ya sólo queda un salto cortito al miedo al cáncer de piel y la muerte.

 

«Todas las emociones son apegos, y la fuente energética de todos los apegos es el miedo.»12

 

Quiero repetir en este punto que la decisión es siempre tuya. Podrías decidir que te gustan esos miedos, que esos miedos están justificados y son “correctos”, y que no le ves la finalidad a liberarte de ellos. No trato de convencerte de nada. Mi único trabajo como explorador es señalar que la elección es entre seguir viviendo en el miedo, o vivir libre como una mariposa.

 

* * *

 

¿Cómo tratas con el miedo a la muerte? Haces de la muerte tu amiga, tu pareja en la vida, tu compañía diaria. Le das la bienvenida, la aceptas, la abrazas, la agradeces. La comprendes, la esperas, y, sobre todo, dejas de juzgarla y de resistirte a ella…

 

«La contemplación de la muerte, de la mortalidad propia, es una meditación real y profunda. La consciencia de la muerte es verdadero zazen (N. del T.: “Zazen” es la práctica de “meditar sentado” en una postura especial, siguiendo ritmos específicos de respiración.), es la práctica espiritual universal, la única que todo el mundo necesita y la única que todo el mundo debería llevar a cabo; de manera que sí, que querrías hacer lo que fuera para llevar esta consciencia viva a tu vida. Desarrolla la costumbre de pensar en la muerte cada vez que mires a un reloj, cada vez que te sientes a comer, cada vez que vayas al baño. Date un paseo en solitario cada día y piensa en lo que significa estar vivo, andar, ver y oír, respirar. No es un ejercicio, no es algo que intentas creer como una afirmación; es algo central y real en cada uno de tus pensamientos y tus actos. Si supieras que ibas a morir mañana, ¿qué harías hoy? ¿Y por qué demonios no lo haces?»13

 

Fundamentalmente, hablamos de abandonar nuestros apegos a la vida misma, pelando las capas del ego que establecen nuestra identidad y dictan nuestro comportamiento basándose en nuestro miedo a la muerte. Ése es un gran paso que tomarás en tu crisálida.

Pero no el mayor.

Según proceses tu miedo a la muerte y comiences a acogerla con emoción, vas a descubrir que hay un miedo más fundamental, más básico, más oculto y más poderoso del que depende el miedo a la muerte y desde el que crece: es el miedo a la no-existencia. Como en un iceberg, el miedo a la muerte es sólo la parte que sobresale del agua, y el miedo a la no-existencia es la parte mayor latente debajo, donde no puedes verla. Y, como el Titanic, te garantizo que vas a chocar con ese iceberg. Cómo te enfrentes al choque con la no-existencia condicionará si sobrevives a tu transformación en mariposa, o no.

De modo que quiero echar una mirada profunda a ese miedo a la no-existencia.

Como hemos hablado, cuando un Yo Infinito crea un Jugador nuevo le da el libre albedrío. Es posible que no tenga que hacerlo, quizá no haya un ultimátum del Jefe para esto, pero así es verdaderamente como funciona mejor el Juego Humano: que el Jugador tenga libre albedrío para elegir sus reacciones y respuestas a las experiencias creadas por su