

RESISTENCIA
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Tras horas y horas de autolisis espiritual escribí algo distinto, que es cierto:
«Lo que resistes, persiste.»
Creo que se lo oí decir primero a L. Ron Hubbard (en uno de sus momentos de “genio” como explorador hace muchos años) antes de que otros empezaran a decirlo, y antes de que él se perdiera por el camino. De modo que no es nada que me haya inventado yo, pero lo puse a prueba y vi que era cierto.
Buscando por Internet, he visto referencias a esta frase atribuidas a muchas fuentes y grupos diferentes, desde el famoso psiquiatra Carl Jung, aunque no he podido verificar nunca que lo dijera, a EST (Erhard Seminar Training), aunque Warner Erhard tomó los fundamentos básicos de su EST de L. Ron Hubbard, o a Neale Donald Walsch en Conversaciones con Dios. También se ha utilizado en El Secreto, de Rhonda Byrne. Pero, como es necesario dentro de la sala de cine, el significado y aplicación verdaderos han sido alterados, de manera que los Humanos-Adultos que intentan utilizar esta perla de sabiduría para su propia autosuperación se encuentran metidos cada vez más hondamente en la limitación, en lugar de eso.
«Cada vez que nos resistimos a alg,o derrochamos nuestra energía de mala manera. Es mucho mejor (y ciertamente más fácil) dejar de resistirnos a lo que no queremos y concentrarnos en atraer lo que queremos. En lugar de resistirte a la pobreza, y luchar por ganar más dinero para prevenirla tomando un segundo trabajo, intenta concentrarte en atraer la prosperidad teniendo pensamientos positivos mientras trabajas. Si detestas tu trabajo y piensas en eso cada mañana, te resistes a ir a trabajar. Por lo tanto, será más difícil conseguir un ascenso o encontrar un trabajo mejor.»1
«La Ley de Atracción dice sencillamente que tú atraes a tu vida lo que piensas. Tus pensamientos dominantes encontrarán la forma de manifestarse.»2
A estas alturas debes ser capaz de ver lo que no es cierto en esta interpretación de “lo que resistes, persiste,” y cómo ha sido retorcido en la sala de cine para hacerlo inviable para un Humano-Adulto (como debe ser todo). Pero, sólo por si acaso, déjame exponerlo claramente…
La hipótesis es que debes dejar de tener pensamientos negativos y concentrarte en los pensamientos positivos, porque si te concentras en los pensamientos negativos, éstos persistirán y harán imposible que los pensamientos positivos se manifiesten. ¿Bien?
Pero la hipótesis completa se basa en un juicio: pensamientos “negativos” contra pensamientos “positivos”. Se basa también en la falsedad de que tú puedas manifestar algo en tu universo holográfico y, menos aún, que puedas atraer las cosas “positivas” si te concentras en ellas.
La verdad es que toda resistencia se basa en un prejuicio, o puesto de otra manera, que la resistencia no existiría sin un prejuicio anterior. Si prejuzgas que algo es “negativo”, te resistes a ese algo. De modo que la solución no es intentar negar o ignorar los pensamientos “negativos” y enfocarse en los “positivos”, sino eliminar completamente el prejuicio, que es la fuente de la resistencia.
¿Quieres un trabajo “mejor”? Deja de juzgar el que tienes y al mismo tiempo dejarás de resistirte a él.
Aunque no quiero exponer esto como “Verdad”, he constatado que, mientras juzgue algo y lo resista, permanezco en esa experiencia. Sólo cuando dejo de juzgar, y por lo tanto automáticamente de resistir, es posible que mi experiencia cambie.
Mi primera experiencia sobre eso tuvo lugar a mis veinte años de edad. En aquel tiempo estaba metido profundamente en las ideas de Peter Marshall y llamaba a Dios “el Jefe”, como él decía. Yo estaba en Venezuela, en Caracas, ayudando a crear el equivalente en Español de Viva la Gente para ese país.
Llevaba en Viva la Gente más o menos un año y la mayor parte de ese tiempo había sido el batería del grupo, pero quería ser más que eso. Quería ser el director musical, juzgaba que mi trabajo como batería era “menos que” lo que yo quería y era capaz de hacer, y, por lo tanto, me resistía a ello.
Un día en Caracas, cuando me iba a dormir, sufrí una gran transformación y oré de una manera muy sincera…
Jefe, he tomado una decisión. Si quieres que sea un batería el resto de mi vida y esa es la mejor manera en que puedo servirte a ti y al resto de la humanidad, lo haré contento, alegre y entusiasmado. Lo prometo Hablaba en serio.
…y abandoné todo juicio y resistencia a ser batería en ese momento.
Justamente el día después recibí una llamada del director de Viva la Gente para decirme que había creado un tercer reparto y me pidió que volviera cuanto antes para ser su director musical.
Podría darte muchos otros ejemplos de mi propia vida como ése, pero creo que ya captas la idea.
* * *
Lo que resistes, persiste.
De hecho, cuanto más te resistas a los pensamientos “negativos” y trates de reemplazarlos con pensamientos “positivos”, tantos más pensamientos “negativos” tendrás. ¿No es eso lo que dice la frase? Al intentar concentrarse sólo en los pensamientos “positivos”, ¿no estás automáticamente resistiendo los “negativos”? Y entonces, ¿no persistirán?
Es como en ese viejo juego de “intenta no pensar en elefantes”. Por supuesto, entonces pensarás sólo en elefantes.
Por eso El Secreto y la “Ley de Atracción” no funcionan, o al menos esa es una de las razones. La otra es que forman parte de la vida dentro de la sala de cine y por lo tanto no pueden funcionar, excepto para crear más limitación.
Por ejemplo, parece que hay muchos “trabajadores por la paz” brotando por todas partes hoy día. Pero si te resistes a la guerra, guerra es lo que tendrás; si te resistes a la violencia, violencia es lo que tienes; si tú eres un “trabajador por la paz” te resistes a la guerra y la violencia, a pesar de lo que alguno de ellos intenta decir. De modo que cuantos más “trabajadores por la paz” aparecen, tanta más guerra y violencia tenemos en el mundo. Sólo tienes que leer las noticias hoy día.
“Trabajar por la paz” es una gran distracción del problema real: tú, tus prejuicios, tus juicios y las
capas de tu ego. Mahatma Gandhi dijo “sé el cambio que deseas ver en el mundo”, pero no dijo “entonces sal y cambia el mundo”, ni “entonces sal e intenta que todo el mundo sea como tú eres”.
Verdaderamente es muy sencillo: sólo cuando dejes de juzgar a la guerra y a la violencia como “erróneas”, o “malas” y las comprendas y las aceptes como perfectas junto a todo lo demás de tu holograma, dejarás de resistirte a ellas, en cuyo momento ya no necesitan persistir.
Jesúscristo dijo…
«En verdad os digo que no os resistáis al mal, sino que a quien te golpee en una mejilla, ofrécele también la otra. Y si un hombre te lleva al juicio de la ley y se lleva tu abrigo, dale también tu capa. Y si alguien te obliga a que camines con él una milla, ve con él dos. Dale cuanto te pida, y no apartes la vista de aquel que haya tomado prestado de ti.»3
De manera que se trata de no resistirse; se trata de aceptar aquello que resistes; no va de intentar arreglar, o cambiar, o mejorar algo, sino de darse cuenta de que todo es perfecto, incluso la guerra y la violencia. Eso es lo que significa “lo que resistes, persiste”.
¿Y qué es lo que hay que resistir? Todas las experiencias que tienes, hasta el más mínimo detalle, han sido creadas para ti por tu Yo Infinito, así que ¿por qué resistirse a ellas? ¿Qué es lo que dices realmente cuando te resistes a una experiencia? Lo que dices es que tu Yo Infinito se equivoca y que no tienes confianza en él.
* * *
A estas alturas estoy seguro de que comprendes que escribir este libro es parte de mi propia autolisis espiritual, de modo que no me sorprendo cuando surge una experiencia en mi holograma para llamar mi atención sobre algo que asimilar y también incluir en el libro.
Cuando escribía el capítulo anterior, unos familiares de mi amigo vinieron de visita un par de semanas junto a su hijo de cuatro años, el cual tenía la costumbre de chillar todo lo que daban de sí sus pulmones, ya de enfado, ya de excitación. Los gritos eran penetrantes, ampliados por los ecos en los muros de los edificios circundantes. Eran tan agudos que podían romper los cristales.
Los padres no hacían nada cuando chillaba, si acaso reírse un poco. Cuando lo comenté con mi amigo me dijo que esa era la forma que los alemanes y los suizos educan a sus hijos, que sólo los británicos tratarían de “reprimir” los chillidos de sus niños.
Vale, acepto que culturas diferentes tengan actitudes distintas ante la educación de los niños y no tengo prejuicio sobre ello, aunque no es como eduqué a mis hijos ni como lo haría hoy (que no tiene nada que ver con “represión”); y además, por el tiempo que he vivido en Europa, reconozco que, en general, los europeos tienden a ser ajenos a quien les rodea más a menudo que los americanos, ya sea cuando conducen un automóvil, o cuando se paran de pie en mitad de una puerta frecuentada, o cuando ignoran los efectos de un niño chillón a su alrededor.
Así que me resistí a esos gritos unos pocos minutos, especialmente porque intentaba acabar el capítulo diecisiete. Luego me tomé unos momentos para procesar mi resistencia y me di cuenta de que estaba apegado a la capa del ego de ser un escritor que necesitaba espacio para escribir. Una vez que abandoné eso estaba libre de ir con la corriente, y decidí que mi Yo Infinito quería que yo descansara antes de comenzar el capítulo siguiente del libro.
Afortunadamente ese día era más fresco de lo habitual a mitad del verano. Estaba nublado y se formaban tormentas, de manera que podría darme un paseo, algo con lo que disfruto mucho, por primera vez en varias semanas, sin el calor abrasador. Me puse mi reproductor mp3 y me encaminé por la playa a lo largo del pueblo mediterráneo, escuchando los grandes éxitos de Abba y haciendo mi propia versión de bailoteo de Take a Chance on Me y Dancing Queen.
Era estupendo salir de nuevo a pasear, algo que aprecio mucho y que me tomé como una recompensa de mi Yo Infinito por el intenso trabajo que había hecho con el libro. Cuanto más andaba, tanto mejor era. El viento y el mar estaban de foto, y por el camino me crucé con mujeres hermosas una tras otra. Una de ellas era tan bella que tuve que detenerme y decírselo, a lo que respondió con una sonrisa y un “gracias” ¡en Inglés!
Al extremo de la playa, me senté en un bar y me tomé un par de tés helados y unas patatas fritas, un capricho que no me había dado en cierto tiempo. Estaba muy contento de haber dado ese paseo y experimenté mucho placer, alegría y descanso en mi cuerpo y en mi mente.
Por supuesto, expresé agradecimiento (en silencio) al niño de cuatro años, a sus padres y a mi amigo por haber interpretado sus papeles y permitirme ver otra capa de mi ego y desprenderme de ella, por alejarme de mi ordenador y volver de nuevo a la playa; a mi Yo Infinito por la bella y asombrosa experiencia; y a mí mismo por estar deseoso de examinar mi resistencia en cuanto apareciera. No me hubiera perdido ese paseo por nada del mundo.
Esta vez dudaba que el niño hubiera dejado de chillar… Bueno, no lo dejó del todo, pero la frecuencia era mucho menor y ya no me molestaba tanto.
* * *
Hace muchos años, un amigo mío ganó una cantidad horrorosa de dinero rascando goma vieja de las pistas de aterrizaje de los aeropuertos. Cuando tenía alrededor cincuenta y cinco años, le diagnosticaron un cáncer y le dieron un par de años de vida.
En lugar de resistirse al cáncer, decidió aceptar su destino y quiso emplear esos dos últimos años devolviendo algo al país que tanto amaba y que le había dado unas oportunidades tan increíbles. Empezó una revista llamada “The Duck Book”, que informaba a sus lectores de la auténtica naturaleza del sistema económico de los Estados Unidos, y vendió suscripciones de por vida por 10 dólares (su vida, no la de otros). Se pensó que en dos años estaría muerto, así que qué demonios.
Dos años después su cáncer había desaparecido. Ahora tenía un problema: miles de suscripciones de por vida por 10 dólares que respetar. Eso se resolvió cuando fue asesinado al poco tiempo en Costa Rica, ya que se había transformado en una amenaza para el cártel financiero mundial. Pero, obviamente, esa no es la idea. La idea es que… bueno, ya lo sabes, no resistirse al cáncer…
* * *
En 2009 realicé unos seminarios en Europa sobre el Universo Holográfico y el Juego Humano. Naturalmente, como en cualquier seminario de este tipo, uno quiere dar a los participantes unos ejercicios para que puedan hacer reales las teorías, para darles una experiencia personal sobre la verdad que uno trata de impartir.
Hubo tres ejercicios en concreto que utilicé mucho, y mucho te los recomiendo a ti también. El primero es tomarse un día (sólo veinticuatro horas) para no hacer nada que no te guste mucho hacer. Sin “debo hacer”, ni “tengo que hacer,” ni “debería hacer”. Se te permite hacer sólo lo que quieras hacer y lo que te proporcione alegría. Verás que no es tan fácil como parece. A la postre tenemos muchos hábitos que nos rodean desde nuestros días en la primera parte del juego, creencias que pueden surgir en el proceso. Pero, simplemente, recuerda que no es más que un experimento por un día, y mira a ver qué pasa. Por ejemplo, mira si tu Yo Infinito te da una señal o te recompensa de alguna manera especial, sólo para hacerte saber que funciona y que también funcionará para ti.
El segundo ejercicio es otra vez tomar veinticuatro horas y no intentar nada para “hacer que pase algo”, sino que tú simplemente reacciones y respondas a las experiencias que te encuentres, las que vengan a ti. Sin metas, sin órdenes del día, sin objetivos. No pensar que tengas que hacer nada en absoluto para hacer que pasen las cosas en la vida. Simplemente, reacciona y responde a las experiencias que tu Yo Infinito crea para ti y mira qué clase de experiencias tienes y si te brindan más alegría y felicidad de lo que acostumbras.
El tercer ejercicio es mi preferido. Durante un día (sólo veinticuatro horas) a los participantes en mis seminarios sólo se les permitía decir “sí” a cualquier cosa que apareciera en su holograma. Tenían que quitar la palabra “no” de su vocabulario y simplemente decir “sí” a todo lo que les llegara por su camino. Al fin y al cabo, si nuestro Yo Infinito crea todas y cada una de las experiencias que tenemos, hasta el más mínimo detalle, ¿por qué no decir sencillamente “sí” a todo lo que sea que cree, y ver lo que pasa?
No te imaginas la resistencia que me encontré…
¿Qué pasa si alguien me pide que haga algo que no quiero hacer?
Dices “sí”, y lo haces.
Pero ¿qué pasa si alguien trata de aprovecharse de mí porque sabe que yo sólo puedo decir
que “sí”?
Eso es otro miedo con el que tendrás que enfentarte.
¿Y qué pasa si es ilegal o inmoral?
… y las objeciones seguían y seguían, todas basadas en miedo y prejuicio. Por supuesto, esa era la idea, exponer a la luz esos miedos y prejuicios para que los vieran; eso y darles a los participantes la experiencia de decir “sí” y darse cuenta de que podían confiar en su Yo Infinito y en las experiencias que crearía para ellos.
Entonces supe que había una película hecha en 2008 que no había visto (ni siquiera había oído hablar de ella, ya que había estado aislado en Portugal todo el tiempo), llamada Di que sí, con Jim Carrey. Cuando por fin la vi pensé que era una de las películas más fenomenales que se hayan hecho jamás, y que tiene las mejores “pruebas” y “pistas” jamás presentadas a los Humanos-Adultos dentro de la sala de cine. Si no la has visto, te la recomiendo.
Algunos han tratado de disminuir su mensaje de “sí”, aduciendo que el personaje del gurú, Terrence, se retracta al final de sus propios consejos, pero no es así en absoluto.
Esta es la trama: Jim Carrey cree que ha hecho el pacto de decir sólo “sí” y que si rompe ese pacto le pasará algo malo. De hecho rompe el pacto y está en el hospital con Terrence después de un accidente de automóvil.
Terrence, tienes que anular el pacto, ¡me está matando!
No hay ningún pacto, ni jamás lo ha habido. Yo sólo repetía una frase.
¿Que repetías una frase?
Bien, algo tenía que decir. Te comportabas mal y estabas avergonzándome frente a mi
público.
¿Entonces todo eso del “sí” es sólo una trola?
No, es que no sabes usarlo, nada más.
Sí, sí que sé hacerlo. Digo que “sí” a todo, algo muy difícil de captar.
No, esa no es la idea. Bueno, quizá sí al principio, pero eso es sólo para que te abras a ello, para ponerte en marcha. Entonces dices que “sí”, no porque tengas que hacerlo, o porque un pacto te obligue, sino porque muy dentro de ti sabes que quieres hacerlo.4
(Puedes verlo aquí.)
Esa es la idea: ¿por qué no querría alguien decir que “sí” a cualquier experiencia que su Yo Infinito cree para él?, ¿por qué querría alguien algo distinto de la experiencia que tiene en ese preciso momento, sabiendo que su Yo Infinito la ha concebido especialmente para él hasta el más mínimo detalle?, ¿por qué se resistiría nadie a nada en su holograma?
Para ser exactos, pienso en un par de razones para esto, y bastante buenas además.
La primera es que, sencillamente, ellos no confían en su Yo Infinito, y no se les puede culpar. En definitiva, se pasan la vida entera dentro de la sala de cine teniendo una experiencia que no les emociona mucho tras otra. O por lo menos desean que fueran “mejores” y creen que hay algo en ellas que tiene que cambiarse, arreglarse o mejorarse. Dicho más sencillamente, muchas de estas experiencias de la primera parte dan como resultado drama y conflicto, dolor y sufrimiento, lo que ahora sabemos que se causa por nuestros propios prejuicios, juicios y resistencias. Pero tenemos un historial de la costumbre de decir “no” a esas experiencias, y suponemos que las de esa clase continuarán, incluso se multiplicarán, si comenzamos a decir “sí”.
Otra razón es que somos unos maníacos del control, todos nosotros, hasta cierto punto. Nos pasamos mucho tiempo dentro de la sala de cine intentando controlarlo todo, nuestras vidas, nuestro dinero, la gente que nos rodea, el peligroso mundo en el que vivimos, y demás. Por supuesto, era ilusorio que tuviésemos control alguno sobre nuestras experiencias, aparte de nuestras reacciones y respuestas a ellas.
Decir que “sí” requiere abandonar toda ilusión de control, se necesita que soltemos el volante, que dejemos la caña del timón, que sigamos totalmente la corriente, sin resistencia.
Pero al mismo tiempo, comenzar a decir “sí” hasta convertirlo en un hábito nuevo es la forma más fácil y más rápida de conseguir tener confianza en nuestro Yo Infinito, una vez que ves dónde te lleva. Es posible también que sea una de las formas más poderosas y eficaces de transformarse en mariposa.De modo que inténtalo durante veinticuatro horas y obsérvalo por ti mismo.
Decir que “sí” es el antídoto de la resistencia.
Veinticuatro horas no es mucho pedir, no hay un compromiso de por vida; pero, si te gustan los resultados del experimento, es posible que quieras hacerlo durante cuarenta y ocho horas la vez siguiente, luego durante una semana, y luego siempre. Y recuerda al final del día de asegurarte que expresas gratitud a tu Yo Infinito por tus experiencias, y gratitud a ti mismo por tu papel como Jugador y por el gran trabajo que has hecho.
Una nota: tú no puedes hacer “mal” nada de esto. No hay trucos, nada con lo que tengas que tener cuidado, no hay maneras de fastidiarlo. Así que no te preocupes. Como decía al anuncio de Nike, “Just do it” (simplemente, hazlo).
* * *
Cuando mi hijo menor tenía dieciséis años tuvimos una charla seria, que es posible que él recuerde o que no. Le dije que si se despertaba una mañana abrumado de excitación por la idea de robar un banco, yo quería que hiciera exactamente eso, que saliera, se comprara una máscara, un arma (una de juguete, preferentemente) y cualquier otra cosa que necesitara, y que se encaminara al banco como si fuera a atracarlo; porque, le indiqué, eso no quería decir que él tuviese que robar el banco de veras, aunque yo no era capaz de juzgar si eso sería una cosa “buena” o “mala” al final.
Además, había otras posibilidades. Por ejemplo, podría ser que él estuviese caminando hacia el banco mientras se ponía la máscara y que un productor de cine (esto ocurría en Hollywood) llegara, le detuviese y dijera: “eres exactamente lo que yo buscaba. Tengo un personaje en mi película para alguien justo como tú, y te pagaré 100.000 dólares si quieres el papel”.
En Di que sí, Jim Carrey se da cuenta de que no habría encontrado nunca al amor de su vida si no hubiera dicho “sí”, aunque estaba bajo la falsa impresión de que tenía que hacerlo por alguna clase de pacto.
* * *
Recordarás ese día, de hace unos años, en que estaba sentado en mi piso dándome cuenta de que no tenía trabajo, ni ingresos, ni dinero, ni perspectivas, ni amante y todo eso; y que me entregué totalmente a la realidad de “lo que era” sin emociones, ni arrepentimientos, ni deseo alguno de cambiar mi situación.
Ahora puedo decir, y tú lo comprenderás, que abandoné toda resistencia a mis experiencias holográficas en ese momento.
A los tres días, Robert Scheinfeld apareció en mi holograma (a través de uno de sus DVD “sistemas domésticos de transformación”) y