

COMPASIÓN
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Pregunta: Este modelo me parece un estilo de vida muy egoísta. ¿Dónde tienes el corazón?, ¿dónde está tu compasión por el dolor y el sufrimiento de los demás?
Respuesta: No tengo interés en justificar o defender el “egoísmo”, eso se lo dejo a gente como Robert Ringer (Buscando al número uno ), Ayn Rand (La virtud del egoísmo), Bud Harris (Egoísmo sagrado: guía para vivir una vida con substancia), David Seabury (El arte del egoísmo), los Heller (Egoísmo saludable: consigue sin culpa la vida que mereces), y Mahatma Gandhi (“Sé el cambio que deseas ver en el mundo”).
Respecto a mi corazón, está más abierto que nunca. A medida que abandonas los juicios, prejuicios, creencias, opiniones y miedos, tu corazón no puede hacer otra cosa que abrirse cada vez más ampliamente y llenarse de amor y gratitud por la perfección de todo, y especialmente de amor por tu propio Yo Infinito.
Pero la compasión es una historia muy diferente.
Es verdad que la compasión es la nueva palabra espiritual de moda, algo a lo que quizá ha contribuido mucho el Dalai Lama. Como ocurre con el “juicio”, a la compasión se le ha hecho parecer “correcta”, apropiada, algo que es “bueno” tener. De hecho, ser compasivo se ha convertido en el distintivo de la iluminación y en el rasgo más importante que una “buena” persona debe tener, de la misma manera que “juicio” se ha convertido en un símbolo de la razón y la inteligencia.
Pero vamos a averiguar lo que realmente significa compasión:
«Consciencia profunda del sufrimiento de otro, aparejada con el deseo de mitigarlo.»1
«Consciencia solidaria del sufrimiento de otro, junto con el deseo de aliviarlo.»2
Por estas definiciones, debería estar claro que la compasión pertenece a la primera parte del Juego Humano, dentro de la sala de cine, y no a la segunda.
¿Por qué?, ¿qué tiene de “malo” la compasión? Nada es “malo”, eso sería un juicio. Pero la compasión, tal como se define (y se practica), conduce automáticamente a que un Jugador juzgue que las experiencias de la otra persona son “malas”, o “erróneas”, así como a creer que tiene el poder de cambiar la realidad de esa persona y a considerar el deseo de hacerlo. Nada de eso es posible ni apropiado en la segunda parte del Juego Humano. Además, conduce inevitablemente a la frustración, la tristeza y a veces incluso a la desesperación al Jugador que intenta ser compasivo. Dicho con otras palabras, lleva más lejos en la limitación y la restricción.
Por lo tanto, por su naturaleza misma, la compasión no es parte de la alegría infinita. Tampoco se siente como alegría, realmente sabe “mal” identificarse con el dolor y el sufrimiento de alguien. De hecho, tenemos que sentirnos “mal” por otra persona si somos compasivos (“me siento mal por ellos”). Los sinónimos que el diccionario da para compasión son “lástima” y “conmiseración”. Dudo que nadie diga que “lástima” y “conmiseración” sean alegres.
En una reunión de la comunidad intencional de Tamera, un joven de Israel se levantó y anunció que había tenido recientemente la revelación de que su único trabajo en la vida era ser feliz. Todo el mundo lo aclamó, y un sentimiento de alegría, animación y entusiasmo llenó la sala. Entonces se levantó una joven, la hija del gurú, y exhortó a todos a que no olvidasen el dolor y el sufrimiento de los demás. La burbuja de la sala se rompió enseguida.
Intenta recordar a qué sabe ser compasivo. ¿A ti te parece alegría?
Puedes hacer lo mismo con los celos, por ejemplo. ¿Hacen los celos que te sientas cariñoso? ¿Te hacen sentir efusivo y poderoso?, ¿te hacen sentir amoroso y cálido, como hace el amor? De la misma manera que los celos no pueden ser parte del amor infinito, la compasión no puede ser parte de la alegría infinita. Así de sencillo.
La única manera de que la compasión te haga sentir “bien” es porque tú crees que siendo compasivo eres una “buena” persona.
* * *
Hay más que decir sobre esto. Vamos a diseccionar realmente eso que se llama compasión, ya que se ha convertido en una pieza tan importante en la primera parte del Juego Humano.
Recuerda que las experiencias holográficas que percibes no son “reales” y que tu Yo Infinito crea tu propia realidad. Recuerda también que la gente que ves en tus hologramas (los “demás”) son actores que interpretan un papel para ti y leen palabra por palabra el guión escrito por tu Yo Infinito. Piensa de nuevo en la analogía entre nuestro universo holográfico y las películas de inmersión total, creadas como “experiencia externa” para darte a ti y a tu Yo Infinito una “experiencia interior”.
Todo lo que tú percibes en tu “realidad”, entonces, es interpretado para ti (para tu experiencia, para tu beneficio) por actores, lo mismo que en una película o en el teatro. Si fueras a un teatro a ver una obra, podría haber una escena emotiva en la que algún personaje que te importe es asesinado, mutilado, violado, torturado, matado de hambre, desterrado, maltratado. Si la obra es buena y los actores son profesionales, con un guión convincente y una escenografía perfecta, tú deberías “sentir” lo que el autor de la obra quería que sintieras: indignación, frustración, compasión, tristeza, dolor, remordimiento, aflicción, pena; una multitud de emociones, ninguna de las cuales se aproxima a la alegría. Pero para eso se concibió la obra.
Luego, después de la obra, vas a tomar una copa al bar de al lado y allí, por casualidad, están los mismos actores que acabas de ver. Están muy vivos, saludables, contentos, ilesos, disfrutando de una cerveza y haciendo chistes con el resto de la compañía. Cuando los ves en el bar, ¿sentirías las mismas emociones por ellos que sentiste durante la obra? Evidentemente, no. Probablemente te sentirías un poco bobo si expresaras compasión por el actor a quien acabas de ver morirse de hambre y que ahora se sienta frente a ti comiendo cacahuetes y patatas fritas. Hasta podrías acercarte a ellos y agradecerles el gran trabajo que han hecho y la experiencia que te han proporcionado, les dirías cuánto lo has sentido por ellos durante la obra y te les unirías en su celebración.
La “realidad” que ves “ahí fuera” como universo físico es una película, una fantástica película en 3-D de inmersión total en la que tú interpretas un papel. No hay nada diferente de la obra o la película que acabas de ver. Todo el mundo que ves en tu “realidad” es parte de un holograma, todo el mundo está interpretando un papel que tu Yo Infinito les ha pedido que interpreten, y que han acordado ejecutar a nivel profesional. Cuando ese papel termina, se levantan del campo de batalla, o de la cama del hospital, o de los barrios bajos y se deleitan en el buen trabajo que han hecho para convencerte de que los personajes que han interpretado eran reales. Te han dado el regalo de una experiencia poderosa, que tu Yo Infinito quería y ha creado. Pero no confundas las cosas y empieces a creer que las escenas que han interpretado eran algo más que actores actuando en sus papeles temporales a invitación de tu Yo Infinito.
Otro gran problema que tiene la compasión es la parte que hace que quieras “aliviar” o “mitigar” el sufrimiento de alguien. Francamente, aunque esté cubierto de un barniz social muy respetable, es el colmo de la prepotencia pensar que sabemos mejor que nuestro propio Yo Infinito las experiencias que la otra persona debería tener. Hasta Mahatma Gandhi dijo “sé el cambio que deseas ver en el mundo”. Él no dijo “sal y cambia el mundo en la forma que deseas verlo”, o “sal y cambia las experiencias de los demás en la forma que crees que deben ser”.
De la misma manera que tú confías que tu Yo Infinito crea las experiencias más apropiadas para ti, podemos confiar que el Yo Infinito de la otra persona crea las experiencias más apropiadas para ella, independientemente de lo que parezcan esas experiencias para ti o para mí en la superficie.
De hecho, no hay otro Jugador que aparezca en tu realidad holográfica cuya situación sea responsabilidad tuya cambiar. Ni tampoco tienes el poder, ni la autoridad, de cambiarla. Sus experiencias han sido escogidas tan cuidadosamente para ellos por su Yo Infinito como las tuyas lo han sido para ti. Es hora de que respetemos eso, de que respetemos y confiemos en las elecciones de otros Yo Infinito tanto como en las del nuestro, y de no pensar que nosotros sabemos mejor lo que otros deberían experimentar.
Además, el deseo de “aliviar” o “mitigar” el sufrimiento de otro no puede hacer nada más que producir frustración, enfado y depresión, puesto que no tienes poder de hacer nada por ello. Todo lo que harás será intentarlo, y la mayoría de las veces fracasarás y te sentirás peor al final. Por eso la compasión es un concepto tan limitador, que pertenece estrictamente a la primera parte del Juego Humano.
* * *
«Nunca cambiarás las cosas luchando contra la realidad. Para cambiar algo, construye un modelo nuevo que haga obsoleto el que existe ahora.»
~ R. Buckminster Fuller
El concepto de compasión, por su propia naturaleza, tiende a hacernos ignorar esta sabiduría y que luchemos contra lo que vemos que ocurre en el mundo. Muchos trabajadores por la paz, por ejemplo, adoptan el eslogan “di no a la guerra y a la violencia”. Pero el mero hecho de pensar o actuar contra la guerra y la violencia por causa de la compasión es, de hecho, luchar contra la realidad existente.
¡Espera un momento! protestas, ¿dices que no debo hacer nada cuando vea el dolor y sufrimiento de otros en mi holograma? ¿Insinúas que me siente cómodamente y simplemente mire cuando pegan a un niño, o cómo violan a una mujer, o que la gente muere de hambre y enfermedad?
Absolutamente, no. Eso no es lo que digo, para nada. Más que la compasión de la primera parte, que sólo conduce a mayor limitación, la empatía (más que la conmiseración), la ética y el entusiasmo establecerán tu reacción en la segunda parte del Juego Humano.
He aquí lo que quiero decir:
Una vez que pones en marcha El Proceso en esas experiencias holográficas que encuentras al empezar la segunda parte (en cualquier momento que sientas malestar con alguien, o en una situación concreta), verás de manera muy diferente esos incidentes de dolor y sufrimiento que puedan aparecer en tu holograma. Hay algo extremadamente importante que recordar: mientras sientas malestar (y eso incluye el malestar de la compasión), aún estarás otorgando poder “ahí fuera” y aún habrá juicio. Sólo cuando veas el dolor y sufrimiento de alguien sin el juicio de que es “malo”, o “erróneo”, o que “necesita cambiarse”, podrás tomar acción limpiamente. Entonces serás libre de seguir tu entusiasmo y alegría en una circunstancia específica.
Por ejemplo, me preguntan a menudo qué haría yo si surgiera un holograma en el que pegan a un niño delante de mí. Sinceramente, no puedo darte una respuesta general porque mucho de ello depende de la situación, pero mi propia ética podría conducirme a querer hacer algo por ello, ya que yo soy el cuidador de las experiencias holográficas que mi Yo Infinito crea para mí.
Es posible que me pusiera entre el adulto y el niño y que le dijera al adulto que yo no juzgo lo que está haciendo, pero que solicito que me pegue a mí en lugar de al niño, que no me resistiré. Sin embargo, ésa sólo es una posibilidad. No juzgaré bajo circunstancia alguna que lo que pase sea “correcto”, o “equivocado”, o “bueno”, o “malo”, y tampoco juzgaré a los actores que interpretan sus papeles ni pensaré que yo deba o tenga que cambiar la acción misma. Pero ahora mismo imagino que mi sentimiento personal de entusiasmo y alegría sería preferir que me pegasen a mí a mirar cómo pegan al niño. Yo tampoco devolvería el golpe ni trataría de defenderme. Tampoco lo haría Mahatma Gandhi, como demostró una vez y otra.
Conforme, esta es una situación individual particular. ¿Qué pasa con los millones de personas que tienen hambre en el mundo, con aquellos a los que matan o mutilan cada día en guerras innumerables y demás violencias, con aquellos que no tienen hogar y están hambrientos y enfermos?, ¿cuál es el número aceptable de ellos en toda la población de la Tierra, si miras y crees las noticias de la TV?, ¿qué pasa con ellos?
“Sé el cambio que deseas ver en el mundo”, dijo Gandhi. Así que ahí va otro concepto duro:
A despecho de todo el dolor y sufrimiento que se nos muestra “ahí fuera”, nuestro único trabajo como Jugador en la segunda parte del Juego Humano es “recuperar” el poder que otorgamos “ahí fuera” en la primera parte, y hacer el viaje en la montaña rusa de vuelta a la alegría infinita, el poder infinito, la sabiduría infinita, la abundancia infinita y el amor infinito. Vivir nuestra propia realidad: ésa es nuestra única responsabilidad.
De hecho, cuando nuestros hologramas incluyen imágenes de dolor y sufrimiento “ahí fuera”, es principalmente porque nuestro Yo Infinito intenta mostrarnos dónde otorgamos poder en la primera parte y quiere darnos la oportunidad de “recobrarlo”. Esas imágenes holográficas de dolor y sufrimiento no son para que hagamos algo sobre ellas, sino que son para que nosotros, como Jugadores individuales, hagamos algo sobre nosotros. Dicho simplemente, el dolor y sufrimiento de alguien que se mete en nuestros hologramas es una oportunidad de dejar atrás el juicio y la compasión y explorar una forma nueva de sentir y actuar.
Recuerda lo que dijimos sobre los “demás” en el capítulo veinticuatro:
Los “demás” cumplen tres propósitos principales en tu experiencia holográfica:
Esto incluye a toda “los demás” que ahora tú juzgas que están inmersos en el dolor y el sufrimiento. En esa lista no se dice por ningún sitio que “los demás” cumplan el propósito de hacer que tú los “salves” de sus experiencias.
Sin embargo, por el camino empezaremos a sentir entusiasmo interior, entusiasmo que nos incita a hacer algo. De modo que si en mi holograma viese a alguien sumergido en el dolor y el sufrimiento, y yo no lo juzgase ni cayese en la trampa de querer cambiarlo, en cualquier caso podría considerar que hacer algo fuese totalmente dichoso y excitante.
¿Qué pasa si alguien en mi holograma me pide ayuda? La doy gustosamente mientras me dé alegría total hacerlo (sin juicio ni malestar) y mientras no tenga expectativa alguna sobre el resultado.
No me malinterpretes, por favor. Cuando en mi holograma veo a alguien metido en el dolor y el sufrimiento, eso me emociona a menudo en un nivel muy profundo. Daré mi ayuda si se me pide y si la puedo dar sin la intención de arreglar, cambiar o mejorar las cosas. Pero también sé que es imposible que sean víctimas (tan imposible como lo es para mí) de nadie o de nada “ahí fuera”. De modo que ofrezco mi apoyo en la manera que pueda mientras tengan esa experiencia tan difícil y tan limitadora, porque sé que están jugando la primera parte del Juego Humano. Realmente esto no es diferente a animar a alguien que está en la primera colina de la montaña rusa, apoyándoles a que aguanten de la mejor manera que sea posible.
Esto puede ser un ejemplo un tanto tosco, pero es el mejor que se me ocurre en este momento. Alguien me llama desde la montaña rusa en la primera subida, dice que se está mareando y necesita ayuda. Haré todo lo que me sea posible para llegar a él, llevarle una bolsa para vómitos, aguantar su cabeza mientras vomita, ofrecerle palabras de ánimo o darle cualquier ayuda que pueda en ese momento. Lo que no haré será juzgar su experiencia como “errónea”, o que debería ser diferente y haya que cambiarla, ni apiadarme de él, ni tenerle lástima, ni intentar sacarle de la montaña rusa. Yo he estado en esa situación, uno no se siente bien y lo sé. También sé que la experiencia que tiene se ha elegido cuidadosamente para él por su Yo Infinito y es perfecta para él en ese momento. Después de todo, no se puede viajar por la montaña rusa sin subir la primera colina.
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En temas de desintoxicación existe el viejo dicho que dice que un alcohólico no lo dejará hasta que se harte de beber. Un Curso en Milagros dice: “si tu hermano te pide algo, hazlo, porque no importa”.4 De manera que si tu alcohólico “hermano” te pide una bebida, ¿qué es exactamente lo “compasivo” que hay que hacer? Según los principios de desintoxicación y Un curso en milagros, quizá darle la bebida que pide, más que juzgarle y tratar de cambiar la experiencia que tiene porque “sabes” qué es lo que le conviene.
Por supuesto que hay el deseo natural de que todos los Jugadores que encontramos en nuestros hologramas experimenten la misma alegría, poder, abundancia y amor que nosotros tenemos. Cuando vemos a alguien en nuestro holograma que no está en esas condiciones, es fácil que deseemos algo diferente para él y queramos que se reúna con nosotros en la alegría, el poder, la abundancia y el amor de la segunda parte. Pero lo que no podemos hacer es juzgar su situación como “mala” o “errónea” – y ni siquiera pensar que nuestra situación sea “mejor” que la suya –, y entonces intentar hacer algo para que cambien sus circunstancias.
Hace muchos años que abandoné la idea de intentar “salvar el mundo”, o acabar siquiera con la guerra en este planeta, cuando me di cuenta de que la guerra había sido una experiencia muy valiosa en mi propia vida (aunque no fuera más que para mostrarme quién no era yo y cómo no quería comportarme). Me hizo consciente de que “quién era yo para intentar limitar las experiencias a otra gente que podría beneficiarse de las mismas oportunidades”. Hoy me entusiasma la idea de averiguar cómo descargar otras frecuencias desde El Campo (como se explicará en el capítulo treinta y seis) que lleguen a crear una vida armoniosa y pacífica en el planeta Tierra, pero sin juicio alguno de que todo el mundo tenga que vivir de esa manera o de que la manera como viven ahora los demás sea de alguna manera “errónea”.
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La idea del joven israelí en Tamera era que más que empantanarse en el dolor y el sufrimiento de alguien y de sentir ese dolor y sufrimiento él mismo, había decidido que su único trabajo era “ser feliz”, proveer a otros con la esperanza, la inspiración y el modelo de cómo podrían llegar a ser diferentes sus vidas.
Dudo seriamente que aquellos sumergidos en el dolor y el sufrimiento quieran que nos unamos a ellos en su desgracia. No creo que quieran que nos “compadezcamos” de ellos, ni que “sintamos su dolor”. En lugar de eso, creo que preferirían que “fuéramos felices” y así sabrían que eso es algo posible para ellos también.
Por lo tanto, más que compasión en la segunda parte del Juego Humano, seguiremos nuestro entusiasmo, nuestra alegría y nuestra pasión, y emprenderemos cualquier acción que nos sintamos motivados a tomar en relación con nuestras experiencias holográficas, mientras no haya involucrado en ello juicio ni malestar alguno.
Al final, el mundo no necesita que lo salven. Es perfecto justamente como es, hasta el más mínimo detalle.
Salvar el mundo, por maravilloso que pueda sonar