Las Leyes Espirituales by Vicent Guillem - HTML preview

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4ª Ley: Ley del amor.
• El destino del espíritu es alcanzar la felicidad a través de la experimentación del amor incondicional, por libre decisión de su voluntad.
• Sin amor no hay evolución. Sin amor no hay sabiduría. Sin amor no hay felicidad.
El amor es la fuerza armonizadora y dinamizadora del universo espiritual.

Ya has mencionado la ley del amor en multitud de ocasiones pero ¿qué es, según tú, el amor?
El amor puede definirse en su grado máximo como la capacidad de sentir a los demás como a uno mismo.

¿Pero el amor existe realmente o es solo un concepto abstracto?
Existe realmente y se manifiesta como una intensa vibración de la esencia vital o principio espiritual que se transmite a todos los planos de la existencia, desde el plano espiritual, pasando por el mental y el astral, hasta llegar al físico. La manifestación del amor en el plano energético es la energía de más alta vibración, la luz más brillante, la luz de las estrellas. Esa vibración, la vibración del amor, al igual que la luz, se puede transmitir y ser percibida.

¿Y qué es lo se experimenta exactamente con el amor?
Cuando un ser experimenta el amor verdadero, se siente lleno, plenamente feliz, invadido de una vibración, una fuerza y una sensibilidad extraordinarias. Ya no necesita nada más para ser feliz. El espíritu inspirado por el amor siente el deseo de transmitir a los demás ese bienestar y ayudarles a que sean felices, porque se siente conectado con ellos, como si formaran parte de él. Invadido por el amor, su cuerpo astral eleva su vibración de manera que el aura se expande enormemente y se vuelve muy brillante. Cuanta más capacidad de amar tiene el ser, más alta es su vibración mayor energía es capaz de transmitir. Cuando alguien ama transmite esa vibración amorosa a los demás. Si el receptor o receptores de la misma son sensibles, lo perciben como una oleada de calor intenso que no quema, una vibración que lo recorre a uno por completo, que llega hasta el rincón más profundo, como si llenara cada uno de los poros de su alma, estremeciéndole y haciéndole sentir como envuelto por una nube de paz y armonía. En ese estado de bienestar interior uno se siente optimista, alegre, relajado, sereno y descubre que los problemas de su existencia no son tan graves.

Lo que describes parece una experiencia muy mística. No sé hasta qué punto es accesible para nosotros, lo humanos.
Es accesible, pero estáis tan materializados que os falta de sensibilidad, tanto para dar como para sentir directamente el amor. Es como intentar escuchar la radio al lado de una taladradora en marcha. Por eso, más que sentir el amor lo que la mayoría apreciáis son los actos que se hacen por amor, aunque a la mayoría le resulta difícil de entender que motiva a actuar a una persona de esa forma.

¿Y por qué es una ley espiritual el amor?
Porque está escrita en el interior del espíritu: el espíritu necesita amar para ser feliz. En ausencia de amor el espíritu se marchita como una flor arrancada de raíz Si por la ley del libre albedrío el espíritu necesita ser libre para poder ser feliz, por la ley del amor, el espíritu necesita amar para ser feliz. Si unimos estas dos leyes en una diríamos que el espíritu necesita amar en libertad para ser feliz.

¿Si el amor es necesario para la felicidad del espíritu porque no nacemos todos amando?
Es otra de las capacidades, la de amar, que el espíritu ha desarrollar por sí mismo en su proceso de evolución. Como ya he dicho, la chispa espiritual, cuando es creada, tiene en potencia numerosas capacidades, pero necesita desarrollarlas. Una de ellas es la capacidad de amar. Desarrollar la capacidad de amar es el objetivo más importante del proceso evolutivo el espíritu. El amor es la fuerza armonizadora y dinamizadora del universo espiritual.

¿Cómo el amor influye en la armonía del universo?
¡Por un acto de amor existimos todos los seres espirituales! El amor es la fuerza que alimenta cualquier impulso creador. El amor es la base sobre la que se sustenta la solidaridad espiritual universal. El espíritu inspirado por el amor siente el deseo de ayudar en la evolución a todos los demás seres de la creación, para que sean capaces de experimentar por sí mismos ellos la felicidad que emana del amor. Solo sobre la base del amor se construirá lo verdadero y lo duradero.

AMOR VS EGOISMO

¿Cuál es el primer paso que uno debería dar para poder amar?
Para amar es necesario sentirse a uno mismo, y para sentirse a uno mismo es necesario conocerse a uno mismo. Si quieres amar a los demás, aprende primero a amarte a ti mismo, a través de conocerte a ti mismo. El que no se quiere a sí mismo no puede querer a los demás.

¿Pero yo tenía entendido que tienes que renunciar a ti mismo para amar a los demás?
En absoluto. Lo que tienes que hacer es renunciar a tu egoísmo, pero no a tus sentimientos. Lo que ocurre es que tenéis un concepto de lo que es el amor que es incorrecto, porque mezcláis el amor con el egoísmo. Amarse a uno mismo no es creer que uno es mejor que los demás y que por ello ha de dedicarse a satisfacer caprichos egoístas, sino reconocer las necesidades afectivas propias, los sentimientos y desarrollarlos, para que sean el motor de nuestra vida. Por esto he dicho que para amar verdaderamente es tan importante conocerse a uno mismo. Conocerse implica saber distinguir entre lo que sentimos y lo que pensamos, reconocer entre lo que viene de nuestro sentimiento y lo que viene de nuestro egoísmo.

¿Entonces, cómo distinguir lo que es el amor de lo que no lo es?
El amor en su máxima expresión ha de ser incondicional. El que ama verdaderamente no espera nada cambio, y el que actúa por interés no está amando verdaderamente. El amor ha de ser libre, si no, no es amor. No se puede forzar a nadie a amar.
El que quiera amar ha de querer también renunciar al egoísmo. El amor y el egoísmo son conceptos contrarios, incompatibles entre sí, antagónicos. No se puede amar sin renunciar al egoísmo, ya que el egoísmo es en realidad la ausencia de amor. Aprender a amar es lo mismo que aprender a desprenderse el egoísmo. El que aumenta su capacidad de amar disminuye su egoísmo y viceversa.

¿Y cómo aprende el espíritu a amar?
Es un proceso continuo que requiere muchísimo tiempo de evolución. Lo comienza el espíritu antes de iniciar la fase humana y no lo termina nunca, ya que siempre hay algo nuevo que aprender respecto al amor. Como el aprender a hablar, no hay otra forma de desarrollar el amor que no sea través de la interacción constante con otros seres. En las primeras etapas, cuando el ser espiritual está escasamente desarrollado, experimenta el amor que otros seres más avanzados sienten hacia él en forma de emociones. Esto le hace sentir bienestar. También ha de experimentar lo que es la ausencia de amor, es decir, el egoísmo de otros seres, que, al igual que él, todavía no son capaces de amar. Esto le hará sentir emociones de malestar, pero también le permitirá reconocer, aprender a distinguir mejor, entre la ausencia y la presencia de amor y a valorar la presencia de amor, lo cual servirá de estímulo para poder desarrollar en sí mismo los sentimientos. Es decir, antes de ser capaz de amar, el ser espiritual se sensibiliza como receptor del amor de otros seres más avanzados, que le sirven de ejemplo de lo que es ser emisor de amor. También ha de convivir con otros seres con el egoísmo igual o más acentuado que ellos mismos, que son un ejemplo de lo que es la ausencia de amor. Todas estas interacciones le motivarán el desarrollo, primero de las emociones, y más tarde de los sentimientos. Una vez el espíritu reconoce el amor que ha recibido de los demás es cuando está preparado para ser un emisor de amor. Serán los seres que le amaron los primeros hacia los que se le despertarán los primeros sentimientos de afecto (usualmente hacia algún miembro de su familia), mientras que el resto de seres, los que se comportaron con egoísmo hacia él, serán enemigos, y los nunca tuvieron relación con él, simplemente serán seres por los que sentirá indiferencia. En esta etapa el espíritu es apasionado en los amores, vengativo y rencoroso en los desamores. Llegará otra etapa más avanzada en que el ser ya no querrá perjudicar a los que le hicieron daño, porque se da cuenta que el sufrimiento en sí mismo es algo negativo, incompatible con el amor, abandonando la venganza como forma de resarcimiento por el daño recibido. Esta etapa la podríamos denominar amor condicional avanzado. Llegado cierto momento, cuando el grado de comprensión y de sensibilidad del ser ha aumentado considerablemente, ya está preparado para dar el gran salto, el de querer a todos los demás seres de la creación, incluyendo a aquellos que le odiaron y le despreciaron y le hicieron sufrir lo indecible. Es decir, ha entrado en la etapa final, en la que se alcanza el amor incondicional, aquel amor que predicaron los seres avanzados como Jesús cuando decían “ama a tu enemigo”. Por supuesto, esto no ocurre de la noche a la mañana. Serán necesarios millones de años de evolución para recorrer el camino desde la primera a la última etapa.

¿Podrías resumir estas etapas para que me haga una idea?
Sí, aunque, como digo el proceso es continuo, podríamos dividirlo, para su mayor comprensión en las siguientes etapas:
1. Insensible como receptor y emisor de amor.
2. Parcialmente sensible como receptor de amor -insensible como emisor de amor 3. Sensible como receptor-parcialmente sensible como emisor (amor condicional) 4. Altamente sensible como receptor-altamente sensible como emisor (amor condicional avanzado)
5.Totalmente sensible como receptor-totalmente sensible como emisor (amor incondicional)

¿Cuál es el origen de las emociones y de los sentimientos y en qué se diferencian?
En los primeros estadios de evolución del ser espiritual, éste sólo es capaz de percibir emociones, que generalmente son sólo una respuesta a un estímulo de naturaleza exterior. Este desarrollo de la percepción emocional comienza ya en etapas anteriores a la humana. De hecho podéis observar que muchos mamíferos superiores, como perros, vacas, caballos o delfines, ya son capaces de percibir y manifestar emociones bastante profundas de muy diversos tipos. A medida que el espíritu experimenta con las emociones y comienza a tenerlas en cuenta para tomar decisiones, está comenzado a desarrollar el sentimiento. Podéis considerar que los sentimientos son la forma evolucionada de las emociones.

¿Puedes exponer con más profundidad la distinción y la relación entre las emociones y los sentimientos?
Las emociones son de duración corta, generalmente son activadas por algún tipo de estímulo, exterior o interior. Los sentimientos tienen una duración más extensa, están más profundamente arraigados en el espíritu y aunque reciben la influencia del exterior, no tienen porqué están motivados por ningún impulso exterior, sino por la propia voluntad del espíritu. Los sentimientos y las emociones están íntimamente ligados. El sentimiento es capaz de despertar las emociones. Son como la fuente interna de la que emanan, de manera que, en este aspecto, las emociones son una manifestación de los sentimientos. También las emociones, sobre todo las percibidas del exterior, influyen en los sentimientos y pueden ser un estímulo para activarlos o para reprimirlos. En el máximo desarrollo del sentimiento de amor, es decir, cuando se llega a experimentar el sentimiento de amor incondicional, nos encontramos ya ante un sentimiento que no va terminar nunca, y que además no necesita de ningún estímulo exterior que lo despierte o alimente.

¿En qué parte del ser se originan las emociones y los sentimientos? Las emociones y sentimientos de amor se originan el cuerpo espiritual. Las ego-emociones y los ego-sentimientos, aunque se perciben en el cuerpo espiritual, su matiz egoísta se genera en el cuerpo mental.

No entiendo que quieres decir. ¿Qué son los ego-sentimientos y las egoemociones?
Son los sentimientos y emociones negativas generados por actitudes egoístas. En realidad las actitudes egoístas son pensamientos y por tanto se originan en la mente.

¿ Entonces el sentimiento y el pensamiento tienen un origen distinto? Siempre creí que ambos eran fruto de la mente
Pues no tienen el mismo origen. El sentimiento procede del espíritu (cuerpo espiritual) y el pensamiento de la mente (cuerpo mental).

A ver si he entendido bien ¿Quieres decir entonces que el egoísmo se origina en la mente y el amor en el espíritu?
Sí. Aunque como ya he dicho las ego-emociones y los ego-sentimientos se perciben también en el cuerpo espiritual, aunque su aspecto egoísta se genere en la mente.

¿Me podrías aclarar este punto? Sigo sin entender cómo puede ser que el egoísmo se origine en la mente y que los sentimientos o emociones egoístas se sientan en el espíritu.
Claro. Imagina que una persona se encuentra con una linterna encendida dentro de una cúpula de cristal. Si el cristal es transparente, tanto la luz que sale de la linterna al exterior como la luz que entra del exterior al interior no sufrirá prácticamente modificación por el hecho de pasar a través de cristal. Sin embargo, si el cristal de la cúpula, en vez de ser transparente, es opaco, entonces modificará el paso de la luz a través de ella, tanto de la luz que sale del interior hacia el exterior como la que entra del exterior al interior de la cúpula. La persona con la linterna representa al cuerpo espiritual y la cúpula de cristal representa al cuerpo mental. La opacidad del cristal de la cúpula representa el egoísmo. El egoísmo modificará tanto la percepción de los sentimientos y emociones de los demás (la luz que entra), transformándolos antes de que impacten en el cuerpo espiritual, como la expresión o manifestación de los sentimientos y emociones que proceden del cuerpo espiritual (la luz que sale), siendo percibidos por los demás ya con el matiz egoísta del que se impregnaron al pasar por la mente

Sigo sin imaginarme bien cómo funciona esa relación entre amor y egoísmo en la propia naturaleza del ser humano. ¿Cómo puede ser que podamos ser capaces de amar y de ser egoístas al mismo tiempo? ¿No me podrías clarificar este punto?
Sí, claro. Imagina que el ser humano es como una cebolla, en la cual en el corazón esta el espíritu que desprende la luz, que es el amor. Este centro emisor de luz se encuentra recubierto por múltiples capas, de manera que cada una de estas capas obstruye el paso de la luz un poco, hasta que la suma de todas las capas juntas impide casi totalmente que la luz salga al exterior. Cada una de esas capas representa una manifestación del egoísmo que hay que ir eliminando progresivamente, para que finalmente la luz, el amor, brille, se exprese en toda su magnitud. A medida que vamos eliminado capas, la luz (el amor) del interior encuentra menos obstáculos para salir al exterior. Las capas más externas corresponden al egoísmo más primitivo y superficial. Son las capas correspondientes a la vanidad. Las capas intermedias corresponderían al orgullo y las más internas a la soberbia.
Cada persona se encuentra en un punto distinto de este proceso. La mayoría de espíritus que habitan la Tierra ha conseguido deshacerse sólo de alguna de las primeras capas. Otros han conseguido eliminar también algunas de las capas intermedias y unos pocos están en el proceso de eliminación de las capas más profundas del egoísmo. Aunque este proceso es progresivo y hay espíritus en todos los grados, podemos intentar clasificar los espíritus en tres grandes grupos, según el nivel de eliminación de capas en el que están: Espíritu amable-vanidoso, generosoorgulloso y amoroso-soberbio.

¿Por que los calificas con dos adjetivos, uno positivo y otro negativo? Porque no quiero que en la clasificación quede solo de manifiesto la parte egoísta del espíritu, sino también reconocer las cualidades que puede desarrollar el espíritu en cada etapa. El primer adjetivo expresa la cualidad representativa a la que puede llegar el espíritu cuando se esfuerza por desarrollar el amor y la segunda el grado de egoísmo en el que se encuentra. El vanidoso puede ser muy amable, el orgulloso muy generoso y el soberbio muy amoroso cuando está dispuesto a vencer su egoísmo y luchar por los sentimientos. Pero no hay nada de negativo en admitir la existencia del egoísmo en cada uno de nosotros y definirla, para conocerla y poder superarla. Lo negativo para el espíritu sería no querer reconocer su existencia, no admitir la realidad de que todos tenemos una parte egoísta que debemos eliminar para poder amar verdaderamente y ser auténticamente felices. El no reconocerlo conduce al estancamiento espiritual, porque no se puede superar aquello que no se admite, al igual que no puede desintoxicarse un alcohólico que no admite que lo es.

¿Podrías exponer con más detalle las características de cada una de esas tres manifestaciones del egoísmo, que has llamado vanidad, orgullo y soberbia? Sí. Podemos distinguir al menos tres formas de egoísmo, que son, desde la más grosera hasta las más sutil, vanidad, orgullo y soberbia. En el habla cotidiana utilizamos estas tres palabras frecuentemente, pero, como veremos, su significado espiritual es mucho más extenso, profundo y difiere en muchos aspectos del significado con el que comúnmente las empleamos. Entraremos a definirlas una por una y a analizar sus manifestaciones.

¿Qué es la vanidad y cuales son sus manifestaciones?
La vanidad es la forma más primitiva de egoísmo. Es propia de los espíritus más jóvenes, de los espíritus que pudiendo haber avanzado bastante en inteligencia, todavía son principiantes en el conocimiento de los sentimientos. La principal característica del vanidoso es que está muy pendiente de sí mismo, sobre todo de satisfacer sus necesidades y deseos más primitivos, y escasa o nulamente preocupado de las necesidades de los demás seres, con lo cual se excede en la práctica de su libre albedrío, no siendo consciente que en muchas ocasiones invade el libre albedrío de los demás. La persona vanidosa pretende ser el centro, que los demás se fijen en ella. Al conocer escasamente el amor, no distingue bien entre el amor verdadero y la complacencia. Necesita y desea más que ama. Por ello, en sus relaciones, se inclina a buscar más la fama, la admiración, la alabanza, el ser complacida y satisfecha en sus deseos, más que ser querida y querer. El vanidoso establece comparaciones continuas entre sí mismo y los demás, intentando siempre aparecer por encima de ellos. Frecuentemente se burla y difama a los que cree por debajo de él en aptitudes o en condiciones materiales y alaba excesivamente a los que cree puede utilizar para obtener algo para sí mismo. Suele actuar injustamente, siempre favoreciendo sus intereses. Por ello frecuentemente falsea la realidad para disfrazar sus actos egoístas. A menudo se siente insatisfecho consigo mismo debido al poco sentimiento que desprende, y por ello huye pavorosamente de la soledad. Necesita mucho de otras personas, a las cuales suele intentar manipular y absorber para satisfacer, no solo sus necesidades, sino sus gustos y sus caprichos, hasta el punto de esclavizar física o psicológicamente a las personas que están a su alrededor. Pero también se cansa rápidamente de las relaciones si estas no le reportan la satisfacción esperada. Por ello, son personas que absorben y manipulan frecuentemente a los miembros de su familia más indefensos, como la pareja o los hijos, y en las relaciones laborales, a sus subordinados, por considerar que son personas de su propiedad o que no pueden escapar a su influencia. Cuando no reciben la atención que creen merecer busca llamar la atención de los demás de cualquier forma y a cualquier precio, utilizando el victimismo, la agresividad, el chantaje, el engaño o cualquier otra forma de manipulación que encuentren. Debido a la vibración tan negativa y asfixiante que pueden generar cuando su defecto se manifiesta en toda su plenitud, acaban por extenuar a las personas de su entorno, por lo que, si no conocen la vanidad y saben como manejarla, pocas son las personas capaces de aguantarlo durante mucho tiempo. Esta es la razón por la cual tienen muchos conocidos y pocos amigos. Se cansan fácilmente de lo que cuesta esfuerzo y buscan que otras personas asuman sus responsabilidades, a pesar de alardear constantemente de lo mucho que ellos hacen y lo poco que hacen los demás. Cuando hacen algo por alguien raramente es de forma desinteresada y discreta, sino que siempre lo hacen con alarde, buscado una compensación a cambio, que generalmente suele ser mayor que el gesto que ellos han tenido con los demás. Un vanidoso no pretende ser buena persona, sino solo aparentarlo.

¡Buf, pues espero que no haya mucha gente así!
Pues las tres cuartas partes de la humanidad todavía se encuentran en esta fase inicial de evolución y la vanidad es el defecto predominante en la clase política de vuestro mundo. Aunque seguramente no haya nadie que se identifique con lo que he dicho, porque admitirlo sería ya signo de que la persona se encuentra en una etapa más avanzada. Es por ello que vuestro planeta está como está.

¡Pues vivir con personas así de egoístas tiene que ser un suplicio! ¿Acaso crees tú que estás libre del egoísmo, se manifieste de esta forma o en otra más sutil? Es una afirmación la que haces en las que sacas a relucir tu propio egoísmo, manifestado en forma de incomprensión hacia tus hermanos, si te sirve para justificar el querer apartarte de ellos por no ser más avanzados. Esta etapa de la vanidad, al igual que las siguientes del orgullo y la soberbia, son etapas por la cuales todos, absolutamente todos los espíritus, han de pasar en su camino de perfeccionamiento, y el que lo ha superado ha sido porque en algún momento ha tomado conciencia de su defecto y ha trabajado por superarlo, y lo ha conseguido con la ayuda de los ejemplos de personas más avanzadas de las cuales aprender. Si los espíritus más avanzados, cuando consiguen su avance se desentendieran de sus hermanos menos avanzados, ¿qué clase de amor estarían cultivando? El hecho de que lo haya descrito así tan directamente puede parecer muy crudo. Pero no lo hago con la intención de que se utilice para discriminar o marginar a nadie, sino solo para que toméis conciencia de esta manifestación del egoísmo, y que empleéis este conocimiento para vuestra mejora.

¿ Y como aprende el espíritu a tomar conciencia de su propio egoísmo, en este caso manifestado en forma de vanidad, y a vencerlo?
Generalmente sufriendo en carne propia las actitudes egoístas de otros, semejantes en egoísmo a él mismo. La ley de la justicia espiritual enfrenta a cada uno con sus propios actos, aunque sea a través de los actos de los demás, para que de ahí el espíritu saque el mayor provecho para su evolución. El sufrimiento propio sensibiliza al espíritu, le hace adquirir mayor sensibilidad para percibir el sufrimiento de los demás, sobre todo el de aquellos que han pasado por circunstancias semejantes a las de uno mismo. Le hace despertar un sentimiento de solidaridad hacia ellos, que es el germen del amor.

¿Y siempre ha de ocurrir que el espíritu haya de experimentar en carne propia el sufrimiento de los propios actos para aprender que estos actos son perniciosos para los demás?

No. Puede hacerlo por comprensión, porque se haya dado cuenta del daño que producen en los demás sus propias actuaciones, o porque ha aprendido de los errores y experiencias de los demás. Pero para ello debe haber crecido lo suficiente en sensibilidad, en amor, porque como digo, solo cuando hay amor se esta receptivo a sentir a los demás, incluido su sufrimiento, como a uno mismo. De ahí que en las primeras etapas el espíritu avance más por sufrimiento, por experimentación en sí mismo de las actitudes egoístas que el mismo generó, mientras que cuando ya ha desarrollado el amor avanza más por compresión, compresión de las experiencias propias pasadas o de las experiencias de los demás.

¿Y qué se puede hacer para vencer la vanidad desde la comprensión? El primer paso es tomar conciencia del defecto y el segundo paso es la modificación de la actitud. Por hecho de adquirir conciencia de nuestro defecto no vamos a conseguir que deje de manifestarse. Si somos capaces de reconocerlo y admitirlo, pero al mismo tiempo evitamos actuar conforme él quiere, es decir, no nos dejamos arrastrar por él a la hora de tomar decisiones en nuestra vida, sino que vamos actuando más conforme nos dictan los sentimientos, el defecto irá perdiendo fuerza, hasta que finalmente será vencido. La toma de conciencia pasa por conocer en profundidad en qué consiste la vanidad, cómo se manifiesta en uno mismo y qué es lo que la alimenta. La vanidad se alimenta de la creencia de que para ser feliz lo importante es ser el centro de atención, que a uno lo admiren, lo halaguen y estén pendiente de él y le colmen de placeres, regalos y atenciones. La vanidad se manifiesta como una tendencia a transformar la realidad para hacer creer a los demás y a uno mismo que necesita poseer todo lo que ve a su alrededor, tanto cosas como personas, para ser feliz. La vanidad es como una aspiradora que atrapa todo lo que encuentra a su paso, reteniéndolo para sí misma, pero sin llegar a apreciar nada de lo que tiene. Es como el niño que patalea y protesta para que sus padres le compren un juguete, aparentemente el más maravilloso del mundo y sin el cual no va a poder ser feliz. Y cuando lo consigue, apenas juega con él unos minutos, y luego se cansa y lo deshecha.
Por lo tanto, mientras el vanidoso continúe pendiente de querer llamar la atención para satisfacer sus propios caprichos, si no trabaja por despertar en sí mismo los sentimientos, siempre se sentirá insatisfecho, vacío, infeliz, aunque pueda ser querido por los demás, porque no sabrá reconocerlo, no sabrá apreciarlo. Aquello que no se consigue por el propio esfuerzo, por la propia voluntad, ni se sabe comprender, si se sabe apreciar, ni se sabe disfrutar, y el vanidoso apenas lucha por nada, sino que intenta que sean los demás los que lo consigan por él. Cuando tiene objetivos suelen ser siempre objetivos exteriores, materialistas, de apariencia, casi nunca objetivos del interior espiritual.
El vanidoso se parece a aquel que siempre se calienta al fuego en la hoguera de los vecinos por no querer esforzarse por encender su propio fuego. Será siempre dependiente de los demás y no podrá hacer nada por sí mismo. Enciende tu propio fuego en ti mismo y no dependerás de nadie para calentarte. Ese fuego a nivel espiritual es la llama del amor, que reconforta y calienta al espíritu, le da fuerza para avanzar y ser auténticamente feliz.

Pero hay mucha gente que busca el éxito como forma de alcanzar la felicidad. ¿Que les dirías?
Que se engañan a sí mismos. El éxito es un halago para la vanidad, pero es una trampa para el sentimiento. La única manera de conseguir la felicidad es llenarse con amor.

¿Podrías dar un consejo breve que resuma todo lo que has dicho para vencer la vanidad desde la comprensión?
Sí. El paso que debe dar el vanidoso para superar su defecto es comprender que la felicidad no depende del exterior sino del interior. Esta es la gran lección que todos hemos de aprender: La felicidad verdadera no depende de que los demás te amen, sino de que tú ames. Por lo tanto, si quieres ser feliz, deja de buscar desesperadamente que los demás te amén y busca despertar tu propio sentimiento.

¿Qué le dirías a un vanidoso que le pudiera ayudar en su evolución? Jamás conseguirás ser feliz a través de lograr la admiración, el cariño, el éxito, el reconocimiento de los demás. Si estás insatisfecho con tu vida, si te sientes solo y vacío, no busques fuera a los culpables de tu infelicidad, porque no están fuera, sino dentro de ti. No busques calentarte en el fuego de los demás porque nunca tendrás bastante. Enciende tu propia llama para que así no dependa tu estado de lo que hagan o dejen de hacer los demás por ti. Deja a un lado el egoísmo y ama, porque la única manera de llenar el vacío interior es amar incondicionalmente.

Parece una contradicción lo que dices ahora con lo que has dicho anteriormente. ¿Si uno renuncia a que lo amen, como va a poder amar? Tal vez me haya explicado mal. No hay que renunciar a ser amado. Lo que quiero decir es que buscamos de forma incorrecta la felicidad. Ponemos todo el peso en un plato de la balanza y exigimos que la balanza esté equilibrada.

No sé lo que quieres decir exactamente. ¿Tienes algún ejemplo que me pueda servir para entenderlo?
Sí. Imaginaos que reunimos a toda la humanidad en una plaza gigantesca para repartir todo el amor que existe en el mundo. Primero preguntamos ¿Quién quiere recibir amor? Veremos que el cien por cien de la gente levanta la mano insistentemente diciendo: “Yo, yo. A mí primero. Yo soy el que más lo necesita”. Pero si ahora preguntamos: “¿Quién esta dispuesto a dar su amor?” Veremos como rápidamente la plaza se queda vacía y solo unos pocos de los que había se quedan para levantar la mano. ¿Qué es lo que quedará para repartir? Solo el amor que dan unos pocos. Pues esto es lo que ocurre en vuestra humanidad, que solo el amor de unos pocos sostiene al mundo, porque la mayoría está solo dispuesto para recibir, y no para recibir amor, sino principalmente para satisfacer su egoísmo.

Esperamos, como sujetos pasivos, a que el amor venga de fuera. A que, por arte de magia, ese amor del exterior nos alcance y nos haga ser felices, sin que nosotros tengamos que hacer nada, como si de una droga se tratara. Pero, como digo, aun recibiendo todo lo que necesitamos, si permanecemos pasivos,