La Transformación de las Razas en América by Agustín Álvarez - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

Como los hombres mismos, como los animales todos, que al término de sulimitada carrera pasan a ser carga y estorbo, cartas de más en la barajade la vida universal, que no puede conservar su perpetua juventud sinopor la renovación perpetua, las creencias que se prolongan más allá desu radio de eficacia, acaban, como las uñas desmesuradamente alargadasde los aristócratas

siameses,

por

embarazar

y

estrechar

la

existencia,debiendo ser, entonces, barridas por el olvido y la muerte bienhechores,para dar lugar a nuevas entidades, a nuevas formas del movimientoperpetuo de la materia. La evolución de las creencias ha sido paralelacon la del entendimiento, y los dioses, los semidioses y las semidiosasactuales descienden de los fetiches prehistóricos, como el hombrecontemporáneo desciende del hombre de las cavernas.

El empeño de mantener en pie lo que ha madurado para caer y desaparecer,se paga irremisiblemente en pérdida de vida nueva, y podría decirse quela mortalidad prematura de los hombres por intolerancia,

imbecilidadremanente,

ignorancia,

miseria,

suciedad, indolencia, pesimismo, etc.,etcétera, está en los diferentes países en razón directa de laantigüedad y de la inmovilidad de sus respectivas creencias sobre eluniverso y la vida,

que

les

impiden

llegar

sucesivamente

a

mejoresprocedimientos de disminuir el mal y aumentar el bien.

Basta recordarque la peste humana, que puede ser detenida con sólo matar ratones desdeque se ha encontrado su bacilo, aniquiló la cuarta parte de la poblaciónde la Europa, cuando las epidemias eran combatidas con rogativas yprocesiones, en el siglo XIV.

Las creencias son así un producto fatalmente pasajero del entendimientohumano en crecimiento incesante desde que se puso en marcha huyendo delmal y buscando el bien. Todo lo que ha sido materia de los terrores y delas esperanzas de los hombres en una época o en un estado de laevolución progresiva de la humanidad civilizada, ha perdido su valor enlas subsiguientes. En el árbol de la vida síquica, las hojas envejecentambién, se secan, se caen y son reemplazadas por otras en lasubsiguiente primavera del espíritu. En la inmensidad del tiempo, todateoría de la vida es como la paja que lleva el viento, como el árbol quecrece en el suelo y que no puede instituirse por sí mismo en ejemplarúnico y definitivo del reino vegetal sobre la tierra.

EL MENSAJE DE LA ESFINGE

El primer rompecabezas en que se estrellaron los primeros caviladoresansiosos de saber misterios interrogando a la Esfinge, fue, sin duda, elfenómeno siempre imponente y universal de la muerte. Y una vez asomadosal "agujero de sombra", y puestos a resolver el insoluble enigma, eldeseo de ser y la imposibilidad de pensarse no siendo, les llevaronfatalmente a imaginarse una continuación ulterior de la vida.

Y aquí fue Troya, pues la emigración de los habitantes de las tumbas yla invasión del mundo de los vivos por los muertos, que se enseñoreabande todas las cosas y de todas las gentes, esparciendo sobre los dominiosde la vida las fatídicas tinieblas del reino de la nada, empezóentonces, y no ha concluido aún, sino para una feliz minoría deafortunados que ha conseguido ya escapar a la incontrarrestable tiraníade los potentados de la eternidad y a la abrumadora carga de susrepresentantes en la actualidad.

El hombre también había sacado un mundo de la nada, mejor dicho, unatrinidad de mundos fantásticos, lamentablemente absurdos, inicuos,atroces, con un desván o entresuelo complementario para los cretinos ylos recién nacidos: el mundo de los eternamente felices, el de lostemporalmente desgraciados y el de los eternamente felices, mundos demuertos resucitados que se convierten en señores invisibles,intangibles, ubicuos y omnipotentes para el bien y el mal de los vivos,en dioses, semidioses, ángeles, demonios, penitentes y condenados enreclusión o en ambulación.

Desde luego, los hombres que siguen viviendo después de muertos siguensiendo capaces de hacer bienes y males—pues esto es la característicade la vida—y estando ya fuera del alcance de los medios defensivos yrepresivos, no quedaba más remedio inmediato que encerrarlos bajo latierra, clavados por el centro del pecho con una sólida estaca oasegurados con una piedra pesada sobre la fosa, para que no pudieransalir a molestar a

los

vivos

con

sus

rencores

insaciados

o

sus

venganzaspendientes, que fue el lejano origen de los mausoleos modernos, segúnGrant Allen, o, finalmente, enterrarlos "en sagrado" y hartarlos deresponsos, misas, novenas y rosarios, para que el ánima del muerto nosalga en fantasma errante a penar por este mundo, hambrienta deoraciones de sus deudos, amigos y conocidos, para conseguir indulgenciasen el otro.

Pero los que no eran enterrados quedaban sueltos, y todas lasprecauciones posibles eran naturalmente ineficaces para sujetar a losultrapoderosos, que resucitaban quand même, y removiendo las losassalían de su sepulcro, y subían al empíreo o descendían al infierno,desde donde llegaban a ser más poderosos aún, y más caprichosos,rencorosos y vengativos todavía. Y del temor póstumo a los fuertes,supuestos coexistiendo con los débiles en una forma o manera aún másirresistible y peligrosa para éstos, nació el culto de los dominadoresmuertos, y el carácter sagrado de sus descendientes directos,considerados naturalmente como intermediarios más eficaces parasuplicarles auxilio y favores en los trances difíciles.

Así el primer jefe hereditario en el grupo humano primitivo es al mismotiempo sacerdote y rey, y entra en su reinado póstumo con prestigiosdobles. Desde aquí arranca el derecho divino, que queda anexo a cada unade las dos funciones, cuando más adelante se separan, por las exigenciasde la división del trabajo.

Y como estos dioses rudimentarios eran temidos en la proporción en quehabían sido poderosos y temibles en vida, los caudillos sobresalientesdeslucían a los comunes en la imaginación de los sobrevivientes, como elsol a las estrellas durante el día, relegándolos a subdioses, ymagnificados aquéllos después por la leyenda, vinieron a ser dioseslocales o tribales, dioses nacionales más tarde, con el triunfo de sutribu sobre otras tribus, dioses universales, finalmente, y por el mismoproceso de abultamiento fantástico que en la antigüedad griega levantabala reputación de poder sobrenatural de una estatua particular deJúpiter, de Venus o de Minerva, sobre todas las restantes, y que en laactualidad católica y cismática destaca la reputación milagrosa de unaentre los millares de imágenes o de estatuas de la Virgen o de lossantos, sobre todas las de un país, como sucede con la de San Nicolás deRusia, o con la de Luján entre nosotros, o sobre la de todos los paísescomo ocurre con la de Lourdes en Francia.

Rudimentaria y confusa en los primeros engendros, esta segundaexistencia del hombre se define y precisa en la imaginación, con elandar del tiempo y de la imaginación, hasta adquirir contornoscompletamente definidos, y, en ciertos momentos de la historia, aun másdefinidos y precisos que los de la vida real, aunque participandosiempre de sus caracteres, pues el ideal es una destilación de larealidad en ficciones; el hombre no puede escapar de sí mismo, y cuandoha concebido a Dios con los materiales al alcance de su fantasía,resulta no haber hecho más que una transfiguración de sí mismo, unapersonificación de fuerza, de poder, de voluntad, de inteligenciasublimadas.

Así, poco a poco, vino organizándose la concepción de una voluntadprevia, como antecedente del mundo real y un mundo imaginario para lavida imaginaria, con su correspondiente regidor y juez supremo, con sucorte celestial y sus gehennas y su portero perpetuo, y, poseídos deincurable terror ante el factor universal de la vida y la muerte, de lasplagas, las pestes, los terremotos y las tempestades, los hacedores dedioses no volvieron a tenerlas todas consigo, ni aun cuando discurrieronapaciguarlos con sacrificios humanos en un principio, principalmenteprimogénitos, niños inocentes y doncellas, y finalmente con elsacrificio parcial de la circuncisión, sustituida entre los cristianospor el bautismo; con sacrificios de animales más adelante, depreferencia corderos, palomas y toros célibes; con sacrificios de dineroy alhajas, en último resorte, como se estila ahora; ni aúnsacrificándolo él mismo

a

él

mismo—el

sacrificio

máximo—esto

es,comiéndoselo en persona, desde luego, para tenerlo adentro en manera deespecífico deificante y depurante de maldades y pecados, como lopractican actualmente los ainos de la isla de Sakalín, cuyo Dios anuales un oso cazado cachorro en el bosque, criado con golosinas, mimado yvenerado, y al fin muerto, descuartizado, distribuido y comidosolemnemente en la gran fiesta religiosa; comiéndoselo, más tarde, en lapersona de un vicario consagrado anualmente, como lo practicaban todavíalos mejicanos en la época del descubrimiento de América; y, finalmente,en el canibalismo simbólico de la misa, según la forma copiada del cultode Mitra, en el pan y el vino de la eucaristía transubstanciados porceremonias mágicas en la carne y la sangre del hijo de Dios sacrificadoa Dios—última expresión del cordero pascual y del inocente chivoemisario, encargado de llevarse al desierto los pecados de los hombresy expiarlos con sus propias penurias y tribulaciones.

Dos vidas distintas, en dos mundos diferentes, con sus respectivosregidores,

implicaban,

naturalmente,

dos

despotismos

sobre

una

solaexistencia,

dos

gobiernos

simultáneos con sus correspondientesjerarquías paralelas de funcionarios para velar por el cumplimiento delas dos clases de obligaciones del súbdito simultáneo de Dios y elRey—el altar y el trono. Los obispos y los curas, como delegados delreino de los cielos para dirigir las almas, atar y desatar desde aquípara allá, para absolver y condenar, exigir contribuciones yconsumirlas, administrar la gracia y la ira divinas, imponiendopenitencias

y

excomuniones

o

concediendo

indulgencias; el príncipe y suslugartenientes y delegados para las mismas funciones en lo concernientea los asuntos de la tierra.

Las pirámides de Egipto son un testimonio en piedra de la magnitud delas cargas reales que recayeron sobre las espaldas de los vivos por lainvención de la vida de los muertos, en una de sus millares de formasdiferentes.

Se sabe que en algunas regiones, en épocas remotas, los esclavos eranenterrados vivos con el cadáver del amo, y que hasta el siglo pasado eracostumbre en la India quemar vivas a las viudas con el marido difunto,pero, generalmente, se enterraba a los muertos con provisiones enespecies materiales para la vida ulterior, principalmente granos, que,brotando más lozanos en la tierra removida y abonada por los detritosdel difunto, dieron origen a la agricultura, según la famosa teoría deGrant Allen, y hoy se les entierra con provisiones en especiesespirituales, porque la vida eterna tenía que ser pensada, finalmente,sin las circunstancias de la existencia real, o de lo contrario no podíaser eterna. Por lo tanto, sin renovación de los materiales delorganismo, sin necesidad de comer, de dormir, de beber, de vestirse,eternamente igual, sin nada en que pensar, sin nada que hacer—fuera debostezar a pasto—sin amor, sin odio, sin hijos, sin día y sin noche,sin bien y sin mal, sin pensamiento y sin acción, vale decir, sinconducta—la más aburrida especie de vida que haya sido posibleimaginar, o bien, con hambre y sed y sueño y odio y noche y calor o fríoinextinguibles, que es decir, la más absurda.

Desde que la vida imaginaria es ilimitada por construcción imaginaria,la vida real, con sus dichas y desdichas transitorias, es nada más queel prólogo o la introducción a la dicha o la desdicha perpetuas, dedonde resulta que "los muertos son los vivos y los vivos son losmuertos", según la expresión de A.

France, o más bien, es untrocatintas, pues los vivos pueden obrar en el otro mundo, sacandoánimas del purgatorio, por ejemplo, y los muertos pueden hacer todas lascosas de este mundo, hasta proporcionarles marido a "las hijas de María"que se lo piden a San Expedito, cuando están apuradas.

Pero, desde que los grandes objetivos del hombre, intoxicado deterrores y de esperanzas sobre la vida futura, vinieron a estar fuera deeste mundo, este mundo quedó fuera de la atención de los hombres, y porende, las leyes naturales, que han proporcionado los maravillososrecursos de la civilización moderna, quedaron en la edad media fuera delalcance del entendimiento

humano,

totalmente

absorbido

por

lapreocupación angustiosa de las entidades y de las cosas sobrenaturales,deslumbrado por el espejismo del otro mundo hasta dar la espalda a lavida real y el frente a la vida imaginaria, por entender que la más altay noble ambición del hombre era la de "sentarse eternamente a la diestrade Dios padre", después de muerto, con lo que resultaba estúpido,degradante y vil todo anhelo de felicidad antes de morirse.

Y el mundo real, estigmatizado como uno de los cuatro enemigos del alma,quedó ignorado hasta la aurora de los tiempos modernos mientras sedifundía la monomanía del más allá que hizo de la Europa medioeval unasimple variante de la China contemporánea, pues si en ésta el hombrevive para los muertos, en aquélla el hombre vivía para después demuerto.

LA PALABRA DE DIOS

En resumen, nuestro abolengo mental, destacándose paulatinamente de lasmescolanzas de cultos, mitologías y teogonías del remoto pasado, vino aquedar del tenor siguiente: Dios había hecho a los hombres para el cielo, pero de modo a que seperdiesen en la tierra, y el diablo, agarrando la ocasión por loscuernos, se los había ganado para el infierno. Entonces, para noquedarse solo en el cielo, Dios bajó a la tierra, eligió entre todos unpueblo para sí y le dictó sus condiciones, que fueron olvidadas, por locual, más tarde, le envió con un hijo ad hoc un segundo mensaje.

Los guardianes oficiales de la primera palabra de Dios desconocieron alDios hijo, portador de la segunda, lo apresaron, lo juzgaron; locondenaron y lo ejecutaron por contraventor a las leyes de Dios padre.

Pero otros la recogieron y edificaron sobre ella la Iglesia, la casa deDios hijo, frente a la sinagoga, la casa de Dios padre.

Dios había hablado a Moisés entre relámpagos y truenos, cuando no seconocían aún los derechos del hombre y los deberes del padre, que teníahijos y esposas, esclavos, asnos, bueyes y cabras para explotarios,matarlos o venderlos; había hablado como un patriarca judío, como el reydel egoísmo, estableciendo, en primer término, la obligación de amarlo aél sobre todas las cosas del mundo, que todavía deben ser abandonadaspor los que quieran servirlo en toda regla, la más gravosa de todas lascargas que han pesado sobre la conciencia del hombre, el deber humanoque ha producido más palos, tormentos y matanzas, más lágrimas ysufrimientos, más miseria y más imbecilidad consuetudinaria.

Y porque Dios había cometido la indiscreción de hablar, el hombre tuvoque callarse a perpetuidad, o hablar sólo para repetir, como papagayosin plumas, la palabra divina, que vino a ser la túnica de Neso de lainteligencia humana. Y treinta y dos generaciones de hombrestranscurrieron bajo la era cristiana en la miseria, la ignorancia y labarbarie crónicas, profiriendo u oyendo solamente la palabra sagrada,fulminada desde el púlpito, volcán de amenazas, en erupción perpetua decastigos en este mundo y en el otro, para los pecadores y los infieles,en fuente inagotable de terrores imaginarios para implantar en elcorazón de los elegidos para el cielo el horror a la vida irrenunciabley el temor a la muerte inevitable.

Y condenado por la Iglesia con penas terribles en el otro mundo y por elpoder civil con penas atroces para los deudos en éste, el suicidio, queha sido en el lejano Japón, como lo fue en la antigua Roma, un límite alsufrimiento y por ende a la crueldad humana, desapareció de lascostumbres europeas y llegando, entonces, el sufrimiento y la crueldadconsecutiva al máximum de su amplitud posible, quedó centuplicado degolpe, por la sola invención complementaria de los instrumentos detortura, el poder de los déspotas temporales y espirituales sobre elcreyente puesto entre la espada y el infierno, y obligado a capitularcon todas las bajezas, humillaciones y penalidades antes que afrontar lapavorosa eternidad.

Dios había pensado, y el pensamiento de Dios— non plus ultra, desuyo—paralizó de golpe a la razón y al pensamiento humano, pues, en sucalidad de ser todopoderoso, Dios no estaba obligado a ser razonable, nijusto, ni bueno, ni acertado, y como quiera que fuese, los hombresestaban obligados a obedecerle ciegamente, so pena de condenacióneterna, como al papa, que tampoco tiene obligación de ser el más sabiode los hombres y asimismo tiene el derecho de ser infalible.

La razón humana, así anulada para los fines de la vida humana, vino aser en el entendimiento del creyente lo que el apéndice en el intestinodel hombre civilizado: un órgano superfluo, puesto que no tenía funciónpropia.

Y vinieron entonces para la cristiandad aquellos oscuros y miserablesdiez siglos de la edad media, en dieta rigurosa de pensamiento divino,en los que la inteligencia humana no dio un solo paso adelante,estancada en la parálisis mental de los musulmanes y por las mismascircunstancias: todo estaba pensado, todo estaba resuelto, todo estabadicho, todo estaba escrito de antemano por los profetas y los apóstoles,bajo el dictado o la inspiración de Dios mismo, y sancionado con penashorrorosas.

Porque los teólogos de todas las variedades, quemaban vivosrespectivamente a los que pensaban de diferente modo que ellos, y Diosera en la edad media el rey de los teólogos, esperando a las almas delotro de la muerte para juzgar sus intenciones y pensamientos, yprecipitarlos en el fuego eterno, si diferían del suyo, pues aunqueJesús mismo había dicho: "haz a los otros lo que quisiérais que tehicieran a tí", esto no rezaba con él ni con su padre, ni con susteólogos por aquello de "en casa del herrero, cuchillo de palo".

EL CRIADOR Y SUS CRIATURAS

En todos los tiempos el servilismo de los gobernados ha sidoparticularmente grato a los gobernantes y recompensado especialmente poréstos, y en todos los tiempos se ha brindado a los potentadosimaginarios con el manjar más apetecido por los potentados reales.

La idea de erguirse ante los poderosos y humillarse ante los humildes,que, haciendo al hombre gentil con las mujeres, blando con los niños yduro con los bellacos, viene suprimiendo el látigo en las escuelas, lascadenas en las prisiones y el garrote en los hogares, esta idea matrizde la civilización contemporánea, derivada del principio de la igualdadde todos los hombres, es un concepto nuevo de la personalidad,procedente del derecho humano, en contraposición al derecho divino ynetamente expresado por Jaurés el 11 de Febrero de 1895, en la cámara dediputados de Francia, en estos términos: "Si Dios apareciese delante dela multitud en forma palpable, el primer deber del hombre seríarehusarle obediencia, y considerarlo como un igual con quien las cosashan de ser discutidas, no como un amo a quien debemos someternos".

Hasta la edad moderna, los fieles penetraban compungidos y contritos enla casa de Dios para suplicarle de rodillas, confesando sus culpas,besando el suelo y golpeándose el pecho.

Algunas sectas protestantes,poniendo asientos y suprimiendo genuflexiones, iniciaron la entrada dela dignidad humana en el templo, cuatro siglos antes de que fueseabandonada en España y en América la obligación tradicional y cotidianadel hijo, de pedir la bendición al padre con las manos en súplica y derodillas en el suelo.

En algunas secciones rezagadas de esta América, todavía, cuando llevan aDios con campanillas por las calles, para vendérselo a algún moribundo,los transeúntes y los vecinos, se prosternan de rodillas, como lossúbditos de los potentados orientales al paso de su respectivo déspota.

En la época en que florecieron los primeros teólogos cristianos, el másabyecto servilismo, el servilismo oriental refinado por los sutilesgriegos de la decadencia, estaba de moda en el mundo, que levantabatemplos a los emperadores reinantes para rendirles culto, y paraendiosar a Dios en las formas del tiempo, los cristianos llevaron elceremonial del miedo a su señor celestial hasta los últimos límites delo posible, hasta los últimos extremos de lo repugnante y de lo absurdo,como si Dios hubiera

"hecho a los hombres a su imagen" para que fueransu antítesis; pera sacrificarlos en holocausto a sí mismo como Saturno asus hijos; para degradarlos, levantando con su omnipotencia caprichosamás alto en la segunda vida a los que de "motu proprio" hubiesen caídomás bajo y más sucio en la primera; como si los hombres hubiesenrecibido en la existencia la carta del negro, no para que ladisfrutasen, sino para que la padecieran como una sentencia de oprobio,por "el delito de haber nacido del pecado original".

Y a fuerza de achatarse y deprimirse para agrandar a Dios, los hombresse redujeron a cero, los comunes a cero a la izquierda, los "ungidos delSeñor" a cero a la derecha del todopoderoso

"fuente única de todo podery de toda autoridad en el cielo y en la tierra", sólo accesibles a suscriaturas por la magia religiosa y por mediación de su Iglesia, que,trayendo así su razón de ser y de valer de la profesada omnipotencia deDios y de la obsecuente impotencia del hombre, quedaba fatalmentenecesitada de mantener esas condiciones de su existencia para subsistir:la superstición, la credulidad y la ignorancia, que son los trescomponentes principales de la pobreza de espíritu, y predestinada adecaer desde el momento y en la medida en que sus pupilos encontrasenotras fuentes de poder y de valer diferentes de la suya y más eficacesque la suya, como es precisamente el caso de la ciencia y lacivilización laicas, que, apenas surgidas, han levantado de improviso lacapacidad natural del hombre para superar las dificultades de la vida,por medios derivados de la inteligencia humana, y reducido la fe en elpoder de los muertos para ayudar a los vivos, a la mitad, la tercera ola décima parte de lo que fue.

En el apogeo de su letal influencia sobre el espíritu humano, ladoctrina

del

achatamiento

de

los

vivos

para

el

engrandecimiento

de

losmuertos,

aminoró

tan

considerablemente la capacidad del cristiano parael pensamiento y la acción en este mundo, que los árabes y los turcos,salidos de sus estériles desiertos a impulso de un nuevo y frescofanatismo sobre otra astilla del mismo tronco, entraron en lacristiandad como tropilla de lobos en rebaño de carneros, y la coparondesde el Asia Menor, el Egipto y el África Septentrional hasta másadentro de los Pirineos, el Austria y la Polonia, donde fueron detenidospor un resto de energía humana, salvado de la inundación deprovidencialismo en aquellas poblaciones del noroeste, que tenían en elculto aborigen de la virilidad individual sobre la fe en sí mismos, lalevadura del espíritu práctico, del que retoñaron, más tarde, losingredientes del self government, el self help y el self control,primeros brotes de capacidad humana para la vida humana por iniciativahumana, que hicieron pasar a la Holanda y la Inglaterra en el siglo XVIIel imperio del mundo que fue en el XVI de la España, doblemente entecadapor los ocho siglos de fatalismo musulmán y católico a la vez, sobre lafe en el auxilio de Jesús y de Mahoma y los cuatro subsiguientes defatalismo católico puro, sobre la confianza en el auxilio de la virgen yde los santos tutelares.

EL ALFARERO Y LOS CANTAROS

"La teología cristiana, en sus principales caracteres, fue desenvueltadurante el período más calamitoso que haya atravesado la especie humanaen los tiempos históricos, dice Cotter Morison en su magistral Serviceof Man. La decadencia y caída del imperio romano sigue siendo la másgrande catástrofe conocida; la muerte paulatina del antiguo mundodilatada por cinco siglos. Todo mal afligió a la humanidad en aquelterrible tiempo:

poder

arbitrario,

el

más

cruel

y

exento

deremordimientos; un fisco triturante, que al fin exterminó la riqueza;pestilencias, que llegaron a ser endémicas y despoblaron provinciasenteras, y, para coronarlo todo, una serie de invasiones de hordasbárbaras que pasaron sobre los países como un fuego devorador. Fue enesta edad que los fundamentos de la teología cristiana fueronasentados—la teología de los concilios y de los padres.—La concepciónde Dios, de su relación y manejos con el mundo, fue desenvuelta en unasociedad que gemía bajo una opresión, miseria y aflicciones sin ejemplo.No hay necesidad de decirlo, fue una edad de grande y casi mórbidacrueldad: los juegos del circo fueron una constante disciplina depasiones inhumanas...

..."La crueldad, la injusticia y el poder arbitrario eran demasiadofamiliares para ser chocantes, demasiado constantes para que se lestuviera por transitorios y accidentales. El mundo que veían era tomadocomo un oscuro modelo y pronóstico del mundo ideal más allá de la tumba.Dios era un poderoso emperador,

un

trascendental

Diocleciano

oConstantino,

haciendo su gusto con lo suyo. Sus edictos corrían altravés del espacio y del tiempo, sus castigos eran eternos, ycualesquiera que fuese, su justicia no podía ser discutida. Y así estaspalabras vinieron a ser escritas": "Tuvo merced en quien quiso tenerla,y fue duro con quien no quiso ser blando. Tú me dirás ¿por qué encontróculpa? ¿Pues quién ha resistido su voluntad? Ahora,

¡oh, hombre! ¿quiéneres tú para replicar contra Dios? ¿Puede la cosa formada decir al quela ha formado por qué me has hecho así? ¿No tenía el alfarero podersobre la arcilla para hacer del mismo pedazo una vasija de honor y otrade deshonor?" lo que probablemente ha contribuido más a la miseriahumana que ninguna otra expresión salida del hombre. La enseñanza de SanPablo cayó en un suelo fértil. Por cerca de 1.500 años la concienciahumana no se sintió chocada por ella. Desde el nacimiento de la teologíaarminiana ha habido una gradual y creciente revulsión de sentimientos, yahora se dice llanamente que "el alfarero no tiene derecho de estarirritado contra sus cántaros. Si los quería diferentes debió hacerlosdiferentes". Las pretensiones

de

un

"omnipotente

demonio

deseando

sercumplimentado" como todo misericordioso, cuando está ejerciendo la másperversa crueldad, no son ya admitidas en consternado silencio. Pero sila gran dificultad del infierno y de los castigos eternos fue felizmentesuperada, aun quedan, en