Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global by Arturo Santa Cruz, Tom Legler, Laura Zamudio - HTML preview

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El Constructivismo Moderado parte de ciertos postulados que van más allá de los aspectos propiamente teóricos o sustantivos del enfoque en RI. Estos planteamientos tienen que ver con la idea misma del quehacer cientíico, en particular de las ciencias sociales; con la “materia prima” que utilizan los analistas, y con la manera en que ha de procederse en el estudio de los fenómenos sociales. Así pues, antes de referirme a algunos planteamientos especíicos del Constructivismo sobre la temática de la disciplina, presento un esbozo de los postulados recién mencionados.

7.

Véase Ashley 1981 y Ashley 1984.

8.

Keohane 1988 y Katzenstein y Keohane 1998.

9.

Gilpin 1998, 289-290; Ruggie 1998.

10. Véase sobre cada tema: Alexander Wendt 1992, Wendt 1999, Ruggie 1998, Kratochwil 1985, Katzenstein 1996, Kratochwil y Hall 1993, Kratochwil y Ruggie 1986, Finnemore 2003, Risse-Kappen, Ropp y Sikkink 1999, respectivamente.

11. Por lo demás, es necesario tomar la división del Constructivismo en dos (o más) campos con un grano de sal: al inal de cuentas, las diferencias son más bien de énfasis o de lenguaje que sustantivas; cf. Klotz y Lynch 2007, 13, 70.

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Ontología y epistemología: La construcción de América Latina El Constructivismo parte de una idea de la ciencia basada en lo que se conoce como Realismo Cientíico o Filosóico. De acuerdo con esta escuela de pensamiento, los objetos sociales no son reducibles ni equiparables directamente a los objetos naturales, por lo que no pueden ser estudiados de la misma manera. Esto es, no es lo mismo estudiar el surgimiento de una nueva bacteria que el de un nuevo imperio. Sin embargo, la diferencia entre los objetos naturales y sociales no signiica que el estudio cientíico de los últimos no sea posible, sino sólo que el proceso mediante el cual se lleva a cabo la investigación es diferente.12

Puesto que el conocimiento de los objetos naturales no es social en sí mismo (pues aunque requiere la utilización de herramientas sociales tales como el lenguaje, el objeto de estudio no es en sí mismo producido por ellas), y en este sentido se puede hablar de una relación entre sujeto y objeto en el proceso cientíico, el conocimiento de la realidad humana sí es social, por lo que se da una relación entre objeto y objeto. Consideremos el caso de la soberanía –atributo característico de las unidades integrantes del moderno sistema mundial–. Su surgimiento y evolución han dependido de lo que los actores sociales, tanto estadistas como ciudadanos ordinarios, han considerado apropiado en diferentes momentos. Por ejemplo, hasta la primera mitad de la década de 1990, México rechazaba férreamente la presencia de observadores internacionales en sus procesos electorales, por considerarla contraria a su soberanía; hoy en día, el país no sólo los invita a sus elecciones, sino que también envía observadores a otras latitudes.13

En sintonía con el carácter intersubjetivo, es decir, social, tanto del acontecer humano como de su estudio, la causalidad en el Realismo Cientíico se entiende en términos de mecanismos que vinculan relaciones regulares de fenómenos sociales, no de premisa y conclusión ni de causa y efecto, como en la versión positivista prevaleciente de la ciencia.14 Para el Realismo Cientíico no se trata, pues, de predecir u obtener generalizaciones con carácter de ley.15

Con el entendimiento recién descrito de la empresa que se va a acometer, ¿cuál es, entonces, la materia prima con la que trabaja el Constructivismo? De los objetos cuya existencia se da por supuesta o, por ponerlo de otra manera, de lo que se asume que está hecho el mundo y por tanto de los objetos que estudiaremos (es decir, de los referentes concretos de un discurso explicativo) da cuenta la ontología.16 Ahora bien, la ontología de la ciencia social no implica, de acuerdo con el Realismo Cientíico, que los referentes en cuestión tengan una esencia inmu-table o perenne; por el contrario, los poderes causales en el ámbito social son siempre contingentes, es decir, pueden suceder o no suceder. Como explicaba el sociólogo alemán Max Weber a comienzos del siglo XX: “Queremos entender, por una parte, las relaciones y el signiicado cultural de eventos individuales en sus manifestaciones contemporáneas, y por la otra, las causas por las que son históricamente así y no de otra manera.”17 Todavía más, puesto que la producción social de la realidad y del conocimiento que postula el Constructivismo implica 12. Bhaskar 1979; Sayer 1984; Shapiro y Wendt 1992; Wight 2006.

13. Santa Cruz 2011.

14. Keat y Urry 1975, 30.

15. Shapiro y Wendt 1992, 212. De manera similar, Max Weber sostenía que las leyes generales son importantes en las ciencias naturales, pero no en las sociales. Véase Weber 1977.

16. Véase Dessler 1989, 445.

17. Citado en Ruggie 1998, 859.

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actores “relexivos” y no simples autómatas que responden siempre de igual manera a una sola lógica, la práctica social no puede postularse deductivamente de antemano –de ahí el fuerte sesgo inductivo del Constructivismo, el cual privilegia la elaboración de narrativas históricas en contextos especíicos y de planteamientos analíticos de medio alcance (en contraste con teorías totalizadoras).18

Regresemos al caso de la concepción de América Latina. Su origen obedece a una serie de hechos históricos en forma tal, que a falta de alguno difícilmente hubiera llegado a ser como hoy la conocemos. Para empezar, es un componente de América, “el Nuevo Mundo”. Pero América, como bien puntualizaba hace ya más de medio siglo el historiador Edmundo O’Gorman, no fue “descubierta” sino “inventada”. Es decir, además del aspecto meramente geográf-ico (un “nuevo” continente), América fue inventada como una entidad con potencial para realizar los anhelos del pensamiento occidental.19 Así, como señala O’Gorman, América apareció como tal sólo “a partir del momento en que se le concedió esa signiicación”, en primera instancia en el “viejo” mundo, pero también en el “nuevo”.20 Esta concepción fue hecha suya por una serie de inluyentes políticos e intelectuales del continente de ines del siglo XVIII y principios del XIX, quienes se sentían simplemente parte de “América”, sin caliicativos. Por ejemplo, el periódico independentista de Miguel Hidalgo (mexicano) se llamaba El Despertador Americano o las memorias de Vicente Rocafuerte (ecuatoriano que, signiicativamente, fungió como representante de México en varios países antes de convertirse en presidente de su país) llevan por título Un americano libre.

Pero más allá de esa identidad continental había una grieta cultural entre dos tipos de sociedades. Al nuevo mundo había sido trasplantada una frontera del viejo, legado de las guerras político-religiosas de la Europa del siglo XVII y de las cosmovisiones peninsular e inglesa. En el contexto del hemisferio occidental esto signiicó, entre otras cosas, el dominio del protes-tantismo al norte del Río Bravo y del catolicismo al sur.21 Como notaba el (ateo) presidente uruguayo José Mujica, el catolicismo es una “de las dos grandes instituciones comunes que tenemos” en América Latina; la otra institución, según el mandatario, es el castellano, “porque el portugués, si hablas despacio, se entiende”.22 Así pues, el surgimiento mismo de la idea de América Latina al mediar el siglo XIX tiene mucho que ver con la dicotomía, la otra mitad, a que hace referencia: la América sajona.23

Pero la historia es más complicada, pues como ya dije en la introducción, Brasil no era parte de la América española a la que el concepto de América Latina hacía referencia desde su surgimiento en Colombia y Chile hasta su popularización por parte de autores y políticos franceses, en el contexto de la invasión de su país a México en la década de 1860.24 Sin embargo, y quizás en parte por las razones esgrimidas por el presidente Mujica, Brasil terminó siendo asimilado a la idea de América Latina.

El somero recuento anterior es un ejemplo de creación ontológica, es decir, de los ref-18. Dessler y Owen 2005; Adler 1997; Klotz y Lynch 2007, 20.

19. O’Gorman 2003 [1958].

20.

Ibíd., 49.

21. Sullivan 2005, 5.

22. Moreno 2013.

23. Quijada 1998, 612.

24.

Loc. cit.

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erentes del discurso al que aludí anteriormente; en este caso, la construcción simbólica de América Latina. Desde luego, esto no quiere decir que América Latina sea pura palabrería, como las contribuciones que la región ha hecho al derecho internacional y a la política mundial lo demuestran, o como lo pone de maniiesto también la constante búsqueda de la integración latinoamericana y la identidad compartida de los habitantes de la región.25 Las estructuras sociales de este tipo son tomadas en serio por el Constructivismo y el mero hecho de hablar de la existencia de América Latina como un componente del sistema internacional es un enunciado ontológico. Esto es así, porque para el Realismo Cientíico las teorías tienen poder explicativo siempre que demuestren que los fenómenos sociales son producto de una ontología básica que, aun cuando no sea observable en sí misma (¿de qué color, forma o tamaño es la identidad latinoamericana?), tiene efectos observables.26 A los habitantes de la región, por lo demás, la estructura social América Latina se les presenta como dado, como algo objetivamente existente.27 Por eso, para reiterar, las élites latinoamericanas no cesan en sus afanes –así sean en ocasiones meramente retóricos– de lograr un mayor acercamiento entre los países de la región.

Ahora hemos de dilucidar la manera en que, según el Constructivismo, ha de procederse a partir de la “materia prima” (la ontología) con que se cuenta. Estamos ya en el terreno de la epistemología, la teoría del conocimiento que indica cómo llegar a saber lo que queremos. Si bien una posición epistemológica provee criterios metodológicos, es más amplia que la metodología misma (la cual trata simplemente de los métodos que se aplican para obtener y procesar las evidencias con que trabajamos). Para el Constructivismo Moderado, el objetivo es “entender partes, tales como los estados, a partir de totalidades, tales como sistemas internacionales o ideas reinantes”.28 Éste sería el postulado epistemológico básico del Constructivismo; a partir de allí, el abanico de posibilidades metodológicas es bastante amplio. Puede recurrirse al método comparativo, al análisis de contenido o a regresiones estadísticas, por poner tres ejemplos.

Así, cuando las instituciones sociales no están en disputa, y por tanto su estabilidad no hace necesario un grado de interpretación mayor por parte de los actores, una metodología positivista (orientada a buscar relaciones causales) bien puede proveer una explicación convincente.

El Constructivismo no está, pues, peleado con los métodos convencionales.

Pero parte importante del “valor agregado” del enfoque constructivista se encuentra en el análisis de situaciones más complejas, de periodos de cambio (cuya explicación es problemática para las teorías realista y liberal, por partir la primera de una ontología materialista –el poder como poderío militar– y de una asocial –el actor como átomo– la otra). En este sentido, se podría decir que hay una especie de “ainidad electiva” entre un método cualitativo en particular y el Constructivismo Moderado: la hermenéutica, es decir, la interpretación. Ya Weber notaba que las ciencias sociales perseguían el entendimiento interpretativo de la acción social.29

La posición no idiosincrásica (es decir, que no intenta tener acceso a la conciencia privada de los actores) planteada por el sociólogo alemán postula que no es la empatía, sino el círculo 25. Según cálculos de Francisco Rojas, los presidentes latinoamericanos se reúnen un promedio de siete veces al año en el marco de cumbres regionales (Rojas 2010, 29). Respecto a la identidad regional, un ejemplo: en 2008, 55% de los mexicanos dijeron sentirse latinoamericanos y sólo 7% pensaban que eran norteamericanos (CIDE 2008, 9).

26. Véase Dessler 1989, 446; Adler 1987, 14-15.

27. Véase Bhaskar 1983, 81-95.

28. Fearon y Wendt 2002, 65.

29. Véase Weber 1984 [1922].

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hermenéutico (es decir, la explicación de una situación dada demostrando que las acciones del actor y el signiicado de las mismas para él son compatibles con el entorno normativo) la metodología más apropiada para la teoría social.30

Como señalé, en el estudio de los hechos sociales la supuesta relación entre sujeto y objeto no se sostiene; pero aun en los casos en que objetos materiales tienen un papel importante en el problema que se investiga, debe tenerse en cuenta que su uso y funcionamiento dependen del signiicado que se les asigne. Los factores materiales importan, pero la manera en que lo hacen depende, en gran medida, de las ideas.31 Como lo puso Weber, “No las ideas, sino los intereses materiales e ideales gobiernan directamente la conducta del hombre. Sin embargo, muy frecuentemente las cosmovisiones que han sido creadas por las ideas, como los guardagujas, han determinado los rieles sobre los cuales la acción ha sido empujada por la dinámica de los intereses.”32 Por ejemplo, del mero destacamento de efectivos militares en determinado país no es posible inferir si se trata de una fuerza amiga o de una hostil; la diferencia entre el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida radica en buena medida en las limitaciones que la percepción pública de la presencia de militares estadounidenses en los dos países impuso a los gobiernos.

Las relaciones internacionales y la política global no son, pues, objetivas como, por ejemplo, un océano, pero tampoco son mera subjetividad, como sería el caso de los sueños: son intersubjetivas, pues se basan en el carácter social del conocimiento compartido.33 De esta manera, el signiicado que se les da a las acciones humanas no es meramente descriptivo sino constitutivo, pues el proceso mismo de interpretación las constituye como referentes sociales, como puede ser el caso de un país “amigo” o “enemigo”.34Este proceso requiere interpretación, tanto de los actores, a través de una especie de “Constructivismo de sentido común”, como de los analistas.35 Por parte de estos últimos, la interpretación debe trascender, como dije anteriormente, el análisis empático, psicologista o subjetivo, pues de lo que se trata es de “leer”

adecuadamente las reglas o normas sociales, “objetos” de estudio eminentemente holísticos (es decir, que son más que la simple suma de sus partes) e inmateriales, que estructuran la acción que se quiere elucidar.36 De lo que se trata es de captar la intersubjetividad. Pasemos a considerar el papel de las normas en la acción social.

Estructuras normativas

El estudio de las normas ha sido uno de los temas centrales del Constructivismo en las RI.

Las normas son expectativas colectivas acerca del comportamiento adecuado al contexto en cuestión, por lo que no se trata necesariamente de normas moralmente “correctas” o “buenas”

ni de normas “objetivas”, en el sentido de que no admitan interpretación (así, la inferioridad de la “raza” negra era una norma fundamental en la que se sustentaba la venta de esclavos).37

30. Neufeld 1993, 47.

31. Fearon y Wendt 2002, 58.

32. Weber 1946, 64.

33. Véase Wendt 1992.

34. Véase Sayer 1984, 32.

35. “Constructivismo de sentido común” es el título de Pettnam 2000; Ricoeur 1977.

36. Véase Kratochwil 1988.

37. Véase Jepperson, Wendt y Katzenstein 1988, 54.

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Las normas son guías para la conducta o la acción, generalmente respetadas por los miembros de la sociedad.38 Sin embargo, las normas no son causa inmediata, sino pautas; más aún, no son directamente observables, por lo que tienen que ser inferidas de la práctica. Esto no quiere decir que una norma sea directamente deducible de determinada acción. Como notaba George Homans, las normas “no son el comportamiento en sí mismo, sino lo que la gente cree que éste debería ser”.39 El hecho de que todos los grupos humanos sientan la necesidad de establecer reglas sociales a in de regularizar sus actividades da una idea de por qué es importante estudiar las normas. La intersubjetividad descansa en la estabilidad que las normas proveen, de ahí que sea posible conferirles carácter causal (en el sentido constitutivo referido arriba y explicado con más detalle a continuación).

Generalmente se distinguen dos tipos de normas: las constitutivas y las regulativas. Las primeras constituyen a los actores sociales, en la medida en que los deinen como participantes en una actividad social dada. Así, por ejemplo, la normatividad internacional, a través de la institución de la soberanía, constituye a los estados, pues prescribe qué características han de satisfacer para ser reconocidos como tales (en este caso, como estados soberanos), lo que signiica que establece quiénes son los participantes legítimos del sistema.40 En el contexto latinoamericano, los pueblos que habitaban la región antes de la llegada de los europeos (independientemente del estatus que tengan dentro de sus respectivos países) carecen de reconocimiento como actores soberanos a nivel internacional y, por tanto, no se comportan como tales (si bien son reconocidos ahora como actores de la política global, como se aprecia en el hecho de que 1993 fuera declarado Año de las Poblaciones Indígenas del Mundo por la Organización de las Naciones Unidas). Así, las normas constitutivas “fabrican” al individuo mismo.41 Es decir, las normas contribuyen a moldear la identidad de los actores y, por consiguiente, la cualidad de agentes con potencial de efectuar cambios en su entorno.

En contraste, las normas regulativas simplemente prescriben (ordenan) o proscriben (pro-híben) el comportamiento en circunstancias dadas, sin que esto quiera decir, por supuesto, que los actores las siguen ciegamente y en todo momento (estamos hablando de teoría social, no de cibernética). Al poner de maniiesto lo que se considera válido en cierto momento, las normas también proveen la función de identiicar épocas, enfatizando así la historicidad misma, es decir, la ontología cambiante de la acción social. Por ejemplo, en el hemisferio occidental, durante la primera mitad del siglo XIX la importación de esclavos era legal no sólo en Estados Unidos, sino también en Brasil y Cuba; la práctica no estaba completamente proscrita en el ámbito internacional.42

Esa especiicidad normativa nos permite ubicar un momento histórico. Como decía el ilósofo español José Ortega y Gasset, “el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene historia”.43¿Y qué es la historia sino una sucesión de estructuras normativas?

Pero las normas no actúan en una sola dirección. La práctica de los actores puede alterar 38. Véase Ullmann 1977, 12.

39. Véase Cancian 1975, 6; Homans citado en ibíd., 7.

40. Véase al respecto Kratochwil 1993.

41. Foucault 1979, 194.

42. Kaufmann y Pape 1999.

43. Ortega y Gasset 1942, 63.

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las normas (las más de las veces de manera paulatina, pero en ocasiones de manera súbita) y, con ello, la estructura misma del sistema. Ejemplo de esto serían las doctrinas de Calvo y Drago, desarrolladas por juristas argentinos en la última década del siglo XIX y la primera del XX, que ponen de relieve las normas de igualdad estatal e inviolabilidad de la soberanía, es decir, especiican el principio de no intervención, el cual pasó a formar parte de la práctica y el derecho internacional.

La doctrina Monroe, en cambio, a pesar de que originalmente fue acogida con benepláci-to por los estadistas al sur del Río Bravo, luego fue vigorosamente rechazada por ellos y sus sucesores de tal manera que, cuando en el Tratado de Versalles (1919) se incluyó como un

“entendimiento regional”, al momento de adherirse al tratado México anexó una reserva por medio de la cual desconocía dicha doctrina. Es claro pues que las normas actúan en los dos sentidos: de la estructura hacia los agentes, y de éstos hacia aquélla. De eso se trata el famoso problema del agente y la estructura en las RI (véase también el capítulo 1).44

Aún más, las normas trascienden los tradicionales (y muy inluyentes) “niveles de análisis”

(individuo, estado, sistema internacional) de la disciplina aludidos en el primer capítulo.45 Esto es, una norma no sólo puede ser exportada –como sería el caso de la proscripción de la esclavitud en Gran Bretaña– y por tanto tener efectos primero internos y luego sistémicos, sino que puede operar en varios “niveles” simultáneamente. Por ejemplo, la fractura ideológica entre liberales y conservadores en América Latina durante buena parte del siglo XIX tenía como referente las visiones contrapuestas ya aludidas (tanto del orden internacional como nacional) provenientes de España y Estados Unidos.46

Dichas normas “multinivel”, a su vez, repercutieron en la identidad e intereses de los nacientes estados latinoamericanos. Veamos con más detalle el vínculo entre estos tres conceptos: normas, identidad e intereses.

Identidad e intereses

Puesto que la identidad (es decir, los rasgos propios del individuo o colectividad) existe siempre en un contexto social especíico, tanto el proceso de su formación como su mantenimiento están determinados hasta cierto punto por la estructura normativa.47Así, en el ámbito del hemisferio occidental, un elemento destacado de dicha estructura fue el “republicanismo imperial” de Estados Unidos (relativo al modelo de civilización entonces vigente y al papel que tenía la excolonia inglesa), el cual fungiría tanto de modelo para los nuevos estados hispano-americanos (Brasil adoptó el republicanismo hasta la década de 1890) como de acicate para la solidaridad entre ellos;48 este elemento, pues, contribuyó a deinir la identidad de los estados de la región. Ahora bien, una vez formada, la identidad es relativamente estable. Para volver al caso latinoamericano, sería muy difícil que algún estado de la región optara por abandonar el régimen republicano (signo de identidad panamericano desde el siglo XIX) para convertirse en una monarquía.

44. Wendt 1992; Dessler 1989. Cabe notar que dicho planteamiento es una aplicación a las RI de la ya mencionada teoría de la estructuración.

45. Waltz 1959; Singer 1961; Buzan 1995.

46. O’Gorman 1977, 4.

47. Véase Berger y Luckman 1966, 159.

48. Rojas 2009, 248.

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Una vez establecida la identidad, así sea provisionalmente, permite a los actores tener representaciones propias sobre los demás. De esta manera, por ejemplo, los estados pueden distinguir a un aliado de un enemigo.49¿Por qué la Venezuela chavista (incluido el gobierno de Maduro) no considera una amenaza a los miles de cubanos que desempeñan labores sociales en su territorio, como lo haría si fueran colombianos? Ahora bien, el hecho de que un actor adquiera cierta identidad en un momento dado no signiica que ésta pase a formar parte de su

“esencia”. Como se desprende de la cita de Ortega y Gasset, los estados no tienen esencia, sólo historia. Si la rivalidad entre Argentina y Brasil hubiera sido consustancial (es decir, esencial o natural) a esos dos países, difícilmente hubiesen llegado a los acuerdos de cooperación en materia de seguridad nuclear como lo hicieron en las décadas de 1980 y 1990.

Todavía más: las identidades se construyen en múltiples contextos. Por ejemplo, la política interna de un estado crea ciertas características identitarias, las cuales son a la vez puestas en práctica en la escena internacional. Piénsese en Costa Rica y la manera en que desde la segunda mitad del siglo pasado ha cumplido el papel de “buen samaritano” en el ámbito internacional, o el papel ya sugerido de “hermano mayor” que Estados Unidos ha desempeñado en la región desde el siglo XIX.50

En otro sentido, un estado puede crear y desplegar cierta identidad en un ámbito –por ejemplo, en el económico puede aparecer como promotor del libre comercio– y una diferente en otro –por ejemplo, en el de la política internacional puede ser un celoso promotor de la soberanía estatal.

Vale la pena considerar de manera más detallada qué efectos tiene la identidad tanto sobre los actores como sobre el sistema internacional. En primer término, la identidad inluye frecuentemente en la formación de los intereses de los agentes (es decir, de aquello hacia lo que los individuos o colectividades muestran una particular inclinación de ánimo). Como señalaba Aaron Wildavsky, “los intereses no existen sin sujetos que los tengan, y no existen sujetos sin culturas [es decir, estructuras normativas] que los generen”.51 Por eso es que el politólogo estadounidense concluía que sin un marco generador de actores con una identidad propia, los intereses simplemente no existirían. Así, la identidad funge como un puente entre la estructura y los intereses. En el planteamiento constructivista, los intereses están íntimamente relacionados con la identidad: deben corresponder a ella, pues de otra manera crearían disonancias existenciales (una especie de esquizofrenia) en el sujeto. Por ejemplo, sería el caso de una Costa Rica, país que no tiene ejército, si de repente propugnara en la Organización de Estados Americanos la abolición del Tratado de Tlatelolco que proscribe las armas nucleares en América Latina y el Caribe.

No existe, sin embargo, una división tajante entre identidad e intereses, ni es el caso que la primera siempre y necesariamente preceda a los segundos. Algunos intereses son, por así decir-lo, inherentes a los actores, como el de la supervivencia o la autonomía.52 Pero aunque algunos intereses antecedan a la interacción social (en nuestra disciplina, en el plano internacional) y el desarrollo pleno de la identidad, ciertamente tanto aquélla como ésta contribuyen a la cotidi-49. Véase Kowert y Legro 1996.

50. Brysk 2005.

51. Wildavsky 1994, 150.

52. Jepperson, Katzenstein y Wendt 1996, 18; Copeland 2006, 5.

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ana delimitación y defensa de los intereses. Todavía más, en ocasiones la identidad en sí misma puede considerarse un interés que hay que defender, como lo decía el propio Morgenthau cuando se refería a la “identidad cultural” como elemento constitutivo del interés nacional. En el contexto latinoamericano, el presidente mexicano Luis Echeverría hablaba de que en la relación con Estados Unidos su gobierno buscaba “preservar nuestra soberanía [e] incrementar nuestra personalidad cultural sobre cualquier otro logro de recompensa material”.53

Así pues, el actor interpreta los constreñimientos estructurales que enfrenta en un momento histórico dado a la luz de su propia identidad, la cual, como anoté arriba, es estable. Sin embargo, la identidad no está esculpida en piedra. Ésta, como todo constructo, es relativamente plástica, maleable. Lo que la relativa estabilidad indica es que un cambio de identidad –como el que se dio en Nicaragua a ines de la década de 1970 con el triunfo de la Revolución Sandinista o en Cuba dos décadas antes, con la victoria del Movimiento 26 de Julio– afecta directamente los intereses de los actores. Todavía más (reiterando la bidireccionalidad –problema del agente y la estructura– de las normas), el cambio de identidad de un actor determinado en el sistema puede, a su vez, tener efectos importantes sobre el mismo. El golpe militar de 1973 en Chile tuvo repercusiones importantes sobre la consolidación de los regímenes autoritarios del Cono Sur y sobre la confrontación este-oeste que en el hemisferio comandaba Washington. No hay pues una vía causal unidireccional que corra de la estructura del sistema internacional hacia los agentes o actores, sino que los dos niveles se realimentan, y en esta realimentación la identidad de los actores importa.

El hecho de que la estructura normativa opere como un continuo entre el nivel nacional y el internacional tiene implicaciones importantes para el tratamiento de la política global.

Como expliqué en la sección anterior, el estudio centrado en las normas puede trascender el contencioso punto en torno al nivel de análisis en el que se han centrado las RI.54 Desde una perspectiva constructivista, el análisis bien puede iniciar en la esfera nacional y trasladarse a la internacional; la decisión al respecto se toma sobre bases empíricas, según los requerimientos del problema que se quiere elucidar, y no de manera deductiva. Así, ninguna esfera (interna, internacional) tiene el puesto de honor en la investigación; la manera en que la larga tradición democrática chilena interactuó con las presiones de actores internacionales para que el régimen pinochetista mejorara su proceder en el ámbito de los derechos humanos es ilustrativa al respecto.55

Y es precisamente gracias a la transgresión de los límites conceptuales tradicionales de las RI que el Constructivismo hace sus principales contribuciones. Por ejemplo, la investigación sobre los efectos que actores no estatales, tales como empresas transnacionales, redes de defensa transnacional, o elementos ideológicos como la religión o ciertas prohibiciones, tienen en el sistema internacional son difícilmente abordables desde un enfoque tradicional como el Realismo, pero no desde el Constructivismo, pues su énfasis en las normas y la intersubjetividad se acomoda fácilmente a estas temáticas. De hecho, ha sido en las áreas recién mencionadas en las que el Constructivismo ha realizado algunas de sus más novedosas aportaciones.56

53. Morgenthau 1952, 972; Tello 1975, 256.

54. Kratochwil 1982, 4.

55. Klotz y Lynch 1999, 88; Hawkins 1997.

56. Véanse, por ejemplo, Keck y Sikkink 1998; Philpott 2002; Tannenwald 1999.

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Pero consideremos ahora dos ejemplos que van al quid de la disciplina: la estructura del sistema internacional y el interés nacional. Con respecto al primer caso, el Constructivismo trasciende tanto la visión materialista del Realismo, como la perspectiva asocial del Liberalismo, ambas explicadas en la segunda sección, al introducir una visión más sociológica de la política mundial. En ésta, como expliqué, las normas, en tanto que constructos que subyacen a la interpretación que los actores otorgan a los recursos materiales y que articulan la acción social mediante el marco interpretativo de la política, son una dimensión importante.57 Una estructura internacional carente de normas, similar al estado de naturaleza que planteaba Thomas Hobbes (como la que pretenden describir el Neorrealismo y el Neoliberalismo) es un sinsentido desde la perspectiva constructivista.58 Para el Constructivismo, el sistema internacional es inherentemente intersubjetivo.

Con relación al segundo punto, el interés nacional, el Constructivismo va más allá de los dos principales enfoques recién mencionados. Del Neorrealismo, no sólo porque éste considera los intereses nacionales desde un punto de vista exclusivamente material, lo cual está en consonancia con su conceptualización de la estructura recién apuntada, sino también porque los mete en una “caja negra” al tomarlos como dados y dejar de lado su proceso de formación.

Y más allá del Neoliberalismo, debido a la concepción estrecha, es decir, instrumentalista (en el sentido de reducirse a la maximización de utilidad del actor asocial) que éste tiene de la racionalidad. En cambio, el énfasis en la intersubjetividad y la normatividad del Constructivismo permite indagar sobre el proceso de construcción de los intereses en el ámbito nacional desde una perspectiva más amplia de la racionalidad –una que reconoce, por ejemplo, que los actores no nada más persiguen intereses sino también propósitos y, por tanto, frecuentemente actúan de acuerdo con la lógica de lo apropiado– y además inquirir sobre la manera en que el carácter del sistema internacional (por ejemplo, su legitimidad) pudiera afectar la manera en que los estados conciben sus intereses nacionales.59

Así, al embarcarse en la búsqueda y defensa de sus intereses nacionales (luego de haberlos deinido a la luz de las restricciones tanto materiales como normativas, internas y externas), los estados actúan de manera congruente con su identidad. Sin embargo, ésta no deine cómo es que los actores han de intentar obtener sus intereses, según expliqué arriba.60 La identidad sirve simplemente como un parámetro o condición de fondo sobre la que se lleva a cabo la práctica de los estados en el sistema internacional. Cabe notar que no hay nada en este planteamiento que impida a los actores comportarse en ocasiones de acuerdo con los postulados de la racionalidad instrumental. El Constructivismo simplemente la ubica como parte de un entendimiento más amplio de la racionalidad.61 Pero en la mayoría de los casos la situación es más compleja y diferentes tipos de lógica se mezclan en la práctica cotidiana de los actores del sistema. Es en este proceso de construcción tanto de identidad como de intereses de los actores relevantes que el sistema internacional y la política global siguen su marcha y se transforman.

57. Ashley 1983.

58. Como por cierto lo era también para algunas versiones del Realismo Clásico y del Liberalismo; véase Morgenthau 1946, Herz 1981 y Keohane 1990.

59. March y Olsen 1998; Wildavsky 1994, 150; Hurd 1999, 381.

60. Legro 2009, 40.

61. Hurd 2008, 310.

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A manera de conclusión: La continua construcción de América Latina Este proceso es evidente en el caso de América Latina. Ha sido precisamente la miríada de prácticas –tanto de actores estatales como no estatales– lo que ha constituido a la región y sus partes. A casi dos siglos del Congreso de Panamá, ciertamente sigue existiendo, si bien de manera disímbola, un sentido de identidad entre los habitantes y estados del subcontinente. Como ha notado Mario Vargas Llosa, sentirse latinoamericano “signiica estar consciente de que las fronteras territoriales que dividen nuestras naciones son artiiciales, impuestas de manera arbi-traria durante los años de la colonia”.62 Y sin embargo, como señala el intelectual peruano, los impulsos nacionalistas, sobre todo en los ámbitos económico y político, se han impuesto sobre el ánimo integrador latinoamericano. Cabe preguntarse sobre los límites que los intereses nacionales imponen a una identidad supraestatal como es la latinoamericana. No que los estados de la región carezcan de intereses comunes; éstos sin duda existen, pero en áreas más bien acotadas, como la no proliferación de armas nucleares en la región o la resolución pacíica de las controversias. Así, parece que el concierto de estados latinoamericanos se ha dedicado, más que a construir bienes públicos que los beneicien, a evitar males públicos que los perjudiquen, como señala Federico Merke en el capítulo 3 sobre Liberalismo. No es un logro menor: la paz interestatal en el subcontinente ha sido una contribución notable al bienestar de la humanidad; pero ciertamente queda lejos de la realización del sueño integrador.

Probablemente la idea de América Latina haya quedado atrás, como decía el excanciller Lafer –al menos en una de sus versiones–. Las dinámicas político-económicas de América del Sur y América del Norte –donde se ubica México– son muy diferentes. A esto habría que agregar la multiplicidad de organismos regionales, tales como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), todos con pautas propias (véase el capítulo 14). Sin embargo, la sombra del proyecto bolivariano, de la Patria Grande, parece que seguirá a la región en su conjunto: los llamamientos a la unidad latinoamericana son todavía populares al interior de los estados.

La cultura compartida en América Latina seguramente continuará fomentando el ímpetu regionalista, así los intereses nacionales de los estados del subcontinente inhiban su realización.

De esta manera, la sombra integracionista probablemente permanecerá como compañía y testimonio de la tensión entre estos dos componentes del acontecer latinoamericano, y sin duda la perspectiva constructivista seguirá siendo de utilidad para dar cuenta de esas vicisitudes.

62. Vargas Llosa 2008.

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El estudio de la Economía Política Internacional 5. El estudio de la Economía

Política Internacional

Diana

Tussie

A inicios de 2013 se anunció un tratado de libre cambio entre Estados Unidos y la Unión Europea. Con premura México declaró su interés en ser parte de la negociación.1 Que dos gigantes, en términos de mercado, población y control sobre las reglas globales, logren la irma y puesta en vigor de un tratado comercial nos acerca obligadamente al campo de la Economía Política Internacional (EPI) y nos plantea dos tipos de preguntas en sendos niveles de análisis.

En el plano nacional podemos estudiar su incidencia en temas de interés; por ejemplo, cómo afectará los lujos de inversión o de migraciones. Por otro lado, a nivel sistémico podemos analizar los embriones de una nueva arquitectura internacional. En cualquiera de los niveles, por sobre todas las cosas corresponde analizar quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores del arreglo que se perila. Esto nos lleva entonces a preguntar quiénes son los actores, por ejemplo, qué sectores económicos, qué empresas o qué agencias de los respectivos gobiernos.

Partiendo del ejemplo anterior quiero ofrecer las herramientas con el in de adentrarnos en el estudio de la EPI y comprender el desarrollo del campo. Para ello, abundaremos en dos tipos de cuestiones: ¿Cómo se conforma el campo de la EPI? ¿Cuáles son sus temas y debates?

En pocas palabras, la EPI como campo analítico estudia la interacción entre la economía y la política en el ámbito internacional y sus raíces a nivel nacional. Postula como premisa que lo político y lo económico son esferas con espacios comunes, donde los actores económicos tienen intereses políticos y las reglas del mercado son resultado de políticas estatales. El campo es fruto de una convergencia temática entre varias disciplinas, la Economía, las Relaciones Internacionales, la Ciencia Política y la Sociología.2 Hoy es un campo en rápido crecimiento que se caracteriza por un enfoque interdisciplinario. En cambio, dista de ser una tradición única o escuela homogénea.

Si se puede hablar de un proyecto EPI iniciático, debe señalarse la controversia que suscitó la preponderancia de las empresas transnacionales (ET) en la política internacional en la década de 1970. En esta controversia, mientras que unos consideraban que las transnacionales aportaban tecnología, mercados externos y empleos, otros, por el contrario, las situaban en 1. http://elinanciero.com.mx/component/content/article/44-economia/7731-mexico-busca-participar-en-el-acuerdo-comercial-eu-europa.html

2.

Economía, Relaciones Internacionales (con mayúscula) hacen referencia a la disciplina de ciencias sociales que tienen como objeto de estudio la economía o las relaciones internacionales (con minúscula).

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Diana Tussie

los extremos más negativos del sistema por su capacidad de inmiscuirse en la política interna y derrocar gobiernos. La EPI tuvo como objetivo comprender este fenómeno que parecía hacer estragos con la soberanía nacional. Así, en la Organización de las Naciones Unidas se constituyó el Centro de Empresas Transnacionales, en México se fundó el Instituto Latinoamericano de Economía Transnacional. Muchos estudiosos coincidían en que el estado había quedado en jaque por la aparición de la empresa planetaria.

Lo antes expuesto obligó a poner en tela de juicio la separación entre la llamada alta política, que estaba en manos de las cancillerías (como el tema del control armamentista o los conlictos de fronteras, por mencionar algunos), y la llamada baja política, que dejaba en manos de los hombres de negocios y los agregados comerciales de embajadas la conducción de las relaciones económicas. Así se erosionaron las fronteras disciplinarias entre la ciencia económica y la ciencia política, a manera de no perder de vista los juegos y contrajuegos permanentes entre el estado y los intereses económicos que pugnan en la política.

Hoy, la Sociología aporta también el estudio de los actores en los procesos político-económicos. La convergencia de la Ciencia Política y la Sociología en el Constructivismo ha hecho nuevos aportes a la EPI, al incorporar visiones acerca de la identidad y problematizar las visiones excesivamente estatocéntricas, como muestran los enfoques societales de Marchand e Icaza (véase los capítulos 6 y 7). El vigor de la EPI es resultado, en parte, del proceso de globalización que revela la interdependencia y porosidad de las fronteras nacionales. El estado sigue siendo el actor clave en la regulación de los mercados, pero otros actores circunvalan y socavan sus reglas y también generan reglas propias. El avance de las ET de los países emergentes también da un gran impulso a la necesidad de estudiar cómo inciden en las relaciones entre sus respectivos países. La volatilidad de las relaciones inancieras, la ola de privatiza-ciones, y las migraciones obligan a entender mejor cuáles son los resortes de las relaciones globales. La EPI adopta así una perspectiva transdisciplinaria.

Cuadro 1. Escuelas y sus premisas básicas

Latinoamericana Estadounidense

Británica

Crítica

Eje estructurante

Desarrollo/

Estabilidad

Estructuralismo

Posestructuralismo

dependencia/

hegemónica/

(neogramsciano)

autonomía

Interdependencia

compleja

Interacción entre

Economía política

Economía y política Economía y

Identidades en la

variables

se determinan mu-

se determinan

política se deter-

economía política

tuamente

mutuamente

minan mutua-

mente

Unidad de análisis

Estado periférico

Estado central

Estados y

Fuerzas sociales/

(en el sistema)

(lidera el sistema)

empresas

identidades

(conforman el

sistema)

Objetivos

Maximizar el poder

Mantener el orden

Identiicación

Cambio; justicia,

negociador y la

a través de la

de ganadores

libertad, derechos

autonomía

cooperación

y perdedores;

cambio

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El estudio de la Economía Política Internacional El capítulo se desarrolla en dos partes. En primer lugar, me propongo repasar la problemática y sus premisas. Luego expongo las escuelas de pensamiento: la latinoamericana y la anglosajona, dividida en estadounidense y británica. Apenas abordaré hacia el inal el Constructivismo, dado que es tratado más ampliamente en otro capítulo. Para facilitar la comprensión, en el cuadro 1 sintetizo y comparo las cuatro escuelas: la latinoamericana, la estadounidense, la británica y la crítica. Sugiero consultarlo conforme avanzamos en la lectura de cada corriente. Como veremos, el estudio de estas escuelas de pensamiento da forma a los enfoques de la EPI en ebullición permanente.

La problemática

El objetivo de la EPI es comprender tanto la construcción del sistema internacional como la política externa de cada país, preguntándose a cada paso: ¿ Cui bono? ¿Quién se beneicia o puede beneiciarse? ¿Quién gana y quién pierde? Como saben los lectores de novelas policiales, el detective busca las pistas para resolver el caso inspeccionando el cadáver y siguiendo la ruta del dinero. “Just follow the money trail”, diría el inspector Poirot de Agatha Christie al investigar un caso EPI como nuestro ejemplo del inicio. ¿Quién se beneicia con un determinado acuerdo o una reglamentación? ¿Quién pierde con la ecuación de costos y beneicios?

La EPI parte del postulado de que las RI se han desarrollado con indiferencia y hasta han negado el peso de las fuerzas económicas y de los operadores de mercado. Por ello pone permanentemente en tela de juicio los análisis que presumen una excesiva autonomía de lo político. En otras palabras, no alcanza con fabricar un nuevo escenario transdisciplinario donde hay intereses económicos; además, es necesario sacar a la luz las palancas reales de poder. El poder es aquello que permite a un actor conformar y determinar las estructuras de la economía política global en las que el resto de los actores han de operar. Inluye tanto en las opciones posibles como en la forma en que el sistema opera, cómo pone en ventaja a unos y en desventaja a otros, y cómo da prioridad a unos valores sociales sobre otros. Con su concepción de poder, la EPI hace una crítica al Realismo como mirada unidimensional de la política (véase el capítulo 2). Por ejemplo, si en el pasado el poder militar era la llave de acceso al poder económico, en la actualidad la relación es inversa: el poder económico granjea el poder militar y penetra en las agencias y estructuras del estado.

Las empresas son actores políticos no porque interieran en la vida de los estados, sino porque se relacionan de modo permanente con el estado y sus diferentes estamentos. El eje central de las relaciones internacionales estaría más cerca de la EPI que del eje de la guerra y la paz. El estado no deja de ser el conductor de la actividad económica pero no puede perderse de vista la relevancia de agentes del mercado como actores políticos, ya sea en cooperación o competencia con el estado.

En este campo se postula que las relaciones económicas no son meras relaciones externas, sino que siempre se extienden con ramas y raíces (como lo interno). Las relaciones económicas surgen y se introducen en los países, por lo cual siempre ocurren desde y en un espacio específ-ico. Dicho espacio es penetrado por quien produce y domina las redes de intercambio. Se penetra e interpenetra en el control del crédito internacional, los recursos naturales, en las cadenas de producción de las grandes corporaciones, en el proceso de generación y apropiación de conocimiento. A esto se debe que la EPI postule que lo interno es naturalmente externo y lo 50

Diana Tussie

externo es naturalmente interno. Por lo mismo, las relaciones económicas transfronterizas no se dan sólo entre naciones, sino también entre agentes no gubernamentales, regionales, multinacionales y hasta locales. Ello signiica que la EPI parte de un supuesto básico: la economía es un escenario de pujas de poder. De este supuesto se derivan las premisas siguientes:

Lo político y lo económico no pueden ser separados a la hora de analizar los fenómenos nacionales e internacionales. La acción política está en el corazón del sistema económico; los intereses económicos están en el corazón de la política, cuya autonomía es siempre relativa.

Los niveles de análisis nacional e internacional no pueden ser separados de manera tajante.

Por consiguiente, la problemática de la EPI se deine por la inluencia recíproca de la economía en la política (y viceversa), así como de lo interno en lo externo (y viceversa). Ni aun el estado más poderoso tiene un poder omnímodo y abstracto a su entera disposición.

La dinámica nacional, en la cual se maniiestan diversos intereses en pugna, distintas modalidades de presión, diferentes grados de inluencia de los actores sociales y políticos, fue eje de atención y fuente de explicación para comprender el comportamiento de los gobiernos cuya incidencia y participación en las cuestiones mundiales y de política externa ha ido creciendo en las últimas décadas. En breve, lo interno y lo externo no son vistos como compartimentos separados: por el contrario, entre ambos niveles se destaca una íntima ligazón que debe traerse a luz para responder: ¿cui bono?

La EPI incluye el análisis político-económico de una serie de problemas relacionados:

La globalización, la construcción de hegemonía y la resistencia y desafío a la misma; relaciones y negociaciones comerciales y inancieras.

Internacionalización de empresas y su incidencia en el sistema internacional, en la política exterior de países en particular y las respuestas sociales tanto en el plano nacional como sus enlazamientos internacionales en movimientos de antiglobalización y alterglobalización.

La gobernanza global, los organismos internacionales, su uso y construcción, sus agendas y condicionamientos.

En el desarrollo de los temas siempre pondremos en tela de juicio la autonomía de la esfera política, y al establecer los mapas de la negociación en cada instancia se nos revelarán, por tanto, las raíces sociales de los acuerdos internacionales. En nuestro caso inicial, podríamos, por ejemplo, tratar de sacar a la luz los lazos entre determinadas empresas o entre movimientos sociales o sindicales. Este entramado, en el que lo interno y lo externo interactúan dinámica-mente, da lugar a un análisis con el acento sobre el manejo de situaciones continuas, cotidianas e incrementales vinculadas a lo internacional. Como es natural, la construcción del campo de la EPI depende del con texto en que es formulado y releja sesgos y porciones importantes de dicho contexto. Martin Wight sostenía que la teoría de RI consta de teorías nacionales.3

Ello signiica, por un lado, que el sentido y carácter de la realidad que nos toca vivir es comprendido y explicado por medio del conocimiento; y por el otro, que la realidad se construye socialmente. En esta línea quiero relejar al menos dos impulsos que dan lugar a la EPI, ambas en relación con su Interfase con situaciones históricas especíicas.

3.

Wight 1960.

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El estudio de la Economía Política Internacional América Latina: Incidencia e impulso práctico

En América Latina, el nacimiento de la EPI (aunque no hubiera entonces adoptado esa de-nominación) estuvo marcado por los aportes y el desarrollo del pensamiento estructuralista de la CEPAL en general y en particular por las obras primero de Raúl Prebisch y luego de Theotonio dos Santos, Hélio Jaguaribe, Juan Carlos Puig, Osvaldo Sunkel, Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto. La lista de quienes formaron parte de ese momento de esplendor de las ciencias sociales latinoamericanas es demasiado extensa. La clave de esta escuela fue la premisa de que el atraso de América Latina se debía a la dependencia y sumisión al capital extranjero. En el ámbito interno, dicha sumisión contaba invariablemente con el apoyo de grupos nacionales.

En el plano internacional, reconocía el contrapeso que signiicaba la mera existencia de la Unión Soviética. En su vertiente más “dependentista”, descreía del estado en tanto que capturado por intereses de la élite; promovía movimientos de izquierda más radical o revolucionarios.

Llegada la década de 1990, el desmoronamiento del socialismo y la posterior desaparición de la Unión Soviética señalaron el ocaso de dicha visión radical dependentista, si bien muchos de sus postulados fueron recogidos en los análisis sociales de las corrientes de la EPI crítica.

En contraste, con la apelación a movimientos revolucionarios, la versión más moderada pro-pugnaba un papel central para el estado, que debía liderar el cambio. Su derivado práctico fue la creación, en 1977, del Programa de Estudios Conjuntos sobre las Relaciones Internacionales de América Latina (RIAL). Dicha iniciativa estratégica dio otro sello de origen a la EPI en América Latina, con una fuerte inclinación a la búsqueda de resquicios para la construcción de políticas públicas. Sus análisis se concentraban en las relaciones de poder asimétricas con un esfuerzo por operativizar los mecanismos que cristalizan las asimetrías así como las políticas para el cambio. La mirada se volcó de lleno al gigante americano y así surgió un campo de estudio muy dinámico, en su momento focalizado en la economía de Estados Unidos y su proyección sobre la región. Se postulaba que la única vía posible para romper con las relaciones de subordinación era generar recursos e imaginación política para un nuevo estilo de inserción. El objeto de estudio fue la inserción externa y su concepto central, la búsqueda o preservación de la autonomía.4 Así se tratará que los países “enfrenten mediante estrategias que les permitan controlar y escoger sus formas de participación en términos de maximizar los beneicios y minimizar los costos derivados de su integración en el sistema, conservando sus estilos de desarrollo y con ellos sus objetivos, intereses y valores”.5

La autonomía no sólo se veía como factor indispensable para el desarrollo, sino que el concepto también empezó a vincularse con la política exterior. A nivel nacional, la autonomía se consideraba como una salvaguardia contra los efectos negativos de la dependencia; a nivel externo, se vio como un instrumento para airmar intereses en el sistema internacional. Para ello se debía separar en cada caso el interés nacional de la potencia dominante: “La clave estaría en la ijación de una visión estratégica coherente que permita el ‘manejo’ adecuado del proceso de transnacionalización. Ello llevaría a ingresar en el terreno de la voluntad política y el de la

‘virtuosidad’ de las élites gobernantes para saber aprovechar los márgenes de negociación.”6

En muchos sentidos, la bibliografía sobre la autonomía que se produjo en América Latina 4.

O’Donnell y Linck 1973; Jaguaribe 1979; Puig 1980; Sunkel 1980.

5.

Sunkel y Tomassini 1984, 71-72.

6.

Tokatlian y Pardo 1979, 371.

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Diana Tussie

durante la década de 1980 sostuvo un puente conceptual entre la Escuela de la Dependencia y las dos teorías dominantes de las relaciones internacionales en Estados Unidos, el Realismo Clásico y la Interdependencia que se esbozará en lo que sigue. Esta fusión de conceptos tomados de la Dependencia, el Realismo y la Interdependencia, constituye un modelo híbrido latinoamericano que se convirtió en un mecanismo central para analizar la política internacional desde muchos países de la región.7

En su conjunto, la EPI en su vertiente latinoamericana maniiesta una tendencia hacia el conocimiento práctico y aplicado para atender problemas de coyuntura. Ello signiica, por un lado, que los temas abordados han seguido en gran medida la agenda de los países; y por el otro, que los cuadros formados en la investigación son llamados comúnmente a ocupar cargos públicos. La realidad marca el paso. Y en ese son, con los vertiginosos cambios de los años 90, la preocupación por la autonomía fue reemplazada por la apertura, la internacionalización, la aceleración de los procesos de integración regional y las negociaciones comerciales. Además de la desaparición de la competencia estratégica entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los procesos de democratización, integración regional e internacionalización de las economías de América Latina impulsaron enfoques pragmáticos. El tema de la integración regional abunda en este periodo, visto como un instrumento fundamental para impulsar el desarrollo y fortalecer la posición conjunta. La “primacía de lo práctico”8 signiica que para buena parte de la producción, el diálogo con los teorizadores del norte está obstaculizado. No así con los think tanks, sedientos de conocimiento empírico para su propia ventaja, como pueden ser Inter-American Dialogue o Brookings.

El mundo anglosajón: Crecimiento disciplinario e impulso teórico El nacimiento de la EPI con este nombre se dio en el mundo anglosajón y surgió de las entrañas de los debates en RI. También el contexto político tenía una problemática que recibió un gran impulso, primero, como subdisciplina de las RI, y luego con creciente autonomía propia, a partir de la crisis del sistema de Bretton Woods en 1971, la subida de los precios del petróleo de 1973, la guerra de Vietnam y las demandas articuladas desde la periferia, también entonces llamada tercer mundo. En la actualidad, los argumentos de las teorías dependentistas antes expuestas se consideran superados; sin embargo, en su momento, su audacia y sencillez ejercieron una inluencia a nivel internacional. Este conjunto de eventos puso de relieve lo que Richard Cooper denominó la economía de la interdependencia, en tanto y en cuanto el surgimiento de la Organización de Productores y Exportadores de Petróleo y la declinación del dólar dieron por tierra la “naturalidad” de las reglas y desenmascararon intereses.9 Trayendo a la luz las dimensiones económicas, esta escuela de pensamiento nació en oposición a los enfoques más conservadores que impregnaban la política exterior de Estados Unidos con una visión hostil del escenario internacional, lo que llevaba a insistir en la recomposición hegemónica norteamericana sin atender a la lógica de la interdependencia económica.

Así como la autonomía es el concepto organizador en la experiencia latinoamericana, en la escuela norteamericana lo son la hegemonía y la construcción de normas o regímenes internacionales 7.

Tickner 2011.

8.

Ibid. 2008.

9.

Cooper 1972.

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El estudio de la Economía Política Internacional a manera de proveer estabilidad al orden económico. De ahí surge la pujanza del concepto de estabilidad hegemónica y sus múltiples debates. La teoría de la estabilidad hegemónica deiende la necesidad de un estado hegemónico para sostener un orden económico liberal en el cual el estado hegemónico es el que carga con el peso de mantener el orden y el resto de los participantes son sus beneiciarios, en tanto que tienen acceso libre al mercado nacional del hegemón para sus exportaciones. De no prevalecer ese polo hegemónico, se produciría el derrumbam-iento de un orden dado.10

Distanciándose de estos argumentos de índole realista surgió la corriente interdependentista (véase también el capítulo 3). Apoyados en análisis históricos, sus defensores muestran cómo es posible la cooperación en ausencia de hegemonía. Con ello también cuestionan la preeminencia del postulado realista de la competencia estratégica entre estados y la sustituyen por la creciente importancia de la interdependencia económica y de la cooperación a través de organismos internacionales.

La interdependencia se reiere a situaciones caracterizadas por efectos recíprocos (aunque no necesariamente simétricos). La interdependencia es compleja y tiene tres características principales:

1. La existencia de canales múltiples que conectan a las sociedades.

2. La agenda de las relaciones interestatales consiste en múltiples temas sin una jerarquía clara o sólida.

3. En presencia de la interdependencia económica, los desacuerdos se resuelven de forma cooperativa aunque la fuerza militar retenga su relevancia para las relaciones con un bloque rival.

Así se produjeron las más grandes contribuciones de los llamados interdependentistas. Robert O. Keohane y Joseph S. Nye son los padres más notables y agudos promotores de esta corriente analítica. Sus textos fundacionales son Poder e interdependencia y Después de la hegemonía, en los cuales se enfrentan a las premisas centrales del Realismo, a saber, que no hay orden sin presencia de grandes potencias y sin autoridad y dirección, es decir hegemonía.11 De la mano de sus análisis de regímenes internacionales especíicos (monetario, comercial y del mar), sostienen que la ausencia de hegemonía y el manejo pluralista conlleva mayor cooperación; y promueve relaciones más estables y de mayor beneicio para los actores internacionales. Los interdependentistas tienen una aproximación más abierta al entorno global, el cual perciben como un medio creativo y accesible para emprender cambios relativamente controlables de acuerdo con los intereses y objetivos estadounidenses. Los conocidos conceptos de soft power y smart power fueron acuñados por Nye.12 Esta escuela es considerada hoy la ortodoxia de la EPI y llegó a ocupar un espacio político importante primero en el gobierno del presidente Clinton y luego en el de Obama.

En paralelo con la escuela norteamericana, se produjo la iniciativa estratégica de la escuela inglesa, que confronta tanto las visiones estatocéntricas de la interdependencia como las preocupaciones sobre la hegemonía como resabio del imperialismo estadounidense. El primer 10. Gilpin 1981; Kindelberger 1981, 1983.

11. Keohane y Nye 1977; Keohane y Nye 1984.

12. http://www.huingtonpost.com/joseph-nye/smart-power_b_74725.html 54

Diana Tussie

señalamiento de esta escuela fue su exposición de las luchas de poder entre los países centrales en el periodo de Bretton Woods, de 1945 a 1971. El relato absorbente se encuentra en dos volúmenes dirigidos por Andrew Schonield.13 Lo novedoso de estos estudios es la manera en que borran toda separación entre política exterior y política interior. En el análisis, ambas se determinan recíprocamente y se vinculan tanto que forman un mismo proceso con impactos sensibles sobre la toma de decisiones. El volumen sobre inanzas a cargo de Susan Strange fue una cabeza de playa para la EPI, dada la extraordinaria inluencia que luego tendría Strange al obtener en 1977 una cátedra en el Departamento de Relaciones Internacionales de la Escuela de Economía de Londres. A medida que el campo se desarrolló liderado por Strange, se inició un virulento combate de ideas con la escuela estadounidense. La escuela británica sostiene desde un principio que las lecturas sobre la hegemonía son una mera codiicación teórica de las políticas de poder de Estados Unidos;14 por tanto, son de poca utilidad para Europa y, en lo general, para la gran mayoría de los países: “para los ojos no americanos, hay algo exagerado en llorar y gemir ante la caída de la república imperial. Ésa no es la visión que tenemos en Europa, en Japón, en América Latina o incluso en Oriente Medio.”15

Con un sesgo antiamericano, se esforzará por aglutinar las preocupaciones periféricas, tanto en sentido geográico como teórico, temático o de género, y así construir desde las antípo-das una EPI “no hegemónica”. En 1991 se publicó el volumen compilado por Craig Murphy y Roger Tooze, The New International Political Economy, que más tarde dio lugar a una nueva revista con ese nombre, abrió espacios y conirió un gran impulso al movimiento británico. Esta escuela parte de una percepción decididamente estructuralista del sistema internacional. No se reiere al sistema político, sino a la estructura de una economía mundial en la que las relaciones entre los estados están ampliamente determinadas por las relaciones de producción, junto con sus pactos para los movimientos de capital, conocimiento y bienes (pero no de migrantes ni desplazados). Rechaza las postulaciones liberales de los interpendentistas sobre los organismos internacionales (véase el capítulo 3) dado el escepticismo respecto de su conformación como de sus logros.16 Con esta postura, y por su perspectiva sistémica, puede emparentarse con los postulados de la escuela híbrida latinoamericana. Ambas vertientes crecen sin contacto pero en paralelo. Las vincula, casi como marca de la época, una visión de conjunto y un anclaje en la perspectiva histórica. En la visión de conjunto se conciben los fenómenos económicos como partes de una totalidad jerárquicamente estructurada y por tanto como fenómenos políticos.

La perspectiva histórica enmarca los fenómenos en su génesis y desarrollo y da cuenta de las interrelaciones asimétricas entre países. La diferencia es que en la escuela latinoamericana priman las relaciones centro-periferia, mientras que en la perspectiva anglosajona no hay casi mención o estudio de la periferia, la cual queda relegada a un segmento de la economía internacional. Sólo los países centrales que dieron forma y contenido al sistema merecen la principal atención.

Si bien ambas vertientes apenas se cruzaron en su desarrollo, comparten una orientación estructuralista por la que se centran en el análisis sistémico, el papel de los organismos internacionales, el papel de las empresas transnacionales, el comercio internacional, el sistema 13. Schonield 1976.

14. Strange 1987.

15. Ibid. 1982, 482.

16. Tussie 1991.

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El estudio de la Economía Política Internacional monetario y inanciero internacional y los procesos de integración regional. Estos enfoques se han caracterizado, en algunas ocasiones, por una visión más descriptiva que analítica, a pesar de que muchos utilizan el análisis estructural o sistémico; no obstante, todos tienen en común la utilización de variables económicas, políticas, sociales, geográicas, tecnológicas y culturales en sus análisis, lo que ha diicultado el diálogo con la economía propiamente dicha, dada la falta de formalización matemática y de modelos econométricos. Además, en ambos prima el interés por el cambio, en contraste con la escuela estadounidense, más preocupada por las fuentes o raíces del orden.

A medida que se desarrollan estos campos también se profundizan sus diferencias. En el mundo anglosajón se conforma un área con pujanza y credibilidad, con escuelas y debates intensos y revistas especializadas con una separación entre pensadores y practicantes.

En el mundo latino, en contraste, se dan con altos niveles de interpenetración entre las esferas académicas y la formulación de políticas. La interpenetración con la formulación de políticas en nuestra región es tanto su fuerza como su debilidad, pues el fenómeno de puertas circula-torias implica una dinámica académica inestable que diiculta la formación de nuevas generaciones de académicos capacitados en esta área. Pero en la medida en que se consolidaban en la mayoría de los países de América Latina la apertura comercial y la negociación de acuerdos comerciales, se produjo un crecimiento importante en el análisis de cómo funciona el sistema.

No podemos cerrar esta sección sin mencionar la creciente importancia y la riqueza conceptual de la escuela crítica. Dicha escuela se distancia de la presión de la coyuntura que sufren las anteriores y retoma el análisis de Antonio Gramsci en la inluyente labor del canadiense Robert W. Cox, quien puso en el centro de la escena la hegemonía no sólo como un orden entre estados, a la usanza de la escuela estadounidense, sino como la aceptación social del ejercicio del poder. La hegemonía “es también un complejo de relaciones sociales internacionales que liga a las clases sociales de los diferentes países. La hegemonía mundial es una estructura social, una estructura económica y una estructura política, no sólo una de ellas. Se expresa en normas e instituciones que implican reglas de comportamiento para los estados y las fuerzas sociales.”17

Como se desprende, el planteamiento presta una atención muy especial a las dimensiones propiamente ideológicas de las relaciones internacionales en la medida en que contribuyen a sostener o debilitar un orden mundial. Con la EPI crítica resurge la insistencia en la lógica global del sistema y sus cadenas de dependencia, pero también el impulso transformador de las fuerzas sociales en el devenir del propio sistema. De las entrañas de estos planteamientos surgieron la escuela feminista (véase el capítulo 6), el Constructivismo (véase el capítulo 4) y la escuela posmoderna (véase el capítulo 7), aunque procedentes de corrientes de pensamiento diferentes y como parte de lo que se ha venido a denominar escuelas posracionalistas. En conjunto, estas corrientes ponen en tela de juicio a todas las escuelas racionalistas anteriores que tienen en común su preocupación por conocer cuáles son los intereses y las preferencias de los agentes y cómo dan por resultado políticas. Las escuelas posracionalistas comparten una preocupación por conocer cómo y por qué los agentes tienen determinados intereses y preferencias y cómo los afectan sus factores históricos y sociológicos. Con el Constructivismo se ha puesto de relieve el estudio de cómo la percepción de los actores determina su comportamiento, lo que a su vez inluye en cómo se estructuran dichas relaciones.

17. Cox 1983, 172.

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Diana Tussie

Conclusiones

En la EPI compiten diversos planteamientos teóricos que no sólo se distinguen por los problemas que abordan, sino también por la elección del marco de análisis y sus premisas como se sintetiza en el cuadro 1. Las premisas exponen tanto intereses cognoscitivos como cuestiones de principio. ¿Es el orden económico internacional justo?

¿Es aceptable? ¿Puede ser reformado? ¿Dónde residen las fuerzas conservadoras y las transformadoras?

Nuestro acercamiento a estos conceptos está inspirado en el doble propósito de contribuir a una consideración sobre la fecundidad de las diversas perspectivas y al intento de consolidar el sendero propio. Consideramos importante, para entender el estado actual y las expectativas de desarrollo de nuestra disciplina, una aproximación que sitúe los intereses que dan fundamento, arman, condicionan y motivan la política exterior. El desafío consiste en poner en pie de igualdad los intereses económicos con los análisis tradicionales.

Si me has seguido hasta acá, concluirás conmigo que hoy la globalización puede permitir que la EPI comience una discusión con las teorías de las relaciones internacionales y se convierta en un campo creciente de investigación académica. Esto será el resultado de los postulados siguientes:

La globalización no es un suceso espontáneo e ineluctable resultante de las fuerzas del mercado y de los avances técnicos, sino un proceso construido y moldeable o modelable.

Así como el estado ve erosionada su soberanía desde fuera por las dinámicas globales, desde dentro surge una realidad subnacional, multiétnica y multicultural de la que también debemos dar cuenta.

El análisis actual de los actores aparece estrechamente ligado a la globalización; así, debemos reivindicar una amplia constelación de actores, como las empresas, los migrantes, la sociedad civil, en tanto que la política no es sólo lo que hacen los políticos.

Si la actividad económica transforma al sistema político, el inspector Poirot debe seguir la ruta del dinero para abrir la discusión sobre los actores hacia los valores que deienden y los intereses a los que obedecen.

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Género y Relaciones Internacionales

6. Género y Relaciones Internacionales:

Una mirada feminista “poscolonial”

desde América Latina

Marianne

H.

Marchand

Son las 4:30 am y Xóchitl, una joven de 23 años, empieza su rutina diaria.1 Eso implica preparar el desayuno y la comida para sus dos hijos, Marisol de 7 años y José de 5 años.

Aunque Xóchitl tiene que salir de su casa antes de que sus hijos se levanten y se preparen para ir a la escuela, ella quiere dejar todo listo para ellos: sus mochilas, su almuerzo y su uniforme.

Su hermana Dolores se encarga de llevar a los niños a la escuela y recogerlos a mediodía. A Xóchitl no le gusta mucho el hecho de que no puede estar en su casa cuando despiertan sus hijos y que tampoco puede acompañarlos a la escuela, pero como madre soltera debe trabajar para sostener a su familia. Además, tiene todavía a su mamá, quien sigue viviendo en un pueblo en Oaxaca y a la que envía cada mes unos mil pesos para contribuir a su sustento. Xóchitl tiene que presentarse a las 7:00 am en el trabajo, una maquiladora de una compañía transnacional electrónica. Su turno es de 7:00 am a 4:00 pm, pero tiene que viajar en transporte público al otro lado de la ciudad, lo cual le toma entre hora y media y dos horas. En los últimos 15 años, Ciudad Juárez se ha vuelto cada vez más peligrosa para mujeres jóvenes que dependen del transporte público. Las jóvenes como Xóchitl están muy conscientes de los feminicidios, pero no tienen muchas alternativas para desplazarse por la ciudad.

La vida de Xóchitl, aunque icticia, releja la realidad de muchas mujeres que viven en ciudades fronterizas como Tijuana y Ciudad Juárez. Generalmente, las vidas de mujeres como Xóchitl son “invisibles” en los análisis convencionales ( mainstream) de las RI. No obstante, esas mujeres y su realidad cotidiana son parte del sistema internacional. Por ejemplo, viven en una zona fronteriza muy militarizada por ambos estados. Mientras que el gobierno de Felipe Calderón dedicó todo su sexenio a la guerra contra el crimen organizado, su contraparte, el gobierno estadounidense, endureció y puso énfasis en la seguridad de la misma frontera como elemento clave de su guerra contra el terror y su política para controlar el lujo de migrantes indocumentados. Más adelante analizaremos, desde una perspectiva de género o feminista, cómo las dos guerras contra el crimen organizado y el terror están relacionadas con los feminicidios.

Pero las realidades cotidianas de las mujeres como Xóchitl van más allá del tema de la violencia y la (in)seguridad. Por su trabajo en una maquiladora, sus vidas están intrincadamente vinculadas con la economía política global. Decisiones tomadas en la matriz de la compañía 1.

La historia y las personas son inventadas, pero se basa en relatos de mujeres que trabajan en las maquiladoras. Para tener una idea de la vida cotidiana de mujeres como Xóchitl, véase el documental Maquilápolis de Vicky Funari y Sergio de la Torre (2006), http://www.maquilopolis.com/project_eng.htm 58

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transnacional afectan el futuro de su trabajo, su ingreso y sus condiciones laborales. No obstante, pocas veces las realidades que viven estas mujeres son consideradas en las RI. La historia de Xóchitl representa una mirada diferente a las RI y la economía política global, una mirada subalterna (desde la perspectiva de los pobres y los vulnerables de la sociedad), una mirada con un enfoque de género y una mirada de una de muchas realidades vividas en América Latina.

El objetivo de este capítulo es presentar un análisis, o visión general, de las relaciones internacionales desde una perspectiva de género o feminista “poscolonial”. Para tal ejercicio, el capítulo está dividido en dos secciones: la primera tratará conceptos como género, feminismo y poscolonialismo; la segunda abarcará la temática de la violencia y la (in)seguridad desde el enfoque feminista poscolonial.

Género, feminismo poscolonial y conocimiento subalterno Para muchas personas, incluidos académicos y tomadores de decisiones, el concepto de género se reiere a las mujeres. Sin embargo el concepto es mucho más amplio. Para Anne Sisson Runyan y Spike Peterson, por género se entiende: “los comportamientos socialmente aprendidos, las actividades repetidas y las expectativas idealizadas que se asocian y permiten distinguir entre los papeles de género prescritos de masculinidad y feminidad”.2 Entonces, por género nos referimos no solamente a las mujeres, sino también a los hombres, a las feminidades como a las masculinidades.3

Un análisis de género tiene que tomar en cuenta múltiples dimensiones, entre las que se cuentan: a) lo material, es decir, nuestro entorno tangible; b) nuestras identidades o subjetividades, especialmente las que conciernan a las relaciones y expectativas de género, y c) lo simbólico e ideológico, expresados especialmente en los regímenes de género.4 Revelar estas dimensiones nos da la pauta no sólo para identiicar los mecanismos y estructuras de desigualdad relacionados con el género, sino también para buscar la intersección entre el género, clase, etnicidad, sexualidad, raza, nacionalidad, religión, edad, educación, etcétera. En otras palabras, las oportunidades de una mujer joven de clase media con una educación universitaria son mayores que las de un hombre indígena de 65 años con poca educación formal y una vida de campesino. Obviamente, no están en una posición dominante en la sociedad y el mercado laboral, pero la joven tiene una posición privilegiada respecto al indígena.

En resumen, lo que nos enseñan los ejemplos mencionados con un análisis interseccional tiene que ver con la investigación de diferentes mecanismos y estructuras que generan desigualdades y cómo estas desigualdades se refuerzan unas a otras.

Ahora bien, pueden distinguirse diferentes corrientes teóricas en el feminismo que hasta cierto punto relejan las teorías dominantes de las RI. Por ejemplo, desde la articulación de la segunda ola del feminismo de las décadas de 1960 y 1970 se distingue entre el feminismo liberal y el feminismo socialista. Por feminismo liberal, a veces llamado feminismo burgués, se entiende un feminismo que está enfocado en la igualdad entre hombres y mujeres aunque no cuestiona, por ejemplo, el sistema capitalista ni la democracia liberal. En el contexto de los estudios de de-2.

Peterson y Runyan 2010, 2.

3.

Para ejemplos de estudios de hombres y masculinidades, véase Ling 1999; Whitworth 2004; Hooper 2008; Parpart y Zalewski 2008.

4.

Marchand y Runyan 2011, 11.

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sarrollo, se ha asociado el feminismo liberal o la aproximación de mujeres en desarrollo ( women in development) al proceso de integrar a las mujeres en estructuras existentes, una práctica que ha sido llamada add women and stir (“agregue mujeres y revuelva”). Por su parte, el feminismo socialista critica la doble opresión de las mujeres, tanto por el sistema capitalista, como por las desigualdades del sistema de género. En otras palabras, las mujeres se enfrentan a una doble desigualdad o relación de dominación y subordinación.

El feminismo que ha sido más controvertido es el feminismo radical, en particular por su asociación con el movimiento lésbico (véase el capítulo 7). El feminismo radical se dedica principalmente a cuestionar el sistema patriarcal o patriarcado y sus efectos para la generación de desigualdades de género. El argumento principal es que el sistema patriarcal deine relaciones y mecanismos de dominación y subordinación en diferentes contextos, como la política, el mercado y la vida cotidiana. Para las feministas radicales, una forma de tratar de eliminar el sistema patriarcal es salirse del mismo y crear espacios autónomos fuera del sistema.5

Las diferencias entre las corrientes feministas no son realmente el tema de este capítulo.

De hecho, estas corrientes son hasta cierto punto complementarias y cada una contribuye al entendimiento de cómo las relaciones internacionales están incrustadas en las relaciones de género y viceversa.

Aunque las corrientes feministas mencionadas todavía tienen representatividad, se han introducido otras aproximaciones. Entre ellas se encuentra el feminismo poscolonial,6* propuesto por autoras como Gayatri Spivak, Chandra Mohanty y Trin Minh-ha, y llevado a la disciplina de RI por académicas como Marchand y Parpart, Ling, Agathangelou y otras (véase el capítulo 7).7 La contribución del feminismo poscolonial ha sido importante por su enfoque en la cuestión de representación por medio del concepto de otredad. En las palabras de Mohanty en su famoso artículo “Under western eyes”:

Una comparación entre la autorrepresentación feminista occidental y las representaciones feministas occidentales de las mujeres del Tercer Mundo arroja resultados interesantes. Imágenes universales de las mujeres del Tercer Mundo (la mujer con velo, casta, virgen, etc.), imágenes construidas mediante el agrega-5.

Véase Stevens 2007, 47-150; Marchand y Parpart 1995.

6.

El conjunto de ideas comúnmente referido como teoría poscolonial maneja algunos conceptos centrales.

Su punto de partida es que el mundo contemporáneo no se puede entender sin tomar en cuenta la historia colonial, es decir, la dominación del llamado Occidente sobre el resto del mundo durante varios siglos. No obstante el hecho de que los países latinoamericanos, asiáticos y africanos se han descolonizado políticamente, los mecanismos de dominación no se han terminado con su independencia. Con esta postura, los teóricos poscoloniales se reieren más que nada a mecanismos de dominación que van más allá de las dimensiones políticas y económicas. Han prestado mucha atención a discursos que reairman las relaciones desiguales por medio de mecanismos como la representación del “otro”, que es visto como “no civilizado”, no democrático y no racional, entre otras características. En contraste, a los representantes de Occidente se les caracteriza como lo opuesto: modernos, democráticos, racionales, etc. Además, en la representación del “no Occidente”

se utiliza la técnica de borrar diferencias entre personas y grupos muy distintos, agrupándolos en categorías generales como mujeres tercermundistas (“Third World women”) o indígenas. Otra dimensión importante de la teoría poscolonial es la preocupación de dar voz a grupos y personas marginados y tradicionalmente silenciados, los llamados subalternos, en términos de sus aportaciones a la historia y el desarrollo de la nación. Para más información véase Sankaran Krishna 2009; Bill Ashcroft, Gareth Grifiths y Helen Tifin 1995; Marchand y Parpart 1995.

7.

Trin Minh-ha 1989; Chandra Talpade Mohanty 2003; Gayatri Chakravorty Spivak 1988; Marchand y Parpart 1995; L. H. M. Ling 1999; Anna M. Agathangelou y L. H. M. Ling 2004, 517-538.

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do de la “diferencia del Tercer Mundo” a la “diferencia sexual”, están basadas en (y por lo tanto recalcan) los supuestos acerca de la mujer como laica, liberada y con control sobre su propia vida. Con lo anterior no postulo que las mujeres occidentales sean laicas, liberadas y que tengan el control de su propia vida. Me reiero a una autorrepresentación discursiva, no necesariamente a la realidad material.8

La crítica de las feministas poscoloniales no queda en la parte de la representación y ho-mogenización de mujeres tercermundistas, un proceso que ha sido referido como generar la otredad o el otro (othering), sino que se enfoca también en silenciar sus voces. De allí resulta que las feministas poscoloniales se concentran precisamente en romper la representación de las mujeres tercermundistas por parte de las feministas occidentales y crear espacios para poder escuchar las voces silenciadas de las mujeres latinoamericanas, africanas, asiáticas; en pocas palabras, de las mujeres “no occidentales”. Las feministas poscoloniales rechazan construc-ciones discursivas de categorías como “mujeres occidentales” y “mujeres tercermundistas”.

Recientemente, el pensamiento poscolonial en América Latina se ha dirigido hacia su representación por medio de la construcción teórica, sociocultural y geopolítica del continente.

Intelectuales como Enrique Dussel, Walter Mignolo y Arturo Escobar han postulado que América Latina releja una representación occidental del conjunto económico, político y sociocultural que conocemos como América Latina.9 Esta construcción teórica es una representación (violenta) que no permite a los intelectuales “locales” entender y analizar a América Latina con sus propios conceptos teóricos. Por tanto, lo que se requiere es una descolonización de las teorías que dan un signiicado a América Latina y llegar a una postura posoccidental.10

Tomando esta idea, se sugiere que una perspectiva feminista poscolonial (o posoccidental) irá un paso más allá y tendrá como objetivo no sólo descolonizar teorías occidentales, sino también los sesgos de género incrustados en ellas. El objetivo es generar espacios para personas subalternas, en particular mujeres “excluidas” (como mujeres indígenas, rurales, con estatus socioeconómico bajo), para tener voz y poder articular los temas importantes y desde conceptos propios. Varias feministas latinoamericanas han contribuido a desarrollar una perspectiva feminista poscolonial (latinoamericana). Entre ellas se encuentran Patricia Chávez, María Lugones y Rosalva Aída Hernández Castillo.11 En sus trabajos han cuestionado en particular la subalternidad y la exclusión de las indígenas de las sociedades latinoamericanas contemporáneas.12 En las palabras de Rosalva Aída Hernández Castillo: La tensión entre occidentalismo, como estrategia discursiva que integra silen-ciando las especiicidades (Mignolo 1998) y el orientalismo, como estrategia que exotiza y construye al “otro” como el alter ego del sujeto moderno, también se ponen de maniiesto en la literatura feminista latinoamericana. [Las feministas latinoamericanas] siguen asumiendo que todas las mujeres de América Latina enfrentamos los mismos problemas de salud reproductiva (en el primer caso) y entendemos la emancipación de la misma manera, en el segundo.13

8.

Mohanty 2003, 42.

9.

Véase Dussel 1992; Arturo Escobar 1998; Mignolo 2007.

10. Mignolo 1998, 26-49.

11. Chávez, Quiroz, Mokranis, Lugones s.f.; Hernández Castillo 2001.

12. Chávez et al. (n.d.).

13. Hernández Castillo 2008, 88-89.

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No obstante, hasta ahora la perspectiva feminista poscolonial o descolonial14 no ha llegado las RI en América Latina. En el resto de este capítulo se abordarán los temas de violencia e inseguridad, centrales para las RI desde un enfoque de género, en particular desde una perspectiva feminista postcolonial.

Aunque lo anterior suena como un proyecto interesante y emancipador, hay una diicultad que superar. Si, hipotéticamente, se logrará desarrollar una perspectiva propia de las RI a partir de conceptos y conocimientos subalternos, y con eso “descolonizar” las teorías dominantes de la disciplina, ¿será posible tener “conversaciones” con aquellos que no comparten el nuevo herramental conceptual? Es decir, ¿habrá múltiples discursos de RI sin poder entrar en un espacio discursivo compartido por las diferentes partes? La respuesta tentativa a estas preguntas es no, porque el objetivo principal del feminismo poscolonial es crear el espacio discursivo para que las representaciones de las feministas occidentales sean contrapuestas por representaciones endógenas latinoamericanas, reconociendo múltiples diferencias entre mujeres y feministas. Eso puede también dar por resultado una agenda distinta acerca de las prioridades que se deben atender. En la siguiente sección se analizará el tema de la violencia y la (in)seguridad desde un enfoque feminista poscolonial.

Violencia e (in)seguridad: Una mirada feminista poscolonial15

Habitualmente, la violencia y la seguridad tienen un signiicado especíico en el estudio de las RI. La violencia se relaciona muchas veces con su uso legítimo por parte del estado (nacional); y por su parte, la seguridad se reiere a la seguridad nacional del mismo estado (véase el capítulo 11). A partir de la década de 1990, los estudios críticos de seguridad y el nuevo enfoque de las Naciones Unidas hacia la seguridad humana abrieron el espacio para estudiar y analizar la seguridad desde una perspectiva centrada en las personas. No obstante esta importante apertura, el concepto de seguridad humana y la aproximación crítica de la seguridad nunca pudieron reemplazar enteramente la perspectiva tradicional arraigada en la seguridad del estado. Y, en particular después del ataque a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, se ha vuelto a reforzar la relación entre el estado y la seguridad. Entonces, ¿cómo podemos entender la violencia, la inseguridad y la seguridad desde un enfoque de género, particularmente desde una perspectiva feminista poscolonial?

Para adentrarnos en lo anterior, comparemos dos ejemplos de violencia e (in)seguridad: la guerra contra el crimen organizado del expresidente mexicano Felipe Calderón y los feminicidios que han salido a la luz pública desde mediados de la década de 1990, gracias a que grupos de mujeres y feministas empezaron a reconocer ciertos patrones en las muertes en Ciudad Juárez. Tal comparativo nos ayudará a identiicar los diferentes discursos acerca de la violencia y la (in)seguridad.

14. Varios autores “poscoloniales” preieren utilizar la terminología descolonizar o descolonial, para relejar el proceso de salir del colonialismo (teórico). En este trabajo se utiliza el término poscolonial para mostrar la continuidad entre las intervenciones poscoloniales de personas como Edward Said, Chandra Mohanty o Gayatri Spivak, y aproximaciones posoccidentales o descoloniales latinoamericanas.

15. Para un análisis de la seguridad desde un enfoque de género, centrado en las tensiones entre la seguridad tradicional, por un lado, y la seguridad humana, ciudadana y seguridad pública por otro, véase el excelente análisis de Trujillo 2013.

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Aunque el análisis se enfoque en los acontecimientos de México, hay que señalar que no es el único país en América Latina donde existe la problemática de los feminicidios. Otros países donde la violencia de género, en particular los feminicidios, ha aumentado son Guatemala y Costa Rica en Centroamérica, y Argentina y Perú en Sudamérica.16 No obstante, como se muestra abajo, el término feminicidio fue acuñado en el contexto mexicano por la feminista (mexicana) Marcela Lagarde. Además Ciudad Juárez se ha convertido en el sitio “emblemático” de la violencia extrema, y casi siempre sexualizada, hacia las mujeres. Por tanto, en nuestra comparación nos enfocamos en la situación mexicana para ilustrar cómo el análisis feminista poscolonial sirve para entender la complejidad de violencia y seguridad.

Pero primero es importante identiicar las perspectivas de género respecto a la cuestión de seguridad. Según Ann Tickner, desde un enfoque de género la seguridad es un concepto

“esquivo y parcial”,17 lo cual la lleva a la postura siguiente: Las perspectivas feministas sobre seguridad supondrían que la violencia, ya sea internacional, nacional o en el ámbito doméstico, está interconectada. La violencia familiar debe ser vista en el contexto de las relaciones de poder más amplias; ocurre en una sociedad que ha internalizado los papeles de género, en la cual el poder masculino domina en todos los niveles. Cualquier deinición feminista de seguridad debe, por lo tanto, abarcar la eliminación de todos los tipos de violencia, incluyendo la violencia producida por las relaciones de género de dominación y subordinación.18

Además, Tickner postula que las mujeres son actores importantes para identiicar y eliminar la inseguridad y la violencia. Peterson y Runyan concuerdan con Tickner en su conceptualización de género y seguridad, y agregan las dimensiones interseccionales de la violencia racial, étnica, de clase y de sexualidad para exponer las violencias relacionadas con diferentes formas de dominio y subordinación.19 Si adoptamos esta perspectiva interseccional, ¿cómo podemos identiicar y analizar las modalidades de violencia e inseguridad por las que han pasado el estado y la sociedad mexicanos? En cuanto a la comparación entre el feminicidio20 y la guerra contra el crimen organizado es importante señalar que son dos expresiones de violencia e inseguridad, inscritas en dos lógicas distintas pero relacionadas.

Los antecedentes del concepto de feminicidio se remontan al libro de Diana Russell y Jill Radford Femicide: The Politics of Woman Killing. Basándose en su concepto de feminicidio, la antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde lo toma como punto de partida para una elaboración adaptada al contexto mexicano:

Nuestras autoras [Diana Russell y Jill Radford] deinen al feminicidio como crimen de odio contra las mujeres, como el conjunto de formas de violencia que, en ocasiones, concluyen en asesinatos e incluso en suicidios de mujeres.

Identiico algo más para que crímenes de este tipo se extiendan en el tiempo: es la inexistencia del estado de derecho, bajo la cual se reproducen la violencia sin límite y los asesinatos sin castigo, la impunidad. Por eso, para diferenciar los términos, preferí la voz feminicidio para denominar así al conjunto de delitos de 16. Véase Fregoso y Bejarano 2010; Carcedo y Sagot 2000.

17. Tickner 2001, 62.

18. Ibíd. 1992, 58

19. Peterson y Runyan 2010, 149.

20. Para una deinición del concepto, véase más adelante.

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lesa humanidad que contienen los crímenes, los secuestros y las desapariciones de niñas y mujeres en un cuadro de colapso institucional. Se trata de una fractura del estado de derecho que favorece la impunidad. Por eso, el feminicidio es un crimen de estado.21

Con base en esta deinición del feminicidio se han desarrollado métodos para poder identiicar feminicidios y distinguirlos de otros tipos de violencia, en particular contra la mujer.

Es así que diferentes grupos de mujeres, feministas y movimientos sociales han apoyado el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) y sitios en Internet para difundir información y datos actualizados sobre las ocurrencias de feminicidios. Además, el tema de los feminicidios ya se ha llevado a otros países latinoamericanos y a España en particular.22 Una dimensión importante de dichas actividades, tanto por parte de académicas, como por parte de la sociedad civil y el poder legislativo,23 es que han tomado una perspectiva interseccional y multidimensional de la violencia e inseguridad, como explican las autoras Tickner, Peterson y Runyan. Por ejemplo, en el reciente Estudio Nacional sobre las Fuentes, Orígenes y Factores que Producen y Reproducen la Violencia Contra las Mujeres,24 no solamente se identiican diferentes tipos de violencia, sino que también se establece una diferenciación entre mujeres víctimas por zonas geográicas del país y se presenta el contexto social, incluidas otras dimensiones de dominación y subordinación, lo cual da pie a la multidimensionalidad e interseccionalidad de la violencia y la inseguridad. En dicho estudio se formularon las siguientes preocupaciones que no se han atendido:

...aquellas formas de violencia que afectan a las mujeres en espacios públicos o comunitarios y que se nutren de las otras violencias, que se expresan también en claves de género, aunque no se dirijan exclusivamente hacia las mujeres.

...responder a la cuestión de qué tanto y de qué manera la violencia social y la criminal intensiican la violencia hacia las mujeres en México.

...responder a la cuestión de qué tanto las categorías del género pueden explicar las diferencias en los resultados del análisis de las diversas formas de violencia.

...si la huella de la pertenencia de las víctimas a un género especíico podía coadyuvar o no a entender las manifestaciones de la violencia en los cuerpos sexuados de mujeres y hombres asesinados.

...entender en qué medida la violencia institucional que ejerce el estado en contra de las mujeres, a partir de la rampante impunidad que priva en delitos como: la privación de la vida, la violación sexual, la sustracción de la libertad, las lesiones derivadas de la violencia de pareja, o familiar, etc., es un incentivo para la extensión o intensiicación de la violencia hacia las mujeres en el territorio social.25

Lo mencionado arriba sirve como trasfondo para la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos analizar y entender las diferentes lógicas de seguridad que se han manifestado en México?

Reiriéndonos a la tabla 1 podemos identiicar y comparar dos contextos de inseguridad y violencia que se han manifestado en los últimos años. El primero fue generado por la guerra contra el crimen organizado en el sexenio del expresidente Felipe Calderón. Esta guerra fue el resultado de una lógica de estado en el sentido de que el gobierno de Calderón buscaba frag-21. Lagarde 2005, 155.

22. Para más información, véase Patsilí Toledo Vásquez 2009; sobre metodología, Otro Tiempo México 2012.

23. Marcela Lagarde fue diputada federal entre 2003 y 2006 y desempeñó un papel importante para promulgar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (1 de febrero de 2007).

24. Riquer Fernández y Castro 2012.

25. Ibíd. , 10.

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mentar a los cárteles para así reducir su poder e inluencia dentro del mismo estado. En otras palabras, la guerra fue iniciada para garantizar la seguridad nacional. Las consecuencias de la guerra son ampliamente conocidas: según el gobierno del sucesor de Calderón, Enrique Peña Nieto, el total de muertos por la guerra suma 70 mil.26 Además, como señalan organizaciones defensoras de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, con la guerra contra el crimen organizado han aumentado las violaciones de los derechos humanos, en particular las perpetradas por las fuerzas armadas.27

Por ejemplo, en el año 2012 la Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió “1 662

denuncias de tortura y malos tratos”.28 Asimismo, durante el sexenio de Calderón más de 26 000 personas fueron desaparecidas.29 Finalmente, se calcula que entre 2006 y 2011, 1.6 millones de mexicanos fueron desplazados forzosamente de sus hogares y lugares de residencia por causa de la guerra.30 En resumen, la guerra contra el crimen organizado ha tenido un costo muy elevado para la sociedad mexicana.

No obstante este costo, el gobierno de Calderón no cambió su estrategia y siguió con la lógica de la seguridad nacional, aparentemente considerando a las violaciones de los derechos humanos y a los muertos civiles como daño colateral.31 Enfrentado a diferentes tipos de seguridad, por ejemplo la seguridad humana relacionada con desastres naturales o seguridad alimentaria, el gobierno de Calderón dio la preferencia a la seguridad nacional y puso la guerra contra el crimen organizado en el primer lugar de su agenda nacional (e internacional). Tan estrecho fue su enfoque en la guerra contra los narcotraicantes, que otros tipos de violencia y problemas de seguridad quedaron marginados o hasta invisibilizados. Por ejemplo, en el Estudio nacional sobre las fuentes, orígenes y factores que producen y reproducen la violencia contra las mujeres,32 se indica que durante el mismo periodo hubo un incremento en los feminicidios, pero parece que su aumento no fue acompañado por una mayor preocupación gubernamental.

Tabla 1. Comparación de violencia e (in)seguridad]

Guerra contra el crimen organizado

Feminicidios

Lógica del estado

Lógica de la “sociedad” (grupos de mujeres)

Prioridad (en la agenda nacional e internacional)

Poca prioridad (en la agenda nacional e internacional)

Invisibiliza otras violencias y formas de insegu-

Voces marginadas, no escuchadas

ridad

Situar los feminicidios en el centro del análisis nos lleva a explorar otra lógica de seguridad desde un enfoque multidimensional e interseccional. Para empezar, los feminicidios relejan 26. “Segob: 70 mil muertos con Calderón”, 15 de febrero de 2013.

27. Amnistía Internacional 2013; Human Rights Watch 2013.

28. Amnistía Internacional 2013.

29. Loc. cit.

30. Díaz 28 de noviembre 2011.

31. Término utilizado por los militares para indicar daños no intencionales relacionados con la guerra.

32. Riquer Fernández y Castro 2012.

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Género y Relaciones Internacionales

una falta de seguridad para una parte de la sociedad mexicana, las mujeres, en particular mujeres de clases socioeconómicas bajas y que radican en estados del norte del país. Esto conduce a las inseguridades cotidianas con que muchas mujeres viven. Como indica la historia de Xóchitl, las inseguridades incluyen tener que utilizar transporte público muy temprano o muy tarde, tener que caminar por espacios públicos mal iluminados o estar expuesta a la violencia familiar. Pero no todas las mujeres enfrentan los mismos tipos de violencia. Por ejemplo, para una mujer indígena en Chiapas, en el sur de México, la violencia familiar o la inseguridad relacionada con su etnicidad o su vulnerabilidad ante desastres naturales por falta de acceso a una vivienda adecuada puede ser más importante que el feminicidio. Esas diferencias son precisamente lo que pone de relieve un análisis multidimensional e interseccional.

El contexto es otra dimensión que es importante considerar. En el caso de los feminicidios, la guerra contra el crimen organizado ha generado un entorno de impunidad y “un ambiente de inestabilidad social que incrementó los homicidios de mujeres en las zonas de conlicto”.33

En palabras de la coordinadora del Estudio Nacional sobre las Fuentes, Orígenes y Factores que Producen y Reproducen la Violencia Contra las Mujeres, Presentación y Síntesis de Resultados, Florinda Riquer Fernández:

En un ambiente de falta de seguridad en general, las más afectadas son las mujeres, y de ellas, las más afectadas son niñas y ancianas. No es tanto que vino el narco y me mató o me enganchó, no necesariamente son muertes directas, lo que parece ocurrir es que en ese contexto donde están quebradas las formas tradicionales de seguridad, hay como una suerte de espacio vacío para hacer de las mujeres lo que quieran. Yo le llamo el síndrome del fuera de lugar.34

Aunque la violencia e inseguridad de las mujeres han recibido atención en los medios de comunicación, no era así a mediados de la década de 1990, cuando grupos de mujeres y feministas empezaron a difundir el fenómeno de los feminicidios en Ciudad Juárez. En realidad, fue por el apoyo del activismo transnacional35 de grupos feministas y de derechos humanos del extranjero que tanto los medios como el gobierno mexicano del presidente Vicente Fox empezaron a cobrar un interés en el tema (véase el capítulo 20). Sin este apoyo, las voces de los familiares de las mujeres asesinadas tal vez no se hubieran escuchado. No obstante, el gobierno nunca emprendió las medidas suicientes para corregir la falta de seguridad con el in de reducir o eliminar los feminicidios. Esa desatención fue el motivo de que en 2009 se produjera el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el estado mexicano por no haber actuado adecuadamente contra los feminicidios. Aunque hay muchas explicaciones de por qué el estado mexicano no ha adoptado una perspectiva de género en el tema de los feminicidios, hay informes y estudios que proveen un diagnóstico de los feminicidios que hacen referencia a relaciones genéricas de dominación y subordinación.36

En resumen, el enfoque feminista poscolonial revela que la (in)seguridad es multidimensional e interseccional. Tomando los feminicidios como ejemplo que contrasta con la seguridad nacional, se revela que la guerra contra el crimen organizado se inserta en una lógica de estado y de seguridad nacional, mientras que los feminicidios relejan una lógica de la sociedad 33. Martínez Huerta, 16 de febrero de 2013.

34. Entrevista con Florinda Riquer Fernández, 13 de febrero de 2013.

35. Para una muestra interesante de la abundante bibliografía sobre activismo transnacional, véase, por ejemplo, Keck y Sikkink 1998; Staudt 2008.

36. Riquer Fernández y Castro 2012.

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y por eso son de menor importancia para el estado. Desde un enfoque feminista poscolonial, es importante mostrar que hay múltiples seguridades e inseguridades y tipos de violencia.

Conclusiones

Iniciamos este capítulo con la historia icticia de Xóchitl. El argumento es que las relaciones internacionales se ven de manera muy diferente desde una perspectiva subalterna. La globalización, representada por su trabajo en las maquiladoras, la violencia e inseguridad que dominan la vida cotidiana, la falta de un desarrollo equitativo y justo y la desigualdad de género son temas importantes para las RI, pero que pocas veces se ven desde la perspectiva de una mujer como Xóchitl. Una perspectiva de género ayuda a hacernos preguntas como las que se hizo Cynthia Enloe en la década de 1980: ¿Dónde están las mujeres (en las RI)? Obviamente, el pensamiento sobre género y las relaciones internacionales ha evolucionado, pero tal vez lo más importante de la pregunta de Enloe es que tenemos que analizar dónde están las personas (mujeres y hombres, niñas y niños) en las RI.

La seguridad, un tema central de las RI, ilustra que una perspectiva de género, en particular feminista poscolonial, revela las diferentes lógicas que la articulan en contextos especíicos. La seguridad nacional, que está íntimamente relacionada con una visión estatocéntrica, sigue siendo la aproximación dominante y por tanto establece e inluye en las agendas internacionales y políticas públicas. La inseguridad de las mujeres que viven, por ejemplo, en lugares como Ciudad Juárez, está relejada en el tema de los feminicidios. No obstante el hecho de que la violencia contra las mujeres en esos lugares sea un problema grave, los feminicidios fueron parcialmente invisibilizados durante la guerra contra el crimen organizado y los “casos” continúan impunes.

El concepto de feminicidio ya no está únicamente vinculado con los acontecimientos de Ciudad Juárez. Se ha reconocido la existencia de feminicidios en otras partes de América Latina.

Además, el concepto ha sido aceptado dentro de la jerga legal, por ejemplo por medio del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y del establecimiento de convenios internacionales como la Convención de la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW) o la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Er-radicar la Violencia Contra la Mujer “Convención de Belem do Para”.

La violencia contra la mujer, en particular los feminicidios, ha sido un catalizador para la organización de la sociedad civil en América Latina. Hoy en día hay muchos grupos de mujeres, feministas y de derechos humanos que se han organizado en redes regionales transnacionales para combatir la impunidad y exigir a los estados latinoamericanos mayor rendición de cuentas en el tema de violencia e inseguridad de las mujeres.

Obviamente, hay muchos temas de las relaciones internacionales que se pueden analizar y entender desde una perspectiva de género. Lo importante es contextualizar cualquier tema o caso, adoptar un enfoque interseccional, hacer visibles los mecanismos y las relaciones de dominación y subordinación, y dar voz y visibilidad a personas o grupos subalternos. Es así como los límites de las RI se van ampliando.

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Acercamientos radicales a las Relaciones Internacionales 7. Acercamientos radicales a las

Relaciones Internacionales

Rosalba

Icasa

En diciembre del 2012 se llevó a cabo en la Ciudad de México la Primera Cumbre Mundial de indignados, que tuvo como inalidad el análisis de las “insurrecciones sociales y los movimientos de protesta que surgieron entre 2010 y 2012 en países de la Primavera Árabe como Egipto, Túnez, Siria, Libia y Marruecos, y en Grecia, España, Estados Unidos, Chile y México”.1 Pocos medios de comunicación nacionales o internacionales dieron seguimiento al encuentro y los análisis académicos fueron prácticamente nulos. Sin embargo, en la cumbre destacó la participación de los protagonistas de estos movimientos en el proceso de análisis y al margen de la academia nacional e internacional encargada de pensar lo internacional.

¿Cuáles son las razones detrás de esta falta de interés? ¿Hay temas y sucesos más urgentes para pensar y teorizar? Diez años antes, el 16 de febrero del 2002, la señora Valentina Rosendo, indígena de la etnia mephá, fue violada y torturada por militares del 41 batallón de infantería que operaba en Cruz Grande, Guerrero, en el Suroeste Mexicano. En agosto del 2010, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al estado mexicano y lo sentenció, entre otras cosas, a reconocer su responsabilidad por la violación de los derechos humanos de la señora Rosendo y a ofrecerle una disculpa pública, la cual tuvo lugar inalmente el 15 de diciembre del 2011 en la Ciudad de México, en voz del secretario de gobernación (ministro del interior).2 ¿Por qué demoró tanto este acto de reparación pública por parte del gobierno mexicano? ¿Por qué tuvo que acudir la señora Rosendo a instancias supraestatales como la CIDH? ¿Se trata de un asunto de competencias legales o de impunidad estructural del sistema de justicia mexicano? ¿Qué papel desempeñan el origen étnico y la clase social de la señora Rosendo en este proceso?

En este capítulo me interesa que tú, que estás interesada en las dinámicas, actores y procesos internacionales, te acerques al trabajo de hombres y mujeres que desde la academia y fuera de ella están generando formas de pensar lo internacional diferentes a los enfoques tradicionales como el Realismo (véase el capítulo 2) o el Liberalismo (véase el capítulo 3), y a partir de las experiencias concretas de hombres y mujeres de América Latina y el Caribe.

Para ello, comienzo por romper con el método de escritura tradicional de las Relaciones Internacionales el cual, como habrás visto en los capítulos anteriores, enmudece a quien escribe al extremo de que sus conocimientos parecen surgir naturalmente de un espacio distante.

Este género de escritura está impregnado de la tradición positivista en las ciencias sociales que 1.

cumbreidi.org

2.

Icaza 2011.

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tuvo su origen en Europa en el siglo XIX, con las ideas de Saint-Simon y Augusto Comte entre otros. El Positivismo supone que el único conocimiento válido es el producido con métodos cientíicos por su objetividad, es decir, porque genera ideas que no están inluidas por quiénes somos ni de dónde venimos. Escribo, entonces, en primera persona para abrir un cuestionamiento a esta forma dominante de comprender y representar lo internacional tan arraigada en las RI y para poner de relieve que mi condición de mujer de clase media, mestiza, de nacionalidad mexicana y residente en los Países Bajos informa e inluye, pero también limita las ideas que expreso en este capítulo.

En las RI este tipo de relexiones son consideradas pospositivistas, pues tienen por objeto cuestionar la validez de la objetividad del método cientíico como el único válido para conocer y aprender acerca de lo internacional. Desde el Pospositivismo se ha buscado identiicar cómo la ciencia tiene una estrecha relación con el poder político: le sirve y la justiica, promueve ines particulares, intereses económicos (por ejemplo, las farmacéuticas) y en algunas ocasiones incluso aprueba proyectos racistas y xenófobos (como la eugénesis del nacionalsocialismo).

Desde mi punto de vista, la contribución más importante de una posición pospositivista en las RI es que introduce la noción de que todo conocimiento es incompleto y parcial.3 Por todo lo anterior escribo en primera persona, desde mi saber situado y con la inalidad de entablar un diálogo contigo en este texto. Mi método es el de preguntar para avanzar en el análisis de lo internacional.4 Por ello encontrarás muchas preguntas en este capítulo, más que certezas o respuestas, pues considero que al preguntarte algo tú también te formulas más preguntas.

Inicio, entonces, con una pregunta: ¿De qué manera las RI pueden explicarnos por qué se organizó una cumbre mundial de indignados en México o qué nos revela sobre la justicia nacional e internacional el caso de la señora Rosendo? Estos dos sucesos que parecen diferentes comparten una dimensión internacional que trataré de explicar a partir de las ideas de dos enfoques contemporáneos en las RI: el Posestructuralismo y el pensamiento decolonial. Ambos enfoques son radicales porque en formas diversas y grados distintos ofrecen explicaciones sobre actores, eventos y procesos como los que mencioné anteriormente que problematizan (cuestionan) fundamentos de sentido común en las RI.

¿Cómo se identiica un enfoque radical en las Relaciones Internacionales?

En primer lugar, un enfoque radical es esencialmente crítico del statu quo, es decir, pregunta cómo podrían ser las cosas de otra manera. Por ejemplo, ¿qué pasaría si las relaciones entre países no estuvieran organizadas a través de las instituciones de los estados, sino por organizaciones internacionales como la CIDH? ¿El mundo sería más justo y democrático, más incluyente, menos violento?

Segundo, un enfoque radical, además de ser crítico necesita un lenguaje, es decir conceptos, que permitan articular explicaciones que el Realismo, el Liberalismo o el Marxismo en las RI no pueden dar. Un ejemplo sería la crítica feminista en las RI que introduce el concepto de género como una variable fundamental que deine la relación entre estados (véase el capítulo 6).

Un tercer elemento en un enfoque radical de las RI incluye no sólo una crítica a los límites 3.

Sousa Santos 2006, 2007.

4.

Red transnacional otros saberes 2012.

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Acercamientos radicales a las Relaciones Internacionales de las explicaciones ofrecidas por las teorías tradicionales, sino que también aporta explicaciones sobre lo “internacional” que apuntan a sucesos, actores, procesos y discursos que han sido producidos como inexistentes. Es decir, va de la mano de la justicia epistémica, entendida como el rompimiento de las jerarquías y exclusiones relacionadas con las formas dominantes de pensar y representar el mundo.5 Tal es el caso de la experiencia de la señora Rosendo, la cual te podría ayudar a pensar sobre el sistema de impartición de justicia en México como profundamente clasista y racializado, o sobre el papel de la CIDH en la geopolítica de impartición de justicia internacional.6

Finalmente, con un enfoque radical en las RI se relexiona acerca de cómo se genera el conocimiento sobre lo internacional, es decir, se preguntará quién lo está generando y con qué propósito. Un enfoque radical en las RI es una relexión profundamente epistémica, es decir, que se encarga de pensar acerca de cómo es que sabemos lo que sabemos sobre lo internacional. Así que un enfoque radical es profundamente político, pues identiica procesos, actores, instituciones y discursos que generan la exclusión de ciertos saberes y comprensiones de lo internacional. Por ejemplo, desde el pensamiento decolonial el uso del inglés como lenguaje dominante de las ciencias sociales en general y de las RI en particular ha signiicado que ciertas instituciones educativas, publicaciones y redes de conocimientos sean consideradas superiores que otras en las que predomina, por ejemplo, el español.

El autor argentino Walter Mignolo denomina a esto la geopolítica del conocimiento, el conocer y el sentir: “hablar un lenguaje signiica sobrellevar el peso de una civilización... por supuesto que puedes hacer un curso de Sociología en español, portugués, árabe, mandarín, bengalí, akan, etc. Pero hacerlo en esos lenguajes te pondrá en desventaja en relación con los debates disciplinarios de las corrientes principales. Será un tipo de ‘sociología local’.”7

Para continuar desarrollando estas ideas, te pido me acompañes en los siguientes tres pasos de mi relexión. En primer lugar, introduciré qué es el enfoque posestructuralista en las RI y veremos cuál es su origen, qué conceptos han sido centrales, qué temas explica y cómo lo ha hecho.

Después, me concentro en describir qué es el pensamiento decolonial, presentando su origen, conceptos clave y temáticas centrales. Finalmente, explico por qué considero que el pensamiento decolonial en las RI es doblemente radical.

Posestructuralismo en las Relaciones Internacionales 8

El Posestructuralismo en las RI no es una teoría o escuela de pensamiento como el Realismo y sus variantes. Le precede el Estructuralismo, que en las ciencias sociales hace referencia a perspectivas y métodos enfocados en comprender estructuras sociales (el capitalismo) como sistemas complejos y con partes relacionadas entre sí (las clases sociales y la relación de explotación).

Ahora bien, desde el Posestructuralismo se ha argumentado que las estructuras sociales (el 5.

Icaza y Vázquez 2013.

6.

Gruffydd Jones 2006, 11.

7.

Mignolo 2009, 166.

8.

Esta sección tiene como referencias centrales las siguientes: Ashley 1984 y 1988, Ashley y Walker 1990a y 1990b, Coleman y Tucker 2011, Devetak 1996, Donegan 2006, Gilbert 2005, Shapiro 2002 y 1999, Walker 1993.

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capitalismo) están condicionadas culturalmente. Es decir, que la cultura cumple un papel fundamental en ellas, de tal manera que para comprender un objeto o producto cultural (una artesanía para el consumo de poblaciones urbanas/mestizas) es necesario estudiar tanto el objeto mismo (la artesanía) como los sistemas de conocimiento que se coordinan para producirlo: las universidades y academias, las instituciones de gobierno encargadas de validar y certiicar lo que es y no es “cultura indígena” y por ende una “artesanía” (FONART en México).9

Lo radical del Posestructuralismo es que apuesta por una comprensión de la realidad concreta (la artesanía) como no independiente de la interpretación que se hace de ella. En otras palabras, plantea una crítica a enfoques como el Marxismo, que parten de la idea de que es más importante conocer la realidad material (la artesanía) y las relaciones de explotación que conlleva, que la interpretación que hacemos de ella.

Para ser más precisa, desde una visión estructuralista sobre lo internacional se considerará que es posible conocer si contamos con las herramientas adecuadas y es por ello profundamente positivista en el sentido que expliqué arriba. Pero además, dicha perspectiva está asentada en la tradición ilosóica cartesiana, que se reiere al pensamiento del ilósofo francés René Descartes del siglo XVII, y quien es considerado uno de los fundadores de la ilosofía occidental. Con su airmación ilosóica pienso, luego existo, planteó uno de los pilares centrales del pensamiento occidental y moderno: la mente humana (la razón) existe separada del mundo y las experiencias (emociones, sentidos) y por ello el hombre es capaz de conocer ese mundo.

Es decir, existe un mundo externo a tu experiencia sensorial y emocional que puedes conocer a través de tu razón si cuentas con las herramientas adecuadas.

Mientras tanto, un enfoque posestructuralista partiría de considerar que no es posible conocer ninguna realidad material (la artesanía, pero también la violencia de género, la explotación de clase) sin intervención humana y que esta intervención se da en forma de interpretación. Es por ello que, desde esta perspectiva, todo conocimiento de lo internacional está mediado por la interpretación que hacemos de éste. Es decir, no conoces lo internacional debido a que puedas pensarlo racionalmente ni porque puedas evaluar las resoluciones legales de la CIDH en el caso de la señora Rosendo o veriicar los pasaportes de las activistas indignadas que participaron en la Cumbre del 2012. Conocemos que tiene una dimensión internacional porque las explicaciones dominantes de las RI aseguran que un régimen como la CIDH o un pasaporte lo maniiestan.

Esta posición posestructuralista no podría ser comprendida en su totalidad sin recordar el contexto intelectual en el que surge: la crítica europea a la modernidad de mediados del siglo XX. Pero, ¿qué es la modernidad?

Tradicionalmente, la modernidad se entiende como un periodo de la historia que supuso el paso de la Edad Media, anclada en la tradición y formas agrarias de producción, a un periodo

“moderno” en el que surgieron sociedades seculares y racionalizadas, es decir, en el que la religión y sus instituciones pasaron a desempeñar un papel secundario en la organización de la vida social.

La modernidad se representa como un producto europeo ilustrado que alcanzó su punto culminante en la Revolución Francesa y con la Independencia de Estados Unidos. La Revolu-9.

www.fonart.gov.mex

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Acercamientos radicales a las Relaciones Internacionales ción Industrial es el otro referente histórico que, se nos dice, dio origen a la modernidad y a partir del cual germinó el capitalismo. En las RI, uno de los sucesos culminantes que expresan la condición moderna como distinta del periodo medieval es el Tratado de la Paz de Westfalia de 1648, por el que se dio forma a la noción de soberanía anclada al estado-nación.

Desde esta perspectiva, la modernidad, se nos dice, supone un momento avanzado en la historia de la humanidad al traer consigo la ciencia y dejar atrás el oscurantismo medieval, al uniicar pueblos y naciones bajo una misma soberanía, al propugnar los derechos humanos universales así como los proyectos de emancipación liberal y socialista. Es una visión del mundo que organiza las sociedades en naciones-estado y que se fundamenta en la emancipación, igualdad y felicidad del ser humano a través de la ciencia al servicio de la humanidad.

Sin embargo, la teoría crítica europea de posguerra explica que los grandes proyectos políticos de la modernidad (capitalismo, socialismo, liberalismo y marxismo) condujeron a la humanidad a las dos guerras mundiales y al exterminio de cientos de miles de personas.10

Además, y contrario a lo que planteaba el paradigma moderno, bajo el liberalismo de mercado y el socialismo de estado se emprendieron profundas formas de control social del individuo (la burocratización de todos los aspectos de la vida) y no su emancipación ni su felicidad. De tal manera que, a inicios de la década de 1970 y en el marco de las revueltas juveniles europeas (París, Londres, Ámsterdam) se proclamó el inal de las utopías producidas por la modernidad.

En el plano intelectual, pensadores europeos como Jean Baudrillard, Jean-François Lyotard, Jacques Derrida y Michel Foucault cuestionaron la ausencia de criterios de validez entre perspectivas, conocimientos y experiencias o lo que algunos deinirán como la emergencia del relativismo cultural. Algunos, ante la falta de criterios de validez “únicos y universales” que suponía el gran mito moderno, se cuestionaron las jerarquías de los conocimientos (cientíico o no cientíico) a partir de una crítica a los sistemas de signiicados que sustentan tales diferencias. Es decir, buscaban desnaturalizar el pensamiento binario que sustentan las teorías modernas sobre el estado, la política, la naturaleza humana y el cambio social que informan las RI.

Por ejemplo, a partir del pensador francés Jacques Derrida se comprende el pensamiento crítico en las ciencias sociales como un acto de deconstrucción, es decir, de identiicación sistemática del pensamiento binario a partir del cual se construyen teorías y explicaciones del mundo moderno y en las que un concepto es siempre dominante frente al otro: desarrollo/

subdesarrollado, hombre/mujer, alta política/baja política, razón/emoción, blanca/indígena, Estados Unidos/México.

En el Posestructuralismo es fundamental la noción de discurso. Normalmente, en las RI discurso se reiere a las palabras que, por ejemplo, emplean ciertos actores para dar cuenta de alguna acción que emprendieron. Por ejemplo, el 16 de abril del 2012 el presidente Obama expresó antes de la VI Cumbre de las Américas: “Como presidente, me he comprometido a una nueva era de asociación con la región, incluida una mayor colaboración económica.” 11

Desde una posición posestructuralista, este discurso presenta palabras que están dentro de un sistema de signiicados. Es decir, las palabras del presidente Obama sólo cobran sentido en el marco de validación de las que son parte: una visión sobre lo internacional como esencialmente 10. La Escuela de Frankfurt y sus pensadores, como Max Horkheimer y Theodore Adorno en La dialéctica de la Ilustración (1944), y Jurgen Habermas en Ciencia y técnica como ideología (1968).

11. Los Tiempos 2012: Canelas, Bolivia.

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interestatal, en la que la cooperación es posible, y en el contexto actual de crisis inanciera, si ésta es económica entonces es positiva para todos. Desde este marco de validación, caracterizar la relación contemporánea de Estados Unidos con América Latina se vuelve una prioridad, pues es impensable que no exista esa relación.

El ejemplo anterior me permitirá explicarte por qué para Foucault el conocimiento es poder. Se conoce la realidad (la relación entre Estados Unidos y América Latina [EUA-AL]) mediante la generación de interpretaciones sobre ésta, y tales interpretaciones mantienen esa realidad. Además, las interpretaciones que se producen sobre esta realidad (por ejemplo, la relación EUA-AL) están inmersas en una lucha interpretativa. Es decir, ciertos signiicados dominan la interpretación mientras otros son silenciados o ignorados en coyunturas históricas particulares. Por ejemplo, en el inicio del siglo XX, la relación EUA-AL se interpretó en las RI como imperialista o de ayuda al desarrollo, según el campo político en que una se situara (izquierda o derecha). Para el inicio del siglo XXI, y después del ascenso y crisis del neoliberalismo, la relación se interpreta como neoimperialista o de socios, también dependiendo del lado en el espectro político donde te sitúes.

De igual manera que discurso y conocimiento son conceptos centrales en el Posestructuralismo, en las RI inluidas por el pensamiento de Foucault lo es la noción de poder. Tradicionalmente, en las RI las explicaciones realistas, liberales o marxistas presentan el poder como una cosa o un instrumento que se posee o no. Desde estas perspectivas, el poder parece una cosa única o unitaria, que se gana o se pierde. El actor por excelencia que posee o no poder es el estado nacional.

Mientras tanto, a partir de las ideas de Foucault, el poder se comprende no como una cosa, sino como una relación compleja, múltiple ( el poder está en todas partes), como un ordenamiento creativo del mundo que opera de manera difusa y en forma de red sin centros unitarios (ni el capitalismo ni el estado-nación), así como tampoco un actor único y racional que lo ejerce tras bastidores. Por ello, el estado es uno de los tantos dispositivos que reproducen tecnologías de poder para el control y autocontrol de las sociedades, los individuos y sus subjetividades (sentido de uno mismo). Tal es el caso de las políticas públicas de salud o educación.

Desde esta perspectiva, la relación EUA-AL no se explica como que tiene su centro en la presidencia de Estados Unidos o en los mecanismos de cooperación establecidos, sino como la forma reiterativa (repetitiva) en que los discursos sobre la relación (como esencial, estratégica, ineludible, en crisis o en apogeo) la producen y la regulan a tal grado que es imposible pensar que no exista. Además, esta forma reiterativa (o performativa) produce a los sujetos (académicos, políticos, estudiantes, periodistas) y sus mentalidades que hacen posible la reproducción de tales discursos. Por ejemplo, se ha postulado que la producción de imágenes sobre América Latina desde Washington la proyectan reiteradamente como “un lugar de problemas y no de soluciones”.12

Precisamente, uno de las dispositivos que el Posestructuralismo identiica como productores de “verdad” sobre lo internacional es el lenguaje académico, el cual se presenta de una forma particular (distante y, por ello, “objetiva”) de introducir nociones de estado-nación, soberanía, seguridad nacional, cooperación como “naturales”. Aquí reside la contribución radical del Posestructuralismo a las RI: muestra que el conocimiento es poder y que el poder ordena 12. Taylor, en prensa.

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Acercamientos radicales a las Relaciones Internacionales mundos y formas de vida, tanto en el plano internacional como en el subjetivo: la llamada gubernamentalidad. Es decir, el poder creativo y ordenador de los discursos dominantes crea el tipo de sujetos y sus identidades (académicos, investigadores, profesores, estudiantes) que se requieren para reproducir los marcos dominantes de las RI hasta el ininito. Así, muchos libros de texto “empacan” ideas y uniforman enfoques en las RI, uno de los mecanismos concretos de reproducción de discursos y visiones dominantes.13

El pensamiento decolonial y las Relaciones Internacionales El pensamiento decolonial, al igual que el Posestructuralismo, tampoco es una escuela homogénea que se ubique fácilmente en las RI. Se inspira en la ilosofía de la liberación,14el pensamiento anticolonial,15 los debates latinoamericanos y caribeños sobre la modernidad y posmodernidad, los estudios subalternos (especialmente la bibliografía del pensamiento feminista lésbico o el chicano),16 la crítica posdesarrollista17 y las lecturas críticas contemporáneas de la teoría de la dependencia y el sistema mundo.18

El pensamiento decolonial surge en el colectivo “modernidad-colonialidad-descoloniali-dad” que cultivan académicos de las ciencias sociales y humanidades, así como activistas de origen latinoamericano y caribeño ubicados dentro y fuera de universidades de América y el Caribe.19 El colectivo tiene un interés por la construcción de opciones al paradigma moderno colonial y su violencia tanto física (experimentada por cuerpos racializados) como epistémica (expresada en la destrucción de saberes y formas de conocer el mundo no occidentales).

A diferencia de la crítica poscolonial20 de las RI, que tiene en común al colonialismo británico, el pensamiento decolonial ubica el origen de la modernidad en el descubrimiento de América en 1492. Con este giro decolonial sobre la versión dominante de la historia comienza la aportación radical de esta corriente para repensar las RI, como explico a continuación.

El pensamiento decolonial, a diferencia del Posestructuralismo y la crítica poscolonial de las RI, abre la posibilidad de pensar el mundo desde fuera de los discursos dominantes que gobiernan el mundo y a los sujetos, es decir, desde el cuestionamiento que plantean las ideas y experiencias del Sur a las nociones dominantes en las RI. Un ejemplo es la versión decolonial del origen de la modernidad, que, como vimos, se representa en las ciencias sociales, incluidas las teorías críticas marxistas, feministas y posestructuralistas, como un producto de la Ilustración y la Revolución Industrial que se sitúa a inales del siglo XVIII y principios del XIX.

El pensamiento decolonial reubica el origen de la modernidad tres siglos atrás, cuando el imperio español descubrió América en 1492 y con ello inició el control de las rutas comerciales del Atlántico durante los siglos XVI y XVII. En este periodo histórico, la noción de raza se 13. Gruffydd Jones 2006, 6.

14. Dussel 1983.

15. Fanon 2004, Cesaire 1955.

16. Lugonés 2003, Anzaldúa 1987 y 2001.

17. Escobar 1995.

18. Grosfoguel 2007.

19. Para una introducción al colectivo, véase Escobar 2007 y Castro Gómez et al. 2007.

20. Véase, por ejemplo, Chakrabarty 2007.

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constituyó por primera vez en principio organizador y constitutivo del poder y lo político, la economía, las relaciones de género y el conocimiento.21 Se trata de un aporte interesante para las RI, las cuales han sido caracterizadas como una disciplina “sin color”.22

Pero, ¿por qué el adelantar el origen de la modernidad tres siglos y mostrar el entrelazamiento de la raza, lo político, la economía, el género y el conocimiento resultan relevantes para una aproximación radical a las ciencias sociales en general y para las RI en particular?

Este desplazamiento histórico del origen de la modernidad nos permite considerar que ésta y todos sus logros tienen un lado oscuro. Por ejemplo, el genocidio de las poblaciones indígenas de América y la explotación de su trabajo y territorios, sucesos de los que se habla poco y que casi nunca se toman para explicar los problemas contemporáneos de la humanidad ( ej. racismo ecológico).

Este lado invisibilizado por las versiones dominantes que celebran la modernidad o que la ubican como producto esencialmente occidental recibe el nombre de colonialidad. La colonialidad es, entonces, la otra cara de la modernidad, a tal grado que desde el pensamiento decolonial “no hay modernidad sin colonialidad”.

La colonialidad, que no es colonialismo, es todo aquello que ha sido producido como inexistente por el espectáculo de progreso y la emancipación que supuestamente representaba la versión dominante de la modernidad occidental. La colonialidad hace referencia al control de todos aquellos “otros” que no eran blancos ni europeos ni cristianos, de sus territorios, saberes y formas de comprender el mundo. No terminó con la independencia de las colonias americanas en el siglo XIX ni con el proceso de descolonización de la década de 1970, sino que las formas actuales de organizar y pensar el mundo se encuentran profundamente impregnadas por la colonialidad.

Tal es el caso del “desarrollo” alcanzado en el Norte global que no puede pensarse sin la explotación de recursos y personas que lo hizo posible desde el siglo XVI y que continúa hasta nuestros días a través de formas racializadas de explotación de mano de obra. Por ejemplo, el trabajo informal de mujeres de origen latinoamericano, asiático y africano responsables de cientos de ancianos y niños en las capitales del Norte global donde por su origen no occidental se les atribuyen cualidades para el “cuidado” y el “trabajo doméstico” de manera casi natural, pero siempre inferiores y subordinadas a las mujeres para las que trabajan.

Entonces, la colonialidad permite pensar más allá de las jerarquías de binomios: guerra/

paz, conlicto/cooperación, anarquía/orden, realidad/ideología, etc. Esto es posible porque la colonialidad no es una jerarquía de elementos que generan lo internacional, sino articulaciones complejas de opresiones múltiples: por origen racial, clase, género y forma de conocer. En estas articulaciones, lo material (la estructura en términos marxistas, la anarquía para los realistas clásicos) no tendrá mayor peso o jerarquía que, por ejemplo, el racismo o el género para explicar la realidad internacional o mundial.23

Debido a que las manifestaciones de la colonialidad no están separadas unas de otras sino conectadas de formas complejas, el pensamiento decolonial permite elaborar ideas y explica-21. Quijano 2000 y 2008, Mignolo 2003a, 2003b, 2009 y 2010, Grosfoguel 2007.

22. Taylor en prensa.

23. Grosfoguel 2007.

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Acercamientos radicales a las Relaciones Internacionales ciones más cercanas a la realidad internacional. Por ejemplo, tomemos el caso de la división internacional del trabajo que ha sido entendida como parte integral del desarrollo del sistema mundo capitalista. Desde la teoría del sistema mundo, esta división se establece con la diferenciación espacial del mundo entre países del centro, que son exportadores de bienes de alto valor agregado por su contenido tecnológico hacia los países de la periferia, exportadores de bienes de bajo valor agregado. Desde el pensamiento decolonial, esa división está sustentada igualmente en este diferencial de ganancia, pero también en la jerarquía global racial y étnica de europeos y no europeos.24 En otras palabras, en la actualidad es imposible pensar en el ordenamiento mundial tan sólo como relaciones de explotación (entre capital y trabajo) y relaciones de dominación (entre metrópolis y estados periféricos), sino que debe pensarse también en cómo estas condiciones se entrelazan con la producción de subjetividades y formas particulares de conocimiento (como por ejemplo la disciplina de las RI).25

Con el desplazamiento histórico-temporal del origen del mundo moderno capitalista al inal del siglo XV, no sólo se rompe una versión eurocéntrica dominante, sino que se ubica el momento en que Europa y su proyecto de civilización se autoproclama como universal. Esta visión sobre Europa y sobre todo lo occidental impregna la organización de la vida, el trabajo, los pensamientos y las subjetividades. Las ciencias sociales y humanidades que se constituy-eron en el siglo XIX no están exentas de ello, al contrario, contribuyen a producir conocimientos e instituciones que reproducen la idea de superioridad y universalidad de Occidente frente a la inferioridad y particularidad del resto del mundo.

De tal forma que tenemos que las Ciencias Sociales son parte de la estructura moderna colonial que jerarquiza conocimientos. Occidente piensa y genera teorías mientras que el resto del mundo produce datos o es datos. En el caso de las RI surgidas en plena Guerra Fría, durante el siglo XX, son parte y contribuyen al dominio militar, económico y epistémico de Estados Unidos, donde se piensa y se gobierna “lo internacional”. Voces críticas señalan: “las RI se proclaman como una disciplina relevante para todas las personas y estados, que traza sus orígenes modernos sin ningún empacho o vergüenza a un lugar y momento en el centro y cenit del imperialismo”.26

Han habido esfuerzos por hacer las RI más “incluyentes” y por mapear e incorporar visiones del mundo diferentes de los intereses y temáticas del mundo anglosajón y europeo.27

La teoría de la dependencia y la crítica poscolonial son dos casos que ilustran estos esfuerzos de inclusión. Otros esfuerzos han buscado volver a teorizar el nacionalismo, la guerra y la paz con perspectivas producidas en la periferia, en el “Tercer Mundo”, y son llamados para pensar las RI desde el Sur.28

Estos análisis son un primer paso, pero resultan tan políticamente correctos como insuicientes al no problematizar ni cuestionar las jerarquías y opresiones modernas coloniales que informan profundamente el cómo y el quién produce conocimiento sobre “lo internacional”

en las RI. Un esfuerzo radical signiicaría repensar las RI con el Sur: una variación de lenguaje 24. Quijano 2000 y 2008, Mignolo 2010.

25. Grosfoguel 2007.

26. Ibíd. , 2.

27. Tickner 2003.

28. Tickner 2003a y 2003b, Tickner y Waever 2007.

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profundamente epistémica y política con lo que concluyo mi exposición.

Descolonizando las RI: Repensando el Sur

Recientemente se ha buscado descolonizar las RI mediante “una crítica más amplia y profunda que comprenda la disciplina como un todo, sus supuestos, formas de pensar y analizar, su conciencia y su actitud”.29Algunos incluso han optado por reconocer a las RI como la ciencia de las Relaciones Imperiales, por lo cual hay que rechazar toda la teoría de RI y centrarse en explicar la producción imperial del orden mundial.30

Desde el pensamiento decolonial, repensar las RI con el Sur (sus actores, procesos y discursos) es descolonizarlas, pues signiica “una búsqueda de entre las ruinas de la modernidad occidental de elementos o tradiciones suprimidas y marginalizadas”.31 Lo anterior signiicaría ubicar conceptos y paradigmas provenientes de la experiencia colonial del Sur, es decir, aparte de los marcos teóricos y epistémicos del pensamiento eurocéntrico como “una posibilidad de revelar historias, valores, luchas, ideas y formas de ser no imperiales y antiimperiales”.32

Desde el pensamiento decolonial, el Sur es más que un espacio geográico, es una metáfora del sufrimiento producido por el capitalismo moderno colonial,33 es la herida colonial.34 Desde esta noción, se propone el uso de epistemologías del Sur, es decir, formas de saber y estar en el mundo que provienen de la experiencia moderna colonial, no para presentarlas como perfectas o mejores, sino para promover un diálogo crítico con éstas.

Se trata, entonces, no de hacer estudios sobre poblaciones marginales o subalternas (migrantes, desplazados, indígenas) ni de pretender pensar como ellas ni mucho menos hablar por ellas. Es repensar el regionalismo,35 la cooperación internacional, la ciudadanía,36la soberanía nacional37 o la geopolítica38 desde los cuestionamientos y preguntas que abren las interpretaciones parciales y situadas que somos capaces de generar (como estudiantes, profesoras, investigadoras, activistas) sobre las visiones que se nos comparten sobre el mundo moderno colonial.

Tal es el caso de las experiencias concretas de personas y comunidades que han deinido su relación con la naturaleza no como un recurso, sino como una relación con el pasado.39

El pensamiento decolonial aplicado a la política de seguridad regional en “América del Norte” ha dado cuenta de cómo los análisis académicos que se enfocaron en el fracaso institucional del Acuerdo para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) produjeron como inexistente el impacto social de la agenda de militarización en la región.40 To-29. Gruffydd Jones 2006, 9.

30. Saurin 2006.

31. Santos 2010.

32. Gruffydd Jones 2006, 13.

33. Santos 2010, Mignolo 2007.

34. Santos 2010, 231; Mignolo 2007.

35. Porto Gonzalvez 2012, Icaza 2010 y 2012.

36. Foneseca y Jerrems 2012.

37. Taylor en prensa.

38. Cairo 2010.

39. Shilliam 2010; en prensa.

40. Icaza 2010 y 2012.

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Acercamientos radicales a las Relaciones Internacionales mando como punto de partida las experiencias concretas, plurales y situadas de las mujeres de clase trabajadora e indígenas, como la señora Rosendo, y la violencia que ejerce sobre su vida y su cuerpo la militarización de los espacios públicos, este análisis ha cuestionado el fracaso de la integración en seguridad regional en América del Norte, a la que caliica como un proceso tan exitoso como violento.

De esta manera, el pensamiento decolonial ofrece opciones para la reconstrucción de proyectos políticos y éticos para las RI que buscan soluciones a problemas modernos (violencia de género y étnica, crisis ambiental, crisis de representaciones políticas) más allá de las soluciones ofrecidas por los paradigmas modernos coloniales del Marxismo, el Liberalismo e incluso el Posestructuralismo.41

41. Escobar 2007, Sousa Santos 2010.

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Arlene B. Tickner

8. El pensamiento latinoamericano

en las Relaciones Internacionales

Arlene

B.

Tickner

Desde la descripción hecha por Stanley Hoffmann de las Relaciones Internacionales (RI) como una ciencia social estadounidense, se ha vuelto un lugar común airmar que las RI no son nada “internacionales”, sino que relejan los marcos conceptuales y los intereses temáticos de Estados Unidos y, en menor medida, de algunos países europeos.1 Por ello, los estudios internacionales en el Sur global se describen comúnmente en términos de su apego a dichos modelos, como un lujo asimétrico de conocimiento entre el Norte exportador y el Sur importador y consumidor.2

La dependencia intelectual entre Sur y Norte que se genera por lo anterior ha sido criticada desde varios ángulos. Primero, se ha argumentado que las categorías y los conceptos diseñados en Estados Unidos son de escasa utilidad cuando se aplican a contextos políticos y sociales distintos, hasta tal punto que pueden ser disfuncionales y contraproducentes.3 Por ejemplo, las principales teorías de las RI se basan en el quehacer mundial de las grandes potencias y la centralidad del poder, entendida en términos estratégico-militares, lo cual puede ser poco relevante para analizar y orientar la política internacional de la mayoría de los países latinoamericanos.

Segundo, el predominio de un modelo disciplinario made in USA tiene el efecto de desconocer a los países del Sur como protagonistas activos en la construcción de su propio conocimiento acerca del mundo. En las RI, el famoso dicho de Tucídides, “los fuertes hacen lo que quieren mientras que los débiles hacen lo que les toca”, pronunciado hace más de dos mil años, aunque cierto en parte, también refuerza la idea de que el Sur global es irrelevante para el estudio de la política global.4 Kenneth Waltz, uno de los autores neorrealistas más importantes en la historia de la disciplina, reitera esta condición de marginalidad al opinar que “sería absurdo construir una teoría de las relaciones internacionales basada en países como Malasia y Costa Rica” (véase el capítulo 2).5

Dados los altos niveles de inluencia política, económica y cultural que Estados Unidos ha ejercido históricamente en los países de América Latina (AL), la región constituye un lugar 1.

Hoffmann 1977.

2.

Holsti 1985; Richard 2001.

3.

Neuman 1998; Ayoob 1995.

4.

Tucídides 1989.

5.

Waltz 1979, 72.

79

El pensamiento latinoamericano en las Relaciones Internacionales sugestivo para explorar la difusión de ideas en el campo de las RI. Sin embargo, el estatus subordinado de AL también ha provocado un rechazo intenso de esta potencia, lo cual ha llevado a la búsqueda de marcos analíticos más acordes con las realidades latinoamericanas y sus objetivos especíicos en política internacional. Por ejemplo, entre las décadas de 1960 y 1970, diversos autores de la región formularon la Teoría de la Dependencia con el in de comprender los problemas del subdesarrollo y las particularidades de la inserción global de los países periféricos. De forma similar, la preocupación por la dependencia económica y política de América Latina explica la emergencia y consolidación de los estudios internacionales en ese periodo, que en gran medida giraron en torno al problema de la autonomía.

En este capítulo se explora la evolución de las RI en América Latina, haciendo énfasis en el pensamiento propio que se ha desarrollado en la región sobre el quehacer mundial. Especialmente, se tratará de mostrar que si bien las teorías y los temas estadounidenses en RI han ejercido una inluencia preponderante sobre la comprensión en Latinoamérica de lo “internacional”, aspectos “locales”, tales como los intereses de los estados nacionales, los problemas que afectan a la región en asuntos como el desarrollo y la seguridad (véase el capítulo 11), así como la política exterior de los países también son importantes a la hora de entender el estado de la disciplina en AL.

El pensamiento de la CEPAL

Pese a la airmación común de que el Sur no es productor de ideas, sino de la materia prima a partir de la cual el Norte las concibe, hay antecedentes interesantes de pensamiento latinoamericano sobre las RI que vale la pena explorar. Si bien el trabajo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Teoría de la Dependencia son los ejemplos más conocidos de una relexión propia acerca de la política mundial, desde la disciplina de las RI también se han desarrollado varios enfoques, entre ellos la Autonomía Periférica y el Realismo Periférico, que ilustran de qué forma incluso los modelos teóricos hechos en Estados Unidos –tales como el Realismo y el Liberalismo (véase los capítulos 2 y 3)– han sido transformados a la hora de

“viajar” a AL. Veamos.

En las décadas de 1950 y 1960, la CEPAL, con su primer director, Raúl Prébisch, rev-olucionó la forma de entender los problemas de desarrollo en América Latina. La escuela cepalina, en contraste con la Teoría de la Modernización,6 intentó explicar el subdesarrollo en función de las dinámicas del sistema internacional capitalista, en particular cómo la división internacional del trabajo y la inserción de las economías latinoamericanas en el sistema global producían relaciones asimétricas entre los países fuertes –denominados céntricos– y los de la periferia.7

En respuesta a ese diagnóstico, la CEPAL señaló la necesidad de orientar la producción de la región hacia bienes manufacturados, a in de volver sus economías menos vulnerables a los cambios en el mercado global. El instrumento interno por el cual esta transformación debía efectuarse era la industrialización por sustitución de importaciones (ISI), la cual requería una intervención activa del estado en la regulación económica. En el ámbito regional, la CEPAL

también impulsó procesos de integración en toda América Latina para aumentar la capacidad 6.

Para una exposición de la Teoría de la Modernización, véase Valenzuela y Valenzuela 1978.

7.

United Nations-ECLA 1950.

80

Arlene B. Tickner

colectiva de los países para relacionarse con el capitalismo global.8

Aunque sus recomendaciones se implantaron regionalmente, la viabilidad de su modelo de desarrollo fue cuestionado, entre otros factores porque la ISI creó un nuevo tipo de dependencia frente a las importaciones y la inversión extranjera.9

La Teoría de la Dependencia

La Teoría de la Dependencia compartió muchos de los supuestos fundamentales de la escuela cepalina, como el carácter desigual de las relaciones de intercambio en la economía global, la división del mundo entre centro y periferia, la inserción desventajosa de América Latina en la división internacional del trabajo con base en su especialización en bienes primarios, pero rechazó al mismo tiempo su propuesta de cambio gradualista. Para muchos escritores de la Teoría de la Dependencia, la revolución cubana de 1959 y la expansión de grupos guerrilleros de izquierda por toda AL durante el auge de la Guerra Fría habían llevado a las élites regionales a abandonar la hoja de ruta propuesta por la CEPAL, consistente en un proceso de desarrollo más incluyente y equitativo, y a aliarse con Estados Unidos para luchar contra el comunismo.

El hecho de que algunos países de la región sucumbieran a regímenes autoritarios ofrecía un testimonio adicional de la reticencia de los grupos dominantes a permitir la transformación genuina de las sociedades latinoamericanas.

En su libro clásico, Dependencia y desarrollo en América Latina, Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto basan su análisis en un supuesto básico que comparten todos los autores de la Teoría de la Dependencia: el subdesarrollo es producto directo de la expansión del sistema capitalista, el cual vincula diversas economías al sistema global según sus aparatos productivos.10 La dependencia se mantiene a través de esta división internacional del trabajo, así como por medio de las relaciones de dominación que genera en los países dependientes, al igual que las alianzas estratégicas que establecen los grupos dominantes de la periferia con los del centro.

Así, las dimensiones interna y externa, social, económica y política se vuelven importantes a la hora de examinar el carácter de la dependencia en distintos momentos históricos.

Según autores como Theotonio dos Santos,11 Cardoso12 y Osvaldo Sunkel,13 transformaciones en el capitalismo global redundan en cambios en las relaciones de dominación y subordinación entre centro y periferia. En el caso de América Latina, la dependencia no se limitó a los países más pobres ni a los que producían bienes primarios, sino que entre las décadas de 1930 y 1950 se aianzó en las economías más avanzadas de la región, por ejemplo, Brasil, Argentina, Chile y México, justamente las que tenían un mayor desarrollo capitalista y mercados de consumidores.

Para Santos, esta etapa, llamada de dependencia transnacional, tuvo como característica central la presencia del capital extranjero.14 Por su parte, Cardoso identiica nuevas formas de interac-8.

Cardoso 1972.

9.

Véase Santos 1969.

10. Cardoso y Faletto 1969.

11. Santos 1969, 1973.

12. Cardoso 1972.

13. Sunkel 1980.

14. Santos 1968, 1.

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El pensamiento latinoamericano en las Relaciones Internacionales ción entre empresas multinacionales y burguesía local y distintas formas de negociación entre éstas y los estados latinoamericanos.15

Según Cardoso, el desarrollo dependiente fue el principal resultado de la dependencia transnacional.16 En otras palabras, al contrario del argumento común de que la dependencia impedía el crecimiento de las economías periféricas, en contextos latinoamericanos caracterizados por la industrialización el desarrollo no era incompatible con la dependencia. Sin embargo, el desarrollo dependiente generó graves distorsiones en las estructuras económicas, políticas y sociales de los países latinoamericanos, básicamente por estar circunscritas en los intereses capitalistas transnacionales.17

Además de modiicar la estructura productiva de los países dependientes de forma negativa, Guillermo O’Donnell (1972), en su análisis del modelo burocrático autoritario en Brasil y el Cono Sur, muestra que la modernización y la industrialización en América Latina, en vez de producir condiciones favorables para la democracia, se asociaron con el auge de gobiernos autoritarios en estos países.

En las décadas de 1960 y 1970, la Teoría de la Dependencia se convirtió en un verdadero paradigma de las ciencias sociales en América Latina. No sólo constituyó el lente principal a través del cual la academia regional analizaba problemas de subdesarrollo y la lucha de clases, sino que también ofreció las bases para repensar las relaciones internacionales latinoamericanas, dadas las luces que arrojaba sobre problemas como el estado, el desarrollo nacional y la soberanía, entre otros. Igualmente interesante es que la Teoría de la Dependencia constituyó una reacción elocuente al etnocentrismo característico de los análisis dominantes sobre América Latina, los cuales tendían a representarla como una región atrasada precisamente porque no había logrado agotar las mismas etapas del desarrollo que los países avanzados. En contraposición, la Teoría de la Dependencia aclaró que el subdesarrollo y el desarrollo en distintas partes del mundo son producidos históricamente en función de las necesidades del capitalismo global.

Lo anterior tuvo eco en la academia del primer mundo, la cual se plegó enérgicamente a los planteamientos de la Teoría de la Dependencia en sus propios análisis.18 Por ejemplo, por primera vez en la evolución de las ciencias sociales occidentales se empezó a analizar el problema de la pobreza, uno de los dilemas éticos más grandes de la humanidad, desde un marco normativo que buscaba condenar y solucionar dicha situación.

Las teorías feministas, por su parte, se nutrieron de algunas ideas de la Teoría de la Dependencia, entre ellas la existencia de estructuras de violencia propagadas por el capitalismo que obstaculizaban la satisfacción de necesidades básicas de algunos sectores de la población mundial, e introdujeron en estos marcos de análisis la categoría del género como otra condición más de exclusión y discriminación en la sociedad (véase el capítulo 6). Algunos de los planteamientos más interesantes de la llamada escuela poscolonial para analizar los problemas del tercer mundo hoy día (como el carácter depredador del imperialismo cultural y la denuncia del eurocentrismo) se nutren también de relexiones provenientes de la Teoría de la Depend-15. Cardoso 1972, 43-44.

16. Cardoso 1974.

17. Sunkel y Fuenzalida 1980, 45.

18. Packenham 1992.

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encia.19 De esta forma, dicho enfoque latinoamericano constituye uno de los pocos modelos exitosos de exportación de conocimiento de Sur a Norte.

Autonomía periférica y nacimiento de las Relaciones Internacionales En gran medida, el nacimiento y la consolidación de las RI en América Latina entre las décadas de 1960 y 1980 respondieron a la necesidad de reducir los niveles de dependencia política, económica e intelectual de la región.20 Muchos autores compartían la idea de que América Latina debía crear sus propios conocimientos a partir de las realidades regionales. Como lente analítico sobre la política mundial, la Teoría de la Dependencia se consideraba demasiado determinista, en el sentido de que no visualizaba la posibilidad de romper con las relaciones dependientes entre periferia y centro salvo por medio de la vía revolucionaria, opción que para muchos académicos latinoamericanos no era ni viable ni deseable. Por su parte, se creía que el análisis de las relaciones internacionales desde la perspectiva estadounidense del Realismo no obedecía a las necesidades de América Latina, ya que dicha teoría se centraba en las relaciones de poder estratégico militar entre actores estatales en un mundo anárquico.

La creación de los primeros centros de investigación y programas de enseñanza consagrados al estudio de las RI en América Latina también fue resultado del cambio en la orientación externa de los países de la región.21 En especial, éstos buscaban una inserción más beneiciosa dentro del sistema internacional, para lo cual se volvió indispensable aumentar su autonomía, sobre todo en relación con Estados Unidos. Aunque los esfuerzos académicos que comenzaron a emerger en RI estaban aislados unos de otros, sus agendas de investigación relejaban intereses comunes, entre ellos la operación del sistema internacional, las relaciones Norte-Sur y el papel del tercer mundo, la integración económica y la cooperación regional, la política exterior comparada y los procesos de transnacionalización e interdependencia.

Para la consolidación de la disciplina fue fundamental la creación del Programa de Estudios Conjuntos sobre las Relaciones Internacionales de América Latina (RIAL) en 1977, una asociación de centros académicos dedicados a la promoción de la investigación y enseñanza, así como al mejoramiento de las capacidades internacionales de los países de la región. A diferencia de periodos históricos anteriores en los que el intervencionismo de Estados Unidos en América Latina era muy pronunciado, en la década de 1970 autores como Robert Keohane y Joseph Nye vaticinaban el declive de la hegemonía.22 Al mismo tiempo, las crisis petroleras de 1973 y 1979, que resaltaron el poder de los estados productores de petróleo, y el llamado de los países en desarrollo para que hubiera un “nuevo orden económico mundial”, crearon una sensación generalizada de optimismo respecto al peso potencial de América Latina en la escena mundial.

Uno de los resultados más interesantes de la interacción intelectual promovida por RIAL

entre académicos de toda la región fue el desarrollo de nuevos instrumentos conceptuales para pensar las RI en este contexto cambiante, en especial lo que podría denominarse la autonomía periférica.

19. Shohat 1992.

20. Lagos 1980; Muñoz 1980; Tomassini 1985.

21. Tomassini 1990; Maira 1990; Russell 1992.

22. Keohane y Nye 1977.

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El pensamiento latinoamericano en las Relaciones Internacionales La autonomía no sólo se veía como factor indispensable para el desarrollo económico, algo que la dependencia ya había recalcado, sino que el concepto también empezó a vincularse con la política exterior de la región. De afuera para adentro, la autonomía se empezó a considerar como un mecanismo regional para protegerse de los efectos más negativos de la dependencia.

Y de adentro hacia fuera, se vio como un instrumento para airmar los intereses regionales en el sistema internacional.

En muchos sentidos, la bibliografía sobre la autonomía que se produjo en América Latina en la década de 1980 estableció un puente conceptual entre la escuela de la dependencia y las dos teorías dominantes de las RI en Estados Unidos, el Realismo Clásico23 y la Interdependencia.24

Por ello, constituye un ejemplo de hibridización del conocimiento y ayuda a ilustrar la complejidad de los procesos de transporte, asimilación y transformación que implica el intercambio de conocimiento entre centro y periferia.25

La Teoría de la Dependencia y el Realismo, a pesar de plantear preguntas y problemas muy diferentes –la primera pregunta acerca del subdesarrollo y la dominación centro-periferia, mientras que el segundo gira en torno a las relaciones de poder entre grandes potencias–, comparten una serie de supuestos acerca del carácter del orden global. Ambos consideran que el poder, sea económico como en el caso de la dependencia o estratégico-militar en el Realismo, establece relaciones jerarquizadas entre diferentes países en el orden global; ambos observan que en un mundo en que no existe un gobierno internacional, los fuertes hacen lo que quieren en materia de política mundial; y ambos ofrecen pocas esperanzas de que los países periféricos puedan satisfacer sus objetivos en política internacional, salvo por medio del establecimiento de relaciones subordinadas y dependientes con un país más fuerte.

Por su parte, la Teoría de la Dependencia comparte con la Teoría de la Interdependencia la idea de un sistema global interconectado, producido primordialmente por el capitalismo, y por ende la importancia de los temas económicos para la política internacional. Las dos también identiican a los actores no estatales, en particular las empresas transnacionales, como jugadores importantes en el escenario internacional.

La síntesis entre teorías locales e importadas se vuelve evidente en las referencias académicas a dos autores en particular, Helio Jaguaribe26 y Juan Carlos Puig.27 Los académicos latinoamericanos en el campo de las RI los reconocen por haber incorporado de forma creativa las ideas estadounidenses en la materia dentro de los análisis regionales de la política mundial.

Esta fusión de conceptos tomados de la Teoría de la Dependencia, el Realismo y la Interdependencia constituye un modelo híbrido latinoamericano, la Autonomía Periférica, que se convirtió en un marco conceptual central para analizar la política internacional desde muchos países de la región.28

Para Jaguaribe, la autonomía es función de lo que el autor describe como la viabilidad nacion-23. Morgenthau 1968.

24. Keohane y Nye 1977.

25. Tickner 2002.

26. Jaguaribe 1979.

27. Puig 1980.

28. Tickner 2002.

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al y de la permisibilidad internacional.29 Lo primero se reiere a la existencia de recursos humanos y materiales adecuados, y el grado de cohesión sociocultural que existe dentro de un país dado.

Lo segundo se relaciona con la capacidad de un país para neutralizar las amenazas externas y depende de factores como las capacidades económicas y militares, así como del establecimiento de alianzas con terceros países. Jaguaribe identiica dos requisitos adicionales para el logro de la autonomía, a saber, la autonomía tecnológica y empresarial, y la existencia de relaciones favorables con Estados Unidos, el poder hegemónico. En todos estos casos, Jaguaribe se reiere directamente a los problemas que genera la dependencia en términos de la falta de recursos, la debilidad del estado, la ausencia de la soberanía para impedir la intervención de terceros, sean otros países o empresas transnacionales, y la pérdida de control sobre los insumos tecnológicos. Asimismo, el autor hace hincapié en el hecho de que el conocimiento tecnológico, si bien es fundamental para controlar a los actores transnacionales, debe ser acompañado por un recurso humano, en particular de carácter empresarial adecuado.

De forma similar a los argumentos planteados por Jaguaribe, Puig considera que la autonomía requiere grados adecuados de viabilidad nacional, una cantidad suiciente de recursos nacionales y un compromiso explícito por parte de las élites de que la autonomía tiene un valor intrínseco.30 Así, ambos autores comparten la convicción de que si los grupos dominantes de la región no deciden romper con los lazos de dependencia que los unen al centro, la autonomía difícilmente se puede lograr.

La autonomía constituye, en esta medida, un tema que atañe a la problemática internacional de los países periféricos. En el pensamiento céntrico es algo que ni siquiera se discute, ya que los países fuertes como Estados Unidos gozan de autonomía de forma casi automática, y por ende, no tienen que relexionar acerca de cómo adquirirla. En muchos contextos del tercer mundo, la autonomía es importante en términos simbólicos, ya que se considera un mecanismo fundamental para asegurar formas de desarrollo no dependiente y para garantizar la independencia del estado. Como forma de práctica política, la autonomía constituye un instrumento para defender la soberanía nacional y el desarrollo, para controlar las actividades de las empresas transnacionales, para aianzar las capacidades negociadoras y para defender otros intereses frente a los países fuertes. En resumidas cuentas, podría argumentarse que en el pensamiento latinoamericano, la autonomía, y no el poder tal y como lo conciben teorías como el Realismo, se plantea como la estrategia principal que la región debe desarrollar ante el mundo.

Realismo Periférico

A partir de 1982, la irrupción de la crisis de la deuda comenzó a truncar los márgenes de maniobra de la región dentro del sistema internacional. Las prescripciones neoliberales que entraron en boga llevaron a una reevaluación del papel del estado en las sociedades latinoamericanas, así como a un recetario de reformas económicas que incluyeron la liberalización del comercio y la inversión, la privatización y el mejoramiento de la competitividad. Esta “década perdida” de América Latina, junto con los esfuerzos de Estados Unidos por restablecer su hegemonía, produjeron cierto pesimismo en torno al valor intrínseco de la autonomía periférica como eje central de la política internacional de América Latina. Con la transición a la democra-29. Jaguaribe 1979, 96-97.

30. Puig 1980.

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El pensamiento latinoamericano en las Relaciones Internacionales cia en Brasil y el Cono Sur, los acuerdos de paz en Centroamérica y el in de la Guerra Fría, los países de la región terminaron volcándose hacia dentro y asumieron políticas exteriores menos confrontacionales y más acordes con las exigencias del neoliberalismo.

En relejo de lo anterior, Carlos Escudé sostiene que los beneicios de la autonomía, históricamente un pilar de la política exterior de la región, se deben ponderar junto con los costos relativos de usarla, que por lo general son altos.31 En un intento por desarrollar una teoría relevante para la política exterior de la periferia, los planteamientos de este autor giran en torno a los méritos de lo que se denomina el Realismo Periférico. Según Escudé, la adopción acrítica de marcos teóricos producidos principalmente en Estados Unidos ha tenido consecuencias negativas en América Latina, en la medida en que ha favorecido los propósitos ideológicos de las élites de estos países. Así, mientras que la teoría realista se utilizó para justiicar políticas exteriores agresivas, la Teoría de la Interdependencia llevó a una sobrestimación de sus posibilidades de acción en el plano externo.

Por otro lado, el autor identiica como problemática la centralidad del estado en las teorías de las RI, dado que éstas presentan a dicho actor como un “ser vivo” sin precisar los intereses especíicos que representa. En el caso de los países periféricos, esta “falacia antropomorfa”

del estado es utilizada, según Escudé, para promover los intereses de las élites en desmedro del bienestar general. En contraposición a ello, el autor propone un enfoque que se centre en los intereses ciudadanos.32

Las premisas básicas del Realismo Periférico, que se alejan sustancialmente de la Autonomía Periférica, son: a) el concepto del interés nacional debe deinirse en términos del desarrollo económico centrado en el bienestar de la ciudadanía; b) los países periféricos deben eliminar las confrontaciones políticas con las potencias del centro en aquellos casos en que las políticas de éstas no afecten directamente los intereses materiales del país en cuestión; c) los países periféricos deben evitar confrontaciones improductivas con las grandes potencias, incluso cuando tales confrontaciones no generan costos inmediatos; d) los países periféricos deben evitar enfoques de política exterior “idealistas” pero costosos, y e) los países periféricos deben examinar las ventajas de aliarse con el poder dominante o con una coalición de grandes potencias.33

En términos generales, entonces, el Realismo Periférico presume que una estrategia más cautelosa de alineación o asociación con las potencias, o como mínimo, de no enfrentamiento con ellas, es el mejor garante de los intereses de los países periféricos, en especial el desarrollo económico. Para Escudé, éste debe ser el principal objetivo de la periferia, ya que sin el desarrollo de otras metas, incluyendo la autonomía, no son posibles. Sin embargo, la fórmula que propone para conseguirlo parecería perpetuar el estatus de la dependencia y la aceptación del orden global existente, con las consecuencias negativas que pueda acarrear.

Integración y seguridad

La crítica formulada por el Realismo Periférico sobre la autonomía y su insistencia en la necesidad de una política internacional más “pragmática” releja en gran medida la situación 31. Escudé 1995.

32. Loc. cit.

33. Ibíd. , 154-157.

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política e intelectual prevaleciente en América Latina entre la década de 1990 y los primeros años del siglo XXI. Tanto el pensamiento cepalino como la Teoría de la Dependencia y la Autonomía Periférica perdieron peso como guías para la acción externa de la región. En lugar de la dependencia y el subdesarrollo, problemas tales como la inserción global, la competitividad y la consolidación democrática adquirieron mayor importancia.34 En tales casos, la investigación sistemática de la integración económica y política y el regionalismo, así como de la seguridad, se volvió parte fundamental de las RI latinoamericanas.35

El estudio de todos estos temas evidencia varios rasgos generales. Primero, hay el intento por adaptar teorías del Norte al caso de América Latina, como ocurre, por ejemplo, con el análisis de esquemas regionales de integración como MERCOSUR o UNASUR en función de ideas como comunidad de seguridad.36 Segundo, se examina la especiicidad de la experiencia latinoamericana con éstas.37 Por ejemplo, según Roberto Russell y Juan Gabriel Tokatlian, el modelo de integración que Sudamérica ha adoptado, denominado autonomía relacional, subraya la importancia de las relaciones subregionales para el fortalecimiento de la acción colectiva frente a los poderes globales, considerada necesaria para satisfacer objetivos cruciales como la seguridad, el fortalecimiento de la democracia y el bienestar.38

Tercero, y en relejo del carácter urgente que revisten muchos de los problemas que enfrentan los países latinoamericanos, se destaca el desarrollo de conocimiento “práctico” y aplicable que pueda ser traducido en fórmulas de política pública por parte de los gobiernos de la región.

Conclusiones: Aportes de las Relaciones Internacionales en América Latina

La exposición de este capítulo indica que América Latina tiene una tradición propia de relexión sobre las RI que se distancia de las perspectivas teóricas desarrolladas en Estados Unidos en varios sentidos. Primero, las RI latinoamericanas evidencian una relación estrecha entre la teorización y la práctica de la política internacional. En particular, este campo ha estado caracterizado por la creación de conocimiento susceptible de ser convertido en estrategias y políticas especíicas por parte de los estados latinoamericanos, entre otros, con el in de mejorar sus márgenes de maniobra en el sistema internacional.

Segundo, y en contraste con las vertientes dominantes de las RI, cuya identidad se ha constituido en torno a la dicotomía entre lo que ocurre “adentro” del estado y lo que sucede

“afuera”, en el sistema internacional anárquico, en América Latina las lógicas internas y externas han gozado de un peso explicativo semejante. Es decir, las RI latinoamericanas no examinan solamente los patrones de conducta de los estados o los actores no estatales en el sistema internacional, sino que se preocupan de igual modo por las implicaciones nacionales 34. Dada la inluencia histórica de los militares en las políticas de seguridad, dicho subcampo comenzó a articularse estrechamente con la democracia.

35. Véase, entre otros, Rivarola Puntigliano y Briceño-Ruiz 2013; Rigirozzi y Tussie 2012; Grabendorff 2003, y Tickner y Herz 2012.

36. Véase, por ejemplo, Oelsner 2009.

37. Rivarola Puntigliano y Briceño-Ruiz 2013.

38. Russell y Tokatlian 2002.

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El pensamiento latinoamericano en las Relaciones Internacionales de las dinámicas internacionales, dados los altos grados de interpenetración que existen entre los dos niveles.

Tercero, los autores latinoamericanos analizados en este capítulo ven como problemática la descripción del sistema internacional en términos de anarquía, ya que tanto el capitalismo global como el poderío estratégico-militar de algunos países del Norte constriñen la acción de los países latinoamericanos (y los del Sur en general) de múltiples formas.

Cuarto, el pensamiento cepalino, la Teoría de la Dependencia y la Autonomía Periférica identiican la “debilidad estatal” (concepto que entró en boga dentro de las RI dominantes para explicar la concentración de los conlictos violentos internos en el Sur global) como el producto histórico de la inserción internacional de América Latina, la cual articuló el proceso de construcción del estado con las dinámicas del capitalismo global de formas nocivas para su consolidación. De allí que la autonomía se haya constituido en uno de los conceptos centrales que las RI en América Latina hayan intentado desarrollar.

Paradójicamente, y pese a la existencia de una tradición propia de pensamiento sobre la política mundial, la enseñanza de las RI en América Latina está inluida fuertemente por las teorías estadounidenses.39 La inmensa mayoría de los textos utilizados en las aulas de las principales universidades de la región han sido escritos por autores de Estados Unidos y en lengua inglesa. En cambio, en los cursos iguran pocos textos escritos por autores latinoamericanos, sobre todo en el campo de la teoría de las RI.

En contraposición a la inluencia central ejercida por la Teoría de la Dependencia en las ciencias sociales en América Latina y en el análisis histórico de los problemas mundiales que enfrenta la región, ésta ocupa un lugar marginal dentro de la enseñanza de los Estudios Internacionales. De forma similar, los autores representativos de la Autonomía Periférica, que se volvió instrumental para el análisis de la política internacional latinoamericana en la década de 1980, son casi invisibles.

Mientras que la enseñanza de la teoría de las RI en América Latina, así como las actividades de investigación, siguen estando condicionadas por los marcos realistas y liberales de la política internacional, poco a poco el Constructivismo ha recibido mayor atención. En cambio, enfoques pospositivistas, tales como el Feminismo, el Poscolonialismo o el Posestructuralismo, que han constituido un bloque “disidente” dentro de la disciplina en Estados Unidos y Europa, siguen siendo prácticamente inexistentes.

Es posible que en un futuro no tan lejano la crisis del neoliberalismo, los cambios políticos, económicos y sociales que ha experimentado América Latina, el declive de la inluencia de Estados Unidos y el fortalecimiento de esquemas regionales de concertación política e integración inluyan en las RI de la región, ya que pueden surgir desafíos para los cuales los estados latinoamericanos necesiten renovar sus conocimientos, a in de construir nuevas políticas. Un resultado sería que se desempolvaran las teorías formuladas hace décadas sobre problemas como el desarrollo y la autonomía, así como sobre el papel del estado nacional en su resolución.

39. Tickner 2002, 2009; Tickner, Cepeda y Bernal 2012.

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PARTE 2

Elementos fundamentales

del análisis internacional

El análisis de la política exterior

9. El análisis de la política exterior:

Una visión desde América Latina

Alberto van Klaveren

En 1991, los presidentes de México y Estados Unidos y el primer ministro de Canadá anunciaron el inicio de negociaciones trilaterales para formalizar un Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En 2003, Chile y México, entonces miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se opusieron a la propuesta estadounidense de autorizar el uso de la fuerza para invadir Irak. En 2005, Venezuela estableció una alianza petrolera con varias naciones del Caribe para que pudieran comprar petróleo ven-ezolano a precios preferenciales.

Todos estos episodios tienen un elemento en común: son decisiones de política exterior.

Algunas fueron adoptadas después de largos procesos de maduración, inluidas por factores externos e internos y procesos complejos de consultas con múltiples actores. Otras fueron el resultado de iniciativas de líderes, motivadas por intereses de muy variada índole que van de la economía a la ideología.

La política exterior es una política pública, pero es más que eso. Por medio de la política exterior, los estados se relacionan con el sistema internacional y se adaptan a éste. De esta manera, la política exterior se vincula a la disciplina de las Relaciones Internacionales (RI) representando un área especíica en ese ámbito. La política exterior también suele parecer diferente al resto de las políticas. Muchas veces se identiica como una política de estado, que está por sobre las diferencias políticas internas y los cambios de gobierno. Se le atribuye permanencia y se aspira a que sea congruente y, ocasionalmente en el discurso público, invariable.

Es una política que se reiere a valores fundamentales y a intereses nacionales, a la integridad del territorio y a la unidad nacional, a la protección de los ciudadanos en el extranjero, a la promoción del comercio, a la protección y regulación de las inversiones extranjeras, a la defensa de valores y principios en el orden internacional, a la elaboración de regímenes multilaterales que afectan directamente a los estados, a la defensa de la paz, a la estrategia de desarrollo, a la cooperación internacional.

¿Cómo explicar las decisiones de política exterior? Los factores que inluyen en su elaboración suelen ser múltiples y resulta muy difícil jerarquizarlos o establecer relaciones de causalidad entre ellos. Hay cierta disociación entre la teoría de las RI y los análisis de política exterior, especialmente en América Latina. Se pasa con facilidad desde lo macro hacia lo micro, desde los análisis generales de la estructura y efectos del sistema internacional –dependencia, globalización– a los episodios muy especíicos o tendencias de política exterior, sin establecer una vinculación clara entre ambos.

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Alberto van Klaveren

La globalización está generando más conciencia sobre el mundo y la forma en que el sistema internacional afecta a las sociedades nacionales (véase los capítulos 1 y 5). La comunidad internacional exige ahora más a los países. Organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales elaboran informes periódicos sobre la situación de los derechos humanos y designan relatores especiales para conocer temas especíicos (véase los capítulos 13 y 15).

Los ciudadanos que no ven protegidos sus derechos acuden a estas instancias internacionales.

Comisiones y tribunales regionales de derechos humanos conocen y resuelven, con efectos vinculantes, casos especíicos que les son sometidos. La agenda global inluye más y más en las políticas internas de los estados en áreas tan diversas como los derechos humanos, las políticas de género, el trato a las minorías, el comercio, los subsidios, la propiedad intelectual, los gases de invernadero o la explotación pesquera.

En este capítulo se exponen los elementos básicos del análisis de la política exterior, se identiican sus factores externos e internos y se mencionan sus principales actores, desde una perspectiva latinoamericana.

El análisis de la política exterior

La teoría adquiere interés y relevancia cuando se reiere a un fenómeno social real y concreto, deinido en el tiempo y el espacio. Este vínculo entre teoría y realidad se torna todavía más importante en el caso de la política exterior. Por razones comprensibles y muy legítimas, en América Latina se ha prestado más atención a los contenidos de la política exterior que al proceso de adopción de decisiones. Los análisis han tendido a ser más generales, y aunque se encuentran múltiples estudios de casos sobre aspectos de la política exterior, éstos no siempre han tenido referentes teóricos claros.

En el campo de la política exterior comparada, una perspectiva teórica es una orientación general que “postula la importancia de algún conjunto especiicado e interrelacionado de variables para explicar comportamientos de política exterior y que provee una lógica explicativa que relaciona ese conjunto de variables con los comportamientos de política exterior”.1 Este concepto parece el más apropiado para el estado actual de los estudios de política exterior, ya que la formulación de teorías en esta área tiene todavía un carácter incipiente y se ha avanzado más en la explicación de fenómenos más bien singulares y concretos que en comportamientos generales de política exterior. Una perspectiva teórica no representa una tipología sobre la totalidad de la política exterior, sino que trata de iluminar decisiones y pautas de comportamiento especíicas. Las perspectivas no son exhaustivas ni mutuamente excluyentes.

El análisis de la política exterior requiere un estudio de la estructura o contexto en que se adoptan las decisiones, así como del proceso mediante el cual se adoptan. La estructura se reiere tanto al ámbito externo como al interno.2 El proceso se reiere a los actores que intervienen, instituciones, grupos, personas y las interacciones que se generan entre ellos. La relación entre actores y estructuras sociales es compleja y no ha sido explicada satisfactoriamente por los análisis de política exterior.3

1.

Hermann y East 1978, 22.

2.

Hill 2003, 26.

3.

Carlsnaes 2008, 96.

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El análisis de la política exterior

Es probable que la clasiicación más conocida y utilizada de las variables que afectan los comportamientos de política exterior sea la que distingue entre factores externos e internos. Obviamente, no es fácil identiicar fuentes puramente internas en materia de política exterior. La creciente importancia de una amplia gama de actores transnacionales (véase el capítulo 15), la penetración de muchos sistemas políticos por obra de agentes oiciales y no oiciales de otros estados y el lujo de las comunicaciones internacionales han hecho que la distinción entre factores externos e internos sea menos clara y tajante que en el pasado.

Los analistas de la política exterior han demostrado repetidamente la relevancia que asume el contexto interno de los países en la elaboración de la política exterior. El énfasis en los factores internos ha permitido a los expertos superar las limitaciones del análisis tradicional de la política del poder, que tendía a considerar que los países se comportaban con independencia de las fuerzas políticas y sociales internas en la búsqueda de intereses nacionales evidentes por sí solos (véase el capítulo 3).

Cuadro 1. Marco para el análisis de política exterior

Como se observa en el cuadro 1, cualquier análisis que eleva los factores internos o externos a la categoría de determinantes primarios y exclusivos de la política exterior está condenado al fracaso. Las dos categorías de factores no están en competencia, sino que se comple-mentan. En realidad, la relación entre factores internos y externos es de doble vía. La política exterior de un estado es la expresión internacional de una sociedad, pero también sirve para integrar al mundo en esa sociedad. Algunos temas también exhiben una combinación tan compleja de elementos internos y externos que han sido denominados intermésticos (por el inglés intermestic) en la bibliografía especializada,4 categoría especialmente aplicable a los temas más delicados de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos: narcotráico, migraciones y crimen organizado.5

4.

Rosenau 1997, 3-4.

5.

Temas recurrentes en los análisis del volumen de Domínguez y Fernández de Castro 2010.

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Alberto van Klaveren

El contexto externo

En términos generales, el medio externo de cada estado comprende el sistema global, compuesto por el resto de los estados, tanto de manera individual como en una variedad de combi-naciones. El sistema global se caracteriza por una situación de interdependencia compleja6 e incluye diferentes regímenes internacionales, esto es, conjuntos de principios, normas y procedimientos de adopción de decisiones que los miembros del sistema utilizan para regular sus comportamientos y resolver de manera cooperativa sus problemas (véase el capítulo 3).7 La noción de sistema global también comprende a una variedad de actores no estatales. Éstos pueden variar desde organizaciones intergubernamentales, tales como Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos (OEA), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), hasta organizaciones no gubernamentales (ONG) como Amnistía Internacional o Greenpeace (véase el capítulo 15). Todos estos actores pueden transferir inluencias desde el medio externo a cualquier sistema de política exterior.

Para facilitar el análisis, puede ser útil diferenciar entre variables sistémicas, que se reieren a características del sistema global que por deinición tienen una naturaleza agregada, y variables externas especíicas, que se reieren principalmente a los atributos y comportamientos concretos de países individuales. Aunque esta diferenciación es algo forzada, corresponde a dos enfoques teóricos usados con frecuencia en América Latina: Estructuralismo y Realismo (para el Estructuralismo, véase los capítulos 5 y 7; sobre el Realismo, el capítulo 2).

La estructura del sistema internacional ha representado siempre un referente básico para el análisis de la política exterior de los países, tanto más en América Latina. Como lo recuerda una autora, la noción de estructura sirve para establecer “los límites dentro de los que se mueven los actores en su conjunto”.8 La particular coniguración de poder entre los estados resulta fundamental para evaluar el margen de maniobra de que dispone una política exterior. No es lo mismo un sistema unipolar que uno bipolar, ni uno bipolar que uno multipolar (véase el capítulo 2).

La lógica bipolar de la Guerra Fría que prevaleció, no sin importantes variaciones, entre el in de la Segunda Guerra Mundial y la desintegración de la Unión Soviética, fue un claro condicionante de las políticas exteriores, no sólo en Europa, sino también en zonas periféricas, como América Latina y África. Pero no sólo importa la distribución global de los recursos políticos y estratégicos. También resulta fundamental la distribución de los recursos económicos, las formas en que se genera la riqueza y las relaciones que se establecen entre los países en ese ámbito.

Debido a la condición históricamente periférica de la región, una ya larga tradición de estudios de RI latinoamericanos se ha concentrado en las perspectivas sistémicas (véase el capítulo 8). El supuesto del que estos estudios partían es que América Latina era extremadamente sensible a su medio externo y que su comportamiento hacia otros países tendía a ser una reacción, de acatamiento o de rechazo, a estímulos que se originaban más allá de sus fronteras. En la esfera económica, estos efectos adversos fueron analizados a partir de la década de 1950 con un enfoque estructuralista. Inicialmente, este enfoque puso énfasis en el deterioro de los términos del intercambio que afectaban a los principales productos de exportación de América Latina, tendencia a la que se imputaron en gran medida los crónicos problemas 6.

Keohane y Nye 1977.

7.

Véase Krasner 1983 y van Klaveren 2012a.

8.

Barbé 2007, 237.

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El análisis de la política exterior

de balanza de pagos que experimentaba la región y sus bajas tasas de crecimiento. Posteriormente, el enfoque se extendió a la evaluación de los efectos de otras variables externas sobre la periferia capitalista, tales como la inversión extranjera directa, la dependencia inanciera y la brecha cientíico-tecnológica.9 De acuerdo con los estructuralistas, estas tendencias sistémicas podían superarse mediante una estrategia de industrialización basada en la sustitución de importaciones, la integración regional, la promoción de las exportaciones de manufacturas y de otras exportaciones no tradicionales y la reforma del orden económico internacional. Como se puede observar, todas estas estrategias e instrumentos repercuten directamente en el campo de la política exterior.

El enfoque de la dependencia puede también ser considerado como una perspectiva sistémica (véase el capítulo 8). Ha sido utilizado como un marco amplio y general para describir y explicar el subdesarrollo económico de la región y sus múltiples repercusiones en la esfera social y política. Se trata de un enfoque sobre la teoría del desarrollo, económico y político, y la economía política internacional, que no aborda de manera central el área de la política exterior. De hecho, hay muy pocas referencias a temas de política exterior en los escritos latinoamericanos sobre la dependencia. Pese a ello, este enfoque ha tenido un impacto claro en los estudios y la práctica de la política exterior.10 Por una parte, ha puesto el acento en el papel que desempeñan las élites en las sociedades dependientes que están estrechamente vinculadas con los grupos centrales de la economía mundial y que ejercen una función dominante en la esfera económica y política de estas sociedades.

Los autores identiicados con este enfoque también han llamado la atención sobre los efectos de las inversiones extranjeras, consideradas como medios para penetrar los sectores más estratégicos y dinámicos de las economías latinoamericanas, una noción que ha ejercido mucha inluencia en las políticas de nacionalización seguidas periódicamente, hasta el presente, en la región. La perspectiva de la dependencia se ha concentrado también en fenómenos tales como las relaciones comerciales asimétricas, el endeudamiento externo, la cooperación y los programas de entrenamiento militar y los intercambios educacionales y culturales, considerados a menudo como instrumentos para penetrar las sociedades latinoamericanas. Por otra parte, el enfoque de la dependencia ha permeado las percepciones sobre la economía mundial de élites políticas e intelectuales inluyentes en la región y actúa de marco conceptual para el impulso de políticas exteriores radicales o revolucionarias.

En el ámbito político, la mayoría de los especialistas en el área de la política exterior latinoamericana se han centrado en variables sistémicas tales como la evolución de la bipolaridad al momento unipolar y luego a la multipolaridad, los cambios en la distribución de los recursos en el sistema global y, por cierto, el debate sobre el papel de Estados Unidos en el nuevo sistema internacional.11

Los análisis sistémicos en América Latina suelen destacar la calidad periférica de la región y su vulnerabilidad respecto de las variables externas (véase el capítulo 8). Un importante diplomático brasileño dio el título de Cinco siglos de periferia. Una contribución al estudio de la política 9.

Prebisch 1978, 1981; Sunkel y Paz 1970.

10. Bernal Meza 2005, 97.