Estudios Históricos del Reinado de Felipe II by Cesáreo Fernández Duro - HTML preview

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ESTUDIOS HISTÓRICOS

DEL

REINADO DE FELIPE II

EL DESASTRE DE LOS GELVES

(1560-1561)

ANTONIO PÉREZ EN INGLATERRA Y FRANCIA

(1591-1612)

POR

D. CESÁREO FERNÁNDEZ DURO

De la R. Academia de la Historia

MADRID

IMPRENTA Y FUNDICIÓN DE M. TELLO

Impresor de Cámara de S. M.

Don Evaristo, 8

1890

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ÍNDICE.

Páginas.

El desastre de los Gelves

1

APÉNDICE I—Relación de la jornada que hicieron a Trípolde Berbería las armadas católicas, años 1560 y 61

67

Relación breve y verdadera de la jornada de los Gelves, desdeel día que arribó el armada turquesca hasta quel fuertefué tomado por los turcos, sacada de italiano en español

163

APÉNDICE II—Carta de D. Juan de la Cerda, Duque de MedinaCeli, fecha en Mesina á 7 de enero de 1564, remitiendoal Dr. Páez, Cronista de S. M., la relación que D.

Álvarode Sande había dado á S. M. acerca de la jornada deBerbería, con anotaciones suyas

199

Epigrama dedicado á Juan Andrea Doria

245

Antonio Pérez en Inglaterra y Francia

249

Documentos

381

Los papeles y cartas que truxo Miguel Igun sobre cosas deFrancia

383

Cartas de Antonio Pérez

387

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DESASTRE DE LOS GELVES

(1560)

{1}

A isla de los Gelves ó Gerves de nuestrascrónicas, designada por los naturalescon el nombre de Jerbah y porlos italianos con el de Gerbí y Zerví,se halla al SO. de la de Malta, en el golfo deCaps ó Khabes por latitud media de 33° 45'Norte, tan próxima á la costa de Trípoli y bocadel río Tritón, antiguo Lotofagite, que se comunicabacon la tierra firme por un puente demadera, y aun á marea baja podía vadearse elcanalizo de separación.

En extensión superficial mide la isla unos 40kilómetros de largo por 26 de anchura; abundaen olivos y palmares, cuyos frutos manteníaná la población, repartida en aldehuelas yalquerías, supliendo con pozos la carencia deríos y fuentes de agua potable.

Rodean á los Gelves por todos lados bajosy canalizos de difícil acceso, que obligan á lasembarcaciones de algún calado á fondear á tres{2}ó más millas de distancia.

Siempre fué este rincón nido de piratas ypeligroso padrastro de Malta, Sicilia y Cerdeña.El Almirante de Aragón Roger de Lauriacastigó los latrocinios de aquellos naturalesdesembarcando en 1284. Pensó el Rey DonFernando el Católico reprimirlos de nuevo, ylo hiciera de su orden en 1501 el Gran Capitán,á no estorbárselo las complicaciones de la guerrade Italia. En fin, se organizó al efecto laexpedición del Conde Pedro Navarro en 1510:quedó en breve sometido Trípoli, saliendo deMálaga segunda armada á las órdenes de DonGarcía de Toledo, sobrino del Rey Católico,padre del gran Duque de Alba, para dar fin ála jornada, ocupando la isla de los Gerbes, yendono menos de 16.000 infantes, sin contar lagente marinera de las naves; dato que sirve ála medida de la importancia de la empresa.

Verificado sin oposición el desembarco el30 de agosto del mismo 1510, emprendieronlos escuadrones la marcha hacia el interior,llevando D. García la vanguardia. El ardor delsol, el peso de las armas, la falta de agua sobretodo, fatigaron tanto á los soldados, queal llegar á la arboleda y sitio de los pozos nohubo razón ni palabra que los contuviera, precipitándoseen el mayor desorden á satisfacerla exigencia de la sed con porfía y aun lucha{3}de unos con otros.

Unos cuantos moros á caballo que salieronen la oportunidad, de la emboscada en que estabantras las palmeras, sembraron el pánicocargando al tropel desmoralizado. En vanoquiso alentarlos con la palabra D. García deToledo, y con el ejemplo los estimuló echandopie á tierra y tomando una pica, con la queavanzó y contuvo al enemigo por de pronto, seguidode muy pocos; su heróica muerte sirviótan sólo para poner alas al miedo y para quelos fugitivos desordenaran á los escuadrones deatrás[1]. Aquellos soldados mismos de Bugíay de Trípoli, asombro de Europa pocos díasantes, tirando las armas se arrojaban al mar ó sedejaban degollar como carneros[2], sin que laautoridad y locución del Conde Navarro fueranatendidas. Hubo, por otra parte, cristianoque por entre las lanzas de los moros asía unavasija de agua y bebía traspasado[3].

La rota fué espantosa: con D. García deToledo sucumbieron 60 capitanes ó caballerosprincipales[4], calculándose, con más ó menos,en 4.000 hombres los muertos y cautivos; y comode ordinario la desmoralización tenga consecuencias,perdiéronse luego cuatro naos con{4}toda la gente embarcada, y otra vez en la islainmediata de los Querquenes, la gente, sorprendiday acobardada, se dejó acuchillar pornúmero muy inferior de moros mal prevenidos.

Diez años después llevó á los Gelves DonHugo de Moncada, Virrey de Sicilia, otra armadade cien velas conductora de 13.500 infantesy 1.000 caballos; los puso en tierra porel mes de abril (1520), y no llanamente se abriópaso; que si el escuadrón que personalmenteguiaba arrolló á los moros, otro de los suyoscejó viéndose en aprieto. Con todo, pidió pazel jeque de la isla, reconociéndose sometido ylibrando al Virrey de ansiedades[5].

Díjose entonces en España por proverbio«Los Gelves, madre, malos son de ganar[6], »aunque no pudiera presentirse que habían deser teatro de desastre harto más serio, por unode los mayores de la historia militar española,{5}así en pérdidas de personal y material, comoen la más sensible de la reputación y de la confianzaganada con tantas victorias anteriores.

Del suceso quedan relaciones suficientementecircunstanciadas para juzgarlo con apartamientode la pasión de los contemporáneos.Antón Francesco Cirni Corso escribió una muyde atender, por la circunstancia de hallarse encontacto con el Capitán general y conocer lasprovidencias del Consejo de guerra[7]. Más concisa,pero mereciendo también la fe de testimoniopresencial, es de citar la de M. T. deCarrelières, Capitán de una compañía de franceses,relacionado con el gran Maestre de SanJuan[8]; de las varias que circulaban formó lasuya Alonso de Ulloa[9], trasladándola después{6}al italiano con agregación de otras campañas[10], y acaso también sirvieran al genovésFoglietta[11], teniéndose en cuenta al redactarhistorias generales del reinado, tales como lasde Antonio de Herrera[12] y Luis Cabrera deCórdova[13], pues que lo esencial de la jornadase encuentra en ellas.

Pero aún quedaron manuscritas, circulandoprivadamente, algunas que en más ó en menosse apartaban de las que alcanzaron sanciónoficial. Al cabo de los años transcurridos hanvenido á dar á luz los Sres. Marqués de laFuensanta del Valle y Sancho Rayón, en su Colección de libros raros ó curiosos, una desconocida,escrita por Diego del Castillo, en defensa{7}de D. Álvaro de Sande[14], y no sola, todavez que Nicolás Antonio vió y cita en la Bibliothecahispana nova, tomo I, pág. 273, delmismo autor, otra cuyo paradero se ignora, intitulada Historia de la liberación de D. Álvarode Sande y de la toma del Peñón de Vélez de la Gomeray el suceso de la armada enviada por el granTurco sobre la isla de Malta.

Diego del Castillo no asistió á la jornada delos Gelves que relata: habla por referencia,pero con buenos informes, que no es aventuradopresumir procedieran del mismo D. Álvarode Sande, á quien ampara contra opinionescontrarias, pues refiere dichos y hechosque no constan en las otras relaciones ni erafácil supiera de otra lengua; y la oportunidadde sus escritos se acredita por los que van apareciendo,en prueba del gran número de losque sin duda produjo el desastre que á tantasfamilias dejaba lastimadas.

Uno se halla inédito en la Biblioteca delEscorial, por traducción del italiano[15]; otro,{8}que aquí aparecerá por vez primera, se guardaen la Academia de la Historia[16], mereciendoprincipal consideración, así por obra de quienpresenció cuanto refiere, como por la apreciacióndistinta con que juzga los sucesos: conharta severidad, tal vez; con competencia, seguramente.D. Álvaro de Sande no sale tanbien librado como en las relaciones impresas,en ésta, que deja suspenso y conmovido elánimo del lector.

Forma un códice en 4.º de 61 fojas, escritaspor tres manos distintas, por cuadernillos,por la urgencia con que se tendría quesacar la copia. La hoja primera de guardadice: La jornada de Berbería de 1560 y 1561. Escritaen la Torre del gran Turco sigun diré por...

Corrales,natural de Ocaña. Dióseme en Micynaá 31 de mayo de 1561.

Por bajo, de letra diferente, se lee:

«Está llena de mentiras.»

Corrales se nombra en dos pasajes de larelación, y, aunque no lo diga, parece ser autorde una carta anónima que inserta, comodirigida á D. Álvaro de Sande, y no tiene{9}mayor categoría que la de soldado particular.

Si no fué su escrito, otro parecido movió áD. Álvaro á dirigirse al Rey en memorial deagravio, narrando por sí los sucesos y suplicandose abriera información de ellos. El Duquede Medinaceli tampoco estaba satisfechode las versiones que corrían, ni ésta de D. Álvaroacababa de llenar los deseos de poner ácubierto su honra, en que mordían no pocos:se propuso, por tanto, hacer por sí también narraciónde los hechos; y mientras con calmaordenaba los apuntes y disponía otros materiales,comentó por de pronto el mencionadomemorial de D. Álvaro de Sande, remitiéndoloen tal forma al Dr. Páez, cronista del ReyD. Felipe, á fin de que en sus oficios, dondese guardó original[17], surtiera efectos másfáciles de lograr que con réplicas y discusiones.

Por dicha se ha conservado este importantedocumento, que también ahora se estampa,ofreciendo, con el sello personal del estilo delos dos jefes principales del ejército en la jornada,datos con que mejor conocerlos y juzgarlos.

Antes de hacerlo, conviene, sin embargo,{10}recordar que, hallándose los caballeros de laOrden de San Juan de Jerusalén dispersos ysin domicilio propio después de la toma dela isla de Rodas por Solimán, como el granMaestre y principales dignatarios se acogieraná la ciudad de Zaragoza de Sicilia, dióles elEmperador Carlos V para habitación y defensala isla de Malta y la ciudad de Trípoli, conlas conquistas del Conde Pedro Navarro yD. Hugo de Moncada.

El año de 1558, por alianza del gran Turcocon el Rey de Francia é instancias de éste,entró en el Mediterráneo armada de cien galerasal mando de Piali-Bajá, con propósitode ganar el Condado de Niza. Las costas deCalabria y Nápoles sufrieron mucho de estaescuadra, que se llegó también á las islasBaleares, expugnando á Ciudadela en Menorca.Iba allí el tristemente célebre Dragut, atenidoá su antigua ocupación de corsario desdeque la conquista de la ciudad de África quegobernaba, por el Virrey de Sicilia, Juan deVega, le enajenó la gracia del gran Señor, yno poco fueron debidos á su pericia marinera ypráctica de las costas los resultados de la expediciónde Piali. Influyendo por lo mismo suconsejo, antes de la retirada al Bósforo, sedirigió la armada turca á Trípoli, poniendo sitioá la ciudad por mar y tierra con asistencia{11}de los secuaces conservados por Dragut entrelos berberiscos[18].

Mal prevenido el gran Maestre de San Juan,Gaspar de Valette, no pudo resistir el furiosoembate y repetidos asaltos de los genízaros;faltáronle municiones, vituallas y gente, obligándolela necesidad á capitular con segurode las vidas. Dragut se hizo recompensar elservicio encareciendo á Solimán la importanciade la conquista como base de las sucesivasde Malta, Sicilia, Cerdeña y Córcega y aunde Italia, que brindaba al Sultán por empresasdignas de su pujanza y á las que contribuiríade buen grado. Octuvo el gobierno de Trípoli,que volvió en sus manos á ser depósito delbotín, nido de piratas, origen de expedicionesy recelo perpetuo de los habitantes de las costasde Italia. Independientemente se entróDragut por las tierras del Rey de Caraván,en el interior, despojándole de una buena parte;y como la isla de los Gelves convinieragrandemente á sus empresas, so capa amistosamató al jeque, ganó á los principales y sehizo señor y tirano.

Al Maestre de San Juan, Valette, antesnombrado, había sucedido F. Parisiote, residiendo{12}en Malta con la idea fija de recuperará Trípoli. La coyuntura de la paz entre Españay Francia, acordada en abril de 1559, le parecióexcelente, pues que consentiría utilizarlas grandes fuerzas de mar y tierra de quedisponía el Rey Católico antes de deshacerlas.Pidió, pues, con instancia á D. Felipela asistencia contra los infieles, enviando porembajador á la corte al Comendador Guimarán.

Aseguraban al Monarca que era la empresacierta ejecutándola con celeridad y secreto,porque entretenido Dragut en cabalgadas ypresas hacia el interior de Berbería, no contandoTrípoli con más de 500 turcos de guarnición,sin repuesto de mantenimientos; aseguradoel concurso del Rey de Caraván y elde la mayoría de los berberiscos, vejados yoprimidos de los turcos, por naturaleza soberbios,injustos y avaros; y siendo difícil que átiempo tuviera socorro Solimán de tan largadistancia, concurrirían las circunstancias contrael astuto corsario y debían de aprovecharseantes que su creciente poderío llegara áamagar otros puntos.

Gobernaba por entonces en Sicilia por VirreyD. Juan de la Cerda, Duque de Medinaceli,gran Señor en España, que secundó en lacorte los propósitos del gran Maestre con sus{13}informes favorables, deseando ocasión de honrapersonal en la jornada, como su antecesoren el virreinato lo alcanzó con la conquista dela ciudad de África.

El Rey acogió con favor el pensamiento,ordenando sin dilaciones así al Príncipe AndreaDoria, general de la mar, como á los Virreyesy Gobernadores de Italia, facilitaran alDuque de Medinaceli, nombrado Capitán generalde la empresa, los elementos que reclamara,sin esperar otro mandato. Sin embargo,como la armada turca se dejara ver en elAdriático amenazando con ataques como lospasados, ninguna de las autoridades principalesquiso desprenderse de fuerzas de que podíahaber necesidad; lo que hicieron por depronto fué cuidar la reunión en Mesina de lasescuadras de galeras, formando armada respetableá que concurrió D. Juan de Mendoza,general de las galeras de España, y fué bastantela prevención para que Piali regresara áConstantinopla sin intentar nada.

Pasó con las demoras la oportunidad de lajornada, que, según el consejo del PríncipeDoria, era en los meses de septiembre y octubre,por haber de ir la armada á costa peligrosatan escasa de puertos como abundanteen bajíos. El Duque de Medinaceli activabaciertamente los alistamientos de gente, junta{14}de navíos, acopio de municiones y raciones,haciendo asientos ó contratas á la vez en Sicilia,Nápoles, Génova, Cerdeña; encontraba,sin embargo, dificultades tan insuperables enlas distancias y en las comunicaciones, comoen las voluntades, que no se aunan llanamente.

En Milan, por ejemplo, estaba encargadoD. Álvaro de Sande de alistar 2.000 alemanesy 2.000

italianos de los que iba á despedir elDuque de Sessa y de conducirlos á Mesina juntamentecon los 2.000 españoles que por ordendel Rey facilitaba aquel estado. Por interrupciónen los despachos se fueron los másde los alemanes á su tierra, sin que se pudieranjuntar más de tres compañías. Á esta sazónllegó nueva de la muerte del Rey de Francia,y el Duque de Sessa retuvo los españoles,receloso de trastornos.

Caminaron al fin los soldados á Génova;mas al llegar se encontraron con que el embajadorFigueroa había despedido las naves queestaban fletadas y proveídas, en la creencia deno ser ya necesarias. Encontrar otras costóquince días y alojar á los soldados en tierra.Al embarcar pasando muestra, no recibiendotodas las pagas debidas, se amotinaron los españoles,hiriendo al capitán Antonio de Mercadoque procuraba acordarlos, y tomaron el{15}camino para volverse á Lombardía. D. Álvarode Sande y el embajador los alcanzaron ádiez millas de distancia, que sólo desandaroncon promesa de recibir cuatro pagas. Una delas naves en que habían embarcado 1.500 italianosdió al través antes de salir del puerto,ahogándose algunos, perdiendo otros armas yropas. Hubo que desembarcar la gente y aderezarla nao, causa de nueva dilación.

En Nápoles surgieron entorpecimientos parecidos,mientras el Virrey Duque de Alcaláno estuvo seguro de que podían salir del reinosin inconveniente los soldados.

No dejaron de presentarse algunos en la armada,en razon á no ir en la Real el PríncipeAndrea Doria, general de la mar, agobiado delos años. De orden suya había arbolado el estandartereal su sobrino y lugarteniente JuanAndrea Doria, «mozo brioso y mañoso, inclinadoá las cosas de mar, en cuyo manejo se habíacriado[19], » pero muy distante en autoridadde la del Príncipe. D. Juan de Mendoza, generalde las galeras de España, alegó orden deS. M. para regresar á sus costas, por no estarsubordinado á Juan Andrea; otros generaleslo estuvieron á más no poder.

Á principios de octubre se pasó muestra en{16}Mesina á 12.000 hombres bien armados, puestosbajo el guión del Duque de Medinaceli.Por lugarteniente iba D. Álvaro de Sande;maestre de campo general D. Luis Osorio;general de la artillería Bernardo de Aldana;administrador del hospital el obispo de Mallorca.Embarcábanse sin cesar artillería, municiones,vituallas y máquinas, pero iban muyretrasados los aprestos.

Se había desatendido por una ú otra razónla primera de las condiciones que requería eléxito de la empresa: la celeridad. La segunda,la reserva, se perdió por la tardanza misma,y por haber caído en manos de los turcosuna de las fragatas despachadas por el granMaestre de Malta para espiar la costa berberisca.Dragut, harto embarazado con la hostilidadinsistente de los berberiscos, tan luegosupo el nublado que de la otra parte se preparaba,despachó persona de su confianza concartas y regalos capaces de dar á entender laurgencia de socorro si había de guardarse Trípoli;y tan bien la explicó el enviado, quemientras con parsimonia seguían en Sicilia losembarcos, llegaba desde Constantinopla unrefuerzo de 2.000 turcos á la guarnición de laciudad amenazada, cuyas fortificaciones seaumentaron lo mismo que las provisiones deboca y guerra.{17}

El Duque de Medinaceli trasladó las fuerzasexpedicionarias desde Mesina á Zaragozade Sicilia, como puerto más adecuado á lasúltimas diligencias. Empleó no obstante enellas cerca de dos meses, teniendo las tropasembarcadas en prevención de las deserciones,riñas y motines con que se manifestaba la maladisposición de aquel ejército, en gran partecolecticio, á costa del consumo de las racionesacopiadas, cuya mala calidad afectó la saluddel soldado, enfermando y muriendo porcentenas en los hospitales.

En todo tiempo ha sido el logro norte de loscontratistas; en ningún acaso se echa de vertanto como en la época de continuas guerrasmarítimas de que se va tratando, en que sinprevisión, sin fiscalización, antes con la premuraque no admite examen ni advertencia se demandabanlos artículos en enormes proporciones.Bien puede decirse que más vidas ha perdidoEspaña por asentistas que por enemigos.

Hábiles y entendidos como nadie en estosnegocios los genoveses, habían tomado á cargoel suministro de raciones de la expedición,calculadas en 3.600.000, ó sean las suficientespara 30.000 hombres en cuatro meses, y antesde salir del puerto se advirtió que estaban enputrefacción, siendo indispensable reemplazaruna parte al menos, que familiarizara á los estómagos{18}soldadescos con la menos adulteradaó mala.

Pasada nueva revista, resultó por enfermedadesy deserciones baja de más de 3.000hombres, componiéndose el ejército de 37banderas ó compañías de españoles, 4 de alemanes,35 de italianos, 2 de franceses y 100caballos, griegos y sicilianos. La armada, entrenaves de combate y transporte, alcanzabala cifra de más de 100 velas, descomponiéndosede esta suerte: Capitán general, Juan Andrea Doria, en laReal.—16 galeras más de su escuadra.

General de la escuadra de Nápoles, D. Sanchode Leyva.—7 galeras, 2 de ellas de Stefanodi Mare ó Mari.

General de la escuadra de Sicilia, D. Berenguerde Requesens.—10 galeras, 2 de ellas delMarqués de Terranova, 2 de Mónaco, 2 deVisconte Cicala.

General de la escuadra pontificia, Flaminiode Languillara[20]. —4 galeras.

General de la escuadra del Duque de Florencia,Nicolo Gentile.—4 galeras.

General de la escuadra de Malta, el ComendadorCarlo de Tixeres.—4 galeras, una galeota,un galeón.{19}

Galeras sueltas de particulares.—5 galerasde Antonio Doria, mandadas por su hijo ScipiónDoria, 2 galeras de Bendinello Sauli, 2galeotas de D. Luis Osorio, una galeota deFederico Stait.

General de las naos, Andrea Gonzaga.—Ungaleón de Fernando Cicala, 28 naves gruesas,12

escorchapines, 7 bergantines, 16 fragatas[21].

Salieron del puerto de Zaragoza todas lasnaves en los días 17 al 20 de noviembre de1559 con desdichada estrella; un cambio bruscodel tiempo las obligó á arribar desde CaboPassaro con dolencia de las tropas y gravessíntomas de descontento. La compañía de DonLope de Figueroa, formada con bandidos deSicilia[22], que iba en el galeón de Cicala, sesublevó; dió muerte al sargento, saqueó lacarga, y poniendo fuego al resto escapó á tierra,sin que pudieran aprehender más de 25 ó30 individuos los que acudieran á remediar eldesorden. Otro tanto quiso hacer la compañíade Vicente Castañola, asimismo de sicilianos;y aunque el general, por justicia y escarmiento,mandó ahorcar á tres de los culpables, perdieronotros las orejas y fueron sentenciados á{20}galeras los demás, la impresión pesimista áque contribuía el naufragio de una de las galerasde Juan Andrea Doria se dejó sentir enlos ánimos, desconfiados de la estrella y aunde la autoridad del caudillo que los regía.

Los menos asustadizos, aquellos capitanesy soldados viejos que servían de núcleo al ejército,pensaban que la empresa no era ya deprovecho, habiendo pasado tanto tiempo yentrado el invierno, y dábales razón la mortandadde la gente que continuaba adoleciendo,y echándola en tierra los patrones, perecíande hambre y mal pasar en las playas sinque se hallase fácilmente quien les diese sepultura[23].Apenas quedaban ya en la armada8.000 hombres, y no sanos; mas no por elloquiso el Duque apartarse de su propósito ysuspender el viaje.

Parcial ó totalmente se volvió á intentar enlos días de diciembre, sin que las naves lograranmontar el Cabo Passaro por la constanciade los vientos contrarios, ni aun á remolquede las galeras. Todo el mes fué preciso paraque en dispersión llegaran á Marza Mussetto,en Malta, punto de reunión que se les habíaseñalado, y que las últimas alcanzaron el 10de enero de 1560.{21}

Desembarcó la gente á refrescarse, y se organizóel hospital por pasar de 3.000 los enfermos;y así, mientras el gran Maestre y Caballerosde San Juan celebraban con salvas deartillería y arcos triunfales la llegada de losexpedicionarios, nada menos que alegría sedibujaba en el semblante de éstos.

Mandó el Duque Coroneles para reclutar enItalia 2.000 hombres más; pidió al Virrey deNápoles, Duque de Alcalá, auxilio, á que acudióenviándole tres naves con siete compañíasde españoles, que sumaban 1.000 hombres;despachó al Proveedor general de la armada,D. Pedro Velázquez, en comisión de procurarvíveres en Cerdeña y otros lugares; en unapalabra, procuró rehacer aquel armamentotan castigado.

Hasta el 10 de febrero no se concluyeronlos aprestos, cuya duración, llevados al principio,era en esta fecha de seis meses. Unidoá la armada el contingente preparado por lareligión de San Juan, que consistía en las cuatrogaleras y una galeota dichas, un galeónbien artillado, con nueve piezas gruesas, sinlas menores, 40 caballeros y 700 arcabucerosescogidos, dió la vela, con viento próspero deLevante, hacia Seco del Palo, fondeadero situadoentre Trípoli y la isla de los Gelves,que había de servir de punto de reunión. En{22}este momento empezaba en realidad la jornada.

Las galeras hicieron su derrota por las escalasde las islas Gozzo, Lampadosa y Querquenes,bajando de ésta á tomar el canal deAlcántara y costear la isla de los Gelbes, entreella y la tierra firme hacia Oriente, conobjeto de entrar en la Roqueta de los Gelves,donde se hace aguada.

Acercándose las escuadras hacia la torre queconstruyeron los catalanes en 1284, donde sueleresidir el jeque con alguna población, descubrierondos naos: la una surta en el canal quellaman de la Cántara; la otra entre la Cántaray la Roqueta, y una milla más adentro, cercade la puente que comunica á la isla con la tierrafirme, dos galeotas. El Duque ordenó queaquellas embarcaciones se apresaran ó destruyeran,y las galeras fueron en tropel, á bogaarrancada, por llegar primero al saco, sin teneren cuenta la dificultad de los canalizos.D. Sancho de Leyva, que tenía á bordo un excelentepráctico moro, abordó la primera delas naos; á la otra llegaron Scipión Doria yGil de Andrada con sus respectivas galeras,hallando que dichas naos, que eran de Alejandría,cargadas de mercancías, estaban abandonadas.De las dos galeotas enemigas nadiese ocupó por la codicia del saco en que todos{23}querían poner mano, y fué falta militar degraves consecuencias. Dragut no poseía másque aquellas dos embarcaciones, con las queluego pudo dar aviso á Constantinopla y recibirsocorro, como más adelante se supo; y pormayor mortificación de descuidados, vino áser conocida la certeza de tener á bordo sutesoro por desconfianza de los moros de tierra.

¡Cuántas veces por causas pequeñísimas sehan malogrado los mejores cálculos! ¡Cuántasha conducido al desastre la excesiva confianza!

En ese mismo canal de la Cántara, mejordicho de Alcántara, callejón sin salida, sorprendióel viejo Andrea Doria á la escuadrillade Dragut después de la toma de África. Segurode apresarla en totalidad, ya porquequisiera hacerlo con menos efusión de sangre,ya porque pensara estrecharle poco á poco, secontentó con asegurar la boca del canal, dejand