Dulce y Sabrosa by Jacinto Octavio Picón - HTML preview

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Dulce y sabrosa

Jacinto Octavio Picón

Capítulos: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII,

XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XXI, XXII, XXIII

Advertencia para esta edición

Si creyera que el publicar un escritor sus obras completas implica faltade modestia, no reimprimiría las mías. Lo hago porque están casi todasagotadas; pensando que es deber de padre no consentir que mueran sushijos, aunque no sean tan buenos ni tan hermosos como él quisoengendrarlos; y también porque considero que el hombre tiene derecho adespedirse de la juventud recordando lo que durante ella hizohonradamente y con amor.

Otra disculpa pienso que atenúa mi atrevimiento. Porque ser partidariodel arte por el arte, y yo lo soy muy convencido, no puede amenguar niestorbar, aun cultivando esta que se llama amena literatura, elentusiasmo por ideas de distinta índole; las cuales unas vecesveladamente se transparentan y otras ostensiblemente se muestran en lalabor de cada uno; pues no es posible, y menos en nuestra época, que elliterato y el artista sientan y piensen ajenos al ambiente que respiran.Quien carece de fuerzas para conquistar la costosa gloria de adelantarsea su tiempo, tenga la persistente virtud de servirle: así lo hepretendido; mas él ha caminado tan deprisa, que hoy acaso parezcamostímidos los que ayer fuimos osados. De éstos quise ser: de los que alestudiar lo pasado y observar lo presente procuran preparar lo porveniry se esperanzan con ello. Por eso rindo tributo de constancia y firmezaa las ideas de mi juventud, algunas hoy tan combatidas, reuniendo estospobres libros, sin que me arredre el recuerdo de cómo unos fueroncensurados, ni espere que retoñe la benevolencia con que otros fueronalabados.

Discurro al igual de aquel gran prosista que decía: «No estemor, como no es vanidad».

Bien quisiera, lector, que pensáramos a dúo y que mi conciencia hallasesiempre eco en la tuya: si por torpe desespero de lograrlo, por sincerocreo merecerlo.

No busques en mis cuentos y novelas lección ni enseñanza: quédese eladoctrinar para el docto, como el moralizar para el virtuoso: sólotienes que agradecerme el empeño que puse en divertir y acortar tushoras de aburrimiento y tristeza.

Sea cual fuere tu fallo, hazme la justicia de reconocer dos cosas: laprimera, que he procurado entender y practicar el arte literario conaquel criterio y temperamento español más atento a reflejar lo naturalque a dar lo imaginado por sucedido: nunca quise hacerte soñar, sinosentir; la segunda, que soy de los apasionados de esta hermosa ymagnífica lengua castellana, si huraña y esquiva para quien la desconoceo menosprecia, en cambio agradecida y espléndida para los que, haciendode ella su Dulcinea, aunque no lleguen a lograrla, tienen honra enservirla y placer en amarla.

J. O. P.

Madrid, Abril de 1909.

Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio elcuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día. Cae latarde; el amigo a quien esperas, no viene; la mujer querida está lejos,y aún no te llaman para comer. Luego el tiempo cierra en lluvia; y tú,apoyada la frente en la vidriera del balcón, te aburres viendo lainmensa comba de agua que se desprende de las nubes. Llegada la noche,el viento gime dolorosamente formando eco, y acaso despertando lastristezas de tu alma... No quieres dormir ni tienes sueño, y recelas queal reclinar la cabeza en la almohada se pueble tu pensamiento derecuerdos amargos y esperanzas frustradas. ¿A quién le faltan en la vidadías negros, estériles para el trabajo, en que la soledad trae de lamano a la melancolía?

Contra ellos está escrito este libro, que, entre desconfiado y medroso,dejo pasar de mis manos a las tuyas. Recíbelo, no como novela que muevea pensar, sino como juguete novelesco, contraveneno del tedio y engañifade las horas.

JACINTO OCTAVIO PICÓN.

Madrid, 1891.

A quien leyere

Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio elcuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día.

Cae latarde; el amigo a quien esperas, no viene; la mujer querida está lejos,y aún no te llaman para comer. Luego el tiempo cierra en lluvia; y tú,apoyada la frente en la vidriera del balcón, te aburres viendo lainmensa comba de agua que se desprende de las nubes. Llegada la noche,el viento gime dolorosamente formando eco, y acaso despertando lastristezas de tu alma... No quieres dormir ni tienes sueño, y recelas queal reclinar la cabeza en la almohada se pueble tu pensamiento derecuerdos amargos y esperanzas frustradas. ¿A quién le faltan en la vidadías negros, estériles para el trabajo, en que la soledad trae de lamano a la melancolía?

Contra ellos está escrito este libro, que, entre desconfiado y medroso,dejo pasar de mis manos a las tuyas. Recíbelo, no como novela que muevea pensar, sino como juguete novelesco, contraveneno del tedio y engañifade las horas.

JACINTO OCTAVIO PICÓN.

Madrid, 1891.

Capítulo I

Donde se traza el retrato de don Juan y se habla de otro personaje que,sin ser de los principales, influye mucho en el curso de este verídicorelato

Dijo uno de los siete sabios de Grecia, y sin ser sabio ni griego pudoafirmarlo cualquier simple mortal, que todo hombre es algo maníaco, yque la índole de su manía y la fuerza con que es dominado por ella,determinan o modifican cuanto en la vida le sucede.

Admitiendo esto como cierto, fácilmente puede ser comprendida yapreciada la personalidad de don Juan de Todellas, caballero madrileño ycontemporáneo nuestro, cuya manía consiste en cortejar y seducir elmayor número posible de mujeres, con una circunstancia característica: yes, que así como hay quien se deleita y entusiasma con las ciencias, noen razón de las verdades que demuestran, sino en proporción del esfuerzoque ha menester su estudio, así don Juan, más que en poseer y gozarbeldades, se complace en atraerlas y rendirlas; por donde, luego delograda la victoria, viene a pecar de olvidadizo y despegado,entrándosele al alma el hastío en el punto mismo de la posesión.

En cuanto al origen de su apellido no cabe duda de que Todellas escorruptela y, contracción de Todas-Ellas, alias o apodo que debió deusar alguno de sus ascendientes, y que, andando el tiempo, se haconvertido en nombre patronímico. De casta le viene al galgo serrabilargo, y a don Juan ser enamoradizo.

Como otros hombres se enorgullecen por descender de Guzmanes, Laras yToledos, él se precia de contar entre sus abuelos al célebre Mañara, ysi no dice lo mismo de Tenorio, es por no estar demostrado que enrealidad haya existido: en cambio alardea de que, a no impedírselo lasparejas de agentes de orden público, los serenos, el alumbrado por gas yotras trabas, hubiera s