Vida de Lazarillo de Tormes y de Sus Fortunas y Adversidades by Anonymous Author - HTML preview

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"Virtud es ésa -dijoél- y por eso te querré yo más, porque elhartar es de los puercos y el comer regladamente es de loshombres de bien."

"¡Bien te heentendido! -dije yo entre mí- ¡maldita tantamedicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan enla hambre!"

Púseme a un cabo delportal y saqué unos pedazos de pan del seno, que mehabían quedado de los de por Dios. Él, que vioesto, díjome:

"Ven acá, mozo.¿Qué comes?"

Yo lleguéme aél y mostréle el pan. Tomóme él unpedazo, de tres que eran el mejor y más grande, ydíjome:

"Por mi vida, que pareceéste buen pan."

"¡Y cómo!¿Agora -dije yo-, señor, es bueno?"

"Sí, a fe -dijoél-. ¿Adónde lo hubiste? ¿Si esamasado de manos limpias?"

"No sé yo eso -ledije-; mas a mí no me pone asco el sabordello."

"Así plega a Dios"-dijo el pobre de mi amo.

Y llevándolo a laboca, comenzó a dar en él tan fieros bocados comoyo en lo otro.

"Sabrosísimo panestá -dijo-, por Dios."

Y como le sentí dequé pie coxqueaba, dime priesa, porque le vi endisposición, si acababa antes que yo, se comediríaa ayudarme a lo que me quedase; y con esto acabamos casi a una. Ymi amo comenzó a sacudir con las manos unas pocas demigajas, y bien menudas, que en los pechos se le habíanquedado, y entró en una camareta que allí estaba, ysacó un jarro desbocado y no muy nuevo, y desque hubobebido convidóme con él. Yo, por hacer delcontinente, dije:

"Señor, no bebovino."

"Agua es, -merespondió-. Bien puedes beber."

Entonces tomé eljarro y bebí, no mucho, porque de sed no era mi congoja.Ansí estuvimos hasta la noche, hablando en cosas que mepreguntaba, a las cuales yo le respondí lo mejor que supe.En este tiempo metióme en la cámara donde estaba eljarro de que bebimos, y díjome:

"Mozo, párateallí y verás, cómo hacemos esta cama, paraque la sepas hacer de aquí adelante."

Púseme de un cabo yél del otro y hecimos la negra cama, en la cual nohabía mucho que hacer, porque ella tenía sobre unosbancos un cañizo, sobre el cual estaba tendida la ropaque, por no estar muy continuada a lavarse, no parecíacolchón, aunque servía dél, con harta menoslana que era menester. Aquél tendimos, haciendo cuenta deablandalle, lo cual era imposible, porque de lo duro mal se puedehacer blando. El diablo del enjalma maldita la cosa teníadentro de sí, que puesto sobre el cañizo todas lascañas se señalaban y parecían a lo proprioentrecuesto de flaquísimo puerco; y sobre aquel hambrientocolchón un alfamar del mesmo jaez, del cual el color yo nopude alcanzar. Hecha la cama y la noche venida,díjome:

"Lázaro, ya es tarde,y de aquí a la plaza hay gran trecho. También enesta ciudad andan muchos ladrones que siendo de noche capean.Pasemos como podamos y mañana, venido el día, Dioshará merced; porque yo, por estar solo, no estoyproveído, antes he comido estos días porallá fuera, mas agora hacerlo hemos de otramanera."

"Señor, de mí-dije yo- ninguna pena tenga vuestra merced, que sé pasaruna noche y aun más, si es menester, sincomer."

"Vivirás más ymás sano -me respondió-, porque comodecíamos hoy, no hay tal cosa en el mundo para vivir muchoque comer poco."

"Si por esa vía es-dije entre mí-, nunca yo moriré, que siempre heguardado esa regla por fuerza, y aun espero en mi desdichatenella toda mi vida."

Y acostóse en lacama, poniendo por cabecera las calzas y el jubón, ymandóme echar a sus pies, lo cual yo hice; mas¡maldito el sueño que yo dormí! Porque lascañas y mis salidos huesos en toda la noche dejaron derifar y encenderse, que con mis trabajos, males y hambre, piensoque en mi cuerpo no había libra de carne; ytambién, como aquel día no había comido casinada, rabiaba de hambre, la cual con el sueño notenía amistad. Maldíjeme mil veces -¡Dios melo perdone!- y a mi ruin fortuna, allí lo más de lanoche, y (lo peor) no osándome revolver por nodespertalle, pedí a Dios muchas veces lamuerte.

La mañana venida,levantámonos, y comienza a limpiar y sacudir sus calzas yjubón y sayo y capa

-y yo que le servía de pelillo-y vístese muy a su placer de espacio. Echéleaguamanos, peinóse y puso su espada en el talabarte y, altiempo que la ponía, díjome:

"¡Oh, si supieses,mozo, qué pieza es ésta! No hay marco de oro en elmundo por que yo la diese.

Mas ansí ninguna de cuantasAntonio hizo, no acertó a ponelle los aceros tan prestoscomo ésta los tiene."

Y sacóla de la vainay tentóla con los dedos, diciendo:

"¿Vesla aquí?Yo me obligo con ella cercenar un copo de lana."

Y yo dije entremí:

"Y yo con mis dientes,aunque no son de acero, un pan de cuatro libras."

Tornóla a meter yciñósela y un sartal de cuentas gruesas deltalabarte, y con un paso sosegado y el cuerpo derecho, haciendocon él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando elcabo de la capa sobre el hombro y a veces so el brazo, y poniendola mano derecha en el costado, salió por la puerta,diciendo:

"Lázaro, mira por lacasa en tanto que voy a oír misa, y haz la cama, y ve porla vasija de agua al río, que aquí bajoestá, y cierra la puerta con llave, no nos hurten algo, yponla aquí al quicio, porque si yo viniere en tanto puedaentrar."

Y súbese por la callearriba con tan gentil semblante y continente, que quien no leconociera pensara ser muy cercano pariente al conde de Arcos, o alo menos camarero que le daba de vestir.

"¡Bendito seáisvos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais laenfermedad y ponéis el remedio!

¿Quiénencontrara a aquel mi señor que no piense, según elcontento de sí lleva, haber anoche bien cenado y dormidoen buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten pormuy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor,los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿Aquién no engañara aquella buena disposicióny razonable capa y sayo y quién pensara que aquel gentilhombre se pasó ayer todo el día sin comer, conaquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo undía y una noche en el arca de su seno, do no se lepodía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose lasmanos y cara, a falta de paño de manos, se hacíaservir de la halda del sayo?

Nadie por cierto lo sospechara.¡Oh Señor, y cuántos de aquéstosdebéis vos tener por el mundo derramados, que padecen porla negra que llaman honra lo que por vos nosufrirían!"

Ansí estaba yo a lapuerta, mirando y considerando estas cosas y otras muchas, hastaque el señor mi amo traspuso la larga y angosta calle, ycomo lo vi trasponer, tornéme a entrar en casa, y en uncredo la anduve toda, alto y bajo, sin hacer represa ni hallar enqué. Hago la negra dura cama y tomo el jarro y doy comigoen el río, donde en una huerta vi a mi amo en granrecuesta con dos rebozadas mujeres, al parecer de las que enaquel lugar no hacen falta, antes muchas tienen por estilo deirse a las mañanicas del verano a refrescar y almorzar sinllevar qué por aquellas frescas riberas, con confianza queno ha de faltar quién se lo dé, según lastienen puestas en esta costumbre aquellos hidalgos dellugar.

Y como digo, élestaba entre ellas hecho un Macías, diciéndolesmás dulzuras que Ovidio escribió.

Pero comosintieron dél que estaba bien enternecido, no se les hizode vergüenza pedirle de almorzar con el acostumbrado pago.Él, sintiéndose tan frío de bolsa cuantoestaba caliente del estómago, tomóle talcalofrío que le robó la color del gesto, ycomenzó a turbarse en la plática y a poner excusasno validas. Ellas, que debían ser bien instituídas,como le sintieron la enfermedad, dejáronle para el queera.

Yo, que estaba comiendociertos tronchos de berzas, con los cuales me desayuné,con mucha diligencia, como mozo nuevo, sin ser visto de mi amo,torné a casa, de la cual pensé barrer alguna parte,que era bien menester, mas no hallé con qué.Púseme a pensar qué haría, yparecióme esperar a mi amo hasta que el díademediase y si viniese y por ventura trajese algo quecomiésemos; mas en vano fue mi experiencia.

Desque vi ser las dos y novenía y la hambre me aquejaba, cierro mi puerta y pongo lallave do mandó, y tórnome a mi menester. Con baja yenferma voz e inclinadas mis manos en los senos, puesto Dios antemis ojos y la lengua en su nombre, comienzo a pedir pan por laspuertas y casas más grandes que me parecía. Mascomo yo este oficio le hobiese mamado en la leche, quiero decirque con el gran maestro el ciego lo aprendí, tansuficiente discípulo salí que, aunque en estepueblo no había caridad ni el año fuese muyabundante, tan buena maña me di que, antes que el relojdiese las cuatro, ya yo tenía otras tantas libras de panensiladas en el cuerpo y más de otras dos en las mangas ysenos. Volvíme a la posada y al pasar por latripería pedí a una de aquellas mujeres, y diome unpedazo de uña de vaca con otras pocas de tripascocidas.

Cuando llegué a casa,ya el bueno de mi amo estaba en ella, doblada su capa y puesta enel poyo, y él paseándose por el patio. Como entro,vínose para mí. Pensé que me queríareñir la tardanza, mas mejor lo hizo Dios.Preguntóme dó venía. Yo le dije:

"Señor, hasta que diolas dos estuve aquí, y de que vi que V.M. no venía,fuime por esa ciudad a encomendarme a las buenas gentes, y hanmedado esto que veis."

Mostréle el pan y lastripas que en un cabo de la halda traía, a lo cualél mostró buen semblante y dijo:

"Pues esperado te he acomer, y de que vi que no veniste, comí. Mas túhaces como hombre de bien en eso, que más vale pedillo porDios que no hurtallo, y ansí Él me ayude como ellome parece bien. Y solamente te encomiendo no sepan que vivescomigo, por lo que toca a mi honra, aunque bien creo queserá secreto, según lo poco que en este pueblo soyconocido. ¡Nunca a él yo hubiera devenir!"

"De eso pierda,señor, cuidado -le dije yo-, que maldito aquél queninguno tiene de pedirme esa cuenta ni yo de dalla."

"Agora pues, come, pecador.Que, si a Dios place, presto nos veremos sin necesidad; aunque tedigo que después que en esta casa entré, nunca bienme ha ido. Debe ser de mal suelo, que hay casas desdichadas y demal pie, que a los que viven en ellas pegan la desdicha.Ésta debe de ser sin dubda de ellas; mas yo te prometo,acabado el mes, no quede en ella aunque me la den pormía."

Sentéme al cabo delpoyo y, porque no me tuviese por glotón, callé lamerienda; y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, ydisimuladamente miraba al desventurado señor mío,que no partía sus ojos de mis faldas, que aquellasazón servían de plato. Tanta lástima hayaDios de mí como yo había dél, porquesentí lo que sentía, y muchas veces habíapor ello pasado y pasaba cada día. Pensaba si seríabien comedirme a convidalle; mas por me haber dicho quehabía comido, temía me no aceptaría elconvite. Finalmente, yo deseaba aquel pecador ayudase a sutrabajo del mío, y se desayunase como el día anteshizo, pues había mejor aparejo, por ser mejor la vianda ymenos mi hambre.

Quiso Dios cumplir mi deseo,y aun pienso que el suyo, porque, como comencé a comer yél se andaba paseando llegóse a mí ydíjome:

"Dígote,Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vidavi a hombre, y que nadie te lo verá hacer que no le pongasgana aunque no la tenga."

"La muy buena que tútienes -dije yo entre mí- te hace parecer la míahermosa."

Con todo, pareciómeayudarle, pues se ayudaba y me abría camino para ello, ydíjele:

"Señor, el buenaparejo hace buen artífice. Este pan estásabrosísimo y esta uña de vaca tan bien cocida ysazonada, que no habrá a quien no convide con susabor."

"¿Uña de vacaes?"

"Si,señor."

"Dígote que es elmejor bocado del mundo, que no hay faisán que ansíme sepa."

"Pues pruebe, señor,y verá qué tal está."

Póngole en lasuñas la otra y tres o cuatro raciones de pan de lomás blanco y asentóseme al lado, y comienza a comercomo aquel que lo había gana, royendo cada huesecillo deaquéllos mejor que un galgo suyo lo hiciera.

"Con almodrote-decía- es éste singular manjar."

"Con mejor salsa lo comestú", respondí yo paso.

"Por Dios, que me ha sabidocomo si hoy no hobiera comido bocado."

"¡Ansí mevengan los buenos años como es ello!" -dije yo entremí.

Pidióme el jarro delagua y díselo como lo había traído. Esseñal que, pues no le faltaba el agua, que no lehabía a mi amo sobrado la comida. Bebimos, y muy contentosnos fuimos a dormir como la noche pasada.

Y por evitar prolijidad,desta manera estuvimos ocho o diez días, yéndose elpecador en la mañana con aquel contento y paso contado apapar aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro unacabeza de lobo. Contemplaba yo muchas veces mi desastre, queescapando de los amos ruines que había tenido y buscandomejoría, viniese a topar con quien no solo no memantuviese, mas a quien yo había de mantener.

Con todo, le queríabien, con ver que no tenía ni podía más, yantes le había lástima que enemistad; y muchasveces, por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lopasaba mal. Porque una mañana, levantándose eltriste en camisa, subió a lo alto de la casa a hacer susmenesteres, y en tanto yo, por salir de sospecha,desenvolvíle el jubón y las calzas que a lacabecera dejó, y hallé una bolsilla de terciopeloraso hecho cien dobleces y sin maldita la blanca ni señalque la hobiese tenido mucho tiempo.

"Éste -decíayo- es pobre y nadie da lo que no tiene. Mas el avariento ciego yel malaventurado mezquino clérigo que, con dárseloDios a ambos, al uno de mano besada y al otro de lengua suelta,me mataban de hambre, aquéllos es justo desamar yaquéste de haber mancilla."

Dios es testigo que hoydía, cuando topo con alguno de su hábito, con aquelpaso y pompa, le he lástima, con pensar si padece lo queaquél le vi sufrir; al cual con toda su pobrezaholgaría de servir más que a los otros por lo quehe dicho. Sólo tenía dél un poco dedescontento: que quisiera yo me no tuviera tantapresunción, mas que abajara un poco su fantasía conlo mucho que subía su necesidad. Mas, según meparece, es regla ya entre ellos usada y guardada; aunque no hayacornado de trueco, ha de andar el birrete en su lugar. ElSeñor lo remedie, que ya con este mal han demorir.

Pues, estando yo en talestado, pasando la vida que digo, quiso mi mala fortuna, que deperseguirme no era satisfecha, que en aquella trabajada yvergonzosa vivienda no durase. Y

fue, como el año en estatierra fuese estéril de pan, acordaron el Ayuntamiento quetodos los pobres estranjeros se fuesen de la ciudad, conpregón que el que de allí adelante topasen fuesepunido con azotes. Y así, ejecutando la ley, desde acuatro días que el pregón se dio, vi llevar unaprocesión de pobres azotando por las Cuatro Calles, locual me puso tan gran espanto, que nunca osé desmandarme ademandar.

Aquí viera, quienvello pudiera, la abstinencia de mi casa y la tristeza y silenciode los moradores, tanto que nos acaeció estar dos o tresdías sin comer bocado, ni hablaba palabra. A mídiéronme la vida unas mujercillas hilanderas dealgodón, que hacían bonetes y vivían par denosotros, con las cuales yo tuve vecindad y conocimiento; que dela laceria que les traían me daban alguna cosilla, con lacual muy pasado me pasaba.

Y no tenía tantalástima de mí como del lastimado de mi amo, que enocho días maldito el bocado que comió. A lo menos,en casa bien lo estuvimos sin comer. No sé yo cómoo dónde andaba y qué comía. ¡Y vellevenir a mediodía la calle abajo con estirado cuerpo,más largo que galgo de buena casta! Y por lo que toca a sunegra que dicen honra, tomaba una paja de las que aun asaz nohabía en casa, y salía a la puerta escarbando losdientes que nada entre sí tenían, quejándosetodavía de aquel mal solar diciendo:

"Malo está de ver,que la desdicha desta vivienda lo hace. Como ves, eslóbrega, triste, obscura.

Mientras aquíestuviéremos, hemos de padecer. Ya deseo que se acabe estemes por salir della."

Pues, estando en estaafligida y hambrienta persecución un día, nosé por cual dicha o ventura, en el pobre poder de mi amoentró un real, con el cual él vino a casa tan ufanocomo si tuviera el tesoro de Venecia; y con gesto muy alegre yrisueño me lo dio, diciendo:

"Toma, Lázaro, queDios ya va abriendo su mano. Ve a la plaza y merca pan y vino ycarne:

¡quebremos el ojo al diablo! Y más, te hagosaber, porque te huelgues, que he alquilado otra casa, y enésta desastrada no hemos de estar más de encumplimiento el mes. ¡Maldita sea ella y el que en ellapuso la primera teja, que con mal en ella entré! PorNuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino nibocado de carne no he comido, ni he habido descanso ninguno; mas¡tal vista tiene y tal obscuridad y tristeza! Ve y venpresto, y comamos hoy como condes."

Tomo mi real y jarro y a lospies dándoles priesa, comienzo a subir mi calleencaminando mis pasos para la plaza muy contento y alegre. Mas¿qué me aprovecha si está constituido en mitriste fortuna que ningún gozo me venga sin zozobra? Yansí fue éste; porque yendo la calle arriba,echando mi cuenta en lo que le emplearía que fuese mejor ymás provechosamente gastado, dando infinitas gracias aDios que a mi amo había hecho con dinero, a deshora mevino al encuentro un muerto, que por la calle abajo muchosclérigos y gente en unas andas traían.Arriméme a la pared por darles lugar, y desque el cuerpopasó, venían luego a par del lecho una quedebía ser mujer del difunto, cargada de luto, y con ellaotras muchas mujeres; la cual iba llorando a grandes voces ydiciendo:

"Marido y señormío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casatriste y desdichada, a la casa lóbrega y obscura, a lacasa donde nunca comen ni beben!"

Yo que aquello oí,juntóseme el cielo con la tierra, y dije:

"¡Oh desdichado demí! Para mi casa llevan este muerto."

Dejo el camino que llevaba yhendí por medio de la gente, y vuelvo por la calle abajo atodo el más correr que pude para mi casa, y entrando enella cierro a grande priesa, invocando el auxilio y favor de miamo, abrazándome dél, que me venga a ayudar y adefender la entrada. El cual algo alterado, pensando que fueseotra cosa, me dijo:

"¿Qué es eso,mozo? ¿Qué voces das? ¿Qué has?¿Por qué cierras la puerta con talfuria?"

"¡Oh señor-dije yo- acuda aquí, que nos traen acá unmuerto!"

"¿Cómoasí?", respondió él.

"Aquí arriba loencontré, y venía diciendo su mujer: "Marido yseñor mio, ¿adónde os llevan? ¡A lacasa lóbrega y obscura, a la casa triste y desdichada, ala casa donde nunca comen ni beben!

Acá, señor, nosle traen."

Y ciertamente, cuando mi amoesto oyó, aunque no tenía por qué estar muyrisueño, rio tanto que muy gran rato estuvo sin poderhablar. En este tiempo tenía ya yo echada la aldaba a lapuerta y puesto el hombro en ella por más defensa.Pasó la gente con su muerto, y yo todavía merecelaba que nos le habían de meter en casa; ydespués fue ya más harto de reír que decomer, el bueno de mi amo díjome:

"Verdad es, Lázaro;según la viuda lo va diciendo, tú tuvisterazón de pensar lo que pensaste. Mas, pues Dios lo hahecho mejor y pasan adelante, abre, abre, y ve por decomer."

"Dejálos,señor, acaben de pasar la calle", dije yo.

Al fin vino mi amo a lapuerta de la calle, y ábrela esforzándome, que bienera menester, según el miedo y alteración, y metorno a encaminar. Mas aunque comimos bien aquel día,maldito el gusto yo tomaba en ello, ni en aquellos tresdías torné en mi color; y mi amo muy risueñotodas las veces que se le acordaba aquella micosideración.

De esta manera estuve con mitercero y pobre amo, que fue este escudero, algunos días,y en todos deseando saber la intención de su venida yestada en esta tierra; porque desde el primer día que conél asenté, le conocí ser estranjero, por elpoco conocimiento y trato que con los naturales dellatenía. Al fin se cumplió mi deseo y supe lo quedeseaba; porque un día que habíamos comidorazonablemente y estaba algo contento, contóme su hacienday díjome ser de Castilla la Vieja, y que habíadejado su tierra no más de por no quitar el bonete a uncaballero su vecino.

"Señor -dije yo- siél era lo que decís y tenía más quevos, ¿no errábades en no quitárselo primero,pues decís que él también os loquitaba?"

"Sí es, y sítiene, y también me lo quitaba él a mí; mas,de cuantas veces yo se le quitaba primero, no fuera malocomedirse él alguna y ganarme por la mano."

"Paréceme,señor -le dije yo- que en eso no mirara, mayormente conmis mayores que yo y que tienen más."

"Eres mochacho -merespondió- y no sientes las cosas de la honra, en que eldía de hoy está todo el caudal de los hombres debien. Pues te hago saber que yo soy, como vees, un escudero; mas¡vótote a Dios!, si al conde topo en la calle y nome quita muy bien quitado del todo el bonete, que otra vez quevenga, me sepa yo entrar en una casa, fingiendo yo en ellaalgún negocio, o atravesar otra calle, si la hay, antesque llegue a mí, por no quitárselo. Que un hidalgono debe a otro que a Dios y al rey nada, ni es justo, siendohombre de bien, se descuide un punto de tener en mucho supersona. Acuérdome que un día deshonré en mitierra a un oficial, y quise ponerle las manos, porque cada vezque le topaba me decía: «Mantenga Dios a vuestramerced.» «Vos, don villano ruin -le dije yo-¿por qué no sois bien criado?¿Manténgaos Dios, me habéis de decir, comosi fuese quienquiera?» De allí adelante, deaquí acullá, me quitaba el bonete y hablaba comodebía."

"¿Y no es buenamanera de saludar un hombre a otro -dije yo- decirle que lemantenga Dios?"

"¡Mira mucho deenhoramala! -dijo él-. A los hombres de poca arte diceneso, mas a los más altos, como yo, no les han de hablarmenos de: «Beso las manos de vuestra merced», o porlo menos:

«Bésoos, señor, las manos»,si el que me habla es caballero. Y ansí, de aquélde mi tierra que me atestaba de mantenimiento nunca más lequise sufrir, ni sufriría ni sufriré a hombre delmundo, del rey abajo, que «Manténgaos Dios» mediga."

"Pecador de mí -dijeyo-, por eso tiene tan poco cuidado de mantenerte, pues no sufresque nadie se lo ruegue."

"Mayormente -dijo- que nosoy tan pobre que no tengo en mi tierra un solar de casas, que aestar ellas en pie y bien labradas, diez y seis leguas de dondenací, en aquella Costanilla de Valladolid, valdríanmás de doscientas veces mil maravedís, segúnse podrían hacer grandes y buenas; y tengo un palomar que,a no estar derribado como está, daría cadaaño más de doscientos palominos; y otras cosas queme callo, que dejé por lo que tocaba a mi honra. Y vine aesta ciudad, pensando que hallaría un buen asiento, mas nome ha sucedido como pensé. Canónigos yseñores de la iglesia, muchos hallo, mas es gente tanlimitada que no los sacaran de su paso todo el mundo.

Caballerosde media talla, también me ruegan; mas servir conéstos es gran trabajo, porque de hombre os habéisde convertir en malilla y si no. «Andá conDios» os dicen. Y las más veces son los pagamentos alargos plazos, y las más y las más ciertas, comidopor servido. Ya cuando quieren reformar conciencia y satisfacerosvuestros sudores, sois librados en la recámara, en unsudado jubón o raída capa o sayo. Ya cuando asientaun hombre con un señor de título, todavíapasa su laceria. ¿Pues por ventura no hay en mi habilidadpara servir y contestar a éstos?

Por Dios, si conél topase, muy gran su privado pienso que fuese y que milservicios le hiciese, porque yo sabría mentille tan biencomo otro, y agradalle a las mil maravillas: reílle yamucho sus donaires y costumbres, aunque no fuesen las mejores delmundo; nunca decirle cosa con que le pesase, aunque mucho lecumpliese; ser muy diligente en su persona en dicho y hecho; nome matar por no hacer bien las cosas que él nohabía de ver, y ponerme a reñir, donde lo oyese,con la gente de servicio, porque pareciese tener gran cuidado delo que a él tocaba; si riñese con algún sucriado, dar unos puntillos agudos para la encender la ira y quepareciesen en favor del culpado; decirle bien de lo que bien leestuviese y, por el contrario, ser malicioso, mofador, malsinar alos de casa y a los de fuera; pesquisar y procurar de saber vidasajenas para contárselas; y otras muchas galas de estacalidad que hoy día se usan en palacio. Y a losseñores dél parecen bien, y no quieren ver en suscasas hombres virtuosos, antes los aborrecen y tienen en poco yllaman necios y que no son personas de negocios ni con quien elseñor se puede descuidar. Y con éstos los astutosusan, como digo, el día de hoy, de lo que yousaría. Mas no quiere mi ventura que le halle."

Desta manera lamentabatambién su adversa fortuna mi amo, dándomerelación de su persona valerosa.

Pues, estando en esto,entró por la puerta un hombre y una vieja. El hombre lepide el alquiler de la casa y la vieja el de la cama. Hacencuenta, y de dos en dos meses le alcanzaron lo que él enun año no alcanzara: pienso que fueron doce o trecereales. Y él les dio muy buena respuesta: quesaldría a la plaza a trocar una pieza de a dos, y que a latarde volviese. Mas su salida fue sin vuelta. Por manera que a latarde ellos volvieron, mas fue tarde. Yo les dije que aúnno era venido.

Venida la noche, y él no, yo hube miedo dequedar en casa solo, y fuime a las vecinas y contéles elcaso, y allí dormí. Venida la mañana, losacreedores vuelven y preguntan por el vecino, mas a estotrapuerta. Las mujeres le responden: "Veis aquí su mozo y lallave de la puerta."

Ellos me préguntaronpor él y díjele que no sabía adóndeestaba y que tampoco había vuelto a casa desde quesalió a trocar la pieza, y que pensaba que de mí yde ellos se había ido con el trueco. De que esto meoyeron, van por un alguacil y un escribano. Y helos do vuelvenluego con ellos, y toman la llave, y llámanme, y llamantestigos, y abren la puerta, y entran a embargar la hacienda demi amo hasta ser pagados de su deuda. Anduvieron toda la casa yhalláronla desembarazada, como he contado, ydícenme:

"¿Qué es de lahacienda de tu amo, sus arcas y paños de pared y alhajasde casa?"

"No sé yo eso", lerespondí.

"Sin duda -dicen ellos- estanoche lo deben de haber alzado y llevado a alguna parte.Señor alguacil, prended a este mozo, que él sabedónde está."

En esto vino el alguacil, yechóme mano por el collar del jubón,diciendo:

"Mochacho, tú erespreso si no descubres los bienes deste tu amo."

Yo, como en otra tal no mehubiese visto -porque asido del collar, sí, habíasido muchas e infinitas veces, mas era mansamente déltrabado, para que mostrase el camino al que no vía- yohube mucho miedo, y llorando prometíle de decir lo quepreguntaban.

"Bien está -dicenellos-, pues di todo lo que sabes, y no hayas temor."

Sentóse el escribanoen un poyo para escrebir el inventario, preguntándomequé tenía.

"Señores -dije yo-,lo que este mi amo tiene, según él me dijo, es unmuy buen solar de casas y un palomar derribado."

"Bien está -dicenellos-. Por poco que eso valga, hay para nos entregar de ladeuda. ¿Y a qué parte de

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