Vida de Lazarillo de Tormes y de Sus Fortunas y Adversidades by Anonymous Author - HTML preview

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LA VIDA DE LAZARILLO DETORMES Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES

Autordesconocido.

Edición de Burgos,1554.

{Interpolaciones de laedición de Alcalá}

Prólogo

Yo por bien tengo que cosastan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas,vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura delolvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algoque le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite; y aeste propósito dice Plinio que no hay libro, por malo quesea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos noson todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello.Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otrosno lo son. Y esto, para ninguna cosa se debría romper niechar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos secomunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacardella algún fruto; porque si así no fuese, muypocos escribirían para uno solo, pues no se hace sintrabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no condineros, mas con que vean y lean sus obras, y si hay dequé, se las alaben; y a este propósito dice Tulio:"La honra cría las artes." ¿Quién piensa queel soldado que es primero del escala, tiene más aborrecidoel vivir? No, por cierto; mas el deseo de alabanza le haceponerse en peligro; y así, en las artes y letras es lomesmo. Predica muy bien el presentado, y es hombre que deseamucho el provecho de las ánimas; mas pregunten a su mercedsi le pesa cuando le dicen: "¡Oh, quémaravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!" Justómuy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete dearmas al truhán, porque le loaba de haber llevado muybuenas lanzas. ¿Qué hiciera si fueraverdad?

Y todo va desta manera: queconfesando yo no ser más santo que mis vecinos, destanonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesaráque hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ellaalgún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantasfortunas, peligros y adversidades.

Suplico a vuestra M. recibael pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico sisu poder y deseo se conformaran. Y pues V.M. escribe se leescriba y relate el caso por muy extenso, parecióme notomalle por el medio, sino por el principio, porque se tengaentera noticia de mi persona, y también porque considerenlos que heredaron nobles estados cuán poco se les debe,pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto máshicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza ymaña remando, salieron a buen puerto.

Tratado Primero

Cuenta Lázaro suvida, y cuyo hijo fue

Pues sepa V.M. ante todascosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo deTomé González y de Antona Pérez, naturalesde Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro delrío Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre,y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, teníacargo de proveer una molienda de una aceña, queestá ribera de aquel río, en la cual fue molineromás de quince años; y estando mi madre una noche enla aceña, preñada de mí, tomóle elparto y parióme allí: de manera que con verdadpuedo decir nacido en el río. Pues siendo yo niñode ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangríasmal hechas en los costales de los que allí a molervenían, por lo que fue preso, y confesó y nonegó y padeció persecución por justicia.Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangeliolos llama bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armadacontra moros, entre los cuales fue mi padre, que a lasazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, concargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con suseñor, como leal criado, feneció suvida.

Mi viuda madre, como sinmarido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a losbuenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, yalquiló una casilla, y metióse a guisar de comer aciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballosdel Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentandolas caballerizas. Ella y un hombre moreno de aquellos que lasbestias curaban, vinieron en conocimiento. Éste algunasveces se venía a nuestra casa, y se iba a lamañana; otras veces de día llegaba a la puerta, enachaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo alprincipio de su entrada, pesábame con él yhabíale miedo, viendo el color y mal gesto quetenía; mas de que vi que con su venida mejoraba el comer,fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos decarne, y en el invierno leños, a que noscalentábamos. De manera que, continuando con la posada yconversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito,el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que,estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como elniño vía a mi madre y a mí blancos, y aél no, huía dél con miedo para mi madre, yseñalando con el dedo decía: "¡Madre,coco!".

Respondió élriendo: "¡Hideputa!"

Yo, aunque bien mochacho,noté aquella palabra de mi hermanico, y dije entremí:

"¡Cuántos debede haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven así mesmos!"

Quiso nuestra fortuna que laconversación del Zaide, que así se llamaba,llegó a oídos del mayordomo, y hecha pesquisa,hallóse que la mitad por medio de la cebada, que para lasbestias le daban, hurtaba, y salvados, leña, almohazas,mandiles, y las mantas y sábanas de los caballoshacía perdidas, y cuando otra cosa no tenía, lasbestias desherraba, y con todo esto acudía a mi madre paracriar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo nifraile, porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa parasus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavoel amor le animaba a esto. Y probósele cuanto digo y aunmás, porque a mí con amenazas me preguntaban, ycomo niño respondía, y descubría cuantosabía con miedo, hasta ciertas herraduras que pormandadode mi madre a un herrero vendí. Al triste de mi padrastroazotaron y pringaron, y a mi madre pusieron pena por justicia,sobre el acostumbrado centenario, que en casa del sobredichoComendador no entrase, ni al lastimado Zaide en la suyaacogiese.

Por no echar la soga tras elcaldero, la triste se esforzó y cumplió lasentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, sefue a servir a los que al presente vivían en elmesón de la Solana; y allí, padeciendo milimportunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta quesupo andar, y a mí hasta ser buen mozuelo, que iba a loshuéspedes por vino y candelas y por lo demás que memandaban.

En este tiempo vino a posaral mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yosería para adestralle, me pidió a mi madre, y ellame encomendó a él, diciéndole como era hijode un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muertoen la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios nosaldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba metratase bien y mirase por mí, pues era huérfano.Él le respondió que así lo haría, yque me recibía no por mozo sino por hijo. Y así lecomencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejoamo.

Como estuvimos en Salamancaalgunos días, pareciéndole a mi amo que no era laganancia a su contento, determinó irse de allí; ycuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambosllorando, me dio su bendición y dijo:

"Hijo, ya sé que note veré más. Procura ser bueno, y Dios teguíe. Criado te he y con buen amo te he puesto.Válete por ti."

Y así me fui para miamo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, yllegando a la puente, está a la entrada della un animal depiedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandómeque llegase cerca del animal, y allí puesto, medijo:

"Lázaro, llega eloído a este toro, y oirás gran ruido dentrodél."

Yo simplementellegué, creyendo ser ansí; y como sintió quetenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio lamano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, quemás de tres días me duró el dolor de lacornada, y díjome:

"Necio, aprende que el mozodel ciego un punto ha de saber más que el diablo", yrió mucho la burla.

Parecióme que enaquel instante desperté de la simpleza en que comoniño dormido estaba. Dije entre mí:

"Verdad dice éste,que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensarcómo me sepa valer."

Comenzamos nuestro camino, yen muy pocos días me mostró jerigonza, y como meviese de buen ingenio, holgábase mucho, ydecía:

"Yo oro ni plata no te lopuedo dar, mas avisos para vivir muchos temostraré."

Y fue ansí, quedespués de Dios éste me dio la vida, y siendo ciegome alumbró y adestró en la carrera de vivir. Huelgode contar a V.M. estas niñerías para mostrarcuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, ydejarse bajar siendo altos cuánto vicio.

Pues tornando al bueno de miciego y contando sus cosas, V.M. sepa que desde que Dioscrió el mundo, ninguno formó más astuto nisagaz. En su oficio era un águila; ciento y tantasoraciones sabía de coro: un tono bajo, reposado y muysonable que hacía resonar la iglesia donde rezaba, unrostro humilde y devoto que con muy buen continente poníacuando rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, comootros suelen hacer. Allende desto, tenía otras mil formasy maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones paramuchos y diversos efectos: para mujeres que no parían,para las que estaban de parto, para las que eran malcasadas, quesus maridos las quisiesen bien; echaba pronósticos a laspreñadas, si traía hijo o hija. Pues en caso demedicina, decía que Galeno no supo la mitad que élpara muela, desmayos, males de madre. Finalmente, nadie ledecía padecer alguna pasión, que luego no ledecía: "Haced esto, hareís estotro, cosed talyerba, tomad tal raíz." Con esto andábase todo elmundo tras él, especialmente mujeres, que cuanto lesdecían creían. Destas sacaba él grandesprovechos con las artes que digo, y ganaba más en un mesque cien ciegos en un año.

Mas también quieroque sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría,jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que memataba a mí de hambre, y así no me demediaba de lonecesario. Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañasno me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre; mas contodo su saber y aviso le contaminaba de tal suerte que siempre, olas más veces, me cabía lo más y mejor. Paraesto le hacía burlas endiabladas, de las cualescontaré algunas, aunque no todas a mi salvo.

Él traía elpan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo que por laboca se cerraba con una argolla de hierro y su candado y sullave, y al meter de todas las cosas y sacallas, era con tan granvigilancia y tanto por contadero, que no bastaba hombre en todoel mundo hacerle menos una migaja; mas yo tomaba aquella laceriaque él me daba, la cual en menos de dos bocados eradespachada. Después que cerraba el candado y se descuidabapensando que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco decostura, que muchas veces del un lado del fardel descosíay tornaba a coser, sangraba el avariento fardel, sacando no portasa pan, mas buenos pedazos, torreznos y longaniza; yansí buscaba conveniente tiempo para rehacer, no la chaza,sino la endiablada falta que el mal ciego me faltaba. Todo lo quepodía sisar y hurtar, traía en medias blancas; ycuando le mandaban rezar y le daban blancas, como élcarecía de vista, no había el que se la dabaamagado con ella, cuando yo la tenía lanzada en la boca yla media aparejada, que por presto que él echaba la mano,ya iba de mi cambio aniquilada en la mitad del justo precio.Quejábaseme el mal ciego, porque al tiento luegoconocía y sentía que no era blanca entera, ydecía:

"¿Qué diabloes esto, que después que conmigo estás no me dansino medias blancas, y de antes una blanca y un maravedíhartas veces me pagaban? En ti debe estar estadesdicha."

También élabreviaba el rezar y la mitad de la oración no acababa,porque me tenía mandado que en yéndose el que lamandaba rezar, le tirase por el cabo del capuz. Yo así lohacía. Luego él tornaba a dar voces, diciendo:"¿Mandan rezar tal y tal oración?", como suelendecir.

Usaba poner cabe síun jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto leasía y daba un par de besos callados y tornábale asu lugar. Mas turóme poco, que en los tragosconocía la falta, y por reservar su vino a salvo nuncadespués desamparaba el jarro, antes lo tenía por elasa asido; mas no había piedra imán que asítrajese a sí como yo con una paja larga de centeno, quepara aquel menester tenía hecha, la cual metiéndolaen la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches.Mas como fuese el traidor tan astuto, pienso que mesintió, y dende en adelante mudó propósito,y asentaba su jarro entre las piernas, y atapábale con lamano, y ansí bebía seguro. Yo, como estaba hecho alvino, moría por él, y viendo que aquel remedio dela paja no me aprovechaba ni valía, acordé en elsuelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sotil, ydelicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y altiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábameentre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecillalumbre que teníamos, y al calor della luego derretida lacera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destillarme enla boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita lagota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallabanada: espantábase, maldecía, daba al diablo eljarro y el vino, no sabiendo qué podíaser.

"No diréis,tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no lequitáis de la mano."

Tantas vueltas y tiento dioal jarro, que halló la fuente y cayó en la burla;mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido,y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro comosolía, no pensando en el daño que me estabaaparejado ni que el mal ciego me sentía, sentémecomo solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, micara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejorgustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego queagora tenía tiempo de tomar de mí venganza y contoda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro,le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo,con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que denada desto se guardaba, antes, como otras veces, estabadescuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que elcielo, con todo lo que en él hay, me habíacaído encima. Fué tal el golpecillo, que medesatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tangrande, que los pedazos dél se me metieron por la cara,rompiéndomela por muchas partes, y me quebró losdientes, sin los cuales hasta hoy día mequedé.

Desde aquella hora quise malal mal ciego, y aunque me quería y regalaba y me curaba,bien vi que se había holgado del cruel castigo.Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarrome había hecho, y sonriéndose decía:"¿Qué te parece, Lázaro? Lo que teenfermó te sana y da salud", y otros donaires que ami

gusto no lo eran.

Ya que estuve medio bueno demi negra trepa y cardenales, considerando que a pocos golpestales el cruel ciego ahorraría de mí, quise yoahorrar dél; mas no lo hice tan presto por hacellomás a mi salvo y provecho. Y aunque yo quisiera asentar micorazón y perdonalle el jarrazo, no daba lugar elmaltratamiento que el mal ciego dende allí adelante mehacía, que sin causa ni razón me hería,dándome coxcorrones y repelándome. Y si alguno ledecía por qué me trataba tan mal, luego contaba elcuento del jarro, diciendo:

"¿Pensaréisque este mi mozo es algún inocente? Pues oíd si eldemonio ensayara otra tal hazaña."

Santiguándose los quelo oían, decían: "¡Mirá, quiénpensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!", yreían mucho el artificio, y decíanle: "Castigaldo,castigaldo, que de Dios lo habréis."

Y él con aquellonunca otra cosa hacía. Y en esto yo siempre le llevaba porlos peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño: sihabía piedras, por ellas, si lodo, por lo más alto;que aunque yo no iba por lo más enjuto, holgábame amí de quebrar un ojo por quebrar dos al que ningunotenía.

Con esto siempre con el cabo alto del tiento meatentaba el colodrillo, el cual siempre traía lleno detolondrones y pelado de sus manos; y aunque yo juraba no lo hacercon malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechabani me creía más: tal era el sentido y elgrandísimo entendimiento del traidor.

Y porque vea V.M. acuánto se estendía el ingenio deste astuto ciego,contaré un caso de muchos que con él me acaecieron,en el cual me parece dio bien a entender su gran astucia.

Cuandosalimos de Salamanca, su motivo fue venir a tierra de Toledo,porque decía ser la gente más rica, aunque no muylimosnera. Arrimábase a este refrán: "Más dael duro que el desnudo." Y

venimos a este camino por los mejoreslugares. Donde hallaba buena acogida y ganancia,deteníamonos; donde no, a tercero díahacíamos Sant Juan.

Acaeció que llegandoa un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían lasuvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna, y comosuelen ir los cestos maltratados y también porque la uvaen aquel tiempo está muy madura, desgranábasele elracimo en la mano; para echarlo en el fardel tornábasemosto, y lo que a él se llegaba. Acordó de hacer unbanquete, ansí por no lo poder llevar como porcontentarme, que aquel día me había dado muchosrodillazos y golpes. Sentámonos en un valladar ydijo:

"Agora quiero yo usarcontigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo deuvas, y que hayas dél tanta parte como yo. Partillo hemosdesta manera: tú picarás unavez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vezmás de una uva, yo haré lo mesmo hasta que loacabemos, y desta suerte no habráengaño."

Hecho ansí elconcierto, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidormudó de propósito y comenzó a tomar de dosen dos, considerando que yo debría hacer lo mismo. Como vique él quebraba la postura, no me contenté ir a lapar con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos, y tres atres, y como podía las comía. Acabado el racimo,estuvo un poco con el escobajo en la mano y meneando la cabezadijo:

"Lázaro,engañado me has: juraré yo a Dios que has túcomido las uvas tres a tres."

"No comí -dije yo-mas ¿por qué sospecháis eso?"

Respondió elsagacísimo ciego:

"¿Sabes en quéveo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dosy callabas."{, a lo cual yo no respondí. Yendo queíbamos ansí por debajo de unos soportales enEscalona, adonde a la sazón estábamos en casa de unzapatero, había muchas sogas y otras cosas que de espartose hacen, y parte dellas dieron a mi amo en la cabeza; el cual,alzando la mano, tocó en ellas, y viendo lo que eradíjome:

"Anda presto, mochacho;salgamos de entre tan mal manjar, que ahoga sincomerlo."

Yo, que bien descuidado ibade aquello, miré lo que era, y como no vi sino sogas ycinchas, que no era cosa de comer, díjele:

"Tío, ¿porqué decís eso?"

Respondióme:

"Calla, sobrino;según las mañas que llevas, lo sabrás yverás como digo verdad."

Y ansí pasamosadelante por el mismo portal y llegamos a un mesón, a lapuerta del cual había muchos cuernos en la pared, dondeataban los recueros sus bestias. Y como iba tentando si eraallí el mesón, adonde él rezaba cadadía por la mesonera la oración de la emparedada,asió de un cuerno, y con un gran sospiro dijo:

"¡O mala cosa, peorque tienes la hechura! ¡De cuántos eres deseadoponer tu nombre sobre cabeza ajena y de cuán pocos tenerteni aun oír tu nombre, por ninguna vía!"

Como le oí lo quedecía, dije:

"Tío,¿qué es eso que decís?"

"Calla, sobrino, quealgún día te dará éste, que en lamano tengo, alguna mala comida y cena."

"No le comeré yo-dije- y no me la dará."

"Yo te digo verdad; si no,verlo has, si vives."

Y ansí pasamosadelante hasta la puerta del mesón, adonde pluguiere aDios nunca allá llegáramos, según lo que mesucedía en él.

Era todo lo más querezaba por mesoneras y por bodegoneras y turroneras y rameras yansí por semejantes mujercillas, que por hombre casi nuncale vi decir oración.}

Reíme entremí, y aunque mochacho noté mucho la discretaconsideración del ciego.

Mas por no ser prolijo dejode contar muchas cosas, así graciosas como de notar, quecon este mi primer amo me acaecieron, y quiero decir eldespidiente y con él acabar.

Estábamos enEscalona, villa del duque della, en un mesón, ydióme un pedazo de longaniza que la asase. Ya que lalonganiza había pringado y comídose las pringadas,sacó un maravedí de la bolsa y mandó quefuese por él de vino a la taberna. Púsome eldemonio el aparejo delante los ojos, el cual, como suelen decir,hace al ladrón, y fue que había cabe el fuego unnabo pequeño, larguillo y ruinoso, y tal que, por no serpara la olla, debió ser echado allí. Y como alpresente nadie estuviese sino él y yo solos, como me vicon apetito goloso, habiéndome puesto dentro el sabrosoolor de la longaniza, del cual solamente sabía quehabía de gozar, no mirando qué me podríasuceder, pospuesto todo el temor por cumplir con el deseo, entanto que el ciego sacaba de la bolsa el dinero, saqué lalonganiza y muy presto metí el sobredicho nabo en elasador, el cual mi amo, dándome el dinero para el vino,tomó y comenzó a dar vueltas al fuego, queriendoasar al que de ser cocido por sus deméritos habíaescapado.

Yo fui por el vino, con elcual no tardé en despachar la longaniza, y cuando vinehallé al pecador del ciego que tenía entre dosrebanadas apretado el nabo, al cual aún no habíaconocido por no lo haber tentado con la mano. Como tomase lasrebanadas y mordiese en ellas pensando también llevarparte de la longaniza, hallóse en frío con elfrío nabo. Alteróse y dijo:

"¿Qué es esto,Lazarillo?"

"¡Lacerado demí! -dije yo-. ¿Si queréis a míéchar algo? ¿Yo no vengo de traer el vino?

Algunoestaba ahí, y por burlar haría esto."

"No, no -dijo él-,que yo no he dejado el asador de la mano; no es posible"

Yo torné a jurar yperjurar que estaba libre de aquel trueco y cambio; mas poco meaprovechó, pues a las astucias del maldito ciego nada sele escondía. Levantóse y asióme por lacabeza, y llegóse a olerme; y como debió sentir elhuelgo, a uso de buen podenco, por mejor satisfacerse de laverdad, y con la gran agonía que llevaba, asiéndomecon las manos, abríame la boca más de su derecho ydesatentadamente metía la nariz, la cual éltenía luenga y afilada, y a aquella sazón con elenojo se habían augmentado un palmo, con el pico de lacual me llegó a la gulilla. Y con esto y con el gran miedoque tenía, y con la brevedad del tiempo, la negralonganiza aún no había hecho asiento en elestómago, y lo más principal, con el destiento dela cumplidísima nariz medio cuasi ahogándome, todasestas cosas se juntaron y fueron causa que el hecho y golosina semanifestase y lo suyo fuese devuelto a su dueño: de maneraque antes que el mal ciego sacase de mi boca su trompa, talalteración sintió mi estómago que le dio conel hurto en ella, de suerte que su nariz y la negra malmaxcadalonganiza a un tiempo salieron de mi boca.

¡Oh, gran Dios,quién estuviera aquella hora sepultado, que muerto ya loestaba! Fue tal el coraje del perverso ciego que, si al ruido noacudieran, pienso no me dejara con la vida. Sacáronme deentre sus manos, dejándoselas llenas de aquellos pocoscabellos que tenía, arañada la cara yrascuñado el pescuezo y la garganta; y esto bien lomerecía, pues por su maldad me venían tantaspersecuciones.

Contaba el mal ciego a todoscuantos allí se allegaban mis desastres, y dábalescuenta una y otra vez, así de la del jarro como de la delracimo, y agora de lo presente. Era la risa de todos tan grandeque toda la gente que por la calle pasaba entraba a ver lafiesta; mas con tanta gracia y donaire recontaba el ciego mishazañas que, aunque yo estaba tan maltratado y llorando,me parecía que hacía sinjusticia en no se lasreír.

Y en cuanto esto pasaba, ala memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, porque me maldecía, y fue no dejalle sin narices, pues tanbuen tiempo tuve para ello que la meitad del camino estabaandado; que con sólo apretar los dientes se me quedaran encasa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejormi estómago que retuvo la longaniza, y no pareciendo ellaspudiera negar la demanda. Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho,que eso fuera así que así.

Hiciéronnosamigos la mesonera y los que allí estaban, y con el vinoque para beber le había traído, laváronme lacara y la garganta, sobre lo cual discantaba el mal ciegodonaires, diciendo:

"Por verdad, más vinome gasta este mozo en lavatorios al cabo del año que yobebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en más cargoal vino que a tu padre, porque él una vez teengendró, mas el vino mil te ha dado la vida."

Y luego contabacuántas veces me había descalabrado y harpado lacara, y con vino luego sanaba.

"Yo te digo -dijo- que si unhombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, queserás tú."

Y reían mucho los queme lavaban con esto, aunque yo renegaba. Mas el pronósticodel ciego no salió mentiroso, y después acámuchas veces me acuerdo de aquel hombre, que sin dudadebía tener spíritu de profecía, y me pesade los sinsabores que le hice, aunque bien se lo pagué,considerando lo que aquel día me dijo salirme tanverdadero como adelante V.M. oirá.

Visto esto y las malasburlas que el ciego burlaba de mí, determiné detodo en todo dejalle, y como lo traía pensado y lotenía en voluntad, con este postrer juego que me hizoafirmélo más. Y

fue ansí, que luego otrodía salimos por la villa a pedir limosna, y habíallovido mucho la noche antes; y porque el díatambién llovía, y andaba rezando debajo de unosportales que en aquel pueblo había, donde no nos mojamos;mas como la noche se venía y el llover no cesaba,dijóme el ciego:

"Lázaro, esta agua esmuy porfiada, y cuanto la noche más cierra, másrecia. Acojámonos a la posada con tiempo."

Para ir allá,habíamos de pasar un arroyo que con la mucha agua ibagrande. Yo le dije:

"Tío, el arroyo vamuy ancho; mas si queréis, yo veo por donde travesemosmás aína sin nos mojar, porque se estrechaallí mucho, y saltando pasaremos a pie enjuto."

Parecióle buenconsejo y dijo:

"Discreto eres; por esto tequiero bien. Llévame a ese lugar donde el arroyo seensangosta, que agora es invierno y sabe mal el agua, ymás llevar los pies mojados."

Yo, que vi el aparejo a mideseo, saquéle debajo de los portales, y llevéloderecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba,sobre la cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas,y dígole:

"Tio, éste es el pasomás angosto que en el arroyo hay."

Como llovía recio, yel triste se mojaba, y con la priesa que llevábamos desalir del agua que encima de nos caía, y lo másprincipal, porque Dios le cegó aquella hora elentendimiento (fue por darme dél venganza), creyósede mí y dijo:

"Ponme bien derecho, y saltatú el arroyo."

Yo le puse bien derechoenfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrásdel poste como quien espera tope de toro, ydíjele:

"¡Sus! Saltátodo lo que podáis, porque deis deste cabo delagua."

Aun apenas lo habíaacabado de decir cuando se abalanza el pobre ciego comocabrón, y de toda su fuerza arremete, tomando un pasoatrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con lacabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera conuna gran calabaza, y cayó luego para atrás, mediomuerto y hendida la cabeza.

"¿Cómo, yolistes la longaniza y no el poste? ¡Olé!¡Olé! -le dije yo.