Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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cuarto

de cara de las de allá, así quepuedo asegurar que Angué es muy guapa.

Fotografiémosla.

Angué es alta, fuerte, de abultadas y exuberantes formas; ha dejadode jugar con las sampaguitas, y apoya indolentemente su cuerpo enlas conchas. Todo su sér respira dulzura y melancolía. Sus ojos,ligeramente entornados, están fijos, están en uno de esos momentos enque no ven

; tiene la falta de vida que constituye en la inteligenciaesas profundas abstracciones en que nada

pensamos. Los ojos de Anguéson negros, cual negras son sus largas pestañas y su hermoso pelo,que esparcido en hebras le cubre la espalda y los hombros, haciendoresaltar el color cobrizo de su cara, rasgo característico de la india,en cuyos cutis jamás encontraréis otro color. La nariz es menos chataque las de su raza. Su boca es pequeña, aunque de labios un tantogruesos; sus pómulos pronunciados; la frente deprimida; los dientespequeños y ligeramente coloreados por los jugos del buyo, y mórbidasy correctas sus formas, según podemos ver bajo la transparencia desu rica camisa de piña

.

Angué viste un costoso traje. Cual en Madrid en tiempos, el día delCorpus, daba los patrones á la moda, así en Filipinas los da el de lafiesta de Binondo. Con arreglo á lo tácitamente convenido en aquella,nuestra dalaga ostenta camisa de piña sombreada, corto y airoso tapisde glasé, vistosa saya de gró á rayas verdes y blancas, chinela bordadaen plata, escapulario de finos relieves y terno completo de corales.

El traje de la india rica, que hoy se confunde con el de la mestiza,es sumamente gracioso. No siendo una mujer

verdaderamente

fea, parecebonita con el pintoresco atavío de las hijas del Oriente. Ahora sí,lo que debemos manifestar es que el

aire

para llevar ese traje espreciso tomarlo desde el vientre de la madre. Con el tapis sucede loque con la mantilla; ni se puede falsificar ni se puede parodiar. Parallevar tapis hay que nacer á las orillas del Pasig, como para terciarseuna mantilla no hay más remedio que comer las papillas acariciadopor las brisas de Sierra-Nevada, dormir arrullado por las palmas y elpolo gitano, despertar con el alegre volteo de la campana de la Vela,saber beber manzanilla, y en fin, y ¡viva mi tierra! haber nacido enaquel pedazo de cielo que se llama Andalucía.

La mirada de Angué sigue inmóvil.

¿En qué pensará?

¿Abrigará temores? No. El sol alumbra en el horizonte sin nubes,los canarios de China cantan sus amores, las

bomgas

y las palmasbaten sus hojas ante la fresca brisa del mar. Con cantos, flores yluz no puede haber temores. El

Asuang

y todos los malos espíritus,ya sabe la dalaga que buscan las sombras.

¡Inmóviles siguen los ojos de Angué! ¿Dormirán ante el temor dealgún remordimiento, ó ante el éxtasis del placer de una satisfechavenganza? No. Angué no tiene remordimientos, como no los tiene ningunaindia.

Todo lo que hacen creen lo pueden hacer.

El deber y el honor tiene en la india una interpretación muy diferenteque en el viejo mundo. Entre la raza pura, no habría necesidad deescrituras ni protocolos. Jamás una india del interior ha negadouna deuda, como jamás ha llegado á ocultar un momento de pasiónen el sangriento drama del infanticidio, ó en el misterioso tornodel expósito.

Lo que hace, si no lo pregona, tampoco lo oculta. Sufre con resignacióncuanto le proporciona su culpa, y ni se queja, ni se lamenta, nise arrepiente.

¿Amará Angué? ¿Obedecerá su languidez á uno de esos tiernossentimientos que llenan el alma? No.

Las pasiones de Angué, como todaslas de su raza son momentáneas; aman hasta el delirio, pero olvidanhasta la absoluta indiferencia. Es cierto que las horas que aman lasrodean de cuantas ternezas caben en el humano corazón, y de cuantoscariños y locuras puede soñar un sér amante. Ella vela el sueño—ellaaletarga dulcemente nuestro espíritu con el cadencioso susurro del cundiman

ó el mimoso

mata-mata

; ella refresca nuestro ardorosocuerpo con el

paypay

ó el

pancag

; ella nos rodea de una perfumadaatmósfera con las hojas del ilang-ilang

ó las blancas sampaguitas;ella, si nos ve tristes, dice en su sencillo y poético lenguaje que elcielo tiene nubes; ella, paloma del Oriente, arrulla á su amante consus palabras, sus caricias, sus canciones, mas

… en estos momentosde abandono, sin saber por qué, sin causa ni motivo alguno, cesansus caricias y callan sus pasiones. El genio de la inconstanciasustituye al dios de los amores; y la que momentos antes era laesclava, torna á ser señora y deja el nido y al amante sin amor,sin pena y sin recuerdos.

La india posee el indiferentismo en un grado tal, que todo le importapoco. El amor propio suele adormecerla alguna vez, pero el despertares momentáneo. Pruebas del indiferentismo indio se ven inmediatamenteque se ancla en un puerto de Filipinas. Asistid á un entierro y laslágrimas que allí veréis, son cual el de las antiguas plañideras:estas desempeñaban su papel por el dinero: la india rinde un tributoá la costumbre; vió que lloró su madre cuando murió su abuela, y ellallora cuando se muere su madre, sin que esto sea obstáculo para reiró bailar á las dos horas de verificarse el entierro. Entrar en unacasa de juego, pasión culminante de la india, y allí la veréis sincontraérsele un músculo de su cara, y sin pronunciar una palabra malsonante su lengua, perder su último dinero, y pasar de la riqueza ála indigencia como si tal cosa.

Colmarla de favores y de beneficiosy os dará si lo pedía cuanto tiene; más no esperéis una palabra deconsuelo en el dolor, ni una lágrima, ni un significativo apretón demanos en un momento solemne.

En la indiferencia ni nacen venganzas, ni anidan amores, ni se evocanrecuerdos.

Angué es indiferente.

Angué sigue inmóvil. Ni piensa, ni siente, odia, ni ama.

Angué duerme.

* * * * *

Esta es la india rica, este es su tipo. Llegará la tarde y disfrutaráun momento de vanidad al contemplarse rica y hermosa: se comparará conlas demás y se verá la dalaga mejor ataviada de la procesión. Estapasará por delante de su casa cuyas conchas atestadas de castilasle mantendrán la vanidad, Concluída la procesión hará los honoresde la casa, dará doscientas vueltas alrededor de la sala, ofrecerásin cesar en bandejitas de cristal, pequeños bullos y secos tabacos,bailará y hasta hará vibrar en el arpa los recuerdos de alguna canciónmorisca ó evocará la triste historia de Atala

, desfigurada por la

sangrienta

mano de algún joven

filósofo

.

Después … después la música dará su último

trompetonazo

, los

tinsines

su postrimer chisporroteo, y Angué despojada de sus galasni aun soñará con el triste Chartras.

Descorramos los bastidores.

Veamos otro tipo.

Entre la iglesia de Binondo á la capitanía del Puerto, hay una callellamada de San Fernando: en la parte izquierda un trozo tiene portales.

A los portales de la calle de San Fernando vamos á llevar á nuestroslectores.

En una de las tiendas, mejor dicho cajones, está nuestro tipo.

Pepay

, sentada en el pequeño mostrador, observa á los transeúntes alpar que con una mano acaricia un fardo de diversas y pintarrajeadastelas, y con la otra perezosamente da vueltas á un pequeño listón de narra

que le sirve de medida.

Parémonos ante aquella tienda.

Estamos frente á frente á Pepay la

Sinamayera

.

La sinamayera, ó sea vendedora de telas, representa la claseindustrial, la clase trabajadora.

Nosotros ya la conocemos de antiguo, así que de antiguo sabemos suhistoria. La hemos visto crecer y no ignoramos todas las fases porque ha pasado para llegar á ser tendera.

Contemos su historia.

Pepay no conoce á sus padres. Huérfana y niña recuerda haber dado susprimeros pasos, en la caída de una

casa grande

. Pertenece á lo quese llama la dudosa clase de

crianza

.

El nacimiento de las crianzas en su generalidad envuelve más deun misterio. La primera bola

de

morisqueta

la hacen en casarespetable, y dan el título de

tía

á la dueña de ella.

En Filipinas también hay

sobrinas

.

Nadie recuerda cuando nació Pepay ni quién la bautizo, pero todossaben es sobrina de su tía.

Tan luego empezó á balbucear en la Cuaresma las dos mil

mangas

que empiezan con

manga

Pilatos, y concluyen con manga celestial,Pepay pasó del bullicio de la casa al recogimiento del beaterio

. Allíaprendió á leer y escribir, y en estos progresos murió la tía.

La pensión dejo de pagarse. Los herederos de aquella no estuvierontodo lo propicios al reconocimiento del parentesco, y Pepay seencontró en el mundo á los quince años, con una regular figura,unos cuantos conocimientos, un buen deseo y un tanto de malicia,fruta que sazona en todas las corporaciones de gente joven.

Pepay, como todo ser racional de la India, tenía su compadre. Estemantenía un pequeño tráfico naval.

Era dueño de unos cuantos

cascos

;proveía de leña las tahonas de

Joló

y

Gunao;

hacía comercio deaceite y

palay

; contrataba carga y descarga, intervenía en algunapequeña contrata en el arsenal, y por último, daba dinero á

módico

precio. Tan heterogéneo comercio encontró una especie de tenedora delibros en la crianza.

En su nueva profesión aprendió Pepay toda la ciencia

bursátil

:profundizó los productivos misterios que puede encerrar el lamcape

de la

bullera

, el

lusong

de la

pilandera

, y las telas de las

sinamayeras

, oprimidos seres, sujetos en su mayoría á la usura,terrible enemigo del capital.

Con una

mediana

usura, un cuaderno de cuenta y una regulardisposición, en poco tiempo puede hacerse de un peso tres,multiplicación que acabó de comprender Pepay en las complicadas listasde una vecina, cabecilla

de mesa de la fábrica de tabacos de Fortín,personaje que, Dios mediante, encontraremos más adelante.

Teniendo Pepay

alas

propias, principió á volar fuera del círculode las operaciones ajenas.

Explotó

zacatales

, y unas veces teniendo

aparceros

y otras

casamas

, recorrió en pequeña escala todos los negocios.

En las relaciones de su tráfico tuvo ocasión de tratar con un guapomestizo, y con él y algunos cuartos dió fondo en los soportales deSan Fernando, abriendo al público y á sus muchos amigos una tiendade sinamais

y otras telas.

La india industrial difiere de la rica en que aquella tiene actividadpor días mientras que á esta constantemente la domina la pereza.

La primera gestiona sus negocios, piensa y observa, va y viene con unpañuelo lleno de cuentas, reclamos

y papeles; la segunda, compartela vida entre el baño, el

petate

, las fiestas y los paseos á laluz de la luna.

Pepay, no por ser industrial deja de ser india; así que su actividad álo mejor se convierte en pereza, y sus ahorros, planes y cálculos sepierden en la inercia, en una apuesta de un gallo ó un entrés contrauna sota.

Pepay difiere poco de Angué; es preciso fijarse mucho para distinguirla india que compone la aristocracia del dinero, á la que caracterizala del trabajo. La verdadera diferencia está entre la clase pobre ylas demás, según podremos ver en el boceto del siguiente cuadro.

En la caída de una elegante casa de uno de los aristocráticosbarrios de Manila, vese sentado sobre un petate un ser que con solomirarlo se comprende arrastra su existencia por el triste arenalde las penas y amarguras. Aquel sér es una mujer, mejor dicho, unaniña. Sus facciones están demacradas, y son miserables sus escasasropas. Entre sus descarnados y largos dedos, esponja y prepara una batea

de

gogo

que servirá para refrescar y limpiar la cabeza delsoberano de aquella casa.

El soberano no es soberano, sino

soberana

. Es la casa de una ricay guapa mestiza.

La pobre niña mira la hirviente espuma que forman los jugos delgogo con la infantil complacencia de la que eleva blancas burbujasde jabón. En su sonrisa hay, sin embargo, un no sé qué difícil deexplicar.

Aquella unas veces parece reflejar una completa idiotez, alpar que otras transparenta una melancolía, una pena y un sentimiento,cual si aquella sonrisa la alentara el genio que guarda los misteriosossecretos del alma.

¡Pobre niña! ¿Cuál será tu porvenir? ¿Cuál tu pasado?

¡Tu presente es negro, cual las alas del

panique

de la noche! ¡Tuexistencia triste, cual tristes son esas melancólicas flores que crecenen todos los cementerios de la India! ¡Ha tiempo eres esclava! ¡Hatiempo fuiste llevada al mostrador

de la usura y quedaste empeñada!

Tu madre era cigarrera; un día necesitó pagar una deuda, y no teniendodinero se lo pidió á la cabecilla de su mesa: esta se lo dió ¡pero áqué costa! Tú fuiste la hipoteca de aquel contrato; tu sangre, y untrabajo sin tregua ni descanso, los réditos; y la absoluta pérdida detu libertad, la cláusula de aquel monstruoso pacto.

Desde aquel momentotuviste una despótica señora. El dinero dado era poco, más los réditoseran muchos; tu sudor era el pago. Tres años de continuos trabajos,no solo no bastaron para amortizar el capital, sino que acumularonlos réditos.

La madre de la pobre niña murió.

La

hipoteca

que aquella contrajo, estaba existente.

Un día la mestiza, á quien sirve la niña, necesitó un ser de suscondiciones; habló con la cabecilla, y previos

justos

y

legítimos

pagos, le transmitió la

propiedad

, sin que para nada intervinierala voluntad de la enajenada.

Se dirá: pero la esclavitud ¿existe en Filipinas? ¿no hay leyes? ¿novelan justos tribunales?

Los hay; pero ¿qué sabe la pobre niña de leyes, de jueces, ni dederechos? Desde los pechos de su madre solo aprendió deberes. ¡Suciencia se reduce & obedecer y llorar!

Aquel desgraciado ser que prepara el gogo, es posible que muera sinhaber podido pagar con una vida de trabajos el rédito de

ocho

ó

diez

pesos dados á su madre. La ropa que usará mientras estébajo el dominio de su señora serán los últimos harapos de la casa,dados por supuesto, con su cuenta y razón.

No decimos el nombre de la niña, porque no lo sabemos; es más, no losabe nadie. Su ama cuando la llama, dice solamente

¡una!

y esa unaes la desgraciada hija de la cigarrera.

Es cierto que estos abusos van desapareciendo ante la asidua vigilanciade la autoridad; más sin embargo, tipos como el anterior se encuentrantodavía en Filipinas.

Hemos descrito la individualidad; volvamos hoja, y aunque ligeramentey á grandes rasgos, veremos la colonia en general.

CAPÍTULO VII.

España en Filipinas.—Colonización.—Política.—Toleranciareligiosa.—Juramento chínico.—Pascuas, festejos yConfucios.—El

matandá

.—El municipio dentro del municipio.—Elempleado.—Patriótico aviso.—Desconocimiento de Filipinas.—Reformasy mejoras.

Todas las colonias del mundo obedecen á un sistema fijo, á unfin dado, beneficioso al dominador, al par que al dominado. Lacolonización inglesa, la holandesa y hasta la misma francesa, bien seestudie bajo el cosmopolitismo comercial de Singapore; bien en lasprimitivas costumbres del malabar que lleva sus dedos á la frenteen señal de acatamiento ante una civilización de que se utiliza,por más que no comprende; bien se aquilate en las colosales obrasde la cisterna de Aden; bien en las riquezas de los mercados deCalcuta y Bombay; bien en la transigencia de la pagoda; bien enlas sagradas corrientes que baten la druídica peña ó dan vida almuérdago del sacrificio; bien que esa colonización se levante ála sombra del peñasco de Hong-Kong, atalaya que vigila al CelesteImperio; bien que se extienda por las abrasadas arenas de la Arabia,bíblicos recuerdos que evocan las civilizaciones faraónicas; bien querespete antiguos usos, contemporizando con las grotescas fórmulas delritual cipayo; bien viva bajo el protectorado yankee en las ondasdel Pacífico; bien á la sombra de la tricolor bandera de Saigón;bien que se extienda desde los modestos establecimientos de Macao,á las opulentas factorías de la India y de Java, donde el indígenapercibe los efectos del telégrafo y del vapor, sin que jamás llegueal conocimiento científico de las causas que obran bajo el émbolo dela caldera que desarrolla la fuerza ó la confusión de los elementosde la pila que arrancan el rayo; bien que la metrópoli explote, orael sensualismo malabar, ora el embrutecimiento en que reduce al chinolas perniciosas emanaciones del anfión, siempre vemos su razón de ser,su principio vital de conservación, extremo al cual debe llevar laraza dominante todo su estudio, toda su ciencia y todos sus cuidados.

En Filipinas, en ese riquísimo Archipiélago que constituye por laferacidad de su suelo la colonia mas rica del mundo, en lo único quepuede decirse se asemeja á las demás en cuanto á la constituciónque las gobierna, es en la tolerancia, tanto religiosa comopolítico-administrativa.

En un país como Filipinas que viene anatematizado poco menos quecomo una sucursal de los antiguos y terroríficos tribunales del SantoOficio. En Filipinas,

nido

de frailes, de procesiones y de jesuítas¡cosa rara! puede decirse hay libertad de cultos. ¿Se creerá estode aquellas comarcas simbolizadas por el que no las conoce bajo laintransigencia del exorcismo, de la intolerancia y de la presión delpúlpito y del confesonario? La libertad de cultos existe de hecho yde derecho; tanto es así, que se ha legislado y está, vigente en losReales autos de las Islas las complicadas fórmulas de los juramentoschínicos; de modo que no solo el chino practica su ritual, sino quehace partícipe de él á católicos rancios, pues no otra cosa sucede anteel sacerdocio de la ley, tan luego acude en juicio un chino y pidela solemnidad del juramento. Esta petición es legítima, la ampara laley, y el juez se ve precisado á presenciar, autorizar y respetar elque el santuario de la justicia se vea ahumado ante el fuego de lasinvocaciones, y los profundos textos del Rey Sabio interrumpidos por elcacarear de los gallos blancos que han de ser degollados en el ara, queno es, ni más ni menos que el pavimento de los estrados del juzgado.

La pascua chínica se celebra en Filipinas por los sectarios deConfucio, frente á frente de la autoridad y de las Ordenes monásticas,sin que la una ni las otras les pongan el más ligero veto. La quema delas candelas, los altares que se ven en la mayor parte de las casas delos chinos, la práctica de su ritual, y la exhibición de sus geniosy Confucios son bastantes pruebas de la tolerancia, ó mejor dicho,de la protección en materia religiosa.

Esta transigencia que vemos en el terreno de las conciencias, lavemos quizá más amplia en el régimen y gobierno.

En Filipinas casi casi puede decirse impera tácitamenteuna Constitución, que se aproxima á las más avanzadas. Estoparecerá una paradoja. ¡Encontrar la libertad en lo que se creeel absolutismo! ¡Hallar la fórmula federal al pie de los sombríosmuros del convento! ¿Es esto posible? Recorred los dilatados camposde Filipinas, y al encontrar el modesto bajay del indio, descansar unrato á la sombra del cogon ó la palma; estudiar la familia que guarecey veréis una pequeña colonia sujeta á la voz patriarcal del matandá, ósea el más viejo. Donde éste pone su veto no hay réplica ni discusión,sino obediencia. Este jefe de familia en unión de algunos de su gremio,nunca de otro, se sujeta en sus relaciones con el Estado al cabezade Barangay, autoridad electiva que vela al par que vigila por lasfamilias encomendadas á su cabecería, la cual rinde homenaje ante elAlcalde pedáneo ó sea Gobernadorcillo, funcionario que ha de salirdel mismo gremio que sus gobernados. Bajo este sistema que nace enel patriarcal, y que constituye el Municipio dentro del Municipio,puesto que cada uno cuida de las propias necesidades y de lascircunscripciones en que habita, vive el indio bajo sus primitivascostumbres con una libertad no interrumpida por la confusión derazas, puesto que lo mismo aquel que el mestizo y el sangley, sabenque su Municipio ha de componerlo, tanto en la Principalía como enlos Barangais, individuos de su misma raza. Dígase si esto no esla vida del Municipio dentro del Municipio y si esta es una odiosaesclavitud ó una benéfica dominación.

A ser posible que el indígena pudiera comparar viendo lo que pasa enlas demás colonias, de seguro bendeciría día y noche el patriarcaldominio que por ellos vela.

Desgraciadamente, nuestro sistema de colonización pierde su semejanzacon el de las demás, en otras muchas cosas, haciendo llegar no pocasveces la metrópoli á sus posesiones un hálito que si en Europa vivificaen el Asia envenena.

En Oriente el español no puede ni debe ser más que español, ajenode pasiones políticas y exento de miserias cortesanas. La clave deeste principio fundamental de colonización está en los gabinetesde Madrid.

La elección del empleado, su mayor saber, las garantíaspara el porvenir y la verdadera estabilidad son las bases en que seasienta en otras colonias la gran obra de su dominación.

La Inglaterra en la India, la Holanda en Java, y hasta el Portugal enChina, sus empleados son escogidos entre los buenos, son vigilados ytemplados en el yunque de una constante inspección. El que sale dela prueba, el que con su ciencia y merecimientos es declarado comobueno, su porvenir en Colonias es seguro, cual seguro es el bienestarde sus deudos si alguna de las enfermedades le hacen dormir el sueñoeterno lejos de su patria y de la fosa donde descansan los suyos.

Bajo este principio nace la emulación y el perfeccionamiento en laesfera del deber. La práctica facilita el trabajo, al par que lasvirtudes del bien y de la moralidad se aunan bajo la morada en quese podrán llorar ausencias, mas no temer la venida del correo y lacesantía, y con ella quizás el mendigar el pan ó volver á su nativosuelo enervadas las fuerzas por una laboriosa aclimatación, ó muertala fe ante una larga serie de sacrificios olvidados.

Estabilidad y suficiencia en el empleado. He aquí la clave de todaslas mejoras.

Filipinas es dócil y ama al español. La suerte de Filipinas resideen Madrid.

Con tiempo damos el alerta desde sus tranquilas tiendas.

Mucho se habla de nuestras colonias del Asia y no menos se escribe,¿pero en qué tonos? ¿por quién? y sobre todo ¿con qué grados deconocimientos? Unos, porque absolutamente no conocen la localidad;otros, porque alientan ideas rutinarias ó quizás lo que es peor,por querer vengar rencillas y miserias, y los más, porque toda suexperiencia y saber se reduce á haber ido cuarenta días en un camarote,instalarse en Manila, cobrar una nómina conociendo al habilitado,aunque no siempre al jefe, extender sus correrías por el país ála Calzada, los

fosos

de Santa Lucía, el campo de

Bagumbayang

y lo más lo más llegar á las aguas de

Malinta

, ó á las provistasdespensas de los frailes de

Imus

; y con semejante extensión detierra y el solo hecho de haber desembarcado en Manila y vivido unoscuantos meses ó años dentro de su murado recinto, arreglan el paísy escriben furibundos artículos que no tienen de Filipinas más quelas gotas de sudor que caen de la frente á la cuartilla.

Es preciso comprender y acabar de persuadirse que Manila nipersonifica ni representa más que un pueblo grande, que en vez dereflejar las costumbres de la India lo hace más bien de las de Europa.

¿Qué español que no haya salido de Manila conoce las costumbres delos siete millones de habitantes de las Islas, ó los rudimentos decualquiera de los treinta y tantos idiomas que se hablan? Ninguno.

Filipinas donde hay que estudiarlo, es en sus dilatadas

pampas

,en sus bosques vírgenes, en sus campos de impenetrables

cogonales;

allí bajo la palma ó la bonga vive y muere el indio en su primitivoestado, con su dulce carácter, su notable indiferentismo y sufelicidad no perturbada por las exigencias que aumentan al par quela civilización crece.

El elemento español, volvemos á repetirlo, porque mucho importa, es loprimero en que debe fijar el Gobierno todo su cuidado. La ignoranciapor una parte, antiguos hábitos por otra y confusas ideas que noconcluyen de conocer las cabezas en que bullen el daño que hacen, eslo que, salvo honrosísimas excepciones, constantemente están llegandoá las ricas y fértiles comarcas del Oriente. Hasta el día en que elfuncionario se persuada que al llegar al Corregidor debe ser otra cosadistinta de lo que hasta entonces fué; hasta que comprenda que ciertasideas debe guardarlas cuidadosamente en el secreto santuario de losrecuerdos sin que jamás salgan á la lengua; hasta que la inamovilidaddel empleado sea una verdad al par que verdad sea su suficiencia;hasta que la confianza y las garantías alienten el comercio y conél la acumulación de capitales; hasta que el español descentraliceel producto de manos extranjeras; hasta que una buena inteligenciasecundada con un buen deseo, haga de las provincias tabacaleras lo quedeben ser; hasta que la ilustración universitaria llegue solamente alconocimiento de la virtud y no al comentario histórico de los pueblosy de los derechos de los hombres; hasta que ingenuamente y con losdatos á la mano confesemos que el fraile podrá ser, habrá sido y seráen Europa lo que se quiera, pero que en Filipinas es una necesidadpersonificadora de dominación y de ahorro, lo primero, porque fueronsiempre españoles, porque ejercen una influencia positiva y porqueconocen el país; y lo segundo, porque son los soldados avanzados quemenos cuestan al Estado; hasta que el conocimiento del fraile originelas garantías para el porvenir que tiemblan al par que preveen; hastaque en ellos renazca la antigua confianza, no del poder omnímodo queejercieron, sino de la estabilidad po