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Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas

Viajes por Filipinas

De Manila á Marianas

Por

Don Juan Álvarez Guerra

(Primera Edición)

Madrid

Imprenta de Fortanet

Calle de la Libertad, Núm. 29

1887

Al Excmo. Sr. D. Rafael Izquierdo

A usted, mi querido General, á quien tanto debe Filipinas, se debetambién este libro. Usted me nombró para una misión científica en elPacífico. El nombramiento originó un viaje, el viaje, el libro quetiene la honra de dedicarle su buen amigo

,

El Autor

NOTA. Dedicatoria de la primera edición. El General ha tiempo murió,mas su memoria me es tan respetada, como cariñosa y leal fué miamistad mientras vivió.

ÍNDICE DE CAPÍTULOS

CAPÍTULO I.

La

banca

.—El estero.—La chaqueta y el chaquet.—Nuevascostumbres.—¡Manila progresa!—El catapusan

, el

sarao y

la

soirée

.—Colocación de nombres.—Meiisig.—El río deBinondo.—El Pasig.—La barra.—La María Rosario

—El adiós áManila.—Cavite.—Costumbres—Moysés y las doce tribus—La primeranoche abordo.—

El baldeo.—La laguna encantada.

CAPÍTULO II.

Recuerdos de Silam.—Ordoñez y Oñate—El

yo cuidado.

—Enmarcha.—Sungay.—Talisay.—La Capitana Ramona. Tiempo viejo.—Loslabios de un chico y la boca de una chocolatera.—Perlasy brillantes—Laguna encantada.—El cráter.—Volcán deTaal.—

Grandiosidad del volcán—Erupciones notables.—Sueño del coloso.

CAPÍTULO III.

Punta Matoco.—Calmas.—Isla Verde.—El sudeste.—Marinduque y Mindoro.—Razas salvajes.—Sus costumbres.—Los negritos netas.—Su manera de ser.—

Inalug

y

Acubac

.—De puerto Galera á punta

Bunga.—Horizontes de Marinduque.—Isla Banton.—El Padre Pablo.

CAPÍTULO IV.

El fraile en Filipinas.

CAPÍTULO V.

El Estrecho de San Bernardino.—Cabeza Bondog.—Ruinas.—El volcánMayon.—¡Ancla!—San Jacinto.—Su Iglesia.—La india Ignacia.—Eltoque de oración.—El atung-taqus

.

CAPÍTULO VI.

La mujer india.—Angué.—Pepay la sinamayera.—¡¡¡Una!!!

CAPÍTULO VII.

España en Filipinas.—Colonización.—Política.—Toleranciareligiosa.—Juramento chínico.—Pascuas, festejos yConfucios.—El

matandá.

—El municipio dentro del municipio.—Elempleado.—Patriótico aviso.—Desconocimiento de Filipinas.—Reformasy mejoras.

CAPÍTULO VIII.

Islote de San Bernardino.—El Gran Pacífico.—Cielo yagua.—Nostalgia.—El secreto de las mareas.—

Calma sospechosa.—Pescadel tiburón.—Los crepúsculos en la mar.

CAPÍTULO IX.

¡Orza!—De vuelta y vuelta.—Tiempo duro.—Siniestrospreparativos.—Falta de crepúsculo.—

La piel de zapa

.—Eltifón!—Baja de barómetros—¡Pobre

María Rosario!

—Horas deagonía.—Las seis de la tarde del cinto de Agosto.—¡Una pulgadade descenso!—Salida de la luna.—Esperanzas.—Fúnebres fechas.—El

Malespina.

—Cuatro días sin comer.

CAPÍTULO X.

Veintitrés grados en treinta y tres días.—Inseguridad en lamonzón del SE.—Calmas desesperantes.—Los viajes largos.—Losranchos.—¡Tierra¡—Costas de Guajan.—Islote de las Cabras.—Puerto deSan Luís de Apra.—Vegetación de Marianas.—La sanidad y la capitaníadel puerto.—Desembarque.

CAPÍTULO XI.

Historia de las Marianas.—La tradición.—Loschamorris.—Intolerancias.—El Pico de los amantes

.—División derazas.—Tinian.—Sarcófagos antiguos.—La casa de Taga

—Leyendas ysupersticiones.—Cultos y creencias.—Los

macambas

.—El

zazarraguan

y el

caifi

—Los

anitis

.—La peña de

Fuuña.

CAPÍTULO XII.

El siglo XVI.—Hernando de Magallanes.—Capitulaciones.—La

Capitana

, el

San Antonio

, la

Victoria

, la

Concepción

y el

Santiago

.—Sebastián Elcano.—Llegada alBrasil.—Invernadas.—Rebelión abordo.—Comunicaciones de mares.—Elpaso del Sur.—Bula de Alejandro VI.—Las Velas latinas.—Islasde los Ladrones.—

Navegación penosa.—Isla de Cebú.—Muertede Magallanes.—La

Victoria

.—Vuelta al mundo.—Llegada áSanlúcar.—Otras expediciones.—Legaspi.—El navío San Damián

.—Luísde San Vítores.—Doña Mariana de Austria.—Primera misión.—Verdaderaposesión.

CAPÍTULO XIII.

Adelantos de la misión.—Oposición de los

macambas

.—Saipan y

Rota.—Los

urritaos

.—Tradiciones, usos y costumbres.—Colegio de San

Juan de Letrán.—Crónicas de los jesuítas—Hostilidades.—Asesinato de San Vítores.—Una modesta cruz.—Los Padres Solano y Ezguerra.—El almirante Coello.—Nuevos asesinatos.—Represalias.—D. Juan Santiago.—El Gobernador Irrisari.—Descubrimientos al Norte de Agaña.—Marianas en el siglo XVIII.

CAPÍTULO XIV.

Archipiélago de las Marianas—Historia moderna—Guajan.—El pueblode Agaña.—Puerto de Apra.—

Punta Patí.—Flora y fauna.—La mujer deMarianas.—M. Arago.—Ingratitud.—Caridad española.

CAPÍTULO XV.

La plaza de Agaña.—La iglesia.—El monte de Santa Rosa.—Laatalaya.—El reloj de Agaña.—Faro original.—Vida en Marianas.—Casas,huertas, cultivos, ríos.—Vegetación de Oriente.—El árboldel pan, y el

dug-dug

.—Cageles.—La Isla de Pagan.—Riquezaperdida.—Desconocimiento del país.—Reputaciones usurpadas.—Entierra de ciegos….—Hormigas coloradas y ratas.—Los caballos ylas auroras

.

CAPÍTULO XVI.

Reducción de vecindario en las Marianas.—Islas habitadas.—Rota.—Supoblación.—Promesa religiosa.—

Comercio y agricultura.—Antiguasinvernadas.

CAPÍTULO XVII.

Población.—Razas.—La providencia del salvaje.—Los carolinos.—Gastosé ingresos.—Milicias urbanas.—El chamorro.—Sus inclinaciones,su moral, sus trajes y costumbres.—Ilustración.—El Padre Ibáñez yD. Felipe de la Corte.—Cuatro palabras por vía de epílogo.

CAPÍTULO I.

La

banca

.—El estero.—La chaqueta y el chaquet.—Nuevascostumbres.—¡Manila progresa!—El catapusan

, el

sarao

y la soirée.—Colocación de nombres.—Meiisig.—El río deBinondo.—El Pasig—La barra.—La María Rosario

.—El adiós áManila.—Cavite.—Costumbres.—Moysés y las doce tribus.—La primeranoche abordo.—

El baldeo.—La laguna encantada.

Los primeros albores del nacimiento del 10 de Julio de 1871, apenas setransparentaban por las conchas

de mi alcoba, cuando fuí despertadopor el criado, anunciándome que las bancas

estaban listas en el

estero

para conducirnos abordo.

Una ligera escalinata une el río de Binondo con la casa, así que,previos todos los correspondientes requisitos de marcha, desdereconocer los bultos, hasta dirigir la última cariñosa mirada á losmuros que han sido por largo tiempo confidentes de nuestras amarguras ytestigos de nuestros placeres, muros que á nadie más que á mi romperánsu mutismo, si algún día vuelvo á interrogar sus blancos lienzos conel lenguaje de los recuerdos, pasé de la casa al bote, al par que losaljofarados dedos de azul y nácar de los genios del Oriente abríanlos espacios para dar paso al majestuoso gigante de la luz.

La corriente favorable á consecuencia de la alta marea y la desusadaactividad de seis remeros aguijoneados con la esperanza de una propina,hacían que las batangas

se deslizaran rápidamente por el

estero

.

Aquí, si nuestro trabajo no llevara el carácter de un viaje á laligera, nos detendríamos en muchas páginas; mas, sin embargo, comola rapidez de una

banca

no es, ni la que da aliento una calderade vapor, ni una

ventolina

de

empopada

, ni aun la pujanza decuatro hijos de las verdes vegas de la Cartuja, tenemos tiempo dever y apreciar en el largo espacio que media desde el

Trozo

hastaque se entra en el caudaloso

Pasig

.

Que Manila podía ser una segunda Venecia nadie lo ignora.

Tiene en lo que constituye sus arrabales, la vida y la actividad, donderefluyen las transacciones, la riqueza y casi casi nos permitiremosdecir, que el buen tono.

Hoy Manila también tiene buen tono.

La moda lo mismo traspasa masas inmensas de granito, como grandiosos Océanos de agua salada.

De allende los mares vino un rumor que propalaba que en otras ciudadeshabía palacios y parterres, con flores, pájaros y fuentes, y Manilaquiso tenerlos. La piqueta abrió cimientos, el martillo golpeó lapiedra, la paleta mezcló argamasas y … las antiguas costumbresrepresentadas por la clásica chaqueta blanca y el ligero sombrero de

Burias

, temblaron en los modestos aparadores de sus tradiciones yde su dilatada historia.

Los

hoteles

del Sena, las quintas suizas y los palacietes deRecoletos tuvieron un eco que contestaba á los rumores que trajola moda.

Lo que fueron modestas barriadas, hoy se llaman

calzadas

porel vulgo, pues en el

argot

del gran mundo se llaman barriosaristocráticos.

Hemos dicho, creemos por dos veces, que Manila tiene su gran tono,que hace lo que en todas partes, esto es, nada: vive á la superfluidaddel botón de la librea y la tersitura de la cabritilla; sus disgustosestán compendiados en el

aristin

del caballo, en los milímetrosdel sombrero del cochero, en la estatura del lacayo, en la arrugadel frac ó en la pureza de una piel que la Rusia ha hecho necesaria.

Los cimientos de los aristocráticos barrios relegaron á su fondola clásica chaqueta, apareciendo prendas tan poco conocidas en elArchipiélago, como el chaleco, el sombrero de copa y el chaqué.

Esto era en los cimientos, pues antes de abrirse aquellas hijaslegítimas del viejo mundo, en este [1]

andaban por connaturalizarapareciendo vergonzosas, mustias y deslucidas con alguna que otracaricia de los insectos del poco uso, cuando el repique de todaslas campanas convocaba al Real Gobernador, al Real Acuerdo, al RealConsejo, al Real Cuerpo de Alabarderos del Real Sello, para oir debocas reales

in partibus

decretos de la Real Majestad que gobernabalos dos mundos.

El imperio de la chaqueta era tan general como lo real; por entoncestodos vestían chaqueta, como todos pertenecían á una corporación,municipio, archicofradía ó instituto real.

Todo era chaqueta y todo era real.

La majestad andaba en chaqueta.

Mas … cesaron de venir las

naos

, se bendijo la aduana de Manila,la que decía un célebre rey llegaría á verla desde Madrid, calculandosu altura según su coste; se establecieron los chinos, desaparecieronlos velones de tres mecheros, dando plaza á las modestas

virinas

,que á su vez habían de dejar el campo á los dorados, los bronces ylos cristales tallados.

El imperio de la hoja de lata, hermana gemela de la chaqueta tocabaá su fin.

El ruido de la piqueta que abría los cimientos de las nuevas costumbresera el memento de su existencia.

Tras las primeras piedras vinieron las escalinatas, más tarde los parterres

, y por último, las verjas, apareciendo en estos

progresos

el frac, el aceite de bellotas, las libreas, los velocípedos, lospolisones y los ataques de nervios.

Ya apenas existe el recuerdo de la chaqueta, verdad es que la vida de Manila en sus relaciones con el

confort

camina á pasos agigantados.

Aquí, donde el centígrado marca una temperatura que derrite, há mesesque se expenden (!) pieles, y facturas de … guantes de cabritilla(!).

Los guantes de cabritilla son coetáneos de la escarapela en losseñores de los pescantes y el clat en los señores de los salones.

Antes en Manila se conocía al dueño de un coche por su cara, hoy sele conoce por su cochero, que viene á ser el

alias

ó seudónimo dasu amo …

¡Manila progresa!

Los alegres

catapúsanes

se llamaron

saraos

y hoy

soarees

consu

buffet

, sus emparedados, su ponche á la romana y hasta su

PetitJournal

ó su

Correspondencia

, que al día siguiente pregona que labella señorita de tal estaba hecha una princesa, su mamá una reinay su papá un bajá de tres colas, que dando la majestuosa familiaencantada de las letras, por más que saquen

astillas

del individuoque las escribe.

¿Sí eh? ¿con qué también hay eso?

Ya lo creo, como que Manila adelanta, y vaya V. á dar gusto enletras de molde á una sociedad que adelanta. Como al pobre infelizque empuña la trompeta de la publicidad se le olvide un detalle,como deje de decir que una lámpara tenía seis luces ó que el niñopequeñito hizo la desgraciada gracia de verter sobre una falda ó unpantalón una bandeja de sorbetes, ó que en un guardapelo ó pulserase leía la inscripción de Perico, de Luís, ó de Pepe, harto tiene elpobre gacetillero, y más de una vez oirá cosas que le harán renegardel incienso vertido y de las prodigadas alabanzas.

Pues no digo á ustedes nada en la cuestión de colocación de nombres;aquí el simple resentimiento, se convierte en un proceso compuestode un sin número de cargos.

Si Fulanita tuvo tienda de sombreros, y la han puesto antes que á mi,que tengo un escudo más grande que el del Cid, con más barras quelas de Aragon y más leopardos que en el San Gotardo; que Zutanitaha sido preferida cuando no há mucho que decía

miste que Dios

;que la de más allá esta encima de la de más acá, siendo aquella unaempleada subalterna, y la mamá de la

agraviada

siete veces usía; quemi primo el ministro me da derechos; que mi posición, que mi marido,que mi modista me los dan á mí, estas y otras reflexiones

in mente

ó

in lengua

mezcladas con adjetivo más ó menos duros contra elpobre autor, constituye la comidilla

, del día siguiente.

Por último, caballeros, que Manila progresa lo atestiguan los librosde caja de Roensch y Madama Sprin.

Sin querer hemos llegado á la caja, es decir hasta el dormitorio dela moda.

Hemos presentado el teatro.

Respetemos los bastidores….

Estas y otras observaciones iba haciendo á dos buenos amigos que meacompañaban: uno de ellos que viene interviniendo hace muchos años enlos acontecimientos de mi vida y que alberga en su alma tanto cariño,como en su cabeza buenos pensamientos, me oía sin pestañear, no sési por el asentimiento de la conformidad ó por el ensimismamientoproducido por la idea de la separación: ambas á dos cosas podían ser,pues lo primero es verdad, como verdadero lo es el cariño que desdenuestros primeros años nos une.

Los remeros seguían bogando y yo charlaba comparando la vida de losarrabales por los cuales se deslizaba la

banca

, con la sombría ytriste que se experimenta en el recinto amurallado.

Hemos dicho que Manila podía ser una segunda Venecia, pero … nolo es.

Tiene canales, pero estos no reflejan obras de arte, sino en su mayoríaruinas y suciedad; sobre sus aguas no se pasean poéticas góndolas,templos del amor y del arte, sino sucias bancas

tripuladas por nomenos sucios remeros; no esponjan las plumas en sus orillas cisnesni oropéndolas, mas en cambio invaden la corriente, que mentiríamossi dijéramos cristalina, sílfides chinas

y bronceadas ondinas.

Volvemos á repetir que Manila, ó mejor dicho la nueva Manila, quela forma la inmensa población que se ha creado fuera de los fosos,podía ser una segunda Venecia, no lo es, no por falta de deseos, nopor falta de conocerlo, sino porque se opone hoy por hoy la tradiciónde la costumbre, la indolencia que crea el suelo, la manera de serde la localidad y los cuantiosos caudales que habían de gastarseen la limpieza, arreglo y conservación de los muchos

esteros

queserpentean por

Binondo, Quiapo

y

Tondo

.

La suciedad en que á pesar de la vigilancia que se ejerce están los esteros

, principalmente se debe á la inmensa emigración de chinos,los cuales, en gran número habitan sus orillas, impregnándolas de laincuria y falta de limpieza que ellos observan. El chino es la entidadjornalera más perfecta que se conoce en Filipinas, pero también esla panacea más acabada de la hediondez, la cual únicamente se puedecontrarestar con las continuas y eficaces requisas de la autoridadque vigila sus domicilios, verdaderos tugurios en que se hacinancientos de ellos.

Contemplando los modestos

bajais

de caña y

nipa

entremezclados dealguna que otra construcción de piedra y tabla, llegamos al puentede Meiisig

, variando á los pocos golpes de remo la diversidad delpaisaje, puesto que á la desembocadura del estero desaparece la cañay la nipa por regulares construcciones de sólidos materiales.

Á medida que el río de Binondo camina á su desagüe, aumenta elmovimiento en sus orillas y en sus corrientes. Cargadores chinosprovistos de resistentes

pingas

, pesados

cascos

repletos de

abacá;paraos, bancas

y botes llenos de mercancías que la exportación delas provincias del Norte, de China y del Japón traen al mercado deManila, es lo que compone el cuadro hasta los límites, en que elmodesto Binondo confunde sus aguas en las caudalosas del que nace enla extensa Laguna de Bay, entre la salvaje poesía que despiertan lospanoramas que presentan el

Castillo de flores

, el

Pecho de Dalaga

,los

Tanques de Paquil y

las bellezas del

Talim

.

Una vez dentro de las aguas del Pasig, el movimiento de la banca sehizo duro á consecuencia de la corriente y la marejada.

Dejamos por la popa el puente de Barcas, único paso gratuito que uneel viejo mundo manileño con el moderno, y

voltejeando

por entrebarcos de todas especies y dimensiones, pasaron ante nuestra vista losartesonados góticos de Santo Domingo, las

columnatas

(!!) de loscamarines de la Aduana provisional (si no fuéramos de prisa, veríannuestros lectores que en Filipinas todo es provisional), los bonitos

parterres

de la Capitanía del Puerto, los sombríos muros de laFuerza de Santiago, la actividad del Carenero

y el extenso Malecón.

A medida que nos acercábamos á la

barra

, la boga se hacía másdifícil.

Estábamos á medio cable de aquella. Cuatro golpes de remo, y la quillade la banca

entraría en los inmensos dominios de los mares.

Fijamos la última mirada en la blanca espuma que incesantemente nacey muere al gemir de las olas que rompen en las piedras del Fuertedel Sur, y … ¿cuál es la María Rosario

? pregunté al patrón.

—Aquella, señor,—dijo, señalando un barco armado de

brick-barca

.

Los detalles de la

María Rosario

, cada vez se iban delineandocon más precisión. La extensión de su guinda, eslora

y

puntal

era proporcionada, no así su

manga

que era mucha, lo que nos hizopresagiar que sus balances habían de ser muy sensibles.

La

María Rosario

estaba lista para darse á la vela con rumbo á lasislas Marianas.

A las ocho de la mañana pisamos la meseta del portalón de babor,recibiéndonos los ladridos del perro más gordo que jamás hemos visto.

Posesionados de la cubierta después de arreglar el camarote, esperamosla visita de salida.

A las doce, listos en toda regla, dimos vela con todo aparejo largoen demanda del Corregidor, con viento flojo del N., mar tranquila,barómetros altos y horizontes celaginosos.

A las tres de la tarde el viento seguía muy flojo, en cambio el calorera insoportable.

Apenas andaríamos una milla por hora.

A la banda de

babor

teníamos las costas de Cavite.

¡Cuánto recuerdo tiene para nosotros Cavite!

Le queremos cual si fuera el pueblo que nos vió nacer; entre su alegrebullicio pasamos muchos meses encontrando cariño, consuelo y amistad.

El

istmo

de San Roque con su

mar

de Bacoor, incesantemente llenade empavesadas

bancas

que traen y llevan cigarreras;

el seno deCañacao

donde encuentra un seguro anclaje la flotante poblaciónde nuestros alegres marinos; las populares fiestas de

Porta Vaga

con los

pantalanes

incesantemente llenos de alegres caras, quevan y vienen en pequeños vapores engalanados y provistos de músicas;las decidoras

sanroqueñas

con su pequeño y airoso

tapis

, su jergaespecial y su picaresca malicia; las poéticas bóvedas de entrelazadascañas que dirigen á playa chica

; los melancólicos

cundiman

delbarrio de San Rafael y la Caridad; la misma arena de la playa en lacual un día y otro día hemos visto llegar la ola y borrar nombresque nuestro deseo escribía sobre la movediza materia; la francay leal amistad con los valientes marinos, verdadero elemento queda vida á Cavite; las históricas mascaradas de Noche Buena en quesinnúmero de

dalagas

, suelto su hermoso pelo recorren las callesen medio de grotescos grupos en que un indio vestido de moro ostentamuy grave un cartel que dice es Moisés, en que las doce tribus vanrepresentadas por 12

individuos adornados con los deshechos de todaslas guardarropías, y en que el precio de la progenitura no negamospodrá estar caracterizado por las prosaicas lentejas, pero que sivan estas, lo son mezcladas con

morisqueta

en un inmenso

bilao

que lo suelen colocar debajo de la oliva del huerto, á cuya sombrano se apuran las heces de la amargura, sino sendos tragos de

tuba

mezclados con los jugos de la

bonga

y la cal del

buyo

; todo,todo pasaba ante la vista y ante la imaginación.

El barco aceleró su marcha confundiendo en una cinta verde losdilatados campos de la Estanzuela

.

¡Adiós risueñas playas! ¡Adiós, gratos recuerdos!

Naig, Marigondon, Santa Cruz … fueron quedando tras de la estelade la María Rosario

.

Los límites de la provincia que constituye la Andalucía de Filipinasdesaparecie