Viaje al Río de la Plata y Paraguay by Ulrich Schmidel - HTML preview

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CAPITULO XXVI.

Viendo muerto su Capitan, eligen los españoles en su lugar á Domingo Martinez de Irala.

Supimos la traicion de los Payaguás, por un indio[19] que habia sidoesclavo de Oyolas, el cual huyó de los enemigos por saber la lengua:pero no le dimos entero crédito, aunque contaba todo lo que habiasucedido, desde el principio hasta el fin del lance lastimoso. Asíestuvimos un año en la ciudad de la Asumpcion, sin saber de nuestragente otra cosa que lo referido, y lo que los Cários contaban al capitanIrala, y ser pública fama que los Payaguás y Naperús le habian muerto.Mas para asegurarnos, queriamos oirlo de la boca de alguno de losPayaguás.

Dos meses despues, algunos Cários prendieron dos Payaguás, y lostrageron al capitan: y preguntándoles si habian ayudado á dar muerte álos nuestros, lo negaron, diciendo que nuestro capitan aun no habiavuelto con los suyos á su provincia.

Dióseles tormento, y confesaron laverdad, y lo que queda referido en el capítulo antecedente; mandándolosquemar el capitan atados á un palo, rodeado de una gran hoguera.Entonces elegimos por capitan al referido Irala, hasta que el Reymandase otra cosa; porque siempre se habia mostrado justo y benévolo,especialmente con los soldados.

CAPITULO XXVII.

Pone presidio el Capitan en la Asumpcion; va á los Timbúes y los halla muertos y heridos: deja á Antonio de Mendoza en Corpus Christi, y navega á Buenos Aires.

Hizo luego el capitan proveer cuatro bergantines, y con 150

españolesdel pueblo, bajó navegando los rios Paraguay y Paraná.[22] El segundo,dejando la demas gente en la Asumpcion, con órden de juntarse á los 150que estaban en los Timbúes, y á los 160 de las náos de Buenos Aires,llegó á los Timbúes, ó Buena Esperanza, y al fuerte de CorpusChristi, donde los nuestros habian quedado: pero hallamos la tierra sinindios, porque el capitan Francisco Ruiz, Juan Galan, presbitero, JuanHernandez, escribano, que eran como gobernadores, despues de variostratos infieles y malvados, habian muerto al cacique de los Timbúes yotros indios, y los demas se huyeron, de los cuales habiamos recibidomuchos beneficios. Sabiendo tan triste maldad, quedamos asombrados, ynuestro capitan encomendó á Antonio de Mendoza el fuerte de CorpusChristi, dejándole 120 hombres y bastimento, con órden de guardarse delos indios, estando siempre sobre aviso con buenas centinelas: y que silos indios viniesen de paz, los tratase con mucho amor, haciéndolescuantos agasajos fuese posible, y evitando todos los daños queintentasen hacerles, y á los cristianos, y mirando por sí con la mayordiligencia. Con lo cual se volvió á embarcar, llevando consigo áFrancisco Ruiz, Juan Galan y Hernandez, autores de las infames muertesde los indios. Estando ya para navegar, llegó un indio principal Timbúe,gran amigo de los cristianos, que se vió precisado á seguir á los suyos,por su muger, hijos, parientes y familiares; el cual venia á aconsejaral capitan que no dejase allí cristiano alguno; porque toda la gente deguerra de la provincia estaba resuelta ó á acabar con ellos, ó echarlosde la tierra. El capitan respondió que él volveria presto, y que lagente que dejaba bastaba para resistir los indios: y le rogó se viniese,á los cristianos, con su muger, hijos y familiares, y así lo prometió; ydejándonos en Corpus Christi, se embarcó el capitan.

CAPITULO XXVIII.

Matan los Timbúes á traicion 50 españoles: desamparan los demas el fuerte de Corpus Christi, y se embarcan para Buenos Aires.

A los ocho dias, poco mas ó menos, envió el cacique á su hermano, perotraidora y alevosamente, pidiendo á nuestro capitan Mendoza seissoldados con escopetas y otras armas, para pasarse á nosotros con todasu hacienda y familia á vivir siempre.[23] Ponderaba el temor que tenia álos Timbúes, y la falta de seguridad para venir sin este socorro:ofrecia, como amigo,

solicitar

toda

nuestra

conveniencia,

traernos

muchobastimento, y gran abundancia de otras cosas. Persuadido el capitan, nosolo le dió 6, sino 50 españoles arcabuceros bien armados, encargándolesque fuesen con recato, cautela y solicitud, para librarse de los dañosque podian causarles los indios que estaban á media legua de nosotros.Llegados los 50

españoles delante de sus casas, los Timbúes losrecibieron con la paz de Júdas: ofreciéronles pesca y caza, y al empezará comer, dieron sobre ellos amigos y enemigos, que los miraban con otrosque se habian escondido en las casas, con tanta furia y priesa, que sinoes un muchacho que se llamaba Caldero que escapó de sus manos, ningunopudo salvarse. Y prosiguiendo su rabia, nos envistieron 10,000, yestuvieron sobre el fuerte catorce dias continuos, con intento de acabarcon nosotros: pero Dios lo impidió piadosamente. Traian lanzas largas,con las espadas que habian quitado á los cristianos muertos, por puntas,y peleaban con ellas y otras armas, de noche y de dia, para tomar elfuerte, pero no pudieron.

Pasados los catorce dias, dieron la última envestida, echando porfiadostodas sus fuerzas, y pegaron fuego á las casas. Salió el capitan Antoniode Mendoza con espada por un puerta, en que los indios tenian puestacelada, bien disimulada, y apenas dió en ella, cuando le atravesaron losindios con las lanzas, cayendo al punto muerto. Quizo Dios que se lesacabó la comida á los indios, y no pudiendo mantenerse mas, levantaronel sitio y se fueron: con lo cual descansamos, y mas con dos bergantinesque enviaba nuestro capitan de Buenos Aires, con bastimento ymuniciones, para que nos pudiésemos mantener hasta que volviese, que noscausó grande alegria. Pero era mayor la tristeza que la muerte de loscristianos infundió en los recien llegados, y no hallando otro modo derestaurarnos, de comun acuerdo resolvimos desamparar á Corpus Christi,y volvernos á Buenos Aires, como lo egecutamos con toda la gente. Asustónuestra llegada al capitan, y se angustiaba vehementemente por la ruinadel pueblo, no sabiendo que haria, por faltarle el bastimento y lo demasnecesario para cualquier empresa.[24]

CAPITULO XXIX.

Llega un navio de España con gente á la isla de Santa Catalina, á donde van los nuestros en un barco.

Quince dias habia estabamos en Buenos Aires, cuando vino una caravela deEspaña, y nos avisó estar en Santa Catalina una náo con 200 hombres, enque venia por capitan Alonso Cabrera.

Al punto nuestro capitan mandóaprestar otra nave pequeña para que fuese al Brasil, á SantaCatalina,[20] que distaba 300 leguas de Buenos Aires. Envió por capitaná Gonzalo de Mendoza, con órden de que si la encontrase en SantaCatalina, cargase de arroz, mandioca y los demas bastimentos que lepareciere. Pidió Gonzalo de Mendoza al capitan 7 soldados, de quien sepudiese fiar, y eligió 6 españoles, y á mi y otros 20 que nosacompañasen.

Navegamos un mes, y llegamos á Santa Catalina, donde estaba la nave quebuscabamos, con el capitan Alonso Cabrera y su gente, con la cual nosregocijamos mucho, y estuvimos dos meses con ella. Cargamos cuantopudimos nuestra náo de arroz, mandioca y maiz, y salimos con ambas náosy con el capitan Alonso Cabrera y sus soldados de Santa Catalina,navegando á Buenos Aires; y hallándonos á 20 leguas de la ciudad,víspera de Todos los Santos, en el rio Paraná, se preguntaban losmarineros unos á otros, si estaban ya en el rio Paraná. Los nuestrosdecian que si, y los de la otra nave decian que aun faltaban 20

leguas:que ya se sabe que cuando muchos navios hacen juntos un viage, alponerse el sol cada piloto pregunta á los otros

¿cuanto ha navegado?;¿con que viento ha de navegar de noche, para no apartarse? El rio ParanáGuazú tiene 30 leguas de ancho hasta su golfo ó boca, que corren 50leguas continuas hasta el puerto de San Gabriel, donde solo tiene deancho 18 leguas.

Nuestro piloto dijo al de la otra nave si queriaseguirle, á que respondió, que era casi de noche, y queria estarse en elmar hasta salir el sol, y no llegar á tierra en noche sin tempestad.Tenia mas juicio este piloto que el nuestro en el gobierno de su nave,como despues declaró el suceso; y sin embargo continuó el nuestro suviage, dejándole allí.[25]

CAPITULO XXX.

Naufraga nuestro navio, salen algunos á tierra en San Gabriel, y de allí van á Buenos Aires y á la Asumpcion.

Navegamos de noche á cerca de las doce, y una hora antes de salir el solse levantó tan gran tempestad, que aunque vimos tierra á una legua ómas, no pudimos tomarla, ni echar anclas, ni hallar otro remedio quehacer votos, é implorar la piedad divina.

Pues en la misma hora se hizonuestra náo mil pedazos, y se ahogaron 15 españoles, de que nuncapudimos hallar cadaver alguno, y 6 indios. Otros, asidos á algun madero,se salvaron nadando: yo salí con 5 compañeros agarrados al árbol delnavio.

Quedamos en tierra desnudos y sin comida, por haberlo perdidotodo; y teniendo que caminar 50 leguas por tierra, nos vimos precisadosá mantenernos de raicillas y otras frutas en el campo, hasta llegar alpuerto de San Gabriel, donde habia llegado 30 dias antes la otra navecon Cabrera. El General, que entendido nuestro infortunio, andaba muytriste con los suyos; y persuadiéndose que todos habiamos perecido,mandó decir algunas misas por nuestras almas.

Lleváronnos á Buenos Aires, y el General procesó al capitan y piloto, yqueria ahorcarle: pero, por grandes intercesiones, fué solo condenadopor cuatro años á un bergantin.

Juntos todos en Buenos Aires, mandó el General despachar losbergantines, y en ellos todos los soldados: hizo quemar las demas naves,y guardar el hierro. Navegamos otra vez el rio Paraná arriba, y llegamosá la ciudad de la Asumpcion, donde esperamos dos años las órdenes delRey.

CAPITULO XXXI.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca llega de España á Santa Catalina, y de allí á la Asumpcion con 300 españoles, y es recibido por Gobernador.

Estando así las cosas, llegó de España Alvar Nuñez Cabeza[26]

de Vaca,Adelantado, nombrado por el Rey, con 400 hombres y 30 caballos, encuatro naves, dos mayores y dos caravelas.[21]

Habian aportado estas naves al Brasil y Santa Catalina, buscandobastimento, desde donde envió el Adelantado las dos caravelas, ocholeguas del puerto, á buscar comida: pero les entró tan récia tempestad,que perecieron rotas en el mar, salvándose la gente. Por esto no quisoel Adelantado volver á embarcarse, antes procuró deshacer las náos ycaminar por tierra, y llegó á la Asumpcion con 300 hombres, de 400 quehabia embarcado;[22] porque los demas habian muerto de enfados yenfermedades. Ocho meses tardó en andar 300 leguas que hay, desde laciudad de la Asumpcion hasta la isla de Santa Catalina:[23]

y por esopedia Alvar Nuñez á Domingo de Irala le entregase el gobierno, y que elpueblo le obedeciese, á que estaban prontos; manifestando el título deAdelantado, ú otro documento evidente de haberle concedido el Rey estapotestad, lo cual no pudo conseguir toda la comunidad.[24] Solo lossacerdotes, y uno ú otro capitan lo afirmaron así: pero de lo que sedirá adelante se vendrá en conocimiento de lo que sucedió á esteAdelantado.

CAPITULO XXXII.

Pasa revista Alvar Nuñez: envia bajeles por el rio arriba á los indios Chaneses y Cambales, á cuyo cacique ahorcaron.

Procuró Alvar Nuñez la amistad de Irala, y en efecto se[27]

juraron el unoal otro union y fé fraternal; quedando Irala, con la potestad que antes,de mandar el pueblo. Pasó muestra Alvar Nuñez, y halló que eran 800hombres todo el número de su egército; y luego mandó aprestar nuevebergantines para subir, cuanto se pudiese, el rio arriba: y antes deacabar su apresto, envió tres delante, con 115 soldados, con órden de ircuanto mas lejos pudiesen, y de buscar indios que tuviesen maiz.

Nombró por capitan á Antonio Grovenoro y Diego Tabellino.

Estos alprincipio llegaron á la nacion de los Samocosis, que tenia maiz, cazavey otras raices semejantes, y una fruta como avellanas, llamada mandubí,con pesca y caza. Los indios andan desnudos, y traen en los labios unapiedrecilla azul, á modo de dado: la indias, de la cintura á la rodillaandan cubiertas. Aquí dejamos los navios con bastante guarda, y entramospor su provincia, caminando cuatro dias hasta que llegamos á su pueblo,que tocaba á 300 Cários valientes. Informámonos del estado y calidad detoda la provincia, y nos volvimos á las naves; y bajando por el rioParaná, llegamos á la provincia de los Cambales, donde hallamos cartasde Alvar Nuñez, en que nos mandaba ahorcar al cacique, que se llamabaAracaré[25] como se egecutó. Accion que dió despues causa á una guerratristisima: con lo cual nos volvimos el rio abajo á la Asumpcion.

CAPITULO XXXIII.

Taberé y los Cários se arman contra los cristianos, y Taberé es vencido.

Despues pidió nuestro Gobernador al cacique de los indios, que vivia enla Asumpcion, 2,000 indios para subir por el rio con los cristianoscontra Taberé. Estaban prontos los indios á esto, y á todo lo quequeriamos, acudiendo con obsequios y servicios: pero aconsejaban alGobernador mirase bien lo que emprendia, antes de partir; porque toda laprovincia de Taberé y los Cários estaban [28]de regura, unidas sus fuerzas,para tomar venganza cruel de los cristianos, por la muerte de Aracaré,que era hermano de Taberé. Y por no entrar en riesgo tan grande, dejópor entonces la empresa el Gobernador: pero determinó enviar á Irala con400 cristianos y 2,000 indios contra Taberé y los Cários, para echarlosde la tierra ó acabar con ellos. Salió Irala con el egército de laAsumpcion, y avistado con el enemigo, requirió de paz á Taberé, conformeá las órdenes del Rey: mas el cacique estaba tan enojado, que nuncaquiso admitir trato. Tenia un egército númeroso, y habia fortificado suspueblos con estacadas al rededor, en tres órdenes, con grandes yprofundos hoyos: lo cual habia averiguado nuestro cuidado y diligencia.

Tres dias tardamos en procurar la paz, é informarnos del enemigo, y elcuarto por la mañana, tres horas antes de salir el sol, viendo queestaban mas obstinados, dimos impetuosamente en la ciudad y la rendimos;matando cuanto en ella encontramos, y cautivando muchas indias que nossirvieron de mucho despues.

Murieron en esta batalla 16 cristianos, yquedaron heridos y aporreados otros. Pereció gran número de nuestrosindios, y de los Cambales, 3,000. A poco tiempo vino de paz Taberé conlos suyos, pidiendo perdon, y rogándonos que le volviésemos sus mugeresé hijos, prometiendo dar la obediencia por sí y su pueblo: y el capitanle concedió lo que pedia, segun el órden del Rey.

CAPITULO XXXIV.

Queda presidio en la Asumpcion: navegan rio arriba el rio Paraguay; llegan al monte San Fernando, y á los Payaguás, Guajarapos y Sococies.

Confirmada la paz, volvimos por el rio Paraguay á Alvar Nuñez Cabeza deVaca, que informado de nuestro buen suceso, determinó ejecutar laempresa que habia pensado antes. Pidió á Taberé 2,000 indios auxiliares,y á los Cários, que proveyesen los bergantines, y así lo ejecutaronprontamente. Eligió 500

cristianos, de 800 que habia, dejando 300 en laAsumpcion, y por capitan de ellos á Juan de Salazar de Espinosa.[29]

Subimos por el rio Paraguay con los 500 cristianos[26] y los 2,000indios: los Cários tenian 83 canoas, nosotros 9 bergantines, y en cadauno iban dos caballos, que hasta que llegamos al monte de San Fernando.Por espacio de 100 leguas fueron por tierra, y los embarcamos yproseguimos el viage hasta los Payaguás, que huyeron con sus mugeres éhijos, quemando antes sus casas.

Anduvimos 100 leguas sin encontrarpueblo alguno de indios: y finalmente, llegamos á los indios Guajarapos,que se mantienen de pesca y caza, y habitan en una larga provincia de100 leguas; tienen tan gran número de canoas, que no se puede decir.

Lasindias andan tapadas de la cintura á la rodilla, y por no haber queridooir nuestras pláticas, pasamos á otra nacion llamada Sococies, que nosrecibieron de paz, y estaba 90 leguas de los Guajarapos. Cada uno deestos Sococies vive en propia y particular casa, con su muger é hijos.Los indios traen una bolilla de palo pendiente de las orejas. Lasindias, de los labios un cristal azul, de un dedo: son hermosas, y andandesnudas. Tienen en abundancia maiz, mandioca, mandubí, batatas, peces ycaza, y es nacion muy populosa.

Procuró el Adelantado informarse de la nacion de los Carcaráes, y de losCários: pero los indios no sabian nada de aquella; y de esta decian queestaban con ellos, siendo mentira.

Con esto mandó que nos previniésemospara entrar en la provincia, aunque veia el poco provecho que se nosseguia, porque no era hombre para tanta empresa, y le aborrecian todoslos capitanes y soldados, tanto como él era perezoso, y poco piadoso conlos soldados[27]. Caminamos 18 dias, y no vimos ni á los Cários ni áotros indios, y faltándonos la comida, fué preciso volver al puerto delos Reyes, dando antes órden á Francisco de Rivera, que con otros diezsoldados, pasase adelante, y que, no hallando gente á los diez dias decamino, se volviesen á las naves donde los esperábamos.[28] Hallaronestos una nacion populosa, con gran abundancia de maiz, mandioca,[29]

yotras[30] raices; mas no se atrevieron á dejarse ver de los indios, antesse volvieron al Adelantado, el cual queria entrar otra vez en estaprovincia, pero impidieron las aguas su determinacion.

CAPITULO XXXV.

Vá Hernando de Rivera á los Orejones y Acarés, navegando rio arriba.

Hizo prevenir una nave el Adalantado, con 80 soldados, de que nombró porcapitan á Hernando de Rivera, mandándole subiese por el rio Paraguay,buscando la nacion de los indios Xarayes, y que entrase la tierraadentro, dos dias y no mas, y volviese á darle cuenta de la provincia, ysus indios. El primer dia que navegamos, dimos con los indios Orejones,que habitan una isla de 30 leguas rodeada del rio Paraguay se mantienende mandioca, maiz, batatas, mandubís y otras raices, caza y pesca.

Sonsemejantes á los Sococies. Recibiéronnos bien, y estuvimos con ellostodo el dia, y el siguiente partimos, y nos acompañaron con diez canoas,cuyos indios cazaban fieras, y pescaban dos veces al dia, y nosagasajaban con la caza y pesca.

A los nueve dias de camino, llegamos á los indios Acarés, y hallamosjuntos muchos. Son tan altos, y las indias, que no los ví semejantes entodas aquellas provincias, y no comen mas que caza y pesca. Las indiasandan cubiertas de la cintura abajo: estan treinta leguas de losSococies: estuvimos un dia con ellos, y desde aquí se volvieron losSococies en sus canoas á sus pueblos. Pidió á los Acarés guias nuestrocapitan para ir á los Xarayes, y las dieron en ocho canoas, cuyos indiosiban pescando y cazando, como los Sococies, bastante comida paramantenernos.

Toman el nombre estos indios de un gran pez, llamado jacaré, de tanduro y áspero pellejo, que no le hieren las flechas de los indios, niotras armas. Vive en el agua, y hace mucho daño á los demas peces: poneen tierra sus huevos, á dos ó tres pasos de la orilla del rio: huele áalmizcle, y sabe bien: su carne no es dañosa, y su cola es delicadísimomanjar. Entre nosotros se cree[31] que es animal venenoso, y se llamacocodrilo. Entre otras ficciones que cuentan de él, refieren, que sialguno le mira, ó él le echa su hálito, muere luego, y que si nace enalguna fuente, el único medio de matarle es ponerle delante un espejo,en que viéndose, muere: y otras cosas que, si fuesen verdades hubiera yomuerto mas de cien veces, porque miré y cogí mas de tres mil.

CAPITULO XXXVI.

Llegan á los Xarayes, y son recibidos y tratados con gran agasajo.

Desde estos indios pasamos á los Xarayes: tardamos nueve dias, aunquesolo distan 36 leguas de los Acarés. Es muy numerosa la nacion de estosindios, y aunque no son los verdaderos Xarayes, vive el rey entre ellos,y de su nombre le toman los indios: traen bigotes, y un redondelpendiente de las orejas, y en los labios pedazos de cristal azul comodados, y andan pintados de azul, desde el cuello á las rodillas, como sitrageran bordado el pellejo. Las indias se pintan de otro modo, perotambien azul, ó ceruleo, desde los pechos hasta las rodillas; con tantoprimor que dudo haya en Alemania quien las exceda en artificio ylindeza: andan desnudas, y son hermosas.

Detuvímonos allí un dia, y entres navegamos 14 leguas, hasta llegar á un buen pueblo, donde vivia elrey, situado á la ribera del rio Paraguay: su provincia es de cuatroleguas. Rescatamos con los indios dos dias; y porque el rey no estabaallí, resolvimos ir á verle.

Dejamos la nave con doce españoles de guarda, y pedimos á los indiosconservasen con ellos la amistad que habiamos hecho: y así lo hicieron.

Prevenidos de todo lo necesario, pasado el rio Paraguay, llegamos alpueblo que era la corte y casa del Rey: el cual nos salió á recibir depaz, una legua antes de llegar, en un campo muy liano, con mas de 12,000indios. La senda por donde iba, era de ocho pasos de ancho, llena deflores y yerbas; y tan limpia que no se veia una paja ni piedra en ella.Tenia consigo el rey sus músicos, con instrumentos como nuestrasflautas, que llamamos schall-meias:[30] habia[32] mandado que á laentrada de ambos se hiciese una caza de fieras, y en poco tiempo secogieron cerca de 30 ciervos y 20 avestruces, ó ñandús, que fué muyapacible recibimiento. Entrados en el pueblo, iba señalando posada dedos en dos á los cristianos. Nuestro capitan juntamente con susoficiales se alojó en el palacio, de que estaba cerca mi posada. Mandódespues el rey xaraye á los indios que diesen á los cristianos cuantonecesitasen. Este fué el aparato y esplendor de la corte de este rey,como supremo señor de la provincia.[31]

Cuando gustan de música á la mesa ó en los convites, cantan con flautasy bailan los indios, con tanta destreza, que los cristianos estabanmaravillados de verlos: en lo demas son como los indios antecedentes.Las indias hacen para sí unas como capas de algodon, tan sutíl comonuestros tejidos de seda, que llamamos Arras, ó Burschet, y lastejen con varias figuras de ciervos, avestruces, ovejas indias, ó lasque mejor saben hacer. Si corre aire frio, duermen, ó se sientan enellas dobladas, y tienen otros usos. Son hermosísimas, lascivas, y meparecieron muy blancas.

Habiendo estado allí cuatro dias: preguntó el rey á nuestro capitan,¿qué queriamos, y adonde ibamos?—Respondíole que buscaba oro y plata, yel Rey le dió una corona de plata de medio marco de peso, una plancha deoro de medio palmo de largo, y la mitad de ancho, y otras cosas hechasde plata: diciéndole, que no tenia mas oro ni plata, y que lo que ledaba era el despojo que habia traido de la guerras con las Amazonas.

Mucho nos alegramos al oir Amazonas, y demas la opulencia que refirió: yal punto preguntó el capitan al rey si por tierra ó mar podíamos ir áellas, ¿y cuanto distaban?—Respondíole que solo podia irse por tierra,y se llegaria en dos meses á su provincia; con lo cual determinamosbuscarlas.[33]

CAPITULO XXXVII.

Vamos en busca de las Amazonas, y se describen los indios Paresis y Urtueses.

Estas Amazonas solo tienen un pecho ó teta: sus maridos van á verlastres ó cuatro veces al año; si paren varon, se lo envian á su padre; sies hembra, la guardan, y le queman el pecho derecho para que pueda usarbien el arco y armas en las guerras con sus enemigos, porque son mugeresbelicosas. Habitan en una gran isla, en la cual no tienen oro ni plata,que esto lo hay en tierra firme donde viven los indios, y se vió quetienen grandes tesoros.

Es nacion muy numerosa, y su rey se llama Paitití.[32] Pidió el capitan Hernando Rivera al rey xaraye (quetambien nos habia dicho el nombre del pueblo), algunos indios parallevar el fardage, y llegar á lo mas remoto de la provincia,buscándolas.

Díole lo que pedia, pero advirtiéndole que entonces estabainundada toda la provincia, y que seria muy difícil y trabajoso elviage, y aun inútil, porque no era posible por aquel tiempo llegar áella. No quisimos creerle, é instándole á que diese los indios, dióveinte al capitan, y cinco á cada soldado, que nos sirviesen y llevasennuestras mochilas.

Caminamos hasta llegar á los indios Paresis, semejantes, en lengua yotras cosas, á los Xarayes, y anduvimos continuamente ocho dias, de diay de noche, con la agua hasta las rodillas, y á veces hasta la cintura,sin poder salir de ella. Si habiamos de encender lumbre, armábamos sitiocon palos en alto, donde ponerla; y muchas veces la comida, la olla y lalumbre, y aun quien la cocia, se caian en el agua, y nos quedamos sincomer.

Los mosquitos nos molestaban tanto, que no nos dejaban hacernada.

Preguntábamos á los Paresis, si adelante habria aquella agua; yrespondian, que aun habiamos de andar cuatro dias, y cinco por tierra,para llegar á la nacion llamada Urtuesa, y decian que nos volviésemos,que éramos pocos: lo cual repugnaban los Xarayes; pues habiéndoles dichoque se volviesen á su pueblo, respondian que su rey les habia mandadoque no nos dejasen, hasta volver

[34]á su provincia: los Paresis nos dierondiez indios, que juntos con los Xarayes nos guiasen á los Urtueses.Proseguimos nuestro viage siete dias mas, por el agua, que estaba tancaliente como si hubiera estado al fuego; y nos velamos precisados ábeberla por no tener otra. Pudiera pensar alguno que era de rio, peroentonces eran tan contínuas las lluvias, que como la provinc