Sexo Público by Jacobo Schifter - HTML preview

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Caperucita rosa y el lobo feroz

 

Jacobo Schifter Sikora

 

Editorial ILPES

 

 

Índice

 

Prólogo......................................................................................................... 9

Introducción......................................................................................... 13

La revolución de la pornografía_______________________ 13

El sida como detonante______________________________ 21

La revolución del cuerpo____________________________ 24

1.  Metodología del estudio_____________________ 29

El primer estudio (1989)____________________________ 29

Origen del estudio y organización (1998)_______________ 30

Objetivo__________________________________________ 32

El calendario de trabajo_____________________________ 32

El estudio cuantitativo______________________________ 33

El estudio cualitativo_______________________________ 36

2.  La geografía del deseo: I989__________________ 41

Los parques y sus tributarios__________________________ 41

El cine___________________________________________ 47

Los saunas________________________________________ 50

3.  La geografía del deseo: I998 __________________ 59

Parque Monumental________________________________ 59

Nuevos parques de ligue_____________________________ 61

Los “Malls”_______________________________________ 63

Universidades_____________________________________ 64

Parques recreativos_________________________________ 65

La Llanura________________________________________ 66

Cine porno________________________________________ 67

Videos pornos_____________________________________ 70

Saunas___________________________________________ 71

Números_________________________________________ 72

4.  Al hombre... Sin la palabra____________________ 75

El lenguaje de la metáfora___________________________ 77

La escuela del sexo público___________________________ 84

El lenguaje y la “différance”_________________________ 86

5.  LA CLIENTELA GAY_______________________________ 89

El modelo gay de sexo público________________________ 90

6.  LA VIOLENCIA Y EL SEXO PUBLICO_______________ 109

No comunicarás (la historia de Juan)__________________ 112

Cuerpos invadidos (la historia de Alberto)______________ 114

Lo erótico del peligro (la historia de Pepe)_____________ 116

Sexo no verbal (la historia de Emilio)_________________ 118

La necesidad de desconectarse
(la historia de Miguel)_____________________________ 120

7.  Cacheros y chapulines_______________________ 123

Los cacheros_____________________________________ 126

Los “chapulines”__________________________________ 130

El cuerpo vulnerable_______________________________ 132

Caperucita se enfrenta al lobo feroz___________________ 135

La mirada: de “chapulines” a príncipes________________ 136

8.  Choque de culturas__________________________ 141

El lenguaje del crimen_____________________________ 144

10 reglas que podrían salvar la vida___________________ 150

La visita al castillo________________________________ 151

¿Es revolucionario el sexo público?___________________ 156

9.  Los policías___________________________________ 159

El cuerpo educado_________________________________ 162

Homofobia______________________________________ 166

Si vives con hombres..._____________________________ 168

Dios, líbranos de la tentación de todos los días...________ 171

Conclusiones....................................................................................... 175

Prólogo

 

Las preguntas que queremos contestar en este libro son varias: ¿Qué fue necesario para que una cultura gay latina tradicional haya cambiado drásticamente las reglas del juego y haya tomado los lugares públicos para exhibir lo que antes era prohibido? ¿Cuál ha sido el o los detonantes que provocaron el cambio? ¿Son peligrosos o no estos lugares para la infección con el VIH? ¿Cómo es que la comunidad gay costarricense pudo reducir la infección con el VIH y el número de hombres gays con sida? ¿Es posible para los homosexuales hacer cambios significativos en sus deseos y en sus prácticas sexuales? ¿De dónde se originó el lenguaje? ¿Cuáles son, cómo funcionan y cómo evolucionan los lugares de sexo público en un país latinoamericano? ¿Quiénes son los actores principales, sus motivaciones y sus problemas? ¿Cómo interactúan y se influyen entre sí los diferentes grupos que participan y cuáles son los problemas principales de comunicación? ¿Por qué se cometen asesinatos de hombres gays y cómo se podrían prevenir? ¿Es siempre “progresista” el sexo público en un país latino?

Para contestar estas preguntas, el Departamento de Investigación de ILPES inició en 1989 una investigación cualitativa y cuantitativa que ha durado casi una década. Nuestra misión principal, como siempre, ha sido investigar los patrones de conducta gay para realizar prevenciones efectivas en contra de la infección del VIH. Nunca ha sido nuestro interés denunciar estas actividades, ni perseguir a quienes las practican. Por el contrario, creemos que el sexo público ofrece una serie de oportunidades para que un sector de la población “trabaje” algunos problemas en la comunicación sexual y hasta se eduque en el sexo seguro. Por lo tanto, hemos cambiado por nombres ficticios los lugares y los personajes, su ubicación y algunas de sus características con el fin de proteger a las personas que tanto nos ayudaron en esta investigación. También estamos conscientes de los grandes peligros que acechan a los participantes y de ahí que les prestemos una gran atención. En los últimos años, muchos hombres gays han sido asesinados por clientes de estos lugares y creemos que nuestro estudio sugiere algunas reglas básicas de seguridad.

Entre los objetivos del ILPES está la empoderación de las minorías sexuales. Pero creemos que éstas no han contado con mucha voz y menos en la investigación social latinoamericana. Los estudios tradicionales suelen hacer citas de sus entrevistados pero continúan bajo la dictadura del autor. Es él o ella quien nos da las grandes y últimas interpretaciones. En nuestro caso, hemos intentado dar una mayor participación a nuestros informantes, respetando su lenguaje y su forma de ver las cosas, como también dándoles la voz en muchos de nuestros análisis. Hemos encontrado, por ejemplo, que los delincuentes pueden ellos mismos analizar el delito mejor que nosotros, y también que los participantes activos de los lugares públicos pueden ser excelentes etnógrafos. Esta democratización del proyecto de investigación tiene sus problemas. En algunos momentos nos hubiese gustado que mucho de lo recopilado fuera más “políticamente correcto” y que las minorías tuvieran un lenguaje menos rudo y grosero para los oídos sensibles. También, que mucho del humor que tienen fuese menos homofóbico, inclusive el de los gays mismos. Pero creemos que es mejor mostrarlos tal como son, sin la terrible censura de su lenguaje que es característico de la ciencia social latinoamericana.

Esta investigación tuvo la participación de un equipo profesional que está a la vanguardia del trabajo en minorías. Entre ellos, Rodrigo Vargas, estadístico y organizador clave de este estudio; Dino Starcevic, periodista; Luis Villalta, coordinador del proyecto para ex privados de libertad “Escucha Su Voz”, quien realizó el trabajo con la policía; Antonio Bustamente, director del proyecto “El Salón”, un programa para delincuentes juveniles de la calle; Abelardo Araya, coordinador del programa “Movimiento 5 de Abril”, para gays y lesbianas quien ayudó en la observación etnográfica en los lugares públicos; Lidia Montero, directora de la Editorial ILPES, y Héctor Elizondo, coordinador del “2828”, programa para jóvenes gays de la calle y quien me ayudó a contactar a muchos de los trabajadores del sexo. Como siempre, Julián González, principal editor de nuestros trabajos y David Gorn, el diseñador de portadas y encargado del levantamiento del texto.

A todos ellos mi más sincero reconocimiento por su gran labor.

Aunque la democracia es nuestra meta es importante tener una sola víctima que pueda ser demandada por lo que a continuación se escribe. De ahí que la responsabilidad, a pesar de la deuda enorme que tengo con todos los que participaron en esta investigación, es del todo mía.

Jacobo Schifter Sikora

Introducción

 

La revolución de la pornografía

 

Para Michel Foucault, la historia no tiene un desarrollo predeterminado, ni existe evidencia de que el conocimiento y la experiencia sean acumulativas, ni que los cambios se den por el avance científico1. El filósofo más bien cree que son los accidentes y las interrupciones los que los provocan. En su análisis del nacimiento de la clínica, el filósofo-historiador nos demuestra cómo serían la peste y la concentración de cadáveres, y no los descubrimientos científicos, los que llevaría a los médicos a realizar las autopsias para estudiar la enfermedad. Este hecho fortuito sería el responsable de que se pasara de una medicina de síntomas en que la enfermedad era una lectura social de la vista y el oído, hacia la medicina moderna en que se pasaría al tacto y a los órganos internos. Solo cuando se dio este salto mental, se sintió la necesidad de abrir los cadáveres.2

De la misma manera que Foucault, creemos que son accidentes y hechos fortuitos los que generan pequeñas revoluciones en el pensamiento. Es probable que la cultura homosexual costarricense, y posiblemente la latina en general, de no haber sido confrontada con un trauma histórico, hubiese continuado encerrada en el closet.

Costa Rica es un pequeño país de América Central y uno de los pocos lugares en el mundo donde existe una religión oficial. Igual que en Irán, no hay separación entre la religión y el Estado. De ahí que la educación pública incluya clases de religión para todos los estudiantes. Todos los costarricenses contribuyen con sus impuestos a pagar los salarios del alto clero. La Iglesia está representada en los actos oficiales del gobierno y no existe un sector de la vida del país que no esté influido por ella. Durante las fiestas cristianas, la nación entera se paraliza para dar campo a las celebraciones. Hasta hace pocos años, la gente le tiraba piedras a los vehículos que circulaban durante la Semana Santa y en los edificios estatales abundan imágenes religiosas. En las instituciones públicas y privadas se tienen rezos; la mayoría de los pueblos tiene nombre de algún santo y los periodistas invocan a Dios hasta en sus informes meteorológicos. “Lloverá mañana, Si Dios quiere”, se dejan decir en la televisión.

Cuando un nuevo gobierno comienza su gestión, su primer acto oficial es hacerle una visita a la Virgen de los Angeles, la “patrona del pueblo”. Una vez al año, cuando la Virgen es trasladada en helicóptero desde Cartago, lugar donde se encuentra, hasta la capital del país, San José, los arzobispos le piden al pueblo que saque espejitos para que la saluden cuando pasa encima de los techos de sus casas. En un artículo publicado por el diario costarricense La Nación3, se informa de que la Virgen, como si fuera un ser vivo, “estará este fin de semana en Talamanca”. Un lector no familiarizado con las costumbres del pueblo costarricense podría creer que la estatuilla de piedra se fue de vacaciones o está de “shopping” (compras).

La Iglesia tiene un poder de veto en muchas de las decisiones públicas y privadas. Cuando en 1987 un grupo de lesbianas quiso realizar un congreso en el país, la Iglesia protestó ante el gobierno por haber otorgado el permiso y fustigó a las masas en su contra. El entonces Ministro de Seguridad, que unos años después llegaría a ser Presidente del Congreso, declaró que no dejaría que las participantes extranjeras ingresaran en el país. Según este personaje, las lesbianas eran fáciles de reconocer en un aeropuerto internacional. Mucha gente se burló de él aduciendo que el brillante político había inventado un “lesbómetro” para reconocer a las lesbianas.4

En Costa Rica, el gobierno no ha podido brindar educación sexual en los colegios. La Iglesia Católica se ha opuesto a los manuales que se elaboraron para tal fin. Sus argumentos son que las guías tienen “irregularidades morales”. La Iglesia exige cambios, como incluir su visión de la sexualidad que se opone a las relaciones sexuales prematrimoniales, las prácticas sexuales no reproductivas, el aborto provocado, los métodos de planificación familiar, el respeto a la diversidad sexual y el uso del condón. También se pide que las guías sean impartidas, entre otros, por los más inexpertos en el tema: los profesores de religión.

No es de extrañar que la censura religiosa fomente la ignorancia. Por ejemplo, aproximadamente el 40% de los jóvenes duda o no sabe si con la primera regla una muchacha inicia su etapa fecunda y solo el 30% conoce cuándo es más probable que la mujer pueda quedar embarazada. Además, existen mitos: aproximadamente el 55% de los jóvenes de ambos sexos cree que la masturbación es dañina y un porcentaje levemente menor, que existen vacunas para prevenir las ETS (enfermedades de transmisión sexual)5

La manera tradicional en que los costarricenses llevan su vida sexual ha sido compartimentalizándose. En otras palabras, separando en sus cabezas la teoría de la práctica. El discurso sexual de la Iglesia no es cuestionado pero la gente hace, en el campo heterosexual, otra cosa. Este patrón se asemeja a lo que los criollos (españoles nacidos en el Nuevo Mundo) hacían durante la época colonial con respecto a las leyes de la Madre Patria: “Obedezco pero no cumplo”, o sea, no cuestiono la autoridad pero hago lo que me da la gana.

En el Nuevo Mundo, la esclavitud, la subordinación de los indígenas y la necesidad de mano de obra hicieron imposibles las normas cristianas sobre la sexualidad solo en el matrimonio. En Costa Rica, la pobreza colonial y su alejamiento del poder político que se encontró durante siglos en Guatemala, conformó una Iglesia Católica más pobre y con menos recursos para imponer su visión de la sexualidad.6

La Iglesia Católica predicaba la castidad sexual antes del matrimonio y la prohibición del adulterio y el divorcio. Sin embargo, tuvo que convivir con una población expuesta a una realidad que favorecía más bien lo contrario. La falta de mano de obra durante el período colonial y la incorporación del país en la economía internacional por medio del café en el siglo XIX, crearon una gran demanda de mano de obra y de poblaciones migrantes, que a su vez estimuló la aceptación de los hijos nacidos fuera del matrimonio.

La realidad económica y política distinta determinó que la gente optara por no hacer caso de muchas de las interdicciones. En lo espiritual, los mismos escritores católicos admiten que los costarricenses se preocupaban más por la forma que por el contenido. La Iglesia Católica tuvo que adaptarse a la realidad de que “la conversión nunca fue total”. Con respecto a la población hispánica, Blanco menciona que la religión cristiana se asimiló más por la forma que por el intelecto.7

Ser católicos de fe y no obedecer su moral religiosa han sido característicos de la nacionalidad costarricense y latina en general: el 42% de los nacimientos se da fuera de matrimonio; los hombres tienen en promedio 10 parejas más que las mujeres; el 18% de los hijos son de madres menores de 20 años; el 45% de los embarazos no es deseado8; la tasa de divorcios es del 20% anual; el 35% de las mujeres ha sido víctima de agresión física o psicológica por parte de su pareja; el 27% de la población universitaria ha sido víctima de abuso sexual infantil9 y se producen anualmente, cerca de 5 mil abortos inducidos10.

En Costa Rica, las personas con una escasa escolaridad y una baja condición socioeconómica, son las que, en promedio, tienen tasas de natalidad más elevadas. La tasa de fecundidad de los sectores medios es 3.01 y la de los bajos, 4.17, o sea un 30% más alta11. Este sector de la población es precisamente el más religioso y el más afectado por las políticas anticonceptivas de la iglesia.12 Para las clases medias y altas, cuando las alternativas de planificación fallan, existe siempre la posibilidad de hacerse un aborto en Miami.

Sin embargo, para la Iglesia Católica, ir en contra de la infidelidad de la mayoría de la población es como nadar contra corriente. Su actitud ha sido la de hacerse la vista gorda con respecto a las “fallas morales” de los costarricenses y de sus propios sacerdotes, que incluso tienen hijos reconocidos públicamente.

Si existe una doble moral heterosexual, no es difícil imaginar lo que sucede con la homosexualidad.

En este campo, también se dice una cosa y se hace otra, aunque en una relación de poder muy distinta. Durante los años cincuentas, por ejemplo, la policía hacía redadas en los bares gays y rapaba la cabeza de los clientes para que éstos fueran reconocidos en la calle. Estas prácticas continuaron sin resistencia formal hasta 1987.

Hasta mediados de la década de 1980 la actitud de los gays costarricenses no difería de la de los heterosexuales: no se cuestionaba el discurso dominante católico sobre la sexualidad pero tampoco se seguía al pie de la letra. Los gays ticos, de la misma manera que sus semejantes en el resto de Latinoamérica, aprendieron a vivir una doble vida en la que esconder la homosexualidad era tan importante como practicarla. Aunque nunca se explicitó un acuerdo entre el Estado, la Iglesia y los homosexuales, ciertas reglas de convivencia, o tolerancia mínima, se establecieron:

1.     No se permitía cuestionar el discurso religioso principal, ni la ausencia de respeto a los derechos minoritarios, ni la normalidad y la moralidad de la heterosexualidad.

2.     El sexo gay debía mantenerse totalmente escondido del público. El tema de la homosexualidad estaba vedado en la prensa, la educación sexual y en las producciones artísticas.

3.     Como toda información era censurada, no existía otro modelo que el heterosexual: la penetración se consideraba el verdadero sexo y los gays se dividían en pasivos y en activos, de acuerdo con sus preferencias en el coito anal.

4.     Solo se aceptaría un número pequeño de bares con el fin de evitar que los homosexuales ligaran en la calle. Ninguno de ellos contaría con reconocimiento oficial de su actividad. Mucho menos se aceptarían lugares gays públicos como restaurantes, centros recreativos, hoteles y otros. Los bares que se toleraran debían encargarse ellos mismos de pagar “mordidas” (sobornos) para seguir funcionando.

5.     No se permitiría establecer organizaciones públicas de homosexuales.

6.     La Iglesia podía arremeter contra los homosexuales de una manera distinta de como lo hacía con los heterosexuales. A diferencia de los últimos, los primeros eran una minoría pequeña que podía ser acusada de todos los problemas morales del país.

Estas reglas, nunca oficializadas pero sí cumplidas fielmente, hacían que la vida gay costarricense estuviera sumida en un “closet” profundo. Los clientes de los bares vivían con el temor de ser detenidos. Los dueños, pagando mordidas para operar y la clase media gay, socializando más en fiestas privadas. Ser revelado como gay era una vergüenza social y un peligro económico mientras que estar en el closet deparaba cierta privacidad y beneficios. En la encuesta realizada en 1989, encontramos que los gays costarricenses vivían muy escondidos. Ante la pregunta de quiénes conocían su identidad sexual, el 55% de los que asistían a bares admitía que su padre no sabía de ella. El 40% de las madres tampoco conocía la identidad, ni el 49% de sus médicos de cabecera, y el 68% de los vecinos13.

La vida en el closet era una fuente de problemas pero también tenía sus beneficios:

1.     En vista de que el tema de la homosexualidad era censurado, ésta se retrataba como un acto criminal en los medios de comunicación. Para el público heterosexual, ser homosexual equivalía a ser un ladrón o asesino.

2.     Dada esta imagen de la orientación sexual, ningún gay tenía beneficio de revelar su identidad. Por el contrario, ser expuesto como homosexual llevaba a la persona a ser despedida de su trabajo y expulsada de su familia. El precio que pagar por la revelación era la muerte social.

3.     Esta imagen distorsionada ayudaba a los mismos homosexuales: la gente tenía problemas en reconocer a los gays porque los asociaba con los criminales y no podía concebir que una persona corriente lo fuera. Pocos homosexuales eran entonces perseguidos y la mayoría pasaba inadvertida. Ellos podían vivir juntos, viajar y socializar con otros hombres sin que los demás sospecharan que eran parejas. El machismo latino, o sea la existencia de una cultura que excluye a la mujer, trabajaba en este campo a su favor: los hombres heterosexuales u homosexuales solían socializar más entre ellos que con ellas.

Foucault no cree que los cambios en el pensamiento se susciten por acumulaciones de experiencias, o desarrollos científicos. Ésto se demuestra por el hecho de que Stonewall (el levantamiento armado gay en Nueva York) en 1969, el auge del movimiento gay norteamericano, el debate de la psiquiatría sobre la homosexualidad y la lucha por la paz centroamericana, no cambiaron el statu quo de los gays en Costa Rica. Mientras Oscar Arias, presidente del país en 1986-1990, recibía el Premio Nobel de la Paz por su mediación en el conflicto centroamericano, su gobierno realizaba las peores redadas en contra de los bares gays. Mientras el precio de la revelación de la identidad se mantuviera alto (o sea que la represión fuese

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