Manfredo-Drama en Tres Actos by Lord Byron - HTML preview

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MANFREDO

solo

.

Esperimento una calma y unatranquilidad que no habia conocidoen mi vida. Si yo no supieseque la filosofia es la mas loca denuestras vanidades, y la palabramas vacia de sentido entre todas lasinventadas en la jerga de nuestrasescuelas, creeria que el secreto deloro, es decir la piedra filosofal tanbuscada, se hallaba finalmente enmi alma. Este estado tan lisonjerono puede ser durable, pero ya esmucho el haberlo conocido aunquehaya sido una sola vez. Ha enriquecidomis ideas con un nuevo sentido;y quiero escribir en mi librode memoria que existe este sentimiento…?Quien esta ahi?

[Herman vuelve a entrar.]

HERMAN.

Senor, el abad de San Mauriciopide permiso para hablaros.

[Entra el Abad.]

EL ABAD.

Que la paz sea con el conde Manfredo.

MANFREDO.

Mil gracias, padre mio: que seaisbien venido en este castillo, vuestrapresencia me honra y es una bendicionpara los que le habitan.

EL ABAD.

Lo deseo conde, pero quisierahablaros sin testigos.

MANFREDO.

Herman, retirate. ?Que es lo queme quiere mi respetable huesped?

EL ABAD.

Quiero hablar sin rodeos: miscanas y mi celo, mi ministerio y mispiadosas intenciones me serviran dedisculpa: tambien invoco mi calidadde vecino, aunque nos visitemosmuy rara vez.

Varias voces estranas y escandalosasultrajan vuestro nombre; unnombre ilustre hace muchos siglos.iAh!

iojala que pueda trasmitirsesin mancha a vuestros descendientes!

MANFREDO.

Proseguid, os escucho.

EL ABAD.

Se dice que estudiais secretosque no estan permitidos a la curiosidaddel hombre, y que os habeispuesto en comunicacion con los habitantesde las oscuras moradas,y con la multitud de espiritus malignosque se hallan errantes en elvalle al que da sombra el arbol dela muerte. Se que vivis muy retiradoy que tratais muy rara vez con loshombres vuestros semejantes; se quevuestra soledad es tan severa comola de un prudente anacoreta; iyque no es tan santa!

MANFREDO.

?Y quienes son los que estiendenestas voces?

EL ABAD.

Mis hermanos en Dios, los paisanosasustados, vuestros propios vasallosque observan vuestra inquietud.Vuestra vida corre el mayorpeligro.

MANFREDO.

?Mi vida? yo os la abandono.

EL ABAD.

Yo he venido para procurar vuestrasalvacion y no vuestra perdida…No quisiera penetrar los secretos devuestra alma; pero si lo que se dicees cierto, todavia es tiempo de hacerpenitencia y de impetrar misericordia;reconciliaos con la verdaderaiglesia, y esta os reconciliaracon el cielo.

MANFREDO.

Os entiendo; ved mi respuesta.Lo que fui y lo que soy no lo conocensino el cielo y yo. No escogereun mortal por mediador ?he quebrantadoalgunas leyes? que sepruebe y se me castigue.

EL ABAD.

Hijo mio, yo no he hablado decastigo y si de perdon y de penitencia:vos sois quien debe escoger;nuestros dogmas y nuestra fe mehan dado el poder de dirigir a lospecadores por la senda de la esperanzay de la virtud, y dejo al cieloel derecho de castigar: "La venganzapertenece a mi solo," ha dichoel Senor, y es con humildadcomo su siervo repite estas augustaspalabras.

MANFREDO.

Anciano, ninguna cosa puede arrancardel corazon el vivo sentimientode sus crimenes, de sus penas, y delcastigo que se inflige a si mismo: nada:ni la piedad de los ministros del cielo,ni las oraciones, ni la penitencia, niun semblante contrito, ni el ayuno,ni las zozobras, ni los tormentos deaquella desesperacion profunda quenos persigue por medio de los remordimientossin amedrantarnos conel infierno, pero que el solo bastariapara hacer un infierno del cielo.No hay ningun tormento venideroque pueda ejercer semejante justiciasobre aquel que se condena y secastiga a si mismo.

EL ABAD.

Estos sentimientos son laudables,porque algun dia haran lugar a unaesperanza mas dulce. Vos os atrevereisa mirar con una tierna confianzala dichosa morada que estaabierta a todos aquellos que la buscan,cualesquiera que hayan sidosus yerros sobre la tierra; peropara espiarlos es preciso empezarpor conocer la necesidad de ejecutarlo.Proseguid conde Manfredo …todo lo que nuestra fe podra saberse os ensenara y quedareis lavadode todo lo que pudiesemos absolveros.