Heath's Modern Language Series: Mariucha by Benito Pérez Galdós - HTML preview

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CESÁREO. ( Por la derecha, presuroso, alarmado por lo 555 que le han referido y por lo que ve al llegar. ) ¿Qué...?¿Qué ocurre...?

DON PEDRO. ( Atribulado. ) ¡Cesáreo!

FILOMENA. ( Ídem. ) ¡Hijo mío!

DON PEDRO. ¡María... huye de nosotros!560

FILOMENA. ( Señala la figura de María, que en suandar incierto se oculta y reaparece entre el follaje. ) Hijaadorada...

hija loca... ven.

CESÁREO. ( Risueño, presuntuoso, confiado en sí mismo. )Estad tranquilos. Yo la someteré.565

MARÍA. ( Desde lo alto. ) Soy libre.

CESÁREO. ( Imperioso. ) ¡María!

DON PEDRO. ( Dolorido y cariñoso. ) ¡Mariucha!

MARÍA. ( Subiendo más. ) No me llaméis.... Desdeeste instante sólo a Dios tengo por padre. ( Huye por el 570 monte. Don Rafael va tras ella. Consternación de lospadres. Cesáreo arrogante, confiado en sí mismo. )

ACTO QUINTO

Almacén de hulla. Local grande, de sólidos muros y techo abovedado.

A la derecha, primer término, un ventanal; a la izquierda un estantecon herramientas y otros objetos, pedazos de flejes, tablas, etc.El foro está dividido: a la izquierda, un cuerpo saliente, que esuna de las habitaciones particulares de León, con una puertafrente al público, y otra lateral que da al foro, y almacenes. Porla derecha de este foro se va a la calle.

Utensilios propios del comercio de carbón. Banquetas y mueblestoscos. Es de día.

ESCENA PRIMERA

El ALCALDE, que entra por el fondo; DON RAFAEL, que sale por lapuerta pequeña del fondo.

ALCALDE. ( Sorprendido. ) ¿Pero estaba usted aquí?

DON RAFAEL. ¿Pues dónde querías que estuviese?Mi papel es consolar a los oprimidos, como el tuyo adulara los poderosos.

ALCALDE. No estamos para sermones. Dígame, ¿han5vuelto a

su casa los señores Marqueses?

DON RAFAEL. Sí.

ALCALDE. ¿Y la Marquesita?

DON RAFAEL. En mi casa.

ALCALDE. Dijéronme que avanzó monte arriba largo10trecho...

DON RAFAEL. Desolada, quería ser como fiera vagabundadel bosque. Yo no podía seguirla. La reduje alfin... Los padres, en cuanto se enteraron de que estabaen mi casa, corrieron allá.

Escena de lágrimas... desmayo15de Filomena, pucheros del papá... Pero Mariuchainflexible. Se ha encastillado en su potente voluntad, ycualquiera la rinde.

ALCALDE. ¡Contentos están de usted los Marqueses ydon Cesáreo!20

DON RAFAEL. Ya, ya... Si a todo trance queríansometer a María por el terror, y martirizarla en su propiacasa o en un convento, valiéranse de otros de mi oficio,que los hay, vaya si los hay, dispuestos para eso y paramucho más; pero este Cura no es de esa cuerda...25

ALCALDE. ¡Qué demonio! D. Cesáreo ha de mirarpor el decoro de la familia, por el lustre de su nombre.

DON RAFAEL. ( Burlón. ) ¡Mucho, mucho! Lustrenuevo a cosas viejas, y barnizar con oro y púrpura lasgrandezas podridas...30

ALCALDE. Reconozcamos que la posición que tendrádon Cesáreo dentro de unos días le dará un poderformidable...

DON RAFAEL. ¡Malditas posiciones, que son como loscastillos roqueros de antaño, de donde sale toda asolación35de pueblos, todo el atropello y vejámenes de personas!

ALCALDE. Pero fíjese usted... Si Mariquita se salecon la suya...

Lo que yo digo...

DON RAFAEL. ( Interrumpiéndole. ) Cállate. Todo loque tú puedas decirme me lo sé de memoria. Es el lenguaje40del servilismo, que entre las pisadas de los poderososcultiva su interés. ¡El decoro de la familia, el nombre!Vale más un cabello de Mariucha que todos los nombres yremoquetes de los innumerables fantasmones que pueblanel mundo.45

ALCALDE. ( Queriendo explicarse. ) Óigame... yo digoque...

DON RAFAEL. ( Sin hacerle caso, con calor. ) ¡Lasposiciones!

¡Que me dé Dios vida para verlas arrasadas,hecha tabla rasa de todo este feudalismo indecente!50Ea: abur.

ALCALDE. Aguarde: no sea tan vivo. ( Autoritario. )Tengo que advertirle...

DON RAFAEL.

¿Órdenes

del

bajá

de tres

colas...

delExcelentísimo Sr. Duque...?55

ALCALDE. Órdenes mías. Primero: no conviene quevisite usted a este hombre... Segundo. Puesto que tienea la fierecilla en su casa, exhórtela, aconséjela con todo elsermoneo que usted sabe emplear cuando quiere, y unavez dueño de ella...60

DON RAFAEL. Le echo al cuello una soga, y la traigoal redil paterno.

ALCALDE. Sin soga o con soga, entendiendo por éstala autoridad religiosa y moral. Antes de las tres ha deestar la señorita bien catequizada y bien amansada en65casa de sus padres, para que puedan tomar todos el trende las cuatro...

DON RAFAEL. Bien, Nicolás. ¿Lo manda el amo?

ALCALDE. Lo manda el sentido común; lo mandatambién el señor Obispo, ¡ojo! que es muy amigo de don70Cesáreo y...

DON RAFAEL. ( Riendo. ) Mucho, mucho... ¡ja...ja!... ¿Con que a las tres?

ALCALDE. Lo más tarde.

DON RAFAEL. Pues la traeré, hijo; traeré a la fierecilla...75No te incomodes. La verdad es que tengo youn miedo fenomenal a mi señor Duque, y al Obispo, ya ti... ¡Mucho, mucho...! ( Vase riendo por elfondo. )

ESCENA II

El ALCALDE, ROLDÁN, CORRAL, por el fondo.

ROLDÁN. Risueño va el curita...80

ALCALDE. Déjale, que ya le cortarán la risa... ¿Ydon Cesáreo?

CORRAL. Ahora salía del Juzgado.

ALCALDE. ¿Y el Juez...?

CORRAL. Enteramente a su devoción.85

ROLDÁN. Según eso, a este hombre se le puede cantarel responso.

ALCALDE. Yo entiendo que cederá en cuanto vea laque se le viene encima... Él mismo será el que desencantea la encantada señorita... Para mí, a eso tira don90Cesáreo...

CORRAL. Entiendo que no cede. Está enamoradísimodel ángel.

Lo que hará será suicidarse, y me alegro.

ALCALDE. ¡Hombre...!

CORRAL. Digo que allá me espere muchos años.95

ESCENA III

Los mismos; CESÁREO, por el fondo.

CESÁREO. ( Al Alcalde. ) ¿Vio usted a ese malditoCura; le dijo...?

ALCALDE. Que se arregle como pueda, ya por loreligioso, ya por lo moral, para encadenar a larebelde...100

CESÁREO. Muy bien.

ALCALDE. Y traerla a casa de sus padres.

CESÁREO. O convencida o resignada: no hay otroremedio. Y

ello ha de ser pronto...

ALCALDE. Sí: para que tengan tiempo de tomar el105tren...

CESÁREO. Pues adelante... Ea: suélteme usted lafiera. Verán qué pronto la amanso. ( A Roldán y Corral. )Señores, despéjenme la cueva...

CORRAL. Aguardaremos fuera... ( Vanse Corral y 110 Roldán por el foro. El Alcalde entra en las habitaciones deLeón y sale en seguida. )

ALCALDE. ¿Le dejo a usted solo?

CESÁREO. Sí... En cuanto hable usted con el Cura,hágame el favor de pasar a casa de mis padres y advertirles115que estén prevenidos... que vendrá María, quepartiremos todos...

ALCALDE. Está bien... ( Retírase el Alcalde por elforo; aparece León. )

ESCENA IV

LEÓN, CESÁREO. (Éste se quita los guantes con presteza y losarroja sobre el banco de cerrajería.)

LEÓN. ( Con fría urbanidad. ) Siento que venga usted120a este almacén, lugar tan impropio para visitas... Hubieraido yo a donde se me designara...

CESÁREO. Aquí estamos bien, señor... ( Vacilando enel tratamiento. ) Creo inútil... y tonto... que nos engañemosdando yo a usted un nombre que no es el suyo. De125antiguo nos conocemos, Antonio Sanfelices.

LEÓN. ( Con gran tranquilidad, en pie. ) Ése es minombre. A punto estuvo usted de conocerme aquel díaen la sala de Alto-Rey... El polvo de carbón me sirvióde máscara...130

CESÁREO. Tras el velo negro creí ver el rostro delque fue mi amigo, del que dejó de serlo... no por culpamía.

LEÓN. Por mi culpa, es verdad. Muchos amigos dejaronde saludarme. Algunos, pocos, me favorecieron135con un trato de pura fórmula.

CESÁREO. Yo fui de ésos.

LEÓN. Nuestro trato había sido hasta entonces muycordial.

Nos tuteábamos.

CESÁREO. Cierto.140

LEÓN. Y aun pareció que quería usted distinguirmecon una benevolencia de pura fórmula.

CESÁREO. Benevolencia que tú... ( Vivamente, contransición de la rigidez a la sinceridad. ) Perdone usted:siento vivas ganas de tutearle ahora como antes... Me145sale de dentro.

LEÓN. Y a mí.

CESÁREO. No porque el tuteo sea más familiar, másíntimo, sino porque es...

LEÓN. Más rencoroso...150

CESÁREO. Más expresivo...

LEÓN. Puede uno desfogar su pecho...

CESÁREO. Sí, sí... Pues decía yo que no merecíasmi benevolencia.

LEÓN. Yo creo que sí la merecía.155

CESÁREO. Hoy, con el mismo sentimiento compasivomiraría yo tu mengua... Pero resulta que no te avienesa llevarla solo, y quieres compartirla con una familiailustre...

LEÓN. ( Inalterable en su tranquilidad. ) No doy ni160quito mengua, ni con nadie la comparto, porque noexiste.

CESÁREO. ¿Que no existe? ¿Quién la ha borrado?

LEÓN. ( Con orgullo y convicción. ) Yo la he borrado,yo.

( Insistiendo. ) Digo que yo la he borrado, y basta.165Si la conciencia humana no pudiera ennegrecerse ylimpiarse como esta cara mía, que viste tiznada de carbóny ahora ves blanqueada por el agua, no seríamos hombres,seríamos animales.

CESÁREO. Retóricas... Eso se dice.170

LEÓN. Y se hace. Puedes creerlo, puedes dudarlo.No tengo interés en convencerte.

CESÁREO. Si, en efecto, lavaste tu afrenta, ¿por quéno procuraste que así lo comprendiese tu tío el Marquésde Tarfe, el noble anciano que...?175

LEÓN. Por escrito le dije lo mismo que de palabrate he dicho a ti. Pero no me creyó. Como tú, me dijo:«Retóricas.»

CESÁREO. ¿Sabes que murió tu tío?

LEÓN. Lo sé.180

CESÁREO. ¿Sabes que en su testamento no te dejóni el más pequeño legado?

LEÓN. Lo sé. No esperaba herencia ni legado. Yla verdad, no sentí la preterición de mi nombre en eltestamento. Me satisface más vivir de lo que he adquirido185con mi trabajo. Cada uno tiene su manera de borrarlo que fue, para dar mayor vida y realce... a loque es.

CESÁREO. ¿Y de la causa que se te formó no tienesnoticia reciente?190

LEÓN. Si no recuerdo mal, me dijo el Marqués aldespedirme, que se había sobreseído la causa. Supe quemis compañeros de infortunio fueron absueltos libremente.Por absuelto me tuve también.

CESÁREO. Pues no lo estás.195

LEÓN. ¿Lo sabes tú?

CESÁREO. Antes de venir aquí, quise conocer losantecedentes jurídicos de Antonio Sanfelices. En elJuzgado vi que el expediente no está sobreseído, y quefácilmente se le pone en tramitación.200

LEÓN. ¡Pues no te has dado poca tarea! ¡Tantointerés en contra mía! ¿Es por la justicia? ( Con severidad. )No: es porque amo a tu hermana.

CESÁREO. Por ambas cosas. Por la justicia en elconcepto general, por la justicia en mi propia casa. Con205una acción sola impongo castigo a quien lo merece, ycorto el paso al hombre manchado que pretende entraren mi familia.

LEÓN. ¡Y con ese fin desentierras mi proceso... yle das impulso en Madrid, y aquí te rodeas de autoridades210serviles para consumar tu obra, que quiere ser justicia,escarmiento, preservativo de la familia, y al fin venganza,porque eso viene a ser en realidad!

CESÁREO.

Justicia,

venganza,

preservativo,

escarmiento,215llámalo como quieras, y entrégate; ríndete anteun hecho contra el cual nada podrás.

LEÓN. ¿Que no podré?... Bueno. ( Se cruza de brazosy le mira, expresando una calma estoica. Pausa. Cesáreole mira. ) CESÁREO. ( Con expectación. ) ¿Desistes?... ¿Te das220por vencido?

LEÓN. No desisto. Persígueme sin piedad. Cualquieraque sea mi situación, amaré a tu hermana...

CESÁREO. ( Sin quitar de él los ojos. ) Con amor deensueño nada más.225

LEÓN. Con el amor que siento ahora, el cual no sesatisface sino haciéndola mía para siempre.

CESÁREO. ( Airado. ) Te prohíbo nombrar a mihermana.

LEÓN. ¡Si su nombre está siempre en mí, cuando230no en mis labios, en mi pensamiento! ¡Prohibirme quepiense! Tú a prohibir, yo a pensar, veremos quién gana.

CESÁREO. ( Enardeciéndose ante la calma de León. )Esa estudiada calma, esa serenidad burlona no es másque la expresión de un cinismo repugnante que merece235castigo, y me veré obligado a dártelo.

LEÓN. ( Imperturbable. ) Muy bien. Pues ese castigode mis maldades caiga sobre mí. Impónmelo pronto,tú... con tu propia mano. No te importe estar en micasa.240

CESÁREO. ( Despreciativo. ) Yo no: la ley.

LEÓN. ¡Ah! es verdad: ya no me acordaba. Tú,creyéndome deshonrado, no puedes medir conmigo tusarmas de caballero...

¿Y para qué habías de exponervida, si ahí tienes la ley, auxiliar cómodo y barato, y245puedes aniquilarme con tu poder feudal sin ningúnriesgo? Yo, que nada puedo, sucumbiré, y tú quedarástriunfante, con la satisfacción de haberte librado de unenemigo sin derramar ni una gota de sangre, sin unrasguño, sin la menor molestia...250

CESÁREO. ¿Qué quieres decir? ¿Que temo batirmecontigo?

LEÓN. En otras circunstancias no lo temerías. Hoy,¿para qué habías de temer lo que no necesitas?... Puesni con el duelo, si el duelo fuera posible, ni con echarme255a los lobos de la Curia, conseguirás que yo desista. Nosabes, no podrás saber nunca, Cesáreo, a dónde llega miresistencia. El día en qué creíste reconocerme, tu hermanadijo: «No es aquél, Cesáreo; es otro.»

Granverdad salió de aquel divino labio. No soy aquél: soy260otro.

CESÁREO. Palabrería, orgullo, afectación. ( Contienesu ira; trata de dominar a León en otra forma, sugiriéndoleideas de amargura y desesperación. ) Si la ley te coge ensu garra y no te suelta, que no te soltará, caerás en265grande abatimiento...

perderás tu negocio... no volverása ver a mi hermana, ni oirás siquiera su nombre.Ninguna ilusión te consolará, y el amor mismo se te hade convertir en un vacío angustioso, que te inspirará elhorror de la vida. Tus días serán solitarios, tus noches270serán lúgubres. No te quedará más consuelo que elsueño, el eterno olvidar, el eterno dormir.

LEÓN. ( Calmoso, risueño. ) Ya veo tu idea. Y esingeniosa, Cesáreo... Claro, no me queda más que unasolución: el suicidio.275

CESÁREO. No es solución: es fatalidad.

LEÓN. ¡Ah, Cesáreo, qué mal me conoces! Hepadecido tanto, tanto; he llevado la carga de la vida encondiciones tales, que el vivir era para mí lo mismo quellevar a cuestas un cadáver... Pues aunque llegue a280ser mi vida más abrumadora de lo que fue, aunquesobre ella pongas los desconsuelos más negros y las tribulacionesmás horribles, subiré con ella a todos loscalvarios.

No, Cesáreo: yo... no me mato. ( Se sientaimpávido. )285

CESÁREO. ( Aparte, confuso, paseándose. ) ¡Duro comouna peña!

LEÓN. Si contabas con mi suicidio, desecha esaesperanza...

Busca otra.

CESÁREO. ( Fogoso, con arranque de sinceridad. )290¿Cuál?

¿Por qué camino desaparecerás y se perderáde vista tu existencia...?

LEÓN. Por ninguno. Todo lo soporto: deshonra,miseria, cárcel.

De todas esas muertes resucito.

CESÁREO. María te olvidará.295

LEÓN. María no olvidará a su maestro.

CESÁREO. Se avergonzará de haber querido a uncriminal.

LEÓN. Nunca. María cree en mí.

CESÁREO. Dejarás de verla.300

LEÓN. Esperaré.

CESÁREO. A ti y a ella, por medios distintos, quitaremostoda esperanza.

LEÓN. ¡Abolir la esperanza! ¡Pues de Dios se diceque no quita la esperanza, y la vas a quitar tú!305

CESÁREO.

( Exasperado

gradualmente,

su

ira

va

creciendohasta llegar al paroxismo. ) Yo no consiento, nopuedo tolerar, no quiero, no quiero que entres en mifamilia.

LEÓN. No tengo interés... Con tal que tu hermana310entre en la mía...

CESÁREO. ( Cegándose más. ) Infame, soy caballero ycastigaré tu insolencia.

LEÓN. Yo soy estoico, y no temo ningún castigo.

CESÁREO. Cínico: pues no te rindes, expiarás los315delitos que cometiste y quedaron impunes.

LEÓN. Está bien; es justo. Pero ni por ese medio,ni por el duelo, que como caballero no puedes aceptar,ni por el suicidio, que yo rechazo, te librarás de mí. Note queda más recurso que el asesinato... Asesíname, si320te atreves. ( Sin perder su serenidad, se levanta. )

CESÁREO.

( Frenético,

disparado

ya

y

con

rabia

impulsiva. )¡Pues sí: me atrevo... el asesinato... el crimen!( Ciego, se precipita hacia el banco de cerrajería queestá tras él, y palpando busca un arma. ) ¡Te mato...325villano!... ¡Muerte!...

LEÓN. ( Acercándose. ) ¿Buscas un arma? ( Señalandoal estante, en el cual, entre variedad de herramientas,hay cuchillos, limas y hacha. ) Ahí tienes. Escoge lo quete parezca mejor. Yo estoy desarmado.330

CESÁREO. ( Exaltado, buscando. ) Esto... ( Coge unalima y la suelta con repugnancia. ) No: esto no. ( Cogeun hacha. ) Esto...

tampoco. ( Lo arroja con desdén. )

LEÓN. ¿Ves? No puedes. Tu naturaleza rechaza labrutalidad...

Y hay en mí una fuerza ante la cual tu335orgullo acaba por rendirse.

CESÁREO. Sí... tu cinismo.

LEÓN. No: mi razón... la razón que me asiste.

CESÁREO. ( Pasándose la mano por los ojos. ) No séqué es esto.

( Cae desalentado en un banco, por la brusca 340 sedación que sigue al desmedido esfuerzo. ) No es cobardía;no me creerás cobarde. ( Se lleva la mano al rostro.Aparecen por el fondo don Rafael, María, y tras ellos trespersonas (que no hablan), Cirila, otra criada, el sacristánde la parroquia sin sotana, que trae un saco de damasco 345 rojo con ropas eclesiásticas y varios objetos de culto envueltosen telas, crucifijo, candeleros, libro de ritual.

Entransin ser vistos en las habitaciones particulares de León porla puerta lateral del foro. María permanece enescena. )350

LEÓN. ( Acercándose a Cesáreo. ) Sí lo eres. Valienteserías para matarme. Te falta valor para reconocer queeres injusto.

( Acércase María lentamente. )

ESCENA V

LEÓN, CESÁREO, MARÍA, DON RAFAEL, después el ALCALDE.

CESÁREO.

( Fija

la

vista

en

el

suelo,

fatigado. )

Soyjusticiero.355

MARÍA. No puede ser justiciero el que antes no sabeser justo.

CESÁREO. ( Aterrado por la voz y la presencia de María. )¡María!

MARÍA. ( Serena y grave. ) Hermano querido: ni las360acciones violentas ni las voces airadas valen conmigo.Con pocas palabras pondré yo fin a esta lucha, y haréque prevalezca sobre tu justicia egoísta y menguada, laverdadera justicia. ¿Decides matarle?

Pues tambiéna mí.365

CESÁREO. ( Vacilante, turbado. ) Matar... matar no.

MARÍA. ¿Decides el tormento curial, legal, o comoquieras llamarlo? Pues aquí estoy para compartirlo.( Aparece el Cura por la puerta del foro. )

ALCALDE. ( Entrando presuroso por el fondo. ) Señor370don Cesáreo, el maldito Cura pretende ganarnos lapartida.

CESÁREO. ( Alarmado. ) ¿Qué hay?

LEÓN. ( Que ha hablado con don Rafael. ) Nada, quecuando la razón quiere vencer, emplea los medios más375sencillos. Como es inquebrantable resolución de Maríacompartir mi suerte...

DON RAFAEL. ( Vivamente, adelantándose. ) Y comono es decoroso que, al partir hoy los señores Marqueses,permanezca en Agramante su hija... soltera...380

CESÁREO. Yo he determinado que parta connosotros.

DON RAFAEL. Espérese un poco... yo he determinadocasarla.

CESÁREO. ¡Oh burla villana, desprecio de mi nombre,385de mi familia!

ALCALDE. ( Furioso. ) Esto no puede ser. Yo mandoque...

DON RAFAEL. Y yo desobedezco... No te canses enmandar cosa alguna. Aquí, señor Duque, aquí mismo390les caso.

CESÁREO. ¡Pero se atreve...!

DON RAFAEL. ¡Que si me atrevo! Van a verlo.( Dirígese a la habitación del fondo; abre la puerta. Seve que están improvisando una capilla. En la mesa del 395 fondo han puesto ya un paño de altar y el Santo Cristo.Continúan preparando y adornando el altar. )

ALCALDE. ¿Qué hacen ahí?

DON RAFAEL. Todo está bien dispuesto, y no faltaráningún requisito.400

CESÁREO. ( Airado. ) ¿Pero no sabe usted que incurreen responsabilidad?

DON RAFAEL. Firme en mi conciencia, yo afronto

esaresponsabilidad.

ALCALDE. Se le formará proceso...405

CESÁREO. Le sentaremos la mano.

DON RAFAEL. Yo siento el pie sobre la cabeza delfeudalismo...

Cierto que no podré aplastarla; pero, porde pronto, hago rabiar al poderoso y le trastorno susplanes inicuos.410

ALCALDE. Se incoará el expediente.

DON RAFAEL. Ello será inútil... y tonto, porque yocaso a estos jóvenes, y a ver, caballeros, quién es el guapoque los descasa.

MARÍA. Hermano mío, si la crueldad y el odio prevalecen415en ti, aquí nos tienes: somos dos almas para elsufrimiento.

CESÁREO. El odio no existe. Otro sentimiento memueve ya.

( Volviéndose hacia el Alcalde. ) Mi hermanaha muerto... Muerta la lloraremos... Vámonos.420

DON RAFAEL. En nombre de Cristo, yo le incito austed a la concordia, a la mansedumbre, al amor.( Pausa. )

CESÁREO.

( Vacilando,

se

pasa

la

mano

por

los

ojos. )Quisiera...

( Después

de

breve

lucha

interior. )

No...425imposible...

imposible.

( Para

sí,

consternado. )

¡MuertaMariucha!...

No

puedo...

no

quiero

verla...

( Saleprecipitadamente; tras él el Alcalde. )

ESCENA ÚLTIMA

MARÍA, LEÓN, DON RAFAEL.

DON RAFAEL. ( Suspirando. ) ¡Cómo ha de ser!( Dirígese a la habitación del fondo; se quita la esclavina. )430¿Está todo pronto? ( Se ve qu