El Criterio by Padre Jaime Luciano Balmes - HTML preview

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—La igualdad está en que el uno no sea ni masni ménos que el otro.

—Pero ya ve V. que esto puede tomarse ensentidos muy varios; porque dos hombres de seispies de estatura serán iguales en ella, pero seráposible que sean muy desiguales en lo demas; porejemplo, si el uno es barrigudo, como el gobernadorde la ínsula Barataria, y el otro seco decarnes como el caballero de la Triste Figura. Ademasdos hombres pueden ser iguales ó desigualesen saber, en virtud, en nobleza, y en un millonde cosas mas; con que será bien que ántes nospongamos de acuerdo en la acepcion que da V. ála palabra igualdad.

—Yo hablo de la igualdad de la naturaleza, deesta igualdad establecida por el mismo Criador,contra cuyas leyes nada pueden los hombres.

—Así no quiere V. decir mas sino que por naturalezatodos somos iguales....

—Cierto.

—Ya; pero yo veo que la naturaleza nos haceá unos robustos, á otros endebles, á unos hermosos,á otros feos, á unos ágiles, á otros torpes, áunos de ingenio despejado, á otros tontos, á unosnos da inclinaciones pacificas, á otros violentas,á unos.... pero seria nunca acabar si quisiera enumerarlas desigualdades que nos vienen de la mismanaturaleza. ¿Dónde está la igualdad natural deque V. nos habla?

—Pero estas desigualdades no quitan la igualdadde derechos....

—Pasando por alto que V. ha cambiado ya completamenteel estado de la cuestion, abandonando[Pg 124]ó restringiendo mucho la igualdad de la naturaleza,tambien hay sus inconvenientes en esa igualdad dederechos. ¿Le parece á V. si el niño de pocos añostendrá derecho para reñir y castigar á su padre?

—V. finge absurdos....

—No señor, que esto y nada ménos que estoexige la igualdad de derechos; si no es asi deberáV.

decirnos de qué derechos habla, de cuáles debeentenderse la igualdad y de cuáles no.

—Bien claro es que ahora tratamos de la igualdadsocial.

—No trataba V. de ella únicamente; bien recientees el discurso en que hablaba V. en generaly de la manera mas absoluta, solo que arrojadode una trinchera se refugia V. en la otra. Pero vamosá la igualdad social. Esto significará que en lasociedad todos hemos de ser iguales. Ahora pregunto,¿en qué? ¿en autoridad? Entónces no habrágobierno posible. ¿En bienes?

Enhorabuena;dejemos á un lado la justicia, y hagamos el repartimiento:al cabo de una hora, de dos jugadores eluno habrá alijerado el bolsillo del otro, y estaránya desiguales; pasados algunos dias, el industriosohabrá aumentado su capital, el desidiosohabrá consumido una porcion de lo que recibió; ycaeremos en la desigualdad. Vuélvase mil veces alrepartimiento, y mil veces se desigualarán las fortunas.¿En consideracion? pero ¿apreciará V. tantoal hombre honrado como al tunante? ¿se depositaráigual confianza en este que en aquel? ¿Se encargaránlos mismos negocios á Metternich que al masrudo patan? Y aun cuando se quiesese, ¿podriantodos hacerlo todo?[Pg 125]

—Esto es imposible; pero lo que no es imposiblees la igualdad ante la ley.

—Nueva retirada, nueva trinchera; vamos allá.La ley dice: el que contravenga sufrirá la multade mil reales, y en caso de insolvencia diez diasde cárcel. El rico paga los mil reales, y se rie desu fechoria; el pobre que no tiene un maravedí,expia su falta de rejas adentro. ¿Dónde está laigualdad ante la ley?

—Pues yo quitaria esas cosas; y establecerialas penas de suerte que no resultase nunca estadesigualdad.

—Pero entónces desaparecerian las multas, arbitriono despreciable para huecos del presupuestoy alivio de gobernantes. Ademas voy á demostrarleá V. que no es posible en ninguna suposicion estapretendida igualdad. Demos que para una transgresionestá señalada la pena de diez mil reales; doshombres han incurrido en ella, y ambos tienen deque pagar; pero el uno es opulento banquero, elotro un modesto artesano. El banquero se burla delos diez mil reales, el artesano queda arruinado.¿Es igual la pena?

—No por cierto; mas ¿cómo quiere V. remediarlo?

—De ninguna manera; y esto es lo que quieropersuadirle á V. de que la desigualdad es cosa irremediable.Demos que la pena sea corporal, encontraremosla misma desigualdad. El presidio,la exposicion á la vergüenza pública, son penasque el hombre falto de educacion, y del sentimientode dignidad, sufre con harta indiferencia;sin embargo un criminal que perteneciese á cierta[Pg 126]categoría preferiria mil veces la muerte. La penadebe ser apreciada, no por lo que es en sí, sinopor el daño que causa al paciente y la impresioncon que le afecta; pues de otro modo desaparecerianlos dos fines del castigo: la expiacion y el escarmiento.Luego, una misma pena aplicada á criminalesde clases diferentes, no tiene la igualdadsino en el nombre, entrañando una desigualdadmonstruosa. Confesaré con V. que en estos inconvenienteshay mucho de irremediable, pero reconozcamosestas tristes necesidades, y dejémonosde ponderar una igualdad imposible.

La definicion de una palabra, y el discernir lasdiferentes aplicaciones que de ella podrian hacerse,nos ha traido la ventaja de reducir á la nada unespecioso sofisma, y de demostrar hasta la últimaevidencia que el pomposo orador ó propalaba absurdos,ó no nos decia nada que no supiésemosde antemano; pues no es mucho descubrimientoel anunciar que todos nacemos y morimos de unamisma manera.

§ VI.

Suposiciones gratuitas. El despeñado.

A falta de un principio general tomamos á vecesun hecho que no tiene mas verdad y certeza dela que nosotros le otorgamos. ¿De dónde tantossistemas para explicar los fenómenos de la naturaleza?De una suposicion gratuita que el inventordel sistema tuvo á bien asentar como primera piedradel edificio. Los mayores talentos se hallan expuestosá este peligro siempre que se empeñan en[Pg 127]explicar un fenómeno, careciendo de datos positivossobre su naturaleza y origen. Un efecto puedehaber procedido de una infinidad de causas; perono se ha encontrado la verdad por solo saber queha podido proceder, es necesario demostrar que haprocedido. Si una hipótesis me explica satisfactoriamenteun fenómeno que tengo á la vista, podréadmirar en ella el ingenio de quien la inventara;pero poco habré adelantado para el conocimientode la realidad de las cosas.

Este vicio de atribuir un efecto á una causa posible,salvando la distancia que va de la posibilidadá la realidad, es mas comun de lo que se cree;sobre todo, cuando el razonador puede apoyarseen la coexistencia ó sucesion de los hechos que sepropone enlazar. A veces, ni aun se aguarda á sabersi ha existido realmente el hecho que se designacomo causa; basta que haya podido existir, y queen su existencia hubiese podido producir el efectode que se pretende dar razon.

Se ha encontrado en el fondo de un precipicioel cadáver de una persona conocida; las señalesde la víctima manifiestan con toda claridad quemurió despeñada. Tres suposiciones pueden excogitarsepara dar razon de la catástrofe; una caida,un suicidio, un asesinato. En todos estos casos, elefecto será el mismo; y en ausencia de datos nopuede decirse que el uno lo explique mas satisfactoriamenteque el otro. Numerosos espectadoresestan contemplando la desastrosa escena; todosansian descubrir la causa; haced que se presenteel mas leve indicio, desde luego veréis nacer enabundancia las conjeturas, y oiréis las expresiones[Pg 128]de «es cierto; así será; no puede ser de otra manera....como si lo estuviese mirando... no haytestigos, no puede probarse en juicio; pero lo quees duda, no cabe.»

Y ¿cuáles son los indicios? Algunas horas ántesde encontrarse el cadáver, el infeliz se encaminabahácia el lugar fatal, y no falta quien vió queestaba leyendo unos papeles, que se detenia devez en cuando, y daba muestras de inquietud. Porlo demas es bien sabido que estos últimos dias habiapasado disgustos, y que los negocios de su casaestaban muy mal parados.

Toda la vecindad veiaen su semblante muestras de pena y desazon.Asunto concluido; este hombre se ha suicidado.Asesinato no puede ser, estaba tan cerca de sucasa.... ademas que un asesinato no se comete deesta manera.... Una desgracia es imposible, porqueél conocia muy bien el terreno; y por otra parte,no era hombre que anduviese precipitado ni conla vista distraida.

Como el pobre estaba acosadopor sus acreedores, hoy dia de correo debió derecibir alguna carta apremiante, y no habrá podidoresistir mas.

—Vamos, vamos, responderá el mayor número,cosa clara: y tiene V. razon, cabalmente es hoydia de correo....

Llega el juez y al efecto de instruir las primerasdiligencias, se registra la cartera del difunto.

—Dos cartas.

—¿No lo decia yo?.... el correo de hoy!....

—La una es de N. su corresponsal en la plaza N.

—Vamos, cabalmente allí tenia sus aprietos.

—Dice así: «Muy Sr. mio: en este momento[Pg 129]acabo de salir de la reunion consabida. No faltabanrenitentes, pero al fin apoyado de los amigos N N,he conseguido que todo el mundo entrase enrazon. Por ahora puede V. vivir tranquilo, ysi su hijo de V. tuviera la dicha de restableceralgun tanto los negocios de América, esta gente seprestará á todo, y conservará V. su fortuna y sucrédito. Los pormenores para el correo inmediato;pero he creido que no debia diferir un momentoel comunicarle á V. tan satisfactoria noticia. Entretanto, etc., etc.» No hay por qué matarse.

—La otra?....

—Es de su hijo....

—Malas noticias debió de traer....

—Dice así: «Mi querido padre: he llegado átiempo; y á pocas horas de mi desembarco, estabadeshecha la trampa. Todo era una estafa del Sr. N.Ha burlado atrozmente nuestra confianza. No soñabaen mi venida, y al verme en su casa, se haquedado como herido de un rayo.

He conocido suturbacion, y me he apoderado de toda su correspondencia.Miéntras me ocupaba de esto ha tomadoel portante, é ignoro su paradero. Todo seha salvado excepto algun desfalco, que calculo depoca consideracion. Voy corriendo, porque la embarcacionque sale va á darse á la vela.» etc. etc.

El correo de hoy no era para suicidarse; el delas conjeturas sale lucido: todo por haber convertidola posibilidad en realidad, por haber estribadoen suposiciones gratuitas, por haberse alucinadocon lo especioso de una explicacionsatisfactoria.

—¿Si podria ser un asesinato?....[Pg 130]

—Claro es, porque en este correo.... y ademas,este hombre no carecia de enemigos.

—El otro dia su colono N. le amenazó terriblemente.

—Y es muy malo.....

—Oh! terrible.... está acostumbrado á la vidabandolera.... vamos, tiene atemorizada la vecindad....

—¿Y cómo estaban ahora?

—A matar; esta misma mañana salian juntos dela casa del difunto, y hablaban ambos muy recio.

—¿Y el colono solia andar por aquí?

—Siempre; á dos pasos tiene un campo; yademas la cuestion estaba (sino que esto sea dichoentre nosotros), la cuestion estaba sobre esas encinasdel borde del precipicio. El dueño se quejabade que él le echaba á perder el bosque, el otro lonegaba; como que en este mismo lugar estuvieronel otro dia á pique de darse de garrotazos. MirenVds.... sino que uno no debe perder á un infeliz....casi cada dia estaban en pendencias en este mismolugar.

—Entónces no hable V. mas.... es una atrocidad!pero ¿cómo se prueba?....

—Y hoy vean Vds. como no está trabajando enel campo; y tiene por allí su apero.... y se conoceque ha trabajado hoy mismo..... vamos, ya no cabeduda; es evidente; el infeliz está perdido, porqueesto respirará.....

Llega uno del pueblo.

—¡Qué desgracia!

—¿No lo sabia V.?

—No señores, ahora mismo me lo han dicho en[Pg 131]su casa. Iba yo á verle, por si se apaciguaba conel pobre N. que está preso en la alcaldía...

—¿Preso?....

—Sí señores; me ha venido llorando su mujer;dice que se ha excedido de palabras, y que el alcaldele ha arrestado. Como ya saben Vds. que estan maton!....

—¿Y no ha salido mas al campo desde quehabló esta mañana con el difunto en la calle?

—¿Pues cómo habia de salir? vayan Vds. y leencontrarán allí, donde está desde muy temprano;el pobrecito estaba labrando ahí!....

Nuevo chasco, el asesino estaba á larga distancia,el preso era el colono: nuevo desengaño parano fiarse de suposiciones gratuitas, para no confundirla realidad con la posibilidad, y no alucinarsecon plausibles apariencias.

§ VII.

Preocupacion en favor de una doctrina.

Hé aquí uno de los mas abundantes manantialesde error; esto es la verdadera rémora de las ciencias;uno de los obstáculos que mas retardan susprogresos. Increible seria la influencia de la preocupacion,si la historia del espiritu humano no laatestiguara con hechos irrecusables.

El hombre dominado por una preocupacion nobusca ni en los libros ni en las cosas lo que realmentehay, sino lo que le conviene para apoyarsus opiniones. Y lo mas sensible es, que se portade esta suerte, á veces con la mayor buena fe,[Pg 132]creyendo sin asomo de duda que está trabajandopor la causa de la verdad. La educacion, los maestrosy autores de quienes se han recibido las primerasluces sobre una ciencia, las personas conquienes vivimos de continuo, ó tratamos con masfrecuencia, el estado ó profesion, y otras circunstanciassemejantes, contribuyen á engendrar ennosotros el hábito de mirar las cosas siempre bajoun mismo aspecto, de verlas siempre de la mismamanera.

Apénas dimos los primeros pasos en la carrerade una ciencia, se nos ofrecieron ciertos axiomascomo de eterna verdad, se nos presentaron ciertasproposiciones como sostenidas por demostracionesirrefragables, y las razones que militaban por laotra parte, nunca se nos hizo considerarlas comopruebas que examinar, sino como objeciones quesoltar. ¿Habia alguna de nuestras razones que claudicabapor un lado? se acudia desde luego á sostenerla,á manifestar que en

todo

caso

no

era

aquellala

única;

que

estaba

acompañada

de

otras

cumplidamentesatisfactorias; y que si bien ella sola quizasno bastaria, no obstante añadida á las demasno dejaba de pesar en la balanza y de inclinarlamas y mas á favor nuestro. ¿Presentaban los adversariosalguna dificultad de espinosa solucion?El número de las respuestas suplia á su solidez.El gravísimo autor A contesta de esta manera,el insigne B de tal otra, el sabio C de tal otra,cualquiera de las tres es suficiente, escójase laque mejor parezca, con entera seguridad de queel Aquiles de los adversarios habrá recibido la heridaen el tendon. No se trata de convencer, sino[Pg 133]de vencer; el amor propio se interesa en la contienda,y conocidos son los infinitos recursos deeste maligno agente. Lo que favorece se abulta yexagera; lo que obsta se disminuye, se desfiguraú oculta: la buena fe protesta algunas veces desdeel fondo del alma; pero su voz es ahogada y acalladacomo una palabra de paz en encarnizadocombate.

Si así no fuere, ¿cómo será posible explicar quedurante largos siglos, se hayan visto escuelas tanorganizadas, como disciplinados ejércitos agrupadosal rededor de una bandera? ¿Cómo es queuna serie de hombres ilustres por su saber y virtudes,viesen todos una cuestion de una misma manera,al paso que sus adversarios no ménos esclarecidosque ellos, lo veian todo de una maneraopuesta? ¿Cómo es que para saber cuáles eran lasopiniones de un autor, no necesitásemos leerle,bastándonos por lo comun la órden á que pertenecia,ó la escuela de donde habia salido?

¿Podriaser ignorancia de la materia, cuando consumiansu vida en estudiarla? ¿Podria ser que no leyesenlas obras de sus adversarios? Esto se verificaria enmuchos, pero de otros no cabe duda que las consultariancon frecuencia. ¿Podria ser mala fe? Nopor cierto; pues que se distinguian por su enterezacristiana.

Las causas son las señaladas mas arriba; el hombreántes de inducir á otros al error, se engañamuchas veces á sí propio. Se aferra á un sistema,allí se encastilla con todas las razones que puedenfavorecerle; su ánimo se va acalorando á medidaque se ve atacado; hasta que al fin, sea cual fuere[Pg 134]el número y la fuerza de los adversarios, pareceque se dice á sí mismo:

«este es tu puesto; espreciso defenderle: vale mas morir con gloria quevivir con ignominiosa cobardía.»

Por este motivo, cuando se trata de convencerá otros, es preciso separar cuidadosamente lacausa de la verdad de la causa del amor propio:importa sobre manera persuadir al contrincante deque cediendo, nada perderá en reputacion. Noataqueis nunca la claridad y perspicacia de su talento;de otro modo se formalizará el combate, lalucha será reñida, y aun teniéndole bajo vuestrospies y con la espada en la garganta, no recabaréisque se confiese vencido.

Hay ciertas palabras de cortesía y deferencia queen nada se ocupen á la verdad; en vacilando el adversarioconviene no economizarlas, si deseaisque se dé á partido ántes que las cosas hayan llegadoá extremidades desagradables[14].

CAPÍTULO XV.

EL RACIOCINIO.

§ I.

Lo que valen los principios y las reglas de la dialéctica.

Cuando los autores tratan de esta operacion delentendimiento, amontonan muchas reglas paradirigirla, apoyándolas en algunos axiomas. No disputarésobre la verdad de estos; pero dudo mucho[Pg 135]que la utilidad de aquellas sea tanta como se hapretendido. En efecto: es innegable que las cosasque se identifican con una tercera, se identificanentre sí; que de dos que se identifican entre sí, sila una es distinta de una tercera, lo será tambien laotra; que lo que se afirma ó niega de todo un géneroó especie, debe afirmarse ó negarse del individuocontenido en ellos; y ademas es tambienmucha verdad que las reglas de argumentacionfundadas en dichos principios son infalibles. Peroyo tengo la dificultad en la aplicacion; y no puedoconvencerme de que sean de grande utilidad enla práctica.

En primer lugar, confieso que estas reglas contribuyená dar al entendimiento cierta precisionque puede servir en algunos casos para concebircon mas claridad, y atender á los vicios que entrañeun discurso: bien que á veces esta ventajaquedará neutralizada con los inconvenientesacarreados por la presuncion de que se sabe raciocinar,porque no se ignoran las reglas del raciocinio.Puede uno saber muy bien las reglas de unarte, y no acertar á ponerlas en práctica. Tal recitariatodas las reglas de la oratoria sin equivocaruna palabra, que no sabria escribir una página sinchocar, no diré con los preceptos del arte, sinocon el buen sentido.

§ II.

El silogismo. Observaciones sobre este instrumentodialéctico.

Formaremos cabal concepto de la utilidad dedichas reglas, si consideramos que quien raciocina[Pg 136]no las recuerda, si no se ve precisado á formularun argumento á la manera escolástica, cosa queen la actualidad ha caido en desuso. Los alumnosaprenden á conocer si tal ó cual silogismo pecacontra esta ó aquella regla; y esto lo hacen enejemplos tan sencillos, que al salir de la escuelanunca encuentran nada que á ellos se parezca.«Toda virtud es loable, la justicia es virtud, luegoes loable.» Está muy bien: pero cuando se meofrece discernir si en tal ó cual acto se ha infringidola justicia, y la ley tiene algo que castigar; si mepropongo investigar en qué consiste la justicia,analizando los altos principios en que estriba, ylas utilidades que su imperio acarrea al individuoy á la sociedad; ¿de qué me servirá dicho ejemplo,ú otros semejantes? Los teólogos y juristas,quisiera que me dijesen si en sus discursos les hanservido mucho las decantadas reglas.

«Todo metal es mineral, el oro es metal, luegoes mineral.» «Ningun animal es insensible, lospeces son animales, luego no son insensibles.»«Pedro es culpable, este hombre es Pedro, luegoeste hombre es culpable.» «Esta onza de oro notiene el debido peso, esta onza es la que Juan meha dado, luego la onza que Juan me ha dado notiene el debido peso.» Estos ejemplos y otros porel mismo tenor, son los que suelen encontrarseen las obras de lógica que dan reglas para los silogismos;y yo no alcanzo qué utilidad puedentraer al discurso de los alumnos.

La dificultad en el raciocinio no se quita con estasfrivolidades mas propias para perder el tiempoen la escuela que para enseñar. Cuando el discurso[Pg 137]se traslada de los ejemplos á la realidad, no encuentranada semejante: y entónces ó se olvidacompletamente de las reglas, ó despues de haberensayado el aplicarlas continuamente, se cansabien pronto de la enojosa é inútil tarea. Cierto sugeto,muy conocido mio, se habia tomado el trabajode examinar todos sus discursos á la luz delas reglas dialécticas; no sé si en la actualidad conservarátodavia este peregrino humor; miéntrastuve ocasion de tratarle no observé que alcanzasegran resultado.

Analicemos algunos de estos ejemplos, y comparémosloscon la práctica.

Trátase de la pertenencia de una posesion. Todoslos bienes que fueron de la familia N debieron pasará la familia M; pero el mucho tiempo trascurridoy otras circunstancias, hacen que se susciteun pleito sobre el manso B, de que esta última sehalla en posesion, fundándose en que sus derechosá ella le vienen de la familia N. Claro es que elsilogismo del posesor ha de ser el siguiente: Todoslos bienes que fueron de la familia N me pertenecen;es así que el manso B se halla en este caso,luego el manso B me pertenece. Para no complicar,supondremos que no haya dificultad en laprimera proposicion, ó sea en la mayor; y quetoda la disputa recaiga sobre la menor; es decirque le incumbe probar que efectivamente el mansoB perteneció á la familia N.

Todo el pleito gira, no en si el silogismo esconcluyente, sino en si se prueba la menor ó no.Y

pregunto ahora: ¿pensará nadie en el silogismo?¿sirve de nada el recordar que lo que se dice de[Pg 138]todos se ha de decir de cada uno? Cuando se hayallegado á probar que el manso B

perteneció á lafamilia N, ¿será menester ninguna regla para deducirque la familia M es legítima poseedora? El discursose hace, es cierto; existe el silogismo, nocabe duda; pero es cosa tan clara, es tan obvia ladeduccion, que las reglas dadas para sacarla, masbien que otra cosa, parecerán un puro entretenimientoespeculativo. No estará el trabajo en el silogismo,sino en encontrar los títulos para probarque el manso B perteneció realmente á la familiaN, en interpretar cual conviene las cláusulas deltestamento, donacion, ó venta por donde lo habiaadquirido; en esto y otros puntos consistirá ladificultad, para esto seria necesario aguzar el discurso,prescribiéndole atinadas reglas á fin de discernirla verdad entre muchos y complicados ycontradictorios documentos. Gracioso seria pordemas, el preguntar á los interesados, á los abogadosy al juez, cuántas veces han pensado en semejantesreglas, cuando seguian con ojo atentoel hilo que debía respectivamente conducirlos alobjeto deseado.

«La moneda que no reune las calidades prescritaspor la ley no debe recibirse; esta onza deoro no las tiene, luego no debe recibirse.» Elraciocinio es tan concluyente como inútil. Cuandoyo este bien instruido de las circunstancias exigidaspor la ley monetaria vigente, y ademas hayaexperimentado que esta onza de oro carece deellas, se la devolveré al dador sin discursos; y sise traba disputa, no versará sobre la legitimidadde la consecuencia, sino sobre si á tantos ó cuan[Pg 139]tosgranos de déficit se ha de tomar todavia, si estábien pesada ó no, si lleva esta ó aquella señal,y otras cosas semejantes.

Cuando el hombre discurre no anda en actosreflejos sobre su pensamiento, así como los ojoscuando miran no hacen contorsiones para verse ásí mismos. Se presenta una idea, se la concibe conmas ó ménos claridad; en ella se ve contenidaotra, ú otras; con estas se suscita el recuerdo deotras, y así se va caminando con suavidad, sincavilaciones reflejas, sin embarazarse á cada pasocon la razon de aquello que se piensa.

§ III.

El entimema.

La evidencia de estas verdades ha hecho que secontase entre las formas de argumentacion el entimema,el cual no es mas que un silogismo en quese calla por sobrentendida, alguna de sus proposiciones.Esta forma se la enseñó á los dialécticosla experiencia de lo que estaban viendo á cada paso;pues pudieron notar que en la práctica se omitiapor superfluo el presentar por extenso todo elhilo del raciocinio. Así en el último ejemplo, elsilogismo por extenso seria el que se ha puesto alprincipio; pero en forma de entimema se convertiriaen este otro: «Esta onza no tiene las condicionesprescritas por la ley, luego no debo recibirla;»ó en estilo vulgar, y mas conciso yexpresivo: «No la tomo; es corta.»[Pg 140]

§ IV.

Reflexiones sobre el término.

Todo el artificio del silogismo consiste en compararlos extremos con un término medio, paradeducir la relacion que tienen entre sí. Cuando seconocen ya, y se tienen presentes esos extremosy ese término medio, nada mas sencillo que hacerla comparacion; pero cabalmente entónces ya noes necesaria la regla, porque el entendimiento veal instante la consecuencia buscada. ¿Cómo se encuentraese término medio? ¿Cómo se conocenlos dos extremos, cuando se hacen investigacionessobre un objeto, del cual se ignora lo que es?Sé muy bien que si este mineral que tengo en lasmanos fuese oro, tendria tal calidad; pero el embarazoestá en que ni se me ocurre que esto puedaser oro, y por tanto no pienso en uno de los dosextremos; ni aun cuando pensara en ello, me encuentrocon medios para comprobarlo. Sabe muybien el juez que si el hombre que pasa por su ladofuera el asesino á quien persigue desde muchotiempo, deberia enviarle al suplicio; pero la dificultadestá en que al ver al culpable no piensa enel asesino; y si pensara en él y sospechase que esel individuo que está presente, no puede condenarlepor falta de pruebas. Tiene los dos extremos,mas no el término medio; término que no se loofrecerá ciertamente bajo formas dialécticas. ¿Cómose llama este hombre? Su patria, su residenciaordinaria, los antecedentes de su conducta, sumodo de vivir en la actualidad, el lugar donde[Pg 141]se hallaba cuando se cometió el asesinato, testigosque le vieron en las inmediaciones del sitio en quese encontró la víctima; su traje, estatura, fisonomia,señales sangrientas que se han notado en suropa, el puñal escondido, el azoramiento con quellegó á deshora á su casa pocos momentos despuesdel desastre, algunas prendas que se han encontradoen su poder, y que se parecen mucho á otrasque tenia el difunto, sus contradicciones, su reconocidaenemistad con el asesinado; hé aquí lostérminos medios, ó mas bien un conjunto de circunstanciasque han de indicar si el preso es elverdadero asesino. ¿Y para qué aprovecharán lasreglas del silogismo? Ahora habrá que atender áuna palabra, despues á un hecho; aquí se habrá deexaminar una señal, mas allá se habrán de cotejardos ó mas coincidencias. Será preciso atender álas cualidades físicas, morales y sociales del individuo,será necesario apreciar el valor de los testigos,en una palabra, deberá el juez revolver laatencion en todas direcciones, fijarla sobre mil ymil objetos diferentes, y pesarlo todo en justa yescrupulosa balanza para no dejar sin castigo alculpable, ó no condenar al inocente.

Lo diré de una vez: los ejemplos que suelenabundar en los libros de dialéctica de nada sirvenpara la práctica: quien creyese que con aquelmecanismo ha aprendido á pensar, puede estarpersuadido de que se equivoca. Si lo que acabo deexponer no le convence, la experiencia le desengañará.[P