El Comendador Mendoza - Obras Completas - Tomo VII by Juan Valera - HTML preview

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OBRAS COMPLETAS TOMO VII

Á LA EXCMA. SEÑORA *DOÑA IDA DE BAUER*

Nunca, estimada señora y bondadosa amiga, soñé con ser escritor popular.No me explico la causa, pero es lo cierto que tengo y tendré siemprepocos lectores. Mi afición á escribir es, sin embargo, tan fuerte, quepuede más que la indiferencia del público y que mis desengaños.

Varias veces me dí ya por vencido y hasta por muerto; mas apenas dejé deser escritor, cuando reviví como tal bajo diversa forma. Primero fuípoeta lírico, luego periodista, luego crítico, luego aspiré á filósofo,luego tuve mis intenciones y conatos de dramaturgo zarzuelero, y al cabotraté de figurar como novelista en el largo catálogo de nuestrosautores.

Bajo esta última forma es como la gente me ha recibido menos mal; peroaun así, no las tengo todas conmigo.

Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo lemando. De aquí proviene que, si por dicha logro aplausos, es por faltade previsión.

Escribí mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo queescribía.

Acababa yo de leer multitud de libros devotos.

Lo poético de aquellos libros me tenía hechizado, pero no cautivo. Mifantasía se exaltó con tales lecturas, pero mi frío corazón siguió enlibertad y mi seco espíritu se atuvo á la razón severa.

Quise entonces recoger como en un ramillete todo lo más precioso, ó loque más precioso me parecía, de aquellas flores místicas y ascéticas, éinventé un personaje que las recogiera con fe y entusiasmo, juzgándomeyo, por mí mismo, incapaz de tal cosa. Así brotó espontánea una novela,cuando yo distaba tanto de querer ser novelista.

Después me he puesto adrede á componer otras, y dicen que lo he hechopeor.

Esto me ha desanimado de tal suerte, que he estado á punto de no volverá escribirlas.

Entre las pocas personas que me han dado nuevo aliento descuella V., orapor la indulgencia con que celebra mis obrillas, ora por el valor quelos elogios de V., si prescindimos por un instante de la bondad que losinspira, deben tener para cuantos conocen su rara discreción, sudelicado gusto y el hondo y exquisito sentir con que percibe todo lobello.

Aunque yo no hubiese seguido de antemano la sentencia de aquel sabioalejandrino que afirmaba que sólo las personas hermosas entendían dehermosura, V. me hubiera movido á seguirla, mostrándose luminoso y vivoejemplo y gentil prueba de su verdad.

No extrañe V., pues, que, lleno de agradecimiento, le dedique estelibro.

Por ir dedicado á V., quisiera yo que fuese mejor que

Pepita Jiménez

,á quien V. tanto celebra; pero harto sabido es que las obras literarias,y muy en particular las de carácter poético, sólo se dan bien enmomentos dichosos de inspiración, que los autores no renuevan á suantojo.

En esto como en otras mil cosas, la poesía se parece á la magia.

Requiere la intervención del cielo.

Cuentan de Alberto Magno que, yendo en peregrinación de Roma á Alemania,pasó una noche á las orillas del Po, en la cabaña de un pescador.Agasajado allí muy bien, quiso el doctor probar su gratitud al huésped,y le hizo y le dió un pez de madera, tan maravilloso que, puesto en lared atraía á todos los peces vivos. No hay que ponderar la ventura delpescador con su pez mágico. Cierto día, con todo, tuvo un descuido, y elpez se le perdió. Entonces se puso en camino, fué á Alemania, buscó áAlberto, y le rogó que le hiciera otro pez semejante al primero. Albertorespondió que lo deseaba (también deseo yo hacer otra

Pepita Jiménez;

)mas que, para hacer otro pez que tuviese todas las virtudes del antiguo,era menester esperar á que el cielo presentase idéntico aspecto ydisposición en constelaciones, signos y planetas, que en la noche en queel primer pez se hizo, lo cual no podía acontecer sino dentro de treintay seis mil y pico de años.

Como yo no puedo esperar tanto tiempo, me resigno á dedicar á V.

El

Comendador Mendoza

.

Este simpático personaje, antes de salir en público, no ya escondido y átrozos, sino por completo y por sí solo, pasa, con la venia de Lucía, ábesar humildemente los lindos pies de V. y á ponerse bajo su amparo.Remedando á un antiguo compañero mío, elige á V. por su madrina. Nodesdeñe V. al nuevo ahijado que le presento, aunque no valga lo que

Pepita

, y créame su afectísimo y respetuoso servidor.

JUAN VALERA.

*El Comendador Mendoza.*