Curiosidades Antiguas Sevillanas (Segunda Serie) by José Gestoso y Pérez - HTML preview

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1533

Juan de Carmona

Maestre Cristóbal[98]

-1534

Romanes

Antón Ruiz Zapata[99]

Benito de Zafra

1548

Maese Andrés de Espinosa

1553

Maestre Alonso

1555

Maese Vella

1556

Cristóbal Hernández

1563

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Martin de Castro

1569

Juan Dominguez

1639

Diego Raio

1669

Baltasar de los Reyes

1675

Juan de Roxas

-1677

Blas de Navarrete

D. Manuel Sánchez de Morante -1683

Juan Caro de Montenegro

*

* *

Ya impresas las noticias referentes á curanderas, hemos hallado elmemorial que en 1550 dirigió á la Ciudad la curandera Antonia Sánchezde que hacemos cuenta en la página 135, que dice así:

«muy illustre señores: Antonia Sánchez mujer de Juan Gutiérrez Hidalgovecina de la villa de Lebrixa beso las manos de vra. señoría y digo quea mucho tiempo que en la dicha villa e curado y curo de quebraduras debraço y piernas y el ldo. lvayza ynformado desto me mandó que curase yabrá mes y medio que el ldo. Rojas teniente del señor asistente en latierra de vra. señoría me mandó que no curase diciendo que no estabadesaminada y sobre ello me prendió y á ruego de ciertas personas mesoltó a vra.

señoría suplico me haga merced de ¿mandar? que de aquíadelante ningunas ¿justiçias?

pueda pedirme cosa alguna y me dexelibremente hazer mi ofiçio porque sí de otra manera ¿pasa? no lo vzarmas.[100]

LA CASA SEVILLANA

EN LOS SIGLOS XIV, XV Y XVI

Conjunto tan bello como genuino de elementos artísticos, que á pesar desus diversos orígenes, fueron peregrina y hábilmente combinados por eltalento de nuestros obreros mudéjares y cristianos de pasadascenturias, elocuente expresión del refinado gusto de peritísimosartífices, fehacientes testimonios de la cultura general alcanzada

quellegó

á

resplandecer

en

todas

las

esferas,

produciendo

originalesconstrucciones ataviadas con el más depurado gusto decorativo, talesfueron las suntuosas moradas que edificaron los magnates y favoritos dela fortuna, en aquellos dias gloriosos, en que pudieron decir algunos denuestros monarcas, que en sus dominios no se ponía el sol.

Imposible es, atendidas las formas mezquinas y vulgares que desde hacemás de un siglo se emplean en las casas sevillanas por los constructorescontemporáneos (con rarísimas excepciones) formar concepto aproximado delo que fueron aquellas grandiosas viviendas, que ya en los puntos máscéntricos, como en los más apartados de la ciudad, alzábanse paraatestiguar la esplendidez de sus dueños, los cuales hicieron de Sevillauna de las mas famosas ciudades del mundo; y apenas, si juzgando, envista de los pocos testimonios que al presente se conservan, podemosformar acabado concepto del carácter artístico que en ellas dominaba, delos diversos ornatos que las embellecían, de los mil objetos queatesoraban, constituyendo cada una de ellas inapreciable Museo, en quelo mismo las Bellas Artes, que las obras artístico-industriales lucíanen toda su plenitud.

Más para venir en conocimiento de lo que fueron y para apreciarlas entodo su valor, hay que tener en cuenta, precisamente, las exigencias deaquellas costumbres, el aspecto general de la edificación, la traza yproporciones de sus calles; y contando ya con estos antecedentes y conlos datos que nos suministran los papeles viejos, podremos intentar, unacasi restauración de la antigua ciudad, á partir del siglo XIV, queestimamos ha de aproximarse no poco á la verdad.

Reconquistada Sevilla en 1248, no hay que pensar que en un siglo hubieseexperimentado una, ni radical ni apreciable transformación; por oponerseá ello circunstancias tan atendibles, como fueron las de habercontinuado morando en ella parte numerosisima del vecindario musulmanque prefirió la condición de mudejar al abandono de sus casas yhaciendas y al ejercicio de sus profesiones. El hecho del truhan Pajasnarrado en la Crónica de San Fernando, así lo confirma. Además, enépocas de turbulencias, de inquietudes y de militares empresas, cuandono podían gozarse todavía las ventajas de la paz, no era posible pensaren la realización de obras públicas, que ni las costumbres exigían nilos ciudadanos particularmente demandaban. La Sevilla de tiempos de DonAlonso X tuvo que ser la misma, ofreció el mismo aspecto, que la de losmonarcas sucesores, hasta llegados los comienzos del siglo XVI.

¿Y cómo fue? Veámoslo.

Dentro del grandioso recinto de sus murallas, parecíase una red decallejuelas estrechas, tortuosas y sombrias, que formaban verdaderolaberinto, en que abundaban los callejones sin salida, con alguna queotra plazoleta á que decian «barreras,»

(ejemplos las de Alvar Negro yde los Marmolejos que ahora recordamos) las cuales formábanse delante delas casas más principales para desahogo de estas.

Las casas, no tenían más que uno ó dos pisos sin balcones ni ventanas,ni más huecos á la calle, que algunas estrechas aspilleras yventanillos, ó ajimeces, palabra, cuya significación no era entonces lamisma que se le dá hoy pues llamamos ajimez al vano gemelo, cuyos arcosse apoyan en una columna central; y entonces, los antiguos nombraron asíá los vanos de cualquier forma, ocultos por un cierro, formado en suslados y frente por tupidas celosias de madera, con su tejaroz, apoyadoen canes de bastante vuelo, que proyectaban grandes sombríos batientesen aquella especie de caja calada, tras de la cual podíase ver sin servisto, como actualmente existen en muchas ciudades orientales. Aparte deestos pequeños respiraderos, abiertos al exterior, como hemos dicho, niel más insignificante detalle distraía los ojos en aquellos sucios óblanqueados paredones, que remataban en tejados con enormes aleros y ensu mayor número en azoteas. Confirma este concepto el hecho siguiente: Cuando se recibió en Sevilla la nueva de la toma de Málaga, en Cabildocelebrado á 24 de Agosto de 1487, dispuso la Ciudad la celebración degrandes fiestas, y para conocimiento de los vecinos se mandó pregonar enlas Gradas y en las Plazas de San Francisco y de la Alfalfa, la parteque á aquellos correspondía tomar en el público regocijo, diciendo asíel pregonero: «asymismo mandan (los señores del Concejo) questa noche emañana sábado en la noche todos los que pudiesen fagan fogueras y ponganfachones encendidos por sus açoteas y ventanas y candelas encendidas asus puertas e fagan grandes alegrias por manera que se muestre el plazerde la vitoria que dios ha dado al Rey nro. Señor y á toda la xpitiandadlo cual todo fagan y cumplan sopena de dos mill mrs. á cada vno que locontrario fiziere.»

Nótese bien que para nada se habla de balcones. En cambio del pobreaspecto, que imaginamos, las casas más humildes tenían entonces susdesahogos de corrales, huertos y jardines, por encima de cuyas tapiaserguíanse balanceando sus elegantes ó melancólicas copas las palmeras ylos cipreses, ó bien embalsamaban el aire con el perfume de susazahares los naranjos y limoneros.

A raiz de la reconquista estableciéronse en Sevilla numerosascomunidades monásticas de ambos sexos, muchas de ellas no tardaron enconstruir sus casas y templos, y otras por lo pronto, adaptarían á susnecesidades los edificios que los monarcas les donaran. Unos y otrosofrecieron el mismo aspecto exterior que las edificaciones urbanas:altos y desmantelados paredones: y cuando aumentaron sus necesidades yadquirieron casas y edificios situados al opuesto lado de la calle, losarquillos y pasadizos facilitaron el tránsito de una parte á la otra,repitiéndose este caso frecuentemente aun entre los particulares. Asípues, el aspecto de la población con la estrechez laberíntica de suscalles, la pobreza exterior de sus casas y de tanto edificio religioso,con los densos batientes que proyectaban los arquillos, y los voladosaleros y los ajimeces, debió ser lóbrego y triste, sobre todo, desde queel crepúsculo de la tarde comenzaba á envolver la ciudad en las sombrasprecursoras de la noche. En cuanto al tránsito por las calles, yaentrada aquélla, corríanse serios riesgos, contando con los montones debasura, con los grandes hoyos y con los cantos rodados que salían alpaso.

Así nos figuramos «mutatis mutandis» á la Sevilla de los siglos XIV yXV, en cuanto al exterior de sus edificios, porque aquellas frías ydesmanteladas viviendas, interiormente no debían serlo. Algunos restosque aun se conservan de casas de aquella época en Toledo y en Granada,leves vestigios en las de Córdoba y Sevilla, y sobretodo, elconocimiento general que nos ofrece la historia del arte, comprobado porla lectura de los documentos de la época y el de las costumbres deentonces, así como los caracteres generales que distinguieron á aquellasociedad, mitad cristiana y mitad sarracena, nos dan la clave parareconstituir también el interior de sus casas. El criterio que acerca deeste punto ha tiempo abrigábamos, vímoslo comprobado en una excursiónque hicimos á Tánger y á Tetuán.

Cuando dimos vista á ambas ciudades, cuando recorríamos aquellas sucias,estrechas y terrizas callejas, cuando penetramos en algunas de suscasas, á cada paso, á cada momento nos afirmábamos más y más en que lomismo que aquellas ciudades, debió ser la nuestra, hasta que elrenacimiento italiano comenzó á ejercer su influencia en la Península.

Tomando por base la estructura y disposición interior de las viviendasafricanas, y las mismas que ofrecen todavia las nuestras en lasciudades andaluzas, y estudiando los vestigios que en éstas han podidosalvarse de la destrucción, no puede caber duda que unas y otras fuerony son hermanas, pudiendo completar y restaurar las sevillanas con pocotemor de incurrir en graves errores.

Franqueadas las siempre pequeñas puertas de ingreso, que más bienllamaríamos postigos, y el zaguán de dimensiones proporcionadas con elresto de la vivienda, penetramos en el patio, constituido por galeríasaltas y bajas con arcos inscritos en sendo arrabaes, bien de ojivatumida ó de medio punto peraltados, que volteaban, ora sobre pilares deladrillo agramilado ó de planta exagonal ú octogonal ora sobre fustes demármoles de distintos diámetros, y á veces, hasta de desigual altura;diferencia que se salvaba, enterrando los fustes hasta dejarlos al niveldel piso, pues, importaba poco á los constructores que tuviesen ó nobasas, así como que los capiteles correspondiesen á un mismo orden óestilo, porque aprovechaban todo material que se les ofrecía sin elmenor escrúpulo. Precisamente, en un monumento de la importancia denuestro Alcázar, hallamos numerosos ejemplos de estas libertadesconstructivas.

Siguiendo el gusto sarraceno debió ser frecuente festonear los arcos conadornos lobulados ó angrelados de yeso ó estuco así como los intradosesy enjutas, todo ello labrado á lo «musayco» (que así llamaban á lomorisco) en finas yeserías. Las maderas de las techumbres de estasgalerías bajas, lo mismo que las de las altas, serían de parihuelosapoyados en un friso ó arrocabe pintado más ó menos ricamente, según ellujo de los dueños y con dorados racimos estalactíticos en los ángulosde los corredores. Ancho friso, también de yesería, con bellascombinaciones geométricas, limitados en sus partes superior é inferiorcon inscripciones africanas ó cúficas, rodearían las galerías por bajodel arrocabe y análogo decorado serviría de marco ó arraba á los vanosde las puertas y á los de las ventanas ó á los ajimeces que daban luz álas «tarbeas» ó salas, las cuales, cuando tenían ciertas dimensiones,llamábanlas

«palacios.»

Si decoraron los zócalos de las citadas galerías bajas, hiciéronlo,seguramente, con azulejos de mosáico, primer procedimiento con que semanifestó esta parte tan bella, de la industria cerámica.

En cuanto á los suelos, puede afirmarse que emplearon peregrinascombinaciones de ladrillos y azulejos, ya formando labores geométricasde estrellería polícroma incrustada en aquellos, ya de los pequeñosladrillos cuadrados, conocidos con el nombre de olambres ú olambrillas,ya finalmente, de azulejos tan solo. En medio de los patios había tazasde marmol muy estendidas y de poca altura, de la cual brotaba alegresurtidor de agua. A veces el centro del patio estaba terrizo, en formade jardín, con sus bojes, mirtos y arrayanes, sus árboles frutales, suscipreses y palmeras, jazmínes y granados y en el verano la odoríferaalbahaca.

El interior de las estancias nos lo figuramos decorado con zócalos deazulejos, frisos de yeserías y techumbres de alfarje ó de policromadasvigas y los muros blanqueados con cal, cubiertos de sargas, deguadameciles ó de tapicerías, según la fortuna de los dueños.

En cuanto al portage, debió ser, ya de maderas taraceadas, ya conclavazón de hierro ó ya con adornos pintados de vivos colores.[101]

Las galerías altas, generalmente, estaban formadas por pilares de maderacon grandes zapatas que recibían el tejado de gran vuelo, y con barandasó antepechos también de madera, de mármol ó de ladrillo, siendo muyanáloga la decoración de las salas altas con las de la planta baja.

Como ejemplos de los últimos podrían citarse los patios de Sta. María dela Rábida y de San Isidoro del Campo.

He aqui á grandes rasgos, lector amigo, cómo he imaginado que serían lasbuenas casas sevillanas durante el siglo XIV hasta llegar á laspostrimerías del XV; época en la cual, su aspecto exteriorespecialmente, varió por completo, pues así lo exigían la transformaciónde las costumbres y el radical cambio operado, lo mismo en las BellasArtes que en las industrias artísticas, por la avasalladora influenciadel Renacimiento italiano, que bien pronto hubo de dominar en el arte dela construcción.

Las relaciones íntimas que desde hacía tiempo, sosteníanse entrenuestra patria y aquella privilegiada región, cuna del arte, comoconsecuencias de gloriosas conquistas realizadas por nuestros capitanes,contribuyeron eficazmente á hacer extensivo dicho influjo, y así no esde extrañar, que magnates tan calificados como los Duques de Arcos y deAlcalá, los Marqueses de Ayamonte y de la Algaba, el Conde de Gelves,Don Fernando Colón, y otros más que sería prolijo enumerar, aceptando debuen grado dichas influencias, acudieran á artistas italianos, unos paraque les labrasen las ricas portadas, fuentes y columnas de sus casas,otros sus sepulcros ó retablos para las capillas de que eran patronos, ytodos ellos para que decorasen á la manera italiana las estancias ysalones de sus palacios.

El gusto florentino, especialmente, se enseñoreó de nuestra ciudad, yentonces aquellos pobres y desmantelados muros de las casas del siglo XVfueron enriquecidos con monumentales portadas de marmol ó de piedrafranca, con sus cuerpos arquitectónicos, con sus heráldicos escudossostenidos por tenantes, con sus ricas pilastras y frontoncillos, y ensuma, con todos los variados y espléndidos ornatos que caracterizan elllamado estilo plateresco.

En vez de mezquinos ventanillos con misteriosas celosias,distribuyéronse en las fachadas proporcionados vanos para balcones yventanas, decorados con sendas pilastras y frontispicios arquillos consus robustos y cincelados barandales de hierro, apoyados en labradastornapuntas; las otras con magnificos herrajes enriquecidos con volutasy tarjas, flameros, geniecillos y pirámides; y las reglas eurítmicas másacomodadas á los principios del viejo clasicismo, aplicáronse á lasnuevas casas, prestándoles un aspecto tan majestuoso como rico.[102]

Cierto, que en este periodo no olvidamos los sevillanos las antiguastradiciones tan arraigadas entre nosotros; y sostenidas por tanto ytanto artifice mudejar como vivía aún en Sevilla, descendientes deaquellos «tornadizos» que si bien encubrían su nombre sarraceno bajo losmás vulgares, y á veces ilustres apellidos cristianos, sus primorosasobras delataban á tiro de ballesta su origen muslímico; y así secomprende, que, al mismo tiempo que nuestros arquitectos, (que entoncesse contentaban con ser llamados «maestros mayores de albañeria ó decantería)» aceptaban sin escrúpulo las nuevas enseñanzas, no teníanempacho en que se manifestasen vivos los recuerdos del arte sarraceno,de lo cual resultó un estilo tan artístico como original el únicoverdaderamente genuino de Andalucía, que bien puede ser llamado

«mudéjarplateresco,» del cual poseemos inapreciables ejemplares en lascasas-palacios de los Duques de Alcalá, de Arcos, de Medina Sidonia y deAlba en las de los Marqueses de Ayamonte y de la Algaba, del Conde deGelves, en las de los Jáureguis, Quirós, Arias de Saavedra, Marmolejos,Pinelos, Vazquez de Leca, Levanto, Mañara y otros, todas las cualesfueron suntuosas viviendas, en las cuales halla el curioso inequívocosrasgos que acreditan la fusión de los elementos decorativos platerescos,de filiación italiana, con los moriscos y ojivales, que de igual modoque en las viviendas, desplegaron su risueña y peregrina pompa en lasedificaciones religiosas, en templos, monasterios y santuarios y ahítenemos la mayor parte de los salones de la planta alta de nuestroregio Alcázar, edificados en los primeros tiempos del Emperador, queacreditan nuestro aserto, ofreciéndonos techumbres de traza sarracenacon decoración plateresca de cuyo mismo gusto son los hermosos frisos deyesería que corren alrededor de los muros.

En prueba de lo dicho acerca de las diferencias que hubo entre las casassevillanas del siglo XIV, y las del XVI véase lo que dice el historiadorMorgado, en el capítulo que lleva el siguiente epígrafe «Del nuevoadorno exterior de las casas de Sevilla ...

etc. Todos los vecinos deSevilla «labran ya las casas á la calle,» lo cual da mucho lustre á laciudad. Porque en tiempos pasados todo el edificar «era dentro delcuerpo de las casas, sin curar de lo exterior según que hallaron áSevilla de tiempo de Moros.

Mas ya en estos, hacen entretenimiento deautoridad tanto ventanaje con rejas y gelosias de mil maneras que salená la calle.»

No puede ser más decisiva la confirmación que hace Morgado de losconceptos que venimos sosteniendo, pero véase también como aun lossevillanos no perdian la costumbre de las moriscas «gelosias».

En otro lugar de la misma obra añade: «Y assí no son las casas deSevilla tan altas como las de Castilla la Vieja, porque de ser laciudad tan húmeda y caliente, de industria las edifican sus moradoresalgo bajas, á fin de que las entren mejor los aires y desta causaabiertas y en Patios y Corredores. Lo cual también hacen por causa delas humedades porque mejor puede el sol bañar todas las calles y casas,que á no edificarse en esta forma, forzosamente fuera Sevilla deinvierno más húmeda y fría y de verano más calurosa. Y así son de verlos admirables reparos para contra los calores, que hay en la mayorparte de las casas desta gran ciudad, por sus muchos jardines, con susencañados revestidos de mil juguetes de jazmines, rosales, cidros ynaranjos, de industria apanados que como los mirtos forman tambiéngrandes tablas y mesas muy llanas en todas las variedades de rosas yflores que se dan en Sevilla todo el discurso del año ... Los patios delas casas (que casi en todas las hay) tienen los suelos de ladrillosraspados y entre la gente más curiosa de azulejos con sus pilares demarmol etc.

Habla también Morgado de las fuentes de los patios con sus tazas demármol y jaspe; así como de las macetas de diferentes hierbas odoríferascon que siempre fué costumbre adornarlos.

Al penetrar en algunas de las buenas casas sevillanas del siglo XVI,pasado el gran zaguan empedrado que servía para apeadero de carrozas yde caballos (ejemplo las casas de Alba, los Pinelos, Pilato etc.)sorpréndennos las hermosas proporciones de sus patios principales, conarquerías de medio punto peraltadas, sostenidas por columnas de marmolblanco de iguales dimensiones, con sus basas y capiteles ya platerescos,ya de los llamados sevillanos ó de moño, en su mayor parte procedentesde Génova; siendo de advertir que las arquerías no las vemos arrancarinmediatamente del ábaco del capitel sino que apoyan en un macizo dematerial de forma cúbica, que suelen ostentar en cada uno de susfrentes, sendos escudos de yeso ó de mármol, que aquí llamamossota-capiteles. Dichas arquerías se ven, por lo general, adornadas ensus intradoses con yeserías, cuyos motivos, ó son de estilo derenacimiento ó mudéjares, como así mismo, los recuadros (arrabaes) enque cada uno de dichos arcos hállase inscrito. Zócalos de azulejos, noya de mosaico (aliceres) sino de cuenca, guarnecían los muros hasta unaaltura conveniente, mientras que en la parte superior de los mismoscorrian los indispensables frisos de yeso platerescos ó moriscos, siendode advertir que en algunos de éstos, hechos ya á fines del siglo XVI,las inscripciones, africanas, por lo general, no son más quedecorativas, sin valor fonético ninguno, prueba de que ya ibanperdiéndose las tradiciones sarracenas.

Bellísimos adornos, también de yeso, guarnecían los vanos de puertas yventanas: los primeros en forma de arrabáa, haciéndose extensivos á lasenjutas, en cuyos centros lucían escudos familiares ó áureas con cabezasde damas y guerreros, mientras que en las segundas aparecen adornadas enforma de marco.

En cuanto á los pavimentos de los corredores y centro del patio, eran deladrillos, combinados con olambrillas ó con cintas de azulejos formandobellas lacerías, de las que se conservan preciosos restos en la Casa deAlba. Las puertas de las salas, las de las ventanas ó de los ajimeceseran de taracea, de talla moriscas ó pintadas: ejemplos de las primerasen las casas de Pilato en la de Alba y en el Alcázar y de las segundasen la sala de «Profundis» del Convento de Sta. Inés, de que más adelantehablamos.

Los techos fueron de lacerias ó de parihuelos pintados por sus trescaras, al claroscuro, con fantasías platerescas, combinadas con motivossarracenos; y en las tabicas los monogramas góticos de ihs xps. ó María.Piñas ó racimos estalactíticos dorados completaban la decoración.También fueron muy frecuentes los techos de azulejos llamados de«ladrillo por tabla» ocupando los espacios de las viguerías en forma decasetones. Por último, en los comienzos del siglo XVI se pintaron techosplanos al claroscuro, con dibujos de lacerías o con casetones de estiloplateresco.

Fuentes de mármoles ó revestidas de azulejos completaban laartística decoración del patio.

El interior de las salas era muy análogo; techumbres mudéjares, frisosde yeso, con cuyo material, ó estuco grabado, como se ve en la Alhambra,decoraríanse las paredes, cuando no con guadameciles, sargas ótapicerías de Arras á que llamaban paños de

«rrás,» introduciéndose enesta época el adorno de los muros con variados asuntos

«pintados alfresco ó al temple» de los cuales se han descubierto restos en la casade Pilato, y acerca de cuya decoración creemos interesante consignaralgunos datos, por su curiosidad.

En 1511 el pintor Francisco Ximénez contrató con el Veinticuatro Juan deTorres hacerle una obra, juntamente con su «escudero» (oficial) en elpatio de la casa de dicho señor, la cual sería pintada al temple «alaltura que va començando en vn cabo de portal por manera que seaconforme á ello.»

Obligábase á «echar los colores finos por esta manera, quel verde quepusiere en las fresas (¿frisos?) donde las armas vinieren e de otras quese an de repartyr sin las armas sean todas metídas de su verdecardenillo en blanco con su azeyte e barniz por manera que la primeramano sea por ynprimadura e la otra mano sea más oscura e que seansacadas sus fojas e encima dada la otra mano en tras ¿floria? decardeníllo puro de manera que todas tres manos sean dadas con su azeytee barniz ...

Iten más el maestro pintor questa obra tomase meta todo el azul que enel dicho patyo fuese menester assy en ataderos como en escudos como entodo lo que fuese menester e sy algo en el patyo oviese que le diese elagua meta de azul al fresco por manera quel agua no lo lleve e el azulque sea bueno de cabeça fina.

Iten que meta los campos de la corona de su verde de a dos manos comodho. es arriba e esto se entiende de dentro de los «golfines»[103] delas macollas e asy mismo algunos campos del cuerpo açul en los lugaresque viere el maestro ques menester echarse.

Iten ... que pinte dentro de las fresas donde oviese escudos vnos lexosbuenos e de buen arte en que vaya cielo e tierra e agua e arboles éverduras e ... otras cosas que se contienen para ellos.»

Por este documento vemos que 1511 había entrado ya de lleno el gustoitaliano en las casas sevillanas: ¿pues, á cual sino á este, pertenecenlas «armas» (escudos) rodeadas de sus «fresas,» que acaso llamarían asíá las guirnaldas circulares ó láureas, pintadas con verde cardenillo,con sus hojas del mismo color y con los ataderos de los escudos, que noeran otra cosa más que las elegantes cintas, que después de sujetar lashojas volaban sobre el fondo general con los más caprichosos giros?[104]

Sebastián de Hojeda y Alonso de Salas obligáronse á pintar en las casasde Melchor de Corníeles en 1553 lo siguiente:

«Primeramente el corredor que está á la entrada de la puerta con todo elpatio á la redonda con el portal que hace a la subida de la escalera dedos varas con corona y todo de un alizer de figuras de «romano» yhaciendo vn repartimiento de un tablero de figuras de romano[105] y otrode figuras de colores[106] muy buenas y subidas.»

Los corredores altos irían pintados conforme los bajos.

En los rincones (¿enjutas?) obligábanse á hacer unas medallas, en losarranques de los arcos altos y bajos y en los desvanes y alficares[107]de su romano bien hechas y de buena obra por dentro y fuera de losarcos.

Pintarían también seis suelos (techos) de corredores altos y bajos deartesones conforme a buena obra y subidos colores y los albedenes[108]de las salas altas y bajas

«que sean de sus albernaques[109] conforme abuena obra y que se echen sus alizares que parescan azulejos.»

Pintarían la escalera de arriba abajo como lo del patio, todo al temple,con huevo

«porque queden fixas las colores» de manera que el agua nilas pudiese dañar ó despintar.[110]

En esta obra trátase indudablemente de una decoración mudéjarplateresca.

En 1551 Francisco Martínez y Alonso Hernández hicieron en compañiacierta obra de pintura en casa de Alonso Medina, que consistió en unadança «de arcos (arquería) alta e baxa de medallas,» esto es, adornadacon cabezas ó bustos de varón y de mujer,[111] motivos frecuentísimos entodas las obras decorativas de la época.

Hiciéronse también extensivas las pinturas á los tableros de laspuertas[112]

conservándose una bellísima muestra de este género en lasde la sala llamada de

«Profundis» en el monasterio de Sta. Inés de estaciudad. Ofrecen los tableros e