Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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CHAPTER 15

CAPÍTULO XV.

La plaza de Agaña.—La iglesia.—El monte de Santa Rosa.—Laatalaya.—El reloj de Agaña.—Faro original.—Vida en Marianas.—Casas,huertas, cultivos, ríos.—Vegetación de Oriente.—El árboldel pan, y el

dug-dug

.—Cageles.—La isla de Pagan.—Riquezaperdida.—Desconocimiento del país.—Reputaciones usurpadas.—En tierrade ciegos..—Hormigas coloradas y ratas.—Los caballos y las auroras

.

A poco de pasar el viajero el pequeño puente de madera de Asang, ydejar á su espalda la tajada roca, por cuyo granítico plano viertenlos vecinos montes cristalinas aguas, que la previsión del naturaldetiene en tanques de piedra, se divisan las primeras casas de laciudad de Agaña, presentando su entrada una espaciosa calle formadaen su mayoría de pequeños edificios de tabla y teja, entre los cualessobresalen algunos de piedra y otros de cogon y palma.

El conjunto de la ciudad que se encuentra enclavada entre los arrecifesde la playa, y el extenso monte de verdura que corre de Norte á Sur,á cuya falda termina la línea de construcción es limpio y alegre.

Siguiendo la igual y espaciosa calle que tiene por continuidad elcamino del puerto, se llega á la plaza, en la cual, y tomando á laderecha se encuentran en línea, la casa-administración, el presidio,el llamado palacio, ó sea morada del Gobernador, el parque y losalmacenes de la plaza; todos estos edificios son espaciosos y desólidos materiales. La banda de la izquierda la componen pequeñascasas y edificios en construcción, que según supimos se destinan paraTribunal y Escuela.

El frente de la plaza, siguiendo la dirección que hemos tomado,lo ocupa en primer término la iglesia, el cementerio y la casaparroquial; cerrando el perímetro, el Colegio de San Juan de Letrán,con las escuelas y dependencias.

La plaza de Agaña, compendia la vida de Marianas; el dolor tienesu morada, como lo tiene el poder, la religión y el saber. Allí, lacruz que se alza entre la revuelta maleza que crece en el misteriosomundo de los muertos, recuerda la memoria de pasadas generaciones;las sombrías rejas del presidio, señalan en sus dobles hierros,la satisfacción que da á la tranquilidad individual, la públicavindicta; la campana que á la oración de la tarde, pesadamente doblasus bronceados ecos, indica en la religión, el más allá que enseñael santo suelo sobre el que se eleva el pardusco torreón, á cuyoscimientos se aquilata la pequeñez de la vida, en la amarga verdad deuna tumba que carcome el tiempo, y una cruz que pudren las aguas,únicos y miserables girones de los recuerdos, que cual el sér quecubrieron, bien pronto pasarán al polvo y al olvido.

La iglesia que está contigua al cementerio, es tan modesta como pocoespaciosa, la compone tres pequeñas naves, el coro y una tribunacerrada de reciente construcción. Lo que constituye la dotacióndel culto externo, mas que pobre, es escaso; la ornamentación eschurrigueresca, y el busto estatuario, tanto en líneas, como enexpresión y detalles, es detestable.

Contigua á la iglesia, y comunicando con el altar mayor, está lasacristía, en la cual hay un retrato del Padre San Vítores, y otrodel lego Bustillos.

Como edificios, no recordamos ningún otro de los enunciados, quemerezca la pena de ser citado, pues si bien hay en el cerro de SantaRosa, y en la entrada del canal, pequeños fuertes, estos, ni por sufábrica, ni por las máquinas que resguardan tienen nada de particular,á no ser el pintoresco y bellísimo paisaje que desde ellos se domina.

En lo que se llama la Atalaya,

vigilan

cuatro hombres de la dotaciónel desierto mar, al par que son los encargados de comunicar al pueblola hora en que vive.

La falta de máquinas supliendo la abundancia de brazos.

El

engranaje

del reloj de Agaña lo constituye un complicadísimoservicio, y una vigilancia á prueba de segundos

.

Analicemos la máquina.

El Gobernador de Marianas tiene, es decir, es de presumir tenga reloj,pues si no lo tuviera no hay caso, en la época que estuvimos allílo había porque lo tenía: dicho reloj daba sus campanadas regulares,llegando difícilmente al oído de un centinela que perennemente estábajo el bronce de la esquila, para que otro

minutero

viviente, queincesantemente escucha desde la Atalaya, diga al pueblo de Agaña en elbronce de una campana, mayor que la que le da el aviso.

Caballeros,

según me acaba de decir mi compañero de

abajo

, son las ocho en elreloj del Gobernador.

Excusamos manifestar los conflictos que pueden originar el día enque el ama de llaves

, deje de usar la destinada á la

alimentación

del reloj

municipal

.

El Gobierno, no solamente

da

la hora, sino que también la direccióná las bancas y botes.

Y aquí necesitamos dar otra explicación.

Una tarde en que paseaba con mi buen amigo el Padre Ibáñez, pordelante de la línea de verdura que se extiende desde el colegioá la administración, observé que el Padre, siempre que pasábamosfrente al Gobierno, miraba con detención el hueco del balcón quemedia el edificio. En una de las vueltas, la impaciencia fué mayor;se paró, y enfadado hasta donde se puede enfadar el buen Padre,exclamó:—

¡Caramba con D. Luís, que se empeña en no encender elfaro!—Gracias á Dios—exclamé,—que ya he oído algo que correspondaal pomposo título de ciudad que lleva Agaña;—mas al observar quepor ningún lado veía torre ni torreón, no pude menos de interrogar alPadre, á fin de que me mostrara dónde estaba situado el aparato.—Elaparato—me replicó con tono amargo mi compañero de paseo,—queno es ninguna vulgaridad, está allí;—y me señaló el hueco de laventana.—No veo nada,—repliqué.—Pues porque no ve V. nada, es porlo que dije que D. Luís no encendía el faro, y el faro, hijo mío,no es más ni menos que un farol que se cuelga en aquella ventana,que como V. ve corresponde con el puerto.

El cigarro que fumaba se me cayó de la mano, y yo no sé cómo no mecaí de espaldas. ¡Un faro de cuatro

tinsines

que

viven muriendo

tras las telarañas que adornan los vidrios de un farol!

Lo del faro de Agaña y lo del reloj es preciso ponerse serio para quelo crean; pero qué quieren ustedes, la verdad nunca puede ser más queuna, y aunque las verdades respecto á Marianas, las que se saben loson de seis á seis meses en Manila y en Madrid quizás nunca, de aquíla incredulidad que á nuestros lectores despertarán nuestras líneas.

Sigamos describiendo la isla de Guajan.

La población de Agaña ya hemos dicho es espaciosa y limpia; elestar enclavada en terreno arenisco y gozar de las vertientes delmonte á cuya falda se asienta, constituyen una de las condicionesque determinan el aseo que en ella predomina; el monte suministraen las aguas que vierte cantidad bastante para ahogar el polvo, nooriginando sucios charcos el suelo por su esencia arenisca al parque la compacta superficie que lo forma.

En uno de los extremos de la ciudad, pasado el Colegio, hay unosterrenos pantanosos llamados Cienaga,

de donde nace un pequeñoarroyo que serpentea por la misma playa y del cual se sirven losnaturales.

Sobre este arroyo hay un sólido puente de piedra que poneen comunicación la playa con el pueblo.

Todas las casas de este tienenentre sí una proporcional separación dividida por empalizadas de caña.

Estas empalizadas resguardan árboles arbustos y malezas, y en algunasque el dueño es cuidadoso se ven verdaderos huertos, en que al ladodel rústico cenador crece la parra, á cuyo tronco trepan los tallosde las sandías con las que se mezclan las doradas hojas de la piñay las mazorcas del maíz.

La horticultura, tanto en Marianas como en todo el Archipiélagofilipino, podría ser mucho más completa de lo que es. Una buenainteligencia combinada con un suelo virgen y una atmósfera impregnadaperiódicamente y por horas de humedad y calor, no es posible dejarade encontrar en raros productos verdaderas fuentes de riqueza.

En pequeño hemos tenido ocasión de ver más de una vez realizada laverdad que las anteriores líneas encierran, contemplando algunoscuadros convenientemente abonados y preparados, dar resultado granvariedad de semillas de Europa; es verdad que para esto se necesitacuidado y conocimiento; pues es probado que la primera semilla es laque fructifica con todos los caracteres que distinguen sus frutos,los cuales desmerecen visiblemente á medida que las semillas son defrutos ya criados en el país. La sucesión de cosechas y el uso de sussemillas si no se reemplazan, concluyen por matar el producto nativo,sustituyéndolo por otro que ni en sabor, formas, ni dimensiones sele asemeja.

En los cercos de Agaña y en los pueblos limítrofes, como en susbarrios de Anigua, Asang y Tepungang, hemos visto cultivarse algunashortalizas con buenos resultados. El éxito de la fructificación,sobre todo en pequeñas plantas, es debido sin duda alguna á lasmagníficas condiciones de su cielo, combinadas con la manera de serde su suelo. Las alturas de la isla de Guajan, por su aislamientoen medio del Océano, son un punto de atracción al cual afluyen lasnubes vertiendo sus aguas los frecuentes chubascos que se forman enaquellas latitudes. La constante al par que pasajera caída de aguas,mezclada con la fuerza de calórico, originan en el suelo un flujo yreflujo de absorciones y emanaciones acuosas, altamente convenientespara la semilla y el tallo. La latente humedad que originan lasintermitencias de calórico y agua es sumamente sensible dando lasobservaciones higrométricas un resultado apenas concebible; humedad queparece imposible no quebrante la salud, lo que se explica únicamenterecordando las brisas que refrescan la isla de playa á playa y quemoderan la percepción del calórico que marcan los termómetros. Lacolumna del centígrado fluctúa entre los 14 á los 33°, siendo laordinaria situación la de 22 á 28.

La frecuente caída de aguas tienen en curso una porción de riachuelosque salpican la isla, sobre todo en su parte Sur, que es la másbaja. Pueden citarse entre aquellos por la bondad de las aguas queencauzan en un lecho de menuda arena, los nombrados Asang, Margüe,Mazo, Agat, Finili, Talasfac, Bili, Paparguan, Dandan y otros muchos,sobresaliendo entre todos, tanto por la cantidad de agua como por suspermanentes corrientes, los nombrados Tarafofo, Ilic y Pago, los cualesy principalmente el primero merece el nombre de río, pues los demás,atendiendo á su nacimiento y al caudal de sus corrientes, más que ríosson verdaderas vertientes de las cordilleras que accidentan la isla.

De las muchas corrientes de aguas dulces filtradas por las masas decaliza, arena y piedra pomez, elementos que con la greda constituyenel componente del suelo de Guajan, se proveen las necesidades desus habitantes, los cuales se precaven de las sequías con pozos deestanque, á los cuales se baja por rampas ó escaleras abiertas en lamisma materia caliza que forma la base de la isla, según se ve á lospocos golpes de piqueta.

Las hojas que constantemente caen de los árboles forman al mezclarsecon la arcilla y la greda el humus

, excelente abono, semejante ensus fuertes materias fructificantes al guano

de ciertas regionesamericanas.

Todo cuanto digamos de la vegetación intertropical será pálido, espreciso verla para comprender su belleza en todo su valor; apropósitode esto, recordaremos lo que ha tiempo decíamos á un amigo querido dela Península. En la vegetación de estas regiones, decíamos, es dondese verifica la alegoría pagana del terrible castigo de Prometeo, ómejor dicho, donde se admira la magnífica realización de la mitológicafuente Canatos, donde Juno recobraba la virginidad; aquí, añadíamos,la hoja del árbol no cae seca y marchita; aquí se rinde por el tiempo,mas no por falta de lozanía, dejando en su caída, no un tallo secoy mustio, sino una hermosa gemela, heredera de su juventud, de susbrillantes colores, de su pureza y de su jugo.

Esta es la vegetación en el Oriente.

Las masas de hojas que incesantemente arremolinan á su pie ladiversidad de árboles, plantas y arbustos, forman en muchos parajes dela isla gran abundancia de humus

que se aprovecha convenientemente,por más que se preste á una explotación más viva y positiva que laque se le da en la actualidad.

Sin embargo de las excelencias de la vegetación de Marianas, es denotar la escasez de árboles de grandes proporciones, pudiéndose citarcomo los únicos susceptibles de dar regulares piezas, el ifil

y el

palo-maría,

figurando en segunda escala el

yoga

el

yagunlago,

el

fago

, el

chopag,

el

puting

, el

pengua

, el

balinago

y algunos otros, los cuales producen resinas, materias colorantes,cuerdas, aceites, tejidos y hasta mortíferos jugos, que emplean loscarolinos para envenenar sus armas.

Los verdaderos árboles de importancia positiva en el día, son la rima

y el

dug-dug;

ambos son de grandes dimensiones, criándose conuna prodigalidad y abundancia asombrosa; no requieren gran cuidado,elevándose lo mismo en las grietas de la peña que en los abonadoscampos del llano.

La fruta de la rima se asemeja al melón, es sana, nutritiva,agradable al paladar y susceptible de larga conservación con solococerla y guardarla en lugar seco. A la rima se la conoce con elnombre del árbol del pan,

y no se puede dar un calificativo másadecuado y preciso. El fruto del dug-dug es un variante del de larima, diferenciándose en el tamaño, que es más chico, y en el sabor,en que sobresale el mucho dulce que contienen sus jugos, razón porla que, y por tener la rima materias farináceas mucho más nutritivasque las de aquel, la hacen preferible. Ambos árboles suministran ensus troncos piezas para toda clase de construcciones.

Para completar los productos del suelo, no podemos menos de recordarla variedad de cageles, de los cuales los hay de unas proporcionesexorbitantes, siendo dignos de citarse asimismo los algodoneros. Deestos últimos se va generalizando su plantación: hemos visto muestrasde algodones de Guajan y nos han parecido inmejorables. En la fecha enque escribimos, se espera el resultado de una pequeña exportación deaquel artículo que como prueba se remitió á Barcelona y al Japón. Segúndatos que hemos podido reunir de colonos del país, pasan de millóny medio de troncos los que hoy existen de algodón, procedentes en sugeneralidad de semillas importadas de las islas Sandwich; notándose enla plantación de este artículo un aumento notable, puesto que según losestados de la riqueza agrícola de Marianas, hechos el año 1843, porsu Gobernador D. Gregorio Santa María, solo había unos 60.000 troncos.

Maíz,

palay, mongos

, añil, plátanos, piñas,

sibucao

, abacá,tabaco, resinas, materias colorantes y caña dulce, completan elcuadro de la riqueza de aquellas islas, riqueza que como ya hemosdicho, ni tiene estímulo en su fomento ni en su cultivo, por lucharcon los inconvenientes de la distancia, la falta de transacciones yla casi nula exportación, por causa de lo caro del flete y escasezde comunicaciones.

El suelo de Guajan mineralógicamente considerado, presenta poquísimaimportancia: sin embargo, algunos pozos se han abierto ante lapresencia de capas carboníferas de mineral bastante bueno. Laexplotación minera, aunque desde luego podemos asegurar, sin temorde equivocarnos, teniendo en cuenta la constitución de su suelo quesería casi nula, está circunscrita como todo lo que se refiere áMarianas á ligerísimos ensayos.

Entre la diversidad de animales que se crían en las islas, figura enprimer término el venado; el número que de estos se matan al cabo delaño, es verdaderamente fabuloso; su carne se aprovecha no solamente enfresco, sino que también, en preparadas salazones, llamadas tapas

,de las que se hace mucho consumo.

La vaca, el carabao, la cabra, el jabalí de monte, el casero yel llamado mantequero, abundan bastante en aquellas regiones;habiendo asimismo jabalíes y venados en grandísimo número, en lasislas del Norte, principalmente en Agrigan y Saipan, en donde secomprende perfectamente su fomento, teniendo en cuenta lo escaso de lapersecución, y los millones de cocos que la falta de beneficio dejaen abandono, cayendo de la palma al empuje de otra cosecha, que á suvez caerá como la primera en fuerza de la madurez ó de los fuertesvientos, para servir de alimento á los animales ó para pudrirse conel tiempo y las aguas.

La isla de Pagan creemos podría sujetarse á una productivaespeculación, pues son tantísimos los cocales sin beneficio que secrían, que toda la isla es un bosque de aquella palma.

Dicha isla está deshabitada, como todas las demás que se extiendenhasta el peñón de las Urracas, y no nos extraña dejen de aprovecharselas magníficas salazones que podrían sacarse de los venados y jabalíesde Saipan, como las miles de pipas de aceite que podrían cosecharseen la de Pagan y el sinnúmero de limones que suministran los bosquesde Tinian, puesto que, habrá muy poquísimos mortales

que conozcan,no los nombres de aquellas islas, sino siquiera el que existan losexpresados centros de riqueza.

Las islas Marianas han sido muy poco visitadas; tanto es así, queun individuo de los más conocedores del Archipiélago, no ha muchonos aseguraba con gran formalidad, que las formaban tres pequeñosislotes.

Cuando dicho individuo que se cree una eminencia, y quelleva en el país veinte años, no conoce ni aun el nombre de una deaquellas islas, los demás no están en el caso de saber que hay limonesen Tinian, cocos en Pagan, y venados en Saipan.

Cuando hacemos ciertas reflexiones y consideramos algunas eminencias

, no podemos menos de recordar una célebre frase deun chispeante escritor: decía este, refiriéndose á un amigo suyo,que el mejor negocio que podía hacerse, sería comprarlo por lo quevalía, y luego venderlo por lo que él se creía valer; á ser posiblesemejante transacción mercantil, la pondríamos en planta en Filipinas,en donde mejor que en parte alguna se habían de encontrar productivas facturas

.

Sirva de modelo y aunque de

escaleras abajo,

la siguiente anécdota:

No há muchas noches que mi espíritu observador me llevó á la puertade un establecimiento de refrescos; tomé asiento, y no bien habíasaboreado los primeros sorbos de una limonada, escuché el siguientediálogo que salía de un grupo próximo adonde yo estaba.

—Vamos, D. Juan, ¿cómo van esos ensayos?

—Así, así; quise hacer el

Sí de las niñas,

pero razones especialesme lo han impedido; después he principiado los ensayos del Don Simón

y otras zarzuelitas, para las cuales tengo

encargada

una caviteñaque da la hora.

—Sí, ¿eh? con que una caviteña, dijo uno, y ¿quién es? replicó otro,y por supuesto, que será maestra, añadió un tercero.

—Ya lo creo, dijo el D. Juan ahuecando la voz y haciendo un gestomuy pronunciado, como que gasta botitas, canta villancicos y sabealgún que otro

cundiman

; verdad es que no es bonita, que no tieneaccionado, que no sé si ha trabajado en toda su vida, y que habla muyincorrectamente el español; pero ¡qué demonio! tengo dama

, y sobretodo, caballeros, no me

lleva

como la que se ha ido,

cincuenta

pesos por función, contentándose solo con

veinticinco

.

No quise oir más, dí una moneda y ni aun esperé elcambio, ¡¡¡Veinticinco pesos por gastar botitas y no hablarespañol!!! ¡¡¡Veinticinco pesos por noche!!! Lo que no ganaba ese grangenio de la escena, esa colosal figura de las tablas, esa encarnacióndel pensamiento de Shakespeare y Ventura de la Vega, joya del arte quecon su muerte se llevó á la tumba el

Sullivan

y

El hombre de mundo,

obras que jamás volverán á interpretarse cual lo hacía Julián Romea.

A la turquesa á que se adaptan las anteriores reflexiones, serelacionan la generalidad de las vivientes hechuras

que andan poresas calles de Dios respirando ciencia y saber.

La pícara afición á las digresiones, más de una vez nos lleva fuerade Marianas, bien es cierto que aquellas islas son parte integrantede Filipinas y escribimos á la sombra de las conchas de su capital.

Volvamos á las Marianas.

El suelo de Guajan en relación con el mundo animal, tiene una verdaderaespecialidad digna de llamar la atención, cual es no ser conocidaninguna clase de culebras; esto da al natural una gran seguridad enla vida de campo, como asimismo hace innecesarias en los que recorrenlas islas ciertas precauciones propias de los países en que se críanaquellos reptiles. La hormiga colorada y las ratas, en cambio son muyabundantes, siendo verdaderos enemigos de los productos del suelo;á pesar de esto no se crean las extravagancias y exageraciones querespecto á las ratas de Marianas se cuentan, pues la abundancia á quealudimos podrá ser un mal, mas no una calamidad de las proporcionesdadas por algunos.

Aquí hemos de hacer una pequeña parada, pues en lo de las ratassucede lo mismo que con otras muchas cosas de aquellas islas. Anuestra salida para Marianas, gran número de amigos y algunos queno lo son, pues en eso de encargar no hay peligro, por más que unose reserve la filosofía del tú pitarás

del cuento, me pidieron lestrajera caballos y

auroras

; llegue á Guajan, y francamente, creíaque los caballos andarían precio de ramal

y las auroras á costede paseo, pero … ¡que si quieres! en toda la isla había solamentedos caballos de los que pedían, y estos traídos á alto precio deAmérica; en cuanto á auroras me dijeron que si esperaba al mes deJulio, es posible, aunque no respondían, que por unos doscientospesos se podría comprar algún par.

Esto me decían en Marianas; en cambio en Manila se cree todo locontrario, no solamente respecto á la adquisición de esos bonitosejemplares de la conchología, llamados en el lenguaje vulgar por sucolor rosado, auroras [4] sino que también refiriéndose á un sinnúmerode costumbres, cosas y objetos que luego resultan completamenteinexactas.

CAPÍTULO XVI.

Reducción de vecindario en las Marianas.—Islas habitadas.—Rota.—Supoblación.—Promesa religiosa.—

Comercio y agricultura.—Antiguasinvernadas.

Entre los que no conocen las islas Marianas corren una porción deversiones, que si en otro tiempo fueron apreciables, hoy no lo sonbajo ningún aspecto, ni material, ni moral, ni político.

Nosotros, que sin descanso hemos recorrido el pequeño territorioque comprende la isla de Guajan, única que hoy tiene alguna vida,por más que esta sea bien raquítica y efímera; nosotros, que hemoscontemplado lo mismo las escasas ondas del Asang, que los panoramasque se desarrollan desde las mesetas de Santa Agueda; nosotros,que los recuerdos de las islas no son tan intensos que nos empujen,ni á la parcialidad exagerando lo que no hay, ni vituperando lo queexiste; nosotros, en fin, que la única norma que guía nuestra plumaes la absoluta verdad, vamos á emitir nuestra opinión, opinión queno es hija del capricho, sino legítima conclusión de muchas horasde estudio interrogando cartas, libros y manuscritos. La opiniónnuestra, por lo tanto, no es el más ó menos juicioso raciocinio dela apreciación, sino la síntesis de la historia de aquellas regiones.

Al establecimiento de la primera misión nos encontramos conuna población que hacen subir á 100.000

almas; hoy, según losúltimos datos estadísticos que tenemos á la vista tanto civilescomo eclesiásticos, dan el siguiente resultado: Islas habitadas,Guajan, la cual tiene 5.914 almas; Rota, con 352, y Saipan, con 872;advirtiendo, que los habitantes de Rota están haciendo gestiones paratrasladarse á Guajan, y los de Saipan en su mayoría son carolinos quelos azares de sus guerras y la penuria y miseria los han arrojado desus islas. Saipan quedará deshabitada tan luego puedan regresar loscarolinos al suelo nativo.

Como dato curioso, que habla muy alto acerca de la pobreza en queestán sumidos los pocos habitantes de Rota, viniendo á explicar elpor qué proyectan, como por último sucederá, el ir á Guajan, podemoscitar el siguiente. En el siglo pasado, fué la isla de Rota testigode una grandísima calamidad, que sumió á todos los habitantes en unaprofunda consternación. En los libros canónicos de la isla de Rota ygarantida por la firma de un virtuoso recoleto, se registra un acta enque se consigna que sobre la isla se desarrolló un horroroso fenómenomarítimo. Los efectos de este fenómeno duraron mucho tiempo, ofreciendodurante el peligro los habitantes de Rota, que constantemente habían dealumbrar á la Virgen cinco luces, promesa que religiosa y puntualmentese ha venido cumpliendo hasta estos últimos años, en que la furia deun tifón redujo á escombros casi todos los edificios, sumiendo en talmiseria á sus habitantes que ni aun la promesa se cumple en el día,viviendo aquellos en su generalidad, gracias á la prodigalidad de unsuelo en que se crían árboles como el del pan

y raíces farináceasde gran alimento.

La pobreza y aislamiento en que se encuentran Saipan y Rota, seráncausa de que en época no muy remota, se unan sus habitantes con losde la capital.

Apenas se concibe cómo islas que contaban 100.000 almas, hayan venidodecreciendo hasta hoy, que en un todo, dan el resultado de 7.138.

Respecto á la riqueza de su suelo, ya hemos visto es fértil cual loes en su generalidad todo aquel que se encuentra situado en zonasintertropicales; mas la riqueza del suelo de Marianas so pena de unatransformación radical, imposible de llevar á cabo sin cuantiososcaudales, no es productivo, puesto que atendida la situación de lasislas y las distancias que las separan de continentes comerciales,el rendimiento del producto no compensa el gravamen que le impone elgasto de transporte, aparte de las eventualidades de carga y descargay las consiguientes averías que traen en pos de sí la generalidadde los productos agrícolas; buen ejemplo de esto tenemos en laactualidad, en que una sociedad fomentadora del suelo se constituyóen Agaña, con cuantos elementos son precisos para el desarrollo deuna idea mercantil; en ella contaban con dinero, protección, brazos,herramientas, y un suelo virgen como palenque de sus trabajos. Lasacciones á precio de 500 pesos se tomaron, la sociedad principióá funcionar y á pesar de la abundancia del producto terruño, elproducto metálico en los balances de inspección debió ser negativo,pues á ciencia cierta sabemos solo se han repartido dividendospasivos entre los accionistas, llegando el desaliento en estos,hasta el punto que hoy no tienen precio las acciones por falta decotización y por consiguiente de demanda.

Se nos dirá. El suelo es susceptible de dar inmejorablesproductos. Bien, es cierto, pero no lo es menos, que más cerca,en donde existen comunicaciones y adonde por lo tanto, tan luego sepresentara el producto se establecerían transacciones, y en donde laoferta se uniría á la demanda, se ven dilatados terrenos incultos,con los mismos gérmenes de riqueza y de las mismas condicionesproductoras que los de Marianas.

El que viene de esas mismas islas y entra en el Estrecho de SanBernardino, verá desde la pequeña peña que le da nombre, hasta elfondeadero de Manila, extensas y dilatadas islas que tienen un suelotan fértil como el de Marianas y por consiguiente de preferenteatención, puesto que la riqueza agrícola es igual y el productolíquido por razón de situación, y siguiendo la co

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