Viajes por España by Pedro Antonio de Alarcón - HTML preview

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Dibujó la obra y construyó la parte principal de ella el célebre JuanGil de Ontañón.

Por dentro, la Catedral es esbelta y elegante, aunque el coro estorbamucho para enfilar sus naves con la vista.—En cuanto á las pinturas,sepulcros, verjas y otros preciosos pormenores que la adornan, suenumeración sería interminable. Sólo llamaré la atención hacia los cuadros del pintor salmantino Fernando Gallegos, que es laespecialidad pictórica

de

esta

ciudad,

y

recomendaré

muy

especialmenteque se visite, en la capilla del Carmen, no por su mérito artístico,sino por devoción histórica, el Sepulcro del Obispo Visquio (de quienhablaré muy luego), y que se procure ver El Cristo de las batallas,que este Prelado llevaba en la guerra, y El Cristo chico del Cid,venerandos objetos que no se contemplan sin grande emoción.

*

* *

Pero ¿qué es la Catedral Nueva comparada con la Catedral Vieja?

Entre las notas y apuntaciones que llevábamos de Madrid, había una decierto distinguido académico de Bellas Artes, que decíaasí:—«Recomiendo á ustedes en Salamanca la Catedral Vieja (bizantinade veras, y no de pega), con su soberbio retablo cinquecento, de uncierto Nicolás Florentino, de quien no tuvo noticias Ceán Bermúdez; consus magníficos sepulcros del mismo siglo, de escultura pintada, y conpreciosas tablas de Fernando Gallegos en el claustro.»

Razón tenía el académico. No bien fijamos los ojos en la CatedralVieja, los cuatro expedicionarios convinimos en que ella, la portada dela Universidad y la Casa de las Conchas eran lo mejor que hastaentonces habíamos visto en Salamanca, y que cualquiera de estosmonumentos valía todas las molestias del viaje.—Por lo demás, en partealguna habíamos encontrado un ejemplar tan puro y tan bien conservado dearquitectura bizantina como el exterior de aquella vetusta Catedral.....

Pero procedamos con orden, y digamos primero algo de su grande historia.

En 1098, el conde francés D. Ramón de Borgoña, casado con nuestrareina D.ª Urraca, y el Obispo, también francés, D. Jerónimo Visquio,procedente del Monasterio de Cluny (muy amigo del Cid, por más señas, yde su confesor el Arzobispo D. Bernardo), trajeron artistas de Italia yFrancia y emprendieron la construcción de este templo, cimiento y basede la grandeza monumental de Salamanca.

(¡Bien hubieran podido los franceses de 1808 haberse acordado de esto,y no destruir, como destruyeron, en la ciudad del Tormes multitud deobras de arte!) Según las noticias que he podido reunir, entre dichos artistas figurabanel navarro Alvar García, el francés Casandro Romano y el italiano Florínde Pontuerga; mas no se sabe á punto fijo quiénes continuaron la obra,aunque se conjetura que serían también extranjeros de la escuela deCluny, pues el arte no llegó por entonces en España al grado de madurezque denota la Catedral Vieja.

La construcción duró un siglo.—Hoy sólo queda parte de ella..... Elresto se destruyó para edificar la Catedral Nueva (!); pero dichaparte hace formar completo juicio de todo lo que allí hubo.

El exterior tiene algo de fortaleza; y, en efecto, á esta Catedral sedió el nombre de la Fuerte. Las bóvedas, cubiertas por fuera deescamas; los muros, coronados de almenas, y los cubos de sus ángulos,revestidos con capacetes escamados también, hicieron decir que parecíaun guerrero armado de todas armas. Su agudo cimborio es el yelmo, y elgallo de la veleta le sirve de cimera y de penacho.

En el interior de tan ruda fábrica hállanse todas las delicadezas delsentimiento. (Lo mismo acontecía con los férreos paladines de aquellaedad).—Allí hay sepulcros finísimos góticos, llenos de exquisitaslabores; allí místicas pinturas del Renacimiento, ó sea de cuando elRenacimiento no era todavía pagano; allí santos sobre los capiteles;allí preciosos trípticos; allí un claustro digno de la ciudad de Pisa.Allí se ve también el retablo de Nicolás Florentino que nos recomendó elacadémico, con treinta y tantos cuadros de la Vida de Jesús (y sufecha de 1442). Y allí, por último, sobre el dicho retablo, en el cascarón de la bóveda, hay un Juicio

final,

verdaderamente

dantesco,que

parece

concebido por Giotto. ¡Aquel grupo de resucitados blancos quesube hacia la diestra del Dios Padre, y aquel otro grupo deresucitados negros que marcha lúgubremente por la siniestra, soninteresantes y bellos hasta lo sumo para los que en el arte buscamosalgo más que forma ó postura académica y realidad anatómica!

De lo dicho se infiere que la Catedral Vieja (tan genuinamentebizantina por fuera, como se nos había dicho) tiene por dentro muchosperfiles góticos: y ahora añado que esto no ocurre sólo en susaccesorios postizos, sino también en la estructura misma de miembrosprincipalísimos de su fábrica. Por todas partes apunta allí lo ojival yhasta lo latino

del

Renacimiento.

Vense

además

pilastras

cuadradas, románicas y no bizantinas, mezcladas con columnas, formando gruposhíbridos sobre basas redondas y sosteniendo indistintamente arcos úojivas, lo cual me pareció muy expresivo y simbólico, dado que trajo ámi imaginación aquellos siglos de la Iglesia en que el Oriente y elOccidente estaban del propio modo confundidos en el sentimientocristiano.

Entre los notabilísimos sepulcros que guarda todavía la partesubsistente de la Catedral, no figuran ni el de D.

Ramón de Borgoña niel del Obispo Visquio.—El de éste se trasladó á la Catedral Nueva,según ya dije, con otras muchas

curiosidades

ó

maravillas

de

la

Vieja.(Afortunadamente, una Catedral linda con la otra y se hallan encomunicación.)—El sepulcro del esposo de D.ª

Urraca no estuvo nunca enSalamanca, sino meramente un cenotafio. Sus cenizas descansan en laCatedral de Santiago de Galicia.

En cambio, otros muchos muertos ilustres duermen el sueño eterno en elantiquísimo templo salmantino, donde se ven tendidas sobre magníficastumbas sus calladas estatuas, ora dentro de hornacinas labradas en elespesor de los muros, ora en medio de suntuosas capillas.—Y ¡cosa rara!entre las más humildes lápidas hallamos la de una Princesa Mandalfa óMafalda, hija de Alonso VIII, más célebre como muerta que como viva, ósea más famosa como estatua que como mujer, á lo menos para mí, que nisiquiera recordaba haber leído antes su dudoso nombre.....—Hoy, empero,he vuelto á registrar la Historia, y sé ya, y no olvidaré nunca, lomismo que dice el epitafio; esto es: que la tal Princesa murió « porcasar», ó, hablando menos equívocamente, soltera.

Mucho más que este sepulcro me interesó otro que vimos en la Capilla delos Anayas ó de San Bartolomé.—Duermen juntos sobre él un caballeroy su esposa. Él viste de guerrero, con cierto elegantísimo tocadomorisco, la armadura ricamente labrada, el casco á los pies y la espadaen la mano. Ella está amortajada de beata, con muy rizada toca en lacabeza, y calzada con unos raros zapatos altos, de aristocráticahechura. El rostro del caballero es noble y adusto, y el de ella plácidoy hermoso como el amor en paz. Llaman también la atención por sudelicadeza las manos de la dama, y, por sus exquisitas labores, lalujosa almohada en que reposa la cabeza del marido. La almohada de ellaes más severa y humilde, cual correspondía á su piadosa mortaja.

Carece de epitafio este sepulcro; pero los empeñados en saberlo todoconjeturan que aquellos personajes deben de ser un D. Gabriel de Anaya,que murió en América, y su mujer D.ª Ana, que finó sus días en unconvento.

Yo no digo que sí ni que no[10]. Lo único que puedo asegurar es que—nosé por qué..... (sin duda porque mi ánimo se hallase dispuesto aquellamañana á la melancolía)—estuve

largo

tiempo

contemplando

aquelmatrimonio yacente, aquellos cónyuges de piedra, aquellos muertosinmortales, y sentí en mi corazón congojas de lástima, tumultos demiedo y palpitaciones de envidia, todo ello junto y confundido, noobstante lo contradictorio de tales emociones.—¡Hay que ver aqueltálamo! ¡Hay que verlo, y hay que pensar, con los ojos fijos en aquellasmudas y al parecer insensibles estatuas, en que es imposible que ningunade ellas haya pasado siglos y siglos sin darse cuenta de que la otraduerme á su lado!—¡En alguna parte estarán las almas de los que fueronconsortes, y desde dondequiera que estén, irán á dar vida y conciencia áaquellos mármoles para que se complazcan en su perdurable unión!—¡Puesqué! ¿Ha de ser más constante una ficción de piedra que la fe conyugalque simboliza? ¿Ha de ignorar el espíritu lo que está repitiendo á todashoras la materia? ¿Ha de poder una escultura más que un alma? ¿Ha desuperar el Arte á la Naturaleza? ¿Ha de vivir la mentira más que larealidad?—¡Oh desventura! ¡Seguir juntos después de haberse amadotanto, seguir juntos, y no saberlo!.....—¡No puede ser! ¡No puede ser!

. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .

. .. . . . . . . . . . . . . . . . .

La Catedral Vieja es la abuela de Salamanca, como la Universidad es sumadre. Digo más: la Catedral Vieja es la venerable ejecutoria, el arcasanta de tantísimos timbres y blasones..... Su antiguo Claustro, queinfunde profundísima reverencia, fué cuna de los estudios salmantinos.Allí se ve la célebre Capilla de Santa Bárbara, donde, hasta hace cosade cuarenta ó cincuenta años, se conferían los Grados Mayores. Allí estála Capilla del Doctor Talavera, donde se conserva, como en Toledo, elRito mozárabe, y se guarda la pila en que fué bautizado Alfonso XI.Allí está la Capilla del Canto, donde se celebraron Concilios, y lahistórica Sala en que se reunieron Cortes, y el aposento en que quinceObispos

juzgaron

y

absolvieron

á

los

poderososTemplarios.....—¡Paréceme que no puede ser más gloriosa la historia dela insigne Abuela!

En aquel mismo Claustro hay centenares de sepulcros de canónigos, oraempotrados en las paredes, ora embutidos en el suelo, ora formando lasjambas de las puertas, ora colgados cerca de las altas bóvedas.—¡Sonlos Cabildos que han precedido al actual desde el siglo XII inclusive!Es decir, son dos mil Canónigos muertos, cuyo volumen ha ido achicandoel tiempo gradualmente, para que nunca falte allí acomodo á un cadávermás..... de un Canónigo menos.

También hay en el Claustro pinturas muy notables en tabla, debidas lasmejores de ellas á Fernando Gallegos.—

En las cuatro mencionadas Capillas vense asimismo excelentes cuadros y magníficos sepulcros. Elmás suntuoso entre éstos es el que, en la Capilla de Santa Bárbara,ocupa el célebre Obispo D. JUAN LUCERO, aquel que tanto sonó en lasdisensiones matrimoniales de D. Pedro el Cruel, por haber autorizadoel repudio de doña Blanca de Borbón y casado al Monarca con D.ª Juana deCastro. El sepulcro se alza en medio de la capilla, es de mármol blanco,y sirve de lecho á una buena estatua del Obispo, revestido depontifical. Compite en grandeza con este monumento fúnebre el sepulcrode D. DIEGO DE ANAYA, Arzobispo que fué de Sevilla y fundador de lacapilla ó pequeña iglesia de los Anayas, que ya hemos mencionado, y delgran Colegio de San Bartolomé.—Su Excelencia duerme en una camaimperial de mármol blanco, sostenida en los lomos de ocho leones, yadornada de primorosas esculturas. La verja de hierro que hay alrededordel mausoleo vale cuanto pudiera pesar y valer siendo de plata.

Pero no acabaría nunca si hubiese de describir minuciosamente todo loque acude á mi memoria.—Doy, pues, aquí punto, recomendando vivamente ácuantos vayan á Salamanca aquel Panteón, aquel Museo, aquel Libro deHistoria que se llama la Catedral Vieja.

*

* *

Fuera ya de ambas Catedrales, las contemplamos todavía largo tiempo y ácierta distancia, admirando el grandioso golpe de vista que ofrecenjuntas y como en anfiteatro sobre la colina en que se asientan. Pareceaquello una montaña arquitectónica, como las labradas por los indios delHimalaya.—Al propio tiempo veíamos en otros lados y en vasto panoramael enorme Colegio de San Bartolomé (hoy Gobierno civil), con sugigantesco pórtico greco-romano; la suntuosa Iglesia de Santo Domingo,dominando gallardamente otra colina y reflejando la luz del sol en sucúpula cuadrada y roja; la cúpula y las torres de los Jesuítas; lagran mole de la Universidad, y otros colosales edificios depiedra.—¡Era un cuadro verdaderamente cesáreo, de olímpicagrandiosidad!..... Era una nueva justificación del dictado de Roma laChica que lleva Salamanca.

Porque debo advertir que aquella augusta decoración, en su magnífico yvistoso conjunto, no tenía carácter gótico, castellano ni leonés, bienque algunos de sus componentes fueran del estilo ojival. ¡Salamanca esla única ciudad del Norte y del Oeste de España que ostenta dignamenteel esplendor imperial austriaco, de que tan soberana muestra quedó en elAlcázar de Toledo!—Y esto sin perjuicio de tener otros aspectosdiferentes, como ya hemos notado al examinar sus calles de la Edad Mediay sus templos y palacios

góticos

ó

platerescos.....—¡Salamanca

esmultiforme!

Ejemplo de esta variedad de sus formas:—Por darnos gusto á los quedeseábamos contemplar, no sólo monumentos artísticos, sino tambiéncuadros poéticos, la expedición se trasladó desde aquel pasaje de tanmajestuosa perspectiva, á otro lado de los barrios muertos de laciudad, bastándonos para ello andar muy pocos pasos. Nos encontramos,pues, de pronto en unas plazuelas y calles completamente solas ( calledel Silencio se llamaba una de ellas), donde no vivía nadie ni parecíahaber corrido el tiempo desde el siglo XV.

Aquélla era, en verdad, la Salamanca fantástica que recorrió el D.Félix de Montemar de Espronceda, cuando iba en pos del blanco espectrode Doña Elvira.....

Cruzan

tristes

calles,

Plazas

solitarias,

Arruinados

muros.....

Etc., etc.

Aquellos eran los campanarios que lo seguían, agitando sus esquilones,

Como

mulas

de

alquiler

Andando con campanillas.....

Y allí estaba el Cristo cuya mortecina luz reflejó en el ensangrentadoacero del Estudiante.....

Mientras yo pensaba todo esto, nuestros bondadosos guías nos enseñabanla casa, hoy muda, donde falleció en 1842 el célebre compositor Doyagüe,último catedrático de Música de Salamanca, cuyos restos fuerontrasladados á Madrid y paseados por las calles, de orden del inolvidableRuiz

Zorrilla,

con

destino

al

Panteón

Nacional.....

Y á propósito: aquellos y otros huesos de hombres insignes estántodavía, á la hora presente, arrinconados é insepultos en San Franciscoel Grande, sin que nadie piense ya en construir tal Panteón.....—¿Nohabrá un alma caritativa que haga la obra de misericordia de enterrará los muertos, ó sea de volver á enviar las cenizas de dichos varonesilustres á las sepulturas en que esperaban tranquilamente la trompetadel Juicio Final cuando fué á despertarlos el himno de Riego?

*

* *

Del barrio sin gente en que vivió Doyagüe saltamos al Convento de SantoDomingo, ó sea á San Esteban (que ambos nombres tiene aquelrenombrado monumento), y digo « saltamos», porque Santo Domingo sealza en otra colina, frente por frente de la que acabábamos de recorrer.

Nada más vistoso que la perspectiva de aquella gran casa de losopulentos Dominicos. Su fachada, recargadísima de adornos, marca latransición del gótico al plateresco, y luce todas las galas y fantasíasde este singular estilo, medio gentil y medio cristiano.

Muchísimo que admirar nos ofrecieron también el interior del templo,su sacristía, y, sobre todo, el claustro, obra magistral del mismoperíodo del Renacimiento, restaurada modernamente; pero no fatigaré aquíá mis lectores con nuevas descripciones arquitectónicas, pues basta porhoy á mi objeto recomendarles que no dejen de estudiar muy despacio á Santo Domingo el día que visiten á Salamanca.—Conque vamos á otracosa.

En este convento estuvo preso tres días San Ignacio de Loyola, y luegoveintidós en la cárcel, todo ello siendo estudiante y seglar, hasta quese examinaron y absolvieron por varones doctos algunas doctrinas, que alprincipio parecían heréticas, del que había de acabar siendo fundadorde la Compañía de Jesús y santo canonizado por la Iglesia.....

Cupo, en cambio, á este mismo convento (según la tradición y segúnmuchos libros, que algunos crueles eruditos comienzan ya ádesmentir.....) la alta gloria de albergar á Cristóbal Colón el inviernode 1486 á 1487, con motivo

de

hallarse

también

en

Salamanca

los

ReyesCatólicos.— Sala de Colón se llama todavía (¡y con qué profundorespeto la visitamos nosotros!) aquella en que se dice fué escuchado elilustre genovés por los Padres Dominicos y por varios Doctores de laUniversidad, los cuales

(especialmente

los

primeros)

se

entusiasmaronmucho oyéndole, y lo alentaron con su protección más decidida, que levalió al cabo la del Maestro Fr. Diego de Deza, « al cual y al Conventode San Esteban ó de Santo Domingo de Salamanca (son palabras del mismoColón transmitidas por Fr. Bartolomé de las Casas) debieron los ReyesCatólicos las Indias».—Por eso (concluyen diciendo la tradición y loslibros en que yo todavía creo) el gran navegante puso el nombre de Santo Domingo á la segunda isla que descubrió, como homenaje degratitud al varón sabio y á la insigne Orden que más protegieron suempresa.—Tiempo es ya, por tanto (agrego yo), de que los poetasliberales reparemos bien en lo que decimos cuando se nos ocurra hablarde los frailes y doctores de Salamanca con referencia al sublimeproyecto de Cristóbal Colón..... ¡La fantasía no debe llegar hasta elfalso testimonio!

Por último: el Convento de San Esteban ó de Santo Domingo encierra,entre otros grandes recuerdos, la sepultura del eminente Padre Soto,que tanto lució en el Concilio de Trento.

Y este fué el tema constante de nuestra conversación, en tanto quevisitábamos el Museo Provincial, establecido hoy allí por la muycelosa y entendida Comisión de Monumentos salmantina, digna de disponerde más fondos.....

*

* *

Desde Santo Domingo bajamos hacia el río Tormes, pasando por unbarrio en ruinas, en el cual hubo, hasta los tiempos de Enrique IV, unantiquísimo Alcázar Regio, que los monárquicos salmantinos de entoncesjuzgaron oportuno destruir, con anuencia del mismo Rey, para que no loocupasen los rebelados nobles.—En aquella parte de la ciudad estuvotambién la Judería.

Salimos al fin de la población por la puerta llamada de Aníbal,bajando una pendientísima cuesta hasta llegar al famoso PuenteRomano.—¡Cartago! ¡Roma!..... ¡Todas las grandezas históricas vanunidas á la de Salamanca!—El Tormes sabe tanto de mundo como el Tíber.

El nobilísimo río español llevaba aquella tarde bastante agua, y susorillas, cubiertas de acacias y de otros árboles, no carecían de encantoni de belleza..... De entre lo más espeso de aquella pintoresca frondasalía mansamente el arroyo Zurguén, que baja de las históricas alturasde Arapiles y penetra en el Tormes, después de haber regado elprecioso valle cantado por Iglesias y por Meléndez Valdés.

El Valle de Zurguén y las Praderas de Otea, lindantes también conSalamanca por el otro lado del río, son la Arcadia de la poesía pastorilespañola.....

Venid,

venid,

zagalejos,

Que al Zurguén sale Amarilis......,

decía Iglesias. Y casi en los mismos años denominaba Meléndez á suamada:

La

gloria

del

Tormes,

La flor del Zurguén.

En cuanto al Puente, construído, dicen, por Domiciano, restaurado porTrajano y recompuesto más tarde por nuestro Felipe IV de Austria, mide176 metros de longitud y cerca de cuatro de anchura.—Por él pasaba lacalzada romana de la Plata, que iba de Mérida á Zaragoza.

Al otro lado del Puente hay, ó hubo, un barrio, frustrado varias vecespor las inundaciones, en el cual no quedan ni señales del Hospital deLeprosos, de la Mancebía pública ni del Cementerio de Judíos, queexistieron allí algún tiempo.—¡Malhadado arrabal, á fe mía! ¡Sirvió dealbergue á deicidas, rameras y leprosos, ó sea á tres lepras diferentes,y luego se lo llevó todo el agua!.....

¡Verdaderamente, el cataclismofué muy justo!

*

* *

Desde el Tormes subimos á visitar al ya citado señor chantre D. CamiloÁlvarez de Castro, cuya casa y huerto se divisaban á una grande alturasobre nuestra cabeza, pues se apoyan en la antigua muralla de Salamancay tienen vistas al río.

Nunca olvidaremos aquella visita. El señor Chantre es una de laspersonas más buenas, más afables y más instruídas que hemos tratadonunca, y nos obsequió y agasajó como hombre bien nacido de los buenostiempos de la hidalguía española, quedando por nosotros, y no por él, side visitantes no nos convertimos en comensales, y hasta en huéspedes desu pacífica morada.

Amantísimo de la soledad y del estudio, el insigne Prebendado no salemás que para ir á la próxima Catedral, y esto por calles silenciosas enque nunca se ve criatura humana.—Vive, pues, en el mundo como en unaCartuja, y en más relaciones con el cielo que con la tierra.

A ruegos de Losada, nos enseñó todas las curiosidades artísticas queembellecen su mansión, así como el preciosísimo oratorio en que diceMisa los días que sus achaques ó la inclemencia del tiempo le impidensalir.

¡Qué silencio, qué paz, qué beatitud en aquella morada! Y

¡quédeliciosas vistas las de las habitaciones que ocupa el Dignidad! Susbalcones y miradores dan á las alamedas del Tormes y del Zurguén y á unhermoso panorama que se extiende hasta las sierras de Gredos, cuyospicos cierran el horizonte al Sur.....

Era ya la caída de la tarde. Las higueras del jardín alto penetraban enel mismo aposento en que contemplábamos la puesta del sol. Todo elplácido sosiego que respiran las mejores poesías de Meléndez serespiraba en aquel lugar y en aquella hora siempre augusta. Las rotasnubes y los cristales del río tomaban maravillosas tintas al reflejarlos rayos horizontales del moribundo astro-rey. Las sombras larguísimasde los árboles parecían prolongadas despedidas y supremos adioses que ledaba la creación á aquel día para nosotros inolvidable.....

Todos callábamos: los madrileños, porque una indefinible envidia deaquella tranquila existencia nos hacía contemplar con odio la vidafebril de la corte á que estábamos condenados.....; y los salmantinos,porque adivinaban lo que sentíamos

y

temían

acaso

ofendernos

dándose

porentendidos de nuestra emoción ó elogiando aquella solemne paz de laNaturaleza, que no volveríamos á gozar en mucho tiempo.....—¡No; novolveríamos á gozarla, puesto que á la tarde siguiente, á aquella mismahora, estaríamos otra vez camino de Madrid, y puesto que Madrid es unamáquina neumática para los mejores sentimientos del corazón humano!.....

*

* *

La noche de tal día fué y nos pareció todo lo moderna y amadrileñada que podía serlo á las orillas del Tormes.

Comimos en Hotel, á la francesa; fuimos al Casino á tomar café;jugamos un par de horas al billar y al tresillo; hablamos de política y de otras cosas contemporáneas con D. Álvaro Gil Sanz, exsubsecretario del Ministerio de la Gobernación, y con D. Santiago DiegoMadrazo, ex ministro de Fomento, que habían estado en la fonda ávisitarnos; y á eso de las once (¡cerca de la media noche!) nosretirábamos á casita, donde hicimos el programa del día siguiente,tomamos té, leímos La Correspondencia del día anterior, y nosacostamos en sendos catrecillos, como cuando teníamos veinte años deedad y vivíamos en plena estudiantina.

¡No se podían pedir más placeres de