Rimas by Bartolomé Mitre - HTML preview

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Sus verdes arboledas, sus alazanes briosos,

Que ofrecen á la vista contínua variedad?

¿Qué es del perfume suave del polvo de la patria, De aquel aroma puro de sus lozanas flores,

De sus flotantes nubes de vívidos colores,

De la dulzura grata de su agua de cristal?

Tus magas misteriosas contemplo entusiasmado

El rayo de la luna bañando su alba frente,

Con blancas

vestiduras

cruzar rápidamente,

Cual cruza por los aires celeste aparicion.

Mi mente acalorada poblando los espacios

Admira la aérea forma que tienen las porteñas,

Sus ojos que derraman miradas halagüeñas,

Sus lábios que destilan el bálsamo de amor.

Y veo en mis ensueños tus bailes voluptuosos,

Salones que perfuman las ninfas Argentinas,

Y grupos en que brillan sonrisas peregrinas—

Cual no las ha fijado de Fidias el cincel.—

Y siento entre los giros del valz, que corre, vuela, La brisa que producen las alas del ambiente

Cargadas con efluvios que envuelven dulcemente

Mi corazon y mi alma, mi espíritu y mi ser.

¡El valz! silfos alados sin duda lo inventaron

Al

ver

entretegida

la

madreselva

airosa

En torno de la encina que altiva y vigorosa

Se viste con sus galas cuando sus brazos dá!

Así te me presentas ciudad fuerte y hermosa

Pendientes de tus brazos tus hijas hechiceras,

Como guirnaldas ténues que adornan las palmeras, Y al recibir su apoyo le dan su emanacion.

No suenan en mi oido las dulces vidalitas

Que en medio de la noche modula el tucumano,

Ni los sentidos Tristes que repite el riojano, Ni el alegre cielito que el porteño hace oir; Cantares de mi patria, al abrir yo mis ojos

Susurrabais suaves á la par de mi cuna,

Y vuestro éco inefable en las noches de luna

Es música del alma que el alma sabe oir.

A veces, paseando de noche por las calles

De la dulce guitarra el éco me encantaba,

Cuando el amante tierno un Triste modulaba Al pié de los balcones del ángel de su amor.

Mientras, tal vez la niña oyendo las canciones

Que desde la ventana le enviaba su querido,

Entre

cendales

albos

el

plácido

sonido

Llenaba su alma y mente de plácida ilusion.

No veo el rio hermoso, de mástiles cubierto

Como un espeso bosque de gigantescos pinos,

Ni aquel conjunto bello de buques Argentinos

Que ostentan sus pendones bañados por el sol;

No veo el alta torre del templo magestuoso

Cuyo círculo cubre la gloria con sus alas,

Al verle acribillado de las rugientes balas

Que el cañon Argentino lanzara á Whittelok.

No veo aquellos muros que consagró la gloria

Cuando asilado en ellos ejército estrangero,

El pueblo omnipotente con ademan severo

Hizo rendir la espada del bravo Berresford;

No veo el foro inmenso do fueron nuestros padres A usar de los derechos que Dios les concedia,

Ni el balconage rústico donde el Cabildo un dia La

gran

soberanía

del

pueblo

proclamó.

No veo la tribuna do ardientes oradores,

El pan de la palabra caliente derramaban,

Y desde lo alto de ella terribles fulminaban,

Rayos á los tiranos con santa indignacion;

No veo el pueblo inmenso la catedral llenando,

Oyendo

los

sonidos

del

órgano,

suaves,

Ni entre nubes de incienso cruzando por las naves Leopardos, quinas, leones, mirar con emocion.

¡Oh patria! como esclava suspiras en cadenas,

Cubiertas de cadalzos tus calles enlutadas,

Marchitos tus laureles, tus glorias mancilladas,

Ajada tu bandera de gloria y esplendor;

Tu

seno

profanado

por

déspota

cobarde

Que duerme resguardado de míseros esclavos,

Que en su calvario triste remachan férreos clavos Al pueblo generoso que en Mayo se elevó.

Pero ¡ay! de tí, apartado y errante por el mundo, Hijo

desheredado

de

tu

cariño

inmenso,

De la estranjera playa te quemo el puro incienso Que á tí tan solo, oh madre! me es dado tributar.

No solo en llanto estéril he de inundar la tierra: Mis vacilantes manos arrimaré á tus aras;

Si derrumbadas bajan.... entre reliquias caras

Feliz si entre su polvo, me puedo sepultar!

III

LA MUERTE

DE ZACARIAS ALVAREZ

(EN LA BATALLA DEL SAUCE GRANDE)

———

Los

gritos

de

los

bravos,

El

¡ay!

de

los

esclavos,

Y

el

trueno

del

cañon;

Del

plomo

los

rugidos,

Del

sable

los

crugidos,

Y

el

golpe

del

tambor.

Del

potro

las

carreras,

Los

vivas

y

los

mueras,

Y

el

toque

del

clarin,

Cual

trueno

tramontano

Que

asorda

todo

el

llano

Retumba

en

el

confin.

Y

en

medio

á

las

legiones

Penachos

y

pendones

Se

miran

tremolar;

Y

en

la

humareda

envueltos,

Como

cabellos

sueltos

Del

sol

se

ven

flotar.

Los

bravos

se

adelantan,

Y

el

polvo

que

levantan

Con

ímpetu

veloz,

Sus

rostros

ennegrece,

Y

entre

él

desaparece

La

enseña

del

honor.

El

Escuadron

de

Maza

Sin

casco

ni

coraza

Se

avanza

con

valor,

Y

su

entusiasmo

brilla

Como

en

verde

cuchilla

Los

reflejos

del

sol.

Y

con

marcial

fiereza

Se

mira

á

su

cabeza

Zacarias

marchar:

Alma

grande

y

altiva

Que

renunció

la

oliva

Del

pacífico

hogar.

Y

voló

á

la

batalla,

Y

la

acerada

malla

Y

el

plomo

despreció,

Y

al

frente

de

sus

bravos

De

Rosas

los

esclavos

Valiente

acuchilló.

Potentes

escuadrones

Al

pié

de

los

cañones,

Su

lanza

dispersó,

Y

en

medio

á

sus

fusiles

Y

bayonetas

viles

Su

caballo

dejó.[1]

Al

frente

de

su

tropa

Zacarías

galopa

Y

hace

el

suelo

crugir,

Y

la

potente

lanza

Blandida

con

pujanza

Se

mira

relucir.

Magnífica

tremola

La

bella

banderola

Del

ínclito

campeon,

Y

en

medio

á

la

pelea

La

moharra

centellea

Como

una

exalacion.

Escúchase

un

redoble:

La

infantería

inmoble

Sus

armas

descargó.

Y

al

ver

sus

bayonetas

«Á

la

carga,

cornetas!»

Zacarías

gritó.

Y

todos

enristraron

Y

en

pos

de

él

se

arrojaron

Sus

lanzas

á

estrellar.

¿El

plomo

y

la

metralla,

El

foso

y

la

alta

valla

Su

furia

detendrá?

Proteja

Dios

al

fuerte

Que

va

á

retar

la

muerte

Cargando

con

valor!

Y

si

caer

le

toca,

Caiga

como

una

roca

Con

ímpetu

y

fragor.

Y

en

la

veloz

carrera

Flameaba

la

bandera

Del

ínclito

Escuadron,

Y

al

ver

la

artillería

Su

gefe

le

decía:

«Soldados,

al

cañon!»

Mas

¡ay!

bala

traidora

De

pronto

silvadora

Su

pecho

traspasó;

Y

con

ferrea

pujanza

Apretando

la

lanza

Moribundo

cayó.

Alzando

la

cabeza

Repite

con

firmeza:

«Avance

el

Escuadron!

«Este

es

mi

adios

postrero...

«Yo

por

la

patria

muero...

«Soldados,

al

cañon!»

Ningun

soldado

gime,

Pero

dolor

sublime

Las

frentes

inundó;

Mas

él

del

hondo

seno

Lanzaba

voz

de

trueno:

«Soldados,

al

cañon!»

Y

el

Escuadron

valiente

A

la

batalla

ardiente

Con

furia

se

lanzó,

Y

en

la

garganta

estrecha

Y

encima

de

la

mecha

Su

gefe

le

miró.

Y

su

bandera

viendo

Él

esclamó

muriendo:

«¡Oh

de

mi

Patria

sol!»

Y

su

cabeza

noble

Como

gigante

roble

Al

polvo

descendió.

Murió

como

un

valiente

De

su

Escuadron

al

frente

Cargando

con

valor,

En

un

túmulo

inmenso

Y

en

medio

del

incienso

Del

taco

del

cañon.

No

cánticos

pagados...

Sus

voces

sus

soldados

Alzaron

en

loor;

No

funerales

fuegos...

Ardientes

lanzafuegos

Brillaron

en

su

honor.

No

triste

terciopelo,

Ni

lágrimas

de

hielo,

Ni

orgullo

y

vanidad;

Banderas

le

envolvieron,

Y

¡vivas!

le

siguieron

A la mansion de paz.

IV

AL SOL DEL 25 DE MAYO DE 1844

(EN MONTEVIDEO SITIADO)

———

Cascadas

del

Niagára

y

Tequendama

Donde el agua de un mundo se derrama

Para

apagar

de

América

la

sed!

Amazonas,

Ontario,

bello

Plata,

Donde

la

vírgen

pura

se

retrata

En

la

márgen

bañándose

los

pies!

Pampas

inmensas,

selvas

olorosas,

Del

Andes

cordilleras

orgullosas

Que

corona

la

ardiente

cruz

del

Sud!

Perfumaos

como

nube

de

incensario,

Armonizaos

cual

himno

del

santuario

Para

decir

de

Mayo

al

Sol:

Salud!

Salve,

página

inmensa

de

la

historia,

Divino

resplandor

de

la

memoria,

Fuente

de

perennal

inspiracion!

En

tus

alas

de

fuego

me

sublimas,

Y al entusiasmo sacro en que me animas

Calientas

mi

cabeza

y

corazon.

Hoguera

abrasadora

del

gran

Mayo,

Do

se

incendió

terrible

como

el

rayo

El

fuego

de

un

pensar

generador;

Que el corazon templó cual hierro fuerte,

Y

dió

existencia

á

la

materia

inerte,

Como

el

soplo

divino

del

Creador.

Al

vivífico

rayo

de

tu

lumbre

Se

estremeció

la

inmensa

muchedumbre

Y

el

polvo

del

esclavo

sacudió;

Allí

surgió

la

dignidad

humana

En

la

nacion

potente

y

soberana

Que

el

soplo

democrático

animó.

Allí,

genios

pujantes,

inspirados,

Formularon

derechos

conculcados

En

solo

una

palabra:

¡Libertad!

Y

Dios

vertió

con

generosa

mano

Perfumes

sobre

el

mundo

Americano,

Y

le

dijo:

«Naciones,

levantad!»

La

inspiracion

del

alta

inteligencia,

El

calor

de

la

intrépida

elocuencia

En

el

astro

de

Mayo

concentró;

Y

del

ardiente

labio

de

Moreno

Se

desprendió

de

su

palabra

el

trueno

Y

el

programa

de

Mayo

formuló.

«Derribemos

su

trono

al

despotismo,

«Abramos

ancha

via

al

patriotismo,

«Alcemos

los

fanales

de

la

Ley;

«Rompamos

su

barrera

á

la

ignorancia,

«Alumbremos

la

mente

de

la

infancia,

«Y

ennoblezcamos

á

la

humana