La Serie del Lenguaje Moderno Heath: Tres Comedias-Sin Querer de Pequenas Causas y Los Intereses Creados by Jacinto Benavente - HTML preview

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COLOMBINA. Corro a tranquilizar a Silvia y a mi señora.

CRISPÍN. Escucha, Colombina. A Silvia, ¿no fuera mejor notranquilizarla?...

COLOMBINA. Déjalo a cargo de mi señora. Silvia cree a estas horas que tuseñor está moribundo, y aunque doña Sirena finge contenerla..., notardará en venir aquí sin reparar en nada.

CRISPÍN. Mucho fuera que tu señora no hubiera pensado en todo.

CAPITÁN. Vamos también, pues ya en nada podemos aquí serviros. Lo queahora conviene es sostener la indignación de las gentes contra el señorPolichinela.

ARLEQUÍN. Apedrearemos su casa... Levantaremos a toda la ciudad encontra suya... Sepa que si hasta hoy nadie se atrevió contra él, hoytodos juntos nos atrevemos; sepa que hay un espíritu y una conciencia enla multitud.

COLOMBINA. Él mismo tendrá que venir a rogaros que toméis

a su hija poresposa.

CRISPÍN. Sí, sí; corred, amigos. Ved que la vida de mi señor no estásegura... El que una vez quiso asesinarle, no se detendrá por nada.

CAPITÁN. No temas... ¡Amigo mío!

ARLEQUÍN. ¡Amigo y señor!

COLOMBINA. ¡Señor Leandro!

LEANDRO. Gracias a todos, amigos míos, amigos leales. ( Se van todos,menos Leandro y Crispín, por la segunda derecha. ) ESCENA IV

LEANDRO y CRISPÍN

LEANDRO. ¿Qué es esto, Crispín? ¿Qué pretendes? ¿Hasta dónde has dellevarme con tus enredos? ¿Piensas que lo creí? Tú pagaste a losespadachines; todo fue invención tuya. ¡Mal hubiera podido valermecontra todos si ellos no vinieran de burla!

CRISPÍN. ¿Y serás capaz de reñirme, cuando así anticipo el logro de tusesperanzas?

LEANDRO. No, Crispín, no. ¡Bien sabes que no! Amo a Silvia

y no lograrésu amor con engaños, suceda lo que suceda.

CRISPÍN. Bien sabes lo que ha de sucederte... ¡Si amar es resignarse aperder lo que se ama por sutilezas de conciencia...

que Silvia misma noha de agradecerte!...

LEANDRO. ¿Qué dices? ¡Si ella supiera quién soy!

CRISPÍN. Y cuando lo sepa, ya no serás el que fuiste: serás su esposo,su enamorado esposo, todo lo enamorado y lo fiel y lo noble que túquieras y ella pueda desear[83.1]. .. Una vez dueño de su amor... y de sudote, ¿no serás el más perfecto caballero? Tú no eres como el señorPolichinela, que con todo su dinero que tantos lujos le permite, aun nose ha permitido el lujo de ser honrado... En él es naturaleza latruhanería; pero en ti, en ti fue sólo necesidad... Y aun si no mehubieras tenido a tu lado, ya te hubieras dejado morir de hambre de puroescrupuloso. ¡Ah!

¿Crees que si yo hubiera hallado en ti otro hombre mehubiera contentado con dedicarte a enamorar?... No; te hubiera dedicadoa la política, y, no el dinero del señor Polichinela, el mundo hubierasido nuestro... Pero no eres ambicioso, te contentas con ser feliz...

LEANDRO. ¿Pero no viste que mal podía serlo? Si hubiera mentido para seramado y ser rico de este modo, hubiera sido porque yo no amaba, y malpodía ser feliz. Y si amo, ¿cómo puedo mentir?

CRISPÍN. Pues no mientas. Ama, ama con todo tu corazón, inmensamente.Pero defiende tu amor sobre todo. En amor no es mentir callar lo quepuede hacernos perder la estimación del ser amado.

LEANDRO. Ésas sí que son sutilezas, Crispín.

CRISPÍN. Que tú debiste hallar antes si tu amor fuera como dices. Amores todo sutilezas y la mayor de todas no es engañar a los demás, sinoengañarse a sí mismo.

LEANDRO. Yo no puedo engañarme, Crispín. No soy de esos hombres quecuando venden su conciencia se creen en el caso de vender también suentendimiento.

CRISPÍN. Por eso dije que no servías para la política. Y bien dices. Queel entendimiento es la conciencia de la verdad, y el que llega aperderla entre las mentiras de su vida, es como si se perdiera a sípropio, porque ya nunca volverá a encontrarse ni a conocerse, y él mismovendrá a ser otra mentira.

LEANDRO. ¿Dónde aprendiste tanto, Crispín?

CRISPÍN. Medité algún tiempo en galeras, donde esta

conciencia de mientendimiento me acusó más de torpe[84.1] que de pícaro. Con máspicardía y menos torpeza, en vez de remar en ellas pude haber llegado amandarlas. Por eso juré no volver en mi vida. Piensa de qué no serécapaz ahora que por tu causa me veo a punto de quebrantar mi juramento.

LEANDRO. ¿Qué dices?

CRISPÍN. Que nuestra situación es ya insostenible, que hemos apuradonuestro crédito, y las gentes ya empiezan a pedir algo efectivo. ElHostelero, que nos albergó con toda esplendidez por muchos días,esperando que recibieras tus libranzas. El señor Pantalón, que fiado enel crédito del Hostelero, nos proporcionó cuanto fue preciso parainstalarnos con suntuosidad en esta casa... Mercaderes de todo género,que no dudaron en proveernos de todo, deslumbrados por tanta grandeza.Doña Sirena misma, que tan buenos oficios nos ha prestado en tusamores... Todos han esperado lo razonable, y sería injusto pretender másde ellos, ni quejarse de tan amable gente... ¡Con letras de oro quedarágrabado en mi corazón el nombre de esta insigne ciudad, que desde ahoradeclaro por mi madre adoptiva! A más de esto...,

¿olvidas que de otraspartes habrán salido y andarán en busca nuestra? ¿Piensas que lashazañas de Mantua y de Florencia son para

olvidarlas?[85.1]

¿Recuerdasel

famoso

proceso

de

Bolonia?[85.2]. .. ¡Tres mil doscientos foliossumaba cuando nos ausentamos alarmados de verle crecer tan sin tino!¿Qué no habrá aumentado bajo la pluma de aquel gran doctor jurista quela había tomado por su cuenta? ¡Qué de considerandos y deresultandos[85.3] de que no resultará cosa buena! ¿Y aun dudas?

¿Y aunme reprendes porque di la batalla que puede decidir en un día de nuestrasuerte?

LEANDRO. ¡Huyamos!

CRISPÍN. ¡No! ¡Basta de huir a la desesperada! Hoy ha de fijarse nuestrafortuna... Te di el amor, dame tú la vida.

LEANDRO. ¿Pero cómo salvarnos? ¿Qué puedo yo hacer?

Dime.

CRISPÍN. Nada ya. Basta con aceptar lo que los demás han deofrecernos... Piensa que hemos creado muchos intereses y es interés detodos el salvarnos.

ESCENA V

DICHOS y DOÑA SIRENA, que sale por la segunda derecha, o sea elpasillo.

SIRENA. ¿Dais licencia, señor Leandro?

LEANDRO. ¡Doña Sirena! ¿Vos en mi casa?

SIRENA. Ya veis a lo que me expongo. A tantas lenguas maldicientes. ¡Yoen casa de un caballero, joven, apuesto!...

CRISPÍN. Mi señor sabría hacer callar a los maldicientes si alguno seatreviera a poner sospecha en vuestra fama.

SIRENA. ¿Tu señor? No me fío. ¡Los hombres son tan

jactanciosos! Pero ennada reparo por serviros. ¿Qué me decís, señor, que anoche quisierondaros muerte? No se habla de otra cosa... ¡Y Silvia! ¡Pobre niña!¡Cuánto os ama! ¡Quisiera saber qué hicisteis para enamorarla de esemodo!

CRISPÍN. Mi señor sabe que todo lo debe a vuestra amistad.

SIRENA. No diré yo que no me deba mucho..., que siempre hablé de él comoyo no debía, sin conocerle lo bastante... A mucho me atreví por amorvuestro. Si ahora faltarais a vuestras promesas...

CRISPÍN. ¿Dudáis de mi señor? ¿No tenéis cédula firmada de su mano?...

SIRENA. ¡Buena mano y buen nombre! ¿Pensáis que todos no

nos conocemos?Yo sé confiar y sé que el señor Leandro cumplirá como debe. Pero sivierais que hoy es un día aciago para mí, y por lograr hoy una mitad delo que se me ha ofrecido perdería gustosa la otra mitad...

CRISPÍN. ¿Hoy decís?

SIRENA. ¡Día de tribulaciones! Para que nada falte, veinte años hace hoytambién que perdí a mi segundo marido, que fue el primero, el único amorde mi vida.

CRISPÍN. Dicho sea en elogio del primero.

SIRENA. El primero me fue impuesto por mi padre. Yo no le amaba, y apesar de ello supe serle fiel.

CRISPÍN. ¿Qué no sabréis vos, doña Sirena?

SIRENA. Pero dejemos los recuerdos, que todo lo entristecen.

Hablemos deesperanzas. ¿Sabéis que Silvia quiso venir

conmigo?

LEANDRO. ¿Aquí, a esta casa?

SIRENA. ¿Qué os parece? ¿Qué diría el señor Polichinela?

¡Con toda laciudad soliviantada contra él, fuerza le sería casaros!

LEANDRO. No, no; impedidla que venga.

CRISPÍN. ¡Chits! Comprenderéis que mi señor no dice lo que siente.

SIRENA. Lo comprendo... ¿Qué no daría él por ver a Silvia a su lado,para no separarse nunca de ella?

CRISPÍN. ¿Qué daría? ¡No lo sabéis!

SIRENA. Por eso lo pregunto.

CRISPÍN. ¡Ah, doña Sirena!... Si mi señor es hoy esposo de Silvia, hoymismo cumplirá lo que os prometió.

SIRENA. ¿Y si no lo fuera?

CRISPÍN. Entonces... lo habréis perdido todo. Ved lo que os conviene.

LEANDRO. ¡Calla, Crispín! ¡Basta! No puedo consentir que mi

amor setrate como mercancía. Salid, doña Sirena; decid a Silvia que vuelva acasa de su padre, que no venga aquí en modo alguno, que me olvide parasiempre, que yo he de huir donde no vuelva a saber de mi nombre... ¡Minombre! ¿Tengo yo nombre

acaso?

CRISPÍN. ¿No callarás?

SIRENA. ¿Qué le dio? ¡Qué locura es ésta! ¡Volved en vos!

¡Renunciar deese modo a tan gran ventura!... Y no se trata sólo de vos. Pensad quehay quien todo lo fió en vuestra suerte, y no puede burlarse así de unadama de calidad que a tanto se expuso por serviros. Vos no haréis tallocura; vos os casaréis con Silvia, o habrá quien sepa pediros cuenta devuestros engaños, que no estoy tan sola en el mundo como pudiste creer,señor Leandro.

CRISPÍN. Doña Sirena dice muy bien. Pero creed que mi señor

sólo hablaasí ofendido por vuestra desconfianza.

SIRENA. No es desconfianza en él... Es, todo he de decirlo..., es que elseñor Polichinela no es hombre para dejarse burlar..., y ante el clamorque habéis levantado contra él con vuestra estratagema de anoche...

CRISPÍN. ¿Estratagema decís?

SIRENA. ¡Bah! Todos nos conocemos. Sabed que uno de los espadachines espariente mío, y los otros me son también muy allegados... Pues bien: elseñor Polichinela no se ha descuidado, y ya se murmura por la ciudad queha dado aviso a la Justicia de quién sois y cómo puede perderos; dícesetambién que hoy llegó de Bolonia un proceso...

CRISPÍN. ¡Y un endiablado doctor con él! Tres mil novecientos folios...

SIRENA. Todo esto se dice, se asegura. Ved si importa no perder tiempo.

CRISPÍN. ¿Y quién lo malgasta y lo pierde sino vos? Volved a vuestracasa... Decid a Silvia...

SIRENA. Silvia está aquí. Vino junto con Colombina, como otra doncellade mi acompañamiento. En vuestra antecámara espera. Le dije que estabaismuy malherido...

LEANDRO. ¡Oh, Silvia mía!

SIRENA. Sólo pensó en que podíais morir...; nada pensó en lo quearriesgaba con venir a veros. ¿Soy vuestra amiga?

CRISPÍN. Sois adorable. Pronto. Acostaos aquí, haceos del doliente[89.1]y del desmayado. Ved que si es preciso yo sabré[89.2]

que lo estéis deveras. ( Amenazándole y haciéndole sentar en un sillón. )

LEANDRO. Sí, soy vuestro, lo sé, lo veo... Pero Silvia no lo será. Sí,quiero verla; decidle que llegue, que he de salvarla a pesar vuestro, apesar de todos, a pesar de ella misma.

CRISPÍN. Comprenderéis que mi señor no siente lo que dice.

SIRENA. No lo creo tan necio ni tan loco. Ven conmigo. ( Se va conCrispín por la segunda derecha, o sea el pasillo. ) ESCENA VI

LEANDRO y SILVIA, que sale por la segunda derecha.

LEANDRO. ¡Silvia! ¡Silvia mía!

SILVIA. ¿No estás herido?

LEANDRO. No; ya lo ves... Fue un engaño, un engaño más para

traerteaquí. Pero no temas; pronto vendrá tu padre, pronto saldrás con él sinque nada tengas que reprocharme... ¡Oh! Sólo el haber empañado laserenidad de tu alma con una ilusión de amor, que para ti sólo será elrecuerdo de un mal sueño.

SILVIA. ¿Qué dices, Leandro? ¿Tu amor no era verdad?

LEANDRO. ¡Mi amor, sí...; por eso no ha de engañarte! Sal de aquípronto, antes de que nadie, fuera de los que aquí te trajeron, puedasaber que viniste.

SILVIA. ¿Qué temes? ¿No estoy segura en tu casa? Yo no dudé

en venir aella... ¿Qué peligros pueden amenazarme a tu lado?

LEANDRO. Ninguno; dices bien. Mi amor te defiende de tu misma inocencia.

SILVIA. No he de volver a casa de mi padre después de su acciónhorrible.

LEANDRO. No, Silvia, no culpes a tu padre. No fue él; fue otro engañomás, otra mentira... Huye de mí, olvida a este miserable aventurero, sinnombre, perseguido por la Justicia.

SILVIA. ¡No, no es cierto! Es que la conducta de mi padre me hizoindigna de vuestro cariño. Eso es. Lo comprendo... ¡Pobre de mí!

LEANDRO. ¡Silvia! ¡Silvia mía! ¡Qué crueles tus dulces palabras! ¡Quécruel esa noble confianza de tu corazón, ignorante del mal y de la vida!

ESCENA VII

DICHOS y CRISPÍN, que sale corriendo por la segunda derecha.

CRISPÍN. ¡Señor! ¡Señor! El señor Polichinela llega.

SILVIA. ¡Mi padre!

LEANDRO. ¡Nada importa! Yo os entregaré a él por mi mano.

CRISPÍN. Ved que no viene solo, sino con mucha gente y justicia con él.

LEANDRO. ¡Ah! ¡Si te hallan aquí! ¡En mi poder! Sin duda tú

les disteaviso... Pero no lograréis vuestro propósito.

CRISPÍN. ¿Yo? No por cierto... Que esto va de veras, y ya temo que nadiepueda salvarnos.

LEANDRO. ¡A nosotros, no; ni he de intentarlo!... Pero a ella, sí.Conviene ocultarte; queda aquí.

SILVIA. ¿Y tú?

LEANDRO. Nada temas. ¡Pronto, que llegan! ( Esconde a Silvia en lahabitación del foro, diciéndole a Crispín): Tú verás lo que trae a esagente. Sólo cuida de que nadie entre ahí hasta mi regreso... No hay otrahuida. ( Se dirige a la ventana. ) CRISPÍN. ( Deteniéndole. ) ¡Señor! ¡Tente! ¡No te mates así!

LEANDRO. No pretendo matarme ni pretendo escapar; pretendo

salvarla.( Trepa hacia arriba por la ventana y desaparece. ) CRISPÍN. ¡Señor, señor! ¡Menos mal! Creí que intentaba arrojarse alsuelo, pero trepó hacia arriba... Esperemos todavía...

Aun quierevolar... Es su región, las alturas. Yo a la mía, la tierra... Ahora másque nunca conviene afirmarse en ella. ( Se sienta en un sillón con muchacalma. )

ESCENA VIII

CRISPÍN, el SEÑOR POLICHINELA, el HOSTELERO, el SEÑOR

PANTALÓN, elCAPITÁN, ARLEQUÍN, el DOCTOR, el SECRETARIO

y dos ALGUACILES conenormes protocolos de curia. Todos salen por la segunda derecha, osea el pasillo.

POLICHINELA. ( Dentro, a gente que se supone fuera. )

¡Guardad bien laspuertas, que nadie salga, hombre ni mujer, ni perro ni gato!

HOSTELERO. ¿Dónde están, dónde están esos bandoleros, esos

asesinos?

PANTALÓN. ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Mi dinero! ¡Mi dinero! ( Van saliendotodos por el orden que se indica. El Doctor y el Secretario se dirigen ala mesa y se disponen a escribir. Los dos alguaciles de pie, teniendo enlas manos los enormes protocolos del proceso. )

CAPITÁN. Pero ¿es posible lo que vemos, Crispín?

ARLEQUÍN. ¿Es posible lo que sucede?

PANTALÓN. ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Mi dinero! ¡Mi dinero!

HOSTELERO. ¡Que los prendan..., que se aseguren de ellos!

PANTALÓN. ¡No escaparán..., no escaparán!

CRISPÍN. Pero ¿qué es esto? ¿Cómo se atropella así la mansión de unnoble caballero? Agradezcan la ausencia de mi señor.

PANTALÓN. ¡Calla, calla, que tú eres su cómplice y has de pagar con él!

HOSTELERO. ¿Cómo cómplice? Tan delincuente como su

pretendido señor...,que él fue quien me engañó.

CAPITÁN. ¿Qué significa esto, Crispín?

ARLEQUÍN. ¿Tiene razón esta gente?

POLICHINELA. ¿Qué dices ahora, Crispín? ¿Pensaste que

habían de valertetus enredos conmigo? ¿Conque yo pretendí asesinar a tu señor? ¿Conque yosoy un viejo avaro que sacrifica a su hija? ¿Conque toda la ciudad selevanta contra mí llenándome de insultos? Ahora veremos.

PANTALÓN. Dejadle, señor Polichinela, que éste es asunto nuestro, que alfin vos no habéis perdido nada. Pero yo... ¡todo mi caudal, que lopresté sin garantía! ¡Perdido me veré para toda la vida! ¿Qué será demí?

HOSTELERO. ¿Y yo, decidme, que gasté lo que no tenía y aun

hube deempeñarme por servirle como creí correspondía a su calidad? ¡Esto es midestrucción, mi ruina!

CAPITÁN. ¡Y nosotros también fuimos ruinmente engañados!

¿Qué se dirá demí, que puse mi espada y mi valor al servicio de un aventurero?

ARLEQUÍN. ¿Y de mí, que le dediqué soneto tras soneto como

al más nobleseñor?

POLICHINELA. ¡Ja, ja, ja!

PANTALÓN. ¡Sí, reíd, reíd!... Como nada perdisteis...

HOSTELERO. Como nada os robaron...

PANTALÓN. ¡Pronto, pronto! ¿Dónde está el otro pícaro?

HOSTELERO. Registradlo todo hasta dar con él.

CRISPÍN. Poco a poco. Si dais un solo paso...( Amenazando con laespada. )

PANTALÓN. ¿Amenazas todavía? ¿Y esto ha de sufrirse?

¡Justicia,justicia!

HOSTELERO. ¡Eso es, justicia!

DOCTOR. Señores... Si no me atendéis, nada conseguiremos.

Nadie puedetomarse justicia por su mano, que la justicia no es atropello nivenganza, y summum jus, summa injuria.[93.1] La Justicia es todosabiduría, y la sabiduría es todo orden, y el orden es todo razón, y larazón es todo procedimiento, y el procedimiento es todo lógica. Barbara, Celare, Dario, Ferioque, Baralipton,[93.2] depositaden mí vuestros agravios y querellas, que todo ha de unirse a esteproceso que conmigo traigo.

CRISPÍN. ¡Horror! ¡Aun ha crecido!

DOCTOR. Constan aquí otros muchos delitos de estos hombres,

y a elloshan de sumarse estos de que ahora les acusáis. Y yo seré parte en todosellos; sólo así obtendréis la debida satisfacción y justicia. Escribid,señor Secretario, y vayan deponiendo los querellantes.

PANTALÓN. Dejadnos de embrollos, que bien conocemos

vuestra justicia.

HOSTELERO. No se escriba nada, que todo será poner lo blanco negro... Yquedaremos nosotros sin nuestro dinero y ellos sin castigar.

PANTALÓN. Eso, eso... ¡Mi dinero, mi dinero! ¡Y después justicia!

DOCTOR. ¡Gente indocta, gente ignorante, gente incivil! ¿Qué idea tenéisde la Justicia? No basta que os digáis perjudicados si no pareciere bienclaramente que hubo intención de causaros perjuicio, esto es, fraude odolo, que no es lo mismo... aunque la vulgar acepción los confunda. Perosabed... que en el un caso...

PANTALÓN. ¡Basta! ¡Basta! Que acabaréis por decir que fuimos nosotroslos culpables.

DOCTOR. ¡Y como pudiera ser si os obstináis en negar la verdad de loshechos!...

HOSTELERO. ¡Ésta es buena![94.1] Que fuimos robados. ¿Quiere más verdadni más claro delito?

DOCTOR. Sabed que robo no es lo mismo que hurto; y mucho

menos quefraude o dolo, como dije primero. Desde las doce tablas[94.2] hastaJustiniano, Triboniano, Emiliano y Triberiano[94.3]...

PANTALÓN. Todo fue quedarnos sin nuestro dinero... Y de ahí

no habráquien nos saque.

POLICHINELA. El señor Doctor habla muy en razón. Confiad en él, y quetodo conste en proceso.

DOCTOR. Escribid, escribid luego, señor Secretario.

CRISPÍN. ¿Quieren oírme?

PANTALÓN. ¡No, no! Calle el pícaro..., calle el desvergonzado.

HOSTELERO. Ya hablaréis donde os pesará.

DOCTOR. Ya hablará cuando le corresponda, que a todos ha de

oírse enjusticia... Escribid, escribid. En la ciudad de..., a tantos...

No seríamalo proceder primeramente al inventario de cuanto hay en la casa.

CRISPÍN. No dará tregua a la pluma...

DOCTOR. Y proceder al depósito de fianza por parte de los querellantes,por que no pueda haber sospecha en su buena fe.

Bastará con dos milescudos de presente y caución de todos sus bienes...

PANTALÓN. ¿Qué decís? ¡Nosotros dos mil escudos!

DOCTOR. Ocho debieran ser; pero basta que seáis personas de

algúncrédito para que todo se tenga en cuenta, que nunca fuidesconsiderado...

HOSTELERO. ¡Alto, y no se escriba más, que no hemos de pasar por eso!

DOCTOR. ¿Cómo? ¿Así se atropella a la Justicia? Ábrase proceso separadopor violencia y mano airada contra un ministro de Justicia en funcionesde su ministerio.

PANTALÓN. ¡Este hombre ha de perdernos!

HOSTELERO. ¡Está loco!

DOCTOR. ¿Hombre y loco, decís? Hablen con respeto.

Escribid, escribidque hubo también ofensas de palabra...

CRISPÍN. Bien os está por no escucharme.

PANTALÓN. Habla, habla, que todo será mejor, según vemos.

CRISPÍN. Pues atajen a ese hombre, que levantará un monte con suspapelotes.

PANTALÓN. ¡Basta, basta ya, decimos!

HOSTELERO. Deje la pluma...

DOCTOR. Nadie sea osado a poner mano en nada.

CRISPÍN. Señor Capitán, sírvanos vuestra espada, que es también atributode justicia.

CAPITÁN. ( Va a la mesa y da un fuerte golpe con la espada en lospapeles que está escribiendo el Doctor. ) Háganos la merced de noescribir más.

DOCTOR. Ved lo que es pedir las cosas en razón. Suspended lasactuaciones, que hay cuestión previa a dilucidar... Hablen las partesentre sí... Bueno fuera, no obstante, proceder en el ínterin alinventario...

PANTALÓN. ¡No, no!

DOCTOR. Es formalidad que no puede evitarse.

CRISPÍN. Ya escribiréis cuando sea preciso. Dejadme ahora hablar apartecon estos honrados señores.

DOCTOR. Si os conviene sacar testimonio de cuanto aquí les digáis...

CRISPÍN. Por ningún modo. No se escriba una letra, o no hablaré palabra.

CAPITÁN. Deje hablar al mozo.

CRISPÍN. ¿Y qué he de deciros? ¿De qué os quejáis? ¿De haber perdidovuestro dinero? ¿Qué pretendéis? ¿Recobrarlo?

PANTALÓN. ¡Eso, eso! ¡Mi dinero!

HOSTELERO. ¡Nuestro dinero!

CRISPÍN. Pues escuchadme aquí... ¿De dónde habéis de

cobrarlo si asíquitáis crédito a mi señor y así hacéis imposible su boda con la hijadel señor Polichinela? ¡Voto a..., que siempre pedí tratar con pícarosmejor que con necios! Ved lo que hicisteis y cómo se compondrá ahora conla Justicia de por medio. ¿Qué lograréis ahora si dan con nosotros engaleras o en sitio peor?

¿Será buena moneda para cobraros las túrdigasde nuestro pellejo? ¿Seréis más ricos, más nobles, o más grandes, cuandonosotros estemos perdidos? En cambio, si no nos hubierais estorbado atan mal tiempo, hoy, hoy mismo tendríais vuestro dinero, con todos susintereses..., que ellos solos bastarían a llevaros a la horca, si laJusticia no estuviera en esas manos y en esas plumas... Ahora haced loque os plazca, que ya os dije lo que os convenía...

DOCTOR. Quedaron suspensos[97.1]...

CAPITÁN. Yo aun no puedo creer que ellos sean tales bellacos.

POLICHINELA. Este Crispín... Capaz será de convencerlos...

PANTALÓN. ( Al Hostelero. ) ¿Qué decís a esto? Bien mirado...

HOSTELERO. ¿Qué decís vos?

PANTALÓN. Dices que hoy mismo se hubiera casado tu amo con la hija delseñor Polichinela. ¿Y si él no da su consentimiento?...

CRISPÍN. De nada ha de servirle. Que su hija huyó con mi señor..., y losabrá todo el mundo... Y a él más que a nadie importa que nadie sepacómo su hija se perdió por un hombre sin condición, perseguido por laJusticia.

PANTALÓN. Si así fuera... ¿Qué decís vos?

HOSTELERO. No nos ablandemos. Ved que el bellacón es maestro enembustes.

PANTALÓN. Decís bien. No sé cómo pude creerlo. ¡Justicia!

¡Justicia!

CRISPÍN. ¡Ved que lo perdéis todo!

PANTALÓN. Veamos todavía... Señor Polichinela, dos palabras.

POLICHINELA. ¿Qué me queréis?

PANTALÓN. Suponed que nosotros no hubiéramos tenido razón

paraquejarnos. Suponed que el señor Leandro fuera, en efecto, el más noblecaballero..., incapaz de una baja acción...

POLICHINELA. ¿Qué decís?

PANTALÓN. Suponed que vuestra hija le amara con locura, hasta el puntode haber huido con él de vuestra casa.

POLICHINELA. ¿Que mi hija huyó de mi casa y con ese hombre? ¿Quién lodijo? ¿Quién fue el desvergonzado...?

PANTALÓN. No os alteréis. Todo es suposición.

POLICHINELA. Pues aun así no he d