La Serie de Lenguaje Moderno del Librero Heath - Mariucha by Benito Pérez Galdós - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

ESCENA II

Las mismas; MENGA. Mozuela del pueblo, vendedora en la plaza.Viste pobremente; trae al brazo un gran cesto con sus variadasmercancías; en la mano un palo tarja. Su hablar es áspero ydescarado.

MENGA. ( Por la izquierda. ) ¿Ha lugar, muesama?

MARÍA. Adelante, Menga.

MENGA. Si quié que ajustemos la cuenta... ( Saca 40 un bolsón mugriento. )

MARÍA. Vamos allá. ( Se sienta. Saca del cajón dela mesa una cestilla con dinero y un papel. )

MENGA. Léame la apuntación, a ver si hayconformidá.45

MARÍA. Tienes que darme: pesetas...

MENGA. ( Vivamente. ) ¡Noramala con las pesetas!¡Cuénteme por benditos riales!

MARÍA. Pues cuatrocientos ochenta reales. Bienclarito está.50

MENGA. No, muesama.

MARÍA. ¿Que no? Pues haz tú la cuenta.

MENGA. Cuenta clara. ( Mirando el palo en que tienehecha la cuenta por cortaduras a navaja. ) Sesentapiezas.55

MARÍA. Sesenta piezas.

MENGA. A siete y medio. Pus son: cuarenta dieces,más cuatro cincos, que hacen veinte, más sesenta mediosriales. Esto sí que es claro.

MARÍA. A ver. ( Mirando la tarja. ) Ya... es que60tú te descuentas tu corretaje...

MENGA. ¡Pus no!

MARÍA. ¡Pero si del corretaje te llevo yo cuentaaparte! ( Saca otro papel. ) Toma: treinta reales. ( Selos da. )65

MENGA. ( Coge su dinero. Saca del bolsón billetes yplata. ) Cuentas claras: cuarenta y cinco dieces, másseis cincos... Ahí tiene... Ahora déme ( Sacando cuentamental, ayudada de los dedos. ) veinte piezas, y otras veinte,y cinco más.70

CIRILA. Cuarenta y cinco. Toma. ( Se las vacontando. ) MENGA. Las aldeanas no quién otra cosa. Yo lesdigo que to l'

señorío de Madril lo gasta, la Reina mesmamenteen sus camisolines... y que lo train de unas75fráicas nuevas de las Alemañas, o del quinto infierno.

MARÍA. No te quejarás, Menga: bien te doy a ganar.

MENGA. No hay queja, muesama. Pero vea: sietebocas tengo que tapar: mi madre, mi güela de padre,mi güelo de madre, y cuatro sobrinos mocosos, tamaños80así.

MARÍA. Pero tú ganas mucho. Eres gran comercianta.

CIRILA. Pues no llevas aquí poco material. ( Mirandoel contenido del cesto. )

MARÍA. ¿Qué vendes, a más de la puntilla?85

MENGA. ( Mostrando sus mercancías. ) Poca cosa:vendo cangrejos, peines, cuerdas de guitarra, aleluyaspara los chicos, y velas para los difuntos.

CIRILA. ¡Ay, qué allegadora!

MARÍA. Dios la protegerá. ( Entra Vicenta por la 90 izquierda. ) ESCENA III

Las mismas, VICENTA.

VICENTA. ¡Queridísima...!

MARÍA. ¡Oh, Vicenta...! ( Se levanta. Alegre va asu encuentro. )

¿Qué hay, qué noticias me trae?

VICENTA. ( Con entusiasmo. ) Hija, las flores y pájaros95para adorno de sombreros han tenido una aceptacióncolosal. ¡Qué feliz idea! No llegaban acá más que porqueríasanticuadas... Me ha dicho Josefita que se quedacon todo, y que le mande usted la factura.

MARÍA. Bien. ( Destapa cajas y le muestra más flores 100 y otros objetos. ) Tengo más, mucho más... Mire, mire:aquí más flores...

pájaros lindísimos... Aquí cascos depaja... ¡Vea usted qué cosa más elegante!

VICENTA. ( Con grande admiración. ) ¡Oh, quémaravilla!105

MARÍA. ( Sigue mostrando. ) Vea la encajería paraadorno de vestidos.

MENGA.

( Acercándose

con

Cirila

y

admirando

aquellosprimores. ) Miá, miá, lo que trujo pa las señoras de acá...¡Hale con ellas, muesama, y engáñelas y sáqueles la110enjundia, que son bien ricachonas!

VICENTA. Ha tenido el talento de adivinar los adelantosde esta villa...

MENGA. ¡Qué no discurrirá ésta, si tié los dimoniosen el cuerpo!115

CIRILA. Los ángeles tiene, que no demonios, bruta.

MENGA. Lo mesmo da... que hay dimonios delCielo.

CIRILA. ¡Jesús, qué blasfemia!

MENGA. O angelicos de los infiernos... Dígolo porque120ésta paiz un dimonio, y es, como quien dice, santa...Ea, dame lo mío.

CIRILA. ( La va cargando de piezas. ) Santa es: no losabes tú bien.

MENGA. ( Acomodando su carga en el cesto y en la 125 cabeza. ) Echa más... ¡Arre ahora!

MARÍA. ¡Adiós Menga, ricachona!

MENGA. ( Abrumada con su carga. ) Adiós, SantaMariucha.

( Vase por la izquierda. )

MARÍA. ( A Cirila. ) No te necesito por ahora. Acompaña130un ratito a mamá. ( Vase Cirila por la derecha. )

ESCENA IV

MARÍA, VICENTA.

VICENTA.

Josefita

colocará

desde

luego

parte

de

estosprimores. Ha estado usted felicísima. Agramante serádentro de poco un pequeño Madrid. Como dice Nicolás,la ola del lujo avanza, avanza...135

MARÍA. Tendrá Josefita muchos encargos.

VICENTA. Como que se verá muy mal para podercumplir. Ya sabe usted que para la inauguración delnuevo teatro tendremos aquí la compañía del Español.Nos abonaremos... todo el señorío.140

MARÍA. Y venga lujo, vengan flores y encajes... ysombreros grandísimos, que son lo más propio parateatro.

VICENTA. Lo más elegante.

MARÍA. Así da gusto ver las butacas, hechas un bosque145de plumas.

VICENTA. En nuestro lindo coliseo, desplegará laaristocracia agramantina un lujo... ( Sin recordar eladjetivo. ) ¿Cómo se llama al lujo?... ¡Ah!inusitado.150

MARÍA. ¡Bien por Agramante!

VICENTA. Y ahora, otra cosa. ( Se sienta frente aella. ) Y esto que voy a decirle, querida mía, es un tanticodesagradable...

MARÍA. ( Alarmada. ) ¿Qué, Vicenta?155

VICENTA. No, María, no es para asustarse... Soy sumejor amiga; me intereso mucho por usted, y quieroprevenirla de ciertos rumores...

MARÍA. ( Serena. ) ¿A ver, a ver?... ¿Qué dicende mí?160

VICENTA. Naturalmente, todo el mundo encuentramuy

extraordinario, encuentra inverosímil que una mujersola pueda...

MARÍA. ¿Levantar del suelo a una familia, sostenerlaen una pobreza decorosa?... ¡Vaya con el milagro!165¿Y de esto se asombran?

VICENTA. Se asustan, se escandalizan. Este compra-y-vendede una señorita noble, hija de Marqueses,no está en nuestras costumbres.

MARÍA. Ni ello les cabe en la cabeza a estas

mujercitas170encogidas

y

para

poco...

Como

si

lo

estuvieraoyendo, Vicenta... dirán que una mujer no puede ganardinero...

VICENTA. Honradamente. Se lo digo a usted contoda esa crudeza, para, que se indigne.175

MARÍA. No, amiga mía: si no me indigno.

VICENTA. ¡Y se queda tan fresca!

MARÍA. Cuando me determiné a sacar a mis padresde la miseria, por los medios que usted conoce, ya contécon que me habían de tomar por loca, o por otra cosa180peor... y fortifiqué mi alma contra esos ataques... queno podían faltar.

VICENTA. ¿De modo que usted no teme...?

MARÍA. ¿A lo que llaman la opinión, a la falsa crítica,a la mentira maliciosa? No la temo. Todo es pura185espuma, y yo soy roca.

VICENTA. Dios la conserve a usted en esa fortaleza yserenidad.

MARÍA. Con ellas me va muy bien: nadie viene aturbarme...190

VICENTA. ¿Nadie? ( Picaresca. ) Eso no es verdad;que por ser usted mujer de tanto mérito, no le falta elasedio de pretendientes, alguno tan enfadoso como elpobre Corral...

MARÍA. ¡Mentecato como ése!195

VICENTA. Loco está por usted, y a los desdenes respondecon mayor exaltación... La verdad: yo, en elcaso y en las circunstancias de usted...

MARÍA. ( Imponiéndole silencio. ) No siga, Vicenta,se lo suplico... y hablemos de otra cosa. ( Transición 200 rápida a las ideas alegres. ) Hablemos de esto, de milindo comercio. ¿Sabe usted que tengo que ver a Josefitay acordar con ella plazos, precios...?

VICENTA. Iremos juntas. Yo también tengo queverla.

¿Vámonos ahora?205

MARÍA. Dentro de un rato, si le parece bien.

VICENTA. ( En actitud de despedirse. ) Viene usted ami casa, o llama desde el balcón... ( Recordando. )¡Ah!... Otra cosa: ya decía yo que se me olvidaba lomás importante... Esta tarde empiezan las fiestas de210la Virgen de las Mieses... Es la locura de Agramante.Mañana y pasado, gran baile popular en el campo querodea el Santuario, al pie del monte. Es costumbre delas señoras principales, en días tan alegres, sacar de lasarcas los mantones de Manila.215

MARÍA. ¿Y bailan?

VICENTA.

Baila

sólo

el

pueblo.

Nosotras

organizamosmeriendas, paseamos en el bosque, nos reunimoslas amigas, formamos corros...

MARÍA. ¡Oh, sí!... Un rato de expansión, al aire220libre, entre personas amables, me agradará mucho...

VICENTA. Pues allá nos vamos. Yo tengo mantones...

ESCENA V

MARÍA, VICENTA; LEÓN, por la izquierda.

LEÓN.

( En

la

puerta,

gozoso,

gallardo,

descubriéndose. )Saludo a María, estrella de la mañana, torre de marfil,asiento de la sabiduría.225

MARÍA. Ora pro nobis. ( Riendo. ) ¡Cómo viene hoy!( Ocupa su sitio en la mesa. )

VICENTA. ( Aparte. ) ¡Jesús, qué saludos tan poéticosusa este hombre carbonífero!

LEÓN. Señora Alcaldesa, Dios la guarde. ( A María. )230Hoy, más que ningún día, anhelaba yo venir a tomar susórdenes.

VICENTA. ( Aparte. ) ¡Y entra aquí como en su casa!Pues yo no me voy sin enterarme... ( Retirándose a laizquierda. )235

MARÍA. No se aparte usted, Vicenta. Todo lo quehablemos León y yo puede usted oírlo.

LEÓN. Tratamos de negocios. ( Saca una voluminosacartera y la pone en la mesa. ) Señora Alcaldesa, acérqueseusted. Aquí no hay secreto, porque los arrebatos240de mi admiración por esta señorita sin par, de nadie losrecato... quiero que sean públicos.

VICENTA. Y lo serán... Ya empiezan a serlo.

MARÍA. Vaya, vaya, tenga juicio.

VICENTA. ( Maliciosa. ) Creo haber oído... que245María debe a usted sus conocimientos mercantiles.

LEÓN. No merezco el honor de llamarme su maestro.Si esto se dice, será porque algún ejemplo de mi azarosavida le sirvió de lección saludable. De aquellos ejemplosha sacado su ciencia; de su ciencia, sus triunfos y la250reparación de su casa y familia.

VICENTA. ¿Es cierto, amiga mía?

MARÍA. Cierto será cuando él lo dice, Vicenta.

VICENTA. Bien. ( A León con picardía. ) Sabe muchosu alumna.255

LEÓN. ¡Que si sabe! ( Observando a María, que sonríe. )Vea usted esos ojos, que penetran en toda la realidadhumana.

VICENTA. ¡Los ojos!... Ésa es la ciencia que a ustedle fascina, señor mío.260

MARÍA. No le haga usted caso, Vicenta. Hoy ledesconozco: el hombre más aplomado y más sereno delmundo, se nos presenta como un cadete sin juicio...¿Qué le pasa a usted hoy?

LEÓN. Me pasa... Pues verá usted: hoy he despertado265con una idea luminosa, que repentinamente brotóen mí como una inspiración. Pensé...

MARÍA. ( Con gran interés, levantándose y pasando alcentro. )

¿A ver, qué ha pensado el hombre?

LEÓN. Muy sencillo... Pienso... como si Dios murmurara270en mi alma... pienso que después de tanto penar,después del largo espacio de soledad y afanes en mi trabajosavida, ya merezco el descanso, la alegría. Acábesemi Purgatorio y denme el Cielo, que ya tengo bienganado.275

VICENTA. ¿Y quién es usted para decir y afirmar quelo merece ya?

MARÍA. Eso sólo Dios lo decide.

LEÓN. Pues... a eso voy. Creo que Dios ha decididomi indulto.280

MARÍA. ¿En qué se funda para creerlo así?

LEÓN. En que... hoy, hoy ha dispuesto Dios...algo que estimula mis esperanzas. Y al hacerlo así, meha dicho...

VICENTA. ¿Dios?... ¿Pero habla Dios con los285comerciantes?

LEÓN. Alguna vez... Pues me ha dicho... «Pobrealma, acábese tu suplicio... ven... llama a la puertade mi Cielo... No faltará un ángel que te abra...»

VICENTA. ¿Y ha llamado usted?290

LEÓN. Voy a llamar.

VICENTA.

( Aparte. )

Sin

duda

estorbo

para

el

llamamiento...Pero aquí me planto.

MARÍA.

( Queriendo

variar

de

conversación. )

En

fin,loquinario, ¿viene usted o no a que pongamos en orden295nuestras cuentas?

LEÓN. No... Digo, sí... vengo a eso... y a otracosa. Empecemos por las cuentas.

VICENTA. ( Apartándose. ) ¡Ay, ay, ay! Estas cuentecitas...me parece a mí que es el diablo quien las300arregla.

LEÓN. ( Saca de su cartera un papel. ) Liquidación deazulejos.

VICENTA. ¿Qué, también vende alfarería? En elnombre del Padre...305

LEÓN. Alfarería y cerámica superior. ¿A qué eseasombro? Mi discípula pidió a Sevilla dos partidas deazulejos: la una superior, con reflejos metálicos... laotra ordinaria. A mí me dio el encargo de colocarlas...¿Pero no ha visto usted el zócalo del nuevo salón del310Ayuntamiento?

VICENTA. Y los portales de las casas nuevas... sí.

LEÓN. ( A María. ) La clase superior se ha vendidoya totalmente. La otra ya irá saliendo. Liquidaremoslas dos...315

MARÍA. No: liquidemos sólo la partida realizada.

VICENTA.

( Aparte. )

Estas

partiditas

y

estas

liquidacioncitas...¡ay! ( Suspira. )

LEÓN. ( Saca billetes de su cartera. ) Son ochocientastreinta y dos... Rebajadas las letras de Aguiló Hermanos,320Pasamanería, que pagué, resultan...

MARÍA. ( Después de hacer rápida cuenta. ) No tieneusted que darme más que cuatrocientas catorce, con diezcéntimos.

LEÓN. Hija, no: seiscientas veintiocho.325

MARÍA. ¿Y su comisión, no la descuenta?

LEÓN. Deje usted. Otra vez será.

MARÍA. No, no. ¡Lucido está el maestro! ¡Vayaun ejemplo que me da!... No hacemos más tratos sino descuenta ahora mismo...330

LEÓN.

Bueno,

bueno:

no

riña.

( Contando. )

Cuatrocientascatorce... No discuto con usted ninguna de lasformalidades mercantiles, y tomo lo que, según convenio,me corresponde. Esto no quita para que esté dispuestoahora y siempre a dar a usted mi hacienda toda, mi vida,335y mil vidas si mil tuviera.

VICENTA. ( Aparte. ) ¡Ay, Dios mío, esto estáperdido!

MARÍA. Pues con esto, unido a lo que me trajo ustedayer por las vajillas de porcelana superior y la cristalería340de Bohemia ( Contando en la cesta del dinero)... y otrascosillas, tengo en mi caja más de dos mil pesetas... Verdadque hay aquí un ingreso...

( Picaresca. )

LEÓN. ¿De qué?

MARÍA. ¡Curiosón!... Esto es una partida secreta...345un dinerito que me ha caído del Cielo. No puedo decirmás.

VICENTA. ( Aparte maliciosa. ) ¡Qué cielo será ése,Señor, de donde caen estos dineritos!

MARÍA. Bueno, bueno. Pues lo que debo a usted350sigo pagándolo en partiditas... Abóneme otras trescientaspesetas. ( Se las pone delante. )

LEÓN. ¿De veras no las necesita? Antes que losprincipios, está la conveniencia de usted.

MARÍA. ( Insistiendo. ) No, hijo: cuando digo que...355

VICENTA. ( Aparte. ) ¡También le presta dinero!

LEÓN. ( A Vicenta. ) Estos son negocios, esto es leyy mutuo auxilio comercial, señora Alcaldesa.

MARÍA. Llevamos nuestras cuentas con todo rigor.

LEÓN. Aquí no hay engaño ni misterio. Señora mía,360está usted en la casa de la sinceridad, de la honradez máspura.

VICENTA. Sí, sí... Pero estos tratos y combinaciones...

LEÓN. ( Con brío. ) A gritos los digo yo en medio de365la calle.

Y puesto a descubrir mi alma, gritaré tambiénque quiero a María, que la quiero con amistad, conrespeto, con amor: la trinidad del querer...

MARÍA. ( Riendo. ) ¡Qué sutil y qué hiperbólico, Diosmío!370

VICENTA. ¿Pasión tenemos?... Ya dije yo...

LEÓN. Culto fervoroso que no quiere ni debeocultarse.

MARÍA. Basta ya... Cállese la boca. Sea usteddiscreto.375

LEÓN. No puedo callar. La realidad presente meordena la indiscreción.

MARÍA. ( Confusa, turbada. ) ¿Qué realidad es ésaque ayer no existía y hoy sí?

LEÓN. Ha llegado la ocasión de que todos los

buenos380afrontemos la verdad de la vida, y despreciemos todoartificio por imponente que sea.

MARÍA. ( Con gran confusión. ) ¿Qué dice?... ¿quépasa?

LEÓN.

Cualquier

suceso

inesperado

abre

a

la

voluntad385humana caminos nuevos.

VICENTA. Ya, ya. ( Con pretensiones de agudeza. )Crisis comercial... ¿no es eso?

LEÓN. Sí, señora... crisis.

MARÍA. ¿Crisis en el comercio de usted o en el mío?390

LEÓN. En los dos... No, no: en el de usted.

VICENTA. Subida inesperada en el precio de los artículos.

LEÓN. Sí... Artículo hay que ha estado por los suelos,y ahora sube, sube...395

MARÍA. No entiendo...

VICENTA. Y vendrá la quiebra.

LEÓN. Para impedir la ruina de mi amiga, le propongomi apoyo comercial.

MARÍA. ¿Cómo?400

VICENTA. Es muy sencillo... asociándose...

LEÓN. Propongo un negocio comanditario... sobrenuevas bases... Formulado lo traigo aquí. ( Saca de sucartera un pliego sellado. )

MARÍA. ( Con gran curiosidad, tomándolo. ) A ver, a405ver...

( Trata de abrirlo. )

LEÓN. No, no: la índole delicada de este nuevonegocio exige que usted no se entere de él hasta quepueda consagrarle toda su atención... en la soledad.

VICENTA. Ya... estorbo.410

MARÍA. No. ( Persistiendo en su confusión. ) ¡Si noes amor, Vicenta: es...!

VICENTA. ¿Que no? Abra usted y lea.

LEÓN. Ahora no.

VICENTA. ¡Si bien claro lo dijo antes! Huido del415Purgatorio, se atreve a llamar a las puertas del Cielo.

LEÓN. He llamado, sí... ¡y con alma!

VICENTA. Me parece que no le abrirán, señor mío.( Mira alternativamente a León y a María. Pausa. Maríamira al suelo, a León; mira la carta. Con los ojos expresa 420 todo: alegría, expectación, miedo de dar a conocer sus sentimientosante su amiga. )

LEÓN. ( Que ha recogido rápidamente su cartera ysombrero. ) Si no me abren, si soy despedido, volveré allugar de suplicio y expiación. Sé padecer; conozco el425dolor; viviré recogido y encerrado en el desconsueloinfinito... sin que por eso flaquee mi fe cristiana. Siemprediré: Dios en las alturas, María en la tierra.

Maríaes la paz; María es la esperanza, la flor y el fruto de todobien... ( Se retira hacia la izquierda. ) He llamado y430espero. ( Hace ligera reverencia y se va. María le siguecon la mirada. Permanece absorta. )

ESCENA VI

MARÍA, VICENTA; después CIRILA.

VICENTA. ( Mirándola con severidad. ) Lea usted...lea para sí.

Hágase cuenta de que está sola.

MARÍA. ( Vencida de la curiosidad, rasga el sobre; 435 desdobla con febril mano el papel, y lee rápidamente. )«En previsión de una crisis próxima...» ¿Ve usted?no es nada. Cosa de política, de comercio...

VICENTA. Amiga querida, estoy asustada. Preveocosas muy graves.440

MARÍA. ¿Por qué?

VICENTA. Ya sabe usted cuánto la quiero. Lo quehe visto y oído aquí paréceme un principio de grandesdesastres.

MARÍA. ( Abrasada de curiosidad, vuelve a desdoblar la 445 carta. ) Permítame un instante. ( Lee para sí. ) «Crisisde familia...» ( Se interrumpe al oír la voz de Cirila;vuelve a replegar la carta. )

CIRILA.

( Entrando

por

la

derecha. )

Los

señores

Marquesesbajan ahora.450

VICENTA. Yo me voy. ( Retrocede. ) Hemos quedadoen ir juntas a la romería. Vendrán conmigo las deGonzález. Por Dios, María, que no se arrime a usted esehombre, que no caiga en la estúpida presunción deacompañarla.455

MARÍA. ( Sin oír lo que dice. ) Bien... sí... Hastaluego, amiga mía.

VICENTA. Adiós.

MARÍA. ( En cuanto la ve salir, lee rápidamente saltandode una carilla a otra. ) «Este inmenso amor mío,460hijo de la adversidad, tiene de su madre la firmeza y laesperanza...»

CIRILA. ( Mirando por la derecha. ) Ya vienen...

MARÍA. ( Lee saltando. ) «Soy incandescente. Ardo:no me consumo. Siempre espero. ( Saltando. )... alma465superior, fuerte... La vida armónica... eficaz. ( Repliegala carta y la esconde al sentir la voz de su padre. )

ESCENA VII

MARÍA, CIRILA, DON PEDRO, FILOMENA, DON RAFAEL.

DON PEDRO. Hijita del alma, los ratos que nos robantus quehaceres nos parecen siglos.

FILOMENA. Y siglos de tristeza, porque debemos470decirte...

DON RAFAEL. ¿Qué?... ¿Ya empiezan a reñirla?

DON PEDRO. ¿Quién habla de reñir? Adorada Mariucha,tus ideas de mujer entendida y laboriosa han sidoel remedio de nuestra desdicha. Pero...475

FILOMENA. Te agradecemos en el alma lo primeroque hiciste por nosotros...

DON PEDRO. La venta de tu ropa de lujo nos parecióun rasgo de cariño filial. Lo demás...

MARÍA. ¿Lo demás, qué...?480

DON

RAFAEL.

Lo

diré

yo.

Es

que

no

pueden

habituarse...cuestión de sangre, de nacimiento... no seacomodan a estos menesteres mercantiles.

MARÍA. Bah, bah. ( Acariciándoles. ) Por Dios, queridospapás, reflexionad en lo que consumimos; y si485habéis pensado mejor arbitrio para vivir decorosamente,decídmelo... Pero ahora no.

( Impaciente. ) Estoy deprisa.

FILOMENA. ¿Tienes que salir?

MARÍA. Voy con Vicenta a casa de Josefita.490

DON PEDRO. Ya... Pues vete, vete.

FILOMENA. ¿Volverás pronto?

MARÍA. ( En el ángulo de la derecha, quitándose eldelantal. ) En seguida... Dime, papaíto: de las remesasde esperanzas que te hace mi hermano, ¿ha resultado495algo positivo?

DON PEDRO. (