El Superhombre y Otras Novedades by Juan Valera - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

Asal procura disuadirle de aquel intento, dejandoentrever que los hombres no están preparados para tanta verdad y que talvez no lo estarán nunca. Hay, no obstante, persiste en su empresa y Asalse deja convencer y le sigue. Logran hallar un barco, navegan en él yarriban al país de donde Asal había venido. El rey, antiguo amigo suyo ypersona excelente, recibe con palmas a los dos viajantes; pero, no bienéstos se lanzan a predicar su metafísica, toda la corte, la burguesía yla gente menuda, se aburre de ellos y los aborrece. Ambos entonces,imitando a la zorra, y perdóneseme lo ruin de la comparación, dicen noestán maduras, y se vuelven a la isla desierta, donde viven en soledady conversación interior hasta que les llega el día de su gloriosotránsito, o sea de la muerte.

Así, y no creo que muy libremente interpretada, es la novela filosóficade Tofail.

En España nadie había pensado en traducirla hasta que el entendidoarabista D. Francisco Pons, muerto por desgracia en la flor de su edad,devolvió esta joya a la tierra en que se había criado, trasladándola congran primor, fidelidad y elegancia al idioma castellano, que hoy sehabla en ella.

El libro está impreso en la ciudad de Zaragoza en el presente año de1900, y es el tomo V de la colección de estudios árabes que allí sepublica. Contiene, además de la novela, una advertencia preliminar delarcediano D. José María Navarro, maestro y amigo que fue del malogradotraductor, un breve discurso de D. Marcelino Menéndez y Pelayo y comoapéndice la alegoría mística Hay Benyocdan de Avicena, porque segúndicen los arabistas, el nombre de Hay Benyocdan equivale al Vivientehijo del Vigilante, y viene a significar al hombre que piensa en lascosas divinas.

Sobre la duración del habla castellana

con motivo de algunas frases del Sr. Cuervo.

A Dios gracias yo soy por naturaleza poco inclinado a la melancolía y aldesaliento. Hasta en las circunstancias más tristes procuro hallar algoque me traiga esperanza y consuelo. Como los niños de los cuentos dehadas, cuando se pierden en obscura y tempestuosa noche, en medio de unbosque lleno de malezas, precipicios y tal vez fieras, veo siempre a lolejos resplandecer la lucecita que ha de guiarnos a un espléndidoalcázar, donde genios bienhechores han de albergarnos, restaurarnos yregenerarnos.

A pesar, no obstante, de esta dichosa condición mía, como son tantos losJeremías y las Casandras que andan por ahí pronosticando nuevos males, ycomo brillan con frecuencia ante mis ojos, a modo de siniestrosrelámpagos, terribles avisos y ominosas señales, confieso que medesazono, la postración se apodera de mi espíritu y me pongo muycompungido.

Para animarme solía yo discurrir allá en mis adentros: hemos gastado másde lo que podíamos gastar en una pobre e inútil defensa, y hemos perdidoal fin nuestras ricas colonias, pero nadie podrá acusarnos, conjusticia, de malos colonizadores, ni de nación estéril, cuando tanvastos territorios han permanecido en nuestro poder cerca de cuatrosiglos y cuando de esta nación han brotado, como de tronco lleno desavia las ramas verdes y floridas, diecisiete repúblicas de granporvenir, donde circula nuestra sangre, donde queda indeleble el sellode nuestro propio ser y carácter y donde sigue y seguirá hablándosenuestro idioma.

Entonces recuerdo los tan conocidos versos del duque de Frías.

.............en

vano

el

mundo

De

Colón,

de

Cortés

y

de

Pizarro,

A

España

intenta

arrebatar

la

gloria

De haber sido español.

Por el habla, por las creencias y por las costumbres, la gente de allíseguirá siendo española antes de ser americana. Y el navegante quellegue a aquellos puertos tan apartados de Europa y de España,

Verá

la

cruz

del

Gólgota

plantada

Y escuchará la lengua de Cervantes.

Pero mi gozo en un pozo. Yo esperaba que seguirían siempre siendohispano-parlantes cuantas naciones se extienden desde el Norte de Méjicohasta el Estrecho de Magallanes. Yo esperaba que seguiríamos hablando lalengua española cincuenta o sesenta millones de seres humanos; granporvenir para nuestra literatura, por poco que dichos seres escriban ylean. Pero lo repito; el gozo en un pozo. Y ha venido a arrojarme en él,con sus dudas y temores, nada menos que el más profundo conocedor de lalengua castellana (y bien podemos afirmarlo sin temor de que nadie nosdesmienta) que vive hoy en el mundo.

Pocos días ha, recibí un librito impreso en Chartres, que contiene unpoema titulado Nastasio, obra del vate argentino D. Francisco Soto yCalvo. El poema es muy original. En él hay descripciones bien hechas ysin duda fieles, de la vida rústica de la Pampa, de aquellas fértilespraderas y de las costumbres, lances y amores de los campesinos ogauchos. Refiere la mala aventura de un pallador llamado Nastasio, aquien un tremendo huracán destruye y quema la cabaña y mata a la mujer ya los hijos. La honda pena y la resignación cristiana del pallador estánbien sentidas y expresadas. Los versos que el pallador compone,celebrando primero su ventura, cuando aún era dichoso, y lamentando suinfortunio más tarde, son sencillos y espontáneos sin ser prosaicos nirudos, y merecen, a mi ver, no pequeña alabanza. Por último, la muertedel pallador, viudo y solitario, está llena de dulce tristeza o más biende esperanza consoladora.

.............Un

instante

Fijos

los

ojos

en

el

techo

obscuro

Pareció

que

hondamente

agradecía

La

bondad

del

Señor.

Después,

ya

muerto,

Se

quedó

cual

soñando

en

lo

futuro,

Y se asentó la paz en su semblante.

En suma, el Nastasio del Sr. Soto y Calvo es una bella composición,por el estilo del Hermán y Dorotea de Gœthe y de la Evangelina deLongfellow, si bien en el Nastasio no se advierte imitación, sinomucha espontaneidad. Su lenguaje es castellano muy puro.

Por eso mismo me ha sorprendido y me ha contristado más la carta-prólogoque en el Nastasio he leído.

Hay en esta carta una idea harto contraria a la condición, vida ycarácter de quien la emite. Imposible parece que desconfíe tanto delporvenir en América del idioma castellano quien ha consagrado toda lavida a su estudio y está erigiéndole el maravilloso monumento de un Diccionario de construcción y régimen. Quizás exprese D. Rufino J.Cuervo, pues ya se entiende que éste es el autor de la carta, no ya unaconvicción, sino el temor, propio de quien mucho ama, de que aquello queama desaparezca o muera.

La corrupción del latín y el nacimiento y desarrollo ulterior de laslenguas romances no puede ni debe servirnos de guía para pronosticar enAmérica la corrupción del castellano y el nacimiento y desarrolloulterior de nuevos idiomas. El imperio de los Césares acabó y sedesmembró por invasión extranjera. Pueblos germánicos y de otras razas ylenguas vinieron a establecerse en varias provincias del imperio, dandoorigen a nuevos Estados y aun a nuevas nacionalidades; pero el imperiocolonial de España ha tenido fin, dividiéndose de manera muy distinta,por obra de los mismos españoles de origen que han querido y logrado serindependientes.

La civilización antigua se corrompió y degeneró primero, y con lainvasión de los bárbaros sufrió después largo eclipse, o más bien sueñoo letargo del que hubo de despertar o de renacer transformada y muy otrade lo que era y con otros modos de expresión para manifestar supensamiento; pero en las repúblicas hispano-americanas ni ha habidoinvasión de bárbaros, ni desmayo, ni decadencia de civilización, ni razatriunfante y dominante que se haya sobrepuesto a la raza española deorigen que antes triunfaba y dominaba. No hay motivo, pues, pararecelar la desaparición en el nuevo continente de la lengua castellana,a no ser que los actuales habitantes o ciudadanos de las nuevasrepúblicas se consideren, con humildad profundísima, tan pobres de serpropio que vengan a sobreponerse a ellos y a hacerles olvidar el hablade sus padres, o bien los indios indígenas, o bien los emigrantesitalianos, franceses o alemanes, que acudan en busca de trabajo y debienes de fortuna.

El aislamiento de las diversas repúblicas entre sí, tendrá que ser ydeberá ser menor cada día, y sólo en muy remoto porvenir, que va másallá de toda previsión humana, podrá crear lenguas distintas, acabandopor no entenderse los que son hoy pueblos hermanos.

El que haya cierto número de palabras propias de cada país parasignificar especiales y locales usos, costumbres, produccionesnaturales, trajes, etc., no basta para explicar que vengan a nacerdistintas lenguas. Acaso para entender las narraciones de Pereda, el másespañol y el más castellano de nuestros novelistas, se requiera másglosario que para entender el Nastasio o cualquiera otra narraciónargentina. Y no por eso teme nadie entre nosotros que en la Montaña, enSantillana o en Santander, en la patria del mismo Pereda, de AmósEscalante y de Menéndez y Pelayo, salgan hablando, el día menospensado, un idioma distinto.

La más seria amenaza de muerte que tiene el castellano es, según dice elSr.

Cuervo, que no hay más que cuatro o cinco autores españoles cuyasobras se lean en América con gusto y provecho, que allí la vidaintelectual se deriva de otras fuentes; pero si esto es así, si enEspaña no hay más que cuatro o cinco autores, y si para vivir vidaintelectual tenemos que recibirla de Francia, tan amenazado como enaquellas repúblicas está el castellano en esta desventurada y estérilmetrópoli, donde sólo Dios sabe qué lengua hablaremos, o si dejaremos dehablar ya que nada propio y no venido de París tenemos que decir enninguna habla. Si para decir algo de gusto o de provecho tenemos querepetir lo que se dice en Francia, más vale dejarlo en francés y notraducirlo. El pasto espiritual es, lo mismo que el material, indigestoy desagradable cuando se toma recalentado. Boileau lo declara diciendo:

........et

souvenez-vous

bien

Qu'un dîner rechauffé ne valut jamais rien.

Y no se me diga que no bien nos lancemos a hablar, en la antiguametrópoli y en todas las repúblicas, sus hijas, dieciocho lenguasnuevas, desaparecerá la esterilidad de nuestro ingenio, se nosaclararán las entendederas, y en vez de cuatro o cinco autores queescriban cosas de gusto y de provecho, tendremos cuatrocientos oquinientos. Desengáñese el señor Cuervo: si en el día y hasta el díahemos sido y somos poco ingeniosos, provechosos y gustosos, loseguiremos siendo, aunque se repita el milagro de la Torre de Babelentre nosotros.

Este milagro, por otra parte, es harto difícil de hacer. No en todas lasregiones que formaban antes el inmenso imperio español se halla a manopara desechar el habla de Castilla otra lengua viva aún, o algúndialecto que la reemplace, como sucede en Cataluña y en Galicia. Losandaluces, pongamos por caso, nos veríamos algo apurados si intentásemos descastellanizarnos. Expulsados ya los judíos y los moriscos, no meparece bien ni fácil que saliésemos hablando en árabe o en hebreo, locual tendría además el inconveniente de no ser nuestra lengua propia yprivativa. Todo, sin embargo, tiene remedio. D. Manuel Góngora yMartínez refiere en sus Antigüedades prehistóricas de Andalucía, queen varias cuevas llamadas de letreros, los hay al parecer ininteligiblesy en abundancia. Ahora bien; yo tengo un amigo muy docto que trabaja conéxito en descifrar dichos letreros, eclipsando la gloriado Champollión.Y como se presume que los tales letreros están escritos en elantiquísimo idioma de los turdetanos, mi amigo espera reconstituir elmencionado idioma, en el que se compusieron sabias leyes y hermosospoemas hace ya nueve o diez mil años. Si el susodicho amigo mío se salecon la suya y reconstituye la lengua turdetana, los andaluces echaremosla zancadilla a los catalanes, a los gallegos, a los vascongados y acuantos oriundos de España hay en América, aunque abandonando elcastellano, salgan hablando y escribiendo en quichua, en guaraní o en elhabla de los chibchas o de los aztecas.

Lo mejor, sin embargo, dejando bromas a un lado, sería que así en Españacomo en toda la dilatada extensión del nuevo Continente, que descubrimosy colonizamos, se siguiese hablando sin corrupción la lengua deCastilla, lazo de unión fraternal que no debe romperse. Ningún políticoinglés mal humorado se atrevería a insistir en que nuestra raza estádecaída, si cincuenta o sesenta millones hoy, y en lo futuro másmillones de hombres, siguiesen hablando la misma lengua, clarotestimonio de la persistente vitalidad de la raza. Mas para esto hemosde convenir en que se necesitan dos cosas muy importantes: que tengamosconfianza unos en otros, y que procuremos merecerla. Limitándonos a loque se escribe, quiero yo dar a entender que no porque sea español debeel público desdeñarlo, y que también los escritores debemos hacer losmayores esfuerzos y afanarnos y esmerarnos para que no nos desdeñen conjusticia: para que no se afirme que sólo hay cuatro o cinco autores quese leen con gusto o con provecho. Tal vez nuestros autores pagan eldesdén del público con otro desdén equivalente o mayor, pero el desdéncon el desdén no tiene tan buen éxito en literatura como en cuestión deamores. Cuando no se estudia, o se estudia poquito, nadie, a no ser uningenio portentoso, acierta a escribir algo que sea de gusto o deprovecho. En el público, y singularmente en lo que llaman ahora la hig-life, que suele dar ejemplo y tono, noto yo en España la másdesdeñosa manía contra los que escribimos. Y es menester que trabajemosno poco para que esta manía desaparezca.

Fuera del teatro, a donde acude la gente por lo muy aficionada que es adivertirse, apenas hay literatura popular en España. La poesía en versoy por todo lo alto está en general harto desacreditada y a pesar deQuintana, Gallego, Duque de Rivas, Espronceda, Zorrilla, Campoamor,Núñez de Arce y bastantes otros que viven o han vivido en el siglo queestá terminando, se nos anuncia fatídicamente que va a desaparecer laforma poética. Y no se crea que lo escrito en prosa ha conquistado todoel favor y está muy boyante. Si exceptuamos a D.

Benito Pérez Galdós ya otro par de autores a lo más, apenas los hay hoy en Españaverdaderamente populares y cuyos libros se compren y se lean.

Confatigas tendríamos que andar hoy para completar el número de los cuatroo cinco autores de que habla el Sr. Cuervo y cuya lectura trae gusto oprovecho a los americanos. Ni siquiera en España caemos en gracia.

No me atormenta la mala pasión de la envidia, pero, sin envidiar,reconozco y deploro que éxito tan grande de librería como va teniendo ennuestra nación la novela Quo vadis? del autor polaco Sienkiewicz, nole ha tenido ningún novelista español, aunque entren en cuenta las Pequeñeces del Padre Luis Coloma.

¿En qué consiste esto? ¿Consistirá en manía por lo extranjero o en quela novela Quo vadis? es mejor que cuanto por aquí escribimos? Lacuestión es tan peliaguda que prefiero callarme y no tratar deresolverla. Clarín además ha sido interrogado. Tiene la palabra y nodebo yo adelantarme y quitársela. Sólo me atreveré a decir: 1º Habentsua fata libelli. 2º Me alegro de que vuelva la afición a la novelahistórica. 3º Para escribirla bien (y va de latines) non oportetstudere sed studice, lo cual significa, en el presente caso, que no habastado para componer el Quo vadis? acudir al Diccionario deantigüedades de Rich, a la obra de Dezobry, al Antecristo de Renán ya otras historias, como v. gr, la de César Cantú, sino que ha sidomenester que el autor esté muy versado en la literatura clásica deGrecia y de Roma, y acaso en los idiomas en que dichas literaturas seprodujeron. Y 4º y último, se necesita muchísima habilidad y grandeingenio para que interesen y sean asunto principal de un libro losamores de dos personas harto secundarias, y que acaban por ser muyfelices en medio de multitud de catástrofes que debieran interesarnosmucho más: muertes de San Pedro y de San Pablo, suplicios espantosos yvariadísimos de cristianos a centenares y trágico fin también dePetronio, de Lucano, de Séneca, del propio Nerón y de otra multitud desujetos de mucho fuste.

Casi no hay novela histórica sin cierta ineludible falta de armonía queel autor debe hacer que se perdone o se disimule, logrando así eltriunfo. En el Quo vadis? la falta es patente, pero subsanada oremediada con arte y talento. Hay dos acciones. La principal es la quemenos importa: un caballero, prendado de una muchacha virtuosa ycristiana, se vale de malos medios para hacerla su manceba. Ella seresiste. El se enamora al fin seria y honradamente y se hace tambiéncristiano. Y después de algunos lances y aventuras, el caballero y lamuchacha se casan como Dios manda y se van a holgar en una hermosaquinta que en Sicilia poseen. Estos son los héroes y protagonistas yeste el asunto principal de la novela. La comparsa, el coro y el otroasunto más amplio, en que el asunto principal encaja, son una legión demártires, apóstoles y santos, y una serie de acontecimientos terribles yreales, que inspiran la Apocalipsis al Aguila de Patmos, y que preparanla prodigiosa mudanza de Babilonia en nueva Jerusalén, y el vencimientodel imperio de la fuerza por el imperio del espíritu, del que igualmenteha de ser capital Roma, purificada y santificada por la sangre de losconfesores de Cristo.

En suma, yo no quiero decir más sino que la novela Quo vadis? se leecon gusto o con provecho, como dice el Sr. Cuervo que sólo se leenen América cuatro o cinco de nuestros autores.

Nueva edición de «LA CELESTINA»

El señor D. Eugenio Krapf, alemán de nación y fundador y dueño en Vigode un establecimiento tipográfico, ha impreso y publicado latragicomedia Celestina. Según en el colofón se expresa, esta obra,dividida en dos volúmenes, se acabó de imprimir el día 31 de Julio delpresente año (1900). El primor y la elegancia de la nueva edición danclaro testimonio del buen gusto del impresor, de su pericia y de sudevota admiración a las letras españolas.

Entre cuantos libros de entretenimiento se han escrito en España, LaCelestina, es, después del Quijote, el más estimado, así de nuestroscríticos como de los críticos de otros países, y el que mayor influjo hatenido acaso en el ulterior desenvolvimiento de la novela y del teatroen las modernas literaturas de Europa. Prueban la estimación que entodas partes se ha dado a este libro las esmeradas traducciones que deél se han hecho en diversas lenguas, imprimiéndolas o reimprimiéndolasdesde principios del siglo XVI hasta nuestros días con mayor primor ylujo que en España. Así, por ejemplo, la traducción francesa de Germondde Lavigne, publicada en París en 1873, la traducción alemana de Eduardode Bolow, impresa en Leipzig en 1843, y la antigua y bella traduccióninglesa de Jaime Mabbe, lujosa y lindamente reimpresa en 1894

eilustrada con una muy discreta y erudita introducción por el doctohispanófilo Fitzmaurice Kelly.

En España, revelándose tristemente nuestro desdén o nuestra indiferenciapor las producciones del propio ingenio, no se ha hecho una sola ediciónde La Celestina durante todo el siglo XVIII, y en el siglo XIX, quepronto terminará, sólo se han hecho cinco ediciones contándose en estenúmero la incluida en la Biblioteca de autores españoles de Rivadeneyra,tomo III, que contiene novelitas anteriores a Cervantes. De ninguna deestas ediciones puede afirmarse que esté hecha con el esmero y el lujoque el texto original merece y pide. Tal vez influyó en la menorestimación que se dio a La Celestina, desde mediados del siglo XVII ysingularmente en el XVIII, el estigma que puso en ella la Inquisición nocon gran severidad por cierto. Patente se ve la inmensa popularidad de La Celestina en España, durante el siglo XVI, así, porque de dichaobra se hicieron en aquel siglo cerca de setenta ediciones, como por losraros que son los ejemplares de todas ellas, demostrando que se leyeronmucho, a no ser que se presuma que en tiempos de mayor recato,hipocresía o pureza de costumbres hubieron de destruirse muchosejemplares de un libro cuyo licencioso desenfado no puede negarse.

Caso raro es que no se haya podido afirmar durante mucho tiempo quiénsea el autor de libro tan famoso. Y más raro es aún, dada la perfectaarmonía de su estilo y la unidad de pensamiento que en el conjunto senota, que haya podido creerse que el primer acto fue escrito por unautor, atribuyéndose, ya a Juan de Mena, ya a Rodrigo de Gota, y que sonobra de otro autor los veinte actos restantes, en nada inferiores alprimero.

En el día, por fortuna y merced a demostraciones que sería prolijoexponer aquí, ha venido a desecharse la creencia en la pluralidad deautores y a tenerse por averiguado que el bachiller Fernando de Rojasfue el único autor de todo el libro.

De la vida de este bachiller, que resulta por lo expuesto uno de los másgloriosos ingenios de nuestra patria, poco se sabe hasta el día, si bienpuede presumirse que no fue un comunero de su mismo nombre y apellidoexcluido de la amnistía que en 1522 dio el emperador Carlos V, sinootro Fernando de Rojas, que estudió jurisprudencia en Salamanca, que fuealcalde mayor de dicha ciudad y que se estableció al cabo y terminó susdías en Talavera de la Reina.

La fecha de su nacimiento y de su muertecreo que se ignora. Nada se dice tampoco de ningún otro escrito o hechosuyo. Dando aquí por supuesto que la edición de Burgos de 1499, de laque sólo se conserva un ejemplar, fue una falsificación, hecha enVenecia, de 1632 a 1635, la primera aparición de La Celestina, fue enel año de 1500, edición de Salamanca. La edición, pues, de Vigo hechapor el Sr. Krapf en 1900, viene a solemnizar el cuarto centenario dellibro y también de su autor, de cuya vida y hechos es el libro lo másimportante que se conoce.

Ilustran la edición del Sr. Krapf, y le dan mayor realce y atractivo lasvariantes, el catálogo de las ediciones que de La Celestina se hanhecho en español, en francés, en inglés, en holandés, en alemán, enlatín y en italiano, y sobre todo una bella introducción, notas yapéndices de D. Marcelino Menéndez y Pelayo.

Nunca un libro, por original que sea, deja de tener antecedentes.Considerado como tal está el Pamphilus, que es uno a modo de drama, enexámetros y pentámetros latinos, remedando el estilo de Ovidio. Estedrama viene inserto como apéndice en la edición del señor Krapf. Seignora el nombre de su autor y la época en que se compuso, si bien puedecreerse que no es anterior al siglo XII y que su autor hubo de vivir enalgún monasterio del centro de Europa.

En germen están en el Pamphilus el pensamiento y el asunto de LaCelestina.

Ya en el arcipreste de Hita hay no pocos trozos del Pamphilus imitados y traducidos. Pero con razón afirma el Sr. Menéndezque esto no menoscaba la poderosa originalidad del arcipreste ni muchomenos la de Fernando de Rojas.

El Pamphilus, más que obra de un poeta,parece el frío y trabajoso estudio de un filólogo, cuyos personajescarecen de vida y de individual consistencia.

La tragicomedia Celestina, en cambio, es y ha sido admirada siemprepor la animación vigorosa y la variedad de los caracteres de cuantospersonajes toman parte en la acción. Hay, por último, en la Celestina cierto misterioso encanto que se apodera del alma de quien la lee,embelesándola y moviéndola a la admiración más involuntaria.

No admiramos porque nos prescriban los críticos que admiremos, sinoporque la admiración nace en nosotros espontánea e inmediatamente de lalectura. De aquí, para mí al menos, un muy curioso problema de críticaharto difícil de resolver; una contradicción, real o aparente que talvez nadie acierte a explicar, bien sin pecar de sutil y de alambicado.

La historia que en los sucesivos diálogos se va desenvolviendo bastallegar al desenlace, mirada dentro de la completa realidad de la vidaque vivimos, ya en nuestro siglo, ya a mi ver, en cualquiera otro, tienecasos tan inverosímiles, que rayan en lo absurdo. Calixto, mancebogentil, rico y noble, penetra buscando un azor, en los jardines de laegregia y hermosa doncella Melibea; prendado de ella, la requiere deamores, y ofendida la dama en su recato y en su orgullo, áspera ycrudamente le despide. Melibea y Calixto son ambos de igual condiciónelevada, así por el nacimiento, como por los bienes de fortuna.

Entrelas familias de ambos no se sabe que haya enemistad, como la hubo,pongamos por caso, entre las familias de Julieta y de Romeo.

Nidiferencia de clase, ni de religión, ni de patria los divide. ¿Por qué,pues, no buscó Calixto a una persona honrada que intercediese por él yvenciese el desvío de Melibea, y por qué no la pidió luego a sus padresy se casó con ella en paz y en gracia de Dios? Buscar Calixto paratercera de sus amores a una empecatada bruja zurcidora de voluntades ymaestra de mujeres de mal vivir, tiene algo de monstruoso que ni en elsiglo XV ni en ningún siglo se comprende, no siendo Calixto vicioso yperverso y sintiéndose muy tierna y poéticamente enamorado.

Todo se comprende, sin embargo, si consideramos la tragicomedia Celestina como la primera creación de una nueva era literaria en laque caben ciertos inspirados atrevimientos: una escena ideal, exenta decondiciones y requisitos y vacía de todo estorbo y no para que en ellaaparezcan vagos y confusos los personajes, sino al contrario, para quemás distintos y determinados se vean, como figuras que están en altacumbre y se destacan y se dibujan en el azul sereno del firmamento sinnubes. Las flechas de amor que sucesivamente hieren y arrebatan loscorazones de los dos amantes, no rompen medio que debilite el ímpetuinicial de su carrera, ni hay atracción de la tierra ni del cielo quelas pare o las solicite. Fernando de Rojas hace abstracción de todo,menos del amor, a fin de que el amor se manifieste con toda su fuerza yresplandezca en toda su gloria. Y no es el amor de las almas, ni tampocoel amor de los sentidos, cautivo de la material hermosura, sino tanapretada e íntima combinación de ambos amores, que no hay análisis quesepare sus elementos, apareciendo tan complicado amor con lairreductible sencillez del oro más acendrado y puro.

Ni lo que llamamos ahora conveniencias sociales, tan existentes en elsiglo XV

como en el día, ni lo que prescriben las