Aguas Fuertes by Armando Palacio Valdés - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

IV

Aquella noche se representaba un drama histórico, acaecido en tiempo delos godos. El primer galán era un mancebo muy simpático, rebosando deentusiasmo y de décimas calderonianas. La primera dama gastaba unatúnica muy larga y comenzaba a llorar desde que subían el telón. Elbarba hacía de rey y debía morir al fin del acto tercero a manos delmancebo de las décimas: buena voz, potente y cavernosa, como convenía aun rey visigodo.

El público aguardaba con impaciencia la catástrofe: cuando le parecíabien, bostezaba; cuando lo creía necesario, sacaba La Correspondenciade España y leía. Había muchas personas que llegaban a desear que elbarba cayese pronto bañado en su sangre para escapar a casa y meterseen la cama.

En el acto segundo había un monólogo del rey, de inusitadas dimensiones.El público ya tenía entre pecho y espalda setenta y cinco endecasílabosde este monólogo y se disponía a recibir con resignación otra partida nomenos crecida, cuando de pronto…

—¿Qué ha pasado… qué sucede? ¿Por qué se levanta el público? ¿Por quése puebla la escena de gente?

Un bulto, un hombre, acaba de caer de las bambalinas sobre el escenariocon espantoso estruendo. Un grupo de gente le rodea en seguida. Elpúblico aterrado se agita y se alborota: quiere saber lo que ha pasado.Al fin uno de los actores se destaca del grupo y dice en voz alta: «queel traspunte Antonio García, caminando por los telares del teatro, habíatenido la desgracia de caerse.

—¿Pero, está muerto?… ¿está muerto?—preguntan varias voces.

El actor hace con la cabeza señal afirmativa.