Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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¡Cuántos pensamientos en aquellos supremos instantes! ¡Qué derecuerdos! ¡Qué de zozobras! ¡Qué de esperanzas!

¡Debe ser tan terrible morir ahogado dentro de las cuatro tablas delcamarote! Esta idea me asaltó en aquellos instantes y resuelto á morirá la vista del cielo fuera de aquel ataúd, me puse de pie para salirde la cámara. En aquel instante la campana dió los tres cuartos.

La luna debía estar en su carrera visible.

La percepción de la campanada se confundió con la visual al barómetro.

¡¡¡Principiaba á subir!!!

¡¡¡Nos habíamos salvado!!!

* * * * *

Las grandes mares que el tifón había dejado á su paso fueron pocoá poco aplacándose, cesando la furia del viento á medida que lainfluencia del fenómeno iba disminuyendo al alejarse de nosotros,siguiendo su destructor derrotero, en el cual había de sembrar ruinasy espantos.

Tan funestos se han considerado siempre los tifones y tan frecuentesu desarrollo en los mares de China y parte del Pacífico en losmeses de Agosto, Setiembre y Octubre, que constituyen el trimestredel cambio de los equinoccios que antiguamente no se admitía por lascasas aseguradoras ningún riesgo, marítimo en expediciones para dichosmares y en tales meses.

Terribles y misteriosos naufragios registra la historia de laequinoccial de Setiembre. Los puertos de China, del Japón y deFilipinas guardan escritos en informes restos, imperecederas memoriasde fenómenos pasados que nos hacen temer por los venideros.

Hace cinco años á la fecha en que escribimos, el 21 de Setiembre de1867, si mal no recordamos, salió del puerto de Hong-Kong con rumboá Manila el vapor español Malespina

.

En el

Malespina

venía un numeroso pasaje.

El vijía del Corregidor esperó en vano un día y otro día tenerlo ála vista.

¡El

Malespina

no se descubría!

Pasaron más días y la intranquilidad creció de punto.

Cada cual explicaba la tardanza del vapor á su manera, suponiéndoseestaría al seguro abrigo de algún puerto al cual hiciera arribada.

Se siguió esperando.

¡El

Malespina

no llegaba!

Las suposiciones tranquilizadoras se convirtieron en una alarmanteimpaciencia.

Cada cual anhelaba algo.

Era conductor de pasaje y de correo; por lo tanto, el que no esperabaabrazar á un ser querido, aguardaba los consoladores lenitivos quelatentemente sostienen en las ausencias pedazos de papel á los cualesse les da vida al correr la pluma, de cuyos puntos se van desprendiendoconsuelos y esperanzas.

En vista de la tardanza salió otro correo. Este volvió, más … nadasabía del Malespina

.

Cinco años largos han transcurrido desde entonces y nada siguesabiéndose de aquel barco.

Ni una tabla, ni un pedazo de lona, ni el más ligero vestigio havenido á atestiguar la catástrofe.

Las olas y las nubes fueron los únicos testigos.

Las nubes y las olas empujadas por el destructor hálito del tifón,guardan en sus insondables misterios una historia más.

Si el voraz diente de los monstruos marinos ha respetado las osamentashumanas, en el profundo abismo, sobre un lecho de algas y coraleshabrá entrelazados restos de dos seres.

Entre los pasajeros venían dos jóvenes que hacía pocos días se habíanjurado fe eterna al pie de los altares.

El bramido del viento confundiría la última palabra de amor de aquellasdos almas, el rugir de las olas su último suspiro, y quién sabe sialgún rayo de la poética luna su última mirada.

¡Cuántas historias semejantes á esta no guardarán los mares!

Las desconsoladoras descripciones de tifones que frecuentemente leemos,nos patentizan más y más que la

María Rosario

estuvo en inminentepeligro de haber seguido la misma suerte que el Malespina

.

Dios, sin embargo, no tenía contados nuestros días, y con la calmade los vientos y de los mares se tranquilizaron los espíritus,armonizándose las costumbres y la manera de ser de á bordo.

Cuatro días habíamos estado sin poder encender los fogones; cuatrodías que atendidas las provisiones, puede decirse, estuvimos sin comer.

CAPÍTULO X.

Veintitrés grados en treinta y tres días.—Inseguridad en lamonzón del SE.—Calmas desesperantes.—Los viajes largos.—Losranchos.—¡Tierra!—Costas de Guaján.—Islote de las Cabras.—Puerto deSan Luís de Apra.—Vegetación de Marianas.—La sanidad y la capitaníadel puerto.—Desembarque.

Con vientos variables y navegando bien en popa, bien en largo, pudimoscontrarrestar la gran corriente ecuatorial, que muchas veces desvaneciónuestros cálculos.

Día hubo que el barco parecía iba dejando muchas millas por la popa,y al creer encontrarnos con una buena singladura, nos situaba laobservación más atrás que estábamos el día anterior.

¡Llevábamos treinta y tres días de navegación, y escasamente habíamosandado 23°.

Para estar á la vista de Guaján, nos restaba unas 120 millas.

Los víveres iban escaseando, y el agua había que refrescarlaconstantemente con la que se recogía de los aguaceros, tan comunesen aquellas latitudes.

Á pesar de ser el mes de Septiembre, y por consiguiente estar en plenamonzón del SE., puede decirse tuvimos vientos de todos los cuadrantesmenos de aquel. Esto demuestra una vez más lo insegura que es dichamonzón, lo que no sucede en la del NE., por lo menos en el derroteroque seguíamos.

El que ha participado una sola vez de las comodidades de un barco devapor, apenas concibe exista uno solo de vela. Eso de pasar un día yotro día, y otro, y otro, sin adelantar un cable, sin que haya cálculoposible, ni conjetura racional respecto á la llegada y á la marcha,es insufrible.

Los calmazos de los equinoccios constituyen la mayor de lascontrariedades de los barcos de vela. Nace el aburrimiento de lamonotonía, y con él la desesperación y el agriarse el carácter,hasta el punto que se hace vidrioso y estalla por cualquier cosa,produciendo ese sinnúmero de desagradables escenas que sin cesar sesuceden en largas navegaciones.

El que era simpático se hace indiferente, concluyendo por serantipático, y en tal estado, una mirada, una palabra, una reticencia,un cambio de servilleta ó de asiento y … adiós educación ymiramientos sociales.

Esto con el que fué simpático, pues con el queno lo fué, los disgustos son inevitables. Verdad es que es terribleeso de no haber medio de huir de una persona y tenerla constantementeá una cuarta de las narices.

Dicen que para conocer la educación nada hay como la mesa y eljuego; quien tal dijo no había hecho seguramente un viaje largo pormar. Téngase presente que todo es relativo, y que al decir largo,no se vaya á creer hablamos de un viaje de Santoña á San Sebastián,ni de Valencia á Marsella, ni aun de Alicante á la Habana, sino deCádiz á Manila, por supuesto por el Cabo de Buena Esperanza, en barcode vela y con 80 ó 100 pasajeros entre mujeres, hombres y chicos,nacidos ó por nacer, pues rara es la barcada que hace su viaje porel Cabo que no aumenta el personal del rol.

El que hace uno de esos viajes que dura de cuatro á seis meses,es el que puede decir dónde se conoce mejor la humanidad.

Á los primeros días se cruzan ofrecimientos, á los siguientes palabras,y en los restantes … ¡ah! en los restantes ya no se cruza más quealguna que otra bofetada entre hombres, y más que algún chisme entreel bello sexo, que en una larga navegación ni aun es bello, pues elpobre sexo toma un color

, un genial, y aun cuando tiene excepciones,un lenguaje que les digo á ustedes, que más de una vez hemos recordadoel Avapiés y la calle de Toledo. En fin, para acabar, conozco á una dama

que tuvo que arrestarla el capitán. ¡Si sería brava!

Las

delicias

de los viajes por el Cabo se concluyeron. El Istmo deSuez y la competencia cerraron aquella inolvidable vía, que para elque la ha hecho, forma una verdadera etapa en su vida.

Hoy hemos dicho que apenas se concibe un barco de vela; sin embargo,nuestro convencimiento en contrario era tan perfecto, como que eldía diez y seis sólo habíamos andado doce millas.

¡Y nos faltaban ciento veinte!

Indudablemente los barcos de vela quedarán relegados únicamente parael uso de los pescadores de caña y los jugadores al dominó.

A más de todas las contrariedades en cuanto á la marcha que tienenlos barcos de vela, hay otras, mucho, muchísimo mayores.

Da la pícara casualidad que los barcos de vela en que hemos hechoviajes largos, pertenecen á armadores amigos y … qué demonios,la amistad ha de ser un poco indulgente, dejando quieto el pico dela manta.

Bastante decimos, sin embargo, que como dice el gran Príncipe de losIngenios, al buen entendedor …

y aquí el buen entendedor no es el dela ínsula Barataria, si no el público y casi casi la autoridad.

Verdades que como las pícaras

latas

van soldadas, y … luego como laduración de los viajes no obedece á cálculo y … la hoja de latano tiene agujeros, hay cada

rancho

por esas bodegas que llevael germen, no digamos de un cólico, si no de un par de gruesas dedisenterías. Cierto es que hay un consuelo y es … el de sufrir óreventar hasta que se llegue á puerto.

Al de Guajan, punto al que llevábamos la proa, es adonde nosotrosdeseábamos llegar, pero … faltaban ciento veinte millas.

Por último, como todo tiene su fin, y sin más accidente que sea decontar, llegaron las primeras horas de la tarde del diez y sieteen que la voz de

¡tierra!

se oyó del castillo de proa. Tierra, enefecto, teníamos por el bauprés; al principio se divisó confusamentepor perderse entre las brumas, luego lo que apareció como una ligeranube tomó contornos, luego se detallaron perfiles, y luego … todovolvió á confundirse en las sombras de la noche. Estábamos á unasveinte millas de Guajan, la mayor de las islas Marianas.

Al amanecer del diez y ocho nos encontrábamos muy cerca de lospeligrosos arrecifes que rodean la pequeña isla de las Cabras, laque separa á la de Guajan un estrecho canal de fondo madrepórico.

La vegetación de la isla se presentaba con toda la potente exuberanciade vida de los trópicos.

Bosques inmensos de altísimos cocos, pendientes lomas cubiertasde entrelazadas rimas, dilatados campos salpicados de algodoneros,cageles y limoneros admirábamos por doquier.

El barco acortó vela manteniéndonos fuera de fondo esperando práctico,mas esperamos una hora y otra, y ni el práctico ni el pequeño fuerteque domina la entrada del canal daban señales de vida.

El pueblo, ó mejor dicho, la ciudad de Agaña, pues ciudad es por lagracia del Rey, que gloria haya, nuestro Sr. D. Felipe IV, no podíavernos, pues á más de tener entre ella y nosotros la isla de lasCabras, hay cerca de dos leguas del fondeadero, que lleva el nombrede San Luís de Apra, próximos al cual estábamos y en el que habíamosde anclar.

En las salvas de dos pequeños cañones que monta la

María Rosario

,mandamos una cortés salutación á los dormidos habitantes de Marianas,los cuales nos correspondieron izando bandera en el fuerte y armandobotes en el puerto.

A todo remo y en buena vela apareció por la desembocadura del canalun bote ballenero. Bandera flotaba en la popa y galones relucían enlas bordas. La sanidad y la capitanía del puerto tuvimos á bordo.

Después de enterarse el médico no había nadie de menos ni de más, yel capitán del puerto de que no llevábamos

gato

encerrado, previaslas formalidades de declinarse la responsabilidad del anclaje en laexperiencia del práctico, y tras algunas maniobras, se dió la vozde

¡fondo!

y fondo encontraron las uñas del ancla que rodó de las

serviolas

á la región de los corales.

Treinta y cinco días nos había costado llegar. Ya estábamos en Marianas. ¡El puerto todo lo borra!

CAPÍTULO XI.

Historia de las Marianas.—La tradición.—Loschamorris.—Intolerancias.—El Pico de los amantes

.—División derazas.—Tinian.—Sarcófagos antiguos.—La casa de Taga

.—Leyendas ysupersticiones.—Cultos y creencias.—Los

macambas

.—El

zazarraguan

y el

caifi

.—Los

anitis

.—La peña de

Fuuña

.

El estudio de las islas Marianas lo dividiremos en dos partes; en laprimera, y aunque ligeramente, trataremos de lo que fueron antes depertenecer á España; en la segunda, desde que la bandera de Castillaondeó en sus playas.

Respecto á su primer período ó sea antes de la conquista, los datos sonpoco luminosos. No existiendo aquellos, se puede venir á deduccionesmás ó menos acabadas, analizando la tradición y la leyenda, únicasclaves para el estudio analítico de todo pueblo que lo cubren lassombras del ayer, cada vez más compactas al no legarle al hoy másque las supersticiones que han venido perpetuándose en la mente depadres á hijos, y que al llegar á nosotros remotamente nos aproximaná darnos una idea de lo que fueron las antiguas razas aborígenes delas actuales.

Fundados en la tradición y ayudados de significativos vestigios,podemos señalar á los primitivos habitantes de las hoy llamadas islasMarianas, como procedentes de las razas japonesa y malaya.

En cuanto á la manera de ser de aquellos habitantes, á los primerospasos que se dan en el origen de algunas leyendas que aún relata elpaís, encontramos los comprobantes que señalan un pueblo que ha tenidodentro de su constitución el feudalismo absoluto, y por consiguiente,una marcada división de clases. Entre estas se conocían los llamados

chamorris

ó antiguos magnates, que si no tenían la almenada torrey el rollo

de sus inmunidades, con los atributos de mesnaderos dehorca y cuchilla de nuestros antepasados, poseían en toda su desnudezcuantos abusivos derechos se irroga el fuerte contra el débil, en todopueblo en que ni el cristianismo ha suavizado los sentimientos, ni lacivilización las costumbres. La división de razas y poder del chamorri,se presenta á los ojos del viajero que recorre las islas á poco quelas estudie bajo el prisma de la investigación y de la ciencia.

En uno de los límites de la isla de

Guajan

en su extremo Norte,existe enclavada en un seno madrepórico de coral una peña, á cuyagranítica masa tajada á pico, constantemente azotan las ondas delgran Pacífico; el conjunto de panoramas que se desarrollan ante lavista del que contempla aquellos desiertos lugares, desde luego lepredisponen á la meditación, queriendo descubrir alguna huella áquien interrogar sobre aquel coloso calizo que se eleva en mediode las embravecidas ondas, y del cual se separa el natural con elsupersticioso temor de un testigo que ha presenciado sangrientosepisodios, que ni la mano destructora del tiempo ha podido borrar dela mente que lo trasmite, ni el

mudo

, pero elocuente lenguaje dela peña que lo atestigua. Aquella masa de granito se llama el Picode los amantes

. En la meseta que forma la superficie de aquella rocaestá escrita la intransigencia, principal atributo del feudalismo.

De aquella meseta, se cuenta una tradición semejante en su origená la que guarda bajo el hermoso cielo de Andalucía, no lejos deArchidona, la llamada

Peña de los enamorados

. En ambos peñascos,el amor llegó al sacrificio; en ambos se confundieron en un postrersuspiro dos almas, con la única diferencia de que en el primero lascausas eran originarias de la diversidad de clases y en la segundapartían del fanatismo y superstición mora.

Al

Pico de los amantes

condujo la desesperación á un plebeyo y á lahija de un chamorri. La áspera loma de la Pena de los enamorados

, porúltima vez la treparon un cristiano y una mora, haciendo el fanatismoen este último caso lo que verificó en el primero la intransigencia.

La separación de razas que revela el

Pico de los amantes

, la vemosreproducida en los mismos monumentos, cuyos restos aún conservanlas islas.

En la de

Tinian

y otras, existen unas columnatas en cuyos frisosse asientan sarcófagos cinerarios de forma esférica, en los cuales,y según verídicos testimonios que obran en el archivo del Gobiernode aquellas islas, se han encontrado en distintas épocas, osamentashumanas más ó menos completas, que vienen á revelar por el sitioespecial en que se encontraron, una distinción bien marcada.

El número y situación de aquellas columnatas indican no pertenecieroná una sola familia, ni tampoco á todas las que compusieran laisla. Dichas columnatas, que se encuentran más ó menos deterioradas encasi todas las islas que fueron habitadas, debieron ser, al par querecuerdos cinerarios, apoyos de las casas de los magnates, tanto esasí, que á cada uno de los grupos que componen aquellas, llaman losindígenas

casas de los antiguos

. En Tinian se conservan bastantebien 12 pirámides, que en conjunto formaron, según la tradición,la casa de Taga, personaje que por su carácter turbulento figura enla historia de las islas. De dicho Taga se cuenta tenía una hija muyhermosa, la cual, después de muerta, fué cubierta entre harina dearroz y enterrada en una de aquellas columnatas.

Entrando en el terreno fabuloso y supersticioso podríamos llenarmuchas cuartillas con las narraciones que se relatan de la hermosahija de Taga, á la cual atribuye la tradición el perfeccionamientoen la lira. Se cuenta en las islas, haberla visto aparecerse encimade su sarcófago en los malos tiempos, ahuyentando los huracanes conlos sonoros ecos de su lira de oro.

Sea lo que quiera, respecto á la desgraciada hija de Taga, es lo ciertoque restos de columnatas se ven con bastante frecuencia recorriendo lasislas, siendo aquellas intachables testigos que vienen á corroborar lacreencia de haber existido alguna raza privilegiada que sobresaldríade las demás en ilustración y en poder. No otra cosa demuestranlas construcciones de que nos ocupamos, las cuales se destacaríannotablemente entre la salvaje perspectiva de las casas de hojas decoco, de que nos hablan las historias de las primeras misiones.

A más de los anteriores antecedentes, existen otros en los anales deaquellas, en los cuales vemos admitir como cierto el feudalismo deque nos venimos ocupando. Aquellos anales dicen que los habitantesde las islas manifestaban gran soberbia y vanidad en la nobleza, detal modo, que no se casaba por nada del mundo el hijo del noble conla plebeya. En otro lugar añade, que los chamorris tenían mayorazgosde cocales, plátanos y otros árboles.

Las creencias religiosas que observaban aquellos primitivos pueblos,estaban resumidas al culto supersticioso de los cadáveres, teniendocada familia un altar en el hogar y un ídolo en las calaveras de susmayores, que cuidadosamente conservaban cual lo hacían en sus lares,los descendientes de Rómulo con sus pequeños dioses penates.

El ritual de sus supersticiosas creencias estaba circunscrito ápesadas salmodias en que relataban las virtudes y hazañas del queadoraban, repartiéndose en sus rezos, cual en sus fiestas, tortashechas de arroz, pescado y frutas, las que comían con el

atole

,bebida espirituosa confeccionada con los jugos del coco.

Sus escasas creencias religiosas las completaban admitiendo un sérllamado Puntan

, el cual decían, había existido muchísimos siglosantes de la creación del cielo y la tierra. Puntan, según la tradición,tenía una hermana, y esta, al morir aquel, creó de sus espaldas latierra, de su pecho el cielo, de sus ojos el sol y la luna, y de suscejas el arco-iris. Reconocían la inmortalidad de las almas, las cualeshabían de gozar en el mundo de los espíritus, ó sufrir en Zazarraguan

ó casa de

Caifí

, con cuyos nombres conocían el infierno y el demonio.

Sus sacerdotes, que se llamaban

Macambas

, invocaban á las calaveras,teniendo mucho temor á las almas de sus abuelos que llamaban Anitis

.

Hacían grandes demostraciones de dolor en las muertes de sus parientes,y celebraban con bailes sus bodas y regocijos, constituyendo elprincipal adorno de sus galas, conchas y caracoles, engarzados enplumas y pequeños insectos de colores. El signo mayor de cariñoconsistía en pasar la mano por el pecho del que querían agasajar.

El orgullo del chamorri era tal, que suponía procedían todos losmales de otros pueblos, creyendo que la humanidad tenía el origen ensus islas, y que las virtudes habían nacido de la peña de Fuuña

,la cual llevaba ese nombre por encontrarse en el fondeadero de unpequeño puerto así llamado.

Como consecuencia inmediata del feudalismo, el que constantemente selocalizasen las contiendas de cacique á cacique, manteniendo los camposen continua alarma, viniendo muy á menudo á las armas, que consistíanen piedras, flechas y lanzas, que arrojaban con suma destreza.

Las demás fases, tanto materiales como morales, en que se encontrabanlos primeros habitantes de las islas, como el origen de su instalaciónen aquellas regiones, se pierde en las tinieblas de la impenetrablenoche de los tiempos.

En tal estado de inseguridad histórica del pueblo que baña el granPacífico, corría el primer tercio del siglo XVI, en que ya empiezaá delinearse la verdadera historia dé las hoy llamadas islas Marianas.

CAPÍTULO XII.

El siglo XVI.—Hernando de Magallanes.—Capitulaciones.—La

Capitana

, el

San Antonio

, la

Victoria

, la

Concepción

y el

Santiago.

—Sebastián Elcano.—Llegada alBrasil.—Invernadas.—Rebelión abordo.—Comunicaciones de mares.—Elpaso del Sur.—Bula de Alejandro VI.—Las Velas latinas.—Islasde los Ladrones.—

Navegación penosa.—Isla de Cebú.—Muertede Magallanes.—La

Victoria

—Vuelta al mundo.—Llegada áSanlúcar.—Otras expediciones.—Legaspi.—El navío San Damián.—

Luísde San Vítores.—Doña Mariana de Austria.—Primera misión.—Verdaderaposesión.

Al siglo XVI, á ese siglo en que ni el sol dejaba de alumbrar dominiosespañoles, ni su bandera de ondear doquiera hubiera una peña dondesustentar su grandiosa insignia; al siglo XVI, epopeya ante la cual,todo español vuelve los ojos engrandeciéndose con su grandeza; al sigloXVI, que veía pasar ante los misteriosos dientes de su grandiosa rueda,hazaña tras hazaña, conquista tras conquista; á ese siglo que parecíano acabaría de registrar en sus doradas páginas triunfos y victorias:á ese siglo, en que veneros de oro arrojaba el Nuevo Mundo, mundodel cual dice un célebre poeta invocando la gran figura de Isabel,

que había en bancos de coral, rocas de perlas

; á ese siglo que tieneun prólogo tan grandioso como el que dejó escrito con la punta de suespada, el invencible Gonzalo de Córdoba, siendo una de las letrasde su epílogo el postrimer suspiro del que moría entre los sombríosy artísticos muros del Escorial, después de haber hecho temblar almundo de Oriente á Occidente; á ese siglo en que, á imitación delos antiguos rituales, hacían renacer los aragoneses y catalanes lamemoria de Rodrigo de Vivar, reproduciendo las solemnes fórmulasdel juramento que hizo temblar á Sancho el Bravo; á ese siglo quecompendia la edad de oro de nuestra literatura, á cuyo frente figurangenios como Lope de Vega y Cervantes; á ese siglo, en que un CarlosI recogía del suelo los pinceles del Ticiano; á ese siglo en quese incubaban en la mente de Blasco de Garay los primeros gérmenesque habían de crear esos gigantescos pulmones de hierro que en suspotentes transpiraciones de vapor horadan la roca, dividen las ondasy acortan el espacio; á ese siglo, en fin, le cupo la gloria de verdescubiertas á la nueva civilización las hoy llamadas islas Marianas,con todo el Archipiélago Filipino.

A poco de ver el nieto de los Reyes Católicos reunidas en su sien lascoronas de España y Alemania, la primera, por muerte de su padre DonFelipe el Hermoso y locura de Doña Juana, y la segunda, por muerte desu abuelo Maximiliano, apareció uno de esos genios que dejan de tardeen tarde por su valor, por su talento, ó por sus virtudes, una estelaluminosa en el prosaico laberinto de intrigas y miserias que se agitany revuelven en todas las etapas de los siglos. Esa estela la abrióen el Océano de la historia el intrépido marino Hernando de Magallanes.

La presencia de Hernando de Magallanes y la oferta hecha á Castillade descubrir por ella y para ella nuevas y ricas tierras al Occidente,siguiendo un nuevo rumbo hasta el entonces conocido por los navegantes,originó oposición por parte de la corte de Portugal, procurando elentonces embajador de dicho reino, D. Alvaro de Acosta, entorpecerla empresa que ya se proyectaba.

Los manejos de Portugal y las excitaciones tardías de D. Manuel,su Soberano, se estrellaron en la firme decisión tomada por elMonarca español, el cual otorgó solemnemente en Zaragoza, las regiascapitulaciones con arreglo á las cuales había de hacerse la expedicióná Occidente.

Listas las naves y nombrados los capitanes, recibió Magallanes contoda la pompa regia de manos del Asistente de Sevilla, D. Martínde Leiva, el Real estandarte, celebrándose esta ceremonia con granconcurrencia en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Trianaen donde el Almirante juró pleito-homenaje con arreglo al fuero ycostumbre de Castilla, prometiendo conducirse en la empresa como fiely leal vasallo de su Majestad Católica, juramento que fué repetidopor los capitanes y pilotos.

Componía la expedicionaria flota, á más de la nave Capitana, lasllamadas San Antonio, Victoria, Concepción

y

Santiago

; yendo álas órdenes de Hernando de Magallanes entre otros marinos célebres,el maestre Juan Sebastián Elcano, Juan Ginovés, Luís de Mendoza,Juan de Cartagena, Gaspar Quesada y Rodríguez Serrano. Montando lasnaves y completando sus dotaciones doscientos treinta hombres entresoldados y marineros.

Con tales elementos y un regular repuesto de vituallas, se hicieroná la mar el 10 de Agosto de 1519, tomando rumbo en demanda de lasislas Canarias.

El 15 de Octubre dejó la escuadra la vista de Tenerife, poniendo proaá la Costa de Guinea.

Después de varios contratiempos, de sufrir la presión de altastemperaturas y terribles tormentas, llegaron el 13 de Diciembre á lascostas del Brasil; rebasaron el Cabo de Santa María; recorrieron elmisterioso río de Solís, y siguiendo la costa del Sur encontraron unapequeña bahía, á la cual por la gran abundancia de aves acuáticasllamaron de los Patos; en dicha bahía les sorprendió un fuertetemporal, aguantando en fondeadero hasta que aplacados los elementos,pudieron continuar su empresa.

Poco habían navegado, cuando la invernada se presentó altamente fríay desapacible.