Ranas a Princesas Latinas Sufridas y Travestidas by Jacobo Schifter - HTML preview

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1
EXPULSIÓN DEL EDÉN

La Sorpresa

Fernando se aprovecha de que su madre ha salido de la casa a realizar una visita a una amiga. Una vez que se cerciora que está lejos, el muchacho se mete al cuarto de su hermana y saca un vestido del ropero. Es de algodón con flores amarillas. El joven de 12 años se pinta la boca, se pone un poco de maquillaje, una peluca de su madre y transformado en una linda quinceañera, baila y canta frente al espejo: “Vi pasar un avión y un bello barco…” Fernando no es ya Fernando sino Mona Bell, su cantante preferida. Este ritual lo hace desde que tiene uso de razón. Nadie más que él conoce este secreto y él mismo no puede explicarse su origen. Lo único que sabe es que se siente como una mujercita y le encanta vestirse como tal.

Ese día algo saldría diferente. La madre se ha olvidado de su monedero y regresa a la casa. Mientras Fernando canta una nueva canción, su madre –que ha oído ruídos en el cuarto de su hija-entra repentinamente. “¿Señorita, ¿pero quién es usted?, pregunta asombrada” Fernando siente que le han robado el alma y no puede ni mover la lengua. “¡Pero si sos vos!, grita la madre”. El tiempo se detiene y parece que no transcurre más. Madre e hijo se miran a la cara y ninguno puede reconocerse. Fernando siente frío, mareo, ganas de morir. Su madre, que le han metido un cuchillo en el corazón. “¿Cómo me puedes hacer ésto?”, es lo único que puede decir, gritar, mientras golpea la cara de su hijo. “Mamá, perdón, perdón”, susurra Fernando.

Después de este día, nada volvería a ser igual. La madre le cuenta a su padrastro la verdad. “Imagináte lo que sentí cuando vi a Fernando como una mujer, haciendo como un playo ante el espejo”, llora desconsolada. “¡Pero si lo entrené para que fuera un machito!”, se contesta a sí misma. “Creo más bien que lo tenés muy consentido y por eso el chamaco es amanerado”, responde él. El padrastro sale de su alcoba y se dirige a la habitación de Fernando. El joven llora de vergüenza y de temor en el suyo. Cuando su padrastro entra, no sabe dónde meterse. “¡Vení, grandísimo maricón!, te voy a enseñar lo que es ser hombre. Te voy a sacar lo femenino de una buena paliza. ¿No has visto el daño que le has hecho a tu madre, desgraciado? El hombre se tira encima de Fernando y le revienta el puño en la nariz, en la boca, en la cabeza, en los brazos, en las piernas… El muchacho empieza a sangrar. Su boca ahora es roja pero de sangre. “¡Grandísimo playo, te vas a hacer hombre a la fuerza!”

Han pasado tres años. Fernando nunca más se vistió de mujer. Su madre tampoco volvió a confiar en él. Cada vez que salía, cerraba las habitaciones con llave. Le vigilaba las amistades, le prohibía que anduviera con otros jóvenes, le obligaba a quedarse los fines de semana. El padrastro nunca más tocó el tema. Sin embargo, tampoco lo volvió a abrazar ni a besar en la mejilla. La relación se tornó distante y fría. La única persona que se mantuvo cercana fue la hermana, pero estaba muy metida en sus problemas de adolescente como para servir de ayuda.

Un día el muchacho conoce a un compañero nuevo en el colegio. Se hacen amigos y éste lo invita a la casa. Fernando siente que gusta de él: es varonil y osado. El compañero lo invita a su cuarto y le propone que jueguen pócker. El juego consiste en que el jugador que pierde, tiene que poner una prenda de ropa. Fernando va perdiendo las partidas y quedándose desnudo.

Cuando ya solo le queda el calzoncillo, su compañero le pone un tallador y le pinta la boca. Luego, toma una blusa de mujer que saca del closet y le pide que se la ponga. Fernando siente que han descubierto algo suyo que nadie más debería saber, con excepción de sus padres. Pero el placer es enorme. Cuando Fernando no es más ya Fernando y Mona Bell ha vuelto, pero esta vez en un contexto de aprobación, siente que ha descubierto a su verdadero yo. El compañero lo besa apasionadamente. “Nunca más serás Fernando, le dice el joven amante, vos sos desde ahora mi novia”.

La Ayuda Espiritual

El muchacho se siente totalmente contrariado. Busca ayuda en el sacerdote de su comunidad. “Padre, he pecado”, le dice llorando. “Cuéntame Fernando, ¿cuál hasido tu pecado?”, le pregunta el cura de la familia. Él cree que el religioso le ayudará porque también es un hombre joven. Asi nos relata su confesión:

-Padre, estoy atraído a un compañero del colegio.
-¿Qué significa estar atraído, has tenido contacto carnal con él?
-Sí padre, me ha besado en la boca y hemos estado juntos.
-¿Qué más han hecho?, debo saber los detalles.
-Pues hemos hecho el amor, como dicen por ahí.
-¿Han tenido coito?
-¿Qué es coito?
-¿Te ha metido él su pene?
-Sí padre, estaba muy confundido.
-¿Te gustó? ¿Sentistes placer?
-Un poco nada más. Me dolió mucho al principio.
-¿Han vuelto a pecar?
-Solo dos veces.
-¿Seguís haciendo el papel de mujer con él?
-¿Cómo sabe que me visto de mujer?
-¡No!, te pregunto si él te siguió penetrando. ¿Te vestís de mujer?
-Sí, padre ¿Es ésto pecado?
-Claro que sí. Ambas cosas son mal vistas por Dios. La Biblia prohíbe la homosexualidad, la considera una abominación terrible. El Evangelio, además, condena a los hombres que se visten de mujer, a los que invierten su género. Vos sos un hombrecito y no podés dejar que te usen como a una prostituta. Recordá que Jesucristo le dijo a la Magdalena que dejara de pecar. Eso está muy mal visto, es un pecado grave.
-¿Pero qué puedo hacer? Desde chiquito me visto de mujer, me siento una muchacha.
-¡No!, no puedes seguir haciendo ésto. ¿Acaso no sos un hombre normal? ¿Tenés algún problema en tu cuerpo, un desbalance hormonal?
-No, creo que no. Pero me siento una mujer, no un hombre y siempre lo he sentido así.
-Vamos a ver si estás desarrollado normalmente. Bajáte los pantalones para ver tus genitales. Mmmmm. Tu pene es chiquito y veo por qué te puedes sentir como una muchacha. ¿Sentís rico ahora que te lo toco? ¿Dónde sentís más, por delante o por atrás? Enséñame cómo fue que te besó tu compañero. Te voy a dejar ver el mío para que veas la diferencia. ¿Ves lo que te digo? El mío es muy grande en comparación con el tuyo. Puede ser que por eso te sintás un poco afeminado. ¿El de tu compañero es más grande?
-Sí, es como el suyo.
-Bueno, cuando sintás que te vienen las ganas de vestirte de mujer o de hacer prácticas homosexuales, te venís donde mí y te enseñaré el mío para que se te quiten las ganas. Si querés, podés tocarlo para que así el tuyo se desarrolle. No te preocupés, lo que estamos haciendo no es nada malo. Estamos tratando de ponerte por el buen camino. Te voy a repetir lo que te hizo tu compañerito para que veás que en realidad no te gusta y que después de hoy, no lo vuelvas a repetir. Es como una especie de exorcismo para sacarte las ganas, que te las ha metido el mismo demonio. Pero no podés contarle nada de ésto a nadie porque estamos confesándonos y es mal visto por el Señor que uno cuente lo que pasa aquí. Ahora sí, vuélvase y vamos e empezar.

El muchacho sale aún más confundido de esta “guía espiritual”. Años después se dará cuenta de que fue abusado sexualmente por el sacerdote. Sin embargo, no deja la relación con su compañero. Cuando ésta termina, Fernando se queda sin lugar dónde vestirse y sentirse Mona Bell. No le queda otra opción que buscar a otros jóvenes como él que van a fiestas vestidos de mujer. Una noche, decide quedarse vestido así y caminar por la zona de la Clínica Bíblica. Ahí conoce a su primer cliente, un abogado que le ayuda a mudarse de su casa y trasladarse al apartamento de otros travestidos. Él nunca más regresa a su hogar.

Precocidad

Fernando, como otros travestis conforman un grupo que se definió precozmente como diferente. Debido a una mayor feminidad desde pequeños, los entrevistados sintieron que eran distintos de sus compañeros.

Desde pequeña me vestía de mujer: lo que mi papá me compraba de hombre lo botaba al río. Al extremo que llegaba a la escuela con la ropa de mi hermana y los chiquillos me apedreaban y me echaban de la escuela porque no me permitían la ropa (Marlene).

Esta identificación con lo femenino, llamó la atención de otros, lo que incidió posiblemente en una mayor autoconciencia homosexual. De ahí que la edad promedio en que los entrevistados sospecharan que eran sexualmente diferentes sea mucho menor (9.5 años) que la de otros grupos gays (12.3 años) (Cuadro 1, página 20), aunque no exista diferencia significativa respecto a la edad de iniciación sexual, que es semejante en ambos grupos (alrededor de 12 años en promedio).

Ésto significa que los travestidos, quizás por su mayor feminidad, fueron iniciados sexualmente más temprano. Susy relata cómo para un muchacho amanerado la seducción sexual es casi generalizada en el círculo de conocidos.

Empecé después de los 17 años. Pero desde chiquillo lo prostituyen a uno:

el carnicero, el pulpero, el panadero, porque le ven que uno es afeminado y le dan regalos y golosinas por dejarse tocar, por enseñarle o verle a uno.

Lo mismo le sucedió a Karina, aunque éste pudo evitar la violación:

Un día llegó (ee) y era cachero (es el que penetra nada más) y le dijo al Sr. que me cuidaba que qué chiquillo más bonito y cuando salí de trabajar me siguió y me puso a caminar con un revólver y me llevó debajo del salón de baile de Sarchí y me metió ahí. Yo tenía 10 años y no podía gritar porque me tapó la boca y dije 'aquí será que me haga lo que quiera' y cuando me estaba bajando los pantalones, apareció un guachiman que cuidaba el lugar y me salvó.

En otros casos, como el de Roxana, no hubo posibilidades de escape: "La primera vez que tuve sexo fue por violación, eran tres tipos de Guadalupe, los conocía y aún los conozco".

La iniciación sexual de los entrevistados se realizó con varones mayores (promedio de edad=22.6 años) que en el 68% de los casos, era un amigo o conocido. Esta mayor tendencia a iniciarse sexualmente con otro varón, es muy particular del travesti.

Tal fue el caso de Karina, cuya iniciación típica fue con un hombre mayor:

Don (xx) tenía un amigo homosexual (zz) y llegaba y era feliz conmigo. Tenía 27 años y él me sentaba en los regazos... un día llegó a la casa a dejar algo y viera qué batalla: yo corriendo por toda la casa y él me agarró y me "eschingó" todo.

Como sucede con los otros grupos gays, esta iniciación aunque es generalmente realizada por el varón con más experiencia (73%), era algo que la gran mayoría de los entrevistados deseaba (77%) (Cuadro 2, página 21 ).

Solo en el 4% de los casos se utilizó la fuerza. Este fue el caso de Leticia:

Mi primer relación sexual fue por violación a los 7 años. Tenía que ir a traer la leche y pasar por un río y un muchacho me violó. Trató de introducirme pero muy poca cosa fue. Para mí contar ésto era como para que me mataran, veía al tipo a menudo, me acordaré de su cara toda la vida y no me acostaría con él jamás.

La utilización sexual de muchachos amanerados es común en las culturas latinas, como ha explicado Whitam y Mathy1, en su análisis de la homosexualidad guatemalteca. Las relaciones sexuales entre varones amanerados con otrosmayores, generalmente heterosexuales, son más toleradas. Ésto es así porque, a diferencia de las culturas sajonas, el varón masculino y penetrador no es visto como homosexual.

¿Podrían Hacerse Las Cosas De Manera Distinta?

¿Qué hubiese pasado si la historia de Fernando hubiese sido diferente? Pensemos, por un momento, un desarrollo distinto.

Fernando está cantando en la habitación de su hermana y oye unos ruidos en la casa. Aunque sabe que su madre ha regresado, no tiene tiempo de mudarse. “¿Fernando, sos vos quien está cantando ahí?”, pregunta ella. “Sí mamá, pero mejor no entrés a la habitación”. Sin embargo, la madre entra de todas maneras y ve a Fernando vestido de mujer. “¿Pero muchacho no creés que ese vestido se te ve muy mal? A mí no me importa que te pongás la ropa de tu hermana pero si lo vas a hacer, escogé algo que se te vea mejor”, dice la madre sin mostrar enojo. Fernando no puede ni mover la lengua. “¿Pero no estás enojada?”, pregunta incrédulamente. “Para nada, mientras no lo hagás enfrente de tu padrastro que es un machista, no hay por qué preocuparse”.

Aunque la madre y su hijo no entienden bien lo que pasa, la comunicación no se ha roto. En otras ocasiones, podrán discutir las alternativas que existen en una sociedad que no acepta el travestismo. Tal vez Fernando podrá vestirse de mujer a veces y no convertirse en un profesional. Quizás lo hará de todas maneras. Sin embargo, mientras se estudian las opciones, ninguno tiene que tomar una decisión drástica, ni buscar el apoyo en el comercio sexual.

La realidad es que para los hombres que quieren travestirse, la única alternativa de sobrevivir es la prostitución. Como la gran mayoría de familias costarricenses actúa como la de Fernando, los jóvenes son echados de sus casas y no tienen otra opción.

Fuente: Jacobo Schifter y Johnny Madrigal, Hombres que aman hombres, San José, ILEP-SIDA, 1992.

Fuente: Jacobo Schifter y Johnny Madrigal, Hombres que aman hombres, San José, ILEP-SIDA, 1992.

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1 Frederick Whitam y Robin Mathy, Male Homosexuality in Four Societies: Brazil, Guatemala, th e Phillipines and the United States, Nueva York, Praeger Scientific, 1986.