Filosofía Fundamental, Tomo I by Padre Jaime Luciano Balmes - HTML preview

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«lainteligencia solo conoce lo que ella hace.»

[135.] De la doctrina expuesta se siguen dos consecuencias que espreciso notar.

1.º Las fuentes primitivas de representacion intelectual son solo dos:identidad y causalidad. La de idealidad es necesariamente derivada dela de causalidad.

2.º En el órden real, el principio de ser es idéntico al principio deconocer. Solo lo que da el ser puede dar el conocimiento; solo lo queda el conocimiento puede dar el ser. La causa primera, en tanto puededar el conocimiento en cuanto da el ser; representa porque causa.

[136.] La representacion de idealidad, aunque enlazada con la decausalidad, es realmente distinta. Bien que la explicacion de sunaturaleza pertenezca al tratado de las ideas, no quiero dejar sinalguna aclaracion un punto tan íntimamente ligado con el problema dela representacion intelectual.

Conciben algunos las ideas como una especie de imágenes ó retratos delobjeto: si bien se observa, esto no tiene sentido sino refiriéndose álas representaciones de la imaginacion, es decir, á lo puramentecorpóreo; y en cuyo caso, aun exige la suposicion de que el mundoexterno sea tal cual nos lo presentan los sentidos, lo que bajo muchosaspectos no es verdad. Para convencerse de cuán ilusoria es la teoríafundada en la semejanza de las cosas sensibles, basta preguntar ¿quées la imágen de una relacion? ¿cómo se retratan el tiempo, lacausalidad, la substancia, el ser? Hay en la percepcion de estas ideasalgo mas profundo, algo de un órden enteramente distinto de cuanto separece á cosas sensibles; la necesidad ha obligado á comparar elentendimiento con un ojo que ve, y á la idea con una imágen presente;pero esto es una comparacion; la realidad es algo mas misterioso, massecreto, mas íntimo; entre la percepcion y la idea hay una unioninefable; el hombre no la explica pero la experimenta.

[137.] La conciencia nos atestigua que hay en nosotros unidad de ser,que el yo

es siempre idéntico á sí mismo, y que permanece constanteá pesar de la variedad de ideas y de actos que pasan por él como lasolas sobre la superficie de un lago. Las ideas son un modo de ser delespíritu; pero ¿qué es este modo? ¿en qué consiste su naturaleza? Laproduccion y reproduccion de las ideas

¿dimana de una causa distintaque influya perennemente sobre nuestra alma y le produzcainmediatamente esos modos de ser que llamamos representaciones éideas, ó deberemos admitir que le haya sido dada al espíritu unaactividad productriz de estas representaciones, bien que sujeta á ladeterminacion de causas existentes? Estas son cuestiones que por ahorame contento con indicar (XIII).

CAPÍTULO XIV.

IMPOSIBILIDAD DE HALLAR EL PRIMER PRINCIPIO EN EL ÓRDEN IDEAL.

[138.] Lo que no hemos encontrado en la region de los hechos, tampocolo hallaremos en la de las ideas; pues no hay ninguna verdad idealorígen de todas las verdades.

La verdad ideal es aquella que solo expresa relacion necesaria deideas, prescindiendo de la existencia de los objetos á que serefieren; luego resulta en primer lugar, que las verdades ideales sonabsolutamente incapaces de producir el conocimiento de la realidad.

Para conducir á algun resultado en el órden de las existencias, todaverdad ideal necesita un hecho al cual se pueda aplicar. Sin estacondicion, por mas fecunda que fuese en el órden de las ideas, seriaabsolutamente estéril en el de los hechos. Sin la verdad ideal, elhecho queda en su individualidad aislada, incapaz de producir otracosa que el conocimiento de sí mismo; pero en cambio la verdad idealseparada del hecho, permanece en el mundo lógico, de pura objetividad,sin miedo para descender al terreno de las existencias.

[139.] Hagamos aplicacion de esta doctrina á los principios idealesmas ciertos, mas evidentes, y que por contenerse en las ideas queexpresan lo mas general del ser, deben de poseer la fecundidad queestamos buscando, si es que sea dable encontrarla.

«Es imposible que una cosa sea y no sea á un mismo tiempo.» Ente es elfamoso principio de contradiccion, que sin duda puede pretender á serconsiderado como una de las fuentes de verdad para el entendimientohumano. Las ideas que en él se contienen son las mas sencillas y masclaras que puedan concebirse; en él se afirma la repugnancia del seral no ser, y del no ser al ser á un mismo tiempo; lo que es evidenteen el mas alto grado. Pero ¿qué se adelanta con este principio solo?Presentadle al entendimiento mas penetrante ó al genio mas poderoso,dejadle solo con él, y no resultará mas que una intuicion pura,clarísima, si, pero estéril. Como no se afirma que algo sea, ó que nosea, nada se podrá inferir en pro ni en contra de ninguna existencia;lo que se ofrece al espíritu es una relacion condicional, que si algoexiste repugna que no exista á un mismo tiempo y vice-versa; pero sino se pone la condicion de la existencia, ó no existencia, el sí el nóson indiferentes en el órden real, nada se sabe con respecto á ellospor grande que sea la evidencia en el órden ideal.

Para pasar del mundo lógico al mundo de la realidad, bastará un hechoque sirva como de puente; si le ofrecemos al entendimiento, las dosriberas se aproximan, y la ciencia nace. Yo siento, yo pienso, yoexisto.

Hé aquí hechos de conciencia; combínese uno cualquiera deellos con el principio de contradiccion, y lo que antes eranintuiciones estériles, se desenvuelven en raciocinios fecundos que sedilatan á un tiempo por el mundo de las ideas y el de la realidad.

[140.] Aun en el órden puramente ideal, el principio de contradicciones estéril si no se junta con verdades particulares del mismo órden.En la geometría, por ejemplo, se hace uso con mucha frecuencia delraciocinio siguiente. «Tal cantidad es mayor ó menor que otra, ó le esigual; porque de lo contrario resultaría mayor y menor, igual ydesigual á un mismo tiempo, lo que es absurdo;» aquí se aplica confruto el principio de contradiccion, mas nó solo, sino unido con unaverdad ideal particular que hace útil la aplicacion dicha. Así, en elraciocinio citado, no se podria hacer uso del principio decontradiccion para probar la igualdad ó la desigualdad, si antes no sehubiese probado ó supuesto que existe, ó no existe una de las dos; locual no resulta ni puede resultar del principio de contradiccion queno encierra ninguna idea particular, sino las mas generales que seofrecen al entendimiento humano.

[141.] Las verdades generales por sí solas, aun en el órden puramenteideal, no conducen á nada, por lo indeterminado de las ideas quecontienen; y por el contrario, las verdades particulares por sí solas,tampoco producen ningun resultado, porque se limitan á lo que son,imposibilitando el discurso que no puede dar un paso sin el auxilio delas ideas y proposiciones generales. De la union de unas con otrasresulta la luz; con la separacion, no se obtiene mas que, o unaintuicion abstracta y vaga, o la contemplacion de una verdadparticular que, limitada á pequeña esfera, nada puede enseñar sobrelos seres considerados bajo un aspecto científico.

[142.] Veremos al tratar de las ideas, que nuestro entendimiento lastiene de dos clases muy diferentes: unas que suponen el espacio, y nopueden prescindir de él, como son todas las geométricas; otras que nose refieren al espacio, como son todas las no geométricas. Estos dosórdenes de ideas están separados por un abismo que solo se puedesalvar procurando la aproximacion con el uso simultáneo de unas yotras. El mismo órden ideal queda incompleto si no se hace laaproximacion; y el órden real del universo se vuelve un caos, ó pormejor decir desaparece, ni no se combinan en ambos órdenes, tantogeométrico como no geométrico, las verdades reales con las ideales. Detodas las ideas geométricas imaginables, consideradas en toda supureza ideal, no resultaría nada para el órden ideal geométrico, nitampoco para el mundo de las realidades aun las materiales, muchomenos de las inmateriales; y por el contrario, de las ideas nogeométricas por sí solas, no se podria sacar ni la idea de una recta.Esta observacion acaba de demostrar que en el órden ideal no hay paranosotros la verdad única, porque si la tomamos en el órden geométrico,nos limitamos á combinaciones que no salen de él; y si en el órden nogeométrico, nos falta la idea del espacio, y con ella perdemos hastala posibilidad de concebir el mundo corpóreo (XIV).

CAPÍTULO XV.

LA CONDICION INDISPENSABLE DE TODO CONOCIMIENTO HUMANO.

MEDIOS DE PERCEPCION DE LA VERDAD.

[143.] No hemos podido encontrar ni en el órden real ni en el ideal,una verdad orígen de todas las demás, para nuestro entendimiento,mientras nos hallamos en esta vida. Queda pues demostrado que laciencia trascendental propiamente dicha, es para nosotros una quimera.Nuestros conocimientos sin embargo han de tener algun punto de apoyo:éste es el que vamos á buscar ahora.

Para la mejor inteligencia de lo que me propongo examinar, recordaréel verdadero estado de la cuestion.

No busco un primer principio talque ilumine por sí solo todas las verdades, ó que las produzca, sinouna verdad que sea condicion indispensable de todo conocimiento; poresto no la llamo orígen, sino punto de apoyo: el edificio no nace delcimiento pero estriba en él. Como un cimiento hemos de considerar elprincipio buscado, así como en los capítulos anteriores tratábamos deencontrar una semilla: estas dos imágenes, semilla y cimiento,expresan perfectamente mis ideas y deslindan con toda exactitud lasdos cuestiones.

[144.] ¿Existe un punto de apoyo para la ciencia, y para todoconocimiento, sea ó nó científico? Si existe,

¿cuál es? ¿hay uno solo,ó son muchos?

Es evidente que el punto de apoyo ha de existir; si se nos pregunta elpor qué de un asenso cierto, hemos de llegar al fin á un hecho o á unaproposicion de donde no podemos pasar; ya que no es dable admitir elproceso hasta lo infinito. El punto en que nos sea preciso detenernos,es para nosotros el primero, y por consiguiente el de apoyo para lacerteza.

[145.] Partiendo de un asenso dado, quizás podemos ser conducidos áprincipios diferentes, independientes unos de otros, todos igualmentefundamentales para nuestro espíritu; en cuyo caso no habrá un puntosolo de apoyo, sino muchos.

No creo posible determinar

á priori

, si en esta parte hay paranuestro entendimiento unidad ó pluralidad. Que la ciencia humana sehaya de reducir á un principio solo, es una proposicion que se afirmamas no se prueba. No existiendo en el hombre la fuente de toda verdadcomo se ha demostrado en los capítulos anteriores, es claro que losprincipios en que se funde su conocimiento han de ser comunicados.¿Quién nos asegura que estos no sean muchos y de órdenes diferentes?¿No cabe pues resolver nada á priori

en la cuestion presente; espreciso descender al terreno de la observacion ideológica ypsicológica.

[146.] Nuestro espíritu alcanza la verdad, o al menos su apariencia;es decir, que de un modo ú otro tiene estos actos que llamamospercibir y sentir. Que la realidad corresponda ó nó á los actos denuestra alma, nada importa por ahora; no es esto lo que buscamos;ponemos la cuestion en un terreno en que pueden caber hasta los masescépticos; ni aun estos niegan la percepcion y la sensacion: sidestruyen la realidad, admiten al menos la apariencia.

[147.] Los medios con que percibimos la verdad son de varios órdenes;lo que hace que las verdades mismas percibidas correspondan tambien áórdenes diferentes, paralelos por decirlo así, con los respectivosmedios de percepcion.

Conciencia, evidencia, instinto intelectual ó sentido comun, hé aquílos tres medios; verdades de sentido íntimo, verdades necesarias,verdades de sentido comun, hé aquí lo correspondiente á dichos medios.Estas son cosas distintas, diferentes, que en muchos casos no tienennada que ver entre sí: es preciso deslindarlas con mucho cuidado, sise quieren adquirir ideas exactas y cabales en las cuestionesrelativas al primer principio de los conocimientos humanos.

[148] El medio que he llamado de conciencia, es decir, el sentidoíntimo de lo que pasa en nosotros, de lo que experimentamos, esindependiente de todos los demás. Destrúyase la evidencia, destrúyaseel instinto intelectual, la conciencia permanece. Para experimentar yestar seguros de que experimentamos y de lo que experimentamos, nohemos menester sino la experiencia misma. Si se supone en duda elprincipio de contradiccion, todavía no se hará vacilar la certeza deque sufrimos cuando sufrimos, de que gozamos cuando gozamos, de quepensamos cuando pensamos. La presencia del acto ó de la impresion alláen el fondo de nuestro espíritu, es íntima, inmediata, de una eficaciairresistible para hacer que nos sobrepongamos á toda duda. El sueño yla vigilia, la demencia y la cordura, son indiferentes para eltestimonio de la conciencia; el error puede estar en el objeto mas nóen el fenómeno interno. El loco que cree contar numerosas talegas nolas cuenta ciertamente, y en esto se engaña; pero tiene en su espíritula conciencia de que lo hace, y en esto es infalible. El que sueñahaber caido en manos de ladrones se engaña en lo tocante al objetoexterno; mas nó en lo que pertenece al acto mismo con que lo cree.

La conciencia es independiente de todo testimonio extrínseco á ella;es de una necesidad indeclinable, de una fuerza irresistible paraproducir certeza; es infalible en lo que concierne á ella sola: siexiste no puede menos de dar testimonio de sí misma; si no existe nolo puede dar. En ella la realidad y la apariencia se confunden: nopuede ser aparente sin ser real; la apariencia por sí sola, es ya unaverdadera conciencia.

[149.] Comprendo en el testimonio de la conciencia todo lo queexperimentamos en nuestra alma, todo lo que afecta á lo que se llamael

yo

humano: ideas, pensamientos de todas clases, actos devoluntad, sentimientos, sensaciones, en una palabra, todo aquello deque podemos decir: lo experimento.

[150.] Es claro que las verdades de conciencia son mas bien hechos quese pueden señalar, que no combinaciones enunciables en unaproposicion. No es esto decir que no se puedan enunciar, sino queellas en sí mismas prescinden de toda forma intelectual, que sonsimples elementos de que el entendimiento se puede ocupar ordenándolosy comparándolos de varios modos, pero que por sí solos no dan ningunaluz, que ellos por sí mismos nada

representan

, que solo

presentan

lo que son, son meros hechos, mas allá de los cuales no se puede ir.

[151.] La costumbre de reflexionar sobre la conciencia, y el andarmezcladas las operaciones puramente intelectuales con los hechos desimple experiencia interna, hace que no se conciba fácilmente eseaislamiento en que se encuentra por su naturaleza todo lo que espuramente subjetivo. Se quiere prescindir de la reflexion, pero sereflexiona sobre el esfuerzo mismo que se hace para prescindir deella: nuestro entendimiento es una luz que se enciende por una partecuando se la apaga en otra; la insistencia misma en apagarla suelehacerla mas viva y centelleante. De aquí la dificultad de distinguirlos dos caractéres de lo puramente subjetivo y puramente objetivo, dedeslindar la evidencia de la conciencia, lo conocido de loexperimentado. Sin embargo, la separacion de dos elementos tandiferentes se puede facilitar considerando que los brutos, á su modo,tienen tambien conciencia de lo que experimentan dentro de sí mismos:no suponiéndolos meras máquinas, es preciso otorgarles la conciencia,es decir, la presencia íntima de sus sensaciones: sin esto, ni aun lasensacion se concibe; no tendrá sensacion lo que no siente que siente.El bruto no reflexiona sobre lo que pasa en su interior, loexperimenta, nada mas. Las sensaciones se suceden unas á otras en sualma, sin mas vínculo que la unidad del ser que las experimenta; peroeste no las toma por objeto y por consiguiente no las combina nitransforma de ninguna manera, las deja lo que son, simples hechos. Deaquí podemos sacar alguna luz para concebir lo que son en nosotros lossimples hechos de conciencia, abandonados á sí solos, en todo suaislamiento, sin ninguna mezcla de operaciones puramenteintelectuales, y sin estar sujetos á la actividad reflexiva quecombinándolos de varias maneras y elevándolos á la region de lopuramente ideal, nos los presenta de tal modo que nos hace olvidar supureza primitiva.

Es necesario esforzarse en percibir con toda claridad lo que son loshechos de conciencia, lo que es su testimonio; pues sin esto esimposible adelantar un paso en la investigacion del primer principiode los conocimientos humanos. La confusion en este punto hace incurriren equivocaciones trascendentales.

Ocasion tendremos de notarlo en losucesivo; y hemos encontrado ya lastimosos ejemplos de semejantesextravíos en los errores de la filosofía del

yo

.

[152.] La evidencia, suele decirse, es una luz intelectual: esta esuna metáfora muy oportuna y hasta muy exacta si se quiere; pero queadolece del mismo defecto que todas las metáforas, las cuales, por sísolas, sirven poco para explicar los misterios de la filosofía. Luzintelectual tambien la encontramos en muchos actos de conciencia. Enaquella presencia íntima con que una operacion ó una impresion seofrece al espíritu, tambien hay una especie de luz clara, viva, quehiere por decirlo así el ojo del alma, y no le permite dejar de ver loque tiene delante. Si pues para definir la evidencia nos contentamoscon llamarla luz del entendimiento, la confundimos con la conciencia,ó á lo menos damos ocasion, con un lenguaje ambiguo, á que otros laconfundan.

No se crea que me proponga inculpar á los que han empleado la metáforade la luz, ni que me lisonjee de poder definir la evidencia con todapropiedad: ¿quién expresa con palabras este fenómeno de nuestroentendimiento? Al querer emplear alguna, se ofrece la de luz como lamas adecuada. Porque en verdad, cuando atendemos á la evidencia, paraexaminar ya su naturaleza, ya sus efectos sobre el espíritu, se nospresenta naturalísimamente bajo la imágen de una luz cuyosresplandores alumbran los objetos para que nuestra alma puedacontemplarlos: pero esto, repito, no es suficiente: y así, aunque noformo el empeño de definirla con exactitud, voy á señalar un carácterque la distingue de todo lo que no es ella.

[153.] La evidencia anda siempre acompañada de la necesidad, y porconsiguiente de la universalidad de las verdades que atestigua. No lahay cuando no existen las dos condiciones señaladas. De lo contingenteno hay evidencia, sino en cuanto está sometido á un principio denecesidad.

Expliquemos esta doctrina comprando ejemplos tomados respectivamentede la conciencia y de la evidencia.

Que hay en mí un ser que piensa, esto no lo sé por evidencia sino porconciencia. Que lo que piensa existe, esto no lo sé por concienciasino por evidencia. En ambos casos hay certeza absoluta, irresistible;pero en el primero, versa sobre un hecho particular, contingente; enel segundo sobre una verdad universal y necesaria.

Que yo piense escierto para mí, pero no es preciso que lo sea para los demás; ladesaparicion de mi pensamiento no trastorna el mundo de lasinteligencias; si mi pensamiento dejase ahora de existir, la verdad ensí misma no sufriría ninguna alteracion; otras inteligencias podriancontinuar y continuarian percibiéndola; ni en el órden real ni en elideal, se echarian de menos el concierto y la armonía.

Me pregunto á mí mismo si pienso; y en el fondo de mi alma leo que sí;me pregunto si este pensamiento es necesario, y á mas de que laexperiencia me dice que nó, tampoco encuentro razon ninguna en quefundar la necesidad. Aun suponiendo que mi pensamiento deja deexistir, veo que continúo discurriendo con buen órden; así examino loque hubiera sucedido si yo no existiese, ó lo que podria suceder enadelante, y asiento principios y saco consecuencias, sin quebrantarninguna de las leyes intelectuales. El mundo ideal y el real seofrecen á mis ojos como un magnífico espectáculo al cual yo asistociertamente, si, pero de donde puedo retirarme sin que larepresentacion cese, ni se altere nada, ni resulte otra mudanza que lade quedar vacío el imperceptible lugar que estoy ocupando. Muy de otromodo sucede en las verdades objeto de evidencia; no es necesario queyo piense, pero es tan necesario que lo que piensa exista, que todosmis esfuerzos no bastan para prescindir por un momento de estanecesidad. Si supongo lo contrario, si colocándome en el terreno de loabsurdo finjo por un instante que queda cortada la relacion entre elpensar y el ser, se rompe el vínculo que mantiene en órden al universoentero: todo se trastorna, todo se confunde, y lo que se me presenta ála vista no sé si es el caos ó la nada. ¿Qué ha sucedido? Nada massino que el entendimiento ha supuesto una cosa contradictoria,afirmando y negando á un mismo tiempo el pensar, porque afirmaba unpensamiento al cual negaba la existencia. Se ha quebrantado una leyuniversal, absolutamente necesaria; en faltando ella todo se hunde enel caos; la certeza de la existencia del yo

afianzada en eltestimonio de la conciencia, no basta á impedir la confusion: lainteligencia contradiciéndose, se ha negado á sí propia; de su palabrainsensata no ha salido el ser sino la nada, no la luz sino lastinieblas; y esas tinieblas que ella ha soplado sobre todo loexistente y lo posible, vuelven á caer á torrentes sobre ella misma yla envuelven en eterna noche.

[154.] Hé aquí fijados y deslindados los caractéres de la conciencia yde la evidencia. La primera tiene por objeto lo individual ycontingente; la segunda lo universal y necesario: solo Dios, fuente detoda verdad, principio universal y necesario de ser y de conocer,tiene identificada la conciencia con la evidencia en sí propio: enaquel ser infinito que todo lo encierra, ve la razon de todas lasesencias y de todas las existencias, y no le es dable prescindir de símismo, del testimonio de su conciencia, sin anonadarlo todo. ¿Quéquedaria en el mundo, se dice la criatura, si tú desaparecieses? y seresponde á si misma:

todo excepto tú

. Si Dios se dirigiese estapregunta, se respondería á sí propio: nada

.

[155.] He llamado instinto intelectual á ese impulso que nos lleva ála certeza en muchos casos, sin que medien ni el testimonio de laconciencia, ni el de la evidencia. Si se indica á un hombre un blancode una línea de diámetro, y luego se le vendan los ojos y despues dehaberle hecho dar muchas vueltas á la aventura, se le pone un arco enla mano para que dispare y se asegura que la flecha irá á clavarseprecisamente en el pequeñísimo blanco, dirá que esto es imposible ynadie será capaz de persuadirle tamaño dislate. ¿Y porqué? ¿se apoyaen el testimonio de la conciencia? nó, porque se trata de objetosexternos. ¿Se funda en la evidencia? tampoco, porque esta tiene porobjeto las cosas necesarias, y no hay ninguna imposibilidad intrínsecaen que la flecha vaya á dar en el punto señalado. ¿En qué estribapues la profunda conviccion de la negativa? Si suponemos que estehombre nada sabe de las teorías de probabilidades y combinaciones, queni aun tiene noticia de esta ciencia, ni ha pensado nunca en cosassemejantes, su certeza será igual, sin embargo de que no podráfundarla en cálculo de ninguna especie; igual la tendrán todos loscircunstantes rudos ó cultos, ignorantes ó sabios: sin necesidad dereflexion, instantáneamente, todos dirán ó pensarán: «esto esimposible, esto no se verificará.» ¿En qué fundan, repito, tan fuerteconviccion? Es claro que no naciendo ni de la conciencia, ni de laevidencia inmediata ni mediata, no puede tener otro orígen que esafuerza interior que llamo instinto intelectual, y que dejaré llamarsentido comun ó lo que se quiera, con tal que se reconozca laexistencia del hecho. Don precioso que nos ha otorgado el Criador parahacernos razonables aun antes de raciocinar; y á fin de que dirijamosnuestra conducta de una manera prudente, cuando no tenemos tiempo paraexaminar las razones de prudencia.

[156.] Ese instinto intelectual abraza muchísimos objetos de órden muydiferente; es, por decirlo asi, la guia y el escudo de la razon; laguia, porque la precede y le indica el camino verdadero, antes de quecomience á andar; el escudo, porque la pone á cubierto de sus propiascavilaciones, haciendo enmudecer el sofisma en presencia del sentidocomun.

[157.] El testimonio de la autoridad humana, tan necesario alindividuo y á la sociedad, arranca nuestro asenso por medio de uninstinto intelectual. El hombre cree al hombre, cree á la sociedad,antes de pensar en los motivos de su fe; pocos los examinan, y sinembargo la fe es universal.

No se trata ahora de saber si el instinto intelectual nos engañaalgunas veces, en qué casos y por qué; al presente solo quieroconsignar su existencia; y con respecto á los errores á que nosconduce, me contentaré con observar que en un ser débil como es elhombre, la regla se dobla muy á menudo; y que así como no es posibleencontrar en él lo bueno sin mezcla de lo malo, tampoco es dablehallar la verdad sin mezcla de error.

[158.] Si bien se observa, no objetivamos las sensaciones sino enfuerza de un instinto irresistible. Nada mas cierto, mas evidente álos ojos de la filosofía que la subjetividad de toda sensacion; esdecir, que las sensaciones son fenómenos inmanentes, ó que estándentro de nosotros y no salen fuera de nosotros; y sin embargo, nadamas constante que el tránsito que hace el género humano entero de losubjetivo á lo objetivo, de lo interno á lo externo, del fenómeno á larealidad. ¿En qué se funda este tránsito? Cuando los filósofos maseminentes han tenido tanta dificultad en encontrar el puente, pordecirlo así, que une las dos riberas opuestas, cuando algunos deellos cansados de investigar han dicho resueltamente que no eraposible encontrarle, ¿lo descubrirá el comun de los hombres desde sumas tierna niñez? es evidente que el tránsito que hacen no puedeexplicarse por motivos de raciocinio, y que es preciso apelar alinstinto de la naturaleza.

Luego hay un instinto que por sí solo nosasegura de la verdad de una proposicion, á cuya demostracion llegadifícilmente la filosofía mas recóndita.

[159.] Aquí observaré lo errado de los métodos que aislan lasfacultades del hombre, y que para conocer mejor el espíritu, ledesfiguran y mutilan. Es uno de los hechos mas constantes yfundamentales de las ciencias ideológicas y psicológicas, lamultiplicidad de actos y facultades de nuestra alma, á pesar de susimplicidad atestiguada por la unidad de conciencia. Hay en el hombrecomo en el universo un conjunto de leyes cuyos efectos se desenvuelvensimultáneamente, con una regularidad armoniosa; separarlas equivalemuchas veces á ponerlas en contradiccion; porque no siendo dado áninguna de ellas el producir su efecto aisladamente, sino encombinacion con las demás, cuando se les exige que obren por sí solas,en vez de efectos regulares, producen monstruosidades las masdeformes. Si dejais sola en el mundo la ley de gravitacion nocombinándola con ninguna fuerza de proyeccion, todo se precipitaráhácia un centro; en vez de esa infinidad de sistemas que hermosean elfirmamento, tendréis una mole ruda é indigesta: si quitáis lagravitacion y dejais la fuerza de proyeccion, los cuerpos todos sedescompondrán en átomos imperceptibles, dispersándose cual éterlevísimo por las regiones de la inmensidad (XV).

CAPÍTULO XVI.

CONFUSION DE IDEAS EN LAS DISPUTAS SOBRE EL PRINCIPIO FUNDAMENTAL.

[160.] En mi concepto hay varios principios que con relacion alentendimiento humano pueden llamarse igualmente fundamentales, yaporque todos sirven de cimiento en el órden comun y en el científico,ya porque no se apoyan en otro; no siendo dable señalar uno quedisfrute de esta calidad como privilegio exclusivo. Al buscarse en lasescuelas el principio fundamental, suele advertirse que no se trata deencontrar una verdad de la cual dimanen todas las otras; pero sí unaxioma tal que su ruina traiga consigo la de todas las verdades, y sufirmeza las sostenga, al menos indirectamente; de manera que quien lasnegare pueda ser reducido por demostracion indirecta ó ad absurdum

;es decir, que admitido dicho axioma, se podrá conseguir que quienniegue los otros sea convencido de hallarse en oposicion con el quehabia reconocido como verdadero.

[161.] Mucho se ha disputado sobre si era este ó aquel principio elmerecedor de la preferencia; yo creo que hay aquí cierta confusion deideas, nacida en buena parte, de no deslindar suficientementetestimonios tan distintos como son el de la conciencia, el de laevidencia y el del sentido comun.

El famoso principio de Descartes «yo pienso, luego soy;» el decontradiccion, «es imposible que una cosa sea y no sea á un mismotiempo;» el otro que llaman de los cartesianos, «lo que está contenidoen la idea clara y distinta de una cosa, se puede afirmar de ella contoda certeza;» son los tres principios que han dividido las escuelas.En favor de todos ellos se alegaban razones poderosísimas, y hastaconcluyentes contra el adversario, atendido el terreno en que estabacolocada la cuestion.

Si no estais seguros de que pensais, argüiria un partidario deDescartes, no podeis estarlo ni aun del principio de contradiccion, nitampoco de la legitimidad del criterio de la evidencia; para sabertodo esto, es necesario pensar; quien afirma ó niega, piensa; sinsuponer el pensamiento, no son posibles ni la afirmacion ni lanegacion. Pero admitamos el pensamiento; tenemos ya un punto de apoyo,y de tal naturaleza, que lo encontramos en nosotros mismos,atestiguado por el sentido íntimo, imponiéndonos con una eficaciairresistible la certeza de su existencia. Establecido el fundamento,veamos cómo se puede levantar el edificio: para esto, no es necesariosalir del pensamiento propio; allí está el punto luminoso paraguiarnos en el camino de la verdad; sigamos sus resplandores, y fijadoun punto inmóvil hagamos salir de él el hilo misterioso que nosconduzca en el laberinto de la ciencia. Así, nuestro principio es elprimero, es la basa de todos los