Facundo by Domingo Faustino Sarmiento - HTML preview

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Tal como lo hemos pintado era en 1825 la fisonomía política de laRepública cuando el Gobierno de Buenos Aires invitó a las provincias areunirse en un congreso para darse una forma de gobierno general. Detodas partes fué acogida esta idea con aprobación, ya fuese que cadacaudillo contase con constituirse caudillo legítimo de su provincia,ya que el brillo de Buenos Aires ofuscase todas las miradas y no fueseposible negarse sin escándalo a una pretensión tan racional. Se haimpuesto al Gobierno de Buenos Aires como una falta haber promovido estacuestión, cuya solución debía ser tan funesta para él mismo y para lacivilización; pero toda civilización, como las religiones mismas, esgeneralizadora, propagandista, y mal creería un hombre que no desearaque todos creyesen como él.

Facundo recibió en La Rioja la invitación, y acogió la idea conentusiasmo, quizá por aquellas simpatías que los espíritus altamentedotados tienen por las cosas esencialmente buenas.{150}

A esta sazón la República se preparaba para la guerra del Brasil, y acada provincia se había encomendado la formación de un regimiento parael ejército. A Tucumán vino con este encargo el general La Madrid que,impaciente por obtener los reclutas y elementos necesarios para levantarsu regimiento, no trepidó mucho en derrocar aquellas autoridades morosasy subir él al Gobierno a fin de expedir los decretos convenientes alefecto. Este acto subversivo ponía al Gobierno de Buenos Aires en unaposición delicada. Había desconfianza en los gobiernos, celos deprovincia, y el coronel La Madrid, venido de Buenos Aires y trastornandoun Gobierno provincial, lo hacía aparecer a los ojos de la nación comoinstigador. Para desvanecer esta sospecha, el Gobierno de Buenos Airesinsta a Facundo que invada a Tucumán y restablezca las autoridadesprovinciales. La Madrid explica al Gobierno el motivo real, aunque bienfrívolo, por cierto, que lo ha impulsado, y protesta de su adhesióninalterable. Pero ya era tarde: Facundo estaba en movimiento, y erapreciso prepararse a rechazarlo. La Madrid pudo disponer de un armamentoque pasaba para Salta; pero por delicadeza, por no agravar más loscargos que contra él pesaban, se contentó con tomar 50 fusiles y otrostantos sables, suficientes, según él, para acabar con la fuerzainvasora.

Es el general La Madrid uno de esos tipos naturales del suelo argentino.A la edad de catorce años empezó a hacer la guerra a los españoles, ylos prodigios de su valor romancesco pasan los límites de lo posible; seha hallado en ciento cuarenta encuentros, en todos los cuales la espadade La Madrid ha salido mellada y destilando sangre; el humo de lapólvora y los relinchos de los caballos lo enajenan materialmente, y contal que él acuchille todo lo que{151} se le pone por delante, caballos,cañones, infantes, aunque la batalla se pierda. Decía que es un tiponatural de aquel país, no por esta valentía fabulosa, sino porque esoficial de caballería y poeta además. Es un Tirteo que anima al soldadocon canciones guerreras, el cantor de que hablé en la primera parte; esel espíritu gaucho, civilizado y consagrado a la libertad.Desgraciadamente, no es un general cuadrado como lo pedía Napoleón; elvalor predomina sobre las otras cualidades del general en proporción deciento a uno.

Y si no, ved lo que hace en Tucumán; pudiendo, no reúnefuerzas suficientes, y con un puñado de hombres presenta la batalla, noobstante que lo acompaña el coronel Díaz Vélez, poco menos valiente queél. Facundo traía doscientos infantes y sus Colorados de caballería.La Madrid tiene cincuenta infantes y algunos escuadrones de milicias.Comienza el combate, arrolla la caballería de Facundo, y a Facundomismo, que no vuelve a campo de batalla sino después de concluído todo.Queda la infantería en columna cerrada; La Madrid manda cargarla, no esobedecido, y carga él solo.

Cierto; él solo atropella la masa deinfantería; voltéanle el caballo, se endereza, vuelve a cargar su amo;mata, hiere, acuchilla todo lo que está a su alcance, hasta que caencaballo y caballero traspasados de balas y bayonetazos, con lo cual lavictoria se decide por la infantería. Todavía en el suelo le hunden enla espalda la bayoneta de un fusil, le disparan el tiro, y la bala ybayoneta lo traspasan, asándolo además con el fogonazo. Facundo vuelveal fin a recuperar su bandeja negra que ha perdido, y se encuentra conuna batalla ganada, y La Madrid muerto, bien muerto. Su ropa estaba ahí;su espada, su caballo, nada falta, excepto su cadáver, que no puedereconocerse entre los muchos mutilados{152} y desnudos que yacen en elcampo. El coronel Díaz Vélez, prisionero, dice que su hermano tenía unalanzada en una pierna; no hay cadáver allí con herida semejante.

La Madrid, acribillado de once heridas, se había arrastrado hasta unosmatorrales, donde su asistente lo encontró delirando con la batalla, yrespondiendo al ruido de pasos que se acercaban: «¡No me rindo!» Nuncase había rendido el coronel La Madrid hasta entonces.

He aquí la famosa acción del Tala, primer ensayo de Quiroga fuera de lostérminos de la provincia. Ha vencido en ella al valiente de losvalientes, y conserva su espada como trofeo de la victoria. ¿Se detendráahí? Pero veamos la fuerza que Rivadavia ha opuesto al coronel delregimiento número 15, que ha trastornado un gobierno para equipar sucuerpo. Facundo enarbola en el Tala una bandera que no es argentina, quees de su invención. Es un paño negro con una calavera y huesos cruzadosen el centro.

Esta es su bandera que ha perdido a principio del combate,y que «va a recobrar—dice a sus soldados dispersos—aunque sea en lapuerta del infierno». La muerte, el espanto, el infierno, se presentanen el pabellón y la proclama del general de los Llanos.

¿Habéis vistoeste mismo paño mortuorio sobre el féretro de los muertos cuando elsacerdote canta Portæ inferi?

Pero hay algo más todavía que revela desde entonces el espíritu de lafuerza pastora, árabe, tártara, que va a destruir las ciudades. Loscolores argentinos son el celeste y el blanco; el cielo transparente deun día sereno, y la luz nítida del disco del sol; la paz y la justiciapara todos. A fuerza de odiar la tiranía y la violencia, nuestropabellón y nuestras armas excomulgan el blasón y los trofeos guerreros.Dos manos en señal de unión sostienen el gorro{153} frigio del liberto; lasciudades unidas, dice este símbolo, sostendrán la libertad adquirida; elsol principia a iluminar el teatro de este juramento, y la noche vadesapareciendo poco a poco. Los ejércitos de la República que llevan laguerra a todas partes para hacer efectivo aquel porvenir de luz, ytornar en día la aurora que el escudo de armas anuncia, visten azulobscuro y con cabos diversos: visten a la europea. Bien; en el seno dela República, del fondo de sus entrañas se levanta el color colorado,y se hace el vestido del soldado, el pabellón del ejército, yúltimamente, la cucarda nacional, que, so pena de la vida, ha de llevartodo argentino.

¿Sabéis lo que es el color colorado? Yo no lo sé tampoco; pero voy areunir algunas reminiscencias.

Tengo a la vista un cuadro de las banderas de todas las naciones delmundo. Sólo hay una europea culta, en que el colorado predomine, noobstante el origen bárbaro de sus pabellones. Pero hay otras coloradas;leo: Argel, pabellón colorado con calavera y huesos; Túnez, pabellóncolorado; Mogol, ídem; Turquía, pabellón colorado con creciente;Marruecos, Japón, colorado con la cuchilla exterminadora; Siam, Surate,etc., lo mismo.

Recuerdo que los viajeros que intentan penetrar en el interior delAfrica se proveen de paño colorado para agasajar a los príncipesnegros. El rey de Elve, dicen los hermanos Lardner, llevaba un surtúespañol de paño colorado y pantalones del mismo color.

Recuerdo que los presentes que el Gobierno de Chile manda los caciquesde Arauco, consisten en mantas y ropas coloradas, porque este coloragrada mucho a los salvajes.

La capa de los emperadores romanos que representaban al dictador, era depúrpura, esto es, colorada.{154}

El manto real de los reyes bárbaros de Europa fué siempre colorado.

La España ha sido el último país europeo que ha repudiado el colorado,que llevaba en la capa grana.

Don Carlos en España, el pretendiente absoluto, iza una bandera colorada.

El Reglamento Regio de Génova[27], disponiendo que los senadores lleventoga purpúrea, colorada, previene que se practique así particularmente«in escecuzione di giudicato criminale ad effectto de incutere collagrave sua decorosa presenza il terrore e lo spavento nel cativi».

El verdugo en todos los Estados europeos vestía de colorado hasta elsiglo pasado.

Artigas agrega al pabellón argentino una franja diagonal colorada.

Los ejércitos de Rosas visten de colorado.

Su retrato se estampa en una cinta colorada.

¿Qué vínculo misterioso liga todos estos hechos? ¿Es casualidad queArgel, Túnez, el Japón, Marruecos, Turquía, Siam, los africanos, lossalvajes, los Nerones romanos, los reyes bárbaros, il terrore el'spavento, el verdugo y Rosas, se hallen vestidos con un colorproscrito hoy día por las sociedades cristianas y cultas? ¿No es el colorado el símbolo que expresa violencia, sangre y barbarie? Y si no,¿por qué este antagonismo?

La revolución de la independencia argentina se simboliza en dos tirascelestes y una blanca, cual si dijera: ¡justicia, paz, justicia!

¡La reacción encabezada por Facundo y aprovechada{155} por Rosas sesimboliza en una cinta colorada que dice: ¡terror, sangre, barbarie!

La especie humana ha dado en todos tiempos este significado al colorgrana, colorado, púrpura; id a estudiar el Gobierno en los pueblos queostentan este color y hallaréis a Rosas y a Facundo: el terror, labarbarie, la sangre corriendo todos los días.

En Marruecos el Emperadortiene la singular prerrogativa de matar él mismo a los criminales.

Necesito detenerme sobre este punto. Toda civilización se expresa entrajes, y cada traje indica un sistema de ideas entero. ¿Por qué usamoshoy la barba entera? Por los estudios que se han hecho en estos tiempossobre la Edad Media; la dirección impresa a la literatura romántica serefleja en la moda. ¿Por qué varía ésta todos los días? Por la libertaddel pensamiento; esclavizadlo y tendréis vestido invariable; así enAsia, donde el hombre vive bajo gobiernos como el de Rosas, lleva desdelos tiempos de Abraham vestido talar.

Aún hay más: cada civilización ha tenido su traje, y cada cambio en lasideas, cada revolución en las instituciones, un cambio en el vestir. Untraje la civilización romana, otro la Edad Media; el frac no principiaen Europa sino después del renacimiento de las ciencias; la moda no laimpone al mundo, sino la nación más civilizada; de frac visten todos lospueblos cristianos, y cuando el sultán de Turquía, Abdul Medjil, quiereintroducir la civilización europea en sus Estados, depone el turbante,el caftán y las bombachas, para vestir frac, pantalón y corbata.

Los argentinos saben la guerra obstinada que Facundo y Rosas han hechoal frac y a la moda. El año 1840 un grupo de mazorqueros rodea en laobscuridad de la noche a un individuo que iba con levita por las callesde Buenos{156} Aires; los cuchillos están a dos dedos de su garganta. «—SoySimón Pereira, exclama.—Señor, el que anda vestido así se expone.—Porlo mismo me visto; ¿quién sino yo anda con levita? Lo hago para que meconozcan desde lejos.» Este señor es primo y compañero de negocios dedon Juan Manuel Rosas. Pero para terminar las explicaciones que mepropongo dar sobre el color colorado iniciado por Facundo e ilustrarcon sus símbolos el carácter de la guerra civil, debo referir aquí lahistoria de la cinta colorada que hoy sale ya a ostentarse afuera. En1820 aparecieron en Buenos Aires con Rosas los Colorados de lasConchas; la campaña mandaba ese contingente. Rosas a los veinte añosreviste al fin la ciudad de colorado: casas, puertas, empapelados,vajillas, tapices, colgaduras, etc., etc. Ultimamente consagra estecolor oficialmente y lo impone como una medida de Estado.

La historia de la cinta colorada es muy curiosa. Al principio fué unadivisa que adoptaron los entusiastas; mandóse después llevarlo a todospara que probase la uniformidad de la opinión. Se deseaba obedecer,pero al mudar de vestido se olvidaba.

La policía vino en auxilio de lamemoria. Se distribuían mazorqueros por las calles, y sobre todo en laspuertas de los templos, y a la salida de las señoras se distribuían sinmisericordia zurriagazos con vergas de toro. Pero aún quedaba mucho quearreglar.

¿Llevaba uno la cinta negligentemente anudada?, ¡vergazos!;era unitario. ¿Llevábala chica?, ¡vergazos!; era unitario. ¿No lallevaba?, ¡degollarlo por contumaz! No paró ahí ni la solicitud delGobierno ni la educación pública. No bastaba ser federal ni llevar lacinta, que era preciso además que ostentase el retrato del ilustrerestaurador sobre el corazón, en señal de amor intenso, y los letreros mueran los{157} salvajes inmundos unitarios[28]. ¿Creeríase que con estoestaba terminada la obra de envilecer a un pueblo culto y hacerlerenunciar a toda dignidad personal? ¡Ah!, todavía no estaba biendisciplinado. Amanecía una mañana en una esquina de Buenos Aires unfigurón pintado en papel con una cinta flotante de media vara. En elmomento que alguno la veía, retrocedía despavorido llevando por todaspartes la alarma, entrábase en la primer tienda y salía de allí con unacinta de media vara. Diez minutos después toda la ciudad se presentabaen las calles, cada uno con su cinta flotante de media vara de largo.Aparecía otro día otro figurón con una ligera alteración en la cinta, lamisma maniobra.

Si alguna señorita se olvidaba del moño colorado, la policía le pegaba gratis uno en la cabeza ¡con brea derretida! ¡Así se ha conseguidouniformar la opinión! ¡Preguntad en toda la República Argentina si hayuno que no sostenga y crea que es federal...! Ha sucedido mil veces queun vecino ha salido a la puerta de su casa, y visto barrida la partefronteriza de la calle, al momento ha mandado barrer, le ha seguido suvecino, y en media hora ha quedado barrida toda la calle entera,creyéndose que era una orden de la policía. Un pulpero iza una banderapor llamar la atención, velo el vecino, y temeroso de ser tachado detardo por el gobernador, iza la suya, ízanla los del frente, ízanla entoda la calle, pasa a otras y en un momento queda empavesado BuenosAires.

La policía se alarma, inquiere{158} qué noticia tan fausta se harecibido que ella ignora, sin embargo... ¡Y éste era el pueblo querendía a 11.000 ingleses en las calles y mandaba después cinco ejércitospor el continente americano a caza de españoles!

Es que el terror es una enfermedad del ánimo que aqueja a laspoblaciones, como el cólera morbo, la viruela, la escarlatina. Nadie selibra al fin del contagio. Y cuando se trabaja de diez años consecutivospara inocularlo, no resisten al fin ni los ya vacunados. ¡No os riáis,pues, pueblos hispanoamericanos al ver tanta degradación!

¡Mirad quesois españoles, y la inquisición educó así a la España! Esta enfermedadla traemos en la sangre. ¡Cuidado, pues!

Volvamos a tomar el hilo de los hechos. Facundo entró triunfante enTucumán y regresó a La Rioja pasados unos pocos días, sin cometer actosnotables de violencia y sin imponer contribuciones. Es que laregularidad constitucional de Rivadavia había formado una concienciapública que no era posible arrastrar de un golpe.

Facundo regresa a La Rioja; pero enemigo de la Presidencia que lo hacomisionado para deponer a La Madrid, Quiroga no sabía qué decirfijamente sobre el motivo de esta oposición a la Presidencia, lo que esmuy natural. Él mismo no podría haberse dado cuenta de ello. «Yo no soyfederal—decía siempre—, que soy tonto.» «¿Sabe usted—decía una vez adon Dalmacio Vélez—, por qué, he hecho la guerra? ¡Por esto!» Y sacabauna onza de oro. Mentía Facundo.

Otras veces decía: «Carril, gobernador de San Juan, me hizo un desairedesatendiendo mi recomendación por Carita, y me eché por eso en laoposición al Congreso.» Mentía.

Sus enemigos decían: «Tenía muchas acciones en la{159} Casa de la Moneda, ypropusieron venderla al Gobierno Nacional en 300.000 pesos. Rivadaviarechazó esta propuesta porque era un robo escandaloso, y Facundo sealistó desde entonces entre sus enemigos.» El hecho es cierto, pero nofué éste el motivo.

Créese que cedió a las sugestiones de Bustos e Ibarra para oponerse,pero hay un documento que acredita lo contrario. En carta que escribíaal general La Madrid en 1832, le decía: «Cuando fuí invitado por los muynulos y bajos Bustos e Ibarra, no considerándoles capaces de haceroposición con provecho al déspota presidente don Bernardino Rivadavia,los desprecié; pero habiéndome asegurado el edecán del finado Bustos,coronel don Manuel del Castillo, que usted estaba de acuerdo en estenegocio y era el más interesado en él, no trepidé un momento endecidirme a arrostrar todo compromiso, contando únicamente con su espadapara esperar un desenlace feliz...

¡Cuál fué mi chasco...!»

No era federal, ni ¡cómo había de serlo! Qué, ¿es necesario ser tanignorante como un caudillo de campaña para conocer la forma de gobiernoque más conviene a la República? Cuanta menos instrucción tiene unhombre, ¿tanta más capacidad es la suya para juzgar de las arduascuestiones de la alta política? Pensadores como López, como Ibarra, comoFacundo, ¿eran los que con sus estudios históricos, sociales,geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de laconveniente organización de un Estado? ¡Eh!... Dejemos esas torpezas adon Juan Manuel Rosas, que sabe que, clavando a los hombres un trapocolorado en el pecho, las cuestiones están resueltas. Dejemos a un ladolas palabras vanas con que con tanta imprudencia se han burlado de losincautos. Facundo dió contra el{160} Gobierno que lo había mandado aTucumán, por la misma razón que dió contra Aldao, que lo mandó a LaRioja. Se sentía fuerte y con voluntad de obrar; impulsábalo a ello uninstinto ciego, indefinido, y obedecía a él; era el comandante decampaña, el gaucho malo, enemigo de la justicia civil, del orden civil,del hombre decente, del sabio, del frac, de la ciudad, en una palabra.La destrucción de todo esto le estaba encomendada de lo alto, y no podíaabandonar su misión.

Por este tiempo una singular cuestión vino a complicar los negocios. EnBuenos Aires, puerto de mar, residencia de 16.000 extranjeros, elGobierno propuso conceder a estos extranjeros la libertad de cultos, yla parte más ilustrada del clero sostuvo y sancionó la ley; losconventos fueron secularizados y rentados los sacerdotes. En BuenosAires este asunto no metió bulla, porque eran puntos éstos en que lasopiniones estaban de acuerdo; las necesidades eran patentes. La cuestiónde libertad de cultos es en América una cuestión de política y deeconomía. Quien dice libertad de cultos, dice inmigración europea ypoblación. Tan no causó impresión en Buenos Aires, que Rosas no se haatrevido a tocar nada de lo acordado entonces, y es preciso que sea unabsurdo inconcebible aquello que Rosas no intente.

En las provincias, empero, ésta fué una cuestión de religión, desalvación y condenación eterna. ¡Imagináos cómo la recibiría Córdoba! EnCórdoba se levantó una inquisición. San Juan experimentó una sublevación católica, porque así se llama el partido para distinguirse de los libertinos, sus enemigos. Sofocada esta revolución en San Juan, sábeseun día que Facundo está a las puertas de la ciudad con una bandera negradividida por una cruz sanguinolenta,{161} rodeada de este lema: ¡Religión omuerte!

¿Recuerda el lector que he copiado de un manuscrito que Facundo nuncase confesaba, ni oía misa, ni rezaba, y que él mismo decía que no creíaen nada? Pues bien: el espíritu de partido aconsejó a un célebrepredicador llamarlo el Enviado de Dios e inducir a la muchedumbre aseguir sus banderas. Cuando este mismo sacerdote abrió los ojos y seseparó de la cruzada criminal que había predicado, Facundo decía quenada más sentía que no haberlo a las manos para darle seiscientosazotes.

Llegado a San Juan, los principales de la ciudad, los magistrados que nohabían fugado; los sacerdotes, complacidos por aquel auxilio divino,salen a encontrarlo, y en una calle forman dos largas filas. Facundopasa sin mirarlos; síguenle a la distancia, turbados, mirándose unos aotros en la común humillación, hasta que llegan al centro de un potrerode alfalfa, alojamiento que el general pastor, este hicso moderno,prefiere a los adornados edificios de la ciudad. Una negra que lo habíaservido en su infancia se presenta a ver a su Facundo; la sienta a sulado, conversa afectuosamente con ella, mientras que los sacerdotes, losnotables de la ciudad, están de pie, sin que nadie les dirija lapalabra, sin que el jefe se digne despedirlos.

Los católicos debieron quedar un poco dudosos de la importancia eidoneidad del auxilio que tan inesperadamente les venía. Pocos díasdespués, sabiendo que el cura de la Concepción era libertino, mandótraerlo con sus soldados, vejarlo en el tránsito, ponerle una barra degrillos, mandándole prepararse para morir. Porque han de saber mislectores chilenos que por entonces había en San Juan sacerdotes libertinos, curas, clérigos, frailes, que pertenecían al partido de laPresidencia. Entre otros, el presbítero{162} Centeno, muy conocido enSantiago, fué, con otros seis, uno de los que más trabajaron en lareforma eclesiástica. Mas era necesario hacer algo en favor de lareligión para justificar el lema de la bandera. Con laudable fin escribeuna esquelita a un sacerdote amigo suyo, pidiéndole consejo sobre laresolución que ha tomado, dice, de fusilar a todas las autoridades, envirtud de no haber decretado aún la devolución de las temporalidades.

El buen sacerdote, que no había previsto lo que importa armar el crimenen nombre de Dios, tuvo por lo menos escrúpulo sobre la forma en que seiba a hacer reparación, y consiguió que se les dirigiese un oficiopidiéndoles u ordenándoles que así lo hiciesen.

¿Hubo cuestión religiosa en la República Argentina? Yo lo negaríaredondamente si no supiese que cuanto más bárbaro, y, por tanto, másreligioso es un pueblo, tanto más susceptible es de preocuparse yfanatizarse. Pero las masas no se movieron espontáneamente, y los queadoptaron aquel lema, Facundo, López. Bustos, etc., eran completamenteindiferentes. Esto es capital. Las guerras religiosas del siglo XV

enEuropa son mantenidas de ambas partes por creyentes sinceros, exaltados,fanáticos y decididos hasta el martirio, sin miras políticas, sinambición. Los puritanos leían la Biblia en el momento antes del combate,oraban y se preparaban con ayunos y penitencias. Sobre todo, el signo enque se conoce el espíritu de los partidos es que realizan sus propósitoscuando llegan a triunfar, aun más allá de donde estaban asegurados antesde la lucha. Cuando esto no sucede hay decepción en las palabras.Después de haber triunfado en la República Argentina el partido que seapellida católico, ¿qué ha hecho por la religión o los intereses delsacerdocio?{163}

Lo único, que yo sepa, es haber expulsado a los jesuítas y degolladocuatro sacerdotes respetables en Santos Lugares[29], después de haberlesdesollado vivos la corona y las manos; poner al lado del SantísimoSacramento el retrato de Rosas y sacarlo en procesión bajo de palio.¿Cometió jamás profanaciones tan horribles el partido libertino? Elpartido ultracatólico, ¿ha desechado jamás la cooperación deljesuitismo?

Pero ya es demasiado detenerme sobre este punto. Facundo en San Juanocupó su tiempo en jugar, abandonando a las autoridades el cuidado dereunirle las sumas que necesitaba para resarcirse de los gastos que leimponía la defensa de la religión. Todo el tiempo que permaneció allíhabitó un toldo en el centro de un potrero de alfalfa, y ostentó, porqueera ostentación meditada, el chiripá. Reto e insulto que hacía a unaciudad donde la mayor parte de los ciudadanos cabalgaban en sillainglesa, y donde los trajes y gustos bárbaros de la campaña erandetestados, por cuanto es una provincia exclusivamente agricultora.

Una campaña más todavía sobre Tucumán contra el general La Madridcompletó el debut o exhibición de este nuevo emir de los pastores. Elgeneral La Madrid había{164}

vuelto al gobierno de Tucumán sostenido por laprovincia, y Facundo se creyó en el deber de desalojarlo. Nuevaexpedición, nueva batalla, nueva victoria. Omito sus pormenores, porqueen ellos no encontraremos sino pequeñeces. Un hecho hay, sin embargo,ilustrativo. La Madrid tenía en la batalla del Rincón 110 hombres deinfantería; cuando la acción se terminó, habían muerto 60 en la línea, yexcepto uno, los 50 restantes estaban heridos. Al día siguiente LaMadrid se presenta de nuevo a combatir, y Quiroga le manda uno de susayudantes, desnudo, a decirle simplemente que la acción principiaría porlos 50 prisioneros que deja indicados, y una compañía de soldadosapuntándoles, con cuya intimación La Madrid abandonó toda tentativa dehacer ninguna resistencia.

En todas estas tres expediciones en que Facundo ensaya sus fuerzas, senota todavía poca efusión de sangre, pocas violaciones de la moral. Esverdad que se apodera en Tucumán de ganados, cueros, suelas, e imponegruesas contribuciones en especies metálicas; pero aun no hay azotes alos ciudadanos, no hay ultrajes a las señoras; son los males de laconquista, pero aun sin sus horrores; el sistema pastoril no sedesenvuelve sin freno y con toda la ingenuidad que muestra más tarde.

¿Qué parte tenía el Gobierno legítimo de La Rioja en estas expediciones?¡Oh! Las formas existen aún, pero el espíritu estaba todo en elcomandante de campaña. Blanco deja el mando, harto de humillaciones, yAgüero entra en el Gobierno. Un día Quiroga raya su caballo en la puertade su casa, y le dice: «Señor gobernador: vengo a avisarle que estoyacampado a dos leguas con mi escolta.» Agüero renuncia. Trátase deelegir nuevo gobernador, y a petición de los vecinos, él se dignaindicarles a Galván.

Recíbele{165} éste, y en la noche es asaltado por unapartida; fuga, y Quiroga se ríe mucho de la aventura. La Junta derepresentantes se componía de hombres que ni leer sabían.

Necesita dinero para la primera expedición a Tucumán, y pide al tesorerode la Casa de la Moneda 8.000 pesos por cuenta de sus acciones, que nohabía pagado; en Tucumán pide 25.000 pesos para pagar a sus soldados,que nada reciben, y más tarde pasa la cuenta de 18.000 pesos a Dorregopara que le abone los costos de la expedición que había hecho por ordendel gobernador de Buenos Aires. Dorrego se apresura a satisfacer tanjusta demanda. Esta suma se la reparten entre él y Moral, gobernador deLa Rioja, que le sugerió la idea; seis años después daba en San Juan 700azotes al mismo Moral, en castigo de su ingratitud.

Durante el gobierno de Blanco, se traba una disputa en una partida dejuego.

Facundo toma de los cabellos a su contendor, lo sacude y quiebrael pescuezo. El cadáver fué enterrado y apuntada la partida: «Muerto demuerte natural.» Al salir para Tucumán, manda una partida a casa deZárate, propietario pacífico, pero conocido por su valor y su desprecioa Quiroga; sale aquél a la puerta, y apartando a la mujer e hijas, lofusilan, dejando a la viuda el cuidado de enterrarlo. De vuelta de laexpedición, se encuentra con Gutiérrez, ex gobernador de Catamarca ypartidario del Congreso, y le insta que vaya a vivir a La Rioja, dondeestará seguro. Pasan ambos una temporada en la mayor int