En Viaje (1881-1882) by Miguel Cané - HTML preview

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"LA CULTURA ARGENTINA"

M I G U E L C A N É

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E N V I A J E

(1881-1882)

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Precedido por un juicio crítico de

ERNESTO QUESADA

BUENOS AIRES

«La Cultura Argentina» — Avenida de Mayo 646

1917

INDICE

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Miguel Cané

Juicio crítico de Ernesto Quesada

Dos palabras

Introducción

CAPITULO I

De Buenos Aires a Burdeos.

De nuevo en el mar.—La bahía de Río de Janeiro.—La rada y laciudad.—Tijuca.—Las costas de África.—La hermana de caridad.—ElTajo.—La cuarentena en el Gironde.—Burdeos.

CAPITULO II

En París.

En viaje para París.—De Bolivia a Río de Janeiro en mula.—

LaTurena.—En París.—El Louvre y el Luxemburgo.—Cómo debe visitarse unmuseo.—La Cámara de Diputados: Gambetta.—El Senado: Simon yPelletán.—El 14 de Julio en París.—La revista militar: M. Grévy.—Lasplazas y las calles por

la

noche.—La

Marsellesa.—La

sesión

anual

delInstituto.—M. Renán.

CAPITULO III

Quince días en Londres.

De París a Londres.—Merry England.—La llegada—Impresiones enCovent-Garden.—El foyer.—Mi vecina.—Westminster.—

La Cámara de losComunes.—Las sombras del pasado.—El último romano.—Gladstoneorador.—Una ojeada al British Museum.—El Brown en Greendy.

CAPITULO IV

Las antillas francesas.

Adiós a París.—La Vendée.—Saint-Nazaire.—"La ville de Brest".—Lasislas Azores.—El bautismo en los trópicos.—

LaGuadalupe.—Pointe-à-Pitre.—Las

frutas

tropicales.—

Basse-Terre

ySaint-Pierre.—La

Martinica.—Fort-de-

France.—Una fiesta en laSabane.—Las negras.—Las hurís de ébano.—El embarque del carbón.—Eltambor alentador.—La

"bamboula" a la luz eléctrica.—La danzalasciva.—El azote de la Martinica.—Una opinión cruda.—El antagonismode raza.—

Triste porvenir.

CAPITULO V

En Venezuela.

La despedida.—Costa-Firme.—La Guayra.—Detención forzosa.—

La cara deVenezuela.—De La Guayra a Caracas.—La Montaña.—Una

necesidadsuprema.—Ojeada

sobre

Venezuela.—Su situación y productos.—Elcoloniaje.—La guerra de la independencia.—El decreto de Trujillo.—

Laanarquía.—¡Gente de paz!—La lección del pasado.—La ciudad deCaracas.—Los temblores.—El Calvario.—La plaza de toros.—El pueblosoberano.—La cultura venezolana.

CAPITULO VI

En el mar Caribe.

Mal presagio.—El Avila.—De nuevo en la Guayra.—El hotelNeptuno.—Cómo se come y cómo se duerme.—Cinco días mortales.—La radade la Guayra.—El embarco.—

Macuto.—Una compañía de ópera.—El"Saint-Simon".—

Puerto

Cabello.—La

fortaleza.—Las

bóvedas.—El

generalMiranda.—Una sombra sobre Bolívar.—Las bocas del Magdalena.—Lahospitalidad colombiana.

CAPITULO VII

El río Magdalena.

De Salgar a Barranquilla.—La vegetación.—El manzanillo.—

Cabras yyanquis.—La fiebre.—Barranquilla.—La "brisa".—

La atmósferaenervante.—El fatal retardo.—Preparativos.—El río Magdalena.—Sunavegación.—Regaderos y chorros.—Los

"champanes".—Cómo

se

navegaba

enel

pasado.—El

"Antioquía".—"Jupiter

dementat..."—Los

vapores

delMagdalena.—La voluntad.—Cómo se come y cómo se bebe.—Los

bogas

delMagdalena.—Samarios

y

cartageneros.—El embarque de la leña.—El"burro".—Las costas desiertas.—Mompox.—Magangé.—Colombia y el Plata.

CAPITULO VIII

Cuadros de viaje.

¡Una hipótesis filológica!—La vida del boga y sus peligros.—

Principiodel

viaje.—Consejos

e

instrucciones.—Los

vapores.—Laschozas.—Aspecto de la naturaleza.—Las tardes del

Magdalena.—Calmasoberana.—Los

mosquitos.—La

confección

del

lecho.—Baño

ruso.—Elsondaje.—Días

horribles.—Los compañeros de a bordo.—¡Unvapor!—

Decepción.—Agonía

lenta.—¡Por

fin!—El

Montoya.—

Loscaimanes.—Sus costumbres.—La plaga del Magdalena.—

Combates.—Madressensibles.—Guerra al caimán.

CAPITULO IX

Cuadros de viaje (continuación).

Angostura.—La

naturaleza

salvaje

y

espléndida.—Los

bosquesvírgenes.—Aves y micos.—Nare.—Aspectos.—Los chorros.—El"Guarinó".—Cómo se pasa un chorro.—El capitán Maal.—Su teoría.—El"Mesuno".—La cosa apura.—

Cabo a tierra.—Pasamos.—Bodegas deBogotá.—La cuestión mulas.—Recepción afectuosa.—Dificultades con quelucha Colombia.—La aventura de M. André.

CAPITULO X

La noche de Consuelo.

En camino.—El orden de la marcha.—Mimí y Dizzy.—

Loscompañeros.—Little Georgy.—They are gone!—La noche cae.—Lospeligros.—"Consuelo".—El dormitorio común.—El cuadro.—Viena yParís.—El grillo.—La alpargata.—El gallo de mi vecino.—La noche deconsuelo.—La mañana.—La naturaleza.—La

temperatura.—El

guarapo.—Elvalle

de

Guaduas.—El

café.—Los

indios

portadores.—El

eternopiano.—El porquero.—Las indias viajeras.—La chicha.

CAPITULO XI

Las últimas jornadas.

El hotel del Valle.—De Guaduas a Villeta.—Ruda jornada.—La mula.—Elhotel

de

Villeta.—Hospitalidad

cariñosa.—

Parlamento con unindio.—Consigo un caballo.—Chimbe.—La eterna ascensión.—Un recuerdode Schiller.—El frío avanza.—

Despedida.—Un recuerdo al quepartió.—Agua Larga.—La calzada.—El "Alto del Roble".—La sabana deBogotá.—

Manzanos.—Facatativá.—En Bogotá.

CAPITULO XII

Una ojeada sobre Colombia.

El país.—Su configuración.—Ríos y montañas.—Clima.—

Divisiónpolítica.—Plano intelectual.—El Cauca.—Porvenir deColombia.—Organización

política.—La

capital.—

Laconstitución.—Libertades

absolutas.—La

Prensa.—La

palabra.—En elSenado.—El elemento militar.—Los conatos dedictadura.—Bolívar.—Melo.—Lospartidos.—

Conservadores.—Radicales.—Independientes.—

Ideasextremas.—La asamblea constituyente.

CAPITULO XIII

Bogotá.

Primera impresión.—La plazuela de San Victorino.—El mercado deBogotá.—La

España

de

Cervantes.—El

caño.—La

higiene.—Lasliteras.—Las

serenatas.—Las

plazas.—

Población.—La elefantíasis.—ElDr. Vargas.—Las iglesias.—

Un cura colorista.—El Capitolio.—El puebloes religioso.—

Las

procesiones.—El

Altozano.—Los

políticos.—

Algunosnombres.—La crónica social.—La nostalgia del Altozano.

CAPITULO XIV

La sociedad.

Cordialidad.—La primer comida.—La juventud.—Su corte intelectual.—El"cachaco" bogotano.—Las casas por fuera y por dentro.—La vidasocial.—Un "asalto".—Las mujeres americanas.—Las bogotanas.—"Donde"el Sr. Suárez.—La música.—Las señoritas de Caicedo Rojas y deTanco.—El

"bambuco".—Carácter del pueblo.—El duelo enAmérica.—

Encuentros a mano armada.—Lances demuerte.—Virilidad.—

Ricardo

Becerra

y

Carlos

Holguín.—Una

respuesta

deHolguín.—Resumen.

CAPITULO XV

El salto de Tequendama.

La partida.—Los compañeros.—Los caballos de la sabana.—El traje

deviaje.—Rosa.—Soacha.—La

hacienda

de

San

Benito.—Una

nochetoledana.—La

leyenda

del

Tequendama.—Humboldt.—El brazo deNeuquetheba.—El río Funza.—Formación del Salto.—La hacienda deCincha.—

Paisajes.—La cascada vista de frente.—Impresión serena.—

Enbusca de otro aspecto.—Cara a cara con el Salto.—

Eltorrente.—Impresión violenta.—La muerte bajo esa faz.—

La hazaña deBolívar.—La altura del Salto.—Una opinión de Humboldt.—Discusión.—ElSalto al pie.—El Dr. Cuervo.—

Regreso.

CAPITULO XVI

La inteligencia.

Desarrollo intelectual.—La tierra de la poesía.—Gregorio GutiérrezGonzález.—La

felicidad.—Improvisaciones.—

Rafael

Pombo.—Edda

labogotana.—Impromptus.—El

tresillo.—Un trance amargo.—Elvolumen.—Diego Fallon.—

Su charla.—El verso fácil.—Clair de lune.—Elcanto "a la luna".—D.

José

M.

Marroquín.—Carrasquilla.—José

M.Samper.—Los

Mosaicos.—Miguel

A.

Caro.—Su

traducción de Virgilio.—Elpasado.—Rufino Cuervo.—Su diccionario.—Resumen.

CAPITULO XVII

En regreso.

Simpatía de Colombia por la Argentina.—Sus causas.—

Rivalidades deargentinos y colombianos en el Perú.—Carácter de los oficiales de laIndependencia.—La conferencia de Guayaquil.—Bolívar

y

San

Martín.—Unahipótesis.—El

recuerdo

recíproco.—Analogías

entre

colombianos

yargentinos.—Caracteres

y

tipos.—La

partida.—En

Manzanos.—Las mulasde Piqauillo.—El almuerzo.—El tuerto sabanero.—Una gran lluvia en lostrópicos.—En Guaduas.—

Encuentros.—En busca de mi tuerto.—Unentierro.—Recuerdo de los Andes.—Viajando en la montaña.—El viajerode la armadura

de

oro.—D.

Salvador.—Su

historia.—Su

famosaaventura.—¡Pobre D. Juan!—Una costumbre quichua.

CAPITULO XVIII

Aguas abajo—Colón.

El álbum de Consuelo.—Una ruda jornada.—Los patitos del sabanero.—El"Confianza".—La bajada de Magdalena.—Otra vez los cuadrossoberbios.—Los caimanes.—Las tardes.—La música

en

la

noche.—EnBarranquilla.—Cambio

de

itinerario.—La Ville de París.—Latravesía.—Colón.—Un puerto franco.—Bar-rooms y hoteles.—Un díaingrato.—

Aspectos por la noche.—El juego al airelibre.—Bacanal.—

Resolución.

CAPITULO XIX

El Canal de Panamá.

Corinto, Suez y Panamá.—Las viejas rutas.—Importancia geográfica dePanamá.—Resultados económicos del canal.—

Dificultades de suejecución.—La mortalidad.—El clima.—

Europeos, chinos ynativos.—Fuerzas mecánicas.—¿Se hará el canal?—La oposiciónnorteamericana.—M. Blaine.—¿Qué representa?—El tratadoClayton-Bulwer.—La cuestión de la garantía.—Opinión de Colombia.—Ladoctrina de Monroe.—

Qué significa en la actualidad.—Las ideas de laEuropa.—Cuál debe ser la política sudamericana.—Eficacia de lasgarantías.—

La garantía colectiva de la América.—Nuestrointerés.—

Conclusión.—El

principal

comercio

de

Panamá.—

Losplátanos.—Cifra enorme.—El porvenir.

CAPITULO XX

En Nueva York.

El Alene.—El Turpial.—El práctico.—El puerto de Nueva York.—Primeraimpresión.—Los reyes de Nueva York.—Las mujeres.—Los

hombres.—Elprurito

aristocrático.—La

industria y el arte.—Un mundo "suigeneris".—Mrs. X...—La prensa.—Hoffmann House.—Los teatros.—Loshoteles.—El lujo.—La calle.—Tipos.—La vida galante.—Unatumba.—

Confesión.

CAPITULO XXI

En el Niágara.

La excursión obligada.—El palace-car.—La compañera deviaje.—

Costumbres americanas.—Una opinión yanqui.—Niágara Fall's.—LaCatarata.—Al pie de la cascada.—La profanación del Niágara.—ElNiágara y el Tequendama.—Regreso.—El Hudson.—Conclusión.

MIGUEL CANÉ

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Nació en Montevideo, en 1851, durante la emigración. Estudió en elColegio Nacional de Buenos Aires y se graduó en Derecho en laUniversidad el año 1872. Perteneció al grupo de espíritus selectos queformó la "generación del ochenta", en momentos en que la culturaargentina se renovaba substancialmente en el orden científico yliterario.

Su actividad fue solicitada alternativamente por la política, ladiplomacia y la vida universitaria; pero siempre se mantuvo fiel cultorde las buenas letras, con aticismo exquisito. Nadie pudo ser másrepresentativo para ocupar el primer decanato de nuestra Facultad deFilosofía y Letras, a cuya existencia quedó para siempre vinculado sunombre.

Inició su carrera de escritor en "La Tribuna" y "El Nacional".

En 1875fue diputado al Congreso; en 1880 director general de correos ytelégrafos; después de 1881 ministro plenipotenciario en Colombia,Austria, Alemania, España y Francia. En 1892 fue Intendente de BuenosAires y poco después Ministro del Interior y de Relaciones Exteriores.

Publicó los siguientes libros, que le asignan un puesto eminente ennuestra historia literaria: "Ensayos" (1877),

"Juvenilia" (1882), "Enviaje" (1884), "Charlas literarias" (1885), Traducción de "Enrique IV"(1900), "Notas e impresiones"

(1901), "Prosa ligera" (1903). Ha dejadonumerosos "Escritos y Discursos" que pueden ser reunidos en un volumentan interesante como los anteriores.

Con excelente gusto crítico y ductilidad de estilo, cualidades que educóen todo tiempo, logró ser el más leído de nuestros

"chroniqueurs",igualando los buenos modelos de este género esencialmente francés. Másse preocupó de la gracia sonriente que de la disciplina adusta,prefiriendo la línea esbelta a la pesada robustez, como que fue en susaficiones un griego de París.

Falleció en Buenos Aires el 5 de Septiembre de 1905.

JUICIO CRÍTICO DE ERNESTO QUESADA

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Tarde parece para hablar del libro del Sr. Miguel Cané, resultado de suexcursión a Colombia y Venezuela en el carácter de Ministro Residente dela República Argentina. Hoy el autor se encuentra en Viena, de EnviadoExtraordinario y Ministro Plenipotenciario de nuestro país cerca delgobierno austro-húngaro. Habrá quizás extrañado que la Nueva Revista deBuenos Aires haya guardado silencio sobre su último libro, tanto máscuanto que—¡rara casualidad!—a pesar de ser el señor Cané conocidísimoentre nosotros, jamás lo ha sido, puede decirse, sino de vista por elque esto escribe. Y eso que siempre ha tenido los mayores deseos detratarle personalmente, por las simpatías ardientes que su carácter, susprendas y—sobre todo—

sus escritos me merecían. De ahí, pues, queestuviera obligado a hablar de este libro. Digo esto para demostrar quela demora en hacerlo ha sido del todo ajena a mis deseos. El señor Cané,periodista de raza, sabe, por experiencia, cuán absorbente es elperiodismo, máxime cuando es preciso hacerlo todo personalmente, comosucede en empresas, del género de la Nueva Revista.

Había leído el espiritual artículo que sobre este mismo libro publicó en El Diario, tiempo ha, M. Groussac—otro escritor a quien todavía no meha sido dado tratar. El sabor francés disfrazado de chispa castellana,me encantó en ese artículo, en el cual se decían al señor Cané verdadesde a puño, terminando a la postre con un merecido elogio.Posteriormente, y en el mismo diario, publicose una carta del criticadoautor, en la que se defendía con gracia infinita, y con finísimodesparpajo reproducía el bíblico precepto del «ojo por ojo, diente pordiente».

Oída la acusación y la defensa, puede, pues, abrirse juicio sobre elvalor del libro. Crítico y criticado parecen estar de acuerdo acerca dealgunos defectillos, disienten en otros, y parecen no haber queridorecordar el verso clásico: Ni cet excés d'honneur, ni cette indignité Cané es un estilista consumado. Dice en su carta que don Pedro Goyena seintrigaba buscando su filiación literaria, y M.

Groussac formalmentedeclara haberla encontrado en Taine.

Error completo en mi concepto. Side alguien parece derivar directamente Cané, es de Merimée, y el autorde Colomba comparte su influencia en esto con lo que ha dado enllamarse el beylismo. No diré que tuviera la altiva escrupulosidad deMerimée en limar hasta diez y siete veces un mismo trabajo, para nochocar con su concepto artístico, sin importársele mucho de lapopularidad; pero sí que está impregnado de la desdeñosa filosofía delautor del Rouge et Noir. Pero el autor de los Ensayos, como de EnViaje, es más bien de la raza de Th.

Gautier, de P. de Saint-Victor,y—¿por qué no decirlo?—del escritor italiano a quien tanto festéjaseahora en Buenos Aires: De Amicis. Es ante todo y sobre todo, estilista.No diré que para él la naturaleza, las cosas y los acontecimientos sonsimplemente temas para desplegar una difícil virtuosité (para echarmano del idioma que tanto prefiere el autor de En Viaje). ¡No!, se hadicho de De Amicis que es el ingenio más equilibrado de la modernaliteratura italiana: su pensamiento es variado y de un colorido potente;pero atraído por su índole generosa y cortés, prefiere las descripcionesque se amoldan mayormente con su carácter: se conmueve y admira. Creoque hay mucho de eso en Cané, pero por cierto no es el sentimentalismolo que campea en su libro, sino que hay mucha—¿demasiada?—grima enjuzgar lo que ve y hasta lo que hace. Cané lo confiesa en su carta.Pero, en cambio, ¡qué facilidad!, ¡cómo brotan de su pluma lasdescripciones brillantes, los cuadros elegantes! El lector nota que seencuentra en presencia de un artista del estilo, y arrullado por elencanto que le produce la magia de la frase, se deja llevar por dondequiere el autor, y prefiere ver por sus ojos y oír por sus oídos.

He oído decir que el carácter del señor Cané es tan jovial comobondadoso y franco: en su libro ha querido, sin duda, hacer gala

deescepticismo,

y

deja

entrever

con

mucha—

¿demasiada?—frecuencia, lanota siempre igual del eterno fastidio. Y, sin embargo, ¡qué amargocontrasentido encierra ese original deseo de aparecer fastidiado!Fastidiado el señor Cané, cuando, en la flor de la edad ha recorrido lasmás altas posiciones de su país, no encontrando por doquier sinosonrisas, no pisando sino sobre flores, ¡niño mimado de la diosaFortuna! ¿No será quizá ese aparente fastidio un verdadero lujo defelicidad?...

*

* *

Estamos en presencia de un libro de viajes escrito por una persona que,a pesar de haber viajado mucho, no es verdaderamente un viajero. Elautor no siente la pasión de los viajes: soporta a su pesar lasincomodidades materiales, se traslada de un punto a otro, pero maldicelos fastidios del viaje de mar, el cambio de trenes, los pésimoshoteles, etc., etc. Habla de sus viajes con una frialdad que hiela:adopta cierto estilo semiescéptico, semiburlón, para reírse de los quepretenden tener esa pasión tan horripilante.

«¡Cuántas veces—dice—en un salón, brillante de luz, o en una mesaelegante y delicada, he oído decir a un hombre, culto, fino, bienpuesto: tengo pasión por los viajes, y tomar su rostro la expresión vagade un espíritu que flota en la perspectiva de horizontes lejanos; me havenido a la memoria el camarote, el compañero, el órdago, la pipa, lasmiserias todas de la vida de mar, y he deseado ver al poético viajeroentregado a los encantos que sueña!».

¡Ah!, el placer de los viajes por los mismos, sin preocupación alguna,buscando contentar la curiosidad intelectual siempre aguzada, jamássatisfecha No hay nada en el mundo que pueda compararse a lasatisfacción de la necesidad de ver y conocer: la impresión es de unanitidez, de una sinceridad, de una fuerza tal, que la descripción que laencarna involuntariamente transmite al lector aquella sensación, y alleer esas páginas parece verdaderamente que se recorren las comarcas enellas descriptas.

Esa vivacidad de la emoción, ese placer extraordinario que seexperimenta, lo comprende sólo el viajero verdadero, el que sientenostalgia de los viajes cuando se encuentra en su rincón, el que vivecon la vida retrospectiva e intensa de los años en que recorriera elmundo. Y para un espíritu culto, para una inteligencia despierta y conuna curiosidad inquieta, ¡qué maldición es ese don de la pasión de losviajes! El horizonte le parece estrecho cuando tiene que renunciar asatisfacer aquella amiga tiránica; la atmósfera de la existenciarutinaria, tranquila, de esos mil encantos de la vida burguesa, losofoca: sueña despierto con países exóticos, con líneas, con coloreslocales, con

costumbres

que

desaparecen,

con

ciudades

que

setransforman, ¡con el placer de recorrer el mundo observando, analizandoy comparando! Y el maldito cosmopolitismo contemporáneo, con su furiaigualadora, por doquier invade con su sempiterno cant, su horriblevestimenta, la superficialidad de costumbres incoloras—haciendodesaparecer, merced al adelanto de las vías de comunicación, el encantode lo natural, de lo local, el hombre con su historia y sus costumbres,según la latitud en que se encuentra.