El Criterio by Padre Jaime Luciano Balmes - HTML preview

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Ademas, es menester advertir que no siempresucede que el alucinado atribuya á la sensacionmas de lo que ella le presenta; una imaginacionvivamente poseida de un objeto, obra sobre losmismos sentidos, y alterando el curso ordinariode las funciones, hace que realmente se sienta loque no hay. Para comprender cómo esto se verifica,conviene recordar que la sensacion no se verificaen el órgano del sentido sino en el cerebro,por mas que la fuerza del hábito nos haga referir laimpresion al punto del cual la recibimos. Estandoel ojo muy sano nos quedamos completamenteciegos, si sufre lesion el nervio óptico; y privadala comunicacion de un miembro cualquiera con elcerebro, se extingue el sentido. De esto se infiereque el verdadero receptáculo de todas las sensacioneses el cerebro; y que si en una de sus partesse excita por un acto interno la impresion que sueleser producida por la accion del órgano externo,existirá la sensacion sin que haya habido impresionexterior. Es decir, que si al recibir el órganoexterno la impresion de un cuerpo, la comunica alcerebro causando en el nervio A la vibracion úotra afeccion B, y por una causa cualquiera, independientede los cuerpos exteriores, se produce enel mismo órgano A la misma vibracion B, experimentaremosidéntica sensacion que si el órganoexterno fuese afectado en la realidad.[Pg 34]

En este punto se hallan de acuerdo la razon y laobservacion. El alma se informa de los objetos exterioresmediatamente por los sentidos, pero inmediatamentepor el cerebro; cuando este puesrecibe tal ó cual impresion, no puede ella desentendersede referirla al lugar de donde suele proceder,y al objeto que de ordinario la produce. Sise halla advertida de que la organizacion está alterada,se precaverá contra el error; pero no serádejando de recibir la sensacion, sino desconfiandodel testimonio de ella. Cuando Pascal, segun cuentan,veia un abismo á su lado, bien sabia que enrealidad no era así; mas no dejaba de recibir lamisma sensacion que si hubiese habido el tal abismo,y no alcanzaba á vencer la ilusion por masque se esforzase. Este fenómeno se verifica muy ámenudo, y no se hace nada extraño á los que tienenalgunas nociones sobre semejantes materias.

§ VI.

Maniáticos y ensimismados.

Lo que acontece habitualmente en estado deenfermedad cerebral, puede suceder muy biencuando exaltada la imaginacion por una causacualquiera, se pone actualmente enfermiza conrelacion á lo que la preocupa. ¿Qué son las maníassino la realizacion de este fenómeno? Pues entiéndaseque las manías estan distribuidas en muchasclases y graduaciones; que las hay continuas y porintervalos, extravagantes y arregladas, vulgaresy científicas; y que así como Don Quijote convertia[Pg 35]los molinos de viento en desaforados gigantes, ylos rebaños de ovejas y carneros en ejércitos decombatientes, puede tambien un sabio testarudodescubrir con la ayuda de sus telescopios, microscopiosy demas instrumentos, todo cuanto á supropósito cumpliere.

Los hombres muy pensadores y ensimismadoscorren gran riesgo de caer en manías sabias, enilusiones sublimes; que la mísera humanidad, pormas que se cubra con diferentes formas segun lasvarias situaciones de la vida, lleva siempre consigosu patrimonio de flaqueza. Para una débil mujercillael susurro del viento es un gemido misterioso,la claridad de la luna es la aparicion de un finado,y el chillido de las aves nocturnas es el grito de lasevocaciones del averno para asistir á pavorosas escenas.Desgraciadamente, no son solo las mujereslas que tienen imaginacion calenturienta, y que tomanpor realidades los sueños de su fantasía[5].

CAPÍTULO VI.

CONOCIMIENTO DE LA EXISTENCIA DE LAS COSASADQUIRIDO

MEDIATAMENTE POR LOS SENTIDOS.

§ I.

Transicion de lo sentido á lo no sentido.

Los sentidos nos dan inmediatamente noticias dela existencia de muchos objetos; pero de estos sontodavía en mayor número los que no ejercen accionsobre los órganos materiales, ó por ser incor[Pg 36]póreos,ó por no estar en disposicion de afectarlos.Sobre lo que nos comunican los sentidos selevanta un tan extenso y elevado edificio de conocimientosde todas clases, que al mirarle se hacedificil de concebir cómo ha podido cimentarse entan reducida basa.

Donde no alcanzan los sentidos llega el entendimiento,conociendo la existencia de objetos insensiblespor medio de los sensibles. La lava esparcidasobre un terreno nos hace conocer la existencia pasadade un volcan que no hemos visto; las conchasencontradas en la cumbre de un monte nos recuerdanla elevacion de las aguas, indicándonos unacatástrofe que no hemos presenciado; ciertos trabajossubterráneos nos muestran que en tiemposanteriores se benefició allí una mina; las ruinas delas antiguas ciudades nos señalan la morada dehombres que no hemos conocido. Así los sentidosnos presentan un objeto, y el entendimiento llegacon este medio al conocimiento de otros muy diferentes.

Si bien se observa, este tránsito de lo conocidoá lo desconocido no lo podemos hacer sin que ántestengamos alguna idea mas ó ménos completa,mas ó ménos general del objeto desconocido, ysin que al propio tiempo sepamos que hay entre losdos alguna dependencia. Así en los ejemplos aducidos,si bien no conocia aquel volcan determinado,ni las olas que inundaron la montaña, ni á los mineros,ni á los moradores, no obstante todos estosobjetos me eran conocidos en general, así como susrelaciones con lo que me ofrecian los sentidos. Dela contemplacion de la admirable máquina del uni[Pg 37]versono pasaríamos al conocimiento del Criador,sino tuviéramos idea de efectos y causas, de órdeny de inteligencia. Y sea dicho de paso, esta sola observacionbasta para desbaratar

el

sistema

de

losque

no

ven

en

nuestro

pensamiento

mas

que

sensacionestransformadas.

§ II.

Coexistencia y sucesion.

La dependencia de los objetos es lo único quepuede autorizarnos para inferir de la existencia deluno la del otro; y por consiguiente toda la dificultadestriba en conocer esta dependencia. Si la íntimanaturaleza de las cosas estuviera patente ánuestra vista, bastaria fijarla en un ser para conocerdesde luego todas sus propiedades y relaciones,entre las cuales descubririamos las que le ligan conotros. Por desgracia no es así; pues en el órdenfísico como en el moral, son muy escasas é incompletaslas ideas que poseemos sobre los principiosconstitutivos de los seres. Estos son preciosos secretosvelados cuidadosamente por la mano delCriador; de la propia suerte que lo mas rico y exquisitoque abriga la naturaleza, suele ocultarse enlos senos mas recónditos.

Por esta falta de conocimiento en lo tocante á laesencia de las cosas, nos vemos con frecuencia precisadosá conjeturar su dependencia por solo sucoexistencia ó sucesion; infiriendo que la una dependede la otra, porque algunas ó muchas vecesexisten juntas, ó porque esta viene en pos de aquella.Semejante raciocinio, que no siempre puede[Pg 38]tacharse de infundado, tiene sin embargo el inconvenientede inducirnos con frecuencia al error;pues no es fácil poseer la discrecion necesaria paraconocer cuándo la existencia ó la sucesion son unsigno de dependencia, y cuándo no.

En primer lugar debe asentarse por indudable,que la existencia simultánea de dos seres, ni tampocosu inmediata sucesion, consideradas en sí solas,no prueban que el uno dependa del otro.

Unaplanta venenosa y pestilente se halla tal vez al ladode otra medicinal y aromática; un reptil dañinoy horrible se arrastra quizas á poca distancia de labella é inofensiva mariposa; el asesino huyendo dela justicia se oculta en el mismo bosque donde estáen acecho un honrado cazador; un airecillo frescoy suave recrea la naturaleza toda, y algunos momentosdespues sopla el violento huracan llevandoen sus negras alas tremenda tempestad.

Así es muy arriesgado el juzgar de las relacionesde dos objetos porque se los ha visto unidos algunavez, ó sucederse con poco intervalo; este es unsofisma que se comete con demasiada frecuencia,cayéndose por él en infinitos errores. En él se encontraráel orígen de tantas predicciones como sehacen sobre las variaciones atmosféricas, que bienpronto la experiencia manifiesta fallidas; de tantasconjeturas sobre manantiales de agua, sobre venerosde metales preciosos, y otras cosas semejantes.Se ha visto algunas veces que despues de tal ó cualposicion de las nubes, de tal ó cual viento, de taló cual direccion de la niebla de la mañana, llovia,ó tronaba, ó acontecian otras mudanzas de tiempo;se habrá notado que en el terreno de este ó aquel[Pg 39]aspecto se encontró algunas veces agua, que enpos de estas ó aquellas vetas se descubrió el preciosomineral; y se ha inferido desde luego quehabia una relacion entre los dos fenómenos, y seha tomado el uno como señal del otro; no advirtiendoque era dable una coincidencia enteramentecasual, y sin que ellos tuviesen entre si relacionde ninguna clase.

§ III.

Dos reglas sobre la coexistencia y la sucesion.

La importancia de la materia exige que se establezcanalgunas reglas.

1ª. Cuando una experiencia constante y dilatadanos muestra dos objetos existentes á un mismotiempo, de tal suerte que en presentándose el unose presenta tambien el otro, y en faltando el unofalta tambien el otro, podemos juzgar sin temor deequivocarnos, que tienen entre sí algun enlace;y por tanto de la existencia del uno inferiremos legitimamentela existencia del otro.

2ª. Si dos objetos se suceden indefectiblemente,de suerte que puesto el primero, siempre se hayavisto que seguia el segundo, y que al existir este,siempre se haya notado la precedencia de aquel,podremos deducir con certeza que tienen entre síalguna dependencia.

Tal vez seria difícil demostrar filosóficamente laverdad de estas aserciones; sin embargo los quelas pongan en duda, seguramente no habrán observadoque sin formularlas las toma por normael buen sentido de la humanidad, que en muchos[Pg 40]casos se acomoda á ellos la ciencia, y que en lasmas de las investigaciones no tiene el entendimientootra guia.

Creo que nadie pondrá dificultad en que las frutascuando han adquirido cierto tamaño, figura ycolor, dan señal de que son sabrosas; ¿cómo sabeesta relacion el rústico que las coge? ¿Cómo de laexistencia del color y demas calidades que ve, infierela de otra que no experimenta, la del sabor?Exigidle que os explique la teoria de este enlace,y no sabrá qué responderos; pero objetadledificultades y empeñaos en persuadirle que seequivoca en la eleccion, y se reirá de vuestra filosofía,asegurado en su creencia por la simple razonde que «siempre sucede así.»

Todo el mundo está convencido de que ciertogrado de frio hiela los líquidos, y que otro de calorlos vuelve al primer estado. Muchos son los queno saben la razon de estos fenómenos; pero nadieduda de la relacion entre la congelacion y el frioy la liquidacion y el calor. Quizás podrian suscitarsedificultades sobre las explicaciones que enesta parte ofrecen los físicos; pero el linaje humanono aguarda á que en semejantes materias loilustren los sabios: «siempre existen juntos estoshechos, dice; luego entre ellos hay alguna relacionque los liga.»

Son infinitas las aplicaciones que podrian hacersede la regla establecida; pero las anteriores bastanpara que cualquiera las encuentre por sí mismo.Solo diré que la mayor parte de los usos de la vidaestan fundados en este principio: la simultáneaexistencia de dos seres observada por dilatado[Pg 41]tiempo, autoriza para deducir que existiendo eluno existirá tambien el otro. Sin dar por seguraesta regla, el comun de los hombres no podriaobrar; y los mismos filósofos se encontrarian masembarazados de lo que tal vez se figuran. Darianpocos pasos mas que el vulgo.

La 2ª. regla es muy análoga á la primera: sefunda en los mismos principios, y se aplica á losmismos usos. La constante experiencia manifiestaque el pollo sale de un huevo; nadie hasta ahoraha explicado satisfactoriamente cómo del licor encerradoen la cáscara se forma aquel cuerpecitotan admirablemente organizado; y aun cuando laciencia diese cumplida razon del fenómeno, el vulgono lo sabria; y sin embargo ni este ni los sabiosvacilan en creer que hay una relacion de dependenciaentre el licor y el polluelo; al ver el pequeñoviviente, todos estamos seguros de que leha precedido aquella masa que á nuestros ojos sepresentaba informe y torpe.

La generalidad de los hombres, ó mejor diremos,todos, ignoran completamente de qué manera latierra vegetal concurre al desarrollo de las semillasy al crecimiento de las plantas; ni cual es la causade que unos terrenos se adapten mejor que otros ádeterminadas producciones; pero siempre se havisto así, y esto es suficiente para que se crea queuna cosa depende de otra, y para que al ver la segundadeduzcamos sin temor de errar la existenciade la primera.[Pg 42]

§ IV.

Observaciones sobre la relacion de casualidad. Una reglade los dialécticos.

Sin embargo conviene advertir la diferencia queva de la sucesion observada una sola vez, ó repetidamuchas. En el primer caso, no solo no arguyecasualidad, pero ni aun relacion de ninguna clase;en el 2º. no siempre indica dependencia de efectoy causa, pero sí al ménos dependencia de unacausa comun. Si el flujo y reflujo del mar se hubieseobservado que coincidia una que otra vezcon cierta posicion de la luna, no podria inferirseque existia relacion entre los dos fenómenos; massiendo constante la expresada coincidencia, losfisicos debieron inferir, que si el uno no es causadel otro, al ménos tienen ambos una causa comun,y que así estan ligados en su origen.

A pesar de lo que acabo de decir, tienen mucharazon los dialécticos cuando tachan de sofísticoel raciocinio siguiente: post hoc, ergo propterhoc; despues de esto, luego por esto. 1º. Porque ellosno hablan de una sucesion constante; 2º. porqueaun cuando hablaran, esta sucesion puede indicardependencia de una causa comun, y no que lo unosea causa de lo otro.

Si bien se observa, la misma regla á que atendemosen los negocios comunes, es mas general delo que á primera vista pudiera parecer: de ella nosservimos en el curso ordinario de las cosas, de lapropia suerte que en lo tocante á la naturaleza. Segunel objeto de que se trata se modifica la aplicacionde la regla: en unos casos basta una experiencia[Pg 43]de pocas veces, en otros se la exige mas repetida;pero en el fondo siempre andamos guiadospor el mismo principio: dos hechos que siemprese suceden, tienen entre si alguna dependencia, laexistencia del uno indicará pues la del otro.

§ V.

Un ejemplo.

Es de noche y veo que en la cima de una montañase enciende un fuego; á poco rato de arder,noto que en la montaña opuesta asoma una luz;brilla por breve tiempo y desaparece. Esta ha salidodespues de encendido el fuego en la parteopuesta; pero de aquí no puedo inferir que hayaentre los dos hechos relacion alguna. Al dia siguiente,veo otra vez que se enciende el fuego en elmismo lugar, y que del mismo modo se presentala luz. La coincidencia en que ayer no me habiaparado siquiera, ya me llama la atencion hoy:pero esto podrá ser una casualidad, y no piensomas en ello. Al otro dia acontece lo mismo; crecela sospecha de que no sea una señal convenida.Durante un mes se verifica lo propio; la hora essiempre la misma, pero nunca falta la aparicionde la luz á poco de arder el fuego; entónces ya nome cabe duda de que ó el un hecho es dependientedel otro, ó por lo ménos hay entre ellos alguna relacion;y ya no me falta sino averiguar en qué consisteuna novedad que no acierto á comprender.

En semejantes casos el secreto para descubrir laverdad, y prevenir los juicios infundados, consisteen atender á todas las circunstancias del hecho,[Pg 44]sin descuidar ninguna por despreciable que parezca.Así en el ejemplo anterior, supuesto que ápoco de encendido el fuego se presentaba la luz,diráse á primera vista, que no es necesario pararseen la hora de la noche, y ni tampoco en si esta horavariaba ó no. Mas en la realidad estas circunstanciaseran muy importantes, porque segun fuesela hora, era mas ó menos probable que se encendiesefuego y apareciese luz; y siendo siempre lamisma, era mucho ménos probable que los dos hechostuviesen relacion, que si hubiera sido variada.Un imprudente que no reparase en nada de eso,alarmaria la comarca con las pretendidas señales;no cabria ya duda de que algunos malhechores seponen de acuerdo, se explicaria sin dificultad el roboque sucedió tal ó cual dia, se comprenderia loque significaba un tiro que se oyó por aquella parte,y cuando la autoridad tendria aviso del malvadocomplot, cuando recaerian ya negras sospechas sobrefamilias inocentes; hé aqui que los exploradoresenviados á observar de cerca el misterio, podrianvolver muy bien riéndose del espanto y delespantador, y descifrando el enigma en los términossiguientes: «Muy cerca de la cima donde ardeel fuego, está situada la casa de la familia A, queá la hora de acostarse aposta un vigilante en lascercanías, porque tiene noticia de que unos leñadoresquieren estropear parte de bosque plantadode nuevo. El centinela siente frio, y hace muy bienen encender lumbre sin ánimo de espantar á nadie,sino es á los malandrines de segur y cuerda.

Comocabalmente aquella es la hora en que suelen acostarselos comarcanos, lo hace tambien la familia B[Pg 45]que habita en la cumbre de la montaña opuesta.Al sonar el reloj, levanta el dueño los reales de lachimenea, dice á todo el mundo: «vámonos á dormir,»y entre tanto él sale á un terrado al cual danvarias puertas, y empuja por la parte de afuerapara probar si los muchachos han cerrado bien.Como el buen hombre va á recogerse, lleva en lamano el candil, y héos aquí la luz misteriosa quesalia á una misma hora, y desaparecia en breve,coincidiendo con el fuego, y haciendo casi pasarpor ladrones á quienes solo trataban de guardarsede ladrones.

¿Qué debia hacer en tal caso un buen pensador?Hélo aquí. A poco rato de encendido el fuego aparecela luz, y siempre á una misma hora poco masó ménos, lo que inclina á creer que será una señalconvenida. El país está en paz, con que esto debierade ser inteligencia de malhechores. Pero cabalmenteno es probable que lo sea, porque noes regular que escojan siempre un mismo lugar ytiempo, con riesgo de ser notados y descubiertos.Ademas que la operacion seria muy larga durandoun mes, y estos negocios suelen redondearse conun golpe de mano. Por aquellas inmediaciones estanlas casas A y B, familias de buena reputacionque no se habrán metido á encubridores. Parecepues que ó ha de haber coincidencia puramentecasual, ó que si hay seña, debe de ser sobre negocioque no teme los ojos de la justicia. La hora delsuceso es precisamente la en que se recogen los vecinosde esta tierra; veamos si esto no será que algunosquehaceres obligan á los unos á encenderfuego, y á los otros á sacar la luz.[Pg 46]

§ VI.

Reflexiones sobre el ejemplo anterior.

Reflexionando sobre el ejemplo anterior, se notaque á pesar de la ninguna relacion de seña ni causa,que en sí tenian los dos hechos, no obstante reconocianen cierto modo un mismo orígen: el sonarla hora de acostarse. Así se echa de ver, que el errorno estaba en suponer que habia algo de comunen ellos, ni en pensar que la coincidencia no erapuramente casual, sino en que se apelaba á interpretacionesdestituidas de fundamento, se buscabaen la intencion concertada de las personas lo queera simple efecto de la identidad de la hora.

Esta observacion enseña por una parte el tinocon que debe precederse en determinar la clasede relacion que entre sí tienen dos hechos, simultáneosó sucesivos; pero por otra confirma mas ymas la regla dada, de que cuando la simultaneidadó sucesion son constantes, arguyen algun vínculoó relacion, ó de los hechos entre sí, ó de amboscon un tercero.

§ VII.

La razon de un acto que parece instintivo.

Profundizando mas la materia, encontraremosque el inferir de la coexistencia ó sucesion la relacionentre los hechos coexistentes ó sucesivos,aunque parezca un acto instintivo y ciego, es laaplicacion de un principio que tenemos grabado enel fondo de nuestra alma, y del que hacemos continuouso sin advertirlo siquiera. Este principio es[Pg 47]el siguiente: « donde hay órden, donde hay combinacion,hay causa que ordena y combina; el acasoes nada.» Una que otra coincidencia la podemosmirar como casual, es decir, sin relacion; peroen siendo muy repetida, ya decimos sin vacilar:«aquí hay enlace, hay misterio, no llega á tantola casualidad.»

Así se verifica que examinando á fondo el espírituhumano, encontramos en todas partes lamano bondadosa de la Providencia, que se ha complacidoen enriquecer nuestro entendimiento ynuestro corazon con inestimables preciosidades[6].

CAPÍTULO VII.

LA LÓGICA ACORDE CON LA CARIDAD.

§ I.

Sabiduría de la ley que prohibe los juicios temerarios.

La ley cristiana que prohibe los juicios temerarioses no solo ley de caridad, sino de prudencia,y buena lógica. Nada mas arriesgado que juzgar deuna accion, y sobre todo de la intencion, por merasapariencias; el curso ordinario de las cosaslleva tan complicados los sucesos, los hombresse encuentran en situaciones tan varias, obran portan diferentes motivos, ven los objetos de manerastan distintas, que á menudo nos parece un castillofantástico, lo que examinado de cerca, y con presenciade las circunstancias se halla lo mas natural,lo mas sencillo y arreglado.[Pg 48]

§ II.

Exámen de la máxima «piensa mal y no errarás.»

El mundo cree dar una regla de conducta muyimportante, diciendo «piensa mal y no errarás,»y se imagina haber enmendado de esta manera lamoral evangélica. «Conviene no ser demasiadocándido, se nos advierte continuamente; es necesariono fiarse de palabras; los hombres son muymalos, obras son amores y no buenas razones:»como si el Evangelio nos enseñase á ser imprudentesé imbéciles; como si Jesucristo al encomedarnosque fuésemos sencillos como la paloma, nonos hubiera avisado que no creyésemos á todo espíritu,que para conocer el árbol atendiésemos alfruto; y finalmente como si á propósito de la maliciade los hombres, no leyéramos ya en las primeraspáginas de la Sagrada Escritura que el corazondel hombre está inclinado al mal desde suadolescencia.

La máxima perniciosa, que se propone nadaménos que asegurar el acierto con la malignidaddel juicio, es tan contraria á la caridad cristiana,como á la sana razon. En efecto: la experiencianos enseña que el hombre mas mentiroso dice muchomayor número de verdades que de mentiras,y que el mas malvado hace muchas mas accionesbuenas ó indiferentes que malas. El hombre amanaturalmente la verdad y el bien; y no se apartade ellos sino cuando las pasiones le arrastran y extravian.Miente el mentiroso en ofreciéndosele algunaocasion en que faltando á la verdad, cree fa[Pg 49]vorecersus intereses ó lisonjear su vanidad necia;pero fuera de estos casos, naturalmente dice laverdad, y habla como el resto de los hombres. Elladron roba, el liviano se desmanda, el pendencieroriñe, cuando se presenta la oportunidad,estimulando la pasion; que si estuviesen abandonadosde continuo á sus malas inclinaciones, serianverdaderos monstruos, su crímen degenerariaen demencia; y entónces el decoro y buen órdende la sociedad reclamarian imperiosamenteque se los apartase del trato de sus semejantes.

Infiérese de estas observaciones que el juzgarmal, no teniendo el debido fundamento, y el tomarla malignidad por garantía de acierto, es tan irracionalcomo si habiendo en una urna muchísimasbolas blancas, y poquísimas negras, se dijera quelas probabilidades de salir estan en favor de lasnegras.

§ III.

Algunas reglas para juzgar de la conducta de los hombres.

Caben en esta materia reglas de juiciosa cautela,que nacen de la prudencia de la serpiente y no destruyenla candidez de la paloma.

REGLA 1ª.

No se debe fiar de la virtud del comun de loshombres, puesta á prueba muy dura.

La razon es clara, el resistir á tentaciones muyvehementes exige virtud firme y acendrada. Estase halla en pocos. La experiencia nos enseña queen semejantes extremos la debilidad humana suele[Pg 50]sucumbir; y la Escritura nos previene que quienama el peligro perecerá en él.

Sabeis que un comerciante honrado se halla enlos mayores apuros, cuando todo el mundo le consideraen posicion muy desembarazada. Su honor,el porvenir de su familia, estan pendientes de unaoperacion poco justa, pero muy beneficiosa. Si sedecide á ella, todo queda remediado; si se abstiene,el fatal secreto se divulga, y la perdicion totales inevitable. ¿Qué hará? Si en la operacionpodeis salir perjudicado, precaveos á tiempo;apartaos de un edificio que si bien en una situacionregular no amenazaba ruina, está ahora batidopor un furioso huracan.

Teneis noticia de que dos personas de amabletrato y bella figura, han trabado relaciones muyíntimas y frecuentes; ambos son virtuosos, y auncuando no mediaran otros motivos, el honor debierabastar á contenerlos en los debidos límites.Si teneis interes en ello, tomad vuestro partidocon presteza; si no callad; no juzgueis temerariamente;pero rogad á Dios por ambos, que lasoraciones podrán no ser inútiles.

Estais en el gobierno, los tiempos son malos,la época crítica, los peligros muchos. Uno de vuestrosdependientes encargado de un puesto importantese halla asediado noche y dia por un enemigoque dispone de largas talegas. El dependiente eshonrado segun os parece, tiene grandes compromisospor vuestra causa, y sobre todo es entusiastade ciertos principios, y los sustenta con muchoacaloramiento. A pesar de todo, será bueno queno perdais de vista el negocio. Haréis muy bien en[Pg 51]creer que el honor y las convicciones de vuestrodependiente no se rajarán con los golpes de un arietede cincuenta mil pesos fuertes; pero será mejorque no lo probeis, mayormente si las consecuenciasfuesen irreparables.

Un amigo os ha hecho grandes ofrecimientos,y no podeis dudar que son sinceros. La amistad esantigua, los títulos muchos y poderosos, la simpatiade los corazones está probada; y para colmode dicha, hay identidad de ideas y sentimientos.Preséntase de improviso un negocio en que vuestraamistad le ha de costar cara; si no os sacrifica seexpone á graves pérdidas, á inminentes peligros.Para lo que pudiera suceder, resignaos á ser víctima,temed que las afectuosas protestas se quedaránsin cumplirse, y que en cambio de vuestroduelo, se os pagará con una satisfaccion tan gemebundacomo estéril.

Estais viendo á una autoridad en aprieto; se laquiere forzar á un acto de alta trascendencia, áque no puede acceder sin degradarse, sin faltar ásus deberes mas sagrados, sin comprometer interesesde la mayor importancia. El magistrado esnaturalmente recto; en su larga carrera no se leconoce una felonía; y su entereza está acompañadade cierta firmeza de carácter. Los antecedentes noson malos. Sin embargo, cuando veais que la tempestadarrecia, que el motin sube ya la escalera,cuando golpee á la puerta del gabinete el osadodemagogo que lleva en una mano el papel que seha de firmar, y en otra el puñal ó una pistola amartillada;temed mas por la suerte del negocio, quepor la vida del magistrado. Es probable que nomorirá; la entereza no es el heroismo.[Pg 52]

Con los anteriores ejemplos se echa de ver queen algunas ocasiones es lícito y muy prudente desconfiarde la virtud de los hombres; lo que acontececuando el obrar bien exige una disposicion deánimo, que la razon, la experiencia y la mismareligion, nos enseñan ser muy rara. Es claro ademas,que para sospechar mal, no siempre serámenester que el apuro sea tal como se ha pintado.Para el comun de los hombres suele bastar m