Don Quijote by Miguel de Cervantes Saavedra - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

la

espada.

Y

éste

es

el

suelo

que

continuo

ha

sido

de

mil

memorias

lamentables

lleno

en

los

pasados

siglos

y

presentes.

Mas

no

más

justas

de

su

duro

seno

habrán

al

claro

cielo

almas

subido,

ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.

No parecieron mal los sonetos, y el cautivo se alegró con las nuevas que desu camarada le dieron; y, prosiguiendo su cuento, dijo:

— «Rendidos, pues, la Goleta y el fuerte, los turcos dieron orden endesmantelar la Goleta, porque el fuerte quedó tal, que no hubo qué ponerpor tierra, y para hacerlo con más brevedad y menos trabajo, la minaron portres partes; pero con ninguna se pudo volar lo que parecía menos fuerte,que eran las murallas viejas; y todo aquello que había quedado en pie de lafortificación nueva que había hecho el Fratín, con mucha facilidad vino atierra. En resolución, la armada volvió a Constantinopla, triunfante yvencedora: y de allí a pocos meses murió mi amo el Uchalí, al cual llamabanUchalí Fartax, que quiere decir, en lengua turquesca, el renegado tiñoso,porque lo era; y es costumbre entre los turcos ponerse nombres de algunafalta que tengan, o de alguna virtud que en ellos haya. Y esto es porque nohay entre ellos sino cuatro apellidos de linajes, que decienden de la casaOtomana, y los demás, como tengo dicho, toman nombre y apellido ya de lastachas del cuerpo y ya de las virtudes del ánimo. Y este Tiñoso bogó elremo, siendo esclavo del Gran Señor, catorce años, y a más de los treinta ycuatro de sus edad renegó, de despecho de que un turco, estando al remo,le dio un bofetón, y por poderse vengar dejó su fe; y fue tanto su valorque, sin subir por los torpes medios y caminos que los más privados delGran Turco suben, vino a ser rey de Argel, y después, a ser general de lamar, que es el tercero cargo que hay en aquel señorío. Era calabrés denación, y moralmente fue un hombre de bien, y trataba con mucha humanidad asus cautivos, que llegó a tener tres mil, los cuales, después de su muerte,se repartieron, como él lo dejó en su testamento, entre el Gran Señor (quetambién es hijo heredero de cuantos mueren, y entra a la parte con los máshijos que deja el difunto) y entre sus renegados; y yo cupe a un renegadoveneciano que, siendo grumete de una nave, le cautivó el Uchalí, y le quisotanto, que fue uno de los más regalados garzones suyos, y él vino a ser elmás cruel renegado que jamás se ha visto. Llamábase Azán Agá, y llegó a sermuy rico, y a ser rey de Argel; con el cual yo vine de Constantinopla, algocontento, por estar tan cerca de España, no porque pensase escribir a nadieel desdichado suceso mío, sino por ver si me era más favorable la suerte enArgel que en Constantinopla, donde ya había probado mil maneras de huirme,y ninguna tuvo sazón ni ventura; y pensaba en Argel buscar otros medios dealcanzar lo que tanto deseaba, porque jamás me desamparó la esperanza detener libertad; y cuando en lo que fabricaba, pensaba y ponía por obra nocorrespondía el suceso a la intención, luego, sin abandonarme, fingía ybuscaba otra esperanza que me sustentase, aunque fuese débil y flaca.

»Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que losturcos llaman baño, donde encierran los cautivos cristianos, así los queson del rey como de algunos particulares; y los que llaman del almacén, quees como decir cautivos del concejo, que sirven a la ciudad en las obraspúblicas que hace y en otros oficios, y estos tales cautivos tienen muydificultosa su libertad, que, como son del común y no tienen amoparticular, no hay con quien tratar su rescate, aunque le tengan. En estosbaños, como tengo dicho, suelen llevar a sus cautivos algunos particularesdel pueblo, principalmente cuando son de rescate, porque allí los tienenholgados y seguros hasta que venga su rescate. También los cautivos del reyque son de rescate no salen al trabajo con la demás chusma, si no es cuandose tarda su rescate; que entonces, por hacerles que escriban por él con másahínco, les hacen trabajar y ir por leña con los demás, que es un nopequeño trabajo.

»Yo, pues, era uno de los de rescate; que, como se supo que era capitán,puesto que dije mi poca posibilidad y falta de hacienda, no aprovechó nadapara que no me pusiesen en el número de los caballeros y gente de rescate.Pusiéronme una cadena, más por señal de rescate que por guardarme con ella;y así, pasaba la vida en aquel baño, con otros muchos caballeros y genteprincipal, señalados y tenidos por de rescate. Y, aunque la hambre ydesnudez pudiera fatigarnos a veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nosfatigaba tanto como oír y ver, a cada paso, las jamás vistas ni oídascrueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada día ahorcaba el suyo,empalaba a éste, desorejaba aquél; y esto, por tan poca ocasión, y tan sinella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo, y por sernatural condición suya ser homicida de todo el género humano. Sólo libróbien con él un soldado español, llamado tal de Saavedra, el cual, con haberhecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años,y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni ledijo mala palabra; y, por la menor cosa de muchas que hizo, temíamos todosque había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez; y si no fueraporque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldadohizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con elcuento de mi historia.

»Digo, pues, que encima del patio de nuestra prisión caían las ventanas dela casa de un moro rico y principal, las cuales, como de ordinario son lasde los moros, más eran agujeros que ventanas, y aun éstas se cubrían concelosías muy espesas y apretadas. Acaeció, pues, que un día, estando en unterrado de nuestra prisión con otros tres compañeros, haciendo pruebas desaltar con las cadenas, por entretener el tiempo, estando solos, porquetodos los demás cristianos habían salido a trabajar, alcé acaso los ojos yvi que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho parecía una caña, yal remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando ymoviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos a tomarla. Miramos enello, y uno de los que conmigo estaban fue a ponerse debajo de la caña, porver si la soltaban, o lo que hacían; pero, así como llegó, alzaron la cañay la movieron a los dos lados, como si dijeran no con la cabeza.

Volvióseel cristiano, y tornáronla a bajar y hacer los mesmos movimientos queprimero. Fue otro de mis compañeros, y sucedióle lo mesmo que al primero.Finalmente, fue el tercero y avínole lo que al primero y al segundo. Viendoyo esto, no quise dejar de probar la suerte, y, así como llegué a ponermedebajo de la caña, la dejaron caer, y dio a mis pies dentro del baño. Acudíluego a desatar el lienzo, en el cual vi un nudo, y dentro dél venían diezcianíis, que son unas monedas de oro bajo que usan los moros, que cada unavale diez reales de los nuestros. Si me holgué con el hallazgo, no hay paraqué decirlo, pues fue tanto el contento como la admiración de pensar dedonde podía venirnos aquel bien, especialmente a mí, pues las muestras deno haber querido soltar la caña sino a mí claro decían que a mí se hacía lamerced. Tomé mi buen dinero, quebré la caña, volvíme al terradillo, miré laventana, y vi que por ella salía una muy blanca mano, que la abrían ycerraban muy apriesa. Con esto entendimos, o imaginamos, que alguna mujerque en aquella casa vivía nos debía de haber hecho aquel beneficio; y, enseñal de que lo agradecíamos, hecimos zalemas a uso de moros, inclinando lacabeza, doblando el cuerpo y poniendo los brazos sobre el pecho. De allí apoco sacaron por la mesma ventana una pequeña cruz hecha de cañas, y luegola volvieron a entrar. Esta señal nos confirmó en que alguna cristianadebía de estar cautiva en aquella casa, y era la que el bien nos hacía;pero la blancura de la mano, y las ajorcas que en ella vimos, nos deshizoeste pensamiento, puesto que imaginamos que debía de ser cristianarenegada, a quien de ordinario suelen tomar por legítimas mujeres susmesmos amos, y aun lo tienen a ventura, porque las estiman en más que lasde su nación.

»En todos nuestros discursos dimos muy lejos de la verdad del caso; y así,todo nuestro entretenimiento desde allí adelante era mirar y tener pornorte a la ventana donde nos había aparecido la estrella de la caña; perobien se pasaron quince días en que no la vimos, ni la mano tampoco, ni otraseñal alguna. Y, aunque en este tiempo procuramos con toda solicitud saberquién en aquella casa vivía, y si había en ella alguna cristiana renegada,jamás hubo quien nos dijese otra cosa, sino que allí vivía un moroprincipal y rico, llamado Agi Morato, alcaide que había sido de La Pata,que es oficio entre ellos de mucha calidad. Mas, cuando más descuidadosestábamos de que por allí habían de llover más cianíis, vimos a deshoraparecer la caña, y otro lienzo en ella, con otro nudo más crecido; y estofue a tiempo que estaba el baño, como la vez pasada, solo y sin gente.Hecimos la acostumbrada prueba, yendo cada uno primero que yo, de losmismos tres que estábamos, pero a ninguno se rindió la caña sino a mí,porque, en llegando yo, la dejaron caer. Desaté el nudo, y hallé cuarentaescudos de oro españoles y un papel escrito en arábigo, y al cabo de loescrito hecha una grande cruz. Besé la cruz, tomé los escudos, volvíme alterrado, hecimos todos nuestras zalemas, tornó a parecer la mano, hiceseñas que leería el papel, cerraron la ventana. Quedamos todos confusos yalegres con lo sucedido; y, como ninguno de nosotros no entendía elarábigo, era grande el deseo que teníamos de entender lo que el papelcontenía, y mayor la dificultad de buscar quien lo leyese.

»En fin, yo me determiné de fiarme de un renegado, natural de Murcia, quese había dado por grande amigo mío, y puesto prendas entre los dos, que leobligaban a guardar el secreto que le encargase; porque suelen algunosrenegados, cuando tienen intención de volverse a tierra de cristianos,traer consigo algunas firmas de cautivos principales, en que dan fe, en laforma que pueden, como el tal renegado es hombre de bien, y que siempre hahecho bien a cristianos, y que lleva deseo de huirse en la primera ocasiónque se le ofrezca. Algunos hay que procuran estas fees con buena intención,otros se sirven dellas acaso y de industria: que, viniendo a robar a tierrade cristianos, si a dicha se pierden o los cautivan, sacan sus firmas ydicen que por aquellos papeles se verá el propósito con que venían, el cualera de quedarse en tierra de cristianos, y que por eso venían en corso conlos demás turcos. Con esto se escapan de aquel primer ímpetu, y sereconcilian con la Iglesia, sin que se les haga daño; y, cuando veen lasuya, se vuelven a Berbería a ser lo que antes eran. Otros hay que usandestos papeles, y los procuran, con buen intento, y se quedan en tierra decristianos.

»Pues uno de los renegados que he dicho era este mi amigo, el cual teníafirmas de todas nuestras camaradas, donde le acreditábamos cuanto eraposible; y si los moros le hallaran estos papeles, le quemaran vivo. Supeque sabía muy bien arábigo, y no solamente hablarlo, sino escribirlo; pero,antes que del todo me declarase con él, le dije que me leyese aquel papel,que acaso me había hallado en un agujero de mi rancho. Abrióle, y estuvo unbuen espacio mirándole y construyéndole, murmurando entre los dientes.Preguntéle si lo entendía; díjome que muy bien, y, que si quería que me lodeclarase palabra por palabra, que le diese tinta y pluma, porque mejor lohiciese. Dímosle luego lo que pedía, y él poco a poco lo fue traduciendo;y, en acabando, dijo:

''Todo lo que va aquí en romance, sin faltar letra,es lo que contiene este papel morisco; y hase de advertir que adonde diceLela Marién quiere decir Nuestra Señora la Virgen María''.

»Leímos el papel, y decía así:

Cuando yo era niña, tenía mi padre una esclava, la cual en mi lengua memostró la zalá cristianesca, y me dijo muchas cosas de Lela Marién. Lacristiana murió, y yo sé que no fue al fuego, sino con Alá, porque despuésla vi dos veces, y me dijo que me fuese a tierra de cristianos a ver a LelaMarién, que me quería mucho. No sé yo cómo vaya: muchos cristianos he vistopor esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú. Yo soy muyhermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo: mira tú sipuedes hacer cómo nos vamos, y serás allá mi marido, si quisieres, y si noquisieres, no se me dará nada, que Lela Marién me dará con quien me case.Yo escribí esto; mira a quién lo das a leer: no te fíes de ningún moro,porque son todos marfuces. Desto tengo mucha pena: que quisiera que no tedescubrieras a nadie, porque si mi padre lo sabe, me echará luego en unpozo, y me cubrirá de piedras. En la caña pondré un hilo: ata allí larespuesta; y si no tienes quien te escriba arábigo, dímelo por señas, queLela Marién hará que te entienda. Ella y Alá te guarden, y esa cruz que yobeso muchas veces; que así me lo mandó la cautiva.

»Mirad, señores, si era razón que las razones deste papel nos admirasen yalegrasen. Y así, lo uno y lo otro fue de manera que el renegado entendióque no acaso se había hallado aquel papel, sino que realmente a alguno denosotros se había escrito; y así, nos rogó que si era verdad lo quesospechaba, que nos fiásemos dél y se lo dijésemos, que él aventuraría suvida por nuestra libertad. Y, diciendo esto, sacó del pecho un crucifijo demetal, y con muchas lágrimas juró por el Dios que aquella imagenrepresentaba, en quien él, aunque pecador y malo, bien y fielmente creía,de guardarnos lealtad y secreto en todo cuanto quisiésemos descubrirle,porque le parecía, y casi adevinaba que, por medio de aquella que aquelpapel había escrito, había él y todos nosotros de tener libertad, y verseél en lo que tanto deseaba, que era reducirse al gremio de la SantaIglesia, su madre, de quien como miembro podrido estaba dividido y apartadopor su ignorancia y pecado.

»Con tantas lágrimas y con muestras de tanto arrepentimiento dijo esto elrenegado, que todos de un mesmo parecer consentimos, y venimos endeclararle la verdad del caso; y así, le dimos cuenta de todo, sinencubrirle nada. Mostrámosle la ventanilla por donde parecía la caña, y élmarcó desde allí la casa, y quedó de tener especial y gran cuidado deinformarse quién en ella vivía. Acordamos, ansimesmo, que sería bienresponder al billete de la mora; y, como teníamos quien lo supiese hacer,luego al momento el renegado escribió las razones que yo le fui notando,que puntualmente fueron las que diré, porque de todos los puntossustanciales que en este suceso me acontecieron, ninguno se me ha ido de lamemoria, ni aun se me irá en tanto que tuviere vida.

»En efeto, lo que a la mora se le respondió fue esto:

El verdadero Alá te guarde, señora mía, y aquella bendita Marién, que es laverdadera madre de Dios y es la que te ha puesto en corazón que te vayas atierra de cristianos, porque te quiere bien.

Ruégale tú que se sirva dedarte a entender cómo podrás poner por obra lo que te manda, que ella estan buena que sí hará. De mi parte y de la de todos estos cristianos queestán conmigo, te ofrezco de hacer por ti todo lo que pudiéremos, hastamorir. No dejes de escribirme y avisarme lo que pensares hacer, que yo teresponderé siempre; que el grande Alá nos ha dado un cristiano cautivo quesabe hablar y escribir tu lengua tan bien como lo verás por este papel. Asíque, sin tener miedo, nos puedes avisar de todo lo que quisieres. A lo quedices que si fueres a tierra de cristianos, que has de ser mi mujer, yo telo prometo como buen cristiano; y sabe que los cristianos cumplen lo queprometen mejor que los moros. Alá y Marién, su madre, sean en tu guarda,señora mía.

»Escrito y cerrado este papel, aguardé dos días a que estuviese el bañosolo, como solía, y luego salí al paso acostumbrado del terradillo, por versi la caña parecía, que no tardó mucho en asomar.

Así como la vi, aunque nopodía ver quién la ponía, mostré el papel, como dando a entender quepusiesen el hilo, pero ya venía puesto en la caña, al cual até el papel, yde allí a poco tornó a parecer nuestra estrella, con la blanca bandera depaz del atadillo. Dejáronla caer, y alcé yo, y hallé en el paño, en todasuerte de moneda de plata y de oro, más de cincuenta escudos, los cualescincuenta veces más doblaron nuestro contento y confirmaron la esperanza detener libertad.

»Aquella misma noche volvió nuestro renegado, y nos dijo que había sabidoque en aquella casa vivía el mesmo moro que a nosotros nos habían dicho quese llamaba Agi Morato, riquísimo por todo estremo, el cual tenía una solahija, heredera de toda su hacienda, y que era común opinión en toda laciudad ser la más hermosa mujer de la Berbería; y que muchos de losvirreyes que allí venían la habían pedido por mujer, y que ella nunca sehabía querido casar; y que también supo que tuvo una cristiana cautiva, queya se había muerto; todo lo cual concertaba con lo que venía en el papel.Entramos luego en consejo con el renegado, en qué orden se tendría parasacar a la mora y venirnos todos a tierra de cristianos, y, en fin, seacordó por entonces que esperásemos el aviso segundo de Zoraida, que así sellamaba la que ahora quiere llamarse María; porque bien vimos que ella, yno otra alguna era la que había de dar medio a todas aquellas dificultades.Después que quedamos en esto, dijo el renegado que no tuviésemos pena, queél perdería la vida o nos pondría en libertad.

»Cuatro días estuvo el baño con gente, que fue ocasión que cuatro díastardase en parecer la caña; al cabo de los cuales, en la acostumbradasoledad del baño, pareció con el lienzo tan preñado, que un felicísimoparto prometía. Inclinóse a mí la caña y el lienzo, hallé en él otro papely cien escudos de oro, sin otra moneda alguna. Estaba allí el renegado,dímosle a leer el papel dentro de nuestro rancho, el cual dijo que asídecía:

Yo no sé, mi señor, cómo dar orden que nos vamos a España, ni Lela Mariénme lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado. Lo que se podrá hacer es queyo os daré por esta ventana muchísimos dineros de oro: rescataos vos conellos y vuestros amigos, y vaya uno en tierra de cristianos, y compre alláuna barca y vuelva por los demás; y a mí me hallarán en el jardín de mipadre, que está a la puerta de Babazón, junto a la marina, donde tengo deestar todo este verano con mi padre y con mis criados. De allí, de noche,me podréis sacar sin miedo y llevarme a la barca; y mira que has de ser mimarido, porque si no, yo pediré a Marién que te castigue. Si no te fías denadie que vaya por la barca, rescátate tú y ve, que yo sé que volverásmejor que otro, pues eres caballero y cristiano. Procura saber el jardín, ycuando te pasees por ahí sabré que está solo el baño, y te daré muchodinero. Alá te guarde, señor mío.

»Esto decía y contenía el segundo papel. Lo cual visto por todos, cada unose ofreció a querer ser el rescatado, y prometió de ir y volver con todapuntualidad, y también yo me ofrecí a lo mismo; a todo lo cual se opuso elrenegado, diciendo que en ninguna manera consentiría que ninguno saliese delibertad hasta que fuesen todos juntos, porque la experiencia le habíamostrado cuán mal cumplían los libres las palabras que daban en elcautiverio; porque muchas veces habían usado de aquel remedio algunosprincipales cautivos, rescatando a uno que fuese a Valencia, o Mallorca,con dineros para poder armar una barca y volver por los que le habíanrescatado, y nunca habían vuelto; porque la libertad alcanzada y el temorde no volver a perderla les borraba de la memoria todas las obligacionesdel mundo. Y, en confirmación de la verdad que nos decía, nos contóbrevemente un caso que casi en aquella mesma sazón había acaecido a unoscaballeros cristianos, el más estraño que jamás sucedió en aquellas partes,donde a cada paso suceden cosas de grande espanto y de admiración.

»En efecto, él vino a decir que lo que se podía y debía hacer era que eldinero que se había de dar para rescatar al cristiano, que se le diese a élpara comprar allí en Argel una barca, con achaque de hacerse mercader ytratante en Tetuán y en aquella costa; y que, siendo él señor de la barca,fácilmente se daría traza para sacarlos del baño y embarcarlos a todos.Cuanto más, que si la mora, como ella decía, daba dineros para rescatarlosa todos, que, estando libres, era facilísima cosa aun embarcarse en lamitad del día; y que la dificultad que se ofrecía mayor era que los morosno consienten que renegado alguno compre ni tenga barca, si no es bajelgrande para ir en corso, porque se temen que el que compra barca,principalmente si es español, no la quiere sino para irse a tierra decristianos; pero que él facilitaría este inconveniente con hacer que unmoro tagarino fuese a la parte con él en la compañía de la barca y en laganancia de las mercancías, y con esta sombra él vendría a ser señor de labarca, con que daba por acabado todo lo demás.

»Y, puesto que a mí y a mis camaradas nos había parecido mejor lo de enviarpor la barca a Mallorca, como la mora decía, no osamos contradecirle,temerosos que, si no hacíamos lo que él decía, nos había de descubrir yponer a peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zoraida,por cuya vida diéramos todos las nuestras. Y así, determinamos de ponernosen las manos de Dios y en las del renegado, y en aquel mismo punto se lerespondió a Zoraida, diciéndole que haríamos todo cuanto nos aconsejaba,porque lo había advertido tan bien como si Lela Marién se lo hubiera dicho,y que en ella sola estaba dilatar aquel negocio, o ponello luego por obra.Ofrecímele de nuevo de ser su esposo, y, con esto, otro día que acaeció aestar solo el baño, en diversas veces, con la caña y el paño, nos dio dosmil escudos de oro, y un papel donde decía que el primer jumá, que es elviernes, se iba al jardín de su padre, y que antes que se fuese nos daríamás dinero, y que si aquello no bastase, que se lo avisásemos, que nosdaría cuanto le pidiésemos: que su padre tenía tantos, que no lo echaríamenos, cuanto más, que ella tenía la llaves de todo.

»Dimos luego quinientos escudos al renegado para comprar la barca; conochocientos me rescaté yo, dando el dinero a un mercader valenciano que ala sazón se hallaba en Argel, el cual me rescató del rey, tomándome sobresu palabra, dándola de que con el primer bajel que viniese de Valenciapagaría mi rescate; porque si luego diera el dinero, fuera dar sospechas alrey que había muchos días que mi rescate estaba en Argel, y que elmercader, por sus granjerías, lo había callado. Finalmente, mi amo era tancaviloso que en ninguna manera me atreví a que luego se desembolsase eldinero. El jueves antes del viernes que la hermosa Zoraida se había de iral jardín, nos dio otros mil escudos y nos avisó de su partida, rogándomeque, si me rescatase, supiese luego el jardín de su padre, y que en todocaso buscase ocasión de ir allá y verla. Respondíle en breves palabras queasí lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos a Lela Marién, contodas aquellas oraciones que la cautiva le había enseñado.

»Hecho esto, dieron orden en que los tres compañeros nuestros serescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque, viéndome a mírescatado, y a ellos no, pues había dinero, no se alborotasen y lespersuadiese el diablo que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zoraida;que, puesto que el ser ellos quien eran me podía asegurar deste temor, contodo eso, no quise poner el negocio en aventura, y así, los hice rescatarpor la misma orden que yo me rescaté, entregando todo el dinero almercader, para que, con certeza y seguridad, pudiese hacer la fianza; alcual nunca descubrimos nuestro trato y secreto, por el peligro que había.

Capítulo XLI. Donde todavía prosigue el cautivo su suceso

»No se pasaron quince días, cuando ya nuestro renegado tenía comprada unamuy buena barca, capaz de más de treinta personas: y, para asegurar suhecho y dalle color, quiso hacer, como hizo, un viaje a un lugar que sellamaba Sargel, que está treinta leguas de Argel hacia la parte de Orán, enel cual hay mucha contratación de higos pasos. Dos o tres veces hizo esteviaje, en compañía del tagarino que había dicho. Tagarinos llaman enBerbería a los moros de Aragón, y a los de Granada, mudéjares; y en elreino de Fez llaman a los mudéjares elches, los cuales son la gente dequien aquel rey más se sirve en la guerra.

»Digo, pues, que cada vez que pasaba con su barca daba fondo en una caletaque estaba no dos tiros de ballesta del jardín donde Zoraida esperaba; yallí, muy de propósito, se ponía el renegado con los morillos que bogabanel remo, o ya a hacer la zalá, o a como por ensayarse de burlas a lo quepensaba hacer de veras; y así, se iba al jardín de Zoraida y le pedíafruta, y su padre se la daba sin conocelle; y, aunque él quisiera hablar aZoraida, como él después me dijo, y decille que él era el que por orden míale había de llevar a tierra de cristianos, que estuviese contenta y segura,nunca le fue posible, porque las moras no se dejan ver de ningún moro niturco, si no es que su marido o su padre se lo manden. De cristianoscautivos se dejan tratar y comunicar, aun más de aquello que seríarazonable; y a mí me hubiera pesado que él la hubiera hablado, que quizá laalborotara, viendo que su negocio andaba en boca de renegados. Pero Dios,que lo ordenaba de otra manera, no dio lugar al buen deseo que nuestrorenegado tenía; el cual, viendo cuán seguramente iba y venía a Sargel, yque daba fondo cuando y como y adonde quería, y que el tagarino, sucompañero, no tenía más voluntad de lo que la suya ordenaba, y que yoestaba ya rescatado, y que sólo faltaba buscar algunos cristianos quebogasen el remo, me dijo que mirase yo cuáles quería traer conmigo, fuerade los rescatados, y que los tuviese hablados para el primer viernes, dondetenía determinado que fuese nuestra partida. Viendo esto, hablé a doceespañoles, todos valientes hombres del remo, y de aquellos que máslibremente podían salir de la ciudad; y no fue poco hallar tantos enaquella coyuntura, porque estaban veinte bajeles en corso, y se habíanllevado toda la gente de remo, y éstos no se hallaran, si no fuera que suamo se quedó aquel verano sin ir en corso, a acabar una galeota que teníaen astillero. A los cuales no les dije otra cosa, sino que el primerviernes en la tarde se saliesen uno a uno, disimuladamente, y se fuesen lavuelta del jardín de Agi Morato, y que allí me aguardasen hasta que yofuese. A cada uno di este aviso de por sí, con orden que, aunque allíviesen a otros cristianos, no les dijesen sino que yo les había mandadoesperar en aquel lugar.

»Hecha esta diligencia, me faltaba hacer otra, que era la que más meconvenía: y era la de avisar a Zoraida en el punto que estaban losnegocios, para que estuviese apercebida y sobre aviso, que no sesobresaltase si de improviso la asaltásemos antes del tiempo que ella podíaimaginar que la barca de cristianos podía volver. Y así, determiné de ir aljardín y ver si podría hablarla; y, con ocasión de coger algunas yerbas, undía, antes de mi partida, fui allá, y la primera persona con quién encontréfue con su padre, el cual me dijo, en lengua que en toda la Berbería, y aunen Costantinopla, se halla entre cautivos y moros, que ni es morisca, nicastellana, ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguascon la cual todos nos entendemos; digo, pues, que en esta manera delenguaje me preguntó que qué buscaba en aquel su jardín, y de quién era.Respondíle que era esclavo de Arnaúte Mamí (y esto, porque sabía yo por muycierto que era un grandísimo amigo suyo), y que buscaba de todas yerbas,para hacer ensalada. Preguntóme, por el consiguiente, si era