Curiosidades Antiguas Sevillanas (Segunda Serie) by José Gestoso y Pérez - HTML preview

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CURIOSIDADES ANTIGUAS SEVILLANAS

Tirada de 250 ejemplares

CURIOSIDADES

ANTIGUAS SEVILLANAS

POR

José Gestoso y Pérez

(SERIE SEGUNDA)

SEVILLA

En la oficina del periódico EL CORREO DE ANDALUCÍA

1910

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Es propiedad del autor

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Al Índice.

AL LECTOR

Ocupado asiduamente en otras literarias tareas que han absorvido mitiempo por completo, he dejado transcurrir ¡veinticinco años! desde quefué impreso el tomo 1.º

(Serie 1.ª) de estas Curiosidades, hastaahora, que doy á la estampa el presente volumen II; y cierto que si sigoá este paso, bien sé que no he de publicar ninguno más. Falto de losestímulos de otros días, casi extinguidos ya los alientos juveniles, enespera de emprender, el día menos pensado el gran viaje, del cual no seregresa jamás; las numerosas notas y apuntes que podrían servirme paraemborronar otras cuartillas, posible es que pasen al cajon de unespeciero, con lo cual ya sé que sólo se

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habría perdido el tiempo queinvertí en reunirlas, porque ni la Historia ni la Arqueología sentirángran pena al verse privadas de otro ú otros volúmenes. A la buenaamistad con que me favorece el Sr. D. José María de Valdenebro,facilitando los medios para la impresión de este volumen, débese susalida á la plaza pública; sin sus amables oficios, seguramente yo no lohabría dado á la estampa. Allá van pues estos articulejos escritos cálamo currente, sin más pretensión que la de entretener un rato á lospocos que en estos venturosos días, gustan del conocimiento de las cosas viejas, y con ellas se complacen, para hacerles olvidar siquieramomentáneamente, los pesares de la vida que á todos nos alcanzan asícomo otros de mayor bulto que parecen dibujarse allá en el horizonte,fruto natural de corrompidas semillas.

Dediqué el tomo 1.º á asuntos arqueológicos; comprenderá este II otrosde caracter histórico y si tengo ocasión y Dios me dá vida, serán temasdel III varias tradiciones sevillanas, ya que no pueden ser todas lasconocidas, que andan diseminadas en varios libros; las cuales, estimoque, publicándolas reunidas en un volumen como ha tiempo yo imaginé,sería obra meritísima, pues, así se conservaria su memoria, sefacilitaria al curioso su conocimiento, y los altos ejemplos de virtud,de valor, de abnegación y de patriotismo que de tales narraciones sedesprenden, serían provechosa lectura para la juventud, tan necesitadahoy de este linaje de libros.

El tiempo dirá hasta qué punto veré realizados mis propósitos.

Antiguas Industrias Sevillanas

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Tejidos y Tejedores

Entre las muchas industrias que ennoblecieron á nuestra ciudad en lospasados siglos, ocupó lugar preferentísimo la de los tejidos de seda,debida, sin duda, como tantas otras, á los sarracenos, consumadosmaestros en ella. Los innumerables datos que acerca de tan rica comobella manifestación del gusto y del trabajo consignan los historiadoresmusulmanes, los recientes estudios debidos á doctos arqueólogos, y eldescubrimiento de riquísimas estofas con que se ataviaron reyes,infantes y prelados, persuaden del extraordinario auge alcanzado pornuestros dominadores en esta fabricación, que hizo célebre á lasciudades españolas de Murcia y de Almería[1], de Córdoba, Granada,Málaga[2], Toledo, Valencia y Sevilla. «Caso es de recordar, porrarísimo dice á este propósito un ilustre académico, que aun prohibiendoMahoma á los hombres vestir seda, y que llegando Omar el conquistador deJerusalen á perseguir á cuantos la usaban, sean los mahometanos,casualmente, los que sobresaliesen mucho en vestirla y llegasen á talperfección en tejerla, que, ni los celebérrimos frigios lesaventajaran[3].

No parece sin embargo que esta prohibición fué tan absoluta, como sededuce de las siguientes frases: «Es probable, dice Francisco Michel,que estas telas (refiérese á las ricas de seda) fueron destinadas á laexportación, puesto que el Corán prohibía á los hombres el uso de laseda y ciertas sectas solamente empleaban estas telas con otrasmezcladas.» Haremos notar, por tanto, que el Profeta permitía las sedasen los trajes de guerra, y el lujo de los ejércitos musulmanes cuandoiban á combatir era inusitado. Sobre el mismo campo de batalla, fuédonde los Cruzados se iniciaron en estos famosos esplendoresorientales[4].

El mismo autor, dijo ya en otro lugar: «Durante la Edad Media, fuera deltraje y de los paños mortuarios, las telas preciosas empleábanse tambiénpara las banderas, enseñas, gonfalones, tapices ó colgaduras, cubiertasde libros, gualdrapas de caballos, tiendas de campaña ó de casa, etc.Las telas en sedas y oro eran lo mismo que el numerario, un medio decambio comercial. Los emperadores griegos pagaban en sederías

á

lasiglesias

de

Occidente

ciertos

tributos

anuales.

En

los

numerososinventarios de los tesoros de los templos, se trata del samit de Persia,de Egipto, de Alejandría, el baudequin de Bagdad, etc.... En el saqueode Antioquia (1098) en la toma de Constantinopla (1204) en Damieta(1219) los Cruzados encontraron entre otras riquezas, cantidad de telas.

Los árabes fueron nuestros maestros y sus tradiciones arraigaron de talsuerte en la Península, que hasta el primer tercio del siglo pasado, porlo que á Sevilla respecta, pudimos envanecernos de que fuese esta ciudadfamosa entre las productoras de los más apreciados tejidos,representados por aquellas riquísimas telas de seda y oro llamadas porlos musulmanes marabique[5] tartari, zarzahan, ricornás, samit,ciclatón; sirgo y otras, algunas de las cuales empleáronse en lasmortajas de San Fernando y de su hijo el infante Don Felipe, y en lasmás estupendas, que atavían la momia del gran arzobispo Don Rodrigo ensu sepulcro de Sta. María de Huerta; pero, aun todavía pueden citarseotros muy peregrinos ejemplos recordando las inapreciables enseñasmilitares sarracenas, custodiada una en las Huelgas de Burgos, defilíacion desconocida hasta ahora, y otras dos en la catedral de Toledo,pertenecientes al Sultan Abu-Said Otsman y á su hijo Abu-l-Hasam Aly,que acreditan la singular pericia y exquisito gusto de sus autores, losmismos sin duda que fabricarían aquellas preciosas estofas de honordestinadas á los principes, llamadas tiraz, de las cuales nos diceAlmaccari que sus tejedores habitaban en Córdoba el barrio llamado «delos bordadores»[6].

No es extraño pues que con tales maestros hubiesen alcanzado altorenombre los telares sevillanos, y que en nuestra ciudad fueseextraordinario el número de los destinados á la producción de las ricasy costosas telas, de las cuales, desgraciadamente, no quedan másmemorias que las citas que á cada paso halla el curioso rebuscador depapeles viejos, al leer los inventarios de los templos y de las casas denuestros magnates.[7]

Conquistada Sevilla, por San Fernando, sabido es que en ella quedó unanumerosa población musulmana, y si repasamos el famosísimo códice de los«Loores et Cantare de Santa María» sus numerosas viñetas nosmanifestarán cuál era el gusto que dominaba en los trajes y en todos losproductos textiles, aun aquellos que se aplicaban al culto, como lasfrontaleras de los altares y los ornamentos sacerdotales. En ellos veseostensible el gusto artistico de los vencidos, y cómo se lo adaptaronlos vencedores; ¿qué mucho, pues, que los telares sevillanos fuesendesde entonces famosos, cuando el mismo monarca y sus hijos nodesdeñaban de emplear en sus vestiduras telas sarracenas, hasta conleyendas alcoránicas? Quiso el Rey Sabio poner coto al ánsia de lujo quedominaba á sus vasallos, y en el Ordenamiento de 27 de febrero 1256prohibióles que trajesen «sillas ferpadas nin con oropel nin conargenpel, que tampoco emplearían en coberturas, perpunte, cofias ypendones, ni en las fundas de los escudos: que no usasen cascabelesetc., etc., prohibiendo también á las mujeres el uso de objetos demetales ricos, de camisas bordadas de oro; extremando estos rigoreshasta en las comidas, en las fiestas de bodas y en la manera de vestirselos vencidos sarracenos.»

Estas disposiciones fueron letra muerta, como lo acreditan las Cortes deValladolid de 1258, prohibiendo que ningún oficial de la Casa Real,ballesteros, halconeros ni porteros, trajesen pieles blancas, nicendales, ni sillas de barda doradas, ni argentadas, ni espuelasdoradas, ni calzas de escarlata, ni zapatos dorados, ni sombrero conoropel, ni argentpel ni con sedas, salvo los servidores mayores de cadaoficio. No es posible detenernos en todo el articulado de estosinteresantes acuerdos, que comprueba las raices que el lujo habíacobrado entre nosotros, aumentando cada vez más y más, no obstante laspenas que entonces se impusieron á los infractores de la ley, lascuales, del mismo espiritu animado, impusa á su vez Don Alfonso XI deacuerdo con los representantes en Cortes reunidos en Alcalá de Henaresen 1348, que tampoco fueron obedecidas en el reinado de sus hijos DonPedro y Don Enrique, cuando por propia confesión del ilustre cronista yautor del Rimado de Palacio, poseia paños tan ricos, que con su valorpodrían haberse vestído cien pobres.

Convencidos dichos monarcas y sus sucesores de la ineficacia de lasdisposiciones que se habían dictado para refrenar el lujo por una parte,y por otra, porque cada vez era mayor la afición por todo lo suntuario,es lo cierto, que, desde los días del vencedor del Salado no seregistran leyes encaminadas á refrenarlo, y así llegamos al reinado deDon Juan II, cuya corte ofrece el más brillante y fastuoso conjunto quepuede imaginarse emulando con el monarca los prelados y ricos hombres enel comer, en el vestir y en los más costosos deportes. A tanto llegaronya estos excesos, que en las Cortes de Palenzuela de 1452 solicitóse delmonarca que renovara las leyes suntuarias de Don Alfonso XI, peticiónque no fué acogida, á pesar de que en el Ordenamiento de dicho año sedice: «e como parecerá claramente en el presente en los mis Reinosaquella mesma disolución e aun mucho más en traer superflua edesordenadamente las gentes ropas de seda e de oro e de lana, eforraduras de martas, e de otras peñas e otras muchas guarniciones deoro é de plata e de aljofar e de muy grand valor e que no tan solamenteaquellos e aquellas que razonablemente lo podían e debían traer por serde grandes linajes e estados e faciendas más aun las mugeres de losmenestrales e oficiales querían traer e traían sobre sí ropas eguarniciones que pertenecían e eran bastantes para dueñas generosas e degrand estado e hacienda a tanto que no se conocían las unas entre lasotras e que acaecia muchas veces a muchos e a muchas así de grand estadocomo de menor que por causa de los dichos trajes e aparatos que avian devender lo que tenían o la mayor parte dello para lo cumplir e veníandespués por ello a muy grand pobreza».... ¿A qué más? Basta con lo dichopara apreciar la pasión desenfrenada por el lujo que dominaba entonces ála sociedad española, que no decayó tampoco en los reinados de EnriqueIV y de los Reyes Católicos, y como muestra de la pompa, verdaderamenteoriental, con que se ataviaron nuestros monarcas, véanse las riquísimasvestiduras que ostentan las estátuas yacentes de Don Juan I y su mujeren la Cartuja de Mirafiores, la del infante don Alonso en el mismotemplo, la de Juan de Padilla y otras que sería enojoso mencionar.

Confirman los datos expuestos, que el gremio de tejedores sevillanosdesde la reconquista hasta el siglo XVIII, fué uno de los másimportantes de la ciudad y por tanto capitulos especiales les dedicaronnuestros monarcas y Concejo para su régimen y buen gobierno en lasOrdenanzas municipales, bajo los títulos de «Tejedores de terciopelo» delos «Sederos» Toqueros e «Hiladores del torno de seda»

cuyasdisposiciones persuaden del interés que habia porque la fabricación nodecayese, ni se desprestigiase el renombre alcanzado. De las noticiasadquiridas resulta, que, el núcleo de los telares de seda estuvieron,por lo menos ya en el siglo XVI, en los barrios del Norte de la ciudad,por las parroquias de San Lorenzo, San Gil y Santa Marina en númeroextraordinario, como lo demuestran los nombres de los artíficesdedicados á estas labores, que hallamos citados en fehacientedocumentos, á partir del siglo XIV.

Como una leve muestra de los que florecieron entonces entre nosotros, ypara conocimiento de las ricas telas que tejían, ofrecemos al lector elsiguiente extracto: Ferrand Alonso y Alonso Manuel, T.[8] de sirgos 1406

Ruy González Cendalero, T. (de cendales)

1425

Alonso Martínez, Id. Id

1431

Alfon Garcia Jardín, T. de reposteros

1442

1450-

Juan González Beniste y Manuel López, Ts. de oro y de sirgo

53

1475-

Miguel de la Cueva y Diego Fernández Ts. de terciopelo

79

Anton de Alanís y Daniel Sánchez, Ts. de oro y seda

1478

Siglo XVI

Anton García, T. de seda

1514

Alonso Nuñez, T. de raso

1534

Hernando Dávila, T. de tocas

idem

Juan del Castillo, T. de damascos

idem

Alonso de Carvajal, Cristóbal Alameda y Bartolomé Barrasa, Ts. de idem

terciopelo

Antón Ramirez T. de oro y sedas

idem

Virgilio Ximénez, T. de mantos

idem

Juan de Illescas, T. de oro tirado

idem

Lucas Sánchez, T. de randas

1548

Pedro de Espinosa, T. de terciopelo

1555

Juan de Arva y Manuel Fernándel, Ts. de tafetán

1575

Diego de Lara, T. de buratos

idem

Diego de Agüero y Diego de la Cruz, Ts. de brocados

1576

Francisco Pérez de Morales, T. de damasco y terciopelo.

1598

Siglo XVII

Gaspar de Herrera, T. de sedas.

1601

Pedro de Burgos, T. de terciopelo.

1603

Juan de Torres, T. de pasamanos.

1604

Esteban Bernal, T. de terciopelo.

idem

Miguel Martín, T. de brocados.

1605

Juan Bautista Sea, T. de damascos.

1611

Pedro Gutierrez. T. de brocados.

1613

Benito Guerrero, T. de terciopelo.

1621

Bartolomè Rodríguez, T. de tocas.

1626

Antonio de Herrera. T. de telas de oro.

1628

Alonso López, T. de pasamanos de oro.

1644

Sebastián de Cuesta, tejió una tela de raso negro y oro para la Catedral.

1667

Claudio Bertel, José de Llanos y Andrés de la Peña se obligaron en 9 deMayo de 1693

á tejer 4000 varas de terciopelo carmesí para la Catedral,y el fleco y galón que hiciese falta. Refiérese este contrato á lassuntuosas colgaduras de nuestra Basílica.

En cuanto á los tejedores de los siglos XVIII y XIX vamos á tratar ahoraseparadamente. Por centenares podríamos haber consignado nombres detejedores, á partir del siglo XV, y como muestra no más, quedan citadosalgunos, para conocimiento de las diversas telas que produjeron: sirgos,cendales, oro y sirgo, terciopelo, oro y seda y paños reposteros en lossiglos XIV y XV. En el XVI cítanse ya tejedores de damasco, de seda, deraso, de tocas, terciopelos, oro y seda, mantos, oro tirado, randas,tafetanes, buratos y brocados; y en el XVII y XVIII húbolos que hacíantambién pasamanos y rasos y paños de seda y oro.

El lector curioso que desee más datos para conocer las diferentes clasesde tejidos de seda, y de seda y oro que se producían en Sevilla, ó queen esta ciudad se vendían, procedentes de otras en el siglo XVII, asícomo sus precios, puede acudir á la curiosísima, «Tassa general de losprecios á que se han de vender las mercaderías en esta ciudad de Sevillay su tierra: y de las hechuras, salarios y jornales y demás cosascontenidas en esta relación, que se ha hecho por el Señor Conde de laPuebla Marques de Vacares Asistente de esta dicha ciudad etc.» (año de1627).

Las vicisitudes porque pasó en esta la fabricación de los tejidos deseda, durante los siglos XVII y XVIII sorprenden extraordinariamente,cuando se sigue con interés su historia, y en confirmación de esteaserto vamos á consignar algunos datos no más, que tomamos de undocumento, casi oficial, debido á muy autorizada pluma. Nos referimos al«Discurso sobre las fábricas de seda de Sevilla, sus principios,progresos y decadencia y los motivos desta, noticia de su actual estadoy de los medios que puedan ser conducentes á su fomento y prosperidad».Tan interesante escrito fué redactado por Don Martín de Ulloa,Vicedirector de la Sociedad Patriótica de Sevilla, y forma parte deltomo I, de las Memorias de dicha Sociedad.

Después de hablar de las funestísimas consecuencias que causó en todaslas industrias sevillanas la epidemia de 1649, dice, refiriéndose almemorial que en 1655

dirigió al Rey el maestro tejedor FrancíscoMartínez de la Mata en nombre de sus compañeros Francisco de Cisneros yJerónimo de Porras; que consta en dicho documento, que no habían quedadoen Sevilla más que 60 telares, siendo así que antes había 3000, en loscuales trabajaban 30000 personas. En 1713 existían ya 405 telares y en1732 llegaron á 1000. Siete años después quedaron reducidos á 140,aumentando este número hasta 398 en 1745. En 1779 contábanse 462telares «de lo ancho» y uno en que se tejían géneros con mezcla de oro yplata y 62 de galones de plata y oro, 354

de cintas labradas, 17 decintas de plata y oro, 8 de cintas de rizo y franjas; 1391

telaresbajos, 23 de tejidos menores de plata y oro, que suman en total 2318.Además había 87 «mundillos de hacer puntas de oro y plata, 95 tornospara los hiladores que tenían dichas fábricas, los cuales consumíanentre todas 100.000 libras de seda. Había además 50 tornos, en que seocupaban 192 oficiales, 19 aprendices, 2985 encañadoras, 133 rodeteras,que suman 3397 personas. Además contábanse 63 telares de medias, 65

deredecillas y 3 de gorros todos de sedas[9].

Viniendo ya al año 1790 tenemos á la vista una certificación expedida enpapel del sello 4.º por Juan Martínez, secretario del Arte Mayor de laseda, de la cual consta que en dicho año se mandó hacer por Don JoséJerónimo de Espejo Veedor Presidente de dicho Arte, calaycata de lostelares que había en esta ciudad, con distinción de las clases detejidos, la cual se hizo en 12 y 13 de Marzo del mencionado, año.

Segúndicho documento había 168 maestros y 111 tratantes que tenían cada unovarios telares de las clases siguientes:

Lama de plata con flores de seda 1

Id. id. lisa.

2

Sarga ancha lisa.

26

Id. id. labrada.

53

Id. angosta.

10

Paño de seda.

2

Felpa lisa.

26

Id. labrada.

10

Terciopelo de verano.

5

Raso liso.

1

Damasco.

1

Canutón ó cotonia.

4

Cotonia con plata.

1

Ceñidores.

4

Pañuelos.

12

Anafayas.

3

Estameña.

2

Canicula.

1

Velillo.

1

Mantillas anchas de velillo.

1

Mantos anchos.

18

Tafetan.

95

279

Además de las ricas telas mencionadas, tejíanse toda clase de galones yde pasamanería, cintas, trenzas, y encajes de oro, de todo lo cualexiste un curioso muestrario, que debió pertenecer á un fabricante ó unmercader, el cual se conserva en el museo Arqueológico municipal.

Llegado el siglo XIX, de tres peritísimos fabricantes tenemos noticias,llamado el uno Acosta, que vivió en la calle de Santa Clara, del cualhay una casulla de tisú de plata con flecos de oro y seda en el Hospitalde Venerables Sacerdotes de esta ciudad, magistralmente tejida, y losotros dos, Don Manuel del Castillo y Povea y Don José Ledesma. Aun hemosalcanzado á ver muestras de rasos, tafetanes y damascos del primero deellos, que con razon fueron premiados en Exposiciones extranjeras y delsegundo conservamos parte de su muestrario de tisues, lama de plata y dealgunas sederías con dibujos de colores y otras en que se emplearonunidas la seda y el terciopelo. De la fábrica del Sr. Ledesma fueron lostisues de los Angeles y del Niño Jesús, del antiguo paso de la cofradíade la Quinta Angustia, donados por los Duques de Montpensier.

Con el Sr. Ledesma se extingue por completo la fabricación de telas deseda y de seda y oro, en Sevilla, olvidándose por completo lastradiciones de tan hermosa como productiva industria artística.

¿A que causa debióse su ruina? ocúrrese preguntar. Muchas y muycomplejas fueron, que si tratásemos de determinarlas nos excederíamosconsiderablemente de los límites de este artículo. La principal de todassalta á la vista. No fué posible luchar con el incremento de lasfábricas extranjeras, con la perfección y belleza de sus productos,juntamente con la relativa economía de aquellos. Mientras que Francia,Inglaterra, Italia y Bélgica adelantaban extraordinariamente y seapoderaban de todos los mercados, nosotros sin recursos ni inteligenciateníamos que cederles el paso, llegando á la vanidad miserable de tenerá gala vestirnos con telas extranjeras.

Después de esto ¿qué hemos dedecir? Abandonada la industria, no es extraño que se abandonaran tambiénlos plantíos de morales y moreras, al punto que son ya muy escasos losárboles de esta clase que nos quedan, sin los cuales no es posibleconseguir el renacimiento de la industria sericícola.

Todo el siglo XIX ha transcurrido sin que una voz amiga se haya alzadoen su favor entre nosotros, mientras que en otras capitales españolas vaadquiriendo importancia y está llamada á adquirir más, pues por lo querespecta á la producción de la seda tan solo, como puede alcanzarse ápoquísima costa, y como es muy apropósito para que á ella se dediquenlas familias pobres, una vez que éstas sientan el estímulo de unaganancia anual de relativa importancia, se multiplicará el cultivo y conél los beneficios consiguientes.

Como complemento de este trabajíllo séanos lícito transcribir elinteresante artículo publicado en el Boletín de Acción Social n.º 38, 15de Septiembre de 1909 que podrá ser aprovechado el día de mañana poralgún curioso cronista sevillano: Primer Sindicato en Sevilla.

Bajo la presidencia de un delegado de la Junta Diocesana de AcciónSocial, se reunieron, el día 8 de los corrientes, les criadores delgusano productor de la seda en esta capital, para constituirse engremio.

Invocado el Espíritu Santo se dió principio á la sesión por la lecturadel proyecto de Reglamento, que fué aprobado por unanimidad y ácontinuación se procedió al nombramiento de la Junta Directiva quedandoconstituida en la siguiente forma: Presidente honorario: D. Francisco Ysern y Maury.

Presidente efectivo: D. José García Morón.

Vicepresidente: D. José Hidalgo Fernández.

Secretario: D. Ricardo Gómez Martínez.

Visecretario: D. Antonio Aparicio Sánchez.

Tesorero: D. Evarísto Diez Hernández.

Conciliario Eclesiástico: D. Juan Caballos Pérez.

No es hoy muy grande el número de los agremiados, pero por esto nodesmerece su importancia, si consideramos que es una industria que habíadesaparecido por completo de esta ciudad, habiendo sido fuenteabundantísima de riqueza en toda España, y en particular de Sevilla,donde existían en 1520, según datos fidedignos, 16,000 telares, si bienno eran de la importancia de los modernos, que utilizan los poderososelementos del vapor y la electricidad; eran telares domésticos, defamilia, donde no se utilizaba para hilar más que el rudimentario torno;pero con este clásico torno se elaboraban, solamente en Sevilla y suprovincia, 100,000 kilogramos de seda al año, y se utilizaban losservicios de 100,000 obreros, sin contar con las mujeres, los ancianosy los niños, que también prestaban sus cortas energías en la cría delgusano productor de la seda. Ni por esto desmerecía la calidad de suseda, la mejor de los mercados conocidos, aun del extranjero, á los quehacía competencia; verdad que hoy mismo puede comprobarse, visitando lafábrica de filatura de los señores Faustino Martínez y Compañía, únicaque se dedica en esta capital á su hilado, y donde se elaboran capullosde todos los mercados de España y del extranjero, y al simple tacto sedistingue la criada en esta región, por sus cualidades de flexibilidad,tenacidad y elasticidad y á la que por su finura y brillantez llaman losinteligentes seda «joyante».

A muchos se le ocurrirá esta pregunta;—¿Siendo tan productiva estaindustria y tan buena la calidad de su seda, por qué causa hadesaparecido por completo de esta región? Varias han sido las causas quehan contribuido á la decadencia de tan floreciente industria; en primerlugar, las enfermedades del gusano productor de la seda, y en particularde la llamada «pebrina», enfermedades qu